*Obra de Claudio Uzal.
-Abre una
exposición el 3 octubre de 2015.
Lugar: espacioDespacio.
Bajada de San Martín, 4
- 45002 Toledo.
http://www.espaciodespacio.org/
MOTIVO BREVE DE
MAYFAIR*
¿Por qué esa
mujer llevará cuatro flores
marchitas
entre sus
cabellos rubios? De elegante
chaqueta,
chalina rosada
y pantalones al tono,
aguarda su
turno
en la tienda
mientras mira nuevamente su
reloj
y no deja de
estar atenta a las vendedoras
que sonríen.
Las flores, dos
marfileñas y dos amarillas,
dibujan
sobre su blonda
cabeza una caída triste y
deslucida.
Su vitalidad
gestual, su porte, sin embargo,
contrastan
con esa
naturaleza mustia, que no parece
de ella
ni de su aire,
cuando ya van a ser las 6
en punto.
Acaso hace
algunas horas, sí, cuando esas
pequeñas
orquídeas
lucían todo su color y su gracia,
o su dulzura,
entre sus
largos mechones dorados, de
cuidado
citadino. En
fin, a cada momento todo lo
que respira
va en camino
lento a empalidecer su
encanto,
aunque esta
elegante mujer, acaso buena
vecina
de Mayfair,
sonría seductora y no pueda
presentirlo.
*De Eduardo
Dalter. eduardodalter@yahoo.com.ar
Londres, 26 de
mayo, 2014
CON LA CLARIDAD UNIENDO LO ETÉREO CON LO REAL…
*
Así
puede ser
todo
tan fugaz,
la vista
asciende
siguiendo
la luz.
Y
los colores
del mundo
se desvanecen
con la claridad
uniendo
lo etéreo
con lo real.
*De Miryam
Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar
SONATA DE LA
VIDA BUENA*
El espectáculo
se desarrollaba en la biblioteca más antigua, más bella y más querida de la
ciudad. Un actor y un músico magnífico hacen un viaje sobre la poesía y la vida
de un poeta muy querido. Cuando el actor dice, con esa elocuencia y ese rigor
actoral, compenetrado casi carnalmente con los textos y con las noticias sobre
su vida, en las relaciones que ese poeta niño y luego hombre estableció con
su padre, fue como si estuvieran contándome mi propia vida.
Ese padre
“dominante pero gran trabajador”, eran mi abuelo y mi padre, y eran también
todos los inmigrantes o hijos de inmigrantes que conocí en mi infancia. ¿Mi
infancia no fue cualquier infancia porque como lo de aquel poeta se desarrolló
en ese lugar “que era todos los días iguales donde florece el lino” y yo
también como él, no cambio mi recuerdo, que fue de pájaro sobre caballo suelto?
No sé como pude
ver entre tanto sacrificio sobrehumano de aquellos hombres y aquellas mujeres,
captar el vuelo errático de las golondrinas, asistir al ciclo de las cosechas y
las pariciones y admirar aquellas flores breves y amarillas de los
aromitos, o sentir en las narices el olor acre del orín de los caballos y
traerlos conmigo aquí, al conjuro de esos versos que anoche oí, reviví y fui
atravesado nuevamente por esa musicalidad querida que me acompañó hasta
acunarme como si mi madre estuviera viva y yo fuera un niño que deambulaba por
los campos buscando en los potreros huevos de perdices Y uno piensa entonces
qué sucede en verdad con las palabras, qué se produce cuando entran al flujo
viajero de la sangre o se meten en los huesos sin hacer un ruido, pero esas
palabras de otro pero que hice mías y la mezcla con su experiencia y la mía,
hoy me atraviesan entero y mientras tomo estos primeros mates de la mañana, arrimo
estas palabras mías, mis propias palabras. ¿Mis propias palabras? Pero no es
acaso que uno es un ser poblado por las palabras de otros ¿Acaso muchas
veces cuando uno cree tener una frase feliz está ante la posibilidad de que esa
frase ya la hayan escrito otros?
