sábado, julio 31, 2010

DONDE LAS PALABRAS BORDAN Y DESBORDAN...



-Ilustración: Ray Respall.
La Habana. Cuba.



VISIONES COMPARTIDAS*



Se sentó a descansar a la sombra de un pino. Echó la cabeza hacia atrás. Sorprendida, vislumbró en lo alto un perrito dorado con arnés y montura, suspendido en el aire. Pestañeó repetidamente y la visión se mantuvo. Estuvo media hora contemplando la imagen sin que se desvaneciera. De pronto, a su lado se detuvo aquel estudiante con el que solía iluminar sus fantasías.

¿Viste eso? – dijo él mirando hacia arriba.
¿Qué? – balbuceó, sin poder creer lo que estaba sucediendo.
Esa cosita dorada.

Recordó las palabras de la gitana: “Encontrarás el amor en aquel que comparta tus visiones”.

Parece un adorno, seguro lo dejaron colgado desde la última Navidad – continuó, estirando el cuerpo atlético para arrancarlo de un tirón –. Se lo voy a llevar a mi novia.
Será un lindo regalo, ¿no? – respondió ella, sonrojándose.

Pero él corría ya al encuentro de la muchacha que lo esperaba en la esquina.

Maldiciendo su exceso de fe, ella regresó a casa, sin molestarse en volver a mirar hacia arriba…

Entre las ramas del pino, la peculiar cabalgadura sonreía para sus adentros. Las señales pueden ser inequívocas, los sueños no: La vida se encargaría de traer a ese otro, capaz también de distinguirlo, y que ella aún no conocía.



*De Marié Rojas.
La Habana. Cuba.







CURA*




Es esa cosa lo que somos,
lo que no tiene nombre,
adentro, a veces perdido, el silencio,
sonidos que conmueven y agitan.


Es hora abalanzarse por el asedio de mi cuerpo,
contagiar la nostalgia y trasformarlo.
El padecimiento tiene una sustancia relativa
donde las palabras bordan y desbordan el consuelo,
surgen como lo-cura,
locura de todos, de otros, de dos.


*De Jenny Levine Goldner. jenny_offline@yahoo.com


-Jenny Levine Goldner nació el 27 de octubre de 1987 en México D.F. Ha estudiado poesía en los talleres de Raúl Renán y José Cedeño. Coantologa el libro Palabras en Poesía, diccionario poético por cincuenta poetas mexicanos (Siglo XXI Editores, 2008).
Ha sido tres veces miembro del jurado del Certamen Literario del Centro Deportivo Israelita. Estudia la carrera de Psicología en la Universidad Iberoamericana y se encuentra tras la publicación de su primer poemario.






El mellizo fallido*




*Por Juan Forn


La historia no es nueva, pero el título es sensacional: El buen Jesús y el cabrón de Cristo. Así se llama la novela que acaba de publicar en Inglaterra Phillip Pullman, uno de los más conspicuos ateos británicos, autor de celebradas sagas de fantasía como La materia oscura, cuyo propósito original fue, según su autor, liberar a los niños de "las supercherías reaccionarias católicas" de Las crónicas de Narnia de C. S. Lewis. La idea del libro sobre Jesús fue de un editor escocés que lanzó una colección en que escritores "serios" reformulan mitos y leyendas clásicos de distintas regiones o religiones del mundo (desde el Prometeo griego al Sansón judío, pasando por la bruja rusa Baba Yaga, los hermanos japoneses Izanagi e Izanami, el escandinavo aquelarre de Ragnarok o la amazónica ciudad de Eldorado). Si bien los autores eran de sólido renombre (la canadiense Margaret Atwood, el ruso Victor Pelevin, la británica Jeannette Winterson, el israelí David Grossman, la croata Dubravka Ugresic, el brasileño Milton Hatoum), se ve que la colección andaba necesitando un poquito de pimienta y todo parecía
indicar que Pullman la proveería de sobra, en cuanto se supieron el título de su libro y la decisión de la editorial de exigir a los periodistas trasladarse hasta sus oficinas en Edimburgo y firmar acuerdos de
confidencialidad antes de echar un vistazo a la novela.
La campaña de prensa funcionó: los primeros periodistas que leyeron fragmentos del libro fueron contando de uno en uno lo que habían leído como si se tratara de un folletín por entregas hecho de titulares en letras catástrofe. Pullman, por supuesto, despojaba a Jesucristo de sus atributos divinos. Además, lo convertía en dos hermanos mellizos. Cosas ambas que no eran nuevas: los evangelios gnósticos hallados en Nag Hammadi en los años '40 obviaban toda mención de milagros y resurrecciones, así como adjudicaban a Jesús un hermano gemelo, llamado en algunos casos Tomás y en otros Dídimo (vale la pena aclarar que Tomás en griego y Dídimo en arameo significan mellizo, y que en ambos casos tienen roles más que secundarios en la historia: emigran hacia Oriente cuanto Jesús empieza a predicar). La voltereta de Pullman consistía en hacer que Jesús y Cristo pasaran toda la vida juntos, uno como testigo silencioso del carisma del otro. Y, por supuesto, que fuese uno el que moría en la cruz y el otro quien "resucitaba" al tercer día.
Hay más. El ángel que se le aparece a María lo hace con aspecto humano, para no asustarla. Y no sólo le anuncia que llevará un hijo en su vientre, sino que procede a fecundarla él mismo, mientras le susurra que está plantándole la semilla de Dios. Cuando nacen los mellizos, uno es saludable y rozagante, el otro es flacucho y enfermizo (y por supuesto se convierte en el preferido de su madre, que lo apoda "mi mesías", es decir Cristo). Uno vive en perfecta comunión con la naturaleza y las personas del pueblo; el otro se dedica a estudiar las escrituras en sus largos períodos de convalecencia.
Uno comienza un día a comentar en voz alta su sencilla y explosiva visión del mundo; el otro -y aquí viene el gran rulo de la historia de Pullman- recibe un día la visita de un misterioso griego, que le explica cuál es su rol en la vida: poner por escrito las palabras pronunciadas por su hermano, para que no se pierdan ni se deformen con el paso del tiempo, para que el mundo no lo olvide. El Griego pasa a retirar cada tanto los pergaminos garbateados por Cristo. El Griego es el que le sugiere a Cristo que retoque ciertas cosas para que queden más claras, que aquí y allá agregue un milagro para estremecer aun más a los tibios de espíritu, porque de eso se trata: de hacer de Jesús la figura que tanto tiempo esperaron los judíos. Cuando eso empieza a suceder, sólo falta el último acto: que Jesús no esté, que muera en la cruz, para que sólo queden sus enseñanzas, convenientemente editadas.
Y sobre ellas construir la iglesia: aquello que hoy llamamos catolicismo.
Así separa Pullman cristianismo e iglesia. Es decir: lo moral de lo clerical, la pureza de lo humanístico versus el ansia de poder y dominio de lo institucional. Hay una gran anécdota sobre Thomas Jefferson, que dice que un día arrancó de su edición del evangelio todas las páginas que contenían milagros y alusiones a lo divino en Jesús, y se quedó con un extraordinario manual moral de cuarenta páginas. Albert Schweitzer se cansó un día de predicar la palabra de Cristo y se fue a Africa a practicarla, cuidando enfermos. Tolstoi renunció a la literatura y a sus tierras y hasta al sexo para vivir a la manera de Jesús el hombre, no el dios. El lado humano de Jesús movió desde el principio tantas montañas como su lado divino y la iglesia fue la primera en saberlo, según Pullman. Lo curioso es que, cuando se publicó El buen Jesús y el cabrón de Cristo el mes pasado, cuando por fin se pudo leer el libro entero y no meros fragmentos, no hubo escándalo. Al contrario: entre las primeras voces que se alzaron estuvieron las de Richard Holloway (ex obispo de Edimburgo) y Rowan Williams (arzobispo de Canterbury), quienes describieron al Jesús de Pullman como "una voz de genuina autoridad espiritual" y al libro como un dignísimo sucesor de la Vida de Jesús de Renan, El Jesús histórico de Schweitzer, La última tentación de Cristo de Kazantzakis e incluso el famoso capítulo titulado "El Gran Inquisidor" en Los hermanos Karamazov de Dostoievski.
Curiosamente, las críticas más ásperas vinieron del lado de los no creyentes, que acusan a Pullman de sonar más calvinista que ateo (recuérdese que calvinistas y protestantes no creen ni en la virginidad de María ni en la resurrección de Cristo ni en la infalibilidad del Papa), de utilizar el recurso de los mellizos a la manera del Jekill y Hyde de Stevenson (como si fueran el lado bueno y el lado malo que todos llevamos dentro), de sonar como un predicador, aplanando el lenguaje legendariamente rico de la Biblia del rey Jorge (en el que abrevaron todos los grandes escritores anglosajones, desde Milton hasta Faulkner) para que se entienda su mensaje, y hasta de querer subirse al carro del El código Da Vinci (Dan Brown también usaba la figura de los mellizos, pero hacía que Judas-Tomás muriera en la cruz permitiendo a Jesús escapar a Europa con María Magdalena para tener descendencia). La sibilina Jeannette Winterson fue, sin embargo, la que más hundió el dedo en la llaga: dice que el problema principal de Pullman es el narcisismo literario, la idea de hacer de Cristo el cronista de su carismático hermano. Porque no existe un solo escritor en el mundo que se atreva a convertir un personaje escritor en el verdadero villano de un libro, aun cuando lo anuncie desde el título.


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-150363-2010-07-30.html






*



Reflexiones de Rubén Vedovaldi, desde Capitán Bermúdez, provincia de Santa Fe, la Argentina, a propósito de seis textos del poemario “Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo” de Rolando Revagliatti.



*


“No es exactamente el amor lo que es ciego:
es más bien exactamente lo que no es el amor
lo que es ciego.”



Lo más difícil para el artista es pincharle al vox pópuli un lugar común. El lector está tan acostumbrado a oír que el amor es ciego y a repetir que el amor es ciego, que ante alguien que le da vuelta completamente el concepto, lo primero que siente es rechazo. La gente quiere seguir creyendo que sabe lo que repite de memoria acríticamente. La sociedad sigue condenando a muerte a Sócrates por su intento de pensar y hacernos pensar que, tal vez, nada sea lo que creemos de memoria. Pero aquí vuelve a brillar la verdad originaria que no pudo matar el lugar común repetido por siglos. Lo ciego es justamente lo que no es amor. Lo digo aunque me cueste mucho aceptarlo, porque implica aceptar que yo soy ciego. He estado en pareja desde 1994 hasta el 2002 y no he amado. ¿Cómo se puede no amar? No lo sé, pero una noche ella abrió los ojos y se dio cuenta de que no nos amábamos y se fue. No la perdí entonces, la perdí cuando la tuve y no la amé; la perdí y me perdí cuando la tuve y no la vi.




*


“A mi propio modo
marcho
hacia la consistencia.”



Este epigrama o aforismo resume lo que Frank Sinatra cantaba en “On my way” = A MI MANERA. Aunque, si el que habla aquí es el Yo del hombre coincidentemente con el yo del autor, habría que recordarle que toda consistencia es fugaz ilusión y en verdad el yo, como la democracia o como cualquier institución humana, llega con mucho esfuerzo a consistir por un tiempo y después vuelve dialécticamente a suceder la dispersión, la inconsistencia, la disolución de lo que consistió. Consisto, luego se pudre todo. Consisto hasta que la pulsión de muerte apaga mi lamparita y me manda a regar rabanitos desde abajo en la quinta del Ñato, me manda a consistir en ceniza que se lleva el viento.



*


“Cuando mi esposa
huyó con el Diablo
supe que un Dios
existía.”


El Diablo es, gracias a Dios o gracias a sí mismo, una manifestación de deseo.




*


“¿Cómo se abren los hombres?:
con dificultad.”


Esta idea de abrirse los hombres con dificultad, generaliza lo que más arriba sostiene el hablante poético al particularizar en el sentido de consistir a su modo. Consistimos y / o nos abrimos con dificultad. Nuestro modo, nuestro modus vivendi, es el modo que las dificultades más que nuestras facilidades, nos imponen.





*


“Estamos ganando nuestra mayor derrota:
el incuestionable triunfo sobre la Naturaleza.”



