*
Se que hoy existo y
Que también soy un personaje de historietas
Las manos que bosquejan mi camino
Hoy como el día
Están llenas de niebla, humedad
Y frío pero quizás mañana
Cuando salga el sol y
Renueve el viento la mirada
Sea un arco iris que ilumine
El episodio que sigue…
*de Azul. azulaki@hotmail.com
La desnudez de la existencia humana...
SIN LÍNEAS
Ser un sentimental o un sentimentaloide. No se, lo de sentimentaloide me hace acordar a los tabloides, a esos periódicos que colocan enormes titulares sobre pequeñas noticias, que fingen y se aprovechan de su aptitud histriónica.
Pero adónde y cómo ponemos la línea, y cómo hacemos para no corrernos a la insensibilidad, si el sentimentalismo necio nos aterra.
Hoy estuve en el programa de radio que los hijos y la mujer de Don Caba realizaron para él, como homenaje, como modo de continuar un legado y como afirmación de la vida que se sucede aún después de los decesos.
Myriam tenía miedo de estallar en llanto, de que la madre se partiese por donde se afinan los hilos del espíritu, tenía miedo, Myriam, de dejar brotar la angustia en el micrófono. Y por superposición de muros, tenía miedo Myriam de que los oyentes tuvieran la impresión de que el tono era demasiado alegre.
El programa salió. Logramos sortear el congelamiento de una palabra, la punzada de la canción favorita, esa sensación de que faltaba la persona más importante y más presente pese a la ausencia.
Pero a quién le importa cómo se escuchó si el amor estaba presente.
Myriam y Roque pueden lanzar la carcajada porque el amor por su padre es indudable. Hermelinda puede dar la receta del budín de pan porque hasta el último día estuvo y acompañó y soportó lo que tocó de malo, y disfrutó lo bueno.
Algún necio puede horrorizarse de que hiciéramos chistes, así como puede sentirse satisfecho cuando una llorona adorna el velatorio con sus lágrimas de cebolla.
El amor permite que los que aman de veras puedan parecer sensibles, insensibles o sensibleros, como mejor les parezca o mejor les salga. Ellos sufrirán a su manera y con todo derecho lo expresarán o se lo callarán para si, o le darán un puñetazo al marco de la puerta. Sin necesidad de contar con una línea escrita de antemano, sin necesidad de un público que los apruebe, sin tener que andar dando explicaciones.
El dolor lo sufrirán en privado o en público, pero sin el apuntador que señale la postura correcta.
*de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
Lunes, 11 de Junio de 2007
"EL OTRO", FILM PROTAGONIZADO POR EL TALENTOSO JULIO CHAVEZ
La desnudez de la existencia humana*
Un cuidadoso relato sobre tránsitos y pasajes, cruces de territorios y de identidades. Los visto y lo oído.
Julio Chávez interpreta magistralmente a un abogado que acaba de enterarse que será padre. Su identidad comenzará a borronearse ante la presencia de una persona en el colectivo.
*Por Emilio A. Bellon
EL OTRO
Argentina - Alemania - Francia, 2007.
Guión y dirección: Ariel Rotter
Fotografía: Marcelo Lavintman
Montaje: Eliane Katz
Intérpretes: Julio Chavez, Inés Molina, María Ucedo, Arturo Goetz, Osvaldo Bonet.
Duración: 84 minutos
Salas de estreno: Monumental, Showcase y Village.
Puntaje: ocho (8)
Tal vez una de las claves para intentar aproximarnos a "El Otro" sea la que nos lleva a poner a prueba nuestra visión, frente al típico panel de letras que caracteriza y define el consultorio de un oftalmólogo. Bien puede ser éste ese indicador inicial que su director y guionista Ariel Rotter elige
para que comencemos a transitar un camino no habitual, solicitándonos que no perdamos de vista lo que inmediatamente está por acontecer. Y simultáneamente, afinar nuestro oído para que los tantos nombres y apellidos que elige el personaje para sí no se deslicen por una equívoca fonética.
Es "El otro" un relato sobre tránsitos y pasajes, cruces de territorios y de identidades, que descansan, inicialmente, en situaciones que nos remiten a los tramos iniciales del film de Michelangelo Antonioni, "El pasajero" de principio de los 70. El modo en que narra esta historia sobre ocultamientos y huidas nos lleva a aquel realizador, por el modo en que el tiempo va penetrando la atención, llevándonos a agudizar nuestra mirada.
El personaje que interpreta magistralmente Julio Chávez es el de un abogado que ya ha cumplido sus 46 años, y que repite diariamente su profesión de manera silenciosa y que luego de conocer que va a ser padre se dispone a viajar por trámites profesionales. En el inicio y el final lo vemos junto a su padre, un veterano que espera sus cuidados y atenciones.
En el momento en que se inicia el film, sabemos que se llama Juan De Souza, que responde a determinadas características que se comenzarán a borronear a partir del momento en que otro nombre y apellido -como acontecía en el film de Antonioni- se instala frente a sus ojos, cercano, a su asiento, en el ómnibus que lo traslada a Victoria (Entre Ríos).
