sábado, noviembre 29, 2014

COMO UN PEZ QUE CONTEMPLA LO INFINITO...


*Dibujo de Erika Kuhn.








Barco quieto*

a un dibujo de Erika Kuhn


Cabeza abajo voy,
eco en el eco.
Cabeza abajo el sol
la luna, el cieno.
Loca, estoy loca,
dicen los que dicen.
Llueven letras del cielo
y mis espantos.
Prisionera en la urdimbre,
cabeza descolgada,
cuento grillos.
Boca adentro me escurro,
soy el agua.
Por el caudal que nombra,
que te nombra,
te traigo, barco quieto,
a mis desvelos.


*De Ana María Broglio. anamariabroglio@gmail.com
Villa Gesell







COMO UN PEZ QUE CONTEMPLA LO INFINITO…







Una conversación*


*SERGIO BORAO LLOP. sbllop@gmail.com





KAFKA PARECIÓ SORPRENDERSE un poco al verme.
—Creí que seguías vivo —dijo sin preámbulos. El tuteo le salió natural, como si ya nos conociéramos de antes, como si, en cualquier otro lugar o tiempo, tal vez posibles pero inequívocamente teñidos por un aura de irrealidad, hubiésemos sido amigos.
—Anoche, al acostarme, lo estaba —respondí sin mucha convicción—. Así lo creo, al menos. Como sabes, no es tan fácil fijar con precisión los límites entre un estado y otro.
Se quedó pensativo unos instantes. Luego sonrió levemente antes de volver a hablar:
—Probablemente estás durmiendo y esto no es más que un sueño.
—Esa me parece la explicación más lógica —concedí. Él sabía o sospechaba que no era eso: sólo trataba de ser amable, permitiéndome a la vez tener algo más de tiempo para adaptarme a mi nueva circunstancia. Pensé que ese gesto exigía de mí una respuesta un poco más extensa—. Sin embargo, tampoco me atrevería a asegurar que sea yo el que sueña. Como ambos sabemos, en este mundo gelatinoso el cálculo de probabilidades no existe y nada es más cierto que su opuesto. Acaso en realidad (si es que hay realidad) se trate de tu sueño y no del mío.
—Podría ser... Aunque no recuerdo muy bien dónde leí, o escuché, que los muertos no soñamos, luego si es sueño ha de ser por fuerza tuyo, salvo que haya un tercero en todo esto y ambos no seamos más que meras formas que su delirio ha creado por motivos que jamás nos serán revelados. Imágenes, sonidos, sombras que danzan en la imaginación de un desconocido, sin esencia propia. Simples figurantes en un teatro que nos es ajeno.
—Esa descripción se asemeja bastante a lo que llamamos vida.
—Cierto. Y no obstante...
Ambos callamos durante unos segundos. Me miró sin sonreír, esperando mis palabras. Como si todo estuviese ya escrito desde mucho tiempo antes. Dije:
—De cualquier modo, sea sueño o no lo sea, y en el primer caso, sea uno u otro el soñador, hay dos cosas que siempre quise decirte y éste me parece el mejor momento para hacerlo. No sé si habrá otro. Quizá, después de todo, el que está soñando sea un dios sin suerte, un dios anónimo que ve llegar su hora postrera y que, como un último acto generoso, a modo de despedida, ha querido concederme este instante y estas palabras.
—Habla pues. Te escucho.
—Lo primero que he de decir es que yo, que te he leído, sé cuál fue realmente el motivo por el que ordenaste quemar tus textos. Mucho se ha escrito sobre ello, pero creo que nadie hasta ahora ha mencionado lo esencial. Puesto que ambos sabemos de qué estoy hablando y no hay aquí nadie más a quien pudiera interesar éste, nuestro pequeño secreto, me parece innecesario dedicarle una palabra más —hice una breve pausa, quizá algo teatral, para observar la reacción de mi interlocutor. Kafka enrojeció levemente. Después se encogió de hombros y, adoptando una pose un tanto patriarcal, dijo:
—No hay escritor que no crea saberlo. Incluso la mayoría de los lectores silenciosos. Cada uno tiene su opinión, todas igualmente respetables. Alguna de ellas, sin duda, se acercará más o menos a la verdad, lo cual tampoco importa; si lo miramos bien, verdad y mentira pueden ser sinónimas, sólo la perspectiva del que contempla o escucha o lee cambia. Pero siento curiosidad: ¿Qué es lo otro que deseas decirme?
—Lo segundo es que, gracias a tus obras no quemadas, pude finalmente hacer caso al impulso que desde niño me había estado empujando a escribir. No es probable que alguna vez sepamos si esto fue algo positivo para mí o, por el contrario, una más de las causas de mi desgracia, pero en uno u otro caso, así sucedió, y por ello, ahora que tengo la oportunidad de hacerlo, te doy las gracias.
