lunes, mayo 26, 2025

LOS SAGRADOS BOSQUES DE LA IMAGINACIÓN

 


*Dibujo de Erika Kuhn.

https://obraerikakuhn.blogspot.com/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL PRESAGIO DE LOS QUE OLVIDAN*

 

Entre el corazón y la cabeza

habita la memoria

partidos hemisferios

donde el humo todo lo cubre

cerrado puño

imaginario destino

claridades en el aposento de la sombra.

Pregunto por aquel fuego

y por la ceniza que avanza por todo mi ser

Muerte y tierra sin retorno.

Repetí la lección mil veces

El presagio de los que olvidan.

Hay cadáveres en el ojo

Memoria en busca de primitivas

 Palabras.

 

*De Carlos Norberto Carbone.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"DESVÍOS Y TRAICIONES LITERARIAS"

(Fragmento)

 

 

*De Liliana Díaz Mindurry.

 

 

Un desvío es un alejamiento deliberado.

La literatura es siempre un desvío: nel mezzo del cammin di nostra vita mi ritrovai per una selva oscura, ché la diritta via era smarrita.  Se trata de un pensamiento desviado: está hecha de malentendido, anfibología y traición.  Esa traición es quebrantar la lealtad que se debe tener hacia alguien o algo. Desde el momento en que muestra lo más ominoso, que es el caos en el tejido de un presunto orden lingüístico, se desvía a sabiendas de la rectitud de la ciencia o la racionalidad, eso es subversión. Una de las posibilidades es que este camino lo forman voces múltiples y contradictorias, una Legión de voces con su connotación diabólica.

La literatura no quiere lo recto, aunque hable de la misma virtud.

La luz de lo oscuro.

Simplemente.

 

 

 

I

En muchas ocasiones se apoderaba de él; le sujetaban con cadenas y grillos para custodiarle, pero rompiendo las ligaduras era empujado por el demonio al desierto. Jesús le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Él contestó: «Legión». Y le suplicaban que no les mandara irse al abismo.

Lucas 8, 29-31

 

A todos (hablo con cierta exageración, claro) nos hablaron en algún momento de nuestra adolescencia de una ecuación subjetiva. Y todos lo escuchamos la primera vez, fascinados e incrédulos. Sería bueno (tal vez no sea bueno) preguntarse si hay algo en el mundo que no tenga esta carga desastrosa o fantástica de sometimiento al «sujeto», lo cual ya es una redundancia.  Por algo Derrida conversaba sutilmente de la «différance» El significado de un significante no es el referente sino otro significante. Las palabras no re-presentan lo ya presente y se confunde ciencia y ficción. Las cosas no están antes del discurso sino al revés. Eso que llamamos el mundo es una interpretación metafórica. Mundo como fábula, aseguraba   Nietzsche y aquí sentíamos placer y tristeza.

 

Lo muy obvio tiene sus encantos, pero prefiero detenerme en algo mucho más perturbador.  En definitiva, la única materia de la literatura (y yo deseo hablar de literatura) es lo que perturba.  Siempre lo múltiple produce este efecto de alterar, desarreglar, trastornar la calma que reside en la esquemática Orden del Uno. La posibilidad de una interpretación incesante que todo el tiempo se niega a sí misma: interpretación sin núcleo. Aquí entramos en la «incómoda magia», si vamos a utilizar el decir tan fino de Borges. Uno tiende a esperar que las magias solucionen y más en esta era de lo eficaz y de la comodidad. Pero la literatura no parece ser de nuestro tiempo, aunque hoy se necesite de ella como contrapeso a tanto facilismo cansador. La literatura es o debiera ser eso: una magia que incomoda, desinstala, porque hace pensar. Y aquí oigo a Camus que susurra: comenzar a pensar es comenzar a ser minado.

La literatura es un desvío, separa de aquello que otros trazaron como razón.

