domingo, noviembre 30, 2008
DEJANDO CENIZAS TRAS LA ESCARCHA DE SUS JUEGOS...
ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL ROJAS.
El Dragón*
Era un dragón de color verde con manchitas rojas que sacaba fuego por la boca. Imponente desde su altura de tres metros contemplaba a la niña mientras de su nariz salían volutas de humo negro.
La niña, pequeña ante él, le miraba desde abajo entre asustada y fascinada.
- ¿Me vas a comer?
- Por supuesto que te voy a comer, los dragones estamos para eso.
- Y... ¿Me vas a asar antes con estas llamas tan grandes?
- Eso depende, porque como estoy engordando mucho quizás te prefiera a la plancha.
- Como te llamas, Dragón.
- Me llamo Julio ¿y tu, comidita?
- Mi mamá me llama "Pastelito de nata"
- ¿Pastelito de nata? Ayss…Lo siento, no puedo comerte porque el dragón médico-dietista me ha prohibido los dulces.
- Sniff…
*de Joan Mateu joan@cimat.es
DEJANDO CENIZAS TRAS LA ESCARCHA DE SUS JUEGOS...
HACERSE MAGOS*
Ese ahuecarse el corazón
Y hacerse magos...
Violín que desespera,
Hora no devela su escondite.
Hora juega a acunarse entre la hierba,
Dibuja caracoles, sombras,
Deja asomar la aurora y parte...
Dejando cenizas tras la escarcha de sus juegos.
Violín ha llegado tarde,
Ya no es tiempo de danzar junto a la hoguera,
Solo rescoldos, mudos.
Lo contemplan.
Toma una brizna de viento, canta,
Esparce una nueva melodía
De adiós y soledades.
A cien millas de distancia, hora muere.
*de Marié Rojas.
Tema del traidor y del héroe*
*Jorge Luis Borges.
So the Platonic Year
Whirls out new right and wrong,
Whirls in the old instead;
All men are dancers and their tread
Goes to the barbarous clangour of a gong.
W. B. Yeats: The Tower.
Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía preestablecida), he imaginado este argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en las tardes inútiles. Faltan pormenores,
rectificaciones, ajustes; hay zonas de la historia que no me fueron reveladas aún; hoy, 3 de enero de 1944, la vislumbro así.
La acción transcurre en un país oprimido y tenaz: Polonia, Irlanda, La república de Venecia, algún estado sudamericano o balcánico... Ha transcurrido, mejor dicho, pues aunque el narrador es contemporáneo, la historia referida por él ocurrió al promediar o al empezar el siglo XIX.
Digamos (para comodidad narrativa) Irlanda; digamos 1824. El narrador se llama Ryan; es bisnieto del joven, del heroico, del bello, del asesinado Fergus Kilpatrick, cuyo sepulcro fue misteriosamente violado, cuyo nombre ilustra los versos de Browning y de Hugo, cuya estatua preside un cerro gris entre ciénagas rojas.
Kilpatrick fue un conspirador, un secreto y glorioso capitán de conspiradores; a semejanza de Moises que, desde la tierra de Moab, divisó y no pudo pisar la tierra prometida, Kilpatrick pereció en la víspera de la rebelión victoriosa que había premeditado y soñado. Se aproxima la fecha del primer centenario de su muerte; las circunstancias del crimen son enigmáticas; Ryan, dedicado a la redacción de una biografía del héroe, descubre que el enigma rebasa lo puramente policial. Kilpatrick fue asesinado en un teatro; la policía británica no dio jamás con el matador; los historiadores declaran que ese fracaso no empaña su buen crédito, ya que tal vez lo hizo matar la misma policía. Otras facetas del enigma inquietan a Ryan. Son de carácter cíclico: parecen repetir o combinar hechos de remotas regiones, de remotas edades. Así, nadie ignora que los esbirros que examinaron el cadáver del héroe, hallaron una carta cerrada que le advertían el riesgo de concurrir al teatro, esa noche; también Julio César, al
encaminarse al lugar donde lo aguardaban los puñales de sus amigos, recibió un memorial que no llegó a leer, en que iba declarada la traición, con los nombres de los traidores. La mujer de César, Calpurnia, vio en sueños abatir una torre que le había decretado el Senado; falsos y anónimos rumores, la víspera de la muerte de Kilpatrick, publicaron en todo el país el incendio de la torre circular de Kilgarvan, hecho que pudo parecer un presagio, pues aquél había nacido en Kilvargan. Esos paralelismos (y otros) de la historia de César y de la historia de un conspirador irlandés inducen a Ryan a suponer una secreta forma del tiempo, un dibujo de líneas que se repiten.
Piensa en la historia decimal que ideó Condorcet; en las morfologías que propusieron Hegel, Spengler y Vico; en los hombres de Hesíodo, que degeneran desde el oro hasta el hierro. Piensa en la transmigración de las almas, doctrina que da horror a las letras célticas y que el propio César atribuyó a los druidas británicos; piensa que antes de ser Fergus Kilpatrick, Fergus Kilpatrick fue Julio César. De esos laberintos circulares lo salva una curiosa comprobación, una comprobación que luego lo abisma en otros
laberintos más inextricables y heterogéneos: ciertas palabras de un mendigo que conversó con Fergus Kilpatrick en día de su muerte, fueron prefiguradas por Shakespeare, en la tragedia de Macbeth. Que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la
literatura es inconcebible... Ryan indaga que en 1814, James Alexander Nolan, el más antiguo de los compañeros del héroe, había traducido al gaélico los principales dramas de Shakespeare; entre ellos, Julio César.
También descubre en los archivos un artículo manuscrito de Nolan sobre los Festpiele de Suiza: vastas y errantes representaciones teatrales, que requieren miles de actores y que reiteran hechos históricos en las mismas ciudades y montañas donde ocurrieron. Otro documento inédito le revela que, pocos días antes del fin, Kilpatrick, presidiendo el último cónclave, había firmado la sentencia de muerte de un traidor, cuyo nombre ha sido borrado.
Esta sentencia no coincide con los piadosos hábitos de Kilpatrick. Ryan investiga el asunto (esa investigación es uno de los hiatos del argumento) y logra descifrar el enigma.
Kilpatrick fue ultimado en un teatro, pero de teatro hizo también la entera ciudad, y los actores fueron legión, y el drama coronado por su muerte abarcó muchos días y muchas noches. He aquí lo acontecido:
El 2 de agosto de 1824 se reunieron los conspiradores. El país estaba maduro para la rebelión; algo, sin embargo, fallaba siempre: algún traidor había en el cónclave. Fergus Kilpatrick había encomendado a James Nolan el descubrimiento del traidor. Nolan ejecutó su tarea: anunció en pleno cónclave que el traidor era el mismo Kilpatrick. Demostró con pruebas irrefutables la verdad de la acusación; los conjurados condenaron a muerte a su presidente. Éste firmó su propia sentencia, pero imploró que su castigo no perjudicara a la patria.
Entonces Nolan concibió un extraño proyecto. Irlanda Idolatraba a Kilpatrick; la más tenue sospecha de su vileza hubiera comprometido la rebelión; Nolan propuso un plan que hizo de la ejecución del traidor un instrumento para la emancipación de la patria. Sugirió que el condenado muriera a manos de un asesino desconocido, en circunstancias deliberadamente dramáticas, que se grabaran en la imaginación popular y que apresuraran la rebelión. Kilpatrick juró colaborar en ese proyecto, que le daba ocasión de redimirse y que rubricaría su muerte.
Nolan, urgido por el tiempo, no supo íntegramente inventar las circunstancias de la múltiple ejecución; tuvo que plagiar a otro dramaturgo, al enemigo inglés William Shakespeare. Repitió escenas de Macbeth , de Julio César. La pública y secreta representación comprendió varios días. El condenado entró en Dublin, discutió, obró, rezó, reprobó, pronunció palabras patéticas, y cada uno de esos actos que reflejaría la gloria, había sido prefigurado por Nolan. Centenares de actores colaboraron con el
protagonista; el rol de algunos fue complejo; el de otros, momentáneo. Las cosas que dijeron e hicieron perduran en los libros históricos, en la memoria apasionada de Irlanda. Kilpatrick, arrebatado por ese minucioso destino que lo redimía y que lo perdía, más de una vez enriqueció con actos y con palabras improvisadas el texto de su juez. Así fue desplegándose en el tiempo el populoso drama, hasta que el 6 de agosto de 1824, en un palco de funerarias cortinas que prefiguraba el de Lincoln, un balazo anhelado entró en el pecho del traidor y del héroe, que apenas pudo articular, entre dos efusiones de brusca sangre, algunas palabras previstas.
En la obra de Nolan, los pasajes imitados de Shakespeare son los menos dramáticos; Ryan sospecha que el autor los intercaló para que una persona, en el porvenir, diera con la verdad. Comprende que él también forma parte de la trama de Nolan... Al cabo de tenaces cavilaciones, resuelve silenciar el descubrimiento. Publica un libro dedicado a la gloria del héroe; también eso, tal vez, estaba previsto.
*Fuente: http://www.literatura.us/borges/tema.html
DECÁLOGO DEL VIAJERO*
No dejarás de creer.
No perderás la magia.
No abandonarás la poesía.
No extraviarás el camino de regreso.
No permitirás que te arrebaten tu legado.
No olvidarás quién eres, ni de dónde vienes.
No renegarás de los amigos, sobre todo si te va mal.
No depondrás las armas por gris o solo que te encuentres.
No cesarás de mirar al cielo en busca de cascabeles, ovejas y rosas.
No te privarás del vino, de los aromas, de los paisajes, del amor, o de la vida.
Disfruta cada instante sin traicionar tu esencia.
*de Marié Rojas.
Domingo, 30 de Noviembre de 2008
TEATRO A LOS 71 AÑOS, MURIO ULISES DUMONT, UN ACTOR DE ENORME TALENTO
El que encarnó a la "pequeña gente"*
Trabajó profusamente en cine y TV, pero sobre tablas demostró una rara sensibilidad, que le permitía pasar de personajes costumbristas a otros oscuros, de rebordes inquietantes. Con Dumont se va un rostro célebre de la gran actuación argentina.
*Por Hilda Cabrera
No era sencillo saber a quién dirigía Ulises Dumont la broma cuando en una entrevista confesaba que en sus comienzos en el teatro -y comparándose con los colegas- se veía a sí mismo como un renacuajo. ¿Esperaba que le dijeran que no, que seguramente no era así? Por las dudas, y para no quedar en falta, se evitaba cualquier comentario. Lo cierto es que Dumont sabía ironizar, y eso era suficiente para ponerse en alerta y dialogar con cautela. Esa misma expresión se le escuchó en una nota hecha por esta
cronista, junto a Mabel Manzotti y el director Víctor García Peralta, cuando estaba a punto de estrenar En Pampa y la vía. Dumont se había retrasado, y entonces el comentario era que se había ido de pesca. Y fue así: aterrizó con su equipo.