Otra vez aquí, como antes en el tema de si el amor es o no es ciego, se refuta un prejuicio o preconcepto muy enquistado en nuestra cultura, aunque en este caso no desde el saber popular o vulgar, sino desde la filosofía positivista y la ciencia moderna, dominar la Naturaleza. La idea errónea tal vez haya que retrotraerla al libro primero de Moisés, donde dice que Jehová mandó al hombre a señorear sobre lo creado, vos sos el patrón y soto de este jardín, pibe, hacete cargo. El primer conflicto con la Naturaleza es el que tiene la mujer con la serpiente cuando Dios o la culpa por morder el fruto le grita: Qué mierda hiciste, boluda, ahora vas a ver, pondré a tu especie como enemiga de la especie de las serpientes para siempre. Tal vez allí comienza el esquema vencedores / vencidos. Matar y ser inmortal como antítesis, como si pudiera el hombre inmortalizarse matando. Hoy hasta los presidentes reunidos en asamblea general de naciones unidas tienen que reconocer el "cambio climático", que es como llaman oficialmente a nuestro triunfo-derrota sobre la Naturaleza. Cuando en verdad, cuanto más quiero conquistar a la mujer más me derroto y la pierdo, y cuanto mas quiero conquistar al Nuevo Mundo más lo hecho a perder y me derroto a mí mismo. Hoy nadie podría cantarse a sí mismo y a todo lo que nos rodea con aquel optimismo triunfal de un Walt Whitman. Antes que muriera el Dios en boca de Zaratustra, ya había sido derrotado el hombre como un animal cultural escindido de y enfrentado a lo Natural.




*

“De jovencita
naufragó en la desdicha

Y aún persiste.”


La desdicha produce más acostumbramiento que la felicidad liberadora.



*Ruben Vedovaldi. RubenVedovaldi@netcoop.com.ar
*Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar







La placita*



*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar



Los pájaros son otros, los árboles son otros -menos añosos y los niños tampoco son aquellos de pies descalzos y cabezota rapada. Pero las calles son las mismas aunque el pueblo en general parezca otro. Tal vez por las calles asfaltados por los árboles tristes, chicos.
Una historia, dos historias, muchas historias humildes pueden pasar en un pequeño lugar que esconde algunas calles solitarias, una bandada de gorriones grises y un grupo de niños que exhiben sus ropitas pobres y su libertad de pajaritos sueltos.
En este mínimo mundo, en este rincón donde nunca pasa nada harán su aprendizaje hurgando en la matriz primera de las experiencias que habrán de marcarlos a todos para siempre, siendo ya más grandecitos se irán con sus familias en busca del horizonte que el pueblo les niega, o más adelante se irán solos.
¿Qué hará cada uno de ellos con esos recuerdos primarios y tan queridos?
¿Pensará cada uno en su coleto que lo debe compartir con aquellos compañeros antiguos, quizás amigos de toda la vida? ¿O, lo que es posible también, habrán canjeado aquellos sueños por "los tejidos grasos de la vida", como gustaba definir a Homero Manzi el abandono de los ideales puros?
Y ellos, aquellos chicos llenos de lastimaduras que le dejaban los cercos de espinas cuando la barra decidía robar una fruta, digo: ¿canjearán travesuras antiguas por recuerdos más gratos? Y pregunto ¿Cuánto sale en el mercado aquel crepúsculo incierto cuando pasaba el carro rechinante de don Angel
Pichichello con su carga de pasto y detrás era todo incendio violeta que arrasaba las casas? ¿Y la placita Sarmiento con mi Escuela al costado donde nos manchamos los dedos de tinta? ¿Y esa placita pequeña hoy -como ayer llena de pinos y repletos de pájaros, es visitada por niños y perros como era en los tiempos felices?
Esa placita tuvo en su tiempo una pista que la rodeaba y donde corríamos con nuestras bicicletas, para ver quien daba más vueltas. ¿Y Marcos, el valet de la directora que oficiaba de portero para tocar la campana llamando al recreo? Nunca vi negro más feo. Frente a la placita que se llama Sarmiento estaba el "almacén y despacho de bebidas de José Alé", más conocido como el Turco Alé. Hombre de rigidez de carácter, por no decir que lo tenía como el mismo demonio y era temido por todos los chicos y todos los borrachos que llevaron su marca, dicho "sarmientinamente".
Decir que era mal llevado es poco, a don José, o al Turco solo le oí ponderar admirativamente a Lisandro de la Torre, cuando una vez le pregunté si lo había conocido:
Sí -me dijo lo traté. ¡Era un superhombre¡ -fue la expresión de un hombre que al parecer no quería a nadie, pero se jactaba de ser el primer ateo militante del pueblo adonde había llegado casi en su fundación.
En las breves escalinatas donde entronca el pedestal que sostiene el busto de don Domingo Faustino Sarmiento nos sentábamos para armar una estrategia en las tardes tórridas de los carnavales de entonces.
Alrededor de esa placita vivían varias chicas de nuestra edad para ser consecuentemente empapadas, si es que no corrían más rápido que nosotros, o, en su defecto pudieran esquivar los baldazos un poco torpes que intentábamos propinarles.
Ya más grandecitos usábamos las mismas gradas para sentarnos al anochecer y verlas como pasaban con sus vestidos claros, con sus grandes ojos ya glaucos, ya oscuros paseando tomadas del brazo ("del bracete" decía mi madre) por "la vereda del Turco", ignorándonos olímpicamente como si fuéramos de vidrio.
Y si pienso en esa escuelita que siempre llevaré en el lugar más cálido de mis afectos y en mis primeros compañeritos, los que hicimos "primer grado inferior" -según la jerga educativa de entonces y que no volví a ver ¿Qué fue de Roque Pérez, ese chico cuyo papá trabajaba en "La Norte" como llamaba el pueblo a esa primera cerealera frente al boliche de don Marcos Markicich que se llevó un incendio? ¿Qué fue de aquellas compañeritas, Adela Avalos, a quien fastidiábamos con mi amigo Valentín tirándole la trenza? ¿Y las chicas Suárez? No eran parientes, pero eran seguramente las más admiradas del
grado: Ana María, María Esther, Emilce. Y las otras, las "Teresitas", Sanz que vivía camino al cementerio y la otra, la hija de "Marlero", la hermana de Adelqui -arquero del equipo del jazmín y de Koki y tal vez me olvide de algún otro hermano o hermana ¿Y qué fue del Bocha Peiró, hijo de Pepe,
sobrino de Taio?
La señorita Lidia, tan dulce, lo sentaba junto a Oscarcito Blanco, ya que eran los más bajitos del curso. No terminaba de tocar la campana que ya salían golpeándose por la galería y terminaban abrazados "como comadre en desgracia" diría el Mono Buccolini, hasta que alguien los separaba.
Cuando pasamos de grado el "Bocha" se mudó con sus padres y no lo vi más.
Ahora me siento yo adulto, en estos escalones solitarios, a sabiendas que hay cosas impagables. ¿Qué precio tiene por ejemplo el paso veloz de la bicicleta de Anselmo Vera, a quien llamábamos Verita, repartiendo mercaderías para el almacén de don Bernadino Giglio?
O el paso cansino del carro de don Miguel Balagué que llevaba un pájaro en el lomo del caballo.


*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-24639-2010-07-29.html







UNA MÁS UNO (Uno)*




*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com


A Miryam Pirsch, la clocharde



Está claro que uno puede morir. Y está bien. Morir es lo más común y de tan común resulta lo más apropiado, lo menos costoso. Pero, a veces, entre Dios y el Diablo está uno, erguido durante unos minutos frente al espejo. Uno piensa en sí mismo de repente, y se apresura a usar, por un segundo, el derecho de creerse con vida.


*


Una puede dejarse morir y seguir pisando el suelo con pasos de fantasma. Con la interioridad bien diluida y los pantalones azul marino, una deja muy adentro lo profundo para que nadie lo vea.


*


También uno podría elegir no morir. Apenas si existe por momentos la diferencia entre el morir y el no morir. Sólo que el no morir puede arrojarnos nuevamente a la vida.


*


Y una no tiene más que ese momento. Nada puede estar más aniquilado fuera de ese momento. Incluso aquel error. Incluso aquel gesto insignificante. Porque en ese momento una que hasta entonces había mirado con los ojos, había caminado con los pies y había espantado el alma con las manos, se orienta hacia lo diametralmente opuesto, como una corriente cálida atravesando todo el invierno.


*


Entonces, en lugar de escapar corriendo, en lugar de emprender la huida en puntas de pie, uno se arranca las puntas de los pies, porque era lo único que lo mantenía muerto en el suelo de la vida.


*


Y una puede pensar que la culpa es suya, por haberse acostado con el lobo, porque sabe que ese desastre no pudo haberse hecho con otro precio, pero la palabra morir no es exacta, porque la muerte, en este caso, ha existido tan levemente que es mucho menos que indiferenciable, y una se confunde con el lobo.


*

Y uno decide quedar aferrado a su muerte porque no puede aferrarse a otra cosa. Porque a veces, la propia vida existe apenas, nadie la reconoce. Y es admirable cuánta energía se pone en no sobrepasar el apenas.


*


Naturalmente, aquí no está la verdad, pero a veces una pone la cabeza en la boca del lobo como un hábito adquirido. Sabe que la cabeza del lobo no es un lugar seguro, sabe que será irremediable el desgarrón, la corredera de sangre, pero se mete de lleno precisamente porque una lo sabe, porque lo conoce. Y es más fácil sentir otra vez el desgarrón conocido, que frenarse. Hay cierta seguridad establecida.


*


Uno camina por los bordes de un círculo. Y el borde nos pertenece sólo porque nos atenemos a su órbita. Uno camina como paseante, no se sumerge en lo profundo, uno está perdido. Uno queda al margen de su propia vida y nadie lo sabe pero a uno lo tratan como si todos lo supieran.


*


De vez en cuando, una cree que sabe a quién tiene delante del espejo. Pero una no es esa. Y una recién lo sabe cuando se encuentra desnuda en otro espejo, rodeada por brazos que no se mezclaron en el solvente del mundo, o que, como una, están tratando de recuperar la luz humana.


*


Porque si hay un objeto entre todos los objetos del mundo, que tiene un saber, es el espejo. Y uno hace bien en no mirarse. En mirar sin verse, porque el espejo, todo espejo, dice siempre la verdad. No es maravilloso. Es siniestro. Uno elije morir apropiadamente para sí mismo y para el resto, pero el espejo se empeña en mostrar el costado vivo. El pedazo no muerto. La pulsión de lo que queda de uno mismo.


*


Tal vez una no se haya esforzado demasiado en la tarea de morir. Y ha dejado que la domine el cansancio, y por ello, una haya conseguido apenas una muerte mediocre, una muerte honrada, una muerte continua como si en el corredor siguiente hubiera otra muerte esperándola, y otra, y otra. Y una se asusta, pero bebe un sorbo de agua y sigue, honradamente quieta.


*


Uno se pregunta hasta qué punto será difícil, qué fuerzas habrá que extraer de sí para que la muerte siga manteniendo la quietud, para que la vida no nos incendie, no nos ponga otra vez en tren de vivir. Y uno teme que nada sea posible. Uno teme que la ruidosa respiración de los sueños termine por salvarnos.



*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-24674-2010-07-31.html








GAMA*





Asteriscos modula el aire

Prismas tricolores

bordan el follaje

La brisa bosteza

Estira la niña los brazos

mientras la nube se disfraza

Recorre, atrevido

el pájaro, el pincel

Aguarda

la paleta de colores

al bastidor.





*de Ana Romano romano.ana2010@gmail.com









Correo:


FERROCARRIL MIDLAND*


Hola Urbano:

Mi nombre es Eduardo, vivo en San Genaro (SF), una amiga me acercó tu trabajo de la Estación Coraceros del Midland. Realmente es como bucear en una cámara del tiempo y encontrarse en ese Viaje Inaugural con todas esas personalidades, las cuales muchas de ellas son habitué de las páginas de nuestra Historia Nacional. Me gustó que eligieras al guarda, como el personaje más agraciado de esa Historia, ya que seguramente sería saludado por los viajeros más importante de entonces. Además era quien decidía cuando el tren se pondría en marcha y el responsable del mismo.
Si ese Primer Tren te ha movilizado de esa manera, no quiero pensar que vas a escribir cuando conozcas las historias de vida de quienes se quedaron en el andén; y las de los viajeros, del no menos Histórico Ultimo Viaje desde Carhué a Puente Alsina en coche a motor.
Va un par de fotos de esa época, para que tengas una idea de cómo eran esos trenes; fijate hay una en que la locomotora va embanderada y laureada. Eso ocurría sólo en casos extraordinarios o bien de fechas Patrias importantes. No puedo asegurar que fue el Primer viaje; porque mentiría, pero sí te aseguro que para esa ocasión no pudo haber estado muy distinta.
Gracias por tu trabajo.