Si se habla de
experiencia tampoco sirve porque poco de andar uno es interpelado por
alguna persona que tuvo una experiencia similar, sobre todo si pertenece a
nuestra generación y que pueda haber compartido esas vivencias ligadas a los
espacios abiertos y el relativo orden de la naturaleza antes de que el hombre
destruyera todo.
Pero quiero
volver a esa media tarde en que acompañé a mis tías más jóvenes a llevarles el
mate cocido a los cosecheros metidos en el trigo a medio cortar, junto a su trilladora
y bajo un sol quebrador de cabezas, en una olla grande, con una hogaza grande
de pan horneado esa mañana y yo detrás atribulando pájaros con mi honda
asustadora de pájaros, mi perro que espanta las perdices, con su silbido
súbito y perdido en el horizonte de fuego.
Yo bien puedo
decir con José Pedroni: No cambio mi recuerdo.
*De Jorge
Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
*
Mi abuela me
contaba,
de pequeña,
que en el
centro de la tierra
latía un
corazón.
A él nos
arraigábamos
árboles y
hombres,
y los ríos lo
buscaban
al ir hacia el
mar.
Siempre busco
al andar entre
mis rosas
el latido
eterno de la
tierra,
Sé
que mi abuela
no mentiría
jamás.
*De MARIANA
FINOCHIETTO. mares.finochietto@gmail.com
Legado*
Le dejo a su
sobrino sus cuadernos por legado. Le llegaron embalados en una caja y atados
con hilo de yute. Son cuadernos comunes de hojas rayadas y espiral que vienen
con su título en la tapa. El hombre elije abrir el que dice “Amor”.
Son frases
sueltas. Según parece muchas eran propias, del propio saber del tío gestado en
años de andar por la vida. Otras escuchadas. A veces frases subrayadas con
resaltador en un recorte de diario.
Esta todo
prolijamente anotado con su letra cursiva grande y clara, que le elogiaban
tanto en su empleo de revisor de cuentas.
El hombre va al
final del cuaderno. Esa es la última frase. Tiene una aclaración:
“Me dicen en el
bar que lo dijo la Rosa Montero en un reportaje. No es textual, la escribo con
mi memoria no tan buena…"
Lo
verdaderamente heroico es querer al otro tal cual es.
"Tal cual
el otro es" -Escribe para dar énfasis a la frase.
Luego sigue una
reflexión:
“Cada vez
seremos más los viejos solitarios. Hasta que lleguemos a estar sentados en el
geriátrico mirando un Potus. Con suerte habrá una ventana para ver el
movimiento de la calle.
Y una mañana
cualquiera, una viejita se siente al lado nuestro. Nos tome la mano.
Y sea tarde
para casi todo, menos para sonreír”
Aullidos*
Es la
medianoche. Han apagado las luces del vagón para que la gente duerma.
Afuera hay un
cielo estrellado y luna plena que ilumina el interior del vagón, dibuja formas
extrañas según ingresan las sombras altas que bordean cada tanto el recorrido.
El hombre lee a Saramago gracias a una débil luz individual. Encuentra una
frase que lo sacude: "La culpa es un lobo que se come al hijo después de
haber devorado al padre".
Piensa en su
padre, nacido en un hogar campesino en la Italia de 1923. Ese sueño que lo
sacudió ya anciano: los lobos se comían a sus ovejas y él no podía hacer nada
para evitarlo. Así se despertó, de esa cara de espanto de su padre, el hombre
no se olvida. Piensa en su padre, en él, en sus hijos. En otros padres con sus
hijos. Todos acechados y finalmente devorados por la culpa. El espanto no lo
deja dormir.
En los sueños
de muchos hay aullidos.
Abuelos*
Al hombre le
falto la presencia de tres abuelos. El abuelo materno que abandono a su madre y
su tío siendo ella y su hermano niños pequeños. Y los abuelos de Italia, Madre
y Padre de su Padre que quedaron en su pueblo, atrapados en cartas que se
lloraban al leerlas.