Ayer, a los 71 años y en la Clínica Dupuytren, donde llevaba dos semanas internado, murió Ulises Dumont. Actor de humor travieso, sabía componer como pocos "a la pequeña gente", a los marginados que -opinó entonces- a veces explotan. Quizá por eso lo fascinaban personajes como los de La Nona y El
acompañamiento, que interpretó. Esta atracción le permitió continuar ejercitándose aun en épocas de vacas flacas para el teatro. Como otros grandes, no dudaba de la importancia del unipersonal en tiempos de escasez: "Uno sabe que alguna vez tendrá que agarrar un fierro caliente, pero antes de que eso ocurra, también yo armaría mis valijas, simplemente para protegerme y estar en la resistencia. Los actores tenemos que poner la humanidad sobre el escenario y salvarnos". Si bien aquella En Pampa y la vía no era obra de un autor nacional, Dumont le puso la garra que mostraba en los prototipos argentinos. Muchos de éstos tan queribles como su kiosquero Sebastián de El acompañamiento, obra de Carlos Gorostiza que se estrenó en Teatro Abierto 1981, dirigida por Alfredo Zemma, donde descolló junto a otro maestro de la actuación, el "Negro" Carlos Carella. Supo ser también el maduro profesor en contrapunto generacional con un joven Antonio, actuado por Darío Grandinetti, en una obra que desconcertó al público y a los censores. Era Yepeto, de Roberto Cossa, un estreno de 1987 en el Teatro
Lorange, y un personaje del cual no se despegó, puesto que fue también su papel en la versión para cine del realizador Eduardo Calcagno. Sólo que, pasado el tiempo, el director lo presentó con un tinte más irónico, cercano a la postura de un poeta porteño algo cascarrabias.
Cuando un actor de tan rara especie se va, sólo queda a quien lo conoció a través de sus trabajos recordar por lo menos algunos, mejores o peores, premiados o no, aunque es necesario reconocer que en todos mostró una solidez que no dio lugar a la indiferencia. Así fue que se lo vio atreviéndose con una controvertida figura de la historia en El último virrey, obra crítica de Juan Carlos Cernadas Lamadrid. Allí se propuso transmitir la ficticia fragilidad de un Cisneros jaqueado por patriotas e ingleses, perseguido por su mujer y por un pertinaz resfrío, acaso consecuencia de esa llovizna de mayo que nos han vendido en las láminas escolares. Su actuación era siempre superior, fuera en una comedia o un
drama, o en un relato como aquél donde predominaban el grotesco o la sátira.
Esas intensidades atrajeron al público y a sus directores, como al mismo Gorostiza, asombrado como autor cuando en una reunión doméstica le escuchó dialogar con Carella sobre una persona que había conocido en un bodegón y aspiraba a ser artista. Ese era justamente el personaje que se aproximaba al
Tuco de El acompañamiento, la obra que el dramaturgo pensaba ofrecerles sin haberles adelantado el tema. En circunstancias como ésa, Dumont se asemejaba a esos genios escurridizos que parecen no saber pero captan todo. De esa materia singular, aunque oscura, fue su trabajo en Rápido nocturno, aire de
foxtrot, pieza de Mauricio Kartun que dirigió Laura Yusem. Otra obra de personajes grises y sin futuro, donde compuso al guardabarreras Cardone, untuoso con la amante casada que protagonizaba Alicia Zanca, pero de interior violento. Un personaje de la cultura popular que recreó con
admirable plasticidad.
Hábil para crear atmósferas inusuales, este artista que se inició en el teatro siendo adolescente y conformó un grupo junto a otros actores y actrices en un club de barrio, integró elencos de piezas famosas, como Arlequín, servidor de dos patrones; El hombre elefante y la recordada Gris de ausencia, de Cossa. De este autor protagonizó La Nona, en 1977 y bajo la dirección de Gorostiza, que a su vez lo convocó para una pieza suya, A propósito del tiempo, donde su papel era el de un viejo amigo que incide en la aparentemente tranquila convivencia de un matrimonio. Entonces sus compañeros de elenco eran Cipe Lincovsky y Juan Carlos Gené, y la puesta, de Javier Margulis y Rubens Correa. En escena jugó a liberarse de traumas y apasionarse locamente al asumir el rol de un tal Ernesto Kovacs, un médico
psicoanalista obligado a exorcizar a una excitada mujer de doble personalidad, compuesta por Luisa Kuliok. En esta obra, Sabor a Freud, de José Pablo Feinmann, el actor se multiplicaba en roles bien diferentes transparentando frustraciones y mostrando alguna que otra catarsis a través de escenas cómicas o de gran desconsuelo.
Lo verdadero es que Dumont, en cualquiera de sus composiciones (e incluso en trabajos televisivos como en Compromiso o Nosotros y los miedos), atrapó siempre, tanto en los aguafuertes como en aquellas escenas en las que se exigía mantener el medio tono.
*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/10-12128-2008-11-30.html
Último Poema*
Tanto soñe contigo
Camine tanto, hable tanto,
Tanto ame tu sombra,
que ya nada me queda de ti.
Solo me queda ser la sombra entre las sombras
ser cien veces mas sombra que la sombra
ser la sombra que retornará y retornará siempre
en tu vida llena de sol.
*Fue el último poema escrito por Robert Desnos, encontrado sobre su cadaver.
*Fuente: "Antologia de la poesía surrealista" de Aldo Pellegrini.
-Enviado para compartir por Freyja. freyja_walkyrien@hotmail.com
No*
*Por José Pablo Feinmann
No parecería posible. Porque es una decisión casi imposible, casi inimaginable. Sin embargo, 32 años atrás, en la siniestra D2 de Córdoba, bajo la mirada fría, macabra, del general Menéndez, un policía y cinco de sus compañeros se negaron a torturar. Se trata de un acontecimiento. Ahora fueron premiados por ese gesto. Pero cuando lo hicieron, estaban solos. Fue un acto libre de un sujeto libre que, en algún lugar de su hiperdeterminada conciencia, encontró un foco de libertad, un resto, algo suyo, desde ahí,
desde ese pequeño lugar en que él tiene la potencia del Espíritu Absoluto hegeliano, dijo que no. "Disculpen, señores. Pero yo no puedo torturar a otro hombre. No me niego por desobedecer. Me niego porque no puedo cumplir esa orden. Es imposible para mí. Hay algo que me lo impide. Y todavía conservo la fuerza para negarme." Todavía -está diciendo- mi convicción es más fuerte que mi miedo. Porque sabe que esa desobediencia le va a costar, y mucho. Sabe que, a partir de ahora, el castigado, el torturado, será él. Que otros -otros que han sido compañeros suyos- van a cumplir la orden que se les dará. Que esos otros no se van a detener porque él haya sido uno de ellos, un compañero. Sino que tal vez lo torturen más salvajemente por eso.
Porque ya son "máquinas de obediencia" y porque, muy especialmente, lo odian por mostrarles la posibilidad de otra respuesta, de otro camino. Le van a hacer pagar cara su valentía insólita. Esa jactancia de negarse a hacer lo que ellos sumisamente hacen, torturar. Y lo torturan, le dan máquina durante horas, días. Sus mismos compañeros, los que hasta ayer tomaban mate con él y escuchaban los partidos de Instituto y de Belgrano de Córdoba.
La posibilidad de un hombre que dice "no" es un agravio intolerable para los otros. Cuestiona todo el aparataje que se habían armado para hacer su tarea.
Que torturan a "subversivos", "marxistas", "ateos", "enemigos de la patria", "zurdos del trapo rojo". Todo eso se cae. De pronto tienen frente a ellos a un tipo que se niega y, negándose, les dice: "Torturamos personas. Como vos, como yo, como nuestros hijos y hermanos y padres". La furia que esta
revelación les produce no tiene límites. No quieren dejar de ser "máquinas de obediencia". Se entra al Ejército y, al hacerlo, se entra en el mundo de la disciplina. Por eso hay grados: hay generales, coroneles, tenientes, sargentos, cabos y ratas de tropa, ellos, soldados. Es una pirámide. Cada uno obedece a su superior. Cada uno actúa según una orden que recibe. La "orden" busca aliviar la posible "culpa" del que tiene que hundir sus manos en el barro. Del que tiene que hacer la tarea. La tarea es torturar. Es la tarea de "información" y es imprescindible que el Ejército, que la Policía, que el Estado posea las informaciones que necesita. Sólo así sabrá dónde buscar a los enemigos de la Patria. Si se tortura para salvar a la Patria es la Patria, entonces, la que a través de sus hijos pide la tortura de quienes la agreden o de quienes tienen información acerca de ellos. Torturamos para saber. No torturamos porque sí. No somos enfermos, no somos sádicos, somos patriotas.
Imaginemos el escándalo. De pronto, cuatro o cinco locos dicen: "No, no podemos torturar". El ejemplo que están dando es terrible. No debe expandirse. Si todos se niegan a torturar, se acaba el Poder, muere la "tarea de Inteligencia", la Patria queda ciega, des-informada, tiene que buscar a tientas a sus enemigos. El "interrogatorio" no puede existir sin la tortura. ¿Qué nos piden que hagamos? ¿Conseguir informaciones sin arrancar uñas? ¿Conseguir verdades sin electricidad? ¿Quebrar enemigos sin negarles alimentos, sin humillarlos, sin arrojarlos a dormir entre ratas voraces, sin tirarlos a piletones con mierda, sin torturar a sus hijos? Nadie dice la verdad si no lo torturan. Pregúntenles hoy a los norteamericanos, a todos los que luchan contra el terrorismo. ¿Cómo se sabe dónde se esconde un
terrorista, dónde se está fabricando la bomba que volará mañana un hotel en Chicago, un subterráneo en Madrid, el Big Ben, la Torre Eiffel? Sólo hay un modo: atrapar terroristas, todos los que sea posible atrapar, y torturarlos.
De aquí que sea improbable que la criatura humana deje de torturar.
Necesitará para ello crear incesantemente lo que llamaremos "mecanismos de inocencia", es decir, aquellos que convencen al torturador de que no es él el que tortura. Es un orden jerárquico, es un Estado en lucha contra un enemigo poderoso y esquivo, es la Patria misma, amenazada como nunca. Hay otros "mecanismos de inocencia". Son los fundamentalismos religiosos. El fundamentalista entrega su libertad al someterse a la fe que el credo le impone. Aquí, es el credo el que funciona. Yo no soy yo, soy eso en lo que creo, eso que me trasciende, que es más que yo. Es la fe en un orden celestial, un orden del más allá, donde espera Dios o donde esperan riquezas, mujeres vírgenes, vida eterna en el regazo de Alá.