*Eduardo Juan Valle. lu3fvh@hotmail.com
San Genaro (SF)



*


Inventren Próxima estación: HENDERSON.



Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar

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HERRERA VEGA. / HORTENSIA. / ORDOQUI. / CORBETT.

SANTOS UNZUÉ. / MOREA. / ORTIZ DE ROSAS.

ARAUJO. / BAUDRIX. / EMITA.

INDACOCHEA. / LA RICA. / SAN SEBASTIÁN.

J.J. ALMEYRA. / INGENIERO WILLIAMS. / GONZÁLEZ RISOS.

PARADA KM 79./ ENRIQUE FYNN. / PLOMER.

KM. 55. / ELÍAS ROMERO. / KM. 38.

MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.

LIBERTAD. / MERLO GÓMEZ. / RAFAEL CASTILLO.

ISIDRO CASANOVA. / JUSTO VILLEGAS. / JOSÉ INGENIEROS.

MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. / ALDO BONZI. / KM 12.

LA SALADA. / INGENIERO BUDGE. / VILLA FIORITO.

VILLA CARAZA. / VILLA DIAMANTE. / PUENTE ALSINA.

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viernes, julio 30, 2010

NADIE SABE EN-LO-QUE-SER...



*Ilustración: Ray Respall.




SANTO DE CARTÓN*


“Nadie sabe en-lo-que-ser. Nadie sabe enloquecer.
Ni reconocerse bien. En la inmensidad cruel la figura, fisura.
Cordura, sombra, locura. Extraño reflejo convive en la espesura.
Segmentos de mares difumados. Cortinas al corazón
Ojos ahogados. Ciegos. Silenciosos.
Pasiones con-templadas en la tempestad.”
RICARDO ROSALES ARELLANO



Dime huésped de los basurales.
¿Quién escribió tu oráculo de cartón prensado?
¿Que alondra triste escribe el epitafio en tu ventana?
¿Quien des puebla tus herencias de ser?
¿Quién borra las marcas gigantescas de tus zapatos rotos?
¿Que viento helado moja tus ojos de violetas?
¿Quien ha roto tu flauta de Hamelín
¿Quien borró tu mapa de arroyos y calandrias?
¿Quien marcó en tu frente la cruz de la derrota?
Dime huésped de los basurales.
¿Quién arrancó la risa de tus estrellas ojos?
¿Quién extravió la llave de tu cofre?
¿Quién cortó las mangas camisa de tu padre?
¿La lengua y la pollera de tu madre’
¿El vientre de tu hermana?
Quien sabe las preguntas. Quien sabe las respuestas.
Paco. Pico. Poco. “La figura fisura”
Pájaro triste, lumbre, enigma miedo.
Páramo de plata, sedal de oro.
Has de saber. Algún día alguien gemirá.
Y no serás vos ángel niño, santo de cartón.
Cuando la manzana de Newton devenga en luna.
Caerán. Otra vez caerán



*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar






NADIE SABE EN-LO-QUE-SER...





EL BOLSILLO DEL ÁNGEL*


La muchacha de la prensa le dijo, señalando al cielo:

- ¿Vio? Los ángeles escondieron la lluvia en sus bolsillos... Hace una tarde espléndida luego de una mañana insoportablemente húmeda.
- ¿Y tú crees en los ángeles? – le dijo con sorna… la chica era gentil, le caía bien, pero pecaba de ingenua.
- Creo en ellos – le respondió con seguridad -, he tenido oportunidad de verlos. No puedo quejarme de la vida, ha sido muy buena conmigo.

No le respondió. Tomó su periódico y se encaminó a casa. ¡Vaya manía! Pensó. Pero se percató de que sentía envidia por esa fe de la gente simple. Necesitaba desesperadamente creer en algo, ¿en los ángeles, para comenzar? ¿No había dicho la chica que estaban en esta tierra, que podían ser vistos? Algo haría hasta encontrar uno.

Se dedicó a buscarlos entre los rostros de la multitud. Al no percibir señales, fue a los lugares olvidados, a donde están los que sufren, los que necesitarían la presencia de un ángel. Conoció el dolor, la pobreza, la cercanía de la muerte, la soledad, el desamor, el desaliento… Tantas penas que, a falta de visiones celestiales, quiso ayudar, así fuera a hacerlas más llevaderas. A veces basta una mirada, a veces un abrazo, una palabra de consuelo. Dos años después, cuando le llegó la edad del retiro, se dedicó de lleno a esto.

Aunque sin ángeles, trabajó con entrega, con devoción. Tanto quiso creer, que entendió que no necesitaba una epifanía para sustentar su fe, le bastaba sentirse bien con él mismo, aquí y ahora, y para lograrlo siguió volcándose en la felicidad ajena.

En el hospital donde pasó sus últimas horas, su deseo le fue concedido: al pedir que lo voltearan hacia la ventana para contemplar el crepúsculo – a pesar de que no había parado de llover -, vio un ángel que lo miraba desde el cristal. La revelación no venía del exterior: era su propio reflejo.

Tomó las nubes con la punta de los dedos y se las guardó en el bolsillo del pijama. El sol le regaló el mejor de sus ocasos.



*de Marié Rojas.
La Habana. Cuba.






ALFREDO MOFFAT, EL CREADOR DE EL BANCADERO, LA COOPERANZA Y EL MOVIMIENTO OYITAS

“Inventar ideas para curar vidas”*


“Trabajé con pobres, con locos, con chicos, adentro del país, afuera del país –dice Moffat–. Me desgasté, trabajé demasiado. Entonces lo que quiero hacer ahora es que eso sirva para que otros sigan aliviando el dolor de los que no tienen terapia, el dolor de los que están desamparados.”


*Por Marcela Stieben



–¿Cuándo nació su deseo de ser arquitecto y psicólogo social?

–Ser arquitecto nunca fue un deseo mío. Fue una imposición de mi papá, que era muy insistente. El había querido ser ingeniero civil y era maestro mayor de obras. El creía que yo era él. Hay padres que se confunden. En segundo año de Arquitectura yo me había cambiado a Medicina, que era lo que yo quería ser. Yo quería ser médico. Terminé la carrera de Arquitectura en la UBA en 1960, le di el título a mi papá, pero nunca ejercí. Soy médico de almas.

–Es bravo hacer una carrera larga y costosa como Arquitectura sin querer hacerla. ¿Hacía los planos y todo a desgano o algo le gustaba?

–No, no me gustaba. La parte de arte sí me gustaba un poquito: llegué a profesor adjunto en Historia del Arte en la UBA. ¡Tenía una formación estética fuerte!

–Y finalmente fue psicólogo social.

–Sí, con Enrique Pichón Rivière. Estuve diez años al lado de Pichón. El decía que yo era su hijo “putativo” (risas). Fue el maestro, realmente. Era un maestro zen, desconcertante, nada convencional. Yo ya era raro de antes, así que nos juntamos y nos hicimos amigos enseguida. Cuando nos conocimos reforcé mis partes más insólitas y de trabajos alternativos, de formas fuera del sistema académico. Pichón me nombró “médico de almas”. El consideró que yo podía trabajar curando gente.

–¿Siente que curó a muchos pacientes?

–¡Cientos, miles! En forma directa debo de haber tenido unos 500 pacientes y después tengo cerca de 50.000 indirectos. En El Bancadero cerca de 40.000 personas se aliviaron.

–De todo lo que hace día a día, que es mucho, ¿qué es lo que más le importa?

–Ahora estoy haciendo que no se pierdan unos 50 años de trabajo. Más que todo es eso porque de golpe me di cuenta de que me volvía viejo. Tengo 76 años...

–¿Qué día nació?

–El 12 de enero de 1934. Nací en el hospital Rivadavia el 12 de enero de 1934 y fui criado hasta los cuatro años por mi familia materna alemana. Eran inmigrantes que llegaron a Comodoro Rivadavia a fines de la Primera Guerra Mundial y comenzaron a luchar desde abajo. De mi madre recibí el mandato de vencer las dificultades, ya que ella venía de la guerra y llegó a la Argentina con sólo 12 años. Y de mi familia paterna heredé la distancia inglesa, que me sirve para preservarme en la terapia con situaciones límite. Viví tantos años e hice tantas cosas que me parece que hubiera nacido en el 1800... Tengo miedo de irme y que se pierda la experiencia de una persona que durante 50 años estuvo trabajando con el dolor psicológico de los que más sufren.

–Suele mencionar su edad en discursos y conferencias, ¿por qué lo reitera tanto?

–Es que por tradición, siento que me quedan ocho años... Para la muerte me guío por mi familia inglesa y mi bisabuelo inglés, mi abuelo y mi padre murieron a los 84 años. Así que, en principio, viviré hasta los 84 años. Puede ser que sea más, ¡pero por lo menos tengo asegurada la vida hasta los 84 años! Mi preocupación ahora, a mis 76 años, es poder transmitir 50 años de experiencia en trabajos con la pobreza y la locura, desarrollando teorías y técnicas. Más que enseñar yo hablo de entrenarse para trabajar con chicos de la calle, con jóvenes violentos, con drogadictos y fundamentalmente con psicóticos, tanto en el Hospital Borda como en los principales manicomios de Latinoamérica.

–En la contratapa de su último libro dice que la Terapia de Crisis tiene como fundamento epistemológico la filosofía existencial, que percibe al hombre como un proyecto, un ser arrojado a su futuro.

–Sí, así es. Las crisis psicológicas ocurren ante transformaciones inesperadas. En los momentos de discontinuidad de esa aventura del existir, el yo queda solo y paralizado. La mirada del otro es lo que me define, yo existo en ese transcurrir del encuentro.

–En el capítulo dedicado a la Depresión, en el mismo libro (Terapia de Crisis, la emergencia psicológica), señala que cuando falla el mecanismo que transforma la pérdida en recuerdo se instala el fantasma de la depresión.

–El depresivo se vincula con un fantasma que es alguien que está y no está. Como queda abrazado a lo perdido y pierde los brazos para vincularse con personas reales, vive en el pasado. Las causas pueden ser de dos tipos: una por pérdida traumática (orfandad, pérdidas importantes que no tuvieron proceso de duelo, que no pudieron llorarse y compartirse) y la otra es por no haber tenido un hogar donde se le enseñara el deseo, la exploración del mundo, sólo aprendió la desesperanza, son familias grises, escuelas de frustración. El diálogo es interior y tiene como argumento el reproche o la culpa. El mundo le es ajeno y lejano, su percepción es endoperceptiva (está dirigida hacia adentro).

–En su página web tiene miles de fotos de todos los seminarios que da por el mundo y muchísimos textos útiles para los que trabajan con la comunidad.

–Es importante que ponga mi página web porque es una enciclopedia con 3000 páginas, 1000 documentos fotográficos y mis libros que se pueden descargar gratis (www.moffatt.org.ar). Cuando yo veo todo lo que hice, leyendo en la página todos los documentos, pienso: ¡un solo hombre no pudo haber hecho tantas cosas! Trabajé con pobres, con locos, con chicos, adentro del país, afuera del país... ¡Me desgasté, trabajé demasiado! Entonces lo que quiero hacer ahora es que eso sirva para que otros sigan aliviando el dolor de los que no tienen terapia, el dolor de los que están desamparados. El arte permite entender la vida cuando la ciencia no tiene respuestas. Nos permite dar un sentido profundo a la aventura de existir. El trabajo organiza las redes comunitarias, las instituciones... Y los grupos estructuran la vida cotidiana.

–Si hoy se cumpliera uno de sus sueños y lo designaran director del Hospital Borda, ¿qué revolución haría?