—Agradécele a Max. Como ya sabes, yo había condenado a la hoguera hasta la última línea. Pero no comprendo del todo bien el motivo de tu agradecimiento. Por un lado, me parece que escribir no es algo que te haga demasiado feliz; por otro, tú mismo acabas de decir que acaso el hecho de haberte decidido a emprender ese camino pueda estar ligado a tu propia desdicha.
—Tienes razón. Escribir no es algo que me cause una especial satisfacción. Si bien tampoco puede decirse que me resulte detestable, en ocasiones llega a molestarme un poco tener que hacerlo. Tú sabes a qué me refiero. Me alegra poder hablar de todo esto contigo, porque a casi todo el mundo le resulta extraña, incluso incoherente, la idea de que un escritor pueda no disfrutar con lo que hace. Para la mayoría, esto debería ser una especie de juego o distracción.
—Es comprensible. Sin duda, ellos no han padecido las pesadillas, la obsesión por transformar lo indefinible en términos concretos, el irrefrenable impulso de completar aquello que, aunque no lo sepamos, es, en esencia, incompleto…
Durante un larguísimo instante escuché. Ni el más leve sonido perturbaba nuestra charla. Luego respondí:
—Y sin embargo, aunque intuyamos que hay vacíos que no se pueden llenar, no queda otra opción que seguir en el empeño.
—El camino en sí será suficiente... Creo que tú mismo dijiste eso o algo parecido alguna vez, en un poema.
—Es posible. Ya no me acuerdo —hice un gesto vago con la mano abierta—. Palabras escritas, reflejo de palabras leídas u oídas, reflejo al cabo. No tiene importancia... Pero me alegra que lo hayas leído.
—En realidad ya no recuerdo si lo leí yo mismo o alguien me habló de él. Como puedes imaginar, aquí todo resulta un poco confuso. En especial, los nombres. De hecho, no conozco el tuyo —hizo un leve gesto de impaciencia—. Pero no hace falta que te molestes en pronunciarlo; lo olvidaría en pocos segundos. Importan las obras, los nombres son tan sólo una más de las muchas máscaras que solemos usar en nuestro deambular por el mundo. Aquí carecen de importancia.
—El tuyo, no obstante, ha perdurado. Incluso ha dado para acuñar un término, kafkiano, que mucha gente utiliza sin el menor reparo, y en muchos casos de forma arbitraria, aun desconociendo por completo tu obra.
—Mero accidente. Reflejo de la superficialidad que gobierna las cosas del mundo de los vivos. Más acentuada en tu época que en la mía, según he podido escuchar por ahí.
—Creo que así es. El culto a la apariencia nos ha llevado a valorar la forma y olvidarnos casi por completo de lo importante. Somos, en esencia, lo que aparentamos ser. Lo demás es abstracción, algo que no goza de la simpatía general.
Después de un corto silencio, Kafka preguntó:
—¿Cuál sería entonces la razón que te impulsa a escribir contra viento y arena, según tu propio testimonio?
Uno nunca está preparado para una pregunta como ésta, pero por alguna razón, no me incomodó. La respuesta surgió de forma natural, sin siquiera pensar lo que estaba diciendo.
—No es fácil saberlo con certeza. Yo mismo me lo he preguntado muchas veces y no me atrevo a afirmar que conozca la respuesta. Podría inventar algunas explicaciones más o menos verosímiles, pero ninguna de ellas sería del todo cierta; como mucho servirían, quizá, para mitigar la incomodidad de algunos lectores y disimular vagamente la impenetrable verdad. Sólo puedo decir que, mientras escribo, hay momentos en que estoy fuera del tiempo. Mientras eso dura, presiento que soy inmortal, invulnerable. Aunque entonces se viniese todo abajo, el verso que acabo de terminar es único y es mío, y yo suyo. Sólo por un instante, algo trasciende, va más allá del mero devenir inconsistente de esta parodia que habito o que me habita; por un instante, o una mera fracción del mismo, hay un resplandor. El mundo, durante esa millonésima de segundo, parece tener un sentido. Ahora mismo...
—¿Ahora? ¿Estás, pues, escribiendo en este momento?
—En este sueño, si sueño es, escribo que tiene lugar esta conversación. Tal vez en otro seas tú quien dialoga con el fantasma de un oscuro autor no nacido. Si hay alguien más, tal vez sea ese alguien quien finalmente cuente que tú y yo, en un tiempo inconcebible, brindamos en algún lóbrego bar de una ciudad que ninguno de los dos conoció en vida.