Ya Voltaire, de un modo notable, identificó la tortura con la búsqueda de información. La tortura, así entendida, es "interrogatorio". En su Diccionario filosófico, decía que es "llamada también interrogatorio. Es una extraña manera de interrogar a los hombres (...). Los conquistadores (...)
encontraron muy útil para sus intereses; la pusieron en uso cuando sospecharon que había contra ellos algunos malos designios, como, por ejemplo, el de ser libre (Voltaire, Diccionario filosófico, Akal, Madrid, 2007, p. 501). El texto es formidable. El mayor enemigo de los designios del poder es la libertad. Eso que ejercieron estos héroes de la condición humana. Cinco policías que, en Córdoba, bajo el Tercer Cuerpo de Ejército, bajo el matarife Menéndez, se negaron a torturar. Sus nombres son: Luis
Alberto Urquiza, José María Argüello, Horacio Samamé, Carlos Cristóbal Arnau Zúñiga y Raúl Ursugasti Matorral. Fueron dados de baja por la Junta Militar.
Ahora, 32 años después, fueron premiados por el gobernador de Córdoba y les dieron un subsidio honorífico. Luis Alberto Urquiza dijo: "Nunca pensé que, después de 32 años, pudiera pasar esto". Nunca -o sólo como una utopía- pensamos nosotros que pudiera pasar lo que el señor Urquiza y sus compañeros hicieron: un acto libre. Una rebelión contra el Poder, una sublevación.
Michel Foucault (el más talentoso de los filósofos que sucedieron a Sartre) decía, en medio de sus reflexiones sobre Irán: "El hombre que se rebela es inexplicable". Lo es, sobre todo, si nos sometemos a los dictámenes de la "filosofía contemporánea", envilecida en una negación neurótica de la posible libertad del sujeto. La filosofía que se enseña hoy en las academias de todo el mundo occidental es incapaz de entender el acto libre, fundante, de estos cinco simples policías. Es una filosofía institucional, que le cae como anillo al dedo al Poder: el hombre no sólo no existe como concepto de
la filosofía, sino que nada puede. ¿La rebelión es inexplicable? Tendremos que ser entonces inexplicables. Como lo fueron Luis Alberto Urquiza y sus compañeros. Si todas las "explicaciones" hacen del hombre un esclavo sometido a condicionamientos feroces (el lenguaje, el inconsciente, la
semiología, la etnología, la lingüística, el positivismo lógico, la estructura, el ser heideggeriano, el pensamiento estratégico sin sujeto de Foucault), entonces la tortura es más explicable que la rebelión. Contra esto nos vamos a seguir rebelando siempre, y, para colmo, vamos a tratar de explicarnos. No podemos seguir aceptando (¡y como "contemporáneas"!) filosofías que aniquilen al sujeto, a la libertad, a la rebelión, y justifiquen el sometimiento, la esclavitud, la tortura. No, como claramente dijeron esos cinco canas que -probablemente sin saberlo- hicieron más por la filosofía que montones de profesores satisfechos con sus cátedras, sus congresos y sus papers.
*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-115865-2008-11-30.html
*
Queridas amigas, apreciados amigos:
El domingo 30 de noviembre del 2008 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg
(107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor argentino Ezequiel Viñao. Las poesías que leeremos pertenecen a Raúl Tápanes López (Cuba) y la música de fondo será de Machu Picchu (Andes). ¡Les
deseamos una feliz audición!
ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!
REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Cordial saludo!
YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com
Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067
Convocatoria*
El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.
Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.
Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,
*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
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sábado, noviembre 29, 2008
MI SUEÑO ES EL DE MIS HIJOS...
*Ilustración de Ray Respall Rojas.
VUELO*
Abre tus alas,
Cual pétalos de rosa,
Hija mía.
No temas a la fragilidad de la belleza,
Eres más fuerte de lo que el mundo piensa.
Déjalas remontarte en suave aleteo.
¿Será este trozo de firmamento
que admiramos
demasiado pequeño
para tantas ansias de vuelo?
Toma pues, el universo,
Que brota de mis manos,
El tiempo que gotea de un viejo reloj de arena,
La marcha apurada de los cuatro vientos,
El polvo de las más antiguas estrellas...
Y ve tan lejos como quieras,
Sin dudas ni remordimientos.
Parte ya, dulce viajera,
Llevas contigo
Mi beso.
*de Marié Rojas.
MI SUEÑO ES EL DE MIS HIJOS...
Textos de niños cubanos*
*
La mejor cosa de mi vida fue conocer a una niña llamada Daniela; ella ayuda a sus compañeros, pero yo me impresioné porque era más tranquila que un caracol.
La conocí en primer grado, estuve con ella seguido hasta hoy. Ella es blanca, ojos pardos, mediana y divertida. Yo y otro compañero mío estamos enamorados de ella, lo supe cuando la fiesta de mi amigo Ivan y fui con mi otro amigo Ahmed. Para todos los que deseen saber de mí soy: José Daniel.
*José Daniel.
*
Lo mejor que me ha pasado es tener una familia, enamorarme de Daniela aunque no se fije en mí. También lo más triste fue cuando me partí el mango (la barbilla). Me gusta el chocolate fuerte, la comida netamente criolla y solo algunas de la italiana.
*Andy Lladó Díaz.
*
Yo nunca había visto a mi padre. En el 2005 me enteré que él venía a Cuba para verme. Fuimos al aeropuerto en la terminal 3 que es donde llegan los vuelos de España a Cuba y llegó tardísimo, en realidad llegó a las 12 de la noche. En cuanto lo vi, corrí y corrí tanto que me le tiré encima y lo abracé cantidad. Cogimos un taxi hasta la casa y mi papá se quedó a dormir allí. Al otro día fuimos al Valle de Viñales y nos divertimos mucho. Pasamos las dos semanas en grande, me divertí demasiado. El día número 15 se fue mi papá.
*Mario Gómez Castro.
-Selección de textos: Marié Rojas.
Norberto*
Abrazo de vos
en tu pecho sonido.
Agua de luz la piel
alegría en el vértigo del origen,
proa.
Después vino la mancha del dolor .
ausente de testigo se quedó la memoria
el misterio del nunca, la tenaz lejanía.
Eso será el exilio
y tanta lucha, llamarada, furia,
se perdió en la distancia crecida de la muerte.
*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar
De asesinos auditivos*
Ella venía a matarme suavemente con su canción
yo escuchaba una y cincuenta veces
balbuceante mi inglés acompañaba insistente
hasta que me dejaba en la puerta
hiriendo hasta el último recuerdo en el llamador de bronce
y el disco se rayaba y mi noche resplandecía musical
hasta ahora, recién nacida la magia del estribillo matador
todo llegaba brioso, en zapatillas la vida
para andarla todo terreno y sin esquives
sin temor de pozo ciego ni muros de Berlín
sólo esa canción venía a matarme suavemente
cuando otra era la espera y otro el sol
y hasta la luna era otra antes de morir.
*de Diana Poblet. soydian@yahoo.com.ar
El sexo de los débiles*
*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com
La invitación
Disculpe, pero quizás yo también sea una persona. Por eso lo invito a comer esta noche, en mi casa. No estoy hablando de sexo. No quiero alertar a sus órganos reproductores. Sólo lo invito a comer, a beber, a dormir. La procreación es cosa de los fecundos. Yo deseo ver su manera de estar de pie sobre una lámina fina de quietud. Prometo no respirar más de lo necesario.
La advertencia
Alguien podría hablar de mí como un jinete con referencias de una carne rosada y viviente. Pero no se preocupe. Con usted no seré jinete. Aunque desde donde estoy es difícil quejarse. Tengo las llaves de la puerta de un mundo que no tiene puertas. Si usted viniera, deberá saber algunas cosas.
Las mujeres que llenan las páginas de las grandes epopeyas saben vivir y morir con esa doble máscara furiosa. Pero yo tengo una mórbida preocupación por no caer en el lugar común de la proeza.
El caracol
¿Será importante lo que siente un caracol? Es una cuestión demasiado ardiente, sobre la cual, algunas personas pueden reencontrar alguno de sus problemas humanos, es decir, alguno de sus límites. Sobre todo, porque el caracol está a un paso de ser babosa. Ya ve. Nunca seré una mártir que se inmola por las grandes cosas.
El cuerpo
Primero es necesario tener un cuerpo. Un cuerpo que a uno lo acompañe, lo cobije, lo exulte, lo tiemble. Un cuerpo que no evite las partes bajas.
Usted no es quien me ha enseñado todo lo que sé, pero podrá enseñarme aquello que todavía no sé. Si es necesario le daré la mano guiñando sobre el abismo cómplice.
Los hombres sin luz
Esta distorsión entre el hombre caracol y el hombre babosa, entre la mujer caracol y la mujer babosa, es la célula de una biología quejumbrosa. Con la falsa idea de un todo en uno, los hombres sin luz continúan allí donde todo se ha extinguido. Qué más da. Son los mandatos del mundo que no habito. Por
eso lo invito a comer esta noche en mi casa. No estoy hablando de sexo. A menos que usted desee hablar de sexo. Los hombres sin luz creen que es lo mismo abrazar una almohada que sostener un lucero. Y continúan allí. Nunca saldrán de allí donde todo se ha extinguido. Esto es lo que he dado en llamar la estética mórbida.
La noche
Se puede explicar una obra por su época o su proyecto. A mí me expulsa la época con su siniestro proyecto. He intentado no dejarme caer en la dulzura y los besos, pero el resto del mundo lo único que ofrece son bocas amargas como un pozo ciego. Venga. No hablaré de sexo, a menos que usted creyera que valdría la pena hacerlo. Seremos la noche y nos habremos perdido. Así hablo yo, cuando la noche vuelve y nada puede doler.
La inclinación
Tengo una inclinación natural por pensar en lo que nadie piensa, creer en lo que nadie cree, esperar lo que nadie espera. Para el resto están los escritores que dicen lo que hay que decir de tan grandes maneras. Venga a mi casa a beber, a comer, a dormir. El sexo de las babosas no nos necesita. El aparato no nos necesita. La literatura no nos necesita. Las especies en extinción no nos necesitan. Si la mejor parte del alma es la más fuerte, las mujeres babosa y los hombres caracol morirán alados.
La enfermedad
Yo sólo creo en la parte más débil del alma. Yo no necesito un hijo suyo.
Usted no necesita una hija mía. No quiero anudar su vida con un hilo de oro.
Sólo lo invito a pensar un horizonte tangible de besos quemantes. A sentir un pecho alegre que hereda sangre de una pleamar rumorosa. Todo lo que pasa, pasa despacio aunque muera de prisa. La voluptuosidad del caracol es análoga a la de la babosa. La cópula entre el hombre caracol y la mujer babosa es ejemplar e inocua. Pero la cópula de los débiles es una enfermedad destellante.
Los débiles
La inmoralidad proviene de mezclar la moralidad de una cosa con la moralidad de otra cosa. La cópula de los débiles no debe medirse con la vara de las babosas. Por eso lo invito a comer, a beber y a dormir. Mi sexualidad cabalgante no puede mezclarse con el sexo de los buenos. Cada cual en su mundo.
Rápido vuelo
Cuando usted venga y ponga sus alas en mis pies, prometo no lanzarlo en rápido vuelo. Al verlo atado a una roca y expuesto a la voracidad de los honrados, no me enamoraré de sus ligaduras. No preguntaré por la razón de su cadena ni la causa de su duelo. No veré su corazón famélico como una bestia cautiva y mal alimentada. Cada cual tiene derecho a prolongar su desdicha.