Ya Heidegger había insinuado que «Logos» era un sustantivo formado a partir del verbo legein (reunir una multiplicidad), raíz donde resulta en castellano el sustantivo «legión». Es decir, la reunión de lo fragmentario, de lo discontinuo, de los vasos sin comunicación. Leemos el testimonio de Lucas refiriéndose al nombre de la multiplicidad de malos espíritus del endemoniado de Gerasa: «Legión».

Lo más importante: ¿es posible reunir esta «Legión»? Por supuesto, en esta comedia, reside la característica del pensamiento. Reunir lo que ya se sabe que no se puede reunir. Es la base de toda ciencia o pretensión de ciencia, de cualquier crítica, incluso del lenguaje. Es la única tarea de ese lenguaje que usamos, con el malentendido que ello supone.

¿Y la literatura?

Lo que a la literatura le importa del Sujeto son sus traiciones, no sus lealtades. En la lengua que utiliza se patentizan las traiciones: las ambigüedades infinitas de las palabras y sus contextos, como las ambigüedades del Sujeto Creador. Ninguna ley que vincule dentro del Sujeto: cada mirada son miles de miradas que dicen y desdicen. La literatura es paradoja, en la paradoja no hay ley, o mejor, no hay identidad. Se trata de la no comunicación de lo contiguo. Es la «Muralla China» de Kafka que ha sabido golpearnos en la mandíbula.

¿Sabe de esa pluralidad anárquica el que escribe? No importa si lo intuye o si lo ignora.  Algunos como Proust vislumbran la anarquía o como Pessoa la proclaman con ese tono desafiante de los travestidos. El creador imaginará dar una especie de unidad a la obra y el crítico necesitará de esa unidad para estudiarla. Porque como ya lo he dicho en otros libros, la creación literaria no ordena ningún caos sino muestra en el tejido textual, precisamente, las aberturas del caos, redundancia, claro, porque caos es abertura. Y una de ellas es la voz múltiple del Sujeto, sus universos descontextualizados, sus pedazos saltados como de un estallido donde nada se conecta de un modo lógico y descifrable. Por ello, la multiplicidad de lecturas, porque cada texto ha sido redactado por Legión de espíritus. Ya la metáfora hace resonar lo lejano y lo que no se une: el resultado es, precisamente, la armonía de la disonancia. Octavio Paz se refería al «esto es aquello» de la poesía, en oposición al «esto es esto» de las tautologías. Es que el Sujeto Metaforizador nunca es uno: sólo el crítico se interna en la maraña del texto de un autor determinado buscando una clave, y cuando analiza los otros textos del mismo autor, intenta que parezca notarse una sola mirada (el punto de vista), y hasta a veces investiga en la vida de ese autor, constantes que le indiquen un camino de búsqueda, como si fuera un acertijo. Se escribe en muchos momentos desde muchas máscaras: la unidad textual es un juego y el lector la percibe desde los muchos lectores que lo contienen. La unidad dice Deleuze, refiriéndose a Proust, nace del efecto. Corrijo: el efecto que una obra produce en un momento del Sujeto Lector, o el efecto necesario donde la crítica, que busca desesperadamente la ilusión de unidad, imagina haber encontrado la llave de una obra. Y no está mal hacerlo: aunque es otra ficción (un cuento sobre el cuento, un juego de muñecas rusas) y como tal se llena de contradicciones.

Claro que es imposible todo trabajo que aliente la multiplicidad de miradas contradictorias, hechas de esos miles de universos dentro del universo llamado Sujeto Escritor. Ningún análisis por su esquematismo, puede internarse en fragmentos discontinuos. Si lo hace, hablará de cabos sueltos, o preferirá no aterrarse aceptando estos caminos equívocos. Si Deleuze analiza a Proust, imaginará que si bien Proust busca este camino Anti-Logos conseguirá una adecuada y perfecta máquina de efectos resonantes, con lo que habrá eludido el tema imposible. O hablará de ese barniz: el estilo. Y sí, el tipo de modulación o combinatoria de palabras dará esa sensación de hablar un idioma propio.