—Sea  como  dices,  pero  ahora  ¡despierta!    Está  amaneciendo.










TRES ESTACIONES Y UNA MENOS*



Es de noche y hace frío.
El hombre mastica escarcha.
En sus manos tiembla el viento sur.
Es interminable el camino de la soledad.


Es de día y el calor es bochornoso.
La boca de la mujer es un desierto salino.
El viento zonda se enrosca en sus pies.
El camino de la soledad termina en el horizonte.


El hombre entibia su boca en colinas pródigas.
Su cabeza descansa en valles fértiles.
La mujer refresca su boca en el pico de un pájaro.
Sus cabellos mojados se adhieren a su rostro.


El hombre y la mujer exploran.
Una geografía de carbón y obsidiana, los alberga.
El camino de la soledad es una anaconda quieta.


*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar












¿SE MUERE DE ESO?*



*Por Miriam Cairo. cairo367@yahoo.com.ar


En esta rodaja de longitud del planeta el disco se ha acabado. El baile terminó. ¿Se muere de eso?
Las nubes femeninas tienen hijos tormentosos. Es un momento difícil, como para salir huyendo.
Tu mano escribe, en sueños, palabras que nadie dice. Ensaya un proceso de fragmentación geométrica, una escritura que se zurce a sí misma y se contempla. Sólo se necesita tu corazón para entenderlo.
No escuchás otra cosa. Cuando parece que oyeras algo, no escuchás nada. Ni las risas, ni los motores de los autos, ni las hojas que caen del árbol, ni el traqueteo de los tacones en la vereda, ni el golpeteo de la lengua en el placer. No estás acostado, no lográs hacerlo. Una cama no es siempre una cama. Se puede morir de eso.
Los edificios ya no tienen forma de edificios. Sobre ellos hay una nube negra y no se parecen a nada conocido. Los edificios dejan en sombras todo lo de abajo. Es posible que recuerdes tu miedo. Como te acordás de la piel y de la suavidad dorada que todavía no has tocado. Es extraño el recuerdo.
Cada día te sorprende más esa capacidad de recordar todo lo que sucederá en el futuro. Se puede vivir por eso.
Dejás que las palabras lleguen por iniciativa propia. El sexo como una daga que busca muerte y no encuentra. La daga lustrosa no se atreve a matar.
Tiembla oscura y sola. Te quedás bocarriba en la cama y soñás fracciones de segundos cortados hasta el infinito por el puñal infinito.
Aunque parece que oyeras no escuchás que alguien recita versos de Machado.
Versos que ya han sido repetidos y no volverán a aparecer por propio impulso. No escuchás pero sabés que hay tantos versos como personas existen.
Versos pequeños como un dolor en el corazón. Versos que han transmutado la realidad.
Desde donde estás, la única banda sonora es la del silencio. La calle tiene comportamientos nocturnos. Con cualquier pretexto dejás entrar en tu recuerdo el fuerte aroma de la noche recalentada por la luna. Los que habitan en esa calle, en esa casa, en ese recuerdo, tienen algo difícil de evitar.
Estiradas sombras contra un furor posible. No se puede hacer nada sino dejar que el cuchillo se hunda cada vez más en su recuerdo. No es tu culpa que desees la muerte y la vida al mismo tiempo, en la misma franja horaria, en esa rodaja del planeta. El amor podría comenzar allí: en estiradas sombras contra un furor posible.
Cerrás los ojos como un ciego. Estás solo en tu imagen. Con tus manos de escribir palabras que ya nadie escribe sostenés el músculo que tiembla.
Alrededor del hueso ese sueño que se llama nosotros tiembla. Habrías podido no nombrar el mundo, ni soñar el sueño, ni extender los brazos bajo una media luna. Incluso habrías podido no dar pasos en una pista de baile pero la música del recuerdo es continua, de único flujo, es la inmensidad. Y el corazón está tan abierto que se escucha el roce continuo de la ciudad contra la ventana, justo ahora que estás tendido en la cama bocarriba.
En este preciso instante, sobre esa faz de la tierra decidís no eternizarte solo en este planeta que gira solo. Te ponés de pie como un árbol y caminás por toda la habitación dando un paso hacia la luz y otro hacia la sombra, con el puñal desnudo deseoso de matar y morir.
No existe ninguna razón para excluirte de muchas cosas inciertas que están por venir.
Luego, de repente, vuelven los ruidos de la calle a mezclarse con esa música americana y con la suavidad y con la desesperación de la felicidad de la carne que sueña. Poco a poco se convierte en algo como una sinfonía, y a la vez en un canto personal, hecho a la viva imagen de una intemperie.
Tal como siguen las cosas, todas las películas que has visto no te sirven de nada. Todos los libros que leíste no te sirven de nada. Todas las canciones que escuchaste no te sirven de nada. Ese adjetivo donde crecía hierba no sirve de nada. El puñal desea matar y morir con los ojos abiertos. Se puede morir de eso. Morir hasta la delgadez atómica y juntar el polvo de los huesos, lejos de la ciudad siempre invisible, siempre exterior. Sólo se necesita tu corazón para entenderlo.











EN EL CENTRO DEL MIEDO*



Sabes amor, creo que ha llegado el olvido
Trae  su carro cargado de estiletes.
No me muevo ni muestro el centro  de mi miedo
Arden los leños,  el ojo piensa y la espalda descansa.

Ninguna golondrina  ha de regresar a su nido.
Se aleja la rivera y el camaleón se acerca
Y alguien me musita que es el alba y aun aúllan mastines
Las hojas lloran, renacidas ante el desvelo de palomas.
Tengo sed. Solo eso y de ello vivo.

Hay un llanto gastado y tiene sus luces apagadas.
Y la lluvia  agoniza en las líneas de tus ausentes manos.
La abeja aun no dice en que orilla  está el néctar y donde la cicuta.
Nadie me ha enseñado cual  es el horizonte  de tu olvido
Tengo la forma que me han dado sus manos.
Y el cántaro esquiva la fuente y el dintel.
Y crece la pena y renueva el latido.
Temblorosa, se enciende la latitud del viento.
Y soy lapida y floresta. Y fabula de arena.

Y otra vez la insistencia de sal en la garganta.
Países tan azules y pliegues en la almohada.
Y tus olores  y tus silencios y tus vahos.

Sabes amor, creo que ha partido el olvido.
Abro los brazos y en el centro del miedo, te cobijo.


*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar










Senos de tahitianas*


Se diría que los recuerdo
y que hasta estuve allí


Me exhibía entonces al natural
con ellos todo es más simple


Al ciudadano le di
el olivo que es el olvido


Mis construcciones insistían
en situarme al fresco


Descalzo, mis valores de siempre
tendían a disiparse


Al náufrago le cabía
pintar y amar



*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
Pictórica. 4º Edición. La Luna Que. Buenos Aires 2011







*


en cuanto a mí
no pido nada
una mesa con libros
un mate
un termo
eso me conforma
me alcanza y sobra el olor
a página vieja
para quedarme quieto
como un pez que contempla
lo infinito/



*De León Peredo.  gustavojlperedo@yahoo.com.ar






*


La locura es el único tema literario, es decir la desmesura, el lenguaje roto, lo extremo del Mal-Decir, el quiebre de lo irrisorio que es la costumbre, o como diría Borges: la inminencia de la revelación que no se produce.