El riesgo generoso
Cálmese. Por más que uno esté vivo todo cuanto se pueda, siempre llega la noche y se está menos vivo. En mi lecho, no romperé sus tetillas buscando el descargar del cuerpo. No guardaré una palabra entre los dos labios. Un suspiro entre los dos labios. Su dedo entre los labios. Sólo lo invito a ser un poco improbable. Desde donde estoy veo que el mundo es un esqueleto y el sexo de los débiles un generoso riesgo.
*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-16246-2008-11-29.html
EL AMOR*
POEMA III
Mírame,
estoy perdida en el trayecto de tu boca.
Una fuerte niebla me arrastra
hacia el oscuro rincón de tu memoria.
Entre naufragios voy deslizándome hasta llegarte,
mientras un goce intuitivo subraya el camino..
POEMA IV
Estás en mí como la sangre que me habita.
En cada primavera se me abre la vida
y el dolor me punza el alma.
Me entrego y la mansedumbre de mi amor
se transforma en cautiva de tus besos.
Ahora quiero amarte,
antes, después, ahora.
En las sombras de mis días necesito amarte,
con los misterios del alma en las noches de agonía.
*de MARTA BEATRIZ MULTINI.
MURIO DARWINIA GALLICHIO, DE ABUELAS DE PLAZA 25 DE MAYO
Adiós al cariño y a la fortaleza*
Era una figura emblemática de los derechos humanos de Rosario. Tenía 83 años y era hija de un anarquista. Recuperó a su nieta, Ximena Vicario, en los ’80 y tuvo que pelear por ello contra los medios de comunicación.
*Por Sonia Tessa
Desde Rosario
La histórica militante de Abuelas de Plaza 25 de Mayo Darwinia Gallichio murió ayer a la madrugada, en el Hospital Italiano, donde estaba internada por un problema cardíaco. Es difícil escribir la despedida a una de las figuras más simbólicas de los derechos humanos en Rosario. Durante más de 30 años, su presencia en la plaza para la ronda de los jueves fue “una cita de honor” y más de una vez se dio el alta de prepo en el sanatorio para llegar al lugar porque consideraba que era como estar con su hija. Stella Maris fue secuestrada el 5 de febrero de 1977, junto a su pareja, Juan Carlos Vicario. Con apenas un año, la hija de estos jóvenes, Ximena, fue abandonada por sus captores en la Casa Cuna de Buenos Aires, donde la apropió una hematóloga, Susana Siciliano. Darwinia encontró a su nieta cuando tenía ocho años, en 1983, pero debió esperar cinco años para recuperarla. Fue muy difícil y también trabajoso lograr que le restituyeran a la niña su verdadera identidad. La Justicia equiparó sus derechos como abuela biológica con los de la apropiadora. Contra esa Justicia y muchos medios de comunicación luchó como una leona. En los últimos años hablaba del cariño que había sabido construir con su nieta. Y de la fortaleza que había adquirido en la pelea contra los poderosos de todo tipo. Ayer, a los 83 años, terminó su vida, pero no se apagó su luz.
La recuperación de Ximena fue una de las primeras y un caso muy emblemático por la feroz pelea que se dio en los medios de comunicación. Una vez que la joven comenzó a vivir con ella, en plena adolescencia, Darwinia continuó con su tarea en Abuelas y, sobre todo, con su obsesión para contarles a los más jóvenes sobre el horror de la dictadura. En una entrevista realizada en el año 2004, planteó: “Cuando nosotros no estemos, la esperanza que tenemos es que la juventud tome nuestras banderas y las siga defendiendo”.
Había nacido el 30 de mayo de 1925, hija de un anarquista. En febrero de 1977 su vida se partió en dos. Allí, se convirtió en una de las primeras que salió con otros como ella a golpear todas las puertas para saber qué había pasado con sus hijos. Antes aún de la formación de Madres de Plaza de Mayo, se movía de oficina en oficina, de cuartel en cuartel, para buscar datos. “No sólo se llevaron a los chicos, destruyeron mi familia –contó–. Mi marido murió de pena un mes después de que un secretario de Albano Harguindeguy le dijera que no nos daría a Ximena aun sabiendo dónde estaba, porque nosotros la íbamos a criar en el rencor. Y nosotros éramos como los Campanelli, una familia que se juntaba los domingos para comer los tallarines.”
Darwinia había sufrido varias internaciones en los últimos dos años. Le habían puesto un marcapasos y esta vez una neumonía la volvió a llevar a terapia intensiva. Pero su corazón no aguantó. Es que había soportado tanto. “Tengo bastante buen humor y no me gusta la gente malhumorada. Mis penas las tengo ahí y no están aflorando para que la gente me tenga lástima. Prefiero estar contenta y disfrutar de la amistad, del compañerismo. Eso no quiere decir que no llore 20 veces por día”, así se definía en 2004.
Este año, el 25 de mayo, Darwinia participó del acto de la Comisión de Enlace en el Monumento a la Bandera. Esa actitud, que asumió públicamente con una carta dirigida a Eduardo Buzzi, de la Federación Agraria, le valió un distanciamiento con sus históricos compañeros de ruta.
Ayer, Darwinia murió. Ahora que ya no está, que su calidez no volverá a pasear por la plaza 25 de Mayo, la despedida recupera otras palabras, más esenciales. “Mi sueño es el de mis hijos, defender sus utopías. Ellos querían un mundo mejor, sin restricciones, sin marginaciones, con tolerancia. Querían un país políticamente libre, con justicia social, equitativo.” Si está en algún lugar, seguirá bregando por eso.
*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-115838-2008-11-29.html
Los poetas*
*Por Sandra Russo
Hay que cuidar la idea de la batalla cultural para que no se convierta en un lugar común, en un entremés del habla pública, en una zona habilitada para vehículos todoterreno. Hay que cuidarla del lugar común porque los lugares comunes, en el lenguaje, diariamente llevan a cabo su paradoja: cuanto más comunes y frecuentadas son algunas expresiones, menos se cree en ellas; dejan de ser palabras dichas por personas, para convertirse en implantes siliconados del discurso.
Dicho esto, me pregunto: ¿qué tan importante es para nosotros la poesía? Me lo pregunto no internándome en un altillo a leer a Pessoa o Ungaretti sino saliendo a la calle. Me lo pregunto, por ejemplo, en un patio de comidas de un shopping. ¿Qué tan importante es para nosotros la poesía? O en una sala de espera de dentista, o en la peluquería. Hace unos años hubo un cambio de tendencia, y en las peluquerías clase A hay revistas de actualidad, pero también de diseño y arquitectura. Todas las mujeres leemos, en la peluquería, las de actualidad; nunca vi a nadie leer las otras. En los consultorios médicos, en cambio, lo que hay son revistas dominicales de diarios, y revistas de actualidad muy viejas: uno allí lee cómo se enamoraban los ídolos que ya se separaron. ¿Qué tan importante es para nosotros la poesía, visto y considerando que a pesar de cómo seamos y qué pensemos y dónde vivamos y a quién votemos la poesía sigue siendo la palabra que usamos en el racimo de momentos inenarrables que a cada uno nos toca? ¿Es absurdo, por ejemplo, exhortar a los peluqueros y a los médicos a que ofrezcan para esas esperas libros de poesía? ¿No estaría bueno convertir esa espera en la oportunidad de un hallazgo?
Hace unos años, cuando era legislador porteño, el querido Elvio Vitali presentó el proyecto de la Pensión para los Escritores y Escritoras de Buenos Aires. La Comisión de Cultura acaba de dar dictamen favorable, pero, ¿adivinen qué? Ahora el asunto lo debate la Comisión de Finanzas. El recorrido probable del proyecto que intenta socorrer y amparar sobre todo a los poetas es el que siempre experimenta la cultura cuando se enfrenta con las finanzas: pierde. La cultura solamente tiene chances si las finanzas están pensadas en función de una política. Por eso me pregunto qué tan importante es para nosotros la poesía, haciendo un paneo rápido por las historias de esas decenas de hombres y mujeres que en toda época, pero sobre todo en las recientes, cultivaron un arte que iba a contracorriente de todo: del mercado editorial, del gusto general, de los respectivos gobiernos, de las tendencias literarias, de los beneficios económicos, de la fama, de los contratos, de la aprobación del padre y de la madre. Hombres y mujeres que custodiaron la poesía argentina para que tengamos una. ¿Queremos o no que haya una poesía argentina? De los poetas podemos esperar poesía, pero por qué esperamos tanto, tanto sacrificio. Nunca son poetas que viven de la poesía. Nunca es gente que trabaja de lo que sabe. Nunca pueden alimentar a sus familias o comprarse un saco con el trabajo creativo que eligen y para el que están dotados. Esos hombres y mujeres han sido y son torneros, empleadas administrativas, cajeros de banco, traductoras, gestores, cualquier cosa, se han ganado la vida como pudieron, casi nunca nombrados los Empleados del Mes. Muchos de ellos y ellas contrajeron con la poesía un compromiso que los condenó a una vejez sin red, sin reconocimiento, ni serenidad.
Me pregunto qué tan importante es para nosotros la poesía, porque como sociedad maltratamos tanto a los poetas que parece que no nos importara. Y sin embargo, pensemos como pensemos, en nuestras vidas privadas, en lo hondo, en lo que no le contamos en nadie, yo creo que siempre estamos esperando la dosis de poesía que nos corresponde. O que guardamos allí, en el motor que nos empuja cada día a hacer las cosas, los dos o tres momentos en los que la poesía se nos hizo presente y nos sentimos seres extraordinarios, de otro orden.
Lo de la batalla cultural y los lugares comunes, que mencioné al principio de esta nota, obedecían a que es necesario leer el tratamiento de este proyecto de ley desde esa perspectiva. En la batalla que perdimos, en la que idolatró el consumo desenfrenado y la desaprensión social, también perdieron los poetas. Ahora hay una oportunidad de reparar ese abandono. Deberíamos tratar a los poetas como a lo que ellos hacen, como a lo que ellos mantienen vivo, y sí nos importa y sí nos refleja. Eso que nos permite ver lo invisible, oír lo inaudible y asistir a la fiesta a la que no nos invitaron. Como en este poema de uno de los enormes y olvidados poetas argentinos, Edgar Bayley:
Los desiertos reales
Los desiertos reales
los mares imaginarios:
no hay palabras para elogiar a esta magnolia
tampoco hay forma de destruir las palabras
ni el oficio de florista.
(Guarden compostura:
en la soga de colgar se agita la flor blanca)
una tez de flores de cerezo:
la última gota de sangre
los desiertos reales
los mares imaginarios
no pueden compararse a esta magnolia.
*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-115839-2008-11-29.html
-Enviado para compartir por Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar
NI POMPA DE JABÓN*
Conmigo, a la final, no pasó nada
Mucha nada pasó, a la final, conmigo
Por mí pasó, desde un principio, la mucha
nada
Ni siquiera
ni por asomo
temporariamente
fui un "bluff".