–En 24 horas puedo cambiar el Borda, porque tengo la experiencia. Haría una comunidad terapéutica. El paciente pasa a ser un protagonista de su propia cura. Esas 12 manzanas del Borda se transforman en un pequeño pueblo donde hay asambleas de comunidad, grupos terapéuticos, psicodrama y terapias familiares. Casi todo lo contrario de lo que hoy se hace.

–Es poder incorporar al paciente como ser humano, mirar su alma y no verlo como un depósito de pastillas.

–Es organizarlo como un pueblo con reuniones de asambleas de comunidad, con elección de autoridades, e inmediatamente la persona deja de ser un objeto, digamos un ente psicótico, para ser una persona. Mi especialidad son los psicóticos. Lo que más me interesa es arte y locura, pero uno a veces tiene que salir del hospicio porque afuera están más locos que adentro. A veces nos maltratamos mucho. Como dice Cristina: deberíamos querernos más.

–Puntualmente, ¿cuál sería la primera medida que tomaría si se concretara su fantasía de ser nombrado director del Borda?

–Para realmente arreglar el tema de la salud mental, para humanizarla y evitar esos depósitos de destrucción de almas que son los manicomios, si fuera director del Borda, también pediría ser decano de la Facultad de Psicología porque entonces pongo las dos instituciones juntas, en un mismo lugar, y hago un hospital escuela. Por la mañana curan y por la tarde estudian. Como en Medicina. Yo empecé primer año de Medicina, quería ser médico, y llegué a ser médico de almas. La Radio La Colifata y la Cooperanza demuestran que estas personas que son acusadas de locas pueden ser de lo más sensatas. Cualquier persona puede ir a las tres de la tarde al Borda, donde funciona desde hace 24 años, ininterrumpidamente, y verlo.

–En los seminarios que dicta en las principales universidades de Colombia, Chile y otros países adonde lo invitan, ¿cuál es la principal inquietud de los alumnos?

–Cómo hacer. Lo que más les importa es qué hacemos nosotros. Si diera psicoanálisis diría: hay que tener un diván, hay que tener pacientes relajados que asocien libremente y hay que detectar la situación edípica, etc. Nosotros trabajamos desde grupos usando el psicodrama, grupos operativos, es otra modalidad completamente distinta.

–Yendo a su vida personal: ¿está solo o tiene pareja?

–Estoy de novio con Daniela, una alumna mía de 23 años. Yo no tengo la culpa de que a ella le gusten los abuelitos. Se enamoró de mí y yo respondí. Hace un año y tres meses que estamos juntos. No vivimos juntos, pero compartimos muchos viajes.

–¿Siente que es como beber de la Fuente de Juventud?

–Yo creo que Daniela tiene una maduración prematura que se encuentra con una parte infantil mía. Se encontraron aspectos adolescentes míos con aspectos maduros suyos.

–¿Piensa ser padre nuevamente?

–¡Nooooooooo! Está descartado eso. ¡El nuestro es un encuentro existencial fuerte!

–¿Ella lo ayuda con la escritura de sus libros?

–Sí, y me ayuda en la Escuela también. Ella es muy cariñosa y nos llevamos bien.

–¿Daniela está por recibirse de psicóloga social?

–Sí, termina este año. Y, por supuesto, se recibe sin examen (risas). Fuimos juntos a Uruguay y a Salta. En Tartagal fui a dar el seminario “Primeros auxilios psicológicos”. Trabajo mucho con los sindicatos docentes que me convocan para darles seminarios a psicólogos y maestras. Yo entreno a los que trabajan con gente lastimada. Estuvimos una semana y fue difícil porque el clima es muy húmedo y muy caluroso. Me hizo mal y volví con una gripe, me dolían las articulaciones. Siento la edad, tengo problemas físicos y a veces pienso: ¿mire si me muero y no transmito todo lo que hice?

–Sé que usted edita sus propios libros, si alguien quiere leer su último texto, Terapia de Crisis, la emergencia psicológica, ¿puede verlo en su página web?

–Yo fui profesor de diseño gráfico y puedo ser autor, editor, distribuidor y librero. Con la ganancia de los libros nosotros sostenemos “las oyitas” (ollas populares en villas) y aunque con un solo click se pueden bajar mis textos desde la página web, a muchas personas les interesa tenerlos en papel y me compran los libros. Un editor me dijo: “Vos sos un autor suicida”. Pero a la gente, además de bajarlo, le gusta tenerlo y leerlo como libro, así que por suerte se vende y en los seminarios que dicto todos lo compran como libro de estudio. Y como tengo una economía de mínima, esto me da la independencia como para decir lo que yo veo y lo que yo pienso. No dependo de ningún partido político, ni de empresas ni de la Iglesia ni de nada, con lo cual tengo también un castigo académico de la Universidad de Buenos Aires (UBA). No pude volver a la Universidad después del proceso militar porque mi propuesta se opone a las formas ortodoxas de la psicoterapia. Esas formas ortodoxas, en general, están hechas para preparar psicológicamente a cierto sector social. No pueden operar con chicos de la calle, no pueden operar con adictos, no pueden operar con psicóticos.

–En agosto está comenzando un seminario dictado por usted y su equipo sobre “Técnicas psicodramáticas”. ¿A quién está destinado y en qué consiste?

–Sí, está destinado a quienes deseen adquirir conocimientos o necesiten técnicas para resolver situaciones conflictivas en escuelas, hospitales, familias, comunidades... Las técnicas psicodramáticas utilizadas son: formas de caldeamiento, armado de la escena, figura plástica y soliloquio, técnicas de regresión: ensueño dirigido, uso de objetos intermediarios, juegos dramáticos, escenas temidas y deseadas, uso de disfraces y máscaras... Y los temas básicos a desarrollar durante el seminario que daré en el último cuatrimestre de este año tienen los siguientes temas básicos a desarrollar: la infancia (la matriz de identidad, técnicas de regresión, el paquete generacional y los ancestros, el niño fantasma y los juegos infantiles); los miedos (de la indefensión a la potencia; las escenas temidas; simultaneidad; contracción-miedo; de lo temido a lo deseado); la soledad (aprender la despedida, los personajes y los lugares ausentes; diálogo con lo perdido y el reencuentro; el diálogo interior); los vínculos (el encuentro en el aquí-ahora, conflicto generacional; la violencia como vínculo; la sexualidad), la creación (el proyecto, el tema del futuro; uso de disfraces y máscaras; música, danza y esquema corporal; el camino nuevo y juego con lo imprevisto). Las opciones horarias son: viernes de 19 a 22 o sábados de 14 a 17, en la Escuela: Rivadavia 3482, cerca de Once, en la Ciudad de Buenos Aires. Yo vivo también ahí. Tengo mi escuela y mi casa. Me resulta práctico. Y también voy a dar un curso ahora en agosto.

–¿De qué se trata ese curso?

–Se llama Curso de Primeros Auxilios Psicológicos. Es un curso teórico práctico en cuatro módulos (cuatro meses) destinado a quienes deseen adquirir conocimientos o necesiten técnicas para resolver situaciones conflictivas, tanto en una escuela, en un hospital, en la comunidad o en familias. Puse dos opciones horarias para que le quede cómodo a la gente que trabaja o estudia otra carrera y tiene que organizar sus horarios. Lo daré los martes de 10 a 13 o de 19 a 22 y consta de cuatro módulos.

–¿Y la carrera de Psicología Social comienza en su escuela cada año en marzo?

–También pusimos un primer año intensivo que empieza ahora en agosto para los que quieran comenzar ya. De agosto a diciembre es el primer año y en marzo del año próximo siguen la carrera normalmente. Se pueden poner en contacto para pedir informes en el mail: mirthaviamonte@hotmail.com Tengo muchos alumnos no sólo acá, en Buenos Aires, sino en las distintas sedes del interior, en Córdoba, Bahía Blanca, Neuquén y algunas otras. Para quien quiera comunicarse en La Plata con la Escuela de Psicología Social puede escribir a escuelamirthaviamonte@hotmail.com o llamar al teléfono: (0221) 15-4089-6911. En Tigre pueden llamar al 4684-1162 y la web de la Escuela de Psicología Social de Tigre es www.psicologiasocialtig.com.ar o el celular: (011) 15-6484-9117 y la Escuela de Psicología Social de Patagonia Norte tiene su página web también: www.surpsicosocial.com.ar.

–En Buenos Aires usted creó muchas instituciones de ayuda comunitaria, ¿podemos dar algunas direcciones y teléfonos para los que quieran colaborar como voluntarios o para el que necesite ser asistido de una u otra forma?

–¡Sí, claro! Hay muchos jóvenes y no tan jóvenes que ayudan y son solidarios. Desde hace muchos años funciona El Bancadero, una mutual de asistencia psicológica. El teléfono de El Bancadero es 4865-0923 y el horario de atención es de 16 a 20. El mail es: elbancadero@hotmail.com
Por otro lado están funcionando “las oyitas”, que son una red de ollas populares para chicos organizadas por sus madres en asentamientos y villas. Para conocer en detalle estas “oyitas” pueden ingresar en mi página o en la página web: www.oyitas.org.ar. Para la reparación de las redes comunitarias proponemos un enfoque en socioterapia y especialmente en técnicas de autogestión comunitaria con la utilización de estrategias alternativas.

–Conocí personalmente esa casona cuando fui al Bancadero en la década del ‘80 para hacerle un reportaje y vi la cantidad de gente que acudía para ser asistida.

–El Bancadero es totalmente autogestivo y es una prueba de que cuando se quiere hacer algo se puede. Si en un principio se hubiera contado como proyecto, la experiencia Bancadero no se hubiera realizado nunca porque habrían dicho que era imposible, lo habrían creído una cosa absurda e impracticable. Era el último año de la dictadura militar, estaba el general Bignone y había muchas personas en crisis que estaban realmente muy mal. Fue en ese momento cuando se me ocurrió crear un centro de salud mental alternativo, porque en ese momento no había ninguno y si alguien hacía algo así, obviamente la dictadura lo cerraba. Al comienzo se llamó Cooperativa de Salud Mental y funcionó en una vieja casona de la calle Gascón a la que arreglamos a pulmón poco a poco. No éramos unos improvisados, teníamos mucha experiencia en trabajo alternativo. Con nosotros estaban Tato Pavlovsky y Fernando Ulloa, entre otros.


¿POR QUE ALFREDO MOFFAT?
Un arquitecto del tiempo



Por M. S.

Alfredo Moffat tiene el título de arquitecto otorgado por la UBA, pero además, en su currículum vitae se podrían agregar los títulos de psicólogo social, psicodramatista, catedrático universitario, más creador del Bancadero, el Bancapibes, Cooperanza (en el Hospital Borda con la famosa radio La Colifata) y del movimiento Oyitas. Y sigue la lista porque con sus 76 años, en la actualidad es director de la Escuela de Psicología Social para la Salud Mental, es un reconocido conferencista internacional y ha sido discípulo del maestro Enrique Pichón Rivière durante muchos años. Escribió más de media docena de libros y aunque se venden como todos los libros, Moffat los colgó a todos en Internet donde se pueden conseguir con un solo “click”, como dice él. Ha hecho tantas cosas y tiene tantos títulos, que en su tarjeta de presentación dice: Alfredo Moffat. Arquitecto del tiempo (Se arreglan vidas). En su página www.moffatt.org.ar puso una bienvenida bilingüe: “Este material tiene el fin solidario de transmitir teorías y técnicas, para reparar la vida donde sea necesario. This material has the humanitarian aim to teach theories and techniques to repair life wherever it is necessary”.
–Quien quiera comunicarse personalmente con usted, ¿a qué teléfono puede llamarlo?
–A mí pueden contactarme por teléfono llamándome al 4865-4177 o escribiéndome a los correos electrónicos: alfredomoffatt@gmail.com y amoffatt@fibertel.com.ar. Y si quieren leer toda mi página web pueden estar meses leyendo durante horas por día. El sustento filosófico de la Teoría de Crisis es el pensamiento existencial donde la identidad está determinada por un proyecto que da sentido a esta aventura de vivir. Yo me defino por la relación con los otros con quienes construyo un camino en el tiempo. Y hablando desde mi propia experiencia de vida, a los 76 años, le puedo decir que lo que tiene de positivo la vejez es que pone en perspectiva muchos problemas que antes parecían importantes. Se simplifica el mundo y va quedando lo que es más sustancial, que es el amor, la muerte, la tristeza y la alegría, la justicia, el dulce de leche, algún whisky y, básicamente, inventar ideas para curar vidas. Esa es mi vida.