Y el después de
crecer sin vivencias, sin la remota presencia de los abuelos para acompañar
buenos y malos momentos.
Sucedió una
tarde, muchos años después, cuando ya ninguno tenía a sus abuelos en vida y ya
los padres que quedaban luchaban con achaques, fue entonces cuando el hombre
mientras tomaba mate con su amigo de la escuela secundaria le pidió que le
prestara un recuerdo.
-¿un recuerdo?
-Si, un
recuerdo que fuese la esencia misma de tener abuelos y compartir cosas.
El amigo eligió
una abuela, la que vivía en la costa. Casi río, casi mar, allí donde los
colores del río y del mar se mezclaban según mareas y la luminosidad del cielo.
Era la abuela
que vivía sola, con una sola pierna suya, la otra una pata de palo. Y los
recibía a él con su hermano menor, a veces con amigos de la escuela que
compartían el gusto por la pesca.
Luego de la
pesca, se comía el pescado preparado por las manos de la abuela y se tomaba
vino tinto, porque la abuela lo compraba en damajuana.
La abuela de la
pata de palo vivía solita, pero no tenía miedo, por si las moscas y por algunos
malos vecinos había conseguido una carabina. Por lo que contaba, solo la había
usado para disparar al aire si alguien quería robarle los pollos que criaba.
El hombre
siguió por sus días agradecido por el recuerdo prestado y cada tanto cuando
necesita de tomar distancia de sus propias cuestiones. Cuando busca una tregua,
arma la imagen de una abuela con pata de palo, damajuana y carabina esperando a
sus nietos… y sonríe con una expresión que se parece a la fragilidad de la
dicha.
HLIN*
Cuando vi
entrar a la muchacha rubia y alta toda vestida de blanco imagine lo que hubiera
dicho el tío: "una diosa"
Enseguida
invito a los familiares del "abuelito parlanchin" y a los del
"abuelito soñador" a retirarse de la habitación con una formula
simpática:
"Al que se
queda lo pincho también"
Cuando la vi
salir después de su tarea cumplida, le hable con tono de ruego:
"Para mi
tío las mujeres eran diosas, por favor decile algo lindo al oído…Quizás
revive"
Como pidiendo
un soplo de magia, fue un ingenuo último intento para rescatarlo al tío.
Ella sonrió de
un modo enigmático.
Sus labios no
se movieron, pero pude escuchar su respuesta:
"El ya
esta en la luz, donde todos vamos a ir"
El tío en su
nube*
Una nube de
polvillo expandiéndose por el aire de la habitación. Esa era la imagen más
antigua que el hombre que en aquel entonces era un niño tenía de su tío.
El tío había
salido de darse una ducha. Había colocado una toalla sobre la cama y se había
sentado a llenar de talco sus genitales. Sacudía aquel envase cilíndrico con
una energía demencial dejando al aire una nube de polvo que no deja de
expandirse en el recuerdo.
La pensión se
llamaba "La Esperanza" y su tío estrenaba a los 40 años una nueva
soltería. Esa noche iba al club Sportivo Alsina, donde actuaban Sandro y Los de
Fuego. No le interesaba la música ni quien estuviera en el escenario, iba
porque las mujeres de Lanús “son mucho más que un fuego”. Y luego esa imagen
que se niega a olvidarse: apenas dicha su genialidad el tío que no paró de reír
con ese estruendo tan suyo para festejarse sus chistes sin esperar una risa
ajena sino mas bien contagiándola.
Años después su
tío repetirá una y otra vez la historia de como llegó a esa pensión sólo con lo
puesto: Al volver de su trabajo en la fábrica encontró a su primera mujer en la
cama con un tipo arriba “entrando y saliendo… entrando y saliendo”. No lo
vieron, volvió sigiloso sobre sus pasos llevándose el juego de llaves que ella había
dejado sobre el bargueño. Entonces dio dos vueltas de llave a la puerta de
calle para que se queden allí encerrados para siempre o tengan que saltar el
tapial del fondo y salir de manera indecorosa por la casa del vecino.