*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com





***

INVENTREN
http://inventren.blogspot.com/


El Sur (Dudignac)*


Podría abrir los ojos, encogerme de hombros, decir: “no sé qué estoy haciendo aquí”. Y sería verdad, al menos parcialmente. Toda verdad es incompleta, eso lo sabemos. Porque el conocimiento de nuestra propia realidad también es parcial. Verdad es que nunca antes había oído esa palabra, pero no es menos cierto que escucharla me trajo, de repente, imágenes de un tiempo ya pasado, de un lugar nunca visto, de una música extraña…
Creo que lo dijo Urbano Powell, una tarde imposible, mateando. Aunque ya no sé si es recuerdo o presunción. Evoco la palabra: “Dudignac”, una voz pronunciándola, el tenue escalofrío que mi cuerpo sintió… Otra voz, no la primera, apuntó: “eso está en Europa, en Francia, en el sur”, y la primera voz, tranquila, replicó, “no, ché, eso está aquí mismo, a poco más de 300 kilómetros de Buenos Aires, cerca de Nueve de Julio. Es un pueblito… y bueno, también es una estación abandonada…” un silencio expectante, un leve carraspeo “de aquellas del Midland, ya sabés”.
Y yo, que escuchaba en silencio, con el corazón encogido, no sabía, pero… supe.
Supe que tenía que ir a esa estación, y no, no me pregunten, porque aun hoy, aquí sentado, todavía no tengo una respuesta… No podría precisar tampoco los acontecimientos que siguieron. Todo fue un vértigo de acciones sumidas en la niebla. Sé que hablé con personas a quienes no conocía, que acumulé datos innecesarios, que hice preguntas cuya respuesta en realidad no me importaba, porque desde el primer momento, desde que aquella voz pronunció esa palabra, yo sabía que un día mis pies se posarían en la antigua estación abandonada, en ésta en la que ahora me encuentro, viviendo en primera persona esta historia que ni siquiera yo comprendo…

El verde tiene muchos tonos, hay muchos verdes, pero el sur francés es otra cosa. No lo sé yo, yo nunca estuve allí, nunca salí de esta tierra que a veces me resulta inhóspita, pero a la que, sin saber muy bien el motivo, no puedo dejar de amar… Yo no lo sé, repito; pero lo sabe él: ese hombre que escribe, ese hombre que está escribiendo estás líneas, alguna vez estuvo allí, en ese sur plagado de colinas verdes y valles inmensos que su palabra inhábil no alcanza a describir de forma precisa…

Pero yo no lo sé, yo nunca estuve allí. Sin embargo, si cierro estos ojos, testigos de la infamia de más de medio siglo, que sin querer mirar lo han visto casi todo… Si aquí sentado cierro los ya cansados ojos y dejo que mi mente vague libre, puedo sentir el olor de esos viñedos que no son de estas tierras; puedo percibir, sin ver, esos árboles verdes, ese césped que es casi un resplandor a ras de suelo, los diminutos pueblos que adornan las laderas. Pero si abro los ojos, si cedo a la tentación de lo real (pero ¡qué sabemos en el fondo si es, en verdad, real!), vuelvo a estar aquí en Dudignac, una vieja estación abandonada por la que ya no pasa el tren; o tal vez sí: un tren fantasma que no conduce a ningún sitio, sólo al recuerdo de otras gentes que están lejos de aquí, allende el mar y el tiempo, escribiendo palabras que yo no entendería.

Allí, en ese otro lado, en ese otro sur que nunca vi, la estación tiene vida. Hay viajeros que esperan, viajeros que conversan, viajeros solitarios que no saben muy bien cuál será su destino (si lo miramos bien ¿quién sabe, en realidad?). Hay funcionarios con sus uniformes un tanto gastados por el uso, hay maletas, cigarrillos, un viejo reloj, expectativas… Acaso alguna vez, ese hombre que escribe, estuvo en tal lugar, acaso él escuchó la música que ahora, sentado en este banco con los ojos cerrados, me parece evocar.

Con los ojos cerrados se siente un viento fresco, la caricia del sol en pleno rostro, ese sopor me lleva hacia lejanas fechas, me invaden los recuerdos de aquella primavera (¿qué primavera? pienso) Aquella primavera que es mi otoño, tal como siempre fue. Con los ojos cerrados casi puedo sentir el temblor de la tierra, el sonido lejano de un tren que va acercándose, las voces que resuenan alrededor de mí…
Y aunque sepa que por aquí no pasa el tren desde hace más de treinta años, es tan grato dejarse seducir por esa magia… Tal vez sólo por eso, permanezco sentado en este banco, con los ojos cerrados, aguardando en secreto la llegada del tren, ese tren que es tan sólo una esperanza, la inverosímil fantasía de un alma que dormita.
Y entonces, él también, ese hombre que escribe, puede cerrar los ojos; allí parapetado tras su mesa, puede cerrar los ojos, recobrar ese olor casi olvidado, sentir la emanación de los viñedos, las voces, las campanas, y retornar al día en que llegaba el tren que no pudo tomar en su lejana Europa (ese tren que había de conducirle a su destino). Nada importará entonces si el nombre no es el mismo, si es apenas el eco de una voz junto al fuego, una simple palabra que se quedó prendida en el alféizar gris de esa ventana que algunos llaman alma. Tal vez así los dos: ese hombre que sueña (si es que es él, el que sueña), y este hombre que espera (si es que soy el soñado) podamos al final entremezclar nuestras ficciones: su Sur con este Sur, el mío con aquel que nunca he conocido.



*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
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miércoles, noviembre 26, 2014

CUENTOS AZULES PARA SUEÑOS DULCES...


*Obra de Claudia Marting.
Rosario. Argentina.








Rejas*




Rejas, rejas protectoras
Rejas, que separan
Trincheras, hierros verdes
En casas, edificios
¿Jaulas civilizadas?
Los niños ya no tienen
Amigos del barrio,
Bicicletas prestadas
Hay juegos solitarios,
En pantallas encandiladas-
Ay Dios mío,
Hoy vi niños con rejas
En jaulas silenciadas.-


(Papis: que los niños no se queden dormidos delante de una pantalla…)







CUENTOS AZULES PARA SUEÑOS DULCES…

-Cuentos y poemas para leerle a Paloma-





*


Por los caminos de la Azul Hada
viajan cuentitos y lecturas
para mi sobrinita Paloma
que susurra al oído
te quiero mucho azzul
con voz tímida y dulzona
sus ojitos claros brillan
enojados y sencillos
porque su tía
no le escucha.
Vuelve a repetir Paloma
esa prodigiosa  frase
con tono potente, apresurado
el hada cohibida se agacha
torpe y sensible
ante tan hermoso regalo.
La azul hada se paraliza
hechizada por esas palabras
pierde conmovida, homenajeada
los tules, el sombrero
y sus alas…


Descubre de pronto “encantada”
la azul Hada
que la niña tiene las virtudes
en su estrella , en su almohada
las fantásticas aventuras
de las varitas mágicas.