*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-150156-2010-07-26.html








Tiempos*




*Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona


UNO A medida que nos movemos hacia el futuro -en términos personales- el pasado es cada vez más grande, más pesado, más presente. Hay algo paradójico ahí: el aquí y ahora ya fue (se esfuma en el tiempo que me ocupa teclear las palabras "el aquí y ahora ya fue"), el futuro pone siempre un par de líneas de distancia y así es la cosa, en eso estamos.
Pregunta: ¿Qué tiempos hace?
Respuesta: Todos al mismo tiempo.


DOS Me entero de que en las universidades de Sheffield y Warwick se descubrió la proteína llamada ovocledidin-17 y que esto ha resuelto el enigma temporal en cuanto al huevo y la gallina. Primero fue la gallina y luego el huevo. Pero enseguida surgieron voces disonantes que aseguran que antes de la gallina fue el dinosaurio. Así que...


TRES Leo en el suplemento ciberinformático de El País de la existencia de un site en Internet (entro muy poco ahí, se pierde mucho el tiempo ahí adentro, Internet es un país extranjero que está en todas partes y a toda hora y donde hacen las cosas de manera diferente) en el que un tal Matt Novak ha
ido reuniendo diferentes versiones del mañana planteadas y soñadas por futuristas, desde 1870 hasta casi ahora mismo. El site -su nombre lo dice todo- se llama Paleo-Future (www.paleofuture.com) y se presenta bajo el slogan: "Una mirada al futuro que nunca fue". Es muy divertido perderse y encontrarse ahí, en cientos de variaciones (viñetas, noticias, ilustraciones de libros, fotografías y planos) girando alrededor de un aria que canta los blues inevitables de que todo mañana nace condenado a ser ayer. Los tiempos no están cambiando. Tan sólo parece que cambian. Y, cuando cambian, cambian de forma distinta pero en el fondo siempre igual.


CUATRO "Hoy es hoy, ayer fue hoy ayer", canta Andrés Calamaro en "Los divinos". "Si miras atrás mañana es hoy", canta Joaquín Sabina en "Tiramisú de limón". Ambas canciones suenan y resuenan en este agotador verano español donde se agotan las camisetas de la selección campeona del mundo pero casi todo lo demás sigue sin venderse ni comprarse. La agotadora crisis continúa y comienza a dejar de entenderse como circunstancia pasajera para aceptarse como nueva forma de vida. De acuerdo: la tormenta va a pasar tarde o temprano; pero ya nada volverá a ser como fue en aquellas playas perfectas en la que España refulgía como tesoro encontrado y modelo europeo. Ahora subió la marea y se ha llevado los aéreos castillos de arena y sólo queda percibir el presente como un día a día, paso a paso, objetivo a objetivo.
Los noticieros apuntan que han pasado diez años desde que Zapatero llegó al frente del PSOE y, de ahí, al frente del país todo. Larga entrevista casi a medida en El País del domingo ("He pasado noches sin dormir") pero el editorial es bastante menos mimoso. "La formación de equipos políticos quedó enteramente sometida a su voluntad, y el debate y la crítica interna fueron desterrados", leemos allí. Y todos tiran de archivo y recuerdan que el 22 de julio del 2000, en el congreso de su partido en el que fue coronado, con el PP en el gobierno y los socialistas en horas bajas, un Zapatero más rozagante dijo: "No estamos tan mal". Una década más tarde -arrugas nuevas, la soledad del poder, acto conmemorativo, su talante social y reformista talado para que no se propague el incendio-, Zapatero afirma: "Estamos mejor de lo que parece y lo vais a ver". Esperemos que así sea, que sea pronto, y que la cosa no se quede en mero paleo-futuro o retro-presente o lo que sea mientras, por aquí, la gente repite cada vez más aquello de "Contra Aznar vivíamos mejor".


CINCO Leo Reality Hunger: A Manifesto, de David Shields. En su portada, una avalancha de elogios de gente a la que admiro -Jonathan Lethem, Geoff Dyer, Ben Marcus, Amy Hempel, Lydia Davis y Charls Baxter entre otros- celebrando la "controversial" y "modesta proposición" que Shields hace en este manual a base de (lo sabemos llegando al final) citas ajenas enhebradas en un discurso que reclama como suyo. La tesis y ars poetica de Shields podría resumirse más o menos así: todo es de todos y nada es de nadie y adiós a géneros y límites y fronteras y copyright. (En este contexto, no me queda del todo claro por qué Shields, firma y solicitó y ganó tres becas y recibió adelanto y cobrará derecho, pero son detallitos, supongo.) ¿Qué hora es? Hora de ya nunca tener que preguntar qué hora es. Bienvenidos a un nuevo orden donde ficción y no-ficción son más o menos lo mismo al ser devoradas por una realidad famélica (a la que la literatura, según Shields, tiene que imitar realmente y no realísticamente, como hasta ahora) y donde toda obra personal y privada deberá adoptar usos y costumbres googleanas y
copy-pasteras que recuerdan a ciertos enredadores malos hábitos de ciertos enredadores de la red. Y el problema no es el manifiesto de Shields (que cada uno diga lo que quiera), sino el que funcionará a unos cuantos como licencia para robar en nombre de la vanguardia y del suyo. En su nota final, Shields protesta porque los abogados de la editorial Random House le exigieron identificar la fuente original de todas y cada una de las citas utilizadas en un apéndice a Reality Hunger. En algún lugar, Andy Warhol
sonríe y susurra con esa vocecita tan warholiana: "Yo les avisé..."


SEIS Afortunadamente, el tiempo pasa y pasará incluso para las supuestamente innovadoras e instantáneamente añejas leyes de Shields. Y del polvo venimos y al polvo volvemos y en el principio y en el final de todo soplará en el viento que arrastra el polvo de las estrellas. Un titular en otra página de
El País nos pone en caja y nos hace comprender (incluso a los entusiastas del formato caótico y a los optimistas del mañana siempre mejor) que las cosas son diferentes y su comprensión y compresión total todavía está fuera de nuestro alcance, lejos. Descubierta una estrella monstruosa, leo allí. Y cómo no seguir leyendo que "monstruosa" equivale a "la más grande hasta ahora" y "muy por encima de las previsiones de los astrónomos hasta ahora". La estrella -bautizada R136a y viviendo en la nebulosa Tarántula, situada en la galaxia de la Gran Nube de Magallanes, a unos 165.000 años luz de la
Tierra- fotografía bien y da un poco de miedo. Y en la nota, Paul Crowther -líder del equipo descubridor- comenta: "A diferencia de los humanos, estas estrellas supermasivas nacen con mucho peso y lo van perdiendo con la edad". Lo que me recordó a algo que, días atrás, había respondido a un cuestionario sobre mi relación con mi biblioteca. Con mi pequeño gran universo privado, donde -los libros que leímos, los que leemos, los que no leemos aún y a los que nos acercaremos en esa cuarta dimensión que es la relectura- todos los tiempos transcurren al mismo tiempo. Y todos nos pertenecen, porque les pertenecemos de una manera mucho más saludable y honesta de la que predica Shields. Y esto es verdad: el 90 por ciento del polvo de una casa sale de nosotros (piel muerta, fatiga de materiales, etc.) y, sépanlo, no conviene sacudirles mucho el polvo a los libros, ya que funciona como agente protector y rejuvenecedor del papel. Paradoja: nosotros nos deshacemos para que los libros no se deshagan y alcanzamos la inmortalidad entre páginas que cuentan las vidas y las muertes de inmortales. Visto así, no estamos tan mal, estamos mejor de lo que parece y lo vais a leer y -de algún modo- todo final será un final feliz. Mientras tanto y hasta entonces, diga lo que diga Shields, para mí Matadero-Cinco (clásico atemporal donde pasado y presente y futuro son tiempos simultáneos) será siempre propiedad de Kurt Vonnegut, a quien agradezco el alquilármelo durante todos estos años y los que vendrán. Será un placer irme a vivir y a posarme sobre sus páginas cuando, hecho polvo, dentro de un tiempo, ya no esté aquí pero siga allá.


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-150195-2010-07-27.html







Caminamos*



Por las obtusas calles de lo cotidiano
caminamos.
Sin nadie a los costados,
con una incomprensible guía en el bolsillo
y una no menos incomprensible fe en nuestro itinerario.


Alrededor hay rostros que nos miran con desconfianza,
acaso horrorizados
o interrogantes,
o indignados,
o con fingido espanto santiguándose ,
y en todo caso, ajenos, del otro lado de la vía.


Pero en cualquier esquina nos asalta
el rostro cómplice que nos contempla con cierta admiración
y cuya sonrisa nos empuja a seguir dibujando senderos
para los pies descalzos del mañana.


Y entonces la nieve en los zapatos ya no resulta tan pesada
ni vacilamos ante los inclementes empujones
o las mezquinas zancadillas que se van alzando a nuestro paso.


Aun así, las calles son las mismas que nos vieron
echar a andar en una madrugada yacente en el olvido.


Tal vez no hagamos más que dar vueltas en círculo,
erráticos vaivenes en la oscuridad.


Y sin embargo, caminamos,
sin nadie a los costados caminamos,
con una obstinación quizá heredada
de aquellos otros que algún lejano día caminaron
forjando sin saberlo caminos útiles,
ciudades habitables y espíritus.



*de Sergio Borao Llop. sbllop@aragonesasi.com





Correo:



La escritora Ana Romano presenta su primer libro de Poemas*



El próximo jueves 19 de agosto se presenta “De los insolentes fantasmas”, el primer libro de la poeta Ana Romano en la Academia Porteña del Lunfardo, Estados Unidos 1379, Capital Federal, a las 19 hs.

La obra, editada por Vela al Viento, y que cuenta con 65 poemas, todos de su autoría, ya fue declarada “de Interés Latinoamericano” por la Fundadora y Directora Ejecutiva del Foro Femenino Latinoamericano (entidad con sede en Argentina, Guatemala, Ecuador y México).


Ana nació en la ciudad de Córdoba y reside en Buenos Aires. Es Profesora de Francés. Obtuvo premios y menciones en certámenes literarios e integró varias antologías. Participó en talleres de poesía coordinados por Fernando Molle, Walter Cassara, Hernán A. Isnardi y en la actualidad con Rolando Revagliatti.


Palabras de Rubén Eduardo Gómez editor de la obra:
…¿Qué se le puede reclamar a la poesía? ¿No es acaso la poesía la que nos muestra el siguiente paso, (aunque / el camino / prosigue) la que traspasa muros, flota en el aire como un beso (Floto / sobre mares / Un último suspiro) y se aparece en este mundo cuando se le antoja?
No es precisamente cortés la poesía y diría que también es insolente. Como los insolentes fantasmas de Ana Romano, como este libro que rompe la siesta con precisión y buena palabra.”


-Enviado para compartir por Alejandra Benenati. aleben03@yahoo.com




*


Inventren Próxima estación: HENDERSON.



Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar

http://inventren.blogspot.com/

El Inventren sigue su recorrido por las siguientes estaciones:

MARÍA LUCILA.

HERRERA VEGA. / HORTENSIA. / ORDOQUI. / CORBETT.

SANTOS UNZUÉ. / MOREA. / ORTIZ DE ROSAS.

ARAUJO. / BAUDRIX. / EMITA.

INDACOCHEA. / LA RICA. / SAN SEBASTIÁN.

J.J. ALMEYRA. / INGENIERO WILLIAMS. / GONZÁLEZ RISOS.

PARADA KM 79./ ENRIQUE FYNN. / PLOMER.

KM. 55. / ELÍAS ROMERO. / KM. 38.

MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.

LIBERTAD. / MERLO GÓMEZ. / RAFAEL CASTILLO.

ISIDRO CASANOVA. / JUSTO VILLEGAS. / JOSÉ INGENIEROS.

MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. / ALDO BONZI. / KM 12.

LA SALADA. / INGENIERO BUDGE. / VILLA FIORITO.

VILLA CARAZA. / VILLA DIAMANTE. / PUENTE ALSINA.

INTERCAMBIO MIDLAND.


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lunes, julio 26, 2010

ESTACIÓN CORACEROS




InvenTren.