El tío tenía
esa especie de desapego, no le importo nada de lo que había en su casa, si su
mujer no sería más su mujer no quiso llevarse ni un par de medias.
A lo largo de
los años esa imagen iba a permanecer como un interrogante a descifrar. Un tío
despreocupado y alegre, llenando de talco sus testículos para salir a buscar
una nueva mujer a pocos días de haber perdido hasta sus ropas.
Como lo
demostró obstinadamente una y otra vez en su larga vida, no quería estar solo,
su tío necesitaba una mujer o la ilusión de una mujer para vivir.
*Textos de Eduardo Francisco
Coiro.
DONDE
CORRESPONDE*
Fue caminando
con rapidez y decisión, por la calle todavía mojada que llevaba a las afueras
del pueblo.
Sus pies
grandes pisaban con fuerza el suelo, mezcla de arena y tierra, donde podían
verse aún las huellas de los animales que lo habían surcado el día anterior.
Era la
madrugada. Apenas si el sol desplegaba unos tímidos rayos y los pájaros no
habían empezado a cantar.
El padre
Domingo se había levantado cuando aún estaba oscuro para rezar laudes,
cuando descubrió la ausencia.
¡Otra vez!
Pensó entre furioso y molesto. Apagó la pava que había empezado a chirriar y
salió de la casa para cerciorarse.
Fue hasta la
ermita, oscura y fresca por el recuerdo de la noche y la encontró vacía.
La estatua de
San Antonio. “el santito”, como lo llamaban los mocovíes, había sido nuevamente
robada por los indígenas.
El jesuita
caminaba con determinación y enojo.
No había forma
de hacerles entender.
“Robada” le
parecía una palabra exagerada para el hecho, pero el disgusto no encontraba una
expresión amable.
Los aborígenes
decían que el santo se sentía solo en la ermita. Ellos lo habían modelado, años
antes, siguiendo las indicaciones de otro cura, y se resistían a dejarlo en ese
pequeño templito.
Varias veces se
lo habían llevado a las tolderías, que quedaba en las afueras del pueblo. En
las afueras, realmente era una forma de decir, ya que el pequeño caserio, casi
a fines del siglo XIX, contaba con apenas 5 cuadras a la redonda.
Ahí había
llegado, en 1860 el hermano Antonio, a fundar una iglesia en honor a Santa Rosa
de Lima, la patrona de América.
El lugar era
como un nuevo Paraíso. Árboles altos, araucarias, pinos, muchos pájaros, el río
ondulante al borde, donde los indígenas pescaban y la tierra fértil, dulce,
fresca, que se sentía como un alivio bajo los pies en esos calurosos días de
diciembre.
Los mocovíes
colaboraron plenamente en la construcción del templo, que llevó 3 años y luego
siguieron con la estatua.
El padre
Domingo recordó como, el año anterior, los indígenas la
llevaron con devoción en la procesión alrededor de la plaza de Calchines,
acompañándolo con el violín de una cuerda y los cantos en su lengua.
El sacerdote
fue descendiendo la velocidad a medida que decrecía su irritación.
Aunque deseaba
ponerse furioso con ellos no podía.
A veces
planeaba retarlos con tanta firmeza que los asustara, pero ya lo
había hecho y sólo consiguió prolongar un poco más el tiempo hasta una nueva
desaparición.
Cuando los
miraba con fiereza se desarmaba ante esos ojos avergonzados e inocentes, que
soportaban el reto.
“El santito se
siente solo”, decían.
El padre
Domingo ya había sacado anteriormente la estatua de adentro de alguna choza
pobre y llena de tierra.
No era eso lo
que él pretendía para San Antonio.
En España se
había puesto bajo su tutela. Acudía a él antes de cada examen del Seminario,
ante cada tentación o desánimo, cuando flaqueaban sus fuerzas o su voluntad o
no estaba seguro de lo que Dios quería de él.
Al
embarcarse para la Argentina, esa tierra casi virgen .siguiendo las
directivas del ministro, llevó una estampita suya dentro de la Biblia que lo
acompañó día y noche en el viaje. Entre sus manos, junto a su pecho, él se
sentía protegido por el santo.
