domingo, octubre 31, 2010
PERROS MUERTOS...
-Ilustración: Ray Respall Rojas.
La Habana. Cuba.
NO MORE DOGS*
a Gabriela Benìtez
La gota transparente que se deslizaba nervadura por nervadura repentinamente tembló, quedó quieta, reflejó el terror del cielo. Los pàjaros hicieron del estrépito un silencio súbito. La tormenta se acerca. La tormenta está aquí, ahora, sobre nuestras cabezas.
Hay una opresión. La temperatura se detiene en medio grado, el suelo transmite la sorda amenaza del trueno en el horizonte. La araña corre de lado sobre el hilo endeble, los caracoles trepan con su lento apuro de caracol por las cortezas.
Truenos lejanos que se acercan. Llegó la tormenta. Llueve para siempre.
Ni hay sol ni hay estrellas.
Es la intemperie y la desesperanza. Nada ni nadie te protege. A Gabriela la siguen los perros.
Los vientos traen tiempo de sufrir, se acumulan las enfermedades, la muerte acecha, los problemas se anudan serpenteando por el cuello. Es el ahogo, la asfixia, es la sofocación de la angustia. Lagartijas y
escolopendras, aguijones, espectros destemplados. No hay salida. Y la siguen, a Gabriela, los perros.
Quién sabe por qué los perros. Quién sabe si para resguardarla, advertirle, si por lástima o como las antiguas manadas seguían al animal que iba a morir, como las manadas terribles que pisaban las huellas de la víctima con la muerte ya escrita en las ancas, en el aliento débil, en el pelaje sin lustre, el animal que ya está destinado al ataque y al desgarro.
Gabriela camina por la ciudad, por el pueblo, por la ruta, y se le suman los cancerberos, la abruman, se hacen enjambre de amenaza y pavor.
Traen las malas noticias, son las moscas que se ensañan en la carne expuesta. Se arremolinan los perros de la adversidad, respiran malos augurios, sonríen con lenguas burlonas. La siguen, la siguen.
Gabriela está vencida. La jauría acecha, toda la negrura del universo se ha acumulado alrededor de su cama insomne.
Y sueña.
Sueña, Gabriela, que es una institutriz inglesa. Hay niños, hay un prado, hay perros. Si. También aquí, en el sueño, hay perros. Hay perros que se acercan, hay colmillos, hay, Gabriela, promesas de desgracia en los ojos amarillos y pardos.
Entonces, dice "no more dogs". Así dice enfrentando a los perros, protegiendo a los niños. No more dogs, firmemente, decidida. Y por qué inglés, claro, era una institutriz inglesa y por eso es "no more dogs". Una clara llamada a que el mundo se ordene, a que salga el sol, a que el jazmín perfume el aire. Es una orden a la muerte, al caos, una advertencia furiosa.
Es una rebelión.
"No more dogs", no más perros. No me rindo, no me dejo morir, no permito que me hagan despojo. No more dogs.
Basta.
Y esa mañana no hubo perros. Y la vida siguió con su costumbre de mezclar lo fasto y lo nefasto. Pero desde esa mañana ya no hubo perros para Gabriela. No se dejó atrapar. Siguió adelante sin el cortejo de angustias.
Y yo, rodeada de perros, pregunto cómo. Cómo se hace, Gabriela, para ahuyentar las muertes que acechan.
*De Monica Russomanno russomannomonica@hotmail.com
ELLA Y LA MANZANA*
Lo cogí, sí, lo sujeté, es fácil imaginar con cuánta pasión; pero al cabo de un minuto empecé a percatarme de lo que realmente tenía entre mis brazos.
Otra vuelta de tuerca
Henry James
Sintió un extraño vacío en su interior al no verla en el banco... Entre ellos aún no había nada que pudiera ser llamado una relación seria, a pesar de que podía calificar cada encuentro de memorable. Pero algo le decía que su ausencia de hoy, la primera desde que se conocieron, no era como para ser tomada a la ligera. Se acercó a un grupo de adolescentes que conversaban en un banco.
- ¿No habrán visto a una joven de boina gris?
- Vaya, ¡al fin advierte nuestra presencia! – dijo en tono de broma una muchacha de trenzas.
Ignorando la sonrisa burlona de sus interlocutores, insistió.
- ¿No han visto a la joven de la boina gris que suele sentarse allí, junto a la farola, y conversa conmigo cada tarde?
- ¿Usted bromea? – lo escudriñó un muchacho con un anillo en la nariz – Solemos decirle “el lobo solitario”. Viene al parque a la misma hora, se sienta con el periódico, lo lee en silencio, se fuma un cigarro y se va.
- Eso era hasta hace quince días, entonces la conocí a ella. Coincidimos en el banco, discutimos quién tenía derecho a ocuparlo, nos dimos cuenta de lo ridículo de la situación, reímos... Desde esa tarde solemos vernos. Y hoy no está. ¿No habrá dejado algún mensaje?
Los muchachos se miran, sin saber qué decir. El del anillo en la nariz se decide a hablar, tras intercambiar un ligero gesto de asentimiento con el resto.
- No pretendemos faltarle el respeto, pero usted siempre ha estado solo, venimos aquí después de clases y nunca hubo una mujer al lado suyo.
- No hagan bromas, por favor. Soy un profesor universitario, enseño física teórica, mi conducta es respetable: Ella es real.
Un silencio se apodera del grupo. Al fin la de las trenzas le dice:
- Considerando su profesión, ¿no ha escuchado hablar de mundos paralelos? ¿De otras realidades cercanas y al mismo tiempo inalcanzables, análogas a la nuestra? Digamos que entre estos mundos hay sutiles discordancias, que son permitidas mientras no generen una alteración de orden mayor: usted puede tomar por esta o por aquella calle, conocer o no a una persona, siempre y cuando este encuentro no genere una futura vida no planificada: la nota discordante que no está en el programa del resto de los mundos. Imagine que a veces, muy pocas, se introduce esta pequeña variable que crea la diferencia... ¿Puede calcular las consecuencias? Piense que estoy loca, que leo mucha ciencia ficción, o que soy muy fantasiosa, pero, ¿y si usted es el lobo solitario del mundo de al lado, que tuvo la suerte de encontrar el amor... y por una corrección de estilo del que escribe nuestra historia, intercambió lugares con su doble? No es necesario mudar los cuerpos, me refiero a la trasmigración de almas. Obviamente, no lo notó hasta que no llegó el momento de enfrentarse a la variable: Ella, la que pudiera crear diferencias irreconciliables, si se le da la oportunidad de llegar a terminar la ecuación que comenzó...
- ¡Estás loca! – se rió una joven de ojos azules - Y entonces, ¿qué pasará con la de la boina gris?
- Nuestro lobo solitario la verá en el banco, no la reconocerá, puesto que nunca la ha visto... Está cansado, no quiere discutir con una desconocida, así que opta por romper su rutina y moverse a otro lado del parque. Ella, herida por este gesto, decide no volver más, olvidarse del amor y regresar a su rutina. Él, sumido en su lectura y en las volutas de humo, no advierte que ha restaurado el orden de los universos paralelos... Seguirá su vida y jamás notará el cambio.
- Pero... ¿Y él? – pregunta de nuevo la de los ojos claros.
- No regresará nunca a su universo, quedará atrapado en el nuestro, para que no intente buscarla, porque en el que nos encontramos, el momento del encuentro pasó y no volverá a ocurrir... Optará por no contarle a nadie para que no lo tomen por orate, incluso llegará a no creer lo que le estoy diciendo; pensará que estoy embromándolo, que hablo demasiado, llegará a autoinducirse la idea de que todo fue un hermoso sueño y volverá a su diario vespertino, en su banco junto a la farola... Es lo mejor que puede sucederle, no gana nada con caer en la desesperación, ni siquiera con darle más vueltas al asunto; puesto que ha quedado aprisionado en nuestro lado de la realidad... Para decirlo de otro modo: En una cifra N de mundos, Eva debe morder siempre la misma manzana.
*De Marié Rojas.
-La Habana. Cuba.
VEINTICUATRO HORAS*
El varón argentino del presente relato se llama Amancio. Intentaré estructurar un friso (acaso lo será para algunos lectores) crudo y fidedigno. Quien esto escribe, también varón y argentino, se apropiará del transcurrir de una jornada de su amigo del alma. El que lo es desde que cursáramos el colegio secundario en un barrio al que no pertenecíamos: Mataderos. Tenemos la misma edad y parecida conformación física. Yo acabo de casarme por segunda vez. Convivo con mi esposa desde hace cinco años. El convivió con chicas durante lapsos cortos. Tiene un hijo al que no conoce. Nieto de armenios bailarines, integraba un ballet folclórico armenio. Baila el tango y cualquier ritmo de moda. Frecuentábamos boliches, clubes y centros regionales con la intención de hacernos rápidos levantes. Yo no alcanzaba siempre ese objetivo. Él nunca "se quedaba en la palmera". Y no era selectivo. Alternó con una multitud de minas circunstanciales con las que le era imposible compartir algo más que una cama o paredones propicios para el atraque, umbrales, puentes ferroviarios intransitados, parques. Tiene cuatro hermanas mayores; y yo, dos. Ellas le han ido favoreciendo el acceso a sus amigas. Y con una de mis hermanas se escapó en carpa a Mar de Ajó durante un tórrido fin de semana. No hay escenario en donde no esté a la pesca. "Tirarse, tirarse y achicar el pánico a rebotar. Lo que no se da hoy, puede darse mañana. No intereso a todas, pero eventualmente intereso a todas", sigo oyéndolo proclamar muy con los pies sobre la tierra. Y así, no hay grupo, conjunto, clase, congregación, ágape, banda, vernissage, amontonamiento, donde con las damas no se muestre representando el papel de manso o atrevido o cínico o revolucionario o habilidoso o tornadizo. Lee revistas, novelas policiales o de género fantástico, cancioneros. Canta en reuniones, y compone y estudia vocalización y armonía. De las letras de las que soy autor, difunde las que él musicalizó, las humorísticas: "El Muy Aludo" (zamba), "Los Racinguistas de San Lorenzo" (chamamé), "La Lobizona" (milonga campera), "El Burro de Polipropileno" (valsecito). Es buen chisporroteador y cuentacuentos. Habita un monono departamento, en Uriburu y Paraguay, decorado por él. Es propietario, a medias, de un instituto de danzas y expresión corporal, por Saavedra, en cuyo vestíbulo, en cuadritos de varilla sepia, brotan refranes y sentencias: "El hombre haga ciento; a la mujer no la toque el viento", "El que quiera gozar, goce, que del mañana no hay certeza", "Ama sois mientras que el niño mama; después ni ama, ni nada".
El miércoles trece a las dos y media de la madrugada lo tenemos a Amancio montado por Verónica, estudiante en receso universitario, a la que se fue ganando en un anfiteatro, desde las veintidós del martes doce. Alarma a las siete el despertador de Amancio dispuesto por Verónica. Reiterada la experiencia de las dos y media, Verónica se duchó mientras Amancio yacía derrumbado. Luego ella se vistió, le anotó sus números de teléfono (y sus medidas) en un pañuelo de papel, y se fue a su empleo (oficinas de la Pepsi-Cola).
Amancio se sobresaltó a las once, al sonar el timbre oprimido por la encargada del edificio. Reclamaba su firma para una notificación de que el viernes quince se realizará una reunión de copropietarios. Y él se despabila: flexiones al lado de la ventana abierta. Desayuna mate cocido con Tosti-Beck y queso San Regim fresco. Habla por teléfono con su socio; con la productora de un programa de televisión, a la que el viernes, a medianoche, pasará a buscar por el canal; con un primo residente en la provincia de Chubut, en viaje de negocios por Buenos Aires; con un instructor del instituto. Arregla la cama mientras tararea "reloj, no marques las horas", lustra sus zapatos grises y ejecuta otros menesteres. Se da un remojón y perfuma. Ingiere dos porciones de tarta de zapallitos y agua mineral. Cepilla sus dientes y cuando oye la chicharra del portero eléctrico aprieta el botón que habilita la cerradura y se cubre con una toalla que se ajusta a la cintura. Sonriendo recibe a Edurne que sale del ascensor y le devuelve la sonrisa. Entra al departamento, él cierra la puerta, se estrechan. La toalla se desliza hasta el suelo y Edurne (baja, melosa, piel adolescentona) se ruboriza. Amancio la conduce al comedor, le quita la cartera blanca y una bolsa de plástico que deposita sobre la mesa. Sube al sofá y se instala con piernas abiertas y en equilibrio de frente a Edurne. Obtenida la satisfacción, desciende del sofá, congratulado, la desabotona, libera de cierres, broches y "falsas ataduras", le muerde la nuca y entusiasmándose con los pechos, desde atrás, maniobra hacia el dormitorio, donde ella concluye de desvestirse. No logra Amancio con sus variadas y esmeradísimas caricias que Edurne se abandone a un verdadero clímax (por ningún procedimiento lo habría ella, con nadie, experimentado). La induce a arrodillarse, se introduce en su sexo unos minutitos y a continuación la sodomiza. Comparten un puro cuando Edurne le comenta que había llegado allí desde el sanatorio donde su nuera acababa de dar a luz. Se bañan, juntos, de inmersión, en despampanante bañera. Y se recobra, Amancio, de una lipotimia, cuando Edurne se va.