Que todos los dioses te acompañen, excepto uno*




Transportamos la tierra en los zapatos:
Hemos revuelto el polvo
Y las estaciones del tren han quedado
En desorden por todas partes.


También la tierra de los pueblos
Se acumula en nuestros hogares:
Traemos los zapatos cubiertos
Con diminutas partículas de donde pasamos.


En unos cuantos días
Una persona
Sería capaz de acumular
Todas las estaciones ferroviarias bajo su cama,
Si no fuera
Porque de regreso a las vías,
La tierra de los zapatos
Se despide en silencio.


Si pudieran ser como los polvos de tierra
La gente que vive olvidada en cada pueblo,
Sin duda se bajarían del zapato que las transporta,
Las gira y las revuelve,
Para buscar una historia que incluya sus nombres.


Y parecieran sabias
Las partículas de polvo,
Que no pierden oportunidad
De viajar con nosotros…
Pero se pierden en los ascensos y los descensos,
Se equivocan de estación,
Y ninguna de ellas
Logra regresar a su lugar de origen.


Parecieran sabios
Los letreros con los nombres de las estaciones
Colocados en su debido lugar…
Pero la tierra a la que nombran
Nunca es la misma:
Viaja siempre en tren,
Y no sabe leer los letreros, ni dónde bajarse…


Del mismo modo,
Pareciera sumamente sabia
La decisión de nombrar a los países
Como “desarrollados” y a otros “subdesarrollados”,
Cuando el desarrollo y el subdesarrollo
Sólo se conservan
Si se hace depender del primer mundo
A la economía de los demás países.


… Y la tierra viaja en trenes,
Se confunde de estación de origen y de llegada,
Se pierde en el tercer mundo,
Y nadie le mira,
Hasta que los zapatos están demasiado sucios,
Y se les limpia con un trapo
Que también tiene su historia…



*de hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com






EN LA ESTACIÓN*


Andaba con la mente en las nubes, ni siquiera recuerdo qué estaba pensando, cuando se me acerca una señora elegantemente vestida.

- ¿A qué hora pasa el próximo tren? – me pregunta.

Le doy la información (está escrita en la tablilla, mas no me molesta ayudarla). Se aleja sobre sus tacones… estoy a punto de olvidarla cuando la escucho, unos pasos más allá, hacerle la misma pregunta a un muchacho con pinta de hippie. Él le responde con igual amabilidad y ella se marcha, probablemente buscando alguien más que le confirme la respuesta.

El joven se me acerca.

- Pobre mujer, se lanzó delante del tren, a esa hora, hace ya cinco años. Muerte por amor, creo; otros dicen que se vio de pronto arruinada; hay quien dice que no fue suicidio sino accidente… Ha quedado atrapada en el momento anterior a su muerte y lo recicla una y otra vez.

Lo miro fijamente, no sé si sonreír, o asustarme y llamar a un guardia. ¿Qué lo ha movido a una broma tan macabra?

- Sé lo que debes estar pensando – me dice sacando una pipa de su bolsillo -, pero es cierto. Yo morí de sobredosis en aquel banco, en la era dorada de los sesenta… Llevo tanto aquí que he tenido oportunidad de conocerlos a todos.
- Y es evidente que piensas que esto es “Sexto sentido” y yo soy el chico que veía a los muertos – le respondo, molesta.
- No, eras el cuerpo que se están llevando los paramédicos: infarto, probablemente; quizás sólo era tu día – usa la boquilla para señalar una camilla cubierta con una sábana que están sacando por un costado -, ya te acostumbrarás, todos se acostumbran. Por algún motivo esta Terminal no tiene acceso al cielo, ni al infierno, ni posibilidad de reingreso al mundo de los vivos así sea como ánimas en pena. Tal vez sea el purgatorio mismo… Los que morimos en ella, nos quedamos. No hay prisas, tengo una eternidad para írtelos presentando.

Y, por algún motivo, comienzo a creerle.



*De Marié Rojas.
La Habana. Cuba.






ESTACIÓN CORACEROS




A esa nube de recuerdos prestados*



Lo que ustedes llaman futuro ya no lo es. Al menos ya no lo es para nosotros. Existe el presente y esa búsqueda nostálgica de lo que se vivió en el pasado.
En Coraceros he conocido a Mister Bill Handley, a quien le encantan el pasado y los trenes.
Del pasado remoto de su familia solo le llego una gorra, crónicas de periódicos, y unas pocas fotos familiares. Insisto, había futuro, para esas gentes después de la salud lo más valioso era el tiempo.
Y había que sacar fotos. Porque se envejecía. En un abrir y cerrar de ojos de nuestro "tiempo" se pasaba de ser un niño a un anciano. Las personas se desesperaban por dejar recuerdos y testimonios. La gran mayoría de los cuales eran arrojados a un contenedor al poco tiempo de su muerte física.
Del jefe de tracción Handley solo quedo una gorra, una foto del viaje inaugural y una crónica del periódico "La verdad" donde ni siquiera mencionaban su nombre.
Otro antepasado de Bill compro estas tierras. El edificio de la estación de trenes había sido expropiado para ser la sede de la escuela agraria que funcionó allí. Años después volvió el tren. El "New Midland Express", era un modo de viajar antiguo pero pensado por visionarios que lograron que sus trenes funcionen con el uso de energía limpia.

Alguna vez cuando encontró ese pelo perfectamente enganchado en el interior de la gorra pensó en clonar a aquel Handley de 1909. Luego desistió. ¿Para qué? ¿Para que sea un testigo del fin de lo real?
Enseguida volvió a la idea de ofrecer la experiencia de viajar en ese tren inaugural y ser alguno de los invitados. Hacer ese recorrido desde Puente Alsina hasta la Rica y de ahí volver a ser transportado a la la estación Coraceros.
La ruptura de la relación espacio temporal ya no es un misterio pero hay que tener el registro justo para poder viajar y regresar...

Fue un suceso. Miles de almas en pena buscaban algún rastro de su pasado, de cuando la vida era vida y había vida cotidiana, compañia, cariño, en fin, una vida que merecía ser vivida. Y eso es lo tenían esos hombres y mujeres del pasado que luchaban y vivian contra la adversidad hasta que la enfermedad o la vejez los desintegraba como sujetos.
Bill Handley me ofreció primero viajar a la Estación Saturno, para conocer uno de los últimos pozos de tiempo que la humanidad tuvo hasta el fin de la historia. Pero no, preferí conocer al más antiguo de los Handley y hacer el viaje inaugural en la formación traccionada por la locomotora número 24 bautizada "Hortensia González".
Leí fragmentos de la crónica, antes de que James, el ingeniero jefe me transporte, "El 29 de julio de 1908 las empresas del F. C. Sud y del Oeste se hacen cargo de dar el dinero necesario para terminar la construcción de la línea Midland hasta Carhué. El día 15 de junio de 1909 pudo inaugurarse la primera sección de 139 kilómetros, uniendo Puente Alsina y Estación La Rica."
Muchos de los que viajan con la máquina de Bill Handley quieren ser uno de los personajes notables invitados: "Ministro de Obras Publicas de la Provincia Dr Echeverry, el ministro de hacienda Dr. Gandara, senador Joaquín V. González, diputados Pedro S. Barraza y Wenceslao Frías". O alguno de los ingenieros como "Miguel Olmos, Enrique de Madrid, J. J. Elordi, J. V. Inturriaga, Orlando Williams, Frank Foster, J. V. Cilley, H. C. Allen, J. Percy Clark, A. Lertora, F. J. Wythes, Wilson Jacobs, W. Shilton, Riach, Enrique Lavalle, Cristophen Hope, Alfredo Lavalle y Arturo Frostich."

Pero en mi caso, he pedido ser el Guarda de ese primer tren, el señor Felipe Salvi.

El viaje fue hermoso, aun me parece sentir el aire frío en el rostro.
He disfrutado del discurso del ingeniero Orlando Williams.
Luego de cumplida su misión en La Rica, la comisión de notables regresó a Buenos Ares por otra vía -la del ferrocarril oeste-.
Ya esta. Envie la señal de retorno al ingeniero jefe James Doohan y este me transporta al anden de Coraceros en el tiempo que ustedes demoran en parpadear. Ha sido una experiencia alucinante, pago de muy buena gana mi viaje al señor Handley y prometo regresar a hacer otro de sus viajes por el antiguo ferrocarril Midland.
Vuelvo -una vez más- a esa nube de recuerdos prestados donde transcurro sin días ni noches, este presente continuo.



*De Urbano Powell. urbanopowell@yahoo.com.ar









AYUDAR AL DESTINO*


Cuando se incorporó el que viajaba a mi lado, sin darse cuenta, dejó caer de un bolso el trozo de una cuerda con un nudo corredizo.
Sintiéndome un instrumento del destino, la recogí, lo llamé y se la entregué.
La gente es desagradecida. Con la mirada perdida se alejó sin saludar.





*De Santiago Bao. santinebao@gesell.com.ar










El camarote ocupado*


-Segunda parte-




Ella podía sentirlo. No le cabía ninguna duda.

Allí dentro, en el reducido espacio del camarote que ocupaba, había algo. O alguien…, mimetizado entre las sombras.

Escudriñó a su alrededor con los ojos muy abiertos. Le costó identificar imágenes que le resultasen familiares entre la densa negrura que la rodeaba, hasta que la vista se fue acostumbrando a dicha penumbra. Fue entonces, en uno de los ocasionales rasguidos que los relámpagos producían en el corazón de la oscuridad, acompañado por el incesante tamborileo de la lluvia sobre el techo del vagón y el cristal biselado de la ventanilla, cuando lo vio. O creyó verlo…

Y un horrendo sudor frío le cubrió la piel helada, a la manera de crueles alfilerazos, por debajo de las cobijas del catre.

No estaba sola. En absoluto.

Allí, en medio del camarote, había una silueta de pie, desdibujada en su propia esencia, delgada pero inmensa a la vez, manifestando una apariencia humana, aunque su consistencia e identidad le resultasen desconocidas por completo, ahora muy sólida como la roca y un segundo después casi etérea como una fugaz voluta de humo.

La voz del barman irrumpió súbita en sus oídos, tal como la escuchara en el vagón comedor: “El 6 no es el mejor lugar para dormir. Menos aún si se trata de una mujer sola…”

Quiso gritar y no pudo. La lengua, reseca, yacía inmóvil dentro de su boca, atrapada por una daga helada que le atravesaba la garganta. Y sentía como si en verdad estuviese viviendo una pesadilla, algo por fuera del mundo real, que en cualquier momento podría conducirla hacia territorios desconocidos y muy peligrosos, muy propios de la locura.

“¿Qué es esto?… ¿Quién es?…”, alcanzó a formular dentro de su mente, aturdida por el miedo. Y una súbita certeza irrumpió en su cordura, arrasándolo todo: “NO ME HAGA DAÑO…”

De pronto, se sintió extremadamente sola, como nunca se había sentido en su vida, enfrentada de manera coercitiva con un peligro vital y desconocido. Necesitaba que alguien la ayudase. Necesitaba saber que alguien vendría a rescatarla, que la defenderían ante todo mal, que estarían allí ante cualquier emergencia que se presentase. Cualquier emergencia…

“¡¡¡Sergio, ¿¿¿dónde estás???!!!”, gritó en silencio.
Y la silueta, en completo silencio, se movió.

Mejor sería decir que se abalanzó, arrojándose sobre ella con una presencia contradictoria, por instantes pesada y concreta, por momentos volátil e intangible. Atravesó las cobijas como lo haría un fantasma de dibujos animados, para luego corporizarse sobre su piel, inundando el espacio entre la ropa y su cuerpo, adhiriéndose gélida aunque con súbitos ramalazos de aire caliente. Misteriosas ventiscas dirigidas que gradualmente se fueron transformando en el efecto de un par de manos que la recorriesen, compulsivas y obscenas, generando insólitas sensaciones erógenas.

“¡No!!! ¡No!!! ¡Basta!!!”, chilló ella mentalmente, aún sin poder articular palabra. Se sentía acosada, a punto de ser violada, con esos extraños dedos inmateriales que parecían multiplicarse por docenas y la recorrían de manera caótica, sin dejar por investigar un solo rincón de su cuerpo. Aferraban sus pechos, se demoraban sobre sus pezones, se deslizaban a los largo de su vientre, rozaban su clítoris con incesante alevosía, y se hundían vigorosos en el interior de su vagina, para luego recorrerle el ano y filtrarse dentro, como feroz estaca que busca horadar y jamás pide permiso.