Casita rodante


Con su vehiculo de nácar
Patentado de 12  ciruelas
Y su techo tornasolado

El caracol se desliza
Por las nervaduras de
Las hojas de verde brillantina

Con sus antenas de alarma
Como excelente  radar
Evita los embotellamientos
Y los choques inesperados
De los que puedan
Interrumpir
Su andar

Su velocidad
Es lenta pero
Le permite curiosear
Por los lugares más insólitos
Del jardín.-


 (Para Paloma y Francisco y todos mis amores chiquilines)









Almendra



Era una perrita que vivía a orillas del río. No tenía dueño, era amiga de los chicos. Le gustaba estar con ellos a quienes les  tenía mucha paciencia.
Su mirada era tierna, como el color de su pelo y sus pestañas de miel. Sus patas estaban acostumbradas a saltar  las murallas que sostenían al oleaje.
Los chicos con la pureza de su sensibilidad. La abrazaban y alimentaban con dedicación y cariño
Un día,  almendra tuvo 12 hijitos. Nacieron debajo de una fuente para lavar los utensilios de fogón para comer los típicos asados de fin de semana.
En los días de lluvia, todos los pequeños desaparecían en masa,  porque se encargaban de correr a los cachorritos para ponerlos debajo de algún techo para que no se mojaran. Era una experiencia inolvidable observarlos como se preocupaban por Almendra. Ella por el tono de su pelo también había sido bautizada con ese nombre por sus amiguitos.
Muchos se fueron llevando algún retoño a su casa, y gozar de su compañía.
En una tarde gris, Almendra fue atropellada por un auto. Fue enterrada en los jardines del club, debajo de las hortensias.
Hoy, luego de algunos años, la recuerdo.-










El señor de los techos Miauuuu miau




El señor de los techos
Vestido de entre casa
Con un sobretodo manchado
De color miel dorada
Tiene aires de tigre salvaje
Con su vestimenta de piel atigrada
Aterroriza a los pajaritos
Que osan posarse en su tinglado

El señor de los techos
Es un gatito aburguesado
Porque se vuelve loco
Por las hamburguesas
Con Ketchup y mayonesa
Ronronea por el tejado
Cuando le pica el bagre
Medio enojado
Espera a su amigo
El de sombrero de papel
A un horario determinado

Haga frío, calor o lluvia
El gato de los tejados
Tiene una doble vida
Su vivienda se asegura
Entre dos casas vecinas.

Merodea sigiloso
En puntas de pie acolchadas
Disimula su penetrantes uñas
Y las desenvaina afiladas
Cuando lo sorprende
Algún ruido peligroso
En alguna madrugada

Cuando llega la hora
Del desayuno, almuerzo
Merienda o cena

Abre sus ojos gigantes
De un verde claro y brillante
Que a veces parecen amarillos
Escucha atento las pisadas
Tartamudeando  por los escalones
De su  escalera domesticada

Maúlla y grita desesperado
Aquí viene mi banquete
Tengo suerte tengo un amigo
Que me convida  café con leche

Mientras se peina sus bigotes
Para degustar tranquilo
Los manjares que le sube
Su muy más mejor amigo.-








Vaquita de San Antonio, la verdadera historia



Fruti era una vaca diferente, en un sueño el dios toro blanco le presagió que su fortuna  era ir al matadero. Como era rebelde y no quería ese destino para ella, pidió un deseo a su guía de la manada que la dejara volar. Quería ser liviana y sencilla,  tenía aires de doncella. Era coqueta hasta en sus cuernos, a los que maquillaba de frutos salvajes dejando un aroma inigualable cuando caminaba por el campo…
Ansiaba volar como las mariposas y como los grillos llevar la suerte a los de corazón abierto.
Así en una tarde de verano, se recostó debajo de un ombú y dos hojas de cristal se cayeron sobre su lomo. Un pájaro carpintero, le matizo lunares de frutillas en su cuerpo y caracoles en sus patas. Su figura se fue haciéndose cada vez más esbelta y espumosa,
Sus alas se desplegaron en transparente solidaridad…
Hoy fruti vive en los jardines aireados de libertad, rodeada de hortensias y golondrinas.
En sus antenas siempre vibra la imaginación.-












El escarabajo



Con sus pinzas de jardinero
Camina ondulante
Por las colinas del césped
De los jardines de Punta Lara
En su silente andar
Escala las piedritas
Y los cardos
No se adonde irá…

No conozco su casita
Ni su esposa ni sus hijitos
Como un centinela blindado
Cerca del río
Cuando el sol pinta el naranja
Entre verdes  y amarillos
A mi guerrero cauteloso
Si estás atento, lo encontrarás.-



*
-(Los escarabajos son los centinelas que cuidan de los chicos traviesos que no pueden dormir por el calor)










Don bigotes



En una espera fastidiosa

Se presentó Don bigotes
Un bombón de chocolate

Era un perro intuitivo

Su raza “vagabundo”

Con gestos de simpatía
Dedicaba  volteretas
Con  su cola  vivaracha


Don bigotes
Esperaba manso los  mimos
Humedeciendo el aire
Con su hocico curioso

Invitaba confiado
A que lo acariciáramos
Con su pelo duro y oscuro.

Su  insolencia  y seguridad

Hicieron de esa noche
Cargada por la incertidumbre
una madrugada inolvidable.