Claro que existe ese barniz. ¿Cómo negarlo? Pero nada más que eso. El efecto de la obra literaria siempre será y lo repito hasta que pueda aceptarse: la perturbación. Los demonios del hombre de Gerasa no están hechos para calmar a nadie. En cambio, una obra científica, por más interrogantes que abra, intenta producir un universo único con sus leyes y sus modos de domesticarlo en la técnica. Pero la literatura (o cualquier arte, pero ahora nos importa la literatura especialmente porque elige las palabras, o sea que se trata de la paradoja perfecta) es salvaje porque no domestica nada, o se disfraza de entretenimiento. (En esos casos de literatura sólo estará el nombre: es como comparar a Klimt con Rembrandt y ya sé que las comparaciones fastidian).  Literatura es un modo de enrevesar, de subvertir, de confundir, de malentender, de disgregar, de fragmentar, de aceptar a Heráclito el Oscuro. Ese perpetuo fluir, esa nada que permanece.  Esa transmutación, eso que se disuelve continuamente. Por algo los panfletos políticos temen cualquier proceso de disolución. Todo es en cuanto cambia, es decir desde el no ser, dirían los discípulos del Oscuro. La literatura sigue esa dialéctica de contradicción y cualquiera de sus obras muestra un proceso de agujero.  ¿Qué es una paradoja sino eso?

La poesía es el género donde esa multiplicidad se hace presente de una forma donde ni hace falta el disfraz.  La narrativa y el teatro pretenden dar sólo un efecto de disolución del sentido final, pero como si siempre estuvieran brotando de una fuente pura y no es así. Una lectura desprejuiciada (y un poco suicida) de un texto nos muestra, no sólo un efecto final de agujero, sino múltiples agujeros en un texto o tejido donde están los diferentes momentos del Sujeto, sus personalidades contrarias, sus ideas que luchan entre sí, sus miradas que se chocan.  Creo que la literatura, especialmente por estar, además, hecha de la peor materia que son las palabras, muestra el artificio de creer en un Único Sujeto con su estilo y su mirada propia y peor aún, sus ideas, creencias, valores.

¿Y las antiguas Musas? ¿Y de qué hablaban los románticos cuando se referían a la inspiración? ¿De dónde salía esa otredad? Los surrealistas ¿no estaban en lo cierto? ¿De qué oscuridad salían las voces de la Doncella de Orleans?

Hubo escritores que captaron cierto murmullo intraducible que parecía estallar en trozos. Joyce fue un campeón de esa escritura. Proust lo sugería todo el tiempo. Kafka lo sufría. Faulkner lo señalaba. Ni siquiera había una memoria ni un tiempo.

Los trozos de Proust no forman parte de ninguna unidad previa, de la cual fueron arrancados y expuestos en forma desordenada. Su recuperación del tiempo es una muestra acabada de lo imposible del deseo. El deseo intenta parecer uno y es una mezcla donde nada es seguro. ¿Debemos decir que la materia o el terreno de la literatura, es, de hecho, un tembladeral? A veces lo que es obvio, se enmascara, en virtud de la realidad del autoengaño. La lógica forma parte de las muchas negaciones que nos hacemos y que también ayudan (en un sentido) a vivir sin sobresaltos.

¿Qué pretende este Sujeto que percibe sensaciones contrarias, aquejado de múltiples demonios llamados Legión, que los escribe, como para fijarlos en una escritura, aun contando con la indefinición y lo definitivamente perverso de las palabras? Un exorcismo, claro. Lo que anule la Legión y la vuelva un Espíritu. Por algo llama Dios al Verbo y pretende una salvación literaria y textual.

Cualquier religión, cualquier re-ligamiento es siempre con lo Uno, llámese vientre materno o Dios. Por eso Platón soñaba con Arquetipos. Pero el Platón Escritor (y finalmente su obra es literaria) produce la tiniebla múltiple, muestra las aberturas del caos. Si la filosofía nace como interpretación de las palabras de la Sibila, la literatura es ese grito donde todos los espíritus en confusión pugnan por salir. El psicoanálisis hablará de inconsciente y Lacan hará suya la voz de Rimbaud: Yo es otro. Sería un facilismo que me detuviera en el psicoanálisis.