Y una vez hecho el recorrido, se deslizaban a lo largo de su espalda hacia el cuello, y hallando un inesperado patrón de conducta, volvían a empezar…

Lorena comenzó a gritar, trémulos sonidos de terror que se fueron volviendo expresiones de dolor, para finalmente transformarse en gemidos de placer. “¡Sergio, Sergio!”, chillaba su mente en busca de ayuda, amnésica de esa realidad nostálgica en la que vivía desde hacía ya tanto tiempo, y donde Sergio había dejado de ser un hombre a su lado para convertirse apenas en una sombra…

¿O no era así?

La silueta, reuniendo esas fugaces y dispersas corrientes de aire helado-hirviendo, desplegó algo más que sus manos por encima de su cuerpo. De pronto se convirtió en una figura sólida, vigorosa, ardiente, que la aplastaba y hundía sobre el catre, imponiéndole su voluntad. Lorena apenas conseguía distinguir algo en medio de la oscuridad, ocasionalmente iluminada por la tormenta, pero en aquellos breves destellos de luz llegaba a intuir un rostro por encima del suyo, facciones que le resultaban familiares, rasgos a los que se negaba pero que resultaban muy parecidos a los de Sergio…

Entonces la presencia le desgarró la bombacha, y algo más que una corriente de aire se deslizó dentro suyo. El ingreso fue directo y sin titubeos, como si aquello que se posara encima de Lorena aguardase durante muchos años una ocasión como ésa para concretarlo. La presión de aquel cuerpo, si es que pudiera hablarse de algo así, sobre ella era total, inmovilizándola, reduciéndola apenas a ser un objeto de su horrendo deseo. Ella chillaba, liberada de su reciente mudez, aunque aquellos gritos eran una cruel confusión entre el dolor y el placer. Sentía esa presencia ineludible, inmovilizándola sobre el catre sin que pudiese zafarse, bombeándola allí debajo, colmándole el sexo con algo similar a un sexo humano pero carente de pasión, excitándola hacia límites insospechados. Y aunque la última fracción de cordura que le restaba se negaba a aceptar lo que estaba ocurriendo, el resto de si misma parecía entregarse gustoso ante semejante invasión.

-¡Soltame!… ¡Soltame, Sergio!… ¡Sos un hijo de puta!… ¿A qué volviste?

Sus palabras le resultaban extrañas, como si otra mujer hablase en su lugar, con una voz muy diferente. Una mujer rencorosa, deseosa de venganza, pero a la vez desbordante de lujuria, gozando a pleno del momento, como si se hallase en compañía de su amante más deseado, y no del antiguo espectro encerrado en el camarote de un vagón ferroviario de principios de siglo.

Y finalmente, coincidiendo con una serie de potentes relámpagos que iluminan a pleno el interior del camarote, Lorena alcanzó un orgasmo profundo y violento, que le arqueó la espalda y el cuello, retorciéndose encima del catre, mientras la presencia se diluía velozmente, retomando ese carácter volátil que adquiriese al presentarse, girando por encima de ella en veloces torbellinos, para así desaparecer en la recuperada oscuridad del camarote.

Ella comenzó a relajarse muy lentamente, con sus miembros aún retorcidos sobre el catre y las cobijas por el suelo. Su respiración se mantenía agitada, al igual que sus pulsaciones cardíacas. Parpadeó varias veces, experimentando esa extraña mezcla de miedo y de placer que se fundieran dentro de ella desde que apagase la luz del camarote. ¿Qué había ocurrido? No podía explicarse nada. Su mente divagaba en un furioso océano de dudas y retazos de imágenes confusas, que sólo conseguían confundirla aún más.

Hasta que escuchó unos golpes en la puerta, y sin explicarse por qué, se estremeció. ¿Quién vendría en su ayuda? ¿O tal vez se tratase de una súbita y molesta interrupción?…

Algo, el aire del cuarto quizá, se agitó perturbado. Y ella perdió todo referente que pudiera darle algún sentido a lo que pudiera ocurrir a continuación.


*

Ernesto, el barman, volvió a golpear a la puerta del camarote 6, sin obtener respuesta. Sabía que aquello estaba muy mal; que no podía tener ese tipo de relaciones con los pasajeros mientras se encontrase en horario de trabajo, pero… ¿quién podría acusarlo de estar cometiendo algún delito? ¿Acaso sus intenciones no eran de lo más humanitarias, preocupándose por la integridad física y psíquica de una pasajera, bastante bonita por cierto?

Intenciones humanitarias… No estaba tan seguro…

Volvió a llamar, preguntándose si los gritos que escuchase mientras se acercaba segundos antes por el pasillo pertenecían efectivamente a la morocha que cenara cerca suyo, en el vagón comedor. ¿Le habría pasado algo? No podría perdonárselo a sí mismo. Aunque, …tampoco podía estar muy seguro de abrigar sentimientos de temor respecto a ese camarote en particular. El jamás había experimentado en carne propia nada de lo que se rumoreaba en torno al lugar en cuestión. Aunque, quienes habían tenido alguna clase de vivencia en torno al camarote 6, juraban que no podrían olvidarlo jamás.

Silencio. Allí dentro no se escuchaba nada.

Ernesto se inquietó. ¿Estaría bien la morocha? ¿Por qué no atendía entonces? ¿Y si se hubiese ausentado, yéndose a pasear por los pasillos del tren, ante la imposibilidad de dormir a causa de la tormenta? Era posible, pero… ¿andar paseando en una noche espantosa como ésa? No lo creía.

-Disculpe… ¿Se encuentra bien? -, preguntó, temeroso de que lo echaran a los gritos. O de que alguien más, aparte de la morocha, le abriese la puerta.

Sin pensarlo siquiera, tanteó el picaporte, que giró bajo su mano y abrió la cerradura. Sin embargo, algo retenía la puerta, por lo que apenas podía verse una rendija oscura, en lugar de abrir la hoja de par en par. Ernesto dudó, pero ya estaba lanzado. Así que empujó la puerta con el hombro, y movió lo que fuera que obstaculizaba el paso. Bajó la vista y se encontró con un bolso de viaje, cruzado en el paso.

No llegó a preguntarse nada más.

Porque lo último que vio, en medio de las tinieblas del cuarto, fue a la morocha tendida en la cama, semidesnuda. Y lo último que oyó fue una advertencia de parte de ella, aunque no llegase a comprender su significado. Y lo último que experimentó antes de que su vida cambiase definitivamente respecto al camarote 6, fue un intenso dolor de cabeza, producto de un violento golpe propinado desde todos lados -¿cómo era posible una cosa así?-, que lo impulsó hacia atrás, provocando que se desmoronase sin sentido en medio del pasillo del vagón dormitorio.


(Continuará…)


*de Aldima. licaldima@yahoo.com.ar








Travesías*



La mosca que viaja con nosotros en el tren
infatigable busca su alimento.
Su dimensión es el espacio del instinto, ignora
qué dilatados mundos pueden contenerla.
¿Quién podría asegurar entonces
que su destino es pequeño?
Así nosotros acaso vamos embarcados
no sólo en éste sino en otro viaje más vasto
donde hay posibles e infinitas respuestas
a las preguntas que deambulan por el tren
buscando una sustancia decisiva
que resuelva esta marcha emprendida hace tiempo.



*de Joaquín O. Giannuzzi.
Obra Poética. EMECÉ. Buenos Aires. año 2000.






Pesadilla*



¿Quieren saber acerca de la pesadilla que me atormenta durante las noches? Sólo hoy, habiendo pasado algún tiempo desde aquel fatídico día, puedo ponerlo en palabras, aunque no sin cierto espanto…

En aquella época, yo era conductor de locomotoras. Transportaba mercaderías a lo largo de toda la provincia de Buenos Aires. Ni remotamente hubiera podido imaginar tres años antes que terminaría viviendo de eso. Pero, ante la falta de laburo, y coincidiendo con la repentina muerte de mi viejo a causa de un aneurisma cerebral, la necesidad me llevó a buscar una solución urgente para procurarme el sustento. El mundo que conocía hasta entonces desapareció de un plumazo, y mi vieja, entre mares de lágrimas y miradas de inconsolable tristeza, me instó a que saliera a buscar lo que fuera. La pensión que nos había dejado mi viejo no alcanzaría para nada, si queríamos seguir viviendo como hasta ese momento.
Busqué laburo en todos lados, de lo que pude, y nada; la recesión económica hacía estragos, liquidando sin tregua lo que aún quedaba de la clase media. Sin embargo, cuando ya estaba a punto de desesperar, el tío de un amigo me dio una mano: el "New Midland Express", flamante inauguración ferroviaria impulsada por los gobiernos provincial y nacional, necesitaba conductores de locomotora. Yo no tenía idea alguna acerca de la tarea a desempeñar, pero el tío de este amigo me palanqueó con las autoridades para que me instruyeran de apuro en las artes básicas de la conducción ferroviaria, y allí me lancé, atemorizado por la inexperiencia, pero con la adrenalina propia de intentar probar suerte con lo que fuera. En definitiva, había que comer.
Al principio fue como querer domar un mastodonte prehistórico, furiosas toneladas de metal dotadas de vida propia, y apenas un par de simples palanquitas como arnés metálico para dominar a la bramante fiera. Hasta que me fui acostumbrando, y con el tiempo, la doma de la bestia se transformó en algo rutinario, casi mecánico.
Primero conduje acompañado, sirviendo de chofer de reemplazo; hasta que una noche el Gordo Santos se descompuso, la carga tenía que llegar sí o sí a Carhue, y me largué solo al volante de “Sophrosyne” 209, una locomotora alimentada a energía solar, con el corazón en la boca, los músculos agarrotados y las axilas continuamente empapadas. Desde entonces, los dueños de la empresa me adjudicaron el manejo de “Sophrosyne” a mí solo, ya que la descompostura del Gordo derivó en una hepatitis que lo mantuvo cuarenta días en cama y lo dejó no sólo sin el mote de “Gordo”, sino también sin laburo. Crueldades de la flexibilización neoliberal…
Creí que sería un trabajo temporario. Sin embargo, ya llevaba casi dos años de conducción cuando me tocó hacer aquel viaje a Henderson, en busca de un cargamento de trigo que jamás llegué a ver.
El horror me salió al paso en plena vía. Y mi vida cambió para siempre.