*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
*
Queridas amigas, apreciados amigos:
El domingo 30 de noviembre del 2008 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg
(107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor argentino Ezequiel Viñao. Las poesías que leeremos pertenecen a Raúl Tápanes López (Cuba) y la música de fondo será de Machu Picchu (Andes). ¡Les
deseamos una feliz audición!
ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!
REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Cordial saludo!
YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com
Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067
Convocatoria*
El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.
Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.
Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,
*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
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jueves, noviembre 27, 2008
LAS AGUAS Y LOS OTROS...
Ilustración: Salvador Dalí.
Marineros*
La embarcación escalaba las enormes montañas de agua de aquel mar embravecido. El viento huracanado empezaba a convertir en jirones el velamen y el capitán, desde el puente, impartía ordenes a la tripulación.
- Arriad la escota de vela de stay … Aflojad el foque… Cuidado con la botavara… Vigilad el bauprés… Virad a sotavento…
Los marineros, todos oriundos de Cuenca, corrieron por la cubierta alocadamente sin saber que hacer. Uno de ellos gritó mientras una enorme ola le arrastraba por la cubierta: "Ya os dije que con un capitán extranjero no llegaríamos a Kuala Lumpur"
*de Joan Mateu. joan@cimat.es
LAS AGUAS Y LOS OTROS...
El Otro*
*Por Jorge Luis Borges
El hecho ocurrió el mes de febrero de 1969, al norte de Boston, en Cambridge. No lo escribí inmediatamente porque mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón. Ahora, en 1972, pienso que si lo escribo, los otros lo leerán como un cuento y, con los años, lo será tal vez para mí. Sé que fue casi atroz mientras duró y más aún durante las desveladas noches que lo siguieron. Ello no significa que su relato pueda conmover a un tercero.
Serían las diez de la mañana. Yo estaba recostado en un banco, frente al río Charles. A unos quinientos metros a mi derecha había un alto edificio, cuyo nombre no supe nunca. El agua gris acarreaba largos trozos de hielo. Inevitablemente, el río hizo que yo pensara en el tiempo. La milenaria imagen de Heráclito. Yo había dormido bien, mi clase de la tarde anterior había logrado, creo, interesar a los alumnos. No había un alma a la vista.
Sentí de golpe la impresión (que según los psicólogos corresponde a los estados de fatiga) de haber vivido ya aquel momento. En la otra punta de mi banco alguien se había sentado. Yo hubiera preferido estar solo, pero no quise levantarme en seguida, para no mostrarme incivil. El otro se había puesto a silbar. Fue entonces cuando ocurrió la primera de las muchas zozobras de esa mañana. Lo que silbaba, lo que trataba de silbar (nunca he sido muy entonado), era el estilo criollo de La tapera de Elías Regules. El estilo me retrajo a un patio, que ha desaparecido, y la memoria de Alvaro Melián Lafinur, que hace tantos años ha muerto. Luego vinieron las palabras. Eran las de la décima del principio. La voz no era la de Álvaro, pero quería parecerse a la de Alvaro. La reconocí con horror.
Me le acerqué y le dije:
-Señor, ¿usted es oriental o argentino?
-Argentino, pero desde el catorce vivo en Ginebra -fue la contestación.
Hubo un silencio largo. Le pregunté:
-¿En el número diecisiete de Malagnou, frente a la iglesia rusa?
Me contestó que si.
-En tal caso -le dije resueltamente- usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy Jorge Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge.
-No -me respondió con mi propia voz un poco lejana.
Al cabo de un tiempo insistió:
-Yo estoy aquí en Ginebra, en un banco, a unos pasos del Ródano. Lo raro es que nos parecemos, pero usted es mucho mayor, con la cabeza gris.
Yo le contesté:
-Puedo probarte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede saber un desconocido. En casa hay un mate de plata con un pie de serpientes, que trajo de Perú nuestro bisabuelo. También hay una palangana de plata, que pendía del arzón. En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. Los tres de volúmenes de Las mil y una noches de Lane, con grabados en acero y notas en cuerpo menor entre capítulo, el diccionario latino de Quicherat, la Germania de Tácito en latín y en la versión de Gordon, un Don Quijote de la casa Garnier, las Tablas de Sangre de Rivera Indarte, con la dedicatoria del autor, el Sartor Resartus de Carlyle, una biografía de Amiel y, escondido detrás de los demás, un libro en rústica sobre las costumbres sexuales de los pueblos balkánicos. No he olvidado tampoco un atardecer en un primer piso en la plaza Dubourg.
-Dufour -corrigió.
-Esta bien. Dufour. ¿Te basta con todo eso?
-No -respondió-. Esas pruebas no prueban nada. Si yo lo estoy soñando, es natural que sepa lo que yo sé. Su catálogo prolijo es del todo vano.
La objeción era justa. Le contesté:
-Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar.
-¿Y si el sueño durara? -dijo con ansiedad.
Para tranquilizarlo y tranquilizarme, fingí un aplomo que ciertamente no sentía. Le dije:
-Mi sueño ha durado ya setenta años. Al fin y al cabo, al recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo misma. Es lo que nos está pasando ahora, salvo que somos dos. ¿No querés saber algo de mi pasado, que es el porvenir que te espera?
Asintió sin una palabra. Yo proseguí un poco perdido:
-Madre está sana y buena en su casa de Charcas y Maipú, en Buenos Aires, pero padre murió hace unos treinta años. Murió del corazón. Lo acabó una hemiplejía; la mano izquierda puesta sobre la mano derecha era como la mano de un niño sobre la mano de un gigante. Murió con impaciencia de morir, pero sin una queja. Nuestra abuela había muerto en la misma casa. Unos días antes del fin, nos llamo a todos y nos dijo: "Soy una mujer muy vieja, que está muriéndose muy despacio. Que nadie se alborote por una cosa tan común y corriente."Norah, tu hermana, se casó y tiene dos hijos. A propósito, ¿en casa como están?
-Bien. Padre siempre con sus bromas contra la fe. Anoche dijo que Jesús era como los gauchos, que no quieren comprometerse, y que por eso predicaba en parábolas.
Vaciló y me dijo:
-¿Y usted?
No sé la cifra de los libros que escribirás, pero sé que son demasiados. Escribirás poesías que te darán un agrado no compartido y cuentos de índole fantástica. Darás clases como tu padre y como tantos otros de nuestra sangre. Me agradó que nada me preguntara sobre el fracaso o éxito de los libros.
Cambié. Cambié de tono y proseguí:
-En lo que se refiere a la historia... Hubo otra guerra, casi entre los mismos antagonistas. Francia no tardó en capitular; Inglaterra y América libraron contra un dictador alemán, que se llamaba Hitler, la cíclica batalla de Waterllo. Buenos Aires, hacía mil novecientos cuarenta y seis, engendró otro Rosas, bastante parecido a nuestro pariente. El cincuenta y cinco, la provincia de Córdoba nos salvó, como antes Entre Ríos. Ahora, las cosas andan mal. Rusia está apoderándose del planeta; América, trabada por la superstición de la democracia, no se resuelve a ser un imperio. Cada día que pasa nuestro país es más provinciano. Más provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos. No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní.
Noté que apenas me prestaba atención. El miedo elemental de lo imposible y sin embargo cierto lo amilanaba. Yo, que no he sido padre, sentí por ese pobre muchacho, más íntimo que un hijo de mi carne, una oleada de amor. Vi que apretaba entre las manos un libro. Le pregunté qué era.
-Los poseídos o, según creo, Los demonios de Fyodor Dostoievski -me replicó no sin vanidad.
-Se me ha desdibujado. ¿Que tal es?
No bien lo dije, sentí que la pregunta era una blasfemia.
-El maestro ruso -dictaminó- ha penetrado más que nadie en los laberintos del alma eslava.
Esa tentativa retórica me pareció una prueba de que se había serenado.
Le pregunté qué otros volúmenes del maestro había recorrido.
Enumeró dos o tres, entre ellos El doble.
Le pregunté si al leerlos distinguía bien los personajes, como en el caso de Joseph Conrad, y si pensaba proseguir el examen de la obra completa.
-La verdad es que no -me respondió con cierta sorpresa.
Le pregunté qué estaba escribiendo y me dijo que preparaba un libro de versos que se titularía Los himnos rojos. También había pensado en Los ritmos rojos.
-¿Por qué no? -le dije-. Podés alegar buenos antecedentes. El verso azul de Rubén Darío y la canción gris de Verlaine.
Sin hacerme caso, me aclaró que su libro cantaría la fraternidad de todos lo hombres. El poeta de nuestro tiempo no puede dar la espalda a su época. Me quedé pensando y le pregunté si verdaderamente se sentía hermano de todos. Por ejemplo, de todos los empresarios de pompas fúnebres, de todos los carteros, de todos buzos, de todos los que viven en la acera de los números pares, de todos los afónicos, etcétera. Me dijo que su libro se refería a la gran masa de los oprimidos y parias.
-Tu masa de oprimidos y de parias -le contesté- no es más que una abstracción. Sólo los individuos existen, si es que existe alguien. El hombre de ayer no es el hombre de hoy sentencio algún griego. Nosotros dos, en este banco de Ginebra o de Cambridge, somos tal vez la prueba.
Salvo en las severas páginas de la Historia, los hechos memorables prescinden de frases memorables. Un hombre a punto de morir quiere acordarse de un grabado entrevisto en la infancia; los soldados que están por entrar en la batalla hablan del barro o del sargento. Nuestra situación era única y, francamente, no estábamos preparados. Hablamos, fatalmente, de letras; temo no haber dicho otras cosas que las que suelo decir a los periodistas. Mi alter ego creía en la invención o descubrimiento de metáforas nuevas; yo en las que corresponden a afinidades íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado. La vejez de los hombres y el ocaso, los sueños y la vida, el correr del tiempo y del agua. Le expuse esta opinión, que expondría en un libro años después.
Casi no me escuchaba. De pronto dijo:
-Si usted ha sido yo, ¿cómo explicar que haya olvidado su encuentro con un señor de edad que en 1918 le dijo que él también era Borges?
No había pensado en esa dificultad. Le respondí sin convicción:
-Tal vez el hecho fue tan extraño que traté de olvidarlo.
Aventuró una tímida pregunta:
-¿Cómo anda su memoria?
Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años; un hombre de más de setenta era casi un muerto. Le contesté:
-Suele parecerse al olvido, pero todavía encuentra lo que le encargan.
Estudio anglosajón y no soy el último de la clase.
Nuestra conversación ya había durado demasiado para ser la de un sueño.
Una brusca idea se me ocurrió.
-Yo te puedo probar inmediatamente -le dije- que no estás soñando conmigo.
Oí bien este verso, que no has leído nunca, que yo recuerde.
Lentamente entoné la famosa línea:
L'byre - univers tordant son corps écaillé d'astres. Sentí su casi temeroso estupor. Lo repitió en voz baja, saboreando cada resplandeciente palabra.
-Es verdad -balbuceó-. Yo no podré nunca escribir una línea como ésa.
Hugo nos había unido.