No me gusta el ratón Pérez


Hooolaaa Chicooooos



Soy el ratón mojarrita
Que se lleva los dientes
De las chicas sonrientes
Me gusta que  inventen
Collares, tobilleras, pulseritas
De canutillos y mostacillas
De colores brillantes
Para adornar mi cuevita.-








Calesita


En un carrusel estoy
Dando vueltas y vueltas
Montada a un caballito de madera
Que sube y baja

Pero tengo que dormir

Y no llega el permiso
Giran las manzanas
Acarameladas con
Prendedores de pochoclos
La presencia de los mayores
Vigilan el andar
Hay una dulce canción
Que flota en el parque
Casi inaudible:
La respiro, la huelo

Pero tengo que dormir

Ya descubrí y estoy alerta
Quiero llevarme la sortija
Arrancarla desprejuiciada
Para saborear "una vuelta más"
Finjo estar distraída
Soy grande para estar
Jugando, ensayando
En apresarla...

Pero tengo que dormir

Y el sueño no viene
Se esparce se suaviza
En el coro de los grillitos
Que se revela más etéreo
Cuando cierro los ojos
Intento adivinar su idioma
Inocentes comunican
No arrugues tu ceño
Vencerá sola la Hora
Descansa entre tanto
En los giros de la
Atractiva Calesita.








Una artista de la moda


Hay una araña virtuosa, que trenza con sus anteojos de sol.  Trabaja noche y día  en punto arroz. Desteje sus  hilvanes de seda, entre comillas  y con sus patas laboriosas delinea  cortinas flotantes.
Conforme ella espera, que venga una polilla viajera. Se pose distraída en sus tejidos disimulados  de brillos de vedette. No sabe que le espera una camisa de fuerza, que la atará para siempre, y será el alimento de la araña silenciosa que  borda al crochet  Elige encajes que puedan realzar su estructura móvil y seductora. Entrelaza doña araña su obrar  en una flor, en un portón, en el filo de una ventana o en el vértice del cielorraso. ¡Si  fina artesanía!.
Según como está su estado de ánimo, teje estructuras circulares, intenta así mostrar su mundo cuando le sale algo “redondo”. Si se encuentra medio  insistente, busca motivos geométricos y paralelos. Es allí que  piensa preocupada  qué bicho  palpará hoy en  su almuerzo.
Si  se encuentra inspirada, deja que los hilos levanten  la madrugada.
Su arte singular desliza en cada movimiento lento. Es paciente, su tarea va transcurriendo sin prisa y con detalles de alta costura. Es admiradora de la clásica Chanel y le encantan los perfumes de Jean Paul Gaultier. Está enamorada del frasco que tiene el torso desnudo de mujer.
También es una modista de vanguardia, como fue André Courrèges  y la inglesa Mary Quant que fueron  promulgados como los inventores de la minifalda..Para que la mujeres se hallen más libres.
Me contaron que, ahora es admiradora de Stella Nina McCartney que  es una diseñadora de modas británica y  activista por los derechos de los animales. Doña araña, ha estudiado en los mejores colegios del verde, ha obtenido becas por su estilo diferente y revolucionario. Las formas de sus diseños son precisas: se basan en cuadrados, trapezoides y triángulos. Realiza sus labores con su "  mano de obra ", utiliza material puro y no contaminante. Cuida del ambiente y permite que continúe el ciclo vital de los insectos sin agregados pesticidas.
La señora araña, pertenece al mundo de la moda.-









El duende perdido



Chicos, saben una cosa, hay un duende aburrido,  en mi patio.
Inventa travesuras cuando el cielo se enoja y se vuelve de un gris encapotado.
Este duendecillo es torpe, improvisa con sus zapatos  alargados un concierto al pisar las  hojas secas cuando se desliza por las baldosas de granito.
Pobrecito, no está acostumbrado a la civilización…
Es salvaje: tira el balde colmado de agua jabonosa, empuja a las hojas de la madreselva, o le roba los palitos y los hilos a las palomas para hacer sus nidos.
Quiere volar con las golondrinas, pero ellas no lo llevan, porque en las noches sin luna, cuando están descansando,  las asusta con su nariz regordeta y su bigote puntiagudo.

El huye de la luz, se siente muy feo. Por eso, parece antipático y fastidioso.

Ha venido a mi casa por equivocación, su hogar está en un jardín de enredaderas plateadas de City Bell. Allí el viento peina sus hojas como cabelleras de peluquería, según la orientación que tome.

Creo que extraña ese paraíso  de espacios perfumados de jazmines del cabo, de rosas y de margaritas.
Vino a mi apartamento en un transporte inusual: una canasta de mimbre llena de maní con chocolates, nueces, almendras y golosinas. Lo habían asustado los ladridos de unos perros guardianes muy prepotentes y las explosiones de los fuegos artificiales de fin de año.
¡Casi  muere del susto!
Ahora que sé cual es su lugar preferido, le voy a dejar un mensaje escrito con letras manuscritas de su mejor  amiga, una niña que se llama Pau.
Le subrayaremos que  nuestro deseo es reintegrarlo a su morada lo más prontito posible.



-PD.: También le vamos a pedir al Duende que puede contarnos cómo es su forma de vida, lo que más le atrae, lo que necesita, cuando duerme y qué come.-







Calabaza plateada



En un jardín de ilusiones
Tropecé distraída con un objeto brillante
Era una calabaza plateada
Gordita medio apelmazada
Escuché sus gritos sorprendida
No sabía que las calabazas hablaran
Me dijo al oído susurrando
Quiero crecer enamorada.
Suavemente la saque
De su envoltorio
De platas abrillantadas
Me dijo quiero seguir creciendo
En un vientre deseoso
Que me acune soñando
Cuando despierte  preparada.
Quiero ver la luz de ojos enamorados
Y sentirme alimentada
Por el cariño de una pareja
Que en el verde dialogaba.
De inmediato la tomé
Con manos temblorosas
No deseaba quitarle
Su deseo de sentirse  airosa
La escondí entre celofanes
Entre piedras preciosas
Para entregarla a sus destinatarios
En esa tarde calurosa.