*


Recordaré las imágenes de aquella madrugada mientras viva.
Los primeros resplandores del amanecer brillaban en el horizonte a mis espaldas, y yo podía otearlos sin esfuerzo por encima de mi hombro. Hacia delante, aún titilaban trémulas las últimas estrellas. El mate yacía desde hacía horas, frío y lavado, sobre el tablero de instrumentos. En una pequeña radio portátil escuchaba un bonito programa de folclore. Y, de alguna manera, me sentía satisfecho. Los viajes me daban el espacio necesario para estar solo y pensar. Sobre todo, en lo que haría respecto de mi vida personal. Me andaba haciendo la falta la compañía estable de una mujer desde la ruptura con Marcela, tres meses atrás. Pero muchas otras veces, me descubrí también pensando en mi viejo, y las lágrimas brotaron sin poder evitarlo. El duelo que no había podido hacer a causa de la urgencia de la situación económica, finalmente podía concretarlo en aquella soledad, rodeado por mis propios fantasmas.
En eso estaba, recordando con nostalgia una reveladora conversación con mi viejo durante una cena, poco antes de su muerte, cuando alcancé a divisar, a punto de llegar a la Estación Coraceros, sobre un perdido paso a nivel de una ruta provincial, la borrosa figura de un camión frigorífico atravesado sobre las vías, doscientos metros delante, con la trompa apuntando hacia mi izquierda.
Accioné los frenos de inmediato, mientras hacía sonar la sirena de “Sophrosyne”, que emitió una brillante lluvia de chispas durante unos cuantos metros sobre los rieles, y me pregunté qué podría haber pasado para que aquel Mercedes Benz –si mi vista no me fallaba- quedara varado en diagonal sobre las vías, obstruyendo el paso, y en peligro de ser arrollado. “Sophrosyne” emitió un resoplido vaporoso, deslizándose con suavidad antes de detenerse. Intuí que necesitaría algo de ayuda; la situación me resultaba harto sospechosa. Así que tomé una barreta de acero que el Gordo había dejado a bordo y usaba con fines diversos, apagué la radio, abrí la puerta de la locomotora y salté sobre el suelo pampeano.
Lo primero que me alertó fue el silencio. A excepción del rumor sostenido del motor de “Sophrosyne”, ninguno de los clásicos sonidos campestres, grillos, teros, ni el viento siquiera, se escuchaba alrededor. Avancé con cautela, mi mano firme sobre la barreta de acero. La puerta del conductor estaba abierta de par en par, el motor ronroneaba en punto muerto, las luces del tablero estaban encendidas.
-¡Hola! -, llamé al acercarme a la cabina. -¿Hay alguien ahí?
Nada. Vacilé un instante hasta que decidí treparme al estribo. El interior parecía haber sido abandonado pocos minutos antes. Me asomé un poco, estirando la cabeza por encima del borde del capot, para otear hacia el costado del camión que no podía contemplar a bordo de “Sophrosyne”. Recién entonces vi el cuerpo, yaciendo de costado, de espaldas a mí, apenas iluminado por el resplandor del amanecer.
Bajé de un salto, rodeé con decisión la trompa del Mercedes, pero me acerqué con cierto temor. ¿Sería el chofer? ¿Qué lo habría hecho detener? ¿Y por qué yacía sobre el pasto ralo, cercano a las vías? Las dudas me acosaban mientras cubría los últimos dos metros, cuando reparé en el charco de sangre que se extendía como una raquítica raíz por delante de aquel cuerpo.
Un escalofrío me recorrió la espalda. En aquel último segundo tuve el impulso de dar media vuelta y escapar, cuanto más rápido mejor; que se encargase algún otro del problema. Pero la curiosidad, así como la necesidad de apartar el Mercedes de las vías para continuar camino a Henderson, fue más fuerte. Así que rodeé el cuerpo para verlo de frente.
Desde entonces, sentí como si me desplazase a tientas a través de un sueño. O mejor dicho, de una horrible pesadilla.
No sé cómo pude contener el vómito. Se trataba del chofer, no había duda. Pero donde debería haber estado su cara había un agujero. La piel de la frente, del borde de las orejas y del cuello se hundía sobre los huesos sanguinolientos de la calavera como si tuviese puesta una máscara de Carnaval, demasiado realista para ser un disfraz. La sangre se escurría a través de las cuencas de los ojos, debajo del tabique de la nariz y por entre la mandíbula entrecerrada, desprovista de barbilla. Algo…o alguien…le había arrancado los ojos, y probablemente la lengua, además de todos los músculos de la cara. El escalofrío me revolvió los intestinos.
Estaba a punto de lanzar un alarido y huir, cuando escuché los ruidos, apagados, imperceptibles, provenientes de la hermética caja del Mercedes.
Casi contra mi voluntad, intuyendo un nuevo terror, mi cuerpo avanzó hacia la puerta cerrada de la cabina y se desplazó vacilante a lo largo del costado derecho del camión. Mi mano se tensó con fuerza sobre la barreta, hasta que los nudillos me dolieron. ¿Qué había allí detrás? Sobre el lateral, una puerta entreabierta, invisible desde la imponente silueta de “Sophrosyne”, proyectaba una trémula luz sobre al azul acero de las vías. El vapor de la refrigeración emanaba del interior con aire amenazante.
Otra vez los ruidos; ahora podía identificarlos, aunque quizá imbuido por la macabra escena reciente, imaginase más de lo debido. Lo que creía escuchar eran gruñidos… Como si algo…o alguien…estuviese atacando las medias reses allí colgadas, y su dentadura desgarrase, triturase, masticase, con plena ferocidad.
“¡Rajá de una vez, boludo!”, chilló una voz dentro de mi cabeza.
Y aunque el más absoluto sentido común me impulsaba a la fuga, mi mano libre se extendió temblorosa hacia la puerta entreabierta. Mis dedos se aferraron al borde y comenzaron a abrir aún más aquel lateral hacia fuera, mientras contenía la respiración y sentía palpitar todo mi cuerpo. Los goznes chirriaron, el escalofrío retornó, la pálida luz de la bombita me iluminó la cara, tuve la penosa sensación de haberme equivocado, y los gruñidos se detuvieron de inmediato.
Entonces, de pie en el umbral del portón de la caja frigorífica, brotó una figura imposible, recortada contra la mortecina luz, jadeando como una bestia. Fue la única vez que lo vi. Pero la impresión me atormenta hasta el día de hoy.
Tal vez, en algún tiempo, había sido un hombre. Sin embargo, poco quedaba de su condición humana. Vestido con harapos, su silueta encorvada, los hombros volcados hacia delante, la cabeza oteando salvaje la madrugada, aferraba el lateral del camión con una de sus garras, empapada de sangre –posiblemente la del chofer-, mientras en la otra sostenía parte de un costillar vacuno, roído por sus enormes colmillos. La cara parecía carcomida por la descomposición, casi sin nariz, los músculos tirantes y sin piel que los cubriese, la dentadura filosa y amenazante, los ojos brillando con un fulgor rojizo que les otorgaba una vida autónoma a la de la propia criatura. Lo que le quedaba de cabello oscilaba sobre su cabeza como una mata de ralos pastos secos.
El escalofrío fue tan violento que quedé paralizado. Mi sentido común no sintonizaba con lo que mis ojos contemplaban pero se negaban a aceptar. ¿Qué… era… ESO? La criatura gruñó, en alerta, y olfateó con ahínco a través de sus tumefactas fosas nasales. Quise escapar, pero el terror me detenía. Hasta que la criatura abrió sus fauces, lanzando un gruñido de advertencia, y saltó del camión.
Fue como si me hubiesen picaneado a 220 voltios. De pronto, recuperé el control total de mi cuerpo, como si un extraño reflejo inconsciente supiera acerca de los mecanismos indispensables para la supervivencia. La criatura dio un paso adelante, decidido a atacarme, quizá defendiendo aquella inesperada y generosa reserva de comida que había encontrado en medio de la nada. Yo retrocedí, mis músculos en palpitante tensión. Él levantó la garra sangrante con la que había sostenido el lateral de la caja frigorífica. Y le asesté un violento golpe en la cabeza con la barreta.
La criatura se sacudió por un instante, su cabeza se giró hacia la derecha con un ruido seco, como si le hubiese pegado al tronco de un árbol muerto, pero no se desplomó. Al contrario, volvió a girarla hacia mí como el efecto de un latigazo, y me miró con ojos brillantes y desencajados, mientras aullaba con un gemido que ningún animal hubiese podido emitir.
“¡Carajo, estoy muerto!”, pensé, sabiendo que nada podría hacer para evitar su ataque.
Entonces, desplazó de abajo hacia arriba la garra sangrante que tenía libre, sin dejar de aferrar los restos del costillar con la otra, me aferró por debajo de uno de los brazos, y con el mismo movimiento, me lanzó por los aires. No conseguí darme cuenta de nada hasta después. Su horrendo semblante desapareció de mi vista, la caja frigorífica del camión pasó a mi lado como una exhalación, el horizonte amanecido rotó delante de mis ojos, y mi cuerpo exangüe, agitando brazos y piernas, se desplomó a varios metros de distancia, golpeándome la espalda contra el suelo.
El dolor me atravesó sin piedad. Creí haberme roto la columna, imposibilitado de moverme. “Es mi fin”, certifiqué, inmóvil, la mejilla izquierda contra los ralos pastos de la pampa, los tenues resplandores del amanecer iluminándome las doloridas facciones. Cercano, continuaba oyendo el rumor del motor en punto muerto del Mercedes, y más allá, el de “Sophrosyne”, haciéndome a la idea de que había descendido de ella muchas horas antes, tal vez muchos días.
Aguardé allí, entregado, a que la criatura se acercase. Me dolía horrores la cabeza y la espalda. Durante un período de tiempo que jamás logré precisar, supuse que mi vida terminaría y comenzaría algo diferente. De manera inexplicable, acudió a mi mente la idea de estar a punto de ser transformado, al estilo de los vampiros, en una criatura similar a la que me atacara, mediante alguna siniestra incisión. Sin embargo, nada sucedió durante un buen rato. El intenso dolor comenzaba a adormecerme; hasta que, por fin, con enorme alivio, me desmayé.



*


Cuando volví a abrir los ojos, el sol ya estaba alto, lastimándome la vista. Giré la cabeza hacia el cielo y volqué mi cuerpo de espaldas sobre la pampa. La punzada de dolor me hizo chillar, hasta que volví a quedar inmóvil, temeroso de volver a lastimarme. Creí que sería imposible ponerme de pie, y sentía la garganta reseca. Pero al menos estaba vivo. O eso creía.
Entonces, comencé a prestar atención a los sonidos que me llegaban del entorno. El rumor del motor de “Sophrosyne”, inconfundible. Una brisa en los oídos. Otros motores. Voces, algunas alarmadas. Pasos que se acercaron. Y alguien que gritó:
-¡Acá hay otro!
Un rostro cetrino y redondo se agachó sobre mí, analizándome en detalle. Mis ojos lo estudiaron, algo confusos. Y el tipo, de unos cincuenta años, volvió a gritar, sin dejar de mirarme, para que otros lo escucharan:
-¡Y está vivo!
Otro tipo, un poco más joven, se acercó y entre los dos me ayudaron a incorporar. Tenía miedo de que me movieran, aterrado con la posibilidad de tener la columna fracturada, pero me dolía demasiado como para que la espina se hubiese seccionado. Ambos me sostuvieron de los brazos, cruzados por encima de sus hombros, y me trasladaron hasta la locomotora, sentándome en el estribo. Otros tipos corrieron para ver cómo me encontraba. Apenas conseguía verlos; eran todos camioneros, y hablaban entrecortados entre ellos. La cabeza me daba vueltas. Le pedí al tipo más joven que trepara a la cabina y me alcanzase una botella de agua mineral que tenía debajo del asiento. Varios tragos después, milagrosos y refrescantes, pregunté:
-¿Dónde está?
-¿Quién, pibe? -, preguntó el cincuentón de cara redonda.
-La cosa ésa que me atacó.
-¿Qué cosa? Acá hay dos muertos, tres camiones varados en la ruta, y un desastre de mercadería desparramada por el campo. ¿Me podés explicar qué carajo pasó?
-¡¿Cómo dos?! -, exclamé.
Me puse de pie, vacilante, y avancé dolorido algunos pasos, intentando distinguir algo en el resplandor de la mañana. Más allá del Mercedes, un Scania que transportaba verduras aparecía cruzado de la misma forma que el otro, sólo que no sobre las vías, y su chofer yacía destripado sobre el capot. Varios camioneros habían vomitado a su alrededor, entre las desperdigadas mollejas del Mercedes y los tomates del Scania.
-¿Vos viste lo que pasó, pibe? -, me preguntó el cincuentón, acercándose hasta mí. Tenía la cara sudorosa, y el miedo instalado en la mirada.
-Sí… -, murmuré, ignorando si lo que recordaba había sucedido realmente o no.
-¿Me podés explicar qué mierda …… los mató? -. En su voz vibraba una nota de auténtico terror, aunque posiblemente no hubiese tenido noticia alguna de la criatura. -Y vos, ¿cómo te salvaste?
Lo miré incrédulo, sin saber qué responder. Tampoco sabía qué había sido ese ser infernal que me había atacado. Pero si después del Mercedes, había matado al chofer del Scania, ¿por qué me había perdonado la vida? ¿Habría creído que con aquel golpe ya me había matado? No entendía nada.
-No sé… -, alcancé a balbucear.
El cuerpo me dolía de pies a cabeza, y nada tenía sentido. Apenas conseguía asimilar la idea de seguir vivo después de aquella locura. Y supuse que, con el tiempo, lograría reconstruir la escena y entender lo ocurrido.
Sin embargo, hasta el día de hoy desconozco qué fue lo que pasó. Pero sí me temo haber asistido al origen de un horror inenarrable.
Desde aquella mañana, siento que la pesadilla no ha hecho más que comenzar. Una feroz criatura demoníaca ronda por la pampa, errática y voraz, en busca de alimento.
Y quizá nada pueda detenerlo…



*de Aldima. licaldima@yahoo.com.ar




*


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