Antes, él había repetido con fervor, ahora lo recuerdo, aquella breve pieza en que Walt Whitman rememora una compartida noche ante el mar, en que fue realmente feliz.
-Si Whitman la ha cantado -observé- es porque la deseaba y no sucedió. El poema gana si adivinamos que es la manifestación de un anhelo, no la historia de un hecho.
Se quedó mirándome.
-Usted no lo conoce -exclamó-. Whitman es capaz de mentir.
Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos.
Eramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el dialogo. Cada uno de los dos era el remendo cricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy.
De pronto recordé una fantasía de Coleridge. Alguien sueña que cruza el paraíso y le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor. Se me ocurrió un artificio análogo.
-Oí -le dije-, ¿tenés algún dinero?
-Sí - me replicó-. Tengo unos veinte francos. Esta noche lo convidé a Simón Jichlinski en el Crocodile.
-Dile a Simón que ejercerá la medicina en Carouge, y que hará mucho bien... ahora, me das una de tus monedas.
Sacó tres escudos de plata y unas piezas menores. Sin comprender me ofreció uno de los primeros.
Yo le tendí uno de esos imprudentes billetes americanos que tienen muy diverso valor y el mismo tamaño. Lo examinó con avidez.
-No puede ser -gritó-. Lleva la fecha de mil novecientos sesenta y cuatro. (Meses después alguien me dijo que los billetes de banco no llevan fecha.)
-Todo esto es un milagro -alcanzó a decir- y lo milagroso da miedo. Quienes fueron testigos de la resurrección de Lázaro habrán quedado horrorizados. No hemos cambiado nada, pensé. Siempre las referencias librescas.
Hizo pedazos el billete y guardó la moneda.
Yo resolví tirarla al río. El arco del escudo de plata perdiéndose en el río de plata hubiera conferido a mi historia una imagen vívida, pero la suerte no lo quiso.
Respondí que lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser aterrador. Le propuse que nos viéramos al día siguiente, en ese mismo banco que está en dos tiempos y en dos sitios.
Asintió en el acto y me dijo, sin mirar el reloj, que se le había hecho tarde. Los dos mentíamos y cada cual sabía que su interlocutor estaba mintiendo. Le dije que iban a venir a buscarme.
-¿A buscarlo? -me interrogó.
-Sí. Cuando alcances mi edad habrás perdido casi por completo la vista.
Verás el color amarillo y sombras y luces. No te preocupes. La ceguera gradual no es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano. Nos despedimos sin habernos tocado. Al día siguiente no fui. EL otro tampoco habrá ido.
He cavilado mucho sobre este encuentro, que no he contado a nadie. Creo haber descubierto la clave. El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormenta el encuentro.
El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. Soñó, ahora lo entiendo, la imposible fecha en el dólar.
*Fuente: http://www.lamaquinadeltiempo.com/prosas/borges01.htm
DES-AMOR*
"La crítica perdona los cuervos pero no deja en paz a las palomas"
(Juvenal II. 63)
El amor se acercó.
Retrocedió dos pasos la paloma.
El cuervo, solo uno.
Ella no se movió.
_ Y así, absurdamente,
solo un vuelo, des-amor, nos separó _
La paloma intentó descansar
en las honduras negras de sus ojos.
El cuervo, ya había descansado
bastante,
buscó ahora el cansancio
de la lucha de amor.
_ Y así, absurdamente, un deseo distinto
de vuelo, des-amor, nos separó_
Con-fundidos, el cuervo y la paloma
reflejaron sus sombras en el agua.
Ella pensó, es mi espejo,
él también lo creyó.
Dos espejos, de frente, solitarios
¿Qué reflejan?
_ Y así, absurdamente, la nada,
des-amor, nos separó_
*de Amelia Arellano arellano.amelia@yahoo.com.ar
Las aguas y las letras*
*Por Juan Forn
El holandés Frank Westerman adoraba desde chico un libro llamado Kara Bogaz.
Nacido en los '60 de padres miembros del PC holandés, el pobre Westerman creció escuchando los logros del Ejército Rojo, de la industria soviética, de los titanes del Realismo Socialista. De todas esas historias su favorita era Kara Bogaz, el relato de cómo un grupo de valientes ingenieros soviéticos descubren a un costado del Mar Caspio una enorme bahía embrujada (Kara Bogaz significa "fauces negras") y convierten esa caldera de aguas salobres y costa desértica, habitada por feroces beduinos, en un vergel socialista donde todos tienen agua corriente y trabajo y nuevos ideales (en el épico final del libro, los beduinos, convertidos a la nueva fe, se despojan de sus turbantes verdes, símbolo de haber peregrinado a La Meca, y arrancan el velo del rostro de sus mujeres para vivar todos juntos la
Revolución del Trabajo y la Igualdad).
Kara Bogaz se convirtió en una de las obras cumbres del Realismo Socialista, gracias a su involuntario timing: se publicó justo cuando Stalin puso en marcha uno de sus más faraónicos proyectos, la Perebroska, que invertiría el curso de todos los grandes ríos de la URSS y acabaría con las estepas y
desiertos de su territorio (una canción de la época decía: "Los ríos soviéticos van adonde los bolcheviques sueñan"). El Ministerio de Recursos Hídricos alcanzó a tener más de un millón de funcionarios repartidos por las quince repúblicas soviéticas y llegó a ser el departamento más influyente detrás del de Defensa. Parte de ese inmenso personal lo conformaban los liriki, es decir los escritores que debían narrar cada una de esas gestas y que dieron origen a la literatura hidráulica soviética, según la bautizó Gorki antes de morir. Por supuesto, los liriki debían actuar según las leyes
del Realismo Socialista: acompañando a las brigadas que construían diques y represas, para ver suceder el milagro en vivo y en directo, antes de relatarlo en forma de libro. El increíble descubrimiento que haría el joven Westerman cuando logró ser enviado a Moscú como corresponsal de un diario de
Rotterdam, ya en los años de la Perestroika, fue que Kara Bogaz, su libro favorito y la obra fundante de la literatura hídrica soviética, no cumplía ni uno solo de los preceptos del Realismo Socialista.
Lo supo por azar, como suelen saberse esas cosas. Para decorar la infame caja de zapatos que le habían adjudicado como oficina, Westerman compró en el metro de Moscú, a un geólogo desempleado, un enorme mapa de la vieja URSS con el que tapizó una pared entera. Para su sorpresa, en la zona correspondiente al Mar Caspio brillaba por su ausencia la bahía de Kara Bogaz. Cuando consultó a un colega ruso, éste lo derivó al Instituto Konstantin Paustovski. ¡El autor de Kara Bogaz tenía una institución dedicada exclusivamente a él! No tanto: el Instituto ocupaba sólo la azotea de un angostísimo edificio de dos pisos, donde trabajaban apretados dos ancianos (el director y la secretaria) con la colaboración ad honorem de Dima, el hijo de Paustovski, que tenía "sólo" setenta años y era el detector de mentiras de la institución: cada vez que el director o la secretaria se encontraban con alguna incongruencia entre la obra de Paustovski y la realidad (cosa bastante frecuente, al parecer) la sometían a Dima, cuya
tarea, le explicaron a Westerman, consistía en "descorrer el velo lírico cuando la realidad no alcanzaba a salir a la luz".
Así se enteró Westerman de que Paustovski nunca estuvo en Kara Bogaz (al llegar a Bakú se le acabó el dinero que le habían dado como anticipo en Moscú), que propuso escribir el libro sólo por consejo de su amigo Isaak Babel (y que lo único que le aportó a Paustovski aquel viaje recomendado por Babel fue una malaria en Batumi y un mal de amores en Tiflis, según su hijo Dima), que en el hospital conoció a un ingeniero que, entre delirios y visiones, le habló de una represa que debía construirse en una bahía maldita llamada Kara Bogaz, y que el resto de información lo fue sonsacando de diversas fuentes, incluida su propia imaginación. En resumen, Paustovski transgredió la gran premisa del Realismo Socialista ("Primero deben producirse los hechos y sólo después deben someterse a la reflexión
artística"). Pintó algo que no sólo nunca vio sino que tampoco llegó nunca a hacerse realidad: en el mismo momento en que cientos de miles de niños soviéticos devoraban las páginas de Kara Bogaz, en cuyo final Paustovski describía una represa y una fábrica de sulfato de sodio en pujante funcionamiento, el Ministerio de Asuntos Hídricos daba de baja oficialmente el proyecto de construir tanto la represa como la fábrica.
Lo más sorprendente es que esto sucedió en los difíciles años post muerte de Gorki, cuando bastaba un suspiro para caer en desgracia y casi todos los escritores de la literatura hidráulica fueron enviados a Siberia o ejecutados, uno por uno. Pero Paustovski zafó. Incluso cuando sus protectores Babel y Pilniak cayeron, él zafó. Y después sobrevivió a toda la guerra. Y después se consiguió un puesto en el Instituto Gorki de Literatura (¡enseñando Realismo Socialista!). Y después aceptó obedientemente un encargo de arriba para escribir una biografía sobre el mariscal Bucher. Y, cuando ese militar cayó en la última purga ordenada por Stalin antes de morir, Paustovski asombrosamente zafó una vez más. Y logró llegar con vida al deshielo de Kruschev. Y logró seguir vivo cuando Brezhnev ajustó nuevamente las clavijas de la represión. Y, cuando cumplió los setenta y cinco años, vaya a saberse si por el mérito de haber esquivado tantas veces la picota o por haber fundado la literatura hidráulica soviética, bautizaron
con su nombre el tercer pico más alto de la URSS, le otorgaron la Orden de Lenin y le dieron un piso en uno de los edificios laterales del complejo edilicio conocido como Las Siete Hermanas en Moscú (en cuyo bloque central sólo vivían jerarcas de la Nomenklatura). Paustovski murió apaciblemente en su cama en 1968, poco antes de cumplir los ochenta. Según le contó su hijo Dima al holandés Westerman, una sola cosa lo perturbó hasta sus últimos días: soñaba que lo enviaban a la bahía de Kara Bogaz, a escribir su libro de vuelta, esta vez in situ, y sin derecho a inventar nada.
*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-115615-2008-11-26.html
Misterix, el nombre más fuerte*
*Por Juan Sasturain
En estas semanas se cumplieron sesenta años de la aparición de una de las revistas más importantes y uno de los nombres/marcas más sugestivos de la historia de la historieta argentina: Misterix. Y lo recordamos más, acaso, porque es algo que tiene que ver con nuestra propia historia de lectores
infantiles primero, de maduros escritores después. Hay una pila atómica (la del "hombre de acero") que mantiene la energía intacta de nuestra memoria afectiva.