Cuando llegó a
Calchines la estatua de San Antonio estaba ya terminada, y el cura se quedó
asombrado por el respeto y la veneración de los mocovíes, sin imaginar que
ellos sentían como a uno de los suyos a esa figura construida con barro del río
por sus propias manos.
Iban a verlo a
la ermita y le hablaban en un idioma incomprensible. A veces le traían peces,
que Domingo debía tirar sin que lo vieran antes de que empiecen a largar mal
olor. Otras veces dejaban a sus pies flores del paraíso y azahares, que
llenaban de perfume la grutita.
Cuando, a las
pocas semanas de construido el santuario la estatua desapareció, el sacerdote
se enojó mucho con ellos y reunió a toda la tribu para hablarles.
“Esto es una
falta de respeto hacia el santo”.”El es su amigo, quiere ayudarlos, pero debe
estar aquí, donde corresponde”, les dijo.
No hubo
respuesta. Sólo el grito de los pájaros que volvían a sus nidos al atardecer.
En esa ocasión
Domingo se había sentido un poco injusto, pero creyó que sería suficiente para
evitar problemas en el futuro.
“Los santos
deben estar en los altares, como corresponde”.
Los ojos de los
indígenas volvían a su mente ahora. Oscuros, grandes y temerosos, como los de
un niño descubierto en una travesura.
Ya llegaba a la
toldería cuando un niño se le adelantó.
“Donde está?”,
preguntó el sacerdote. El pequeño señaló una tienda bajo un sauce.
Domingo se
arrimó despacio. Había barro a la entrada de la choza. El sol ya estaba fuerte
y los loros gritaban entre los eucaliptos.
Corrió la tela
que tapaba la entrada y pasó.
Estaba oscuro.
El cura tuvo que esperar unos segundos para que sus ojos pudieran distinguir
algo.
Había cuatro,
cinco personas adentro.
El sacerdote
logró descubrir al santito en un rincón de la carpa. Estaba parado sobre una
piedra y a sus pies se encontraban algunas mantas arropadas.
Domingo volvió
a sentir un poco de rabia. Estaba cansado por la caminata. Cansado también de
estos aborígenes que no lo respetaban, ni a él ni a su santo.
No entendían
sus palabras, ni sus enseñanzas. Vaya a saber qué pensaban de todo lo que él
les contaba: las parábolas, los evangelios, la resurrección…
Sin decir
palabra y con firmeza se adelantó a rescatar la estatua, cuando advirtió que
todos los habitantes de la choza tenían la cabeza gacha.
Un poco
sorprendido, pero decidido, estiró el brazo y agarró al santo.
Entonces reparó
en el bulto de ropa, en el suelo.
Era una niña,
de unos tres años, sin vida.
Los mocovíes
hablaban de un insecto maligno que cuando los picaba los enfermaba para
siempre. Negro y pequeñito, les “ensuciaba la sangre”.
La pequeña no
había tenido suficiente defensas dentro de su cuerpo para resistir.
Domingo vaciló.
Quedó tan tieso como la estatua y no supo qué hacer.
Agachó la
cabeza como los demás y dejó la estatua sobre la piedra.
En silencio,
salió de la tienda y emprendió el regreso a la parroquia.
En unos días,
seguramente, los mocovíes volverían a dejar al santito en la ermita.
“Donde
corresponde”, pensó Domingo, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
*De Cecilia
Zanelli. ceciliaines_zanelli@yahoo.com.ar
-De su libro “Cuentos
cortos, y no tanto”
*
Un dolor
inenarrable que se escapa a cualquier intento de donarle un sentido, tan
opaco, tan mudo, tan cerrado, tan intenso como una tortura. Macizo y
duro, sin tiempo, casi como la representación de la muerte, peor, porque la
muerte es piadosa en su anestesia. No puede durar mucho porque es
imposible soportarlo... Se va casi lentamente y se descubre la vida no una
abstracción, haberlo perdido todo y recobrarlo, el placer de la voz que suena,
y el cuarto propio se habita y hay un libro, un café, la calma de acostarnos a
leer fuera del frío....