Se viste, se acicala, atiende el llamado telefónico de alguien que le solicita en alquiler un salón del instituto para efectuar allí una muestra coral. Guarda en un ataché carpetas y talonarios que llevará al instituto. Llega caminando al registro civil en el que será uno de los testigos de mi casamiento. Se excusa por no poder quedarse al sencillo lunch posterior a la ceremonia. "Siendo el trece de enero de mil novecientos ochenta y ocho y en compañía de los testigos Rosalía Ethel Albornóz y Amancio Toufenedjián, van ustedes a unirse en matrimonio y conformar de esa manera la legítima familia, base y sustento de la sociedad y del Estado. Bien. No sé si ustedes ya, ustedes, viven juntos. Lo deduzco, más o menos, por la documentación...” Una agraciada compañera de trabajo de la mujer con la que me están casando, toma fotografías. Sigue el juez: “...prescindir de la lectura de los artículos de la Ley de Matrimonios, porque entiendo que ustedes ya lo han practicado y conocen. Y los voy a invitar a que se acerquen al estrado junto con sus testigos para recibir el consentimiento. Contrayentes, les entrego en ambas manos esta libreta de matrimonio. Mucha suerte". Besos, abrazos y más fotografías. Amancio, en un aparte, señalándome que de verdad está muy urgido de tiempo, y que quién es esa mina (la agraciada), que habría que planear algo para charlar con ella, y que interceda para obtener él esa chance, y que sigamos Martha, mi esposa, y yo, siendo un ejemplo a imitar, y que para cuándo el primogénito, se despide, asciende a un colectivo y otea a las pasajeras, ninguna de las cuales engancha con las miraditas, por lo que llega a destino, sin novedad. Soluciona engorros en el instituto y conversa con una flaquita que no tenía computada, nueva alumna de gimnasia rítmica. Amancio la acompaña a su casa, en Boulogne. Ella guía con vivacidad el Renault 18 de su padre. Con vivacidad le trasmite que no posee registro de conductora pero sí elementos (salvoconductos) probatorios de que su padre es un general de la Nación. Anochece. Estaciona el auto a algunas veredas de su casa. Calle arbolada. Al descender del automóvil, Amancio con disimulo acomoda su trajinado instrumental fuera del slip. Besa con cautela a la flaquita, y posteriormente con vehemencia, incrustándose en ella la promueve para causas aún más conmovedoras. Ella se justifica (aunque Amancio no ha verbalizado ninguna proposición), explicitando motivos por los que no podría ahora prolongar su permanencia con él. Se citan para el domingo en la confitería Caddie.
Después de un par de trayectos en colectivos, en uno de los que procura en vano simpatizar con otra joven discurseándole que "supongamos que soy uruguayo, supongamos por lo tanto que requiero de una cicerone, supongamos que vos te ofrecés para que investiguemos esta gran metrópoli", piensa: "Rígida. Yo tan ocurrente, tan suelto, y ésta, impávida, obtusa. Hoy no pasa nada en los colectivos". Llega Amancio al edificio del diario La Razón. Tal vez Eva estuviese disponible. No ha estado con ella desde octubre. La extraña, ella no lo ha contactado. Tiene ganas de ir al cine con ella, de cenar, y de todo lo demás. Lo recibe en su escritorio, y contentísima da por terminada su labor. En taxi se trasladan al restaurante Río Rhin, en Almagro, a la vuelta de la casa de Eva. Comparten el vistoso pollo "a la carroza real", un panqueque de banana, y ella toma un café. El cine quedará para otro día. Ya en el departamento de Eva, estilo jiposo, Amancio canta temas suyos (y míos) mientras ella lo graba. Con Amancio cantando desde el casette, ambos juguetean a desvestir al otro. Eva pide break para conectar el contestador telefónico y colocarse el diafragma. Concedido el responsable break, se demoran en un sesenta y nueve, hasta que Eva interrumpe, saturada. Amancio la penetra con lentitud. Ya jueves catorce y una y cuarenta y cinco, a Amancio le aguarda dormir enroscado con su querida Eva hasta el amanecer. Y entonces regresar será el imperativo, salir de allí, caminar, cielo y porteros que lavan las veredas, y dormir otro rato en su propia cama, y la vida sigue, y él sigue, mi amigo, argentino y varón, compulsivo y equidistante.
*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
Nada que perder*
Teatro
Autor: Dante Schettini. dante.sch@gmail.com
Sobre idea original de Walter Arce
Obra para diez personajes en ocho secuencias.
SITUACION
Zona desértica, pueblo perdido en la llanura. Sobre la ruta, el bar del pueblo. Son las dos de la mañana y hace mucho calor. En el interior están Nacho, el dueño y un parroquiano conocido como el Escorpión. Marta y Silvia están entre el público.
Secuencia 1
Nacho, detrás de la barra, acomoda las copas, mientras conversa con el Escorpión, que está sentado a una de las mesas; cada tanto interrumpe su trabajo y se acoda en el mostrador.
NACHO
– Si... con el circo anduve por Centroamérica... llegamos hasta México... ¿equilibrista? no, nada que ver... titiritero, aunque ahí aprendés un poco de todo... me acuerdo que un par de veces tuve que reemplazar al mago, ¿qué? no... ¡ma qué enfermo! Se agarraba unos pedos de novela... y a veces no podía ni hablar. ¿Por qué me fui?... en realidad se fueron ellos... yo... En México conocí a una mujer... bastante más grande que yo, que cantaba boleros y como yo también tocaba la guitarra... durante algunos meses recorrimos buena parte de México, tocando en cantinas, en pueblos pequeños, hasta que... un día ella desapareció... si... así como te la cuento... desapareció, se esfumó en el desierto... en ese momento no supe que hacer, no tenía un peso... así que me eché a andar, iba de pueblo en pueblo, haciendo changas... hasta que llegué a Buenos Aires, lo que tampoco era gran cosa... porque no tenía que hacer, ni a dónde ir... Un día, estaba trabajando en el Mercado, cargando camiones... y en un descanso me puse a hablar con un tipo, que viajaba todas las semanas al interior, y me ofrecí para acompañarlo en el próximo viaje, pero, le dije, cuando encuentre un pueblo que me guste... ahí me quedo, total... no tengo nada que perder... (Resopla y vuelve a tomar aire) Me acuerdo que paramos en la estación de servicio que está acá enfrente y bajé para estirar un poco las piernas... en eso miro hacia el bar... y sentí una cosa extraña, como si me fuera familiar. A los pocos días estaba trabajando como ayudante... es curioso pero a veces te suceden cosas que te atan para siempre a un lugar y su gente y de pronto sentís que ya no hace falta escapar, que por fin tenés algo que te pertenece y a lo que vos pertenecés... que por fin encontraste tu lugar en el mundo, y que ni siquiera la muerte va a poder arrancarte de ahí. Creo que eso fue lo que me pasó acá, en Perros Muertos... si, creo que todo empezó esa noche...
(De pronto registra al público, lo observa pensativo y dice)
NACHO
– Voy a contarles una historia... una historia reciente... Sucedió aquí mismo. Perros Muertos es un pueblo pequeño, la vida no es un paraíso, pero tampoco un infierno. Sus habitantes no tienen pretensiones desmedidas, pero sus pequeñas ambiciones son invalorables. Sus vidas se entrelazan como el agua del riego que inunda las acequias, confundiendo sus destinos... pero... permítanme que les muestre...
(Se dirige hacia donde está el público)
– Para esto voy a necesitar la ayuda de dos señoritas, dos señoritas del público... (Camina observando a la concurrencia) Las dos agraciadas van a tener la doble fortuna de dar vida a esta historia real y al mismo tiempo darle una oportunidad a su fantasía (dirigiéndose a Marta) ¿No es cierto? (le toma la mano y se la besa delicadamente. Marta se muestra nerviosa) –Era una noche como cualquier otra en Perros Muertos... (camina entre el público) Hacía mucho calor y eran cerca de las dos de la mañana... Me acuerdo que yo estaba limpiando, acomodando las copas... en el baño, en uno de los excusados, Darío y Jorge hacían el amor, como otras tantas veces... (Se acerca a Silvia, que lo mira aterrada y tendiéndole la mano la invita a levantarse) Entra Sandra, la prostituta, que acaba de ser violada por el loquito del pueblo, el hijo del gomero... (la toma del hombro y caminan hacia donde está Marta) Mientras Sandra está contando su mal trance, llega Ely, (se para al lado de Marta y la mira a Silvia como buscando su aprobación, Silvia se ríe nerviosa, Marta se acomoda en su asiento, molesta) ...la adolescente Ely, que como todas las noches viene a fumarse unos cañitos en el baño... (algo se establece, entre los tres, a través de sus miradas, Nacho y Silvia invitan a Marta a acompañarlos, Nacho las lleva a las dos, tomadas por la cintura, hasta la escena) Lo que sigue... ustedes lo saben mejor que nadie... (las suelta, las dos espectadoras se quedan mirándose, interrogantes, mientras Nacho va hasta detrás de la barra y vuelve con dos bolsas) ¿Cómo se llaman?
MARTA
– Yo, Marta.
NACHO
– ¿Y vos?
SILVIA
(Dubitativa)
– Eh... Silvia.
NACHO
– Bueno, acá están sus ropas... cámbiense pronto, que empezamos...
SILVIA
(Desorientada)
– ¿Acá?
NACHO
– Si, vamos no pierdan tiempo.
(Silvia mira a su alrededor, mira al público y la mira a Marta, que le hace un gesto con los hombros. Mientras se cambian cuchichean, Nacho entretanto acomoda la escena).
SILVIA
– ¿Vos de dónde sos?
MARTA
– De la Capital ¿Y vos?
SILVIA
– No... yo... Che, ¿no te parece que está medio sonado este tipo?
MARTA
– ¿Medio?...
SILVIA
– ¿Qué es lo que quiere? No entiendo. Venimos a ver una obra y este loco quiere que actuemos...
MARTA
– A mí me divierte, es como un juego...
SILVIA
– Yo tengo unos nervios ¿Te diste cuenta que nos están mirando? Che, ¿a vos te parece que nos pagarán algo por esto?
MARTA
– ¿Pagar?... noo... ¿No viste la cara de miserable que tiene? ¿Por qué te crees que no vinieron los actores?
(Nacho se acerca)
SILVIA
– Shh... cuidado, ahí viene.
NACHO
– ¿Y? ¿Cómo van? (las observa minuciosamente haciendo algún que otro retoque en el vestuario)
LAS DOS (a coro, con sonrisas nerviosas)
– Ehh, bieen... bien, sí, sí, muy bien...
NACHO
– Bueno, bueno (bate palmas) –Vamos que empezamos. (Marta y Silvia salen de escena por la entrada del bar)
Secuencia 2
Nacho limpiando la barra y acomodando las copas; canturrea "De puro curda".
SANDRA (entrando, con los zapatos en la mano y la ropa desarreglada)
– Good Nigth, Nacho...
NACHO
(Levantando la vista)
– Sandra, querida, ¡qué facha!
SANDRA
(Con naturalidad)
– Ay, no sabés, me acaban de violar...
NACHO
(Sin sorprenderse)
– ¿Ah si, che? ¿Quién?
SANDRA
(Soltando los zapatos)
– El enfermito... el hijo del gomero. El hijo de puta me sorprendió saliendo de atrás de un árbol. ¡Tenías que verlo! con su enorme bocaza babeante, estaba tan excitado, yo quería tranquilizarlo, pero se ponía peor... uhu, uhu, uhu... imaginátelo...
NACHO
– No te puedo creer...
SANDRA
– Entonces sacó esa cosa, ¡ay, no sabés... qué pedazo de poronga! (Nacho la mira entusiasmado) Se me tiró encima y nos caímos al piso y el loquito desesperado: uhu, uhu, uhu... pero, pobrecito, no la embocaba ni por casualidad... tuve que ayudarlo.