De cierto rigor geométrico, la composición del film pone el acento en el mismo encuadre y en el transcurrir de un tiempo que despierta a otros nombres, según el periplo del personaje que lo lleva a recorrer su propio ser. Es como si por momentos el tiempo quedara suspendido, volviéndose único
personaje en un escenario desolado, que ve cruzar por momentos, no ya un hombre, sino una silueta.
Podemos llegar a pensar que con "El otro", Chávez completa una trilogía, en la que el silencio y la ausencia son sus compañeros de reparto. Por momentos fantasmal, el personaje que compone se manifiesta desde los posibles nombres que va adoptando en un transcurrir de horas, siguiendo los pasos de los personajes que componía en "Extraño" de Santiago Loza y en "El custodio" de Rodrigo Moreno.
Entre "El otro" de Rotter y "El pasajero" de Antonioni sobrevuela el nombre de Luigi Pirandello, desde su novela publicada en 1904, "El difunto Matías Pascal", una de las obras que inaugura la literatura de nuestros tiempo. Y ese puente que trazan estas obras abre interrogantes sobre la crisis personal de un individuo que se traduce en numerosas ramificaciones, que nos llevan en ciertos instantes, a reflexionar sobre nuestra propia identidad.
Rotter ha elegido narrar su historia desde un trabajo de exploración del sonido como pocas veces ha experimentado el cine argentino. Los diferentes planos en los que nuestra mirada se detiene se vuelven pura sonoridad, por la carga subjetiva con que se manifiestan, por la fuerza de los silencios.
Hay una cámara que explora el espacio geográfico, que actúa sobre la presencia de los cuerpos, que se interna en la mirada de los otros. Hay un espacio que se transita con esa duración que ejerce el tiempo sobre los acontecimientos que aún no se han dado y que se avecinan, insinuándose. Una secuencia particularmente define todo un modo de narrar que asume la fuerza del temor y de la distancia, respecto de lo que aún se desconoce. Me refiero a la que nos lleva a recorrer junto al personaje esa carretera poblada de sombras, de espacios vacíos, de repetidos vehículos que atraviesan la noche, de lejanos resplandores del cartel de un bar.
En su segundo film, Rotter ensaya su poética desde un trazo ascético, despojado, que deja en evidencia la desnudez de ciertos aspectos de la existencia humana. Hay un grado de ocultamiento en todo el relato que lleva manejar la intriga por periplos sinuosos y que pueden manifestarse, azarosamente; pero al mismo tiempo calculado, a la vuelta de la esquina.
El film genera por igual adhesiones y rechazos. Esto también ocurrió en un sector del público y de la crítica en su presentación. Algunos han terminado por condenar esa morosidad que, necesariamente, exigen ciertas historias y otros no pueden soportar que allí, donde anidan el silencio y la espera se
fija la herida profunda del conflicto.
Hay algo en "El otro" que nos remite al cine argentino de los años 60, al cine de David José Kohon y de Manuel Antín; directores que nunca fueron saludados por la taquilla. Pero, ajenos a fórmulas demagógicas nos ofrecieron relatos en los que la existencia del hombre se manifiesta como acto de reflexión, como puro acto de mirada. El plano final nos acerca nuevamente a "El pasajero" desde la presencia implacable del tiempo.
*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-8915-2007-06-11.html
Lo que sentimos por Hobsbawm*
El gran historiador británico cumplió el sábado noventa años. En nuestro país -donde es tan popular como admirado- su producción ha dejado marcas definitivas para entender períodos clave del desarrollo del capitalismo.
Luis Alberto Romero*
Para muchas generaciones de historiadores argentinos el nombre de Eric Hobsbawm es emblemático de una manera de concebir la historia, de practicar el oficio y de opinar y comprometerse.
Muchos supimos de él en 1964, cuando se tradujo al español Las revoluciones burguesas. Ese año lo leí en la Universidad, y desde entonces lo releí muchas veces, entero o por partes.
Todo Hobsbawm está allí. Su capacidad para articular, a veces de manera sorprendente, muchos y variados aspectos del pasado: de la economía al arte, de la política a la sociedad, de la ciencia al urbanismo. Su escritura, que es atractiva y amigable en la primera lectura, pero densa y compleja cuando se trabaja el párrafo o la línea. Sus esquemas explicativos, que integran cada aspecto, cuestión o dimensión en un gran relato, con sentido definido, al final del cual aparece el propio Hobsbawm, actor de la historia, pues fue un laborioso y convencido militante comunista.
Desde entonces muchos historiadores esperamos con ansiedad los tomos siguientes de su anunciada saga: La era del capitalismo, La era del Imperio y finalmente la Historia del siglo XX (pobre traducción de "la era de los extremos").
Para los docentes, Hobsbawm venía a poner orden en un proceso histórico tan difícil de entender como de enseñar. Durante los últimos veintitrés años estos libros fueron un pilar de nuestro curso de Historia Social en la Universidad de Buenos Aires.
A lo largo de esos años, algunas decenas de docentes y varios miles de estudiantes desmenuzamos sus explicaciones sobre la revolución industrial y el capitalismo, la sociedad burguesa y el mundo obrero, las revoluciones y la política democrática. Sus textos nos ofrecían comprensión del pasado y compromiso con el presente, dos necesidades básicas del universitario.
Otros muchos colegas hicieron lo mismo en universidades y hasta en colegios, y lo convirtieron