*De Cristina
Villanueva. libera@arnet.com.ar
***
INVENTREN
(De la Estación
Herrera Vegas - Ferrocarril Midland)
La crisis del
chocolate*
*Por Hugo
Iván cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com
&
Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com
-1-
¿Por qué íbamos
a preveer errores, si avanzábamos sobre teorías sólidas?... La crisis del
chocolate se extendía a nivel mundial. Parecía que las plantas de cacao se
hubiesen puesto en huelga hasta que las especies transgénicas, introducidas a
cada país con tratados de libre comercio, renunciaran a sus patentes en el
mercado.
Eran esos
tiempos futuros, o arcaicos (nadie lo sabe bien), en que el chocolate era
valorado más que el oro u el cobre en estos días. El Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional se vieron obligados a intervenir para rescatar al país
de lo que los expertos ya llamaban "La Crisis del Chocolate",
elaborando un oportuno plan, como en casos similares suelen ser elaborados.
Las ya
tradicionales opciones fueron consideradas: instaurar una dictadura militar,
despidos masivos, privatizaciones, permitir que una potencia invada al país
para rescatarlo, incrementar la deuda externa... Incluso la opción de dejar al
mercado nacional sin protección del Estado, para que por un milagro del mercado
mundial se estabilizara el país y lo sacara de esta terrible crisis; algo así
como cuando los extraterrestres secuestran a las personas (principalmente
mujeres, aunque luego suele haber equivocaciones), y usando técnicas de
inseminación artificial les dejan preñadas, solo que en este caso: usando
dinero y países para los experimentos.
La crisis
avanzaba rápidamente, y el plan debía ser definido; pero la experiencia
histórica frenaba cada opción al recordar que ninguna de ellas, ni todas
implementadas al mismo tiempo, resolvían crisis alguna y sólo protegía los
intereses de los grandes capitalistas. Fue entonces que la respuesta que se
buscaba, aquella que aportaría la evidencia rotunda de lo acertado de las
doctrinas neoliberales, apareció para salvar al país: se adoptarían todas las
opciones tradicionales, pero además, y ésta fue la gran respuesta, se
construiría una fábrica de chocolate.
Y así fue: la
construcción se inició un par de horas después de consumado el golpe militar.
La localidad elegida fue el pueblito de Herrera Vegas, junto a la vieja
estación abandonada del ferrocarril. Su construcción traería desarrollo y
empleos a la localidad, además de chocolate a la nación.
Lo que causó la
primera sorpresa fue el gran letrero a la entrada de la fábrica, que anunciaba
el nombre: "Alfonso Luis Herrera"; que hacía recordar esos tiempos de
la revolución mexicana de 1910, donde el tercer mundo había intentado definir
una ciencia que se distinguiera del resto por haberse originado en un país llamado
"subdesarrollado", y por haber intentado unificar la experiencia y
expectativas del pueblo con las explicaciones naturales del Universo:
FÁBRICA DE
CHOCOLATE "ALFONSO LUIS HERRERA"
Auspiciada por
el Banco Mundial.
Herrera Vegas,
Buenos Aires. República Argentina.
"El
patriotismo tiene una base química, pues nuestras cenizas irán a formar parte
de nuestros descendientes; estamos formados con detritus de nuestros
antecesores y otros seres y minerales de nuestra patria. Después de una guerra,
las sales de los muertos, por medio de los vegetales, el trigo, el pan, etc.,
nutrirán los futuros pobladores de la región en que se dieron las batallas, lo
que significa una reconciliación química profunda de las razas
combatientes" (Alfonso L. Herrera)
-2-
A poco de
andar, nos dimos cuenta con Astrid que el proyecto real no iba a ser aceptado
ni entendido. Aún en ese mismo Centro de Investigación Avanzada, donde se
desarrollaban ideas muy audaces.