Fue en el primer tercio de la década del cuarenta, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando se instaló en la Argentina Editorial Abril. Su fundador fue Cesare Civita, un emigrado judeoitaliano que llegó a Buenos Aires -vía Nueva York- escapando del fascismo. Hombre con gran experiencia en la industria
editorial de su país, obtuvo la representación de Walt Disney, empezó a explotar sus personajes y a publicar literatura infantil. Terminada la contienda universal, se volcó al mercado de las revistas de historietas. Así nacieron, sucesivamente, las exitosas Salgari, Cinemisterio, Misterix y Rayo Rojo. Para proveerlas, Civita fundó el sindicato Sudameris -a la manera norteamericana-, tradujo gran parte de la producción de los jóvenes creadores italianos de posguerra e invitó a algunos de ellos a trabajar en
la Argentina. Así llegaron a Buenos Aires, en 1950, los dibujantes Mauro Faustinelli, Hugo Pratt e Ivo Pavone (que en estos días, casualmente estará de visita tras muchos años en la Argentina), y el guionista Alberto Ongaro.
Otros, como Dino Battaglia y Paul Campani -que también publicaban en las revistas de Civita-, nunca viajaron. El cruce de estos autores con algunos de los por entonces noveles creadores argentinos -el guionista Oesterheld, los jovencísimos dibujantes Solano López, Zoppi, Vogt y Carlos Cruz- fue muy
productivo.
Los semanarios de historietas de Abril -sobre todo Misterix, que apareció en septiembre de 1948, y la pequeñísima Rayo Rojo- fueron, durante la primera mitad de la década del cincuenta, el espacio gráfico en que se expresó la aventura moderna, con temas contemporáneos, de clara influencia norteamericana pero con rasgos propios. Se seguía con el concepto de "continuará", pero el relato gráfico soslayaba la pesadez del folletín tradicional y los guiones apuntaban a un lector más maduro y exigente.
En la revista y en el personaje insignia de Abril, Misterix, lo primero que seducía era el nombre. Sólo con el tiempo descubrimos que se trataba de la versión fonética de "Mister X". Los chicos de aquellos años cincuenta no sabían (sabíamos) inglés. La revista era apaisada y tenía la particularidad de que las historietas comenzaban directamente en la tapa, donde estaban los únicos y habitualmente desfasados colores. No siempre con la misma: a veces era Misterix, de Campani y Ongaro, a veces El Sargento Kirk, de Pratt y Oesterheld; a veces Bull Rockett, de Campani y Oesterheld, y también -pero menos- Fuerte Argentino, de Ciocca y Julio Almada. Con el tiempo, al retirarse Campani, Eugenio Zoppi pasó a dibujar Misterix y Solano López se hizo cargo de Bull Rockett.
Tanto el personaje de Misterix, como el efímero Asso di Piche de Battaglia-Pratt -rebautizado As de Espadas en la Argentina- habían nacido en Italia y eran versiones más o menos logradas del modelo de superhéroe yanqui. Los jóvenes autores italianos que habían sufrido la censura de la producción norteamericana en sus revistas durante el fascismo volvieron a esos temas y personajes en cuanto pudieron. La influencia de Caniff, de Eisner, de los héroes de Lee Falk -The Phantom, Mandrake- es evidente.
De esos héroes, Misterix fue, a la larga, si no el mejor, el único que sobrevivió, aunque con muchas transformaciones. El personaje, de origen más o menos gótico y sombrío en los inicios en la revista Salgari, derivó a aristócrata inglés colaborador habitual de Scotland Yard. Lo fundamental siguió siendo la apariencia imponente y el rasgo de modernidad tecnológica: el traje hermético e incombustible y la pila atómica que emitía rayos multiuso operada desde el centro de su cinturón. El dibujo de Zoppi tuvo la rigidez y eficaz simplicidad de las historias.
Bull Rockett, primer personaje importante de Oesterheld, fue construido por encargo y para competir con héroes aviadores de posguerra como el Steve Canyon, de Caniff, y el Johnny Hazard de Frank Robbins. Tenía la cara de Burt Lancaster -entonces de moda- y fue pronto mucho más que el original
piloto de pruebas del encargo para convertirse en científico atómico, hombre de acción y eje de un grupo aventurero heterogéneo -Bull, Bob y Pic- que sería después la marca de fábrica del guionista. Precisamente, en El Sargento Kirk, ya con Hugo Pratt en su primer gran trabajo de aliento, un
Oesterheld aún literario en demasía desarrollaría con plenitud su concepto de la Aventura (así, con mayúscula) como desafío interior, existencial, y no mera peripecia, y la idea del Héroe colectivo, una constante en su trabajo posterior.
En Rayo Rojo, simultáneamente, mientras se instalaba como un clásico perdurable el anónimo Colt Miller -que no era otro que el Tex Willer del italiano Sergio Bonelli, que aún hoy sigue...- nacían personajes perdurables como El Indio Suárez, de Oesterheld-Fleixas (luego Cruz), historia de un boxeador criollo que accede a pelear por el título del mundo, deviene manager y se mueve habitualmente en ese submundo; y el elegante detective Mark Cabott, de Ongaro y el jovencísimo Carlos Vogt.
La modernidad que les daban a sus historias los dibujos de Pratt, Solano López y el resto -vigorosos, cinematográficos- y los originales guiones de Oesterheld y Ongaro hicieron que Misterix y Rayo Rojo fueran líderes, en un mercado en que las revistas de historietas semanales se contaban por docenas
y los ejemplares vendidos en cientos de miles. Esos "años de Misterix", primera mitad de los cincuenta, fueron parte del epicentro de la Epoca de Oro de la historieta de aventuras argentina, un período que se extiende desde la aparición de Patoruzito, en 1945, a la desaparición definitiva de esta misma reciclada y ya desfasada Misterix hacia 1964.
Tal vez me acuerdo de todo esto porque charlé en estos días con Solano López, que acaba de cumplir ochenta años y sigue laburando como si nada, como si todo. Glorioso sobreviviente de una revista y de una época especiales: ni antes ni después hubo semejante conjunción y proliferación de medios, creadores y público.
*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-115527-2008-11-24.html
DES-MURIENDO*
He llegado al lupanar de las tristezas.
Un hombre flaco, golondrinas cansadas
en sus ojos.
Otro hombre duerme a la vera de sus penas;
en el hueco calloso de su mano,
adormilado, un pájaro descansa.
¿Quién ha de atreverse a despertarlos?
¿Adónde los llevará la noche?
Resbala por mi piel el anatema.
Ingreso al laberinto impenetrable.
Sola.
Alud de oscuridad.
Mierda y silencio. Páramo.
El infierno del Dante es una Rosa azul.
Fango.
En las botas de hierro pesa el mundo.
Huérfanos de palabras los adioses
me empujan.
Al fondo, profundamente quieta, está
la vieja la puerta.
Siempre abierta, aún en la más
negra de las noches.
Una mano arrugada se enciende en cicatrices
y me llama.
Atravieso la puerta.
La claridad, magnífica, opaca el aguijón
de seda.
Allí, encuentro el jardín y el ladrillero,
arquitecto de soles temerarios.
Trabaja con sus manos, con el fuego y el agua.
Piel de piedra, arraigada, que brota de la tierra
como nubes se transforman en el aire
y una lluvia mansa envuelve al hombre,
mientras la humanidad, mutable, imperfecta
lo acompaña.
Mientras tanto, las golondrinas descansan
en los ojos del hombre con figura de cristo.
*de Amelia Arellano arellano.amelia@yahoo.com.ar
PARA “REHABILITAR UNA EXPERIENCIA MAS INTIMA CON EL PADECIMIENTO”
La compasión desterrada*
El autor propone diferenciar la “memoria del rencor”, que considera “adictiva”, de la “memoria del dolor”, que “no se basa ciertamente en la subestimación del pasado ni en la amnesia de lo sucedido”.
Por Luis Kancyper *
“¿Se ha desterrado de este mundo la compasión?” La pregunta de Shakespeare, formulada en El Rey Lear, cobra hoy en nuestro país y en el mundo más vigencia que nunca. El hombre, en nombre del poder de la razón, ha renegado del poder de los afectos. Y son precisamente los afectos, sentimientos o emociones los que dirigen el destino del hombre y orientan su pensamiento y sus actos. Cada emoción promueve una particular moción, un movimiento singular: el amor une, el odio separa, la envidia destruye y el resentimiento castiga y retiene al otro en un tiempo detenido, para poder legalizar, ante sí mismo y ante los demás, su derecho a la venganza y al ejercicio de la crueldad, que se opone precisamente al sentimiento de la compasión.
Con suma frecuencia se confunde el hecho mismo de experimentar sentimientos con sufrir, y de ese modo se pierde la función orientadora y luminosa que tienen los sentimientos para focalizar a los pensamientos y para guiar a las acciones en el campo individual y social. Además suele suceder que aquellos que detentan un poder autoritario son los que padecen de una miopía afectiva que les impide ver y reconocer que el otro no es un mero objeto sometido a los designios y manipulaciones de sus caprichos.
Necesitamos rehabilitar una experiencia más íntima con el padecimiento propio y ajeno, y no huir y renegar de él, para poder recuperar la memoria del dolor y no la memoria del rencor.
La palabra “resentimiento” se define como el amargo y enraizado recuerdo de una injuria particular, de la cual desea uno satisfacerse. Su sinónimo es “rencor”. Rencor proviene del latín, rancor (queja, querella, demanda). De la misma raíz latina deriva rancidus (rencoroso), y de ella, las palabras “rancio” y “rengo”.
El resentimiento es la resultante de humillaciones múltiples, ante las cuales las rebeliones sofocadas acumulan sus “ajustes de cuentas”, tras la esperanza de precipitarse finalmente en actos de venganza. A partir del resentimiento surge la venganza, mediante una acción reiterada, torturante, compulsivamente repetitiva en la fantasía y/o en su pasaje al acto. Surge como un intento de anular los agravios y capitalizar al mismo tiempo esa situación para alimentar una posición característica: la condición de víctima privilegiada.
Desde este lugar adquiere “derechos” de represalia, desquite y revancha contra quienes han perturbado la ilusión de la perfección infantil. Estos derechos los ejerce a través de conductas sádicas por las heridas narcisistas y por los daños traumáticos externos que pasivamente ha experimentado. Es en la venganza donde se revierte la relación. El sujeto resentido, en su intercambiabilidad de roles, pasa a ser, de un objeto anterior humillado, un sujeto ahora torturador.
El sujeto torturador anterior se convierte, durante la venganza, en un objeto actual humillado deudor, manteniendo la misma situación de inmovilización dual sometedor/sometido, con apariencia de movilidad.
Es mediante el resentimiento como el sujeto bloquea su afectividad, anulando también la percepción subjetiva del paso del tiempo y de la discriminación de los espacios, para lo cual inmoviliza a sus objetos y a su yo en una agresividad vengativa al servicio de poblar un mundo imaginario siniestro.
El resentimiento, en su nexo con la temporalidad y el poder, nos permite diferenciar la memoria adictiva del rencor de la memoria del dolor. La memoria del rencor se atrinchera y se nutre de la esperanza del poder de un tiempo de revancha a venir, mientras que la memoria del dolor se continúa con el tiempo de la resignación. No se basa ciertamente en la subestimación del pasado, ni en la amnesia de lo sucedido ni en la imposición de una absolución superficial, sino en su aceptación con pena, con odio y con dolor, como inmodificable y resignable, para efectuar el pasaje hacia otros objetos, lo cual posibilita procesar un trabajo de elaboración de un duelo normal.