 

Yo es otro.

 

 

*Fragmento de DESVÍOS Y TRAICIONES LITERARIAS

Editorial Huso, Madrid, 2025

 

-Liliana Díaz Mindurry nació en Buenos Aires.

1º Premio Municipal de Buenos Aires Bienio 90-91 por el libro La estancia del sur además del 1º Premio Municipal de Córdoba, el 1º Premio Fondo Nacional de las Artes 1993 de novela, el Premio Centro Cultural de México 1993, Premio El Espectador de Bogotá en 1994 (concurso Juan Rulfo de París), el 1º Premio Jiménez Campaña de Granada. Logró el Premio Planeta 1998 por Pequeña música nocturna, entre otros premios. Ha publicado 31 libros entre ellos las novelas La resurrección de Zagreus, A cierta hora, Lo indecible, Lo extraño, Pequeña música nocturna, Summertime, Hace miedo aquí, El que lee mis palabras está inventándolas, Perro ladrando a la luna, Cita en la espesura, La dicha, La mansa brutalidad del mundo.

Los libros de ensayos La voz múltiple, La maldición de la literatura, Conversación entre dos patios. La poesía de Santiago Sylvester (Mejor ensayo internacional de poesía 2024, Recife).

En cuento publicó: Buenos Aires ciudad de la magia y de la muerte, La estancia del sur, En el fin de las palabras, Retratos de infelices, Último tango en Malos Ayres. Onetti a las seis fue llevado a la escena teatral por Hernán Bustos junto con Un sueño realizado de Onetti.  Participó de antologías de cuento en España, publicando entre otros cuentos, Rulfo cien años después.  Escribió el posfacio a las obras completas de Onetti en la Editorial Galaxia Gutenberg.

En poesía publicó Sinfonía en llamas, Paraíso en tinieblas, Wonderland, Resplandor final, Cazadores en la nieve, Poesía Completa (1990-2017), Hamlet en la azotea, Guernica, Lo prohibido.

Su obra fue traducida al alemán, inglés, italiano, portugués y francés.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

Pasaron todas las razones:

hombres, hijos,

camas deshechas por amor o sueño.

Aprendiste. Y olvidaste.

Y hubo piedras

como cometas definitivos a tu paso.

Y caíste. Y levantaste

los ojos hasta el cielo o hasta dios.

Aprendiste. Y no.

Aún estás viva.

Después de todo

¿qué es la felicidad si no el instante?

Atrapalo. Y no lo sueltes.

No lo sueltes.

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

 

-Mariana nació en General Belgrano, provincia de Buenos Aires, en 1971. Actualmente vive en City Bell.

Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena, 2014)

Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)

La hija del pescador (La Magdalena, 2016)

Piedras de colores (Proyecto Hybris, 2018)

El orden del agua (GPU Ediciones ,2019)

(Sudestada, 2021)

Quiero sacar la cabeza por la ventanilla de tu coche (Halley Ediciones, 2023)

Patio (elandamio ediciones, 2024)

Poesía reunida (Medusa editores, 2024)

 

-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

Mueren los animales*

 

De ti me queda el espacio, este espacio en donde habitan los números,

donde habitan sésiles nuestros cuerpos de tulipán: el tuyo morado.

 

De ti me queda la espera de tu mundo y la levedad de nuestra escucha.

Me queda invocar a esa criatura que llora en el manantial que arde

con el esplendor de sus palabras, que ha perdido a su amigo árbol

y le inventa con sus sollozos en aquel rincón

en el que aún permanecemos juntos, con nuestros alientos contenidos,

perdiendo nuestros colores…

 

No te molestes en responder.

En los márgenes de los abismos no hay diálogos

y yo quedé entre las grietas, evitando la noche, huyendo de ella,

regalándote al sueño donde te nombro. No me busques en esas zonas

donde llené mis pulmones de tu aire para incendiar mi piel.