NACHO
(Asiente con la cabeza)
– ¡Qué terrible!
SANDRA
– Sí y encima me enchastró toda, mirá... ¡Qué porquería!
NACHO
(Negando con la cabeza)
– Una barbaridad...
SANDRA
– ¿Y sabés qué es lo peor?...
NACHO
– ¿Qué?
SANDRA
(Sigue sin esperar que Nacho le conteste)
– Que cuando le dije que me tenía que pagar, se hizo el pelotudo, se levantó y se fue.
NACHO
– ¡Qué desgraciado!
SANDRA
– Igual que el padre mirá, viejo miserable, nunca quiere pagar... Pero yo me cobré igual.
NACHO
(Intrigado)
– ¿Ah sí?
SANDRA
– Si (ríe divertida) me traje una goma de tractor, te la dejé en el fondo.
(Entra Ely que va derecho al baño. Sandra la observa.)
SANDRA
– ¡¿Hola no?!, por lo menos... (busca con la mirada a Nacho. Ely no contesta, pero antes de entrar al baño le dirige una mirada sugerente a Sandra)
SANDRA
– Bueh...
Secuencia 3
Sandra está sentada a la barra, Nacho, del otro lado, le sirve una copa, mientras canta el mismo tango que al principio, Sandra se le suma, mientras lleva la copa a sus labios; quiere tomar sin dejar de cantar y se chorrea...
SANDRA
(Mientras se levanta sacudiéndose)
– ¡La puta que lo parió! (mira a Nacho y se tientan, ríen a carcajadas. Sandra toma una servilleta y se limpia la boca, pero se le corre el rouge, termina por sacárselo)
(En ese momento Ely sale del baño y se queda apoyada contra la pared, Nacho y Sandra la miran, se miran entre ellos y vuelven a tentarse. Sandra apoya en la barra los elementos para pintarse)
NACHO
– ¿No necesitás un espejo?
SANDRA
– No, me lo sé de memoria... Mi abuela me enseño a pintarme cuando tenía seis años. También me enseñó otras cosas... bah, en realidad casi todo lo que sé me lo enseñó ella... y la calle. (Nacho asiente con la cabeza) Mi mamá no, la veía muy poco y cuando estábamos juntas no hablábamos de eso. ¿Te conté no, que mi abuela regenteaba un prostíbulo?
NACHO
(Dándole pie)
– No me digas... (Ely se desliza por la pared hasta quedar sentada en el piso, saca una libreta y empieza a escribir)
SANDRA
– Si, en el sur... eran épocas duras, ¡los tipos eran duros!, pasaban meses sin ver a sus familias, trabajaban catorce horas por día, dormían en galpones, todos amontonados y a fin de mes, lo poco que cobraban se lo gastaban en copas y putas...
NACHO
(Divertido)
– Muy buena inversión
SANDRA
(Riendo)
– Por supuesto ¿Qué mejor? (apura un trago, apoya el vaso vacío) ¿No me servís otra, Nacho?
NACHO
(Le sirve)
– ¿Y tu vieja?
SANDRA
– Mi vieja era distinta, se cotizaba. Ella se molestaba si la llamaban prostituta, ella era "acompañante" ¿Entendés? Andaba con políticos y fulanos de guita. Aunque sé que en el fondo ella quería otra cosa. En cambio yo... ¡Qué sé yo! A mí me gusta cojer, quiero hacerlo todo el tiempo, me hace sentir viva, pero bueno, tampoco soy boluda, no lo voy a hacer gratis, aunque algún día sí, a lo mejor... si conociera a un tipo que me lleve a vivir al campo...
NACHO
(Se ríe)
– Al campo... ¿Y esto qué es?
SANDRA
– No boludo, a una casa en el campo, con animales: gallinas, patos y todo eso...
NACHO
(Burlón)
– La verdad que no te veo en una granja... como no sea regenteando gallinas... (se ríe estrepitosamente)
SANDRA
(Levantándose)
– Andá a cagar (va hacia donde está Ely) ¿Y vos... qué estás escribiendo... tus memorias?. (Nacho larga otra carcajada; Sandra trata de espiar en la libreta de Ely, que la esconde, y la mira desafiante) Dale, ¿por qué no me lees algo? (va hasta la barra a buscar sus cosas, Ely mientras tanto lee)
ELY
– "Como quien abandona la partida. Como quien se entrega, lentamente al abrazo de las sombras. Como quien hizo de la nada su propio y último silencio"
SANDRA
(Lo mira a Nacho y le hace un gesto como que no entendió nada)
– ¡Qué lo parió!
NACHO
(Desconfiado)
– ¿Eso es tuyo, Ely? (Ely se encoge de hombros)
SANDRA
–Ay, ¡pero que pálida que estás!... A ver, a ver (vuelve con el lápiz de labios en la mano) Vamos a ponerte un poquito de color (Ely se entusiasma, Sandra le pinta los labios, en un momento se detiene y se quedan mirándose fijamente, Sandra apoya sus labios en los de Ely que se deja hacer) Me parece que esta nena tiene futuro...
NACHO
– Es una chiquilina todavía.
SANDRA
– ¿Chiquilina? Yo empecé a esa edad...
NACHO
– Quien sabe lo que vaya a ser...
SANDRA
– Y a lo mejor escritora... (le empolva la cara) ...o bailarina, ¿Nunca la viste bailar?
NACHO
– No... pero si apenas puede mantenerse en pie...
ELY
(Mirándolo de arriba abajo)
– ¡Qué boludo!
SANDRA
– Esperá ya vas a ver (va hasta la fonola y pone un disco, se acerca a Ely invitándola a bailar) Dale, mostrale
ELY
(Se levanta meciéndose al compás de la música, se acerca a Nacho y le da el porro para que se lo tenga)
– No te lo fumes todo ¿eh?
NACHO
– Para nada...
ELY
– Lo único que falta es que digas que no te gusta... (Nacho sonríe y pega una pitada, Sandra agarra a Ely y empiezan a bailar, Nacho se suma, bailan los tres hasta que Sandra se cansa y se sienta a la barra) ¿Y? ¿Qué tal? (Nacho se detiene pero sigue observando, seducido por los movimientos de Ely)
NACHO
– Maravilloso... (Ely le clava la mirada y se quedan enganchados por un momento, luego Ely hace una reverencia y termina la danza).
NACHO
(Aplaude sonoramente)
– Muy bien, muy bien (hace una pausa. Iluminación tenue) Bueno ahora... vos Silvia sos Serena, la esposa del presidente de la sociedad de fomento que, al morir él, ocupó su lugar; y Marta va a ser Lula. Lula se desencontró con Raúl y pensó que él la quería abandonar. Lula y Raúl son dos forasteros y entran al bar peleándose. ¿Se entiende?
MARTA
– ¿Y Raúl? ¿Quién es? (Nacho busca detrás de la barra y vuelve con un muñeco; se lo entrega a Marta)
SILVIA
– ¿Y yo que hago?
NACHO
– Usted tiene que conseguir fondos para la sociedad de fomento. ¿Está claro?
(Nacho va a acomodar algunos elementos de la escena)
SILVIA
(Haciéndole un gesto a Marta)
– Tomá mate, justo yo que no puedo vender ni fósforos.
(Se cambian)
MARTA
– Tratá de divertirte, Silvia, ya no podemos echarnos atrás...
SILVIA
– ¿Y si los actores no vienen?... porque si este mugriento no les paga... Che, ¿No será una joda y nos estarán filmando? A ver si después salimos en televisión...
MARTA
– Ay, Silvia, ¡dejate de joder!.
SILVIA
– Pero mirá si...
NACHO
(Desde la barra)
– ¿Y, chicas? ¿Ya estamos?
Las dos:
(Nerviosas)
– Sí, sí.
(Salen de escena por la entrada del bar)
Secuencia 4
Entra Serena, que viene saludando a la gente que pasa por la calle.
NACHO
– Buenas noches, Serena
SERENA
– Buenas noches, pueblo. Ay... Nacho, vengo deshidratada, ¿no me serviría algún brebaje para recomponerme? (se acerca al Escorpión) Buenas noches señor Escorpión, ¿como dice que le va?, hacía tiempo que no lo veía; espero que no nos falle el próximo sábado ¿Cómo? ¿No le había dicho nada? Ay pero que despistada, claro, el sábado hacemos la gran kermés del año, si, en la sociedad de fomento, por supuesto, para juntar fondos para el nuevo salón ¡Ah!, a propósito, señor Escorpión, me va a comprar una rifa ¿no?, poca plata ¿sabe?, se sortea un ciclomotor. Si, el primer premio es un ciclomotor y el segundo una radio am/fm, ¿qué me dice?; ¿cómo que no? vamos señor Escorpión, no me va a decir que justamente usted no tiene dinero, el hombre más poderoso del pueblo, por supuesto que a nadie le interesa cómo usted hizo su fortuna, pero por eso usted nunca se niega a colaborar con las causas nobles ¿verdad? Y que alguien me diga lo contrario, ah, me olvidaba el tercer premio es una torta de chocolate ¿Hecha por quién? Adivine... si... por mamita, ¡Ay, con lo que me gusta la cocina! Pero le juro que no tengo tiempo para nada. Una se debe a su pueblo, claro, "primero están los que sufren", así decía el finadito, ¿no es cierto Nacho?
(Antes que Nacho pueda contestar entran Lula y Raúl, a las trompadas)
LULA
(Forcejeando)
– Hijo de puta, salí hijo de puta. Te voy a matar. Soltame. Soltame, hijo de puta (peleando caen sentados a una de las mesas; Serena intercambia una mirada interrogante con Nacho que le devuelve una mueca, alzando los hombros; Lula registra que están en un bar y que hay gente observándolos)
SERENA
(Se acerca cautelosa)
– Hola, hola... buenas noches...
LULA
(Avergonzada)
– Perdón, no me di cuenta que...
SERENA
(Tranquilizándola)
– No hay problema, querida, ¡Estás muy tensionada! Necesitás algo fuerte (sin esperar respuesta) Nacho traeme un wisky por favor, con hielo. ¿O prefiere una gaseosa?
LULA
(Negando con la cabeza)
– Un wisky está bien.
SERENA
(Le tiende la mano)
– Mi nombre es Serena. Serena Risolta Yrigoyen, presidenta de la Sociedad de Fomento de Perros Muertos, aunque la verdad, la verdad, a mí nunca me gustó la política, pero la gente del pueblo lo quería tanto al finadito, insistieron tanto... (Lula la mira, interrogante) Mi marido, él era el presidente, hizo tanto por este pueblo hasta que... (se emociona; Lula le apoya una mano en el hombro, Serena reacciona) Ay, pero cierto querida, estábamos hablando de vos... contame... eh... ¿Cómo me dijiste que te llamabas?
LULA
– No se lo dije. Yo soy Lula.
SERENA
– ¿Tula? (lo mira a Raúl)
LULA
– No, Lula... y el es Raúl (se enardece) ¡Cochino!, ¡Miserable! (le tira una cachetada) –¡Hijo de puta!
SERENA
(Le palmea el hombro)
– Bueno, tranquilizate querida, tranquilizate y contame...
LULA
– Ay... no sé por dónde empezar...
SERENA
– Por el principio, angelito. (Se acerca Nacho trayendo el wisky, lo apoya en la mesa y clava sus ojos en Lula que le sonríe sugestivamente, Serena sigue la dirección de las miradas y luego lo mira a Raúl, le sonríe) Nacho (sin dejar de mirar a Raúl) ¿No me traés a mí uno de esos? Ah, y otro para Raúl. (Nacho se aleja, pero Lula lo sigue observando, Serena acerca una silla) Entonces, querida, ¿cómo era el asunto?...
LULA
– No podíamos venir juntos desde la Capital...
SERENA
– ¿Ah usted es capitalina? ¿Escuchaste Nacho?, perdón querida, siga, siga...
LULA
– Si... no podíamos venir juntos así que él se tomaba un micro y yo venía con el auto, nos teníamos que encontrar en la gasolinera, que está acá enfrente... en la parada de micros...
(Nacho le sirve un wisky al Escorpión y luego sigue acomodando las copas, cada tanto dirige su mirada hacia Lula)
SERENA
– Ah, pero entonces... ustedes...
LULA
– Somos amantes, es en lo único que nos podemos entender con este idiota (las dos miran a Raúl, luego Lula busca con la mirada a Nacho que le sonríe desde la barra) Ibamos a pasar el fin de semana juntos en un hotel que está entre las sierras, cerca de Termales, es un lugar hermoso... ¿Conoce?