“Es la memoria un gran don,/ Calidá muy meritoria/ Y aquellos que en esta historia/ Sospechen que les doy palo/ Sepan que olvidar lo malo/ También es tener memoria”, dijo Martín Fierro. La memoria del dolor admite al pasado como experiencia y no como lastre; no exige la renuncia al dolor de lo ocurrido y lo sabido. Opera como un no olvidar estructurante y organizador; como una señal de alarma que protege y previene la repetición de lo malo y da paso a una nueva construcción. En cambio, la repetición en la memoria del rencor reinstala la compulsión repetitiva y hasta insaciable del poder vengativo.
En el rencor, la temporalidad presenta características particulares, manifiestamente una singular relación con la dimensión prospectiva. La repetición es la forma básica de interceptar el porvenir y de impedir la capacidad de cambio. La memoria del rencor, a diferencia de la memoria del dolor, está regida, no por el principio de placer-displacer ni por el principio de realidad, sino por el que podría llamarse principio de “tormento”.
“Yo no podía estar conmigo mismo a pesar de que me dispuse a cerrar en lo posible mis cuentas con el pasado y a establecer una nueva lucha. En cuanto estaba conmigo mismo me venía implacablemente a la conciencia el hiriente sentimiento de culpa, un pensar calamitoso. En esos casos mi desesperación alcanzaba grados tales que yo llegaba a temblar físicamente y aún a la fiebre misma sin saber qué hacer de mí para castigarme o mortificarme. Huía, pues, de todo encuentro conmigo y sólo la cólera me servía para distraerme de mí y dar un escape a mi tormento interior. Caminaba cargado de remordimientos, furioso, siempre irritado contra mí, con terrible furia y recóndita y agria pesadumbre, insoportable e insoportante”, dice un relato del escritor Eduardo Mallea.
El sujeto rencoroso (resentido y remordido) es un mnemonista implacable. Se halla poseído por reminiscencias vindicativas. No puede perdonar ni perdonarse. No puede olvidar. Está abrumado por la memoria de un pasado que no puede separar y mantener a distancia del consciente.
La vivencia del tiempo, sostenida por el poder del rencor, es la permanencia de un rumiar indigesto de una afrenta que no cesa, expresión de heridas traumáticas que no logra elaborar, no sólo en el propio sujeto y en la dinámica interpersonal, sino que esta sed de venganzas taliónicas pueden llegar a perpetuarse a través de la transmisión de las generaciones sellando un inexorable destino en la memoria colectiva.
Shakespeare inmortaliza en su obra Romeo y Julieta la relación directa que se establece entre el destino trágico de los protagonistas y la antigua historia de rencores y de poderes entre los Montescos y Capuletos.
Ya desde el prólogo dice: “Venid a ver el surco rápido y fatal. La huella de muerte y de dolor que han dejado estos amores. Venid a contemplar el odio tradicional de estas dos familias, que sólo pueden aplacarse ante los cadáveres de dos adolescentes”.
Los resentimientos y remordimientos conscientes e inconscientes, suscitados por el que Freud llamó “narcisismo de las pequeñas diferencias” entre las religiones, los pueblos y las naciones, han originado devastadoras consecuencias por el repetitivo resurgimiento de un poder fanático que ha irrumpido con ferocidad a lo largo de la historia de la humanidad, como consecuencia de la recurrente activación del poder de estos afectos.
“Algún necio humanista podrá decir lo que quiera; pero la venganza ha sido desde siempre y seguirá siendo el último recurso de lucha y la mayor satisfacción espiritual de los oprimidos”, escribió Zvi Kolitz en José Rákover habla a Dios. El rencor abriga una esperanza vindicativa que puede llegar a operar como un puerto en la tormenta en una situación de desvalimiento; como un último recurso de lucha, tendiente a restaurar el quebrado sentimiento de la propia dignidad, tanto en el campo individual como social.
El poder del rencor suele promover no sólo fantasías e ideales destructivos. No se reduce únicamente al ejercicio de un poder hostil y retaliativo. También puede llegar a propiciar fantasías e ideales tróficos, favoreciendo el surgimiento de una necesaria rebeldía y de un poder creativo tendientes a restañar las heridas provenientes de los injustos poderes abusivos originados por ciertas situaciones traumáticas. El sentido de este poder esperanzado opera para contrarrestrar y no sojuzgarse a los clamores de un inexorable destino de opresión, marginación e inferioridad. Estas dos dimensiones antagónicas y coexistentes del poder del rencor se despliegan en diferentes grados en cada sujeto y se requiere reconocerlas y aprehenderlas en la totalidad de su compleja y aleatoria dinámica.
Pero si el sujeto sólo permanece fijado a las ligaduras de la memoria del rencor, quedará finalmente retenido en la trampa de la inmovilización tanática del resentimiento de un pasado que no puede resignar. Pasado que anega las dimensiones temporales de presente y del futuro. Sólo el lento e intrincado trabajo de elaboración de los resentimientos y remordimientos posibilitará un procesamiento normal de los duelos para efectuar el pasaje de la memoria del rencor a la memoria del dolor.
Recién a partir de esto, el sujeto rencoroso depondrá su condición de inocente víctima que reclama y castiga y logrará acceder a la construcción de su propia historia como agente activo y responsable y no como reactivo a un pasado que no puede olvidar ni perdonar.
La memoria del dolor, dijimos, no intenta no anular el pasado, sino recordarlo y elaborarlo, con la finalidad de edificar un presente y un futuro diferentes, sustentados sobre los poderes de la creatividad, solidaridad y amistad, que contrarresta la lógica bursátil de los valores especulativos, inherentes a los afectos hostiles de la crueldad infantil, el sadismo y la indiferencia.
Pero ¿cómo incluir también en estos momentos de crisis las tres dimensiones del tiempo, pasado, presente y futuro? Si bien el momento coyuntural de la solidaridad es perentorio, necesario e impostergable, se requiere al mismo tiempo incluir una revisión detallada y profunda del origen de nuestros pesares del ayer, para lograr un cambio de las estructuras de nuestra sociedad en el presente, con miras a un futuro.
Dicho cambio requiere, ineludible, el poder afectivo de la compasión.
El término compasión involucra una participación afectiva en la desgracia ajena. Es el registro de un sentimiento de pena, provocado por el padecimiento de otros, e implica un impulso de aliviarlo, remediarlo o limitarlo. Compasión no es lástima, ni piedad ni conmiseración. Hay diferencias de matices entre éstos términos.
Pero, para que haya compasión, resulta necesaria, como precondición, una aptitud para el reconocimiento de la alteridad y de la mismidad. Del otro lado, el dominio de la crueldad aparece como el contrario mismo de este reconocimiento, puesto que implica la dominación y la apropiación totalitaria del otro como un objeto-cosa, lo cual supone la negación del otro como tal.
La compasión funda una lógica horizontal que contrarresta el abuso autoritario de un poder vertical y reabre una esperanza posible basada en un proceso de trabajo, transformación y esfuerzo mancomunados.
Los hombres de todos los tiempos viven de esperanzas. “Cuando la esperanza está justificada, vuela con alas de golondrina. De los reyes hace dioses y de las más modestas criaturas, reyes.” (Shakespeare, Ricardo III.)
* Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina y full member de la IPA.
-Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-115670-2008-11-27.html
POEMA DES-ANDADO*
En la Estación Central. Un hombre. Solo.
Llega y parte, buscando andenes,
desandados.
Siempre está de regreso,
aún de llegada.
En su mochila verde,
solo una golondrina,
un vértigo y una antigua foto
amarillenta, de un niño
y un caballo.
No, no está solo.
Hay una convención de soledades.
Aquelarre.
Están todos.
Nadie falta a la cita.
El hombre ciego,
atenazado a un banco, pide.
Pide porque ha dado.
El niño con mocos escarchados
y ojos que nunca lloran.
¿Para qué hacerlo si no han de consolarlo?
La mujer que vende su fusión en tumbas solitarias
de pechos de magnolias.
Tampoco falta el viejo, alarife de soles
de puentes y andamios que casi no recuerda.
Al lado de una bolsa abandonada,
otra bolsa. Sin sexo.
Con un hálito de vida.
No conoce otra historia que la nada.
Y está la vieja.
Añorando las rejas del hospicio.
Meciéndose en una hamaca de
cantos y de tiempo.
Y el colectivo llega,
andando y desandando
condenado a no tener raíz
a partir y a llegar.
El hombre trepa
en trasborde de sueños.
Avanza, siempre avanza
sin mirar hacia atrás.
Antes del viejo puente, al lado de un álamo
talado por un rayo,
el colectivo para.
Y el hombre no lo piensa, solo salta
y vuelve al aquelarre.
Ellos están allí ¿adónde irían?
El hombre se arrodilla.
Les da la golondrina. Un apretón de manos
e inicia su regreso.
Ya no le teme al vértigo.
Desanda soledades.
Penetra lentamente, en la antigua foto amarillenta.
Allí lo esperan. El niño y el caballo.
El silencio y el miedo.
La raíz y la flor.
La vida y la palabra.
*de Amelia Arellano arellano.amelia@yahoo.com.ar
Convocatoria*
El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.
Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.
Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,
*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com
Schiessstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067
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"Un invento argentino que se utiliza para escribir"
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Inventiva Social publica colaboraciones bajo un principio de intercambio: la libertad de escribir y leer a cambio de la libertad de publicar o no cada escrito. los escritos recibidos no tienen fecha cierta de publicación, y se editan bajo ejes temáticos creados por el editor.
Las opiniones firmadas son responsabilidad de los autores y su publicación en Inventiva Social no implica refrendar dichos, datos ni juicios de valor emitidos.
La protección de los derechos de autor, o resguardo del copyrigt de cada obra queda a cargo de cada autor. Inventiva solo recopila y edita para su difusión las colaboraciones literarias que cada autor desea compartir.
Inventiva Social no puede asegurar la originalidad ni autoria de obras recibidas.
Respuesta a preguntas frecuentes
Que es Inventiva Social ?
Una publicación virtual editada con cooperación de escritores y lectores.
Cuales son sus contenidos ?
Inventiva Social relaciona en ediciones cotidianas contenidos literarios y noticias que se publican en los medios de comunicación.
Cuales son los ejes de la propuesta?
Proponer el intercambio sensible desde la literatura.
Sostener la difusión de ideas para pensar sin manipulación.
Es gratuito publicar ?
En inventiva social no se cobra ni se paga por escribir. La publicación de cada escrito es un intercambio de libertades entre el escritor y el editor, cada escritor envia los trabajos que desea compartir sin limitaciones de estilo ni formato.
Cómo se sostiene la actividad de Inventiva Social ?
Sus socios lectores remuneran con el pago de una cuota anual el tiempo de trabajo del editor.
Cómo ayudar a la tarea de Inventiva Social?
Difundiendo boca a boca (o mail a mail ) este espacio de cooperación y sus propuestas de escritura.