 

Siempre es buena opción cambiar a este mundo con el fuego.

 

De ti me queda el espacio, ese que adornaste cuando

retiraste el esmalte de tus uñas,

liberaste el polvo que nos humedeció de pigmentos

que hizo nacer esa espera del autobús,

ese refugio en las placentas del recuerdo.

 

Tal vez no sea con estos pasos ni con estos discos solares pendiendo

de tu cuerpo con los que vamos a llenar las nubes de agua,

tal vez no nos quede más

que ver desprenderse de sus difracciones

el atardecer que anida en el insomnio de tus manos.

 

*de hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com

Coyoacán. México.

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

UNA MI ABUELA*

 

Hay una tendencia que se diría natural, cuando en realidad es puro aprendizaje y cultura superpuesta, una costumbre que se arma capa por capa como alfajor santafesino. Hay una tendencia sincera y rosada, tierna y con puntillas, de pensar en una abuela y vestirla con mantilla, colocarle un rodete blanco en la nuca, adornarla con camafeos y zapatones de taco bajo, lavarla con lejía y frotarle las arrugas hasta que reluzcan de pureza primordial.

Decimos abuela y tomamos una niña pequeña, empolvamos sus cabellos, le dibujamos líneas en el rostro y la caracterizamos con unos lentes generosos. Aquí está, señores y señoras, una abuela. Aroma a vainilla, sonido crujiente de sábana de algodón planchada, gusto a salmuera y caramelo. Abuela niña, abuela inmaculada, abuela para ayudarla a cruzar la calle, para reírse buenamente de sus desmanejos con aparatos novedosos, para alcanzarle el bastón, para ejercer la dádiva de cariños espaciados y ocultamente mezquinos.

La infancia y la vejez se tocan, dice la gente con sonrisa comprensiva, y observan a las viejecitas con la justa mezcla de emoción y alivio por no haber llegado aún a esas espantosas edades. Hablan fuerte para saltar la tapia de la sordera, y a la vez hablan como si la abuela no estuviese presente, porque es una casi persona como los niños; una porque ya pasó la etapa de ser útil y los otros porque todavía no llegaron.

Abuelita de Caperucita, viejecita amorosa amasando tallarines los domingos, tejiendo escarpines, dormida en el sillón con el gato en el regazo.

Mi abuela no era una niña. Había sido una niña hacía mucho tiempo, cuando nació en Argentina pero se fue a Euskadi al regresar sus padres a España. Fue una mujer cuando la guerra civil permitió a Alemania probar los aviones bombarderos sobre Guernica, y en Guernica su madre recibió metralla, y cargó mi abuela un fusil, y perdió un hijo, y mató un falangista, y se echó al monte, y se pasó a la Francia, y por esas épocas uno de sus hermanos se disolvió en una tumba anónima quién sabe en qué valle o en qué colina del vasto paisaje.

Mi abuela es la mujer que se vino a Argentina arrastrando a una hija que no quería venir, la mujer que le torció la vida a esa hija que quedó varada en una playa que no pudo ser suya jamás.

Inteligente y misteriosa la veo a mi abuela leyendo infatigablemente, la veo hablando con el cura, ella que fue católica y después evangélica para terminar hablando con el Padre Torres, también español, de allá, de su patria tras los mares.

No era fácil mi abuela, no era charlatana ni particularmente cariñosa. Su amor pasaba por manos de dedos deformados que tejían, cocinaban, me pelaban las uvas y les sacaban las pepitas. Una presencia seca y oscura en mi casa de infancia. Un ser orgulloso y digno, que no renunció al mantel sobre la mesa ni aún en soledad, ni aún cuando la fatiga del corazón le hacía pagar los gestos inútiles.

Abuela, madre, hermana. Quién sabe. Avatares. Ella era una persona con una historia, y peripecias, y secretos. Mi madre y yo, sus patrias, sus creencias. Todo eso fue suyo. Su vida le pertenecía. No fue mi abuela más que circunstancialmente, yo fui un pasaje en el extenso texto de su vida. Y eso me parece bien.