(Para Sil que está embarazada y Juan Martín).
Noviembre de 2014








La araña entreteje la tela



Busca diseñar una escarapela
Sostenida entre las hojas verdes
De la  caprichosa  enredadera
Con sus anteojos de sol
Trenza, cruza, entrelaza
El suave pero firme hilo de seda
De él surge el color blanco
De la nieve permanente
Y en su trama singular e inteligente
Con el viento acariciando su figura
Va tejiendo y destejiendo la estructura
Reflejando el celeste de un cielo refulgente.-








El Dr. Einstein, Diario perruno



Hola (guau) que bello es mi hogar, aunque aún soy muy pequeño huelo que esta vida será de maravillas.
Nací en un sitio lejano con 6 hermanos más, y después de dos meses me llevaron a vivir con “gente persona”.   En un comienzo, el idioma que hablaban era difícil para mí, porque me era espinoso entender que tenía que hacer pis y caca sin pañales. Y no ensuciar con  mis desechos ofreciéndolos en cualquier lado de la casa, en el living por ejemplo.  Los humanos me decían en su idioma, no ahí no, tienes que ir a la tierra, y como estaba contento y me gustaba curiosear me iba al jardín a buscar el terreno predilecto para levantar la patita.
Me encantaba corretear por los arbustos verdes mojados por el rocío…tenían un olor tan sabio a naturaleza,  me entretenía  mordiendo todo, hasta las flores, las margaritas eran mis preferidas. Porque solía deshojarlas con mis dientes y mis patas. Adoraba a las abejas, porque su acento era muy sensual y picante.
Cuando fui creciendo, un día me regalaron un collar con una medalla que estaba inscripto mi nombre de Doctor Albert  Einstein  y sentí muchas ganas de investigar al mundo.
Con mi visión en blanco y negro, no contemplo el color de las personas y las plantas, pero lo percibo con mi olfato.
Tengo un tutor que es un genio, le gustan las letras, la música, cocina como los dioses y me acaricia con sus manos. Él es muy perfeccionista y no se le escapó ningún detalle para mi educación de vanguardia
En las noches me leía acostado sus libros de ciencia ficción, sus poemas, sus proyectos de conquistas espaciales, de marcianos y extraterrestres y también física y matemáticas.
Así comencé a  saber que mi vocación era ser científico. No me hicieron tests vocacionales, solo me dejé llevar por la intuición y la inteligencia práctica…
Como no tengo el mismo lenguaje hablado ni la misma cronología del tiempo y del espacio. Mis investigaciones son extravagantes. Eso es lo que dicen.
Ojala me dieran un premio Nobel para Canes.









Nana para mi niño



Duerme mi niño

sueña con alas de mar

que un aroma de nubes

construya ilusiones de sal








RULOS



Rulos  y trenzas color azabache
Nariz respingada de chocolate
Sonrisa  volátil detrás de unas perlas
Brillantes y paralelas
De derecha a izquierda


Soy Princesita de algas moradas
Muñeca de trapo
Con  mejillas tomatadas
Ojos de almendras de Navidades

Pelucas lacias o  rizadas con
Fideos cabellos de ángel

Zurzo con dedales de  masa
Que siembran anillos de entrecana

Cuanto estoy cansada,
Y tengo mucho sueño
Espero a mi abuelita
Que se acerque a mi lado.

Con sus cuentos recorro
Fragancias de altezas

Echo un vistazo la los paisajes
De  una polvera redonda
El talco fino y suave se convierte
En desiertos, en arenas y playas
Camino despacio confiada  de  su mano
Hasta que entre sueños me despido
¡Hasta mañana!



(Para mi abuela)








Barquito de papel



Viajo en un barquito de papel, armado por las  adiestradas manos de una pequeña  artista. En su interior lleva un tesoro de confites acaramelados y chupetines de naranja.
Su capitán es un pirata que roba monedas de chocolate y  perlas de bijouterie baratas.
En el parche de su ojo hay un espejo de sirenas, tortugas acuáticas  y delfines.
Entrena esgrima con mucha destreza,  en un duelo casi permanente con un pez espadachín.
Su timón circula  con caireles de coral. Su brújula siempre señala que navegue de día. Con el reflejo del sol sobre sus dientes.-









La bruja Maruja



Andaba en pantuflas
Tenía una antigua blusa
Y cuando se agachaba
Se le asomaba  una rancia trusa
Toda manchada y  Cachuza

Andaba en una calabaza y se peinaba
Con un plumero lleno de pelusas
Merodeaba en los recovecos
Continuamente con cara de mufa

Por eso nadie la quería.
Ni se le acercaba-








La araña distinguida



Una araña distinguida,  se desliza  por las noches, con un silenciador. Quiere que los chicos duerman tranquilos. No le agrada asustarlos. Está preocupada porque tiene fama de maldita. Siempre la comparan con el susto de alguna película de terror.
Ella, sube y baja protegida por su paracaídas de celofán. Teje guirnaldas de rositas   mientras se hamaca, en un trapecio de girasoles.
Cuando trabaja mucho, se toma un respiro y extiende sus brazos cansados, dando vueltas en el aire como un ventilador…
Para la  temporada de verano, me confesó al oído  que quería estrenar  un bikini amarillo y negro.
Por eso en las tardes,  ha  comenzado a tomar clases de tejido de punto inglés.-










Leyendo en compañía:



-El duende que parece estar perdido, habita en la Casita rodante que le alquila  La Azul hada.

-La abuela atiende a los niños y sus animalitos.  Los lleva a dar una vuelta en la calesita. Le encanta que la acompañe la Vaquita de San Antonio, que da buena suerte y engancha la sortija.

-Cuenta la leyenda que hace tiempo abuelas y  arañas compartían  las recetas de los  tejidos, y así empezaron a brotar bufandas, calcetines y ropa de abrigo, dirigidas por la nona, y los telas finas como las puntillas, encajes, y los ovillados de seda fueron creados por las arañas. Unas y otras son artistas de la moda.

-El escarabajo, y el Dr. Einstein son los encargados de cuidar del jardín, de no perder de vista las estrellas y observar el universo.