SERENA
(Asiente con la cabeza)
– La verdad que no... salgo tan poco...
LULA
– Pero el estúpido no venía. Estuve más de dos horas esperándolo, la ansiedad me devoraba, pensé que se había arrepentido.
SERENA
– Ay hijita, ¡Qué momento!
LULA
– Y cuando por fin aparece... el maldito auto que no arranca, y dale que dale, dale que dale, lo ahogó el infeliz. Yo me puse como loca... discutimos y... bueno el resto ya lo sabe.
SERENA
– Si, es cierto... eso pasa por tener auto... yo, en cambio, tengo un carruaje (Lula la mira extrañada) Un carruaje repleto de oropeles, tirado por cuatro caballos blancos, como la nieve, totalmente blancos, lo único que los diferencia son los ojos, Rodolfo con sus ojos color café y el Idelfonso con sus enormes ojos celestes, cual Pegaso cruzando el firmamento y dejando tras de sí una aureola de nubes que...
LULA
(Interrumpiéndola)
– ¿Hace mucho que es viuda?
SERENA
(Saliendo de su delirio)
– ¿Cómo dice?
LULA
– Usted... me dijo que era viuda...
SERENA
– Ah, si... hace tanto ya que...
NACHO
– ¿Tánto?
SERENA
– ¿Cuánto hace Nacho que soy viuda?
NACHO
– ¡Tres meses!
SERENA
– Ay si, tres meses... pero lo recuerdo como si fuera ayer... (recapacita) ¿Tres Meses? ¿Dijiste tres meses, Nacho?
NACHO
– Si, ¿no se acuerda que tuvimos que velarlo acá?...
SERENA
(Tentadísima)
– ¡Tres meses! (Sigue riéndose)
NACHO
(A Lula)
– Tuvimos que velarlo en el bar, porque la sociedad de fomento se la habían alquilado a un director extranjero para filmar una película.
LULA
– ¡No me diga! (Serena sigue riéndose, interrumpiendo la conversación)
NACHO
– Serena, se va a ahogar...
SERENA
– Ay si, Nacho, servime algo para tomar.
LULA
(Suspirando)
– En fin... aquí estamos...
SERENA
– No te hagas problema, querida, todo se va a solucionar.
LULA
– ¿Le parece?
SERENA
– Por supuesto, y ahora reconcíliense... que es lo más lindo... (Serena se acerca a Raúl) Mirá que por acá no vas a conseguir un hombre tan fino, tan elegante, (la respiración de Serena se acelera) tan apuesto, tan... (le toma la mano y la acerca a su cuerpo) tan... (Lula que observa la escena se empieza a excitar) atractivo (de pronto se da cuenta de la situación, la mira a Lula, agarra su mano y la junta con la de Raúl) Con permiso, ¿eh? (Lula empieza a tocar a Raúl, Serena se dirige hacia donde está el Escorpión) Ay, don Escorpión, qué momento terrible ha pasado esa chica, me hace acordar cuando yo me casé ¿Nunca le conté? Porque yo me casé de muy chica, bueno muy, muy, en realidad no... tenía dieciocho, recién cumplidos, era esbelta, rozagante, pura...
NACHO
(Burlón)
– ¿Pura, a los dieciocho?
SERENA
(Ofendida, se acerca a la barra)
– ¡Por supuesto! Yo era muy inocente y después de todo vos que hablás si en esa época todavía no vivías en el pueblo, pero hace veinte años... (camina por la escena, se acerca al Escorpión) ¿Usted se acuerda, don Escorpión lo que era este pueblo hace veinte años?
NACHO
(Riéndose)
– ¿Cómo no se va a acordar si era lo mismo que ahora?
(Lula y Raúl hacen el amor sobre la mesa).
SERENA
– No se agrande usted, Nacho, porque viene de la Capital, que lo suyo siempre fueron los suburbios, si se le nota el barro pegado en el alma...
NACHO
(Como recitando)
– El barro, si, pero con ese barro se amasó el sueño de los orilleros... el verso de los zanjones... la melodía del arrabal.
SERENA
– Chan, Chán. ¡Ay Nacho! Usted es un poeta, las cosas que dice. Hasta me dieron ganas de bailar.
NACHO
(Saca una moneda y se la alcanza a Serena)
– Tome. (Serena va hasta la fonola y elige un bolero. En ese momento Lula y Raúl terminaron de hacer lo suyo y se están arreglando la ropa. Serena va al encuentro de Nacho y lo saca a bailar al mismo tiempo que invita a Lula y Raúl) Vamos, anímense, no nos dejen solos... (Lula lo toma a Raúl y salen a bailar).
(Durante el baile, Raúl sin querer le toca el culo a Serena que se entusiasma)
SERENA
– Ay, Nacho, me están entrando unos calores...
LULA
– Entonces... ¿Qué vamos a hacer? Si el mecánico no viene hasta el lunes...
SERENA (deja de bailar y se acerca a Lula y Raúl, llevando de la mano a Nacho)
– Perdón que interrumpa... él es Nacho, a lo mejor puede ayudarlos... (los junta para que bailen, al tiempo que agarra a Raúl) ¿Por qué no le explica Tulita?
LULA
(Mientras Nacho la toma para bailar)
– Lula.
SERENA
– ¿Qué?
LULA
– Es Lula, Lula no Tula.
SERENA
(Asiente con la cabeza)
– Si... explíquele a Nacho (y apoya la cabeza contra Raúl. Las dos parejas bailan un rato susurrándose cosas, hasta que Nacho hace un ademán invitando a Lula a acompañarlo, Lula lo sigue. Serena y Raúl se sientan. Lula y Nacho se acercan a donde está el Escorpión. Nacho los presenta. Lula coquetea con los dos).
SERENA
– No se haga problema, Raúl, seguro que el Escorpión los puede ayudar. Usted no sabe que clase de hombre es... así, viéndolo de lejos parece un rufián, bueno, en realidad es un rufián, pero si usted lo conociera... Seguro que va a poder ayudarlos, el Escorpión tiene muchas influencias, muchos contactos, es un hombre muy importante. Si, así como lo ve ¿O usted que pensaba? ¿Qué era un borrachín cualquiera? No señor, no se confunda, el señor Escorpión es muy poderoso por eso va a colaborar con una buena suma para la sociedad de fomento... ¿Cómo? ¿No le había comentado? Si, para el nuevo salón... usted me va a comprar una rifa ¿verdad? (Mientras Serena habla, Raúl la manosea y serena se calienta).
NACHO
(Al Escorpión)
– Escuchame... la señora...
LULA
– Señorita... (saludando con un gesto al Escorpión) Lula, mucho gusto.
NACHO
(Asiente con la cabeza)
– La señorita sufrió un percance, su auto se averió y el mecánico no viene hasta el lunes ¿Vos no tenés a alguien que pueda revisarlo hoy?
LULA
– Por el dinero no hay problema... llegado el caso podemos conversar...
(Lula se excita en presencia de los dos hombres. Serena se abanica con un pañuelo)
SERENA
– Raúl, ¿Alguna vez anduvo en ala delta?
(No espera que le conteste. Mira hacia donde está el Escorpión. Al mismo tiempo Lula mira a Raúl. Se miran entre ellas e intercambian posiciones. Se cambian. Son Sandra y Ely).
Secuencia 5
SANDRA
(Caminando hacia el Escorpión)
– Nacho, ¿no me servís una copa?
NACHO
– ¿Adónde?
(Ely, apoyada contra la pared, sigue con la mirada a Sandra y cada tanto mira de reojo, tímidamente a Raúl).
SANDRA
(Sentándose en las rodillas del Escorpión)
– Acá... Acá está bien (se refriega) Humm, si, muy bien (le dice algo al oído y se ríe).
NACHO
– ¿El va a tomar algo Sandra?
SANDRA
(Simulando pasión)
– Si ¡A mí me va a tomar!... ¿cómo? (acerca su cara a la de Escorpión) Pero claro, ¿qué te pensás? (a Nacho) Escuchalo
NACHO
– ¿Qué dice?
SANDRA
(Al Escorpión)
– Por supuesto que tenés que pagar, papito ¿O te crees que yo hago beneficencia? (se levanta, llevándose la copa y va a sentarse a la barra).
NACHO
(Golpeando con el codo en el mostrador)
– ¿No hay caso, no?
SANDRA
– El se lo pierde (toma un trago) – Lo que es yo, gratis... tendría que ser muy chancho un hombre para que no le cobre... tendría que proponerme cochinadas nuevas para mí. Y sinceramente creo que es muy difícil... ¿Y a vos, Nacho ¿te gustan las cochinadas?
NACHO
– Humm... más o menos.
SANDRA
– Dale, no me engrupas, que se te nota la cara de puerquito. (Nacho sonríe, Sandra toma el teléfono y sin marcar habla mirando hacia dónde está Ely) Hola... hola, Ely...
ELY
(Al verse sorprendida baja la cabeza avergonzada)
– Hola...
SANDRA
– ¿Qué estás haciendo Ely?
ELY
– Nada...
SANDRA
– ¿Nada, Ely? ¿Seguro? (Ely niega con la cabeza mirando de reojo a Raúl) ¿Entonces por qué tánta vergüenza? (Ely ríe tímidamente) ¿Querés hacer algo, Ely?
ELY
– Sí...
SANDRA
– ¿Y... no te animás a hacerlo sola? (Ely niega con la cabeza) ¿Necesitás ayuda? (Ely se ríe) Querés que yo te ayude, Ely? (Ely asiente con la cabeza. Sandra se levanta y va hacia ella)
SANDRA
– Contame... ¿Qué te pasa? ¿Eh? (Ely se ríe, se toca el vientre) ¿Te duele la panza? (la acaricia maternalmente) ¿O sentís cosquillas? ¿Sentís una cosquillita acá? (le toca el pubis con la punta de los dedos).
ELY
(Muerta de vergüenza pero excitadísima)
– Sí...
SANDRA
(Abrazándola)
– Vení... (la lleva hasta la mesa de Raúl, Ely hace un ademán de resistencia) Hola, Raúl, ella es Ely... quiere conocerlo... (la ayuda a sentarse, se acuclilla detrás de ella y la acaricia como intentando excitar a Raúl) Trátela bien, está un poco asustada... (Sandra se levanta y se aleja).
ELY
(Tímida)
– Escribo... y también me gusta bailar (se ríe) bueno... le voy a leer algo (mientras lee Raúl la toca) "El delirio, como animal en celo, hincó sus dientes de paria, en el sexo humedecido de la noche" (Raúl la sigue tocando) "Mi locura huérfana copula con la muerte ".
(Raúl no le responde, está concentrado en tocarla; Ely mira hacia dónde están Sandra y Nacho que comparten un porro, se ríen, Ely se saca de encima a Raúl y va hacia ellos, Nacho le convida una pitada)
NACHO
– ¿Querés? (Ely tiende la mano para agarrarlo pero Nacho se lo saca) Antes un beso...
ELY
(Se acerca, recitando)
– "Todo para mí es inaccesible"... (acerca la cara a Nacho, acariciándole el brazo) "Desde la gloria efímera de un beso"... (le saca suavemente el porro y lo deja a Nacho con la boca preparada para recibir el beso) "Hasta la vanidad heroica del suicidio"
Secuencia 6
Entra Dolores, la Perdida.
DOLORES:
– ¿Y yo quién soy? ¿Puede alguien decirme quién soy?
(Silvia y Marta se miran sorprendidas).
MARTA
(A Silvia)
–¿Quién es?
DOLORES:
– Eso es lo que yo quiero saber ¿Quién soy?
SERENA
– ¿Pero usted es de acá?... quiero decir... ¿del pueblo?... de... (a Lula) Ayudame querida ¿¡Qué es esto!?
DOLORES:
– Yo no sé quién soy. ¿Usted sabe quién soy?
LULA
– ¿Quién yo?
DOLORES:
– ¿Usted puede decirme quién soy?
SERENA
(Buscando con la mirada a Nacho)
– ¿Usted sabe quién es?
NACHO
– ¿Quién?
LAS DOS:
– ¡Ella!
DOLORES:
– ¿Dónde estoy?
NACHO
– Ah, no, bueno... en realidad no sé, está perdida. No podemos saber quién es... ni ella misma no sabe. Se llama Dolores.
SERENA
– ¿Y quién es Dolores?
NACHO
– Ella.
DOLORES:
– ¿Dónde estoy? ¿Quién soy?
LULA
– Pero entonces sabe quién es...
NACHO
– No, bueno... este...
SILVIA
– Yo me refiero a... ¿Qué papel tiene en la historia?.
NACHO
– Ah, no sé.