¿Cómo podíamos
aceptar ser auditados por los organismos que financiaran las obras y el
equipamiento? Tuvimos que fabricar chocolate -el oro de la época- para poder
sostener la investigación básica.
¿Como explicar
que el proyecto contaba con la colaboración de una civilización extraterrena?
¿O que nuestras
creaciones genéticas estaban poblando el planeta incubadora Gl 581 C?
-3-
Al poco tiempo,
las cosas marchaban como era de esperarse: la crisis poco o nada se había
resuelto, las medidas adoptadas sólo habían logrado dar estabilidad a los
grandes capitalistas, los pobres trabajaban más y comían menos, y la deuda
externa se había incrementado en algunos millones de dólares. Todos llegaban a
la estación Herrera Vegas con la curiosidad de saber qué se hacía en la
fábrica, pero quienes lograban entrar salían siendo personas completamente
distintas, aún cuando seguían siendo los mismos (algo por demás extraño de
explicar).
Los rumores
comenzaron a causar desconfianza, pues nadie había visto por la región algún
chocolate de los producidos por la fábrica, y regularmente eran observados
cargamentos que llegaban al ferrocarril, transportando equipos de laboratorio,
secuenciadores de genes, sustancias químicas y demás cosas que pasarían
inadvertidas, si a donde eran llevadas no fuera una fábrica de chocolate.
Y es que dentro
de ésta, colocado inmediatamente en la entrada, se encontraba un espejo que
tenía la curiosa propiedad de invertir la simetría de las moléculas en todo
aquello que se reflejara en él. Este espejo era utilizado con el fin de
invertir la simetría quiral en los seres vivos, pues una propiedad de todos
ellos es que los elementos moleculares que los constituyen, en cuanto a los
aminoácidos que forman parte de las proteínas y los azúcares que componen el
material genético (ADN y ARN), se orientan a un lado en particular: los
aminoácidos en los sistemas biológicos son izquierdos (levógiros), y los
azúcares son derechos (dextrógiros). Bien, el espejo invertía esta simetría
(esta quiralidad), en todo ser vivo que se reflejaba en él.
-4-
Nosotros
trabajábamos en la inversión y/o modificación genética de la vida. No
imaginábamos que nuestros procedimientos alteraran la ideología de los sujetos.
El marco teórico nos llevaba a suponer que la ideología de los sujetos es más
dura e inmutable que su genética.
Así pensábamos
hasta poco tiempo atrás, cuando en el marco de la visita de un economista, jefe
del Banco Mundial, ocurrió un acontecimiento imprevisto: Mientras el hombre
recorría la línea de producción de monedas de chocolate -las cuales pueden ser
consumidas o utilizadas como medio de pago hasta la fecha de vencimiento, pues
vale aclarar que en nuestra época, el dinero es comestible y tiene fecha de
vencimiento en su utilización- fue entonces cuando notamos que el espejo
inversor había quedado descubierto por una esquina, y sin poder evitarlo, el
economista se reflejó en él. Cruzamos miradas de pánico pero no ocurrió nada,
todo siguió aparentemente igual.
Al final de la
visita, Astrid acompañó al hombre hasta la estación. Para el horario de llegada
del tren faltaban unos 20 minutos. Al rato de llegar, el hombre se disculpó un
momento para ir al baño de la estación. Caminó hasta el muro lateral -pintado
impecablemente de color arena- y allí, a la vista de muchos pasajeros que
aguardaban el tren al igual que él. Extrajo de sus ropas un aerosol de pintura.
¿Lo había robado de nuestra fábrica, en la sección donde rotulan la producción
embalada en cajones?
Astrid saco
fotos con la cámara de su teléfono celular mientras el tipo pintaba el muro, y
al graffiti finalizado:
"La
burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces
se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al
jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, los ha convertido
en sus servidores asalariados"
-Marx y Engels-
"El
capitalismo es una mafia"
"Lea El
Capital y El Manifiesto Comunista".
Ha pasado algún
tiempo y todavía no tenemos una explicación confiable a este suceso.
***
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RUPERTO GODOY.
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