-El  ratón mojarrita es muy inquieto,  se cansó que lo confundan con ese ratón Pérez. Quiere actualizar cuentos.

-La nona desenreda los Rulos de los chicos. Canta y  arrulla  “nanas” para los nietos.

-Don Bigotes continúa con sus recorridas de madrugada.

-En un barquito de papel, la bruja Maruja encontró dibujada una calabaza plateada.  La bruja se hizo más buena.  Recapacitó que Almendra no quería estar entre rejas y que podía ser amiga del señor de los techos. Desde entonces lee antes de ir a la cama Cuentos Azules para Sueños Dulces.








Dulces sueños


El sueño apacible vendrá este crepúsculo de tormenta a arroparme. Me deslizará en sabanas limpias y perfumadas. El vapor del incienso dibujará paisajes verdes y  hojas permeables serán mi lecho aterciopelado de dulces sueños. Palabras mágicas que he sentido y he expresado tantas noches, antes de ir a la cama.
Y en este hoy se han hecho realidad.
Dulces sueños les prometo en voz baja.-


*Textos de Nora Azul del Rosario Akimenco. azulaki@hotmail.com




***
INVENTREN


Las aguas y los dioses*

-De la estación Carhue-


En este lugar, aquí, en este hermoso lugar hay verde. Aquí, en este sitio existe el verdor. Aquí es bello, aquí hay plantas. Eso decíamos.
Nosotros, los mapuches, nosotros, los salvajes ignaros decíamos Carhué y era decir nuestra casa, era decir la tierra, era decir mi familia, mi ancestro más remoto, mi vida. Decíamos Carhué y decíamos amo la tierra verde.
Y el lago Epecuén nuestro lago Epecuén era salado. Salado como el mar más reconcentrado, tan salado como si el océano hubiese sido puesto al fuego en una olla de barro y hubiese hervido despacito hasta que el agua fuese casi sal. Así era el lago, así lo extendieron los dioses oscuros sobre la tierra verde. Y era el límite del verde. Mas allá venía la pradera que se tornaba páramo, hasta allí las pasturas y la facilidad. Hasta allí lo cálido y amable, a partir de allí ese límite, ese exterior, esa felicidad que se consigue con mayor dolor. Porque, debo decirlo, también esa era nuestra casa, y así como se ama al hijo obediente, se ama inevitable y dolorosamente al hijo que se eriza en espinas y baldío.

Era Carhué y era el lago de sal. Y fueron los hombres que ya estaban pero estaban todavía lejos. Eran los hombres del color de la blanca muerte, que nos habían dejado tranquilos hasta que su codicia los forzó a extender los brazos más lejos que el corazón. La codicia les dio hierros en los brazos y les dio hierros en los pies, y Carhué que era mi hogar fue mi tumba, y mis lugares tomaron nombres que nunca les casaron, nombres que se resbalan porque no los pertenecen. Pueblo Adolfo Alsina, lago San Lucas, nombres extranjeros, nombres que se desvanecen bajo el cielo de la América y que mi boca no puede pronunciar sin hacerse violencia.

Llegaron los hombres de hierro. Se quedaron los hombres de hierro.
Vinieron en su propia bestia humeante como quien llega montado en una pesadilla. Le dicen ferrocarril a la bestia de fuego, a ese monstruo negro y temible. En tres grandes bestias llegaban los hombres blancos y seguían trabajando para su codicia.
No les bastaba la laguna de sal. Ya no estábamos nosotros, yo era ya polvo de huesos bajo mi tierra verde cuando los intrusos que vendían baratijas y habitaciones y bañadores a rayas quisieron obligar a la tierra a dar más de si. No les bastó ver nuestra tierra, se la apropiaron; no les bastó apropiarse de la tierra, la quisieron doblegar con sus canales y sus terraplenes. No era suficiente con el nuestro lago, no. Hicieron un lago ellos, un lago dulce, trajeron el agua desde otros lados que no son este lado, que no pertenecen a este lado, y con ese agua extranjera hicieron ese nuevo lago y cambiaron la historia de la nuestra tierra.

Y el diez de noviembre uno de los dioses oscuros miró la tierra que era verde, abominó el lago dulce, tomó una palabra, pronunció una nube de ceniza, y el terraplén cedió, y la ciudad conoció el olvido del agua silenciosa. Y el agua avanzó como un ejército en marcha, y las puertas se hincharon en sus marcos, y el inexorable pasado se acumuló sobre los ladrillos de la ignominia. No tañe la campana bajo el agua, no acuden los niños a las escuelas, diez metros de agua se comprimen sobre las plazas y los tejados.
Me duermo en mi tumba ahora. Mientras me adormezco canto quedo una melodía que ya no encuentra cuerdas para sonar. Siento la luz de la luna quebrada sobre el pueblo sumergido. Descanso ahora. Los dioses juegan sus juegos, un pez desprende silenciosa, lentamente, una escama de madera de una silla que se pudre.


*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com



-Próximas estaciones para escribir:

J.J. ALMEYRA.
-Por Ferrocarril Midland-


GOBERNADOR ORTIZ DE ROZAS
-Por Ferrocarril Provincial-

-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar

Al salir de la Estación de empalme Ingeniero de Madrid, el Inventren sigue un doble recorrido por vías del ferrocarril Midland con destino a Puente Alsina, y por vías del ferrocarril provincial con destino a La Plata.

-las estaciones por venir en el ferrocarril Midland:
INGENIERO WILLIAMS.
GONZÁLEZ RISOS.  PARADA KM 79.  ENRIQUE FYNN.
PLOMER.   KM. 55.   ELÍAS ROMERO. 
KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.
KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.

-las estaciones por venir en el ferrocarril  Provincial:

 JOSE RAMÓN SOJO.  ÁLVAREZ DE TOLEDO.    POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.
FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
 ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.



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