MARTA
– ¡Pero cómo! ¿Usted no la conoce?
NACHO
– No.
SILVIA
– Pero si recién dijo que se llama Dolores...
NACHO
– Eso dicen.
DOLORES
(Como en una letanía)
– ¿Alguien me puede decir quién soy?
MARTA
(A Silvia)
– ¿Y ahora? ¿Qué hacemos?
DOLORES:
– ¿Dónde estoy? ¿De dónde vengo? ¿Dónde estuve? ¿Por qué me fui?
SANDRA
(A Ely)
– ¡Qué mal viaje! ¿No, nena?
ELY
(Soltando una carcajada)
– Si...
DOLORES:
– ¿Usted sabe de dónde vengo? Dígame, por favor... ¿Sabe quién soy?
(Ely y Sandra se ríen).
NACHO
– Chicass...
SANDRA
– ¿Qué pasa Nacho? ¿Te asusta la idea de perderte? ¿Vos nunca te perdiste, Nacho?
ELY
(Cuchicheando)
– Apuesto a que sí.
NACHO
– ¿De qué están hablando ustedes dos?
ELY
(Acercándose a Nacho)
– Vamos Nacho, contame algún viaje.
DOLORES:
– ¿A dónde vamos? ¿Dónde estoy?
SANDRA
– Tené cuidado nena, que te podés quemar.
ELY
(Se acerca más a Nacho y mirándolo fijamente le roza el pecho con la mano)
– ¿Estuviste en México?
Dolores:
– ¡Fuego! ¡Fuego! ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?
(Ely riéndose se aleja de Nacho).
SANDRA
– Nacho...
NACHO
(Apesadumbrado)
– Ahora vengo (sale).
LULA
– ¿Serena?
SERENA
– Sí, Tula
LULA
(Resignada sigue)
– ¿Trabaja bien el amigo de Escorpión?
SILVIA
– No sé, Marta.
MARTA
– ¡Silvia!
SILVIA
– Ay, perdón.
SANDRA
– Nena ¿Siempre tratás así a los hombres?
ELY
– No, solamente si viajaron...
SANDRA
– ¿Y eso que cambia?
ELY
– Que hay gente que no sabe dónde está.
SANDRA
– ¡Cómo La Perdida!
ELY
– Solamente los que viajan saben dónde están, por lo menos alguna vez. El que no camina se pierde...
DOLORES:
– Y yo... ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Para qué?
SANDRA
– ¡¿Para qué?!
ELY
– ¿Para qué, qué? ¿Por qué? en todo caso...
SERENA
– Ay, ay, ay, ay ... No se puede ya, no saber lo que se sabe...
LULA
– Shhh... ¿Escuchó?
SERENA
(Descontrolada)
– Sí, si, ¡Claro que escuché! ¿Cómo no voy a escuchar? ¡La sarta de pavadas que dice esta mujer... cada vez que aparece!
LULA
(Sorprendida)
– ¡Serena!
SERENA
(A Dolores)
– ¡Váyase! ¡Váyase!
LULA
(Intentando apaciguarla)
– Serena... cálmese, ¿qué le pasa?
SERENA
(Como si nada hubiera pasado)
– ¿A mí? ¿Por qué, querida?
(Dolores se va, Lula y Serena hablan las dos al mismo tiempo).
LULA
– ¿Por qué se descontroló de esa manera?... me asustó... está bien que esa mujer era exasperante... pero no tenía por qué ponerse así... gritándole... a una pobre mujer perdida e indefensa que lo único que quería era saber quién era... o acaso usted sabe que lo sabía y lo estaba haciendo a propósito. Pero... ¿Con qué objeto?... si al fin y al cabo ese es su problema y no sé por qué nosotros, que no sabemos nada, tenemos que alterarnos por tan poca cosa... ¿O acaso alguien lo sabe, y?... A propósito...
SERENA
– ¿Qué se cree, esa? ¿Qué va a venir acá a reclamar qué? Si al fin y al cabo siempre fue una perdida... y ahora viene con esos aires de mosquita muerta... a preguntar quién es... je, como si no lo supiera... porque no me va a decir a mi que alguien que anda por ahí tan alegremente no sabe quien es... y por qué nosotros tendríamos que saberlo... y aunque lo supiera quién dice que se lo tendría que decir a ella... que se aparece así de la nada... tan despistada ella...
(Vuelve a coincidir el diálogo)
LULA
– ¿Dónde está Nacho?
SERENA
– Salió un momento... (retomando su habitual candidez) Digamé, querida ¿A usted le gustan las plantas? Ay, creo que ya se lo pregunté ¿no?
LULA
(Más reposada)
– No... no me preguntó, pero si quiere saber... me gustan los jazmines...
SERENA
– Ah, yo sabía, ¿a quién no le gustan los jazmines?. Aunque... ¿le digo la verdad? a mí me encanta todo lo verde... las margaritas, los helechos, los gladiolos, las cotorras, los dólares, las esmeraldas, los...
LULA
– Pero... Serena, estábamos hablando de plantas...
SERENA
– Ay, si, lo que pasa es que yo, cuando hablo de plantas, me pierdo... me voy a la estratósfera ¿vio? Igual que cuando me preguntan de mis caballos... Rodolfo con sus ojos color café y el Idelfonso, que tiene los ojos tan celestes...
LULA
(Interrumpiéndola)
–Si, ya me contó... que parece Pegaso surcando el firmamento y todo eso...
SERENA
–Ay, si tiene razón,... pero es que esta mujer me puso tan nerviosa...
LULA
(Tratando de escuchar)
–Shhh... ¿Escuchó? Ahí está otra vez
SERENA
(Intrigada)
–¿Qué?
Secuencia 7
Entra la autoridad.
POLICIA
– Quietos todos, ¿Qué pasa acá?
(Serena se sienta apurada al lado del Escorpión, pero enseguida reacciona, se levanta y se acerca a la barra).
SERENA
– Ay...
POLICIA
– ¿De quién es el auto que está afuera? (Mira a todos y se acerca a la mesa de Lula y Raúl) ¿Tienen documentos? ¿De dónde vienen? ¿Por qué están acá?
(Lula que estaba de pie cae sentada en la silla, evita mirar al policía).
POLICIA
– Humjumm... (Lo mira a Raúl inspeccionándolo, luego va hacia la barra, Lula se agita en la silla) Yo sé... (apuntando con el dedo a Serena que se asusta) que ustedes esconden algo... y no me voy a ir de acá sin averiguar qué es... (Pasea la vista por todos)
SERENA
– Una sola cosa es cierta...
POLICIA
– ¿Cómo dice?
SERENA
– No se puede matar lo que no muere... como querer tapar... el cielo con las manos.
POLICIA
(Golpeándola)
– ¿Con quién habla?
SERENA
– ¡No!... No se puede ya... no saber lo que se sabe.
POLICIA
– ¡Cállese!
SERENA
(Asustada)
– Tula, querida Tula... Tulita ¿Por qué no le dice de quién es el auto? (Se escurre por un costado del policía, que en ese momento ve al Escorpión)
POLICIA
– ¿Y ése? ¿Quién es?
SERENA
(Sin mirarlo)
– No lo conozco... ¡Yo no lo conozco!. Le puedo jurar que acá nadie conoce al señor Escorpión...
POLICIA
– ¿Escorpión? (se le acerca, desenfundando el arma).
(Lula se agita en la silla y sale como despedida cayendo sentada en el suelo. Se cambia. Es Ely)
POLICIA
(Registrándola con la mirada)
– ¿Y vos? (Serena pasa por detrás de la barra. Se cambia. Es Sandra. El policía se acerca a Ely) ¡A vos te hablo, mocosa!... (Ely, que ahora no puede ver, trata de identificar de dónde viene la voz. policía llega hasta donde está Ely) ¿No sos demasiado chica vos para estar en un lugar como este? (Ely se sorprende por la proximidad de la voz; el policía acerca su nariz al cuello de Ely, la olfatea) Humm... no tan chica... (apoya su mano sobre un seno de Ely que se pega a la pared) – Ja, ja, jajajaja (ríe groseramente; se separa un poco de ella y Ely se desorienta) –Estás asustada... ¿eh, putita? (le desliza el arma por el interior de los muslos, Ely tiembla)
ELY
(Como si estuviera diciendo un conjuro)
– "La noche en celo descubre, en carne viva, la clandestinidad de los espacios."
(Sandra quiere hablar pero no puede, emite un sonido irregular. el policía se da vuelta y la ve)
POLICIA
– ¡Ah! Pero que tenemos acá... a la puta mayor... (acercándose) – ¿Vos que sos? ¿La maestra? ¿O la puta madre? (la agarra de los pelos) Vení (la empuja hasta donde está el Escorpión, y de un golpe la tira sobre él) A ver, mostrame como la chupás (Sandra lo mira) ¡Chupásela, puta de mierda! (Sandra se acomoda, el policía le dispara al Escorpión que cae; Sandra quiere gritar pero no puede; el policía le da la espalda y va hacia la mesa de Raúl).
ELY
(Desesperada)
– ¡Sandra! ¿Qué pasó Sandra?
POLICIA
(Sobrador)
– Pasó que somos demasiados... (se acerca a Raúl, le agarra la cabeza y le mete un balazo, Ely grita desencajada, llora; Sandra corre a abrazarla; el policía entra al baño, se lo escucha patear una puerta y disparar).
POLICIA
(Saliendo del baño)
– ¡Putos de mierda! (se acerca a Sandra y Ely que están abrazadas) Bueno... ahora sí, chicas, pónganse cómodas que vamos a tener una fiestita... privada, ja, ja, jajaja (Ely tiembla, Sandra no puede contenerla, el policía la empuja separándola de Ely) ¿Y? ¿Te quedaste caliente con el tipo ese? Ja, ja, jaja... pero ya viste... la tenía muerta ¿No? (estalla en una carcajada, mientras guarda el arma en la espalda; Sandra está tirada en el piso y él la manosea) Ahora vas a saber lo que es un hombre, vas a poder chupar hasta cansarte, jeje... (Ely busca a tientas a Sandra, el policía la aparta de un golpe) Pero primero quiero saborear un poco de carne fresca... (se levanta agarrando a Ely que está totalmente perdida) Vení chiquita... (la manosea) Yo te voy a enseñar como tenés que tratar a un hombre (Ely se resiste, la cachetea un par de veces) Yo te voy a convertir en una atorranta de verdad... hasta el orto te voy a hacer... jajaja, jaja (forcejean; Ely cae al piso; el policía ríe; Sandra desesperada se incorpora y le arranca el arma de la cintura, retrocede; el policía se da vuelta sorprendido; Sandra dispara varias veces; el policía cae; Sandra se desploma quedando sentada contra la pared, observando al cadáver; Ely llora).
Secuencia 8
MARTA
– ¿Qué pasó?
SANDRA
– ¿Qué?
MARTA
(Sacudiendo el cuerpo del policía, inmóvil)
– ¿¡Qué pasó!? ¡Silvia! ¿¡Qué pasó!?
SILVIA
(Reaccionando)
– ¿Terminó, Marta?... ¿Ya está?
MARTA
– ¿Ya está qué, boluda? Lo mataste...
SILVIA
– Por eso... es el final... ¿No?
MARTA
(A los gritos, mientras sacude el cuerpo)
– ¡Lo mataste de verdad!... ¡Silviaaa!... ¡Lo mataste de verdad! (se le atragantan las últimas palabras en un sollozo. Silvia sacude la cabeza como no entendiendo. La escena se oscurece, se enciende un reflector que da en la cara de Ely, que ahora está de pie; es lo único iluminado).
ELY
(Con la mirada fija en un punto distante por detrás de los espectadores)
– Voy a contarles una historia... una historia reciente... Sucedió aquí mismo. Perros muertos es un pueblo pequeño, la vida no es un paraíso, pero tampoco un infierno...
APAGON Y FINAL.
Buenos Aires, 1998.
© Dante Schettini. dante.sch@gmail.com
NADA QUE PERDER
Autor: Dante Schettini
Síntesis: El texto narra la historia de Nacho, quien cansado de vagabundear, busca un lugar donde establecerse y lo encuentra en Perros Muertos, donde un acontecimiento trágico lo marcará para siempre. Desde entonces Nacho recrea, noche tras noche, lo sucedido en esa oportunidad; para ello solicita la colaboración de los que concurren al bar, pero algo se trastoca, cuando las espectadoras que colaboran en la representación, demuestran que ellas también tienen algo para decir. Sin embargo los personajes quedan atrapados por el desarrollo de los acontecimientos, sumergiéndose en un drama, del cual no pueden prever el desenlace y del que ignoran sus consecuencias.