No era una niñita arrugada mi abuela. De ninguna manera. Era una mujer que había amado, había seguido sus hombres y llorado las muertes y los fracasos. Una mujer con algo que decir pero que no dijo, como los buenos narradores que nos dejan siempre con el deseo de saber un poco más, de adentrarnos un paso más allá en sus aguas.

Me dejó mi abuela esta cosa de sentirme ser humano, de saber que no debo explicaciones y de negarme al patetismo de ajustarse a los estereotipos convenidos. Fotografías en blanco y negro, una rama genealógica que viene directa desde mil novecientos dieciocho, atraviesa a mi madre y me clava aquí, justo aquí, tan parecidas, al fin y al cabo, puestas una junto a otra.

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DENTRO DEL BOSQUE DE LA MEDIANOCHE*

 

“Y en lo profundo, dentro de los sagrados

bosques de la imaginación.”

                                               Denise Levertov

 

 

Y profundizas

con tus viejos pies de interrogantes

sobre los sagrados bosques

en donde las previsiones nerviosas

de las palabras

levantan un suelo inusitado

jamás pisado por otros

buscadores del sueño secreto

de lo imaginado

sin importarles la veda celosa del día

con su densa maleza

entretejida por oscuras nubes.

Sólo el profundo canto

disímil de una palabra que se extingue

para convertirse en ave,

en verbo que redescubre su rostro

en la inefable selva insómnica

de lo que nunca desaparece

con la sorpresiva desaparición del bosque

de la medianoche.

 

*De Daniel Montoly. danielmontoly@yahoo.es

Columbus. Ohio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

Volver a la intensidad de esos ladridos que hacen disparar a los pájaros como proyectiles. Volver a la intensidad donde Lázaro es detenido en la muerte. Donde el propio lobo de adentro me mastica de a poco, suavecito y brutal, interminable.

 

*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

 

 

 

PARADA KM 79*

 

 

De estación en estación, y todas las estaciones vacías, y todas con lluvia, y todas con este olor a campo y algunos papeles mojados en los andenes. El campo apenas adivinado detrás de las ventanillas que no cierran bien y dejan entrar el frío, las gotas de agua en el vidrio que tiemblan y trazan recorridos oblicuos.

Y yo, finalmente, yo en este tren que se mueve irremediablemente hacia adelante y más adelante, y a medida que las estaciones se suceden se va acercando a mi apeadero, en donde detendré el viaje que para el tren continúa más y más allá, siempre más adelante y más lejos en esta noche interminable.

El viaje como una continuidad, un largo camino de aquí hasta allá, y yo que no voy de aquí hasta allá sino que me bajo antes, en un intersticio, yo que detengo mi viaje en este tren que va a continuar sin variar casi el peso, sin extrañarme. Yo que voy descontando paradas, un latido en falso en cada estación, un retorcijón en el vientre cada vez que tacho en el espacio otro nombre que me acerca a destino.

Llueve, siento humedad en el aire, abrigo mojado, pelo húmedo, ronquidos desde otro vagón. El paisaje que se va, que queda atrás, y más atrás, y fuera de alcance. No hay luna. No hay cielo hoy, sólo una negrura espesa y una lluvia inevitable.

Lluvia, lluvia y trenes, y estaciones. Y una mujer sola en un vagón con el abrigo húmedo y una sola maleta y la mano apretada contra la boca cerrada sobre los dientes apretados. Yo.

Ya casi, falta poco. Tomo mi maleta para tener algo en la mano, para convencerme de que es cierto que me voy a bajar. Me convenzo tomando la maleta y arreglándome un poco el peinado arruinado por la lluvia. Me aferro a mi maleta porque si esto no es un sueño el tren va a detenerse y en vez de seguir sentada en un viaje infinito me voy a bajar. Me voy a poner de pie con mi maleta, voy a llegar hasta la puerta, voy a bajar al andén y voy a encontrarme con Pedro después de esta larga, larguísima semana.