Personajes: Once: tres masculinos y ocho femeninos.
Temática: La alteración de la cotidianeidad por un hecho fortuito.
Tipo de dramaturgia: Método de las acciones físicas.
Duración estimada: 70 minutos
Público al que está destinada: Adulto.
Presentada por el Grupo El Imaginario, con dirección de Walter Arce en: Teatro Francisco Alvarez, Lanús y Teatro El Astrolabio, Bs. As. (1998).
Puesta en escena
Nada que Perder
Cooperativa de Teatro El Imaginario
Intérpretes: Mecha Russo, Claudia Frangi, Fabián Maresca
Guitarra, Voz y Música Original: Hernán Lechuga
Escenografía: María Jesús Moriatis, Luciana De Bartolis
Fotografía: Diego Ojeda
Asistente de Dirección: Alejandro Marciano
Puesta en Escena y Dirección General: Walter Arce.
Teatro Francisco Alvarez, Lanús, 1998.
Teatro El Astrolabio, Buenos Aires, 1998.
*Licencia Creative Commons nc-nd 2.5 Argentina.
*Fuente: http://elmutante-nadaqueperder.blogspot.com/2007/12/dante-schettini.html
Es preciso*
Es preciso que estés para cuando enciendo el cigarro
y hago círculos con el día, y humo con las horas
y miro la hora y me arrepiento del aire
y enciendo la radio y escucho disparos
cómo se van acabando las horas de paz
¿Por qué tienen silencio los que antes hablaban y callaban la guerra?
Para cuando acabe mi turno ya no estarás más
y por más tiempo que tengas
ya no será nuestro tiempo, ya no seremos eternos
y por cuanta vida que sobre nos habrá pasado la ficha
vení antes que sean las 3 y nos comemos el ocio
para cuando acaben mis horas ya no tendremos silencio
ya no serás vos, ya no seremos,
ya no huiremos, no hará falta correr.
Es preciso tenerte para estar más solos
me encantaría saberte para cuando ando descalzo
y viajo a La Habana y me siento al Malecón
y miro piratas partir en balsas de arena
y trepo los muros de Berlín,
y mojo la tinta en la pena.
¿A dónde estás para cuando zarpan los barcos y muere la luz?
Es preciso que estés presente
para cuando son las 3 y me voy al oeste
a cantarle milagros al mar,
a rogarle la paz a mi tierra.
Es preciso que vengas para cuando muera mi tinta
y se nuble mi lápiz, y se tiña mi verso,
y se caigan distancias y se vengan quijotes,
es preciso que vengas para llevarte al sur.
*De Isaac Varela. varelosqui@gmail.com
*
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sábado, octubre 30, 2010
EL OCASO, OTRA DISTANCIA...
*Ilustración: Ray Respall Rojas.
La Habana. Cuba.
MORADA DE LA NOCHE*
NOCTURNO I
Tejió la noche mis fibras
en su rueca de aventuras,
cubrió mi sangre caliente
tiniéndola de claroscuro.
Le dio forma de gaviota
a mi búsqueda del día,
contrajo mi expectativa,
borró el amanecer.
El retorno inapelable
fue volver al punto de partida.
Los engendros de la noche
se tiñen de oscuridad.
NOCTURNO II
El ocaso, otra distancia.
Guiños azules filtró el firmamento
en un lento goteo de hojarasca.
Las lágrimas lavaron el camino,
imagen le dejaron al recuerdo...
Otro adiós en la mañana...
Revoloteo de tiempo.
NOCTURNO III
Pueden mis manos
clamar contra la muralla
con lacerantes alaridos.
Pueden mis horizontes retorcerse
en rebeldes remolinos.
Llega la noche y me promete el día;
secuencia en ciclos
que alimentan mis espejismos
y solo pregunto: ¿por qué?
NOCTURNO IV
Es la oscuridad
la única compañera,
tú apenas dibujas recuerdos.
Solo la noche
es la envoltura solidaria
que neutraliza el sueño...
Es equidad prolongada
de un permanente
delinear fantasmas
sobre una calle
que se ha quedado sola...
NOCTURNO V
Sobre el altar de la noche
el tributo impuesto
es la golondrina muerta
o el silencio hueco
del viejo aldeano.
Mi mente sedienta
crea el desafío,
mi clamor el viento
que copió mi sombra...
*De Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar
LA VISITANTE*
No era horario de visita, pero la urgencia de la llamada recibida a altas horas de la noche, “fue el único teléfono que se le encontró encima, no sabemos si tiene familiares que respondan por ella”… le hizo sortear los obstáculos y llegar a la habitación donde estaba ingresada su amiga.
Había devorado la carretera, intentando contener las lágrimas que le impedían ver con claridad, pidiendo a Dios: “Todavía no, te lo suplico, todavía no es tiempo de que se marche”, mientras los recuerdos le asaltaban la memoria.
Al llegar a la puerta, vio dos camas, separadas por una cortina verde. En una había una mujer, pálida como la cera, conectada a un respirador artificial, con una acompañante que le sostenía la mano, en actitud de absoluta devoción. La otra cama… estaba vacía.
Entró, para apurar a solas el amargo cáliz… Ni siquiera le fue concedido tiempo para despedirla, para una caricia, para desearle suerte en su último viaje, ¡quedaron tantas cosas por decir!
La ropa de cama, aún arrugada, guardaba la huella de su presencia.
En medio de tanta desdicha, sintió al otro lado de la cortina alzarse las notas de una canción de cuna. La acompañante le cantaba una nana a aquella enferma que no podía escucharla. Sin poder impedir la indiscreción, corrió la cortina verde, conmovido por aquel acto de amor.
La mujer que yacía y la que sostenía su mano… ¡eran casi idénticas! Evidentemente eran hermanas gemelas. La pálida delgadez, las ojeras y la nariz afilada que denotan la proximidad a la muerte no lograban borrar la similitud de los rasgos de la enferma con los de la otra, que con una resignación más allá de la tristeza, la arrullaba y le acariciaba dulcemente los dedos. “Debe ser muy triste la muerte de alguien tan cercano”, pensó y el dolor volvió a atenazarle.
Al sentirse observada, la mujer alzó la vista y lo miró profundamente… Tristeza compartida que los hermanó por un instante.
- No te aflijas – le dijo -. La han trasladado a terapia intermedia, está viva y saldrá de este lugar, con algunas cicatrices en el cuerpo y en el alma, pero se repondrá.
- ¡Gracias! – dijo emocionado y, al comprender que su alegría estaba fuera de lugar en aquel sitio, le comentó señalando con la punta de los labios a la paciente – Lo siento mucho, de veras.
- Ella es Nereida - le respondió, mirando a su gemela con una ternura sin límites -, está muy mal, ¿sabes? Dentro de unas horas vienen a desconectar el sistema que la mantiene con vida artificialmente, ya no tiene caso seguir esperando un milagro.
- ¡Qué triste ha de ser para usted! – exclamó, llevándose ambas manos al pecho en gesto involuntario.
- La han abandonado – continuó ella -, todos… menos yo. Demasiado tiempo una junto a la otra para aceptar que ya no seremos una sola. Estaré a su lado hasta que haya concluido, por duro que sea.
- Es usted muy valiente… y la ama mucho.
- ¿Tú también lo crees, verdad? – miró de nuevo a la que parecía dormir – Nadie la ha conocido como yo… Ahora vete, anda, ve en busca de ella y tómale también la mano. Va a regresar, créeme.
Y como si él no estuviera presente, volvió a acariciar la mano inerte y a entonar la suave canción de cuna. Por un momento se sintió regresar a la infancia, cuando su madre le cantaba “duérmete mi niño, duérmete mi amor, duérmete pedazo de mi corazón”… y sus miedos y fantasmas parecían evaporarse.
Abrió la puerta. Una enfermera con aspecto de haber dormido poco se le encaró:
- ¿Es usted familiar de Nereida?
- No, soy amigo de la paciente que estaba en la cama de al lado… Sé que no se permiten visitas, sólo entré a preguntarle a la hermana si sabía algo de ella, ¡tuve tanto miedo cuando vi la cama vacía!
- ¿La hermana de Nereida? – la enfermera parecía más enojada que al principio.
- La gemela, la que está con ella – y señaló a sus espaldas.
- Señor – le dijo ceñuda la enfermera -, vaya a buscar a su paciente en Cuidados Intermedios y no juegue con la desgracia ajena… ¿No sabe que a Nereida la vamos a desconectar porque su familia así lo solicitó… por teléfono? ¿No sabe que en el tiempo que lleva aquí no ha tenido una sola visita?
Sin poder creer lo que escuchaba se volvió y vio de nuevo a la otra, tan semejante y tan llena de energía, arrullando a la moribunda. Miró a la enfermera… era evidente que ella no la veía. No supo qué decir.
La enfermera se arregló la toca y echó a andar, refunfuñando.
- Decir que hay alguien al lado de Nereida - suspiró -… A esta infeliz, ¡hasta su alma la ha abandonado hace tiempo!
Sólo entonces cobraron sentido las palabras “Demasiado tiempo una junto a la otra para aceptar que ya no seremos una sola… Nadie la ha conocido como yo”, la certeza con que le decía que su amiga iba a regresar “con algunas cicatrices en el cuerpo y en el alma”.
Recordó la voz de su abuelita: “En determinados momentos nuestro padre celestial nos envía señales que solo vemos nosotros, no pueden alterar el curso de los acontecimientos, pero nos dejan saber que no estamos solos, que nuestras oraciones están siendo escuchadas, en eso radica el milagro”.
Miró adonde dos figuras idénticas se abrazaban antes de la despedida.
- La han abandonado todos, menos su alma – dijo.
Y comenzó a buscar la habitación donde alguien lo esperaba.
*De Marié Rojas.
-La Habana. Cuba.
Habla Gloria*
En bombacha hace flexiones en la barra (un metro y setenta y siete centímetros de muy buena madera) engrampada en la pared lila. Hoy es viernes feriado nacional y nuestra kinesióloga no trabaja ni concurre al seminario de post-grado. Pudo haber ido a un pic-nic con gente del hospital, en Virreyes. No se suspendía por lluvia y garúa desde el amanecer. Pudo haber presenciado el ensayo de "Los Húsares" en el Centro Dramático Buenos Aires. Hoy es viernes y Ernesto no apareció a las diez de la mañana, feriado el día completo desaprovechándose. Hace flexiones con ímpetu admirable. Nuestra tromba se llama Gloria y desde el martes el zócalo de frente a la puerta del baño, ha quedado salpicado con gotas de su sangre menstrual. ¡Gozó tanto con Ernesto durante las escandalosas cuatro horas en que la sangre parecía no importar!... Había sido desnudada a manotazos, todo convenido, sólo "por las malas". La alfombrita añil también quedó manchada. La primera embestida incluyó a esa alfombra. Fantástico fue cuando él le rescató bucalmente el clítoris con tamaña dulzura. Si no recordaba mal, Ernesto fue el único que tras merodear en la zona en esas condiciones, además se instaló. ¡La pucha! Así le gustaba a Gloria, la ráfaga del Cono Sur. Será por tanta emoción y gratitud que otro "clinch", meduloso y vehemente, culminó con la felatio más exhaustiva de su trayectoria, tolerando con naturalidad aquel precioso semen en su boca. Lo escupió en el inodoro, un par de buches con la pasta dental y retornó a Ernesto. El prometía "redactar un poema que le haga justicia a tus labios". Labios. Todos reparaban en sus labios. Tomaron whisky en la cama (él, con hielo) antes de renovar el frenesí. Ella encima de él acababa como una locomotora, el vapor (de la locomotora) los aureolaba, lo estaba haciendo bolsa al flaco, ¡ay! si se pudiera circular con este pedazo hirviente, con este irredento entre las piernas, así aferradas las tetas, insistentes y malévolas las yemas de bibliotecario hundiéndome los febricitantes pezones, pensaba huija pero no lo exclamaba, y Ernesto sucumbió en la cumbre, aunque siguieron, había con qué, un rato.
Concluye la sesión de flexiones, al tiempo que un largo tema del Gato Barbieri, del que abundan pequeñas láminas y pósters en su bulín, aun en los armaritos de la cocina. Suena el teléfono, baja el volumen del equipo, se arroja al tubo. Oye y especifica:
- Habla Gloria.
Su prima tienta: hay dos tipos bárbaros y a uno de ellos la prima se lo quiere presentar. Gloria se juega por Ernesto, renuncia, se abstiene de conocer hombres nuevos por ahora, que no le enturbien el sortilegio del martes, ya sin menstruación lo aguarda, si no fue a las diez será a las veinte, pero será, será, ella lo sabe, gracias, que los disfrutes y chau.
A todo Gato otra vez, fundas y cubiertas de discos por aquí y por allá y los auriculares sobre un bafle. También Beatles y Rolling Stones y Kiss. And Joe Cocker and James Taylor and Bee Gees. Discos en las estanterías junto a los libros de la profesión, apuntes y agendas de los últimos años y un retrato de Gloria adolescente, óptima potra incabalgada. Tiempos de resaltar las pestañas y pronunciar el escote para fastidio de su papá (atemorizado): toda esta potra, digo, esta hija para mi; digo, no es para mí: es mi hija. Tiempos de vigilar la expansión de las pantorrillas, la tersura del abdomen, la consistencia de los muslos. Tiempos de evaluar apetencias a la salida del Normal, de dejar con las ganas, tiempos de acalorada soledad. Nunca hacía frío en su alma. En otro retrato, Gloria miraría a cámara, inmarcesible, mordisqueándole una oreja a un felino bicolor. Y en otro, en una toma posterior, una Gloria baqueteada durante su tránsito por la facultad: orgías al paso con compañeros o auxiliares de cátedra.
El teléfono, sobre una mesita rodante conseguida en Emaús, al lado de la cama de una plaza, de caña, descuarejingada, con la almohada sin funda, suena.
-Habla Gloria.
... al muchacho supuestamente bárbaro. Y lo cita para el lunes. Cuenta las chinches que en la pared coral sujetan su espléndido vestido bahiano, cual si fuera un tapiz. De su estadía en San Pablo viene memorando con insidiosa frecuencia los dólares que se agenciara sin proponérselo, devenidos de una desleída cogida con un hotelero. Recién en vuelo al norte descubrió en el estuche de cosméticos los billetes que le posibilitaron alquilar automóvil, comer langosta a la Termidor y adquirir alguna pilcha cara. Posponía encarar ese episodio, maremágnum de sensaciones displacenteras al principio, en su análisis.
Al dorso de una tarjeta de su depiladora, asienta con un marcador: "Estoy Lavándome El Pelo". La incrusta en la mirilla de la puerta del departamento. Lava su violenta cabellera con champú de huevo en la pileta del lavadero. Se enjuaga, se seca, y se mira en el espejo circular y estropeado que aprisiona un fierrito sobre la pileta. Retira la tarjeta de la mirilla. La guarda en una cigarrera. Teclea en plena siesta, a doble espacio en papel tamaño oficio y con dos copias, la versión nunca se sabe si definitiva de "La Demanda de Atención Kinésica en un Instituto de Día Geriátrico", que urdiera con Carmelita Pizzurno, terapista ocupacional. La presentarán en el congreso de paramédicos de la ciudad de Córdoba. Irá con Carmela. Ernesto examinará la versión por si hubiera incorrecciones de estilo. Estilo el suyo de mecanógrafa. Mucha Pitman y Academias Orbe, pero ataca el maquinón con fogosidad digna de causas menos preciosistas. La Underwood negra salió a prueba de Glorias desmañadas. El escritorio en el que está, herencia de un abuelo abogado y ex-senador, ya temblequea.
Rodolfo Mederos se desgrana desde un casette que Gloria grabara en vivo, cuando ella llama a casa de Ernesto:
-Habla Gloria.
Atiende el amigo de Ernesto, a quien ella conociera también el martes. No había llegado, le dice; él creía que Ernesto estaría con ella. Escueto y amable.
Manduca en la cocina un racimo exuberante de uvas rosadas: una mordida y glup, una mordida y glup. Efectúa insignificantes enmiendas en el trabajo de investigación. Larguito. Y no meramente descriptivo. Ernesto se olvidó los Parisiennes. Enciende con el Magiclic una hornalla y con la hornalla un cigarrillo. De la mesa de luz extrae el pote (dado vuelta) de quitaesmalte Miss Blue, el quitacutículas, dos limas y un neceser de plástico rosa Dior. Introduce el meñique de la mano izquierda en la abertura de la inflamable esponjita y gira el pote. Y así con los siguientes nueve largos dedos. Lava sus manos con agua fría y sin jabón. Se seca. Empuja las cutículas con el aplicador del quitacutículas y las recorta con el alicate. Da forma a las uñas con la lima de acero y luego con la de esmeril, y además, suprime los rebordes. Se lava ahora las manos con agua tibia y jabón La Toja. Esmalta sus uñas, agita las manos y sopla.
Abraza a la almohada, transversal en el lecho, durante media hora se permite el desfile de buenos mozos y ... ¿ qué hace en la pasarela el amigo de Ernesto? Errabunda, considera: La ranura del pote me mambea, me deja... ¿ así serán las de las muñecas inflables?... Y luego: No lavé los corpiños, ni el toallón, ni el vaquero, ni cosí la blusa. Y hasta yo me doy cuenta de que el placard está hecho un quilombo. Ernesto no llama. Ya me veo a la medianoche: lavar, coser, ordenar y meta sublimar. Y se nos queda dormida la que sueña con teléfonos tornasoles afirmados al cielorraso:
-Habla Gloria.
Susurra: -Habla Gloria.
Canturrea: -Habla Gloriaaa....
Grita: -¡Habla Gloria!
Ni aunque vocifere. Verdes ojos abiertos. Ha ido demasiado lejos. Transida saca, saca, saca pullóveres, camisolas, medias, pañuelos de seda, saca del placard bolsas de celofán, remeras, un mantón de Manila, cinturones, cuatro polleras y dos túnicas saca y apila, perchas, carteras en el piso, y la dormidera se va, se va, viene lo tangible, con humor ya que no con pasión, música, falta música.
Percibe la inefabilidad melodiosa del timbre del departamento, oprimido varias veces: Gloria se entera de que Ernesto llegó. Abre la puerta, ríen y se le cuelga haciendo pinzas con las piernas. Festeja, besándolo. El patea la puerta, la cierra y traslada a Gloria, la pasea, la acaricia, la zarandea. Todo es confuso y divertido y ella no inquiere ni reprocha. Son las veinte.
*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
Los cuentos de Rita*
Cuadernos y Palabras nº 10
*De RITA BONFANTI.
TRAGEDIA FELIZ
“Dicen que los abuelos recordamos fielmente nuestra niñez, pero olvidamos las hornallas encendidas y
las llaves del cancel”.
La niña de la casa tenía cuatro años y era muy querida, la más mimada de la familia.
La mujer era su cuidadora por las mañanas, porque papá y mamá trabajaban y los hermanos estaban en la escuela. Jugaba sola inventando historias o acompañaba a la mujer en la limpieza, frotando con un trapito de lana las sillas y repisas bajas. Hablaban poco, casi nada. Esto había pasado por años. Un día, quizás de los llamados de “ruleta rusa”, la niña ve una cuchilla feroz avanzando esgrimida por la mujer que hablaba muy fuerte.
La pequeña salta despavorida y corre, corre y corre del patio a la terraza, de arriba a abajo como un torbellino, al interior de la casa por las escaleras de la sala y la de afuera. Así muchas, muchas
y muchas vueltas; sube y baja y sube y baja. Siempre, detrás, la cuchilla de picar carne y Robustiana embravecida. La niña escapa gritando y manoteando con sus bracitos en alto al cruzar la terraza; mira las casas vecinas porque, quizás, alguien se dará cuenta del peligro que corre.
En esa vorágine interminable, flaqueándole sus piernas, escucha una voz:
_ ¡Entren, es ella! Dos hombres de guardapolvos blancos con una cuerda flotando al aire persiguen a la mujer enloquecida.
La niña se desploma en el abrazo nervioso de su padre.
¿Qué fue de Robustiana?
Diagnóstico: Demencia por Diabetes y sanó.
¿Y la niña?
Sigue rindiendo culto a su ángel protector y hoy les narra sus cuentos.
EL PATRONCITO
Ña Rosa era curandera. Ducha pal “empacho”. Te hacía acostar, te bajaba el calzón, te pasaba la mano por la espalda y llegando a la última parte “te tiraba el cuerito” y escuchabas “ái se quebró”.
Otras veces decía “no se quiere quebrar”, preparaba un emplasto y te lo ponía sobre la barriga. Después rezaba un Dios te Salve María y al terminar decía “tenís que hacer una promesa”
- ¿Cuál?
- Visitar la Virgen de Itatí entrando de “rodiya”, pero pronto, porque se enoja si no le pagá enseguida y tenís que prenderle una vela y hacerte la Cruz con los dedo y el agua bendita que te dá el padrecito.
Casi siempre era un “milagro” que se salvaran los “cunumí”.
Ña Rosa vivía cerca “d´el” estero donde estaba “escuendido” su viejo marido, por una deuda con la “polesía”. Ni ella sabía por qué estaba prófugo.
Fuerte y dura, criaba dos nietos ya grandes. Ramonita llena de mañas pero modosita y Liendre, aprendiz de pescador bastante “pachorriento”.
- Ramonita, ya es hora de tener tu “pior es nada” sinó te vay a quedar “pa vestir santo”.
- No agüela. Usté no la vide, anda por “ái” con el milico ese, prendido a su enagua como la garrapata al perro lanudo - contestó Liendre
- ¡Agüela! No le haiga escucha, habla al pe... el milico es más guaso “que no se qué”. Ayer oscurito ¡me quiso faltar! gritó Ramonita.
- ¿Y qué?... Ya es hora “dei” tener marido.
- ¡Pero a mí no me gusta! Yo “lei” eché l´ojo al hijo del patrón.
¡D´el quiero tener un cunumí!..
Muchos habían naufragado en la profundidad de sus ojos, pero ella era muy “esigente” con los candidato. Sólo al “patroncito” le aceptó los juegos. A los otros los “sacaba carpiendo”.
- No se “haiga mala sangre” agüela. “Pa vestir santo” - no me voi a quedar. Si no me junto con el “patroncito”, me voy al rancho del milico o de algún “pión” - dice mientras sigue ensillando el mate en una calabacita. Bien cebado debía tener buena espuma.
Mientras, atizaba la leña del brasero esperando escuchar el silbido de la pava.
- M´ija, abrí la puerta pa que dentre la lu!... y… ¿te jue bien con el patroncito?
- ¡Y de nó! Me regaló una “ponchada de biyete” endipué que no apretamo en el pasto “a la que te criaste nomá”.
- Mirá m´ija, el patroncito es muy “léido” y rico y dejuro que no se vai a casar con vó.
- No importa mama, a mí me quedará un cunumí “d´el”. Dispué si no me junto con el milico, será con uno de la pionada.
La vieja se quedó por largo rato vichando el camino.
Hace días no se tienen noticias del patroncito. Y comenzó su búsqueda.
Los baquianos lo encontraron “achurao”. La sospecha del Comisario cayó en el milico, un peón de la Estancia y un viejo, que ha desaparecido de su rancho.
Hasta hoy no se encontró el asesino.
La modosita se juntó con el milico.
- M´ija é el mejor partido pa vó - le dijo Ña Rosa.
- Tá bien agüela, aunque me gusta poco porque siempre está hediendo fiero con la calor. ¡El patroncito sí q´ era limpito! se bañaba tupido y “olía Agua de Colonia”.
LA LUJ MALA
Recuerdos de Naré.
Estancia Los Paraísos
Dame unos segundos, le dije a mi nieta, para hilvanar la memoria y te contaré este recuerdo. El Capataz de la Estancia conducía la chata; atrás iban las señoritas de Los Paraísos y nosotras, mi hermana Beba y yo. Cuidando las riendas y el látigo, el hombre continuaba hablando todo el camino en una oscuridad densa; creo que la luna era menguante.
- Ese puestero no sabe lo que dice “habla por hablar”- dijo el Capataz. En este lugar, pudo haber cáido el dijunto Lisandro.
Seguramente Tata Dios no lo perdonó. Por eso no termina de dirse y queda su osamenta quemándose. Hizo de la suya, pero yo no creo en la luj mala.
Liandro no juè tan malo, pero Dios no perdona. Era mi compadre.
Apadrinó a mi gurisa, la menor. Tenía debilidad por el vino, un vicio que le dicen. Pero el no era culpable. Su mama le supo poner vino en la mamadera pa` dormirlo una noche que estaba muy yorón y la había sacao e la casiya. Así corrían las menta.
Más grandecito se tomaba de un saque los fondo de caña y otra bebida que dejaban los parroquiano del bolicho. Era pioncito pa` andar entre las mesa, retirar los resto y llevarse los vaso pa`lavarlo, pero... se mamaba. Y así siguió y de mozo era un borracho, pero no un matrero.
Seguimos un trecho en silencio, hasta que una vocecita dijo:
- ¿Es de verdad la luz mala?
- Mire niña, yo no sé bien qué e`, porque yo no soy léido. Algunos dicen que los cuatrero achuran la vaquilla y los ternero que afanan y la sangre nunca termina de quemarse.
Recordé que mi maestra, la señorita Victorina, había enseñado que los huesos tenían fósforo e imaginé que por eso ardían. Pero no sabía si la sangre tenía fósforo, entonces si no tenía... ¿Por qué ardía? También pensé que las vacas son tan estúpidas porque no tienen fósforo en la sangre ¿Será que el fósforo nos da a nosotros la inteligencia? Por eso mi Doctor Garcilazo le había dicho a mamá que me diera “Fosfina”, porque ella me notaba muchas veces “en Babia” y además, agregaba que me pasaba el día leyendo, estudiando y estaba tan flaquita. Me parece tener a mi madre conversando con el Doctor. “Déle algo por favor, para que no gaste toda la energía del cerebro y se quede así, tan chupadita, que da lástima”.
¿Qué tendría la sangre de las vacas? ¿Qué sería lo que ardía?
¿No sería “gualicho”? como me decía Robustiana, la criada, cuando charlábamos mientras ella picaba cebolla a puro cuchilla y chaira.
Recordaba ésto en el largo trayecto que recorría la chata con las señoritas, que habían ido a bailar al pueblo. El miedo era grande, no hablábamos entre nosotras y solo el Capataz irrumpía de vez en cuando.
- Dicen los paisano que a veces la luj mala sale del arroyito y por eso naide pasa por ái de noche, porque sale del agua y los corre.
Un hombre léido que anduvo por estos pago, dijo que es algo así como forecencia por los animale o cristiano muerto que se descomponen.
Pa` nojotro son alma de finao sea cristiano o animal.
A veces, los que regresan del bolicho achispao, ven la “doble luj mala”.
Pensé que serían almas mellizas. El capataz siguió hablando:
-Alguno del cagaso se disgracian y llegan jediendo fiero a la querencia.
Otro, por correr se caen hasta encima de las tuna y llegan todo espinao. Alguno disparan pa` cualquier lao y al otro día, fresco, amanecen en otro poblao más pal` norte o más pal` sur y si la corrida jue muy entrancao y lo persigue la luj mala, se quedan áhi nomá pa` siempre, porque del susto se le borra la mimoria y no saben nada de su vida de ahí pa` atrá. Es como si esa luj jodida le oscurece el seso pa` siempre. ¿Uste me dira entonce, que luj mala hay miyone porque sinseso que le dicen “opa” o que
se hacen los opa, hay mucho en el pueblo?
En medio de este monólogo yo pensaba. - ¿Para qué ponen kilómetros de cables cruzando los campos de pueblo a pueblo si las luces malas iluminan sin gasto? ¿Habrá luces buenas que nunca corren a los paisanos buenos y luces malas que persiguen a los taimados? ¿Dios es capaz de hacer las luces malas? Le pregunté al Capataz.
- No niña son cosa e` mandinga que anda abajo, en los pago donde estamo los hijos de p... digo, los torcido, malandra y los cuatrero, que son mucho, porque güenos hay poco y cada vez meno.
Al final del recorrido nos esperaban en La Estancia. Al otro día cuando desayunábamos en la gran cocina, me puse a escribir la historia de la “luz mala” y se la leí a las chicas; pero el Capataz
que andaba entre nosotras se acercó y dijo:
- Güeno niña, deme la papeleta que le vua` a firmá, es lo único que sé, poner mi nombre Rito Juárez, pa` que sepan que yo soy autor de su cuento, porque usté solamente lo escribió porque yo no sé escribir.
Por muchos sábados las chicas dejaron de ir al baile del pueblo.
No salíamos de noche. Ponían la vitrola y bailábamos en la Estancia entre nosotras o con los muchachos, si no salían. Había discos de D`arienzo y de Canaro medios rayados, pero así y todo, era mejor que andar de noche por el campo perseguidos por la “luz mala”.
EL ESCARABAJO
Habían vivido siempre
juntos hasta ese amanecer.
Se irguió en la cama; tuvo arcadas, vomitó sangre y dió manotazos.
Médico y ambulancia llegaron rápido. En el trayecto falleció y un gran misterio rodeó su muerte. ¿Por qué y de qué? La autopsia demoró. Las conclusiones... “todo normal”, sólo una advertencia:
“se encontró un escarabajo entre las heces”.
¿Cómo entró a su cuerpo? Siguió el misterio.
A él lo detuvieron por sospechoso. A Baldomero, el marido, que declaró todo lo que recordaba y entre sollozos contó que llevaban juntos “toda una Vida” y que se habían enamorado bailando ese bolero. Que la amaba como el primer día.
Siguiendo su declaración, no olvidó decir que ella le pidió esa noche que dejara en la mesa de luz un vaso con agua que siempre bebía a la madrugada.
La sospecha siguió recayendo en él.
Las vecinas pensaron que había embrujado el agua; la química reveló que no había tóxico; tampoco se encontraron metabolitos de veneno en la sangre ni en la vejiga, sólo el insecto en las heces.
El Juez tuvo una leve sospecha sobre el escarabajo. Pero no hay legislación para reglamentar cárcel para coleópteros.
Mientras tanto Baldomero estudia abogacía y el vecindario lo mira con recelo. El escarabajo flota en formol.
LA ESTAFA
Su asombro la consternaba. La decisión estaba tomada. Esperaba la mañana con ansiedad. Se lo diría a su abogado.
Su cerebro maquinaba vertiginoso; imágenes y gestos se mezclaban.
Desde ese momento no comprendía a su marido. No podía creer lo que había visto y recapitulaba sin cesar, confundida entre las conclusiones.
Él había llegado pasada la medianoche. Ella encendió la luz del velador al sentir el ronroneo de la llave y el chirrido del la puerta cancel.
- ¿Sos vos querido?
- Sí, vengo muerto de cansancio. Hoy fue una jornada muy larga, el Patrón estaba insaciable. Pidió rendiciones y ordenó disposiciones para mañana sin parar. Me doy un baño y me duermo.
¡Mañana será otro día!
Hacía tiempo que él no se arrimaba a darle un beso o sentarse a su lado. Muchas noches pensó que era por el cansancio laboral.
Ahora se le mezclaban los hechos anteriores.
Le preguntó si quería cenar algo; ella se levantaría a servirle un rico arrollado que tenía listo.
Él contestó que no tenía hambre y se empezó a desvestir fatigosamente. Terminó de bajar su pantalón y se encaminó al cuarto de baño.
Quedó estupefacta, su marido calzaba el culote de yersey blanco con puntillas que hacía tiempo le faltaba. Había ordenado su lado del placard y no estaba. Otras veces le habían faltado otras
prendas, un soutient rosado, las calzas de malla negra era lo más reciente. Había pensado en Rosaura su doméstica, a la que había preguntado si las había visto y ella dijo que no.
Pero lo que vio le abrió los ojos y el cerebro. Reteniendo la imagen del trasero de su cónyuge, quedó agarrotada.
Pensó que Rosaura sería amante de su marido y para que reaccionara le había dado esa prenda para que se la pusiera y su mujer se enterara. La otra hipótesis la paralizó de pies a cabeza.
Había sido estafada y no estaba casada con un hombre. ¿Su cónyuge tendría doble personalidad? Quedó muda.
Él regresó envuelto en la salida de baño rosada, se acostó a su lado y dijo: -Hasta mañana, sigo muy cansado!
Ana mordió sus labios para no gritar.
La estafa le martillaba la cabeza. Mañana, plantearía su divorcio.
ABUELA GORDA
Había una vez una anciana en condición física deplorable, con muchos quilogramos demás que decidió comprarse una bicicleta y comenzar con el pedaleo para recuperar su antigua silueta.
Mientras curioseaba en un negocio de “ofertas de contado” se le acercó un joven empleado.
- ¿Qué le podría recomendar a una vieja gorda con un trasero enorme que hace cincuenta años no ha montado una bicicleta?
El joven sin parpadear y esbozando una sonrisa, le contestó:
- Bueno... tráigamela usted y veremos que podemos hacer por ella.
Por supuesto, el excelente empleado logró la venta.
EL MISTERIO DEL ABANICO
“Procura ser como el
Sándalo que perfuma
el hacha que lo hiere”.
Pensamiento Hindú
La dama lucía su abanico con gracia y sensualidad. Era un recuerdo de su abuela. Se lo había regalado al cumplir quince años diciéndole “te traerá suerte como a mí. Los varones se rendirán a tus pies. Elegirás un amor y en la intimidad encenderá la pasión. Serás felíz. Cuando sientas el paso de los años casi al
final de este camino, deberás obsequiárselo a una nieta como Talismán de la dicha”.
La dama y su abanico, despertaban amor en las veladas del verano santafesino. Las impregnaba de un aroma de paz y dulzura.
A ellos, los embriagaba junto a su piel. Después de años de felicidad matrimonial se quedó sola y nunca dejó de abanicarse y soñar. Su ráfaga de aire fresco tenía un aroma misterioso. Recordaba su amor y volaba a las nubes para estrecharlo. Muchos veranos calurosos pensó en el misterio de su abanico. Se acercaba el día de regalárselo a su nieta, con el enigma revelado o silenciado. Pero no podía morir con su payé. Sabía que olía especial.
Decidió visitar al Anticuario de fama ¿Cuál era el secreto?
Él no pudo resistirse y le pidió matrimonio.
Debajo de su almohada aún está el abanico cada noche. El Anticuario guardó el secreto: “Cuando ya no esté querida mía, en el cajón de mi mesa de luz en sobre lacrado, encontrarás el misterio del abanico”.
Una noche, ya sola, la anciana rasgó el sobre y la nota decía:
“Mi amor, el abanico de tu abuela es de Sándalo de la India y allí está el misterio de tu seducción. Su madera tiene efectos sensual y relajante, aromatiza la piel y libera la mente”.
¿CAZADORES?
Varios amigos decidieron salir de cacería un fin de semana invernal. Cada uno se proveyó de la utilería: botas, medias de lana, guantes, saco de cuero, pantalón impermeabilizado, rifle, escopeta y otras menudencias, carpa y bolsa de dormir.
Dispuestos a pasarla bien, no olvidaron una buena provisión de botellas de vino tinto, ginebra, whisky y alguna que otra agua mineral.
Unos días antes, habían promocionado en el vecindario sus grandes dotes de cazadores.
Después de los dos días de cacería, al preparar nuevamente los bártulos para el regreso, se dieron cuenta de que pasarían tamaña vergüenza, porque no traían ninguna presa.
No salían de su asombro ¿Cómo les había fallado la puntería?
Resolvieron el honor pasando por el Mercado y adquirieron una buena cantidad de patos y otras aves...
La resaca de tremendo fin de semana de jolgorio, sin traer ninguna botella de vuelta, no les permitió darse cuenta de que “las aves adquiridas no eran silvestres”.
Rita Bonfanti
Rita Gladys Bonfanti, Santotomesina, hija de inmigrantes italianos vinculados industrial y socialmente con la Argentina, aprendiz de escritora desde siempre, poeta, narradora, autodidacta.
Concurrió a talleres literarios, generadora de cultura. Apasionada por las artes y la literatura, cultiva su intelecto cada día y pone su amor en cada obra que realiza. Lo que sus manos tocan, lo transforman.
En su larga trayectoria ha efectuado publicaciones en el Diario El Litoral y en Periódicos locales. Incursiona en audiciones radiales y participaciones en Escuelas con actividades culturales.
Egresada de la U.N.L. como Químico Analista Industrial y Bromatológico. Ex Docente de Nivel Medio, Terciario y Universitario.
Guía de Turismo. Prof. de Italiano y Danzas Nativas. Mediadora.
Primer Mujer Concejal en la ciudad de Santo Tomé (1973-76).
Fundadora y Directora del Mini Salón de la Mujer Casa de las Culturas, entidad sin fines de lucro, abierta a la comunidad. Pequeña Galería de Arte. Declarado de Interés Municipal por el
H.C.M. de Santo Tomé el 23 de Octubre de 2.001.
Premios a La Excelencia: En 1996; Por Abnegada Tarea; 2.004, al Mini Salón de la Mujer; 2006, por Excelencia Humana.
Declarado de interés provincial (Cámara de Diputados de la Pcia. de Santa Fe) 13/05/10
Ciudadana Ilustre H.C.M. Santo. Tomé.
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