Va a estar ahí esperándome, ya nos pusimos de acuerdo. Con las manos en los bolsillos, seguramente. Terminando un cigarrillo o mirándome de frente con los brazos cruzados. Va a estar ahí esta noche, nos vamos a subir al auto, vamos a llegar a casa y no sé si vamos a decir algo. No lo sé.

 

Siento ya su cuerpo sentado al lado del mío en el automóvil, la sensación del tapizado del asiento, mis ojos fijos en el rosario que cuelga del espejito para no mirarlo a él, silencioso, a mi lado.

Ya me imagino en casa, dejando la culpable maleta en el ropero, metiéndonos rápido en la cama para dormir al menos unas horas hasta que suene el despertador. Veo el desayuno con el mate y yo otra vez usando las pantuflas y el pullover rojo que quedó en el ropero.

Otra estación, ya casi. Si fuese de día seguramente podría comenzar a reconocer parajes y alguna casita rodeada de árboles. Pero no veo nada. Nada de nada.

Mamá me dijo que una se casa para siempre y que los hombres tienen sus cosas y que la mujer tiene que aprender a manejarlos. Y dijo mamá que cada esposa con su esposo y cada carancho a su rancho y que la vida es esto y no cuentitos de princesas y zapatos de cristal. Le dio vergüenza que yo haya escapado de mi matrimonio y haya vuelto al pueblo. Se reía con las vecinas pero a mí me congeló con los ojos fríos cuando me abrió la puerta. Ella habló con Pedro por teléfono y que si, que claro, que me mandaba de vuelta que las cosas se arreglan entre marido y mujer y basta de pavadas.

Es la próxima ahora, Pedro con las manos en los bolsillos seguro, y elevo el cuello de la campera que no me tapa el moretón, pero lo subo igual, no quiero que Pedro vea el moretón que es como acusarlo y recordar que me escapé.

Ahora sí, en medio de estaciones y estaciones y estaciones está la parada en el kilómetro 79, ni nombre tiene mi parada, es apenas un intersticio por donde me voy a caer para siempre para siempre. Y me veo desapareciendo por ese hueco entre campos, esa grieta entre paredes. Me veo alejándome con Pedro y el rosario colgando y el color azulado en mi cara que ya no se ve porque se aleja. Se aleja de este tren que acaba de detenerse.

Me pongo de pie, tomo la maleta, me subo de nuevo el cuello del abrigo y camino hasta la puerta del vagón. Estoy caminando en sueños, lo sé. No siento el suelo duro bajo los pies ni el olor ni los sonidos ni siento mi propio cuerpo. Esto ocurre despacio y de forma borrosa. Alguien camina con una maleta y es mujer y se acerca a una puerta del vagón de un tren detenido en una casi estación para dejarla junto a un casi hombre para que vaya a un casi hogar.

 

Me quedo. Me quedo y el miedo desborda, rompe, me hace transpirar en una oleada roja de pánico salvaje. Aprieto la manija de mi maleta. Me quedo.

Cuando el tren vuelve a ponerse en movimiento y se sacude, y después se empieza a apurar y al fin corre sobre sus rieles brillantes de lluvia yo, una mujer con una maleta, me pongo a alisar los pocos billetes que tengo en el bolsillo, me acomodo en el asiento e, infinitamente desamparada, sola, sin saber cuál será el futuro, duermo en una calma de feroz alegría.

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

 

 

 

 

-Próxima estación:

 

FRANCISCO A. BERRA.

-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial:

 

ESTACIÓN GOYENECHE.   

 

GOBERNADOR UDAONDO. 

 

LOMA VERDE.  

 

ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

GOBERNADOR OBLIGADO.

 

ESTACIÓN DOYHENARD.  

 

ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. 

 

D. SÁEZ.   

 

J. R. MORENO.   

 

 EMPALME ETCHEVERRY.

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  

 

LISANDRO OLMOS.

 

 INGENIERO VILLANUEVA.

 

 ARANA.

 

GOBERNADOR GARCIA.

 

 

LA PLATA.

 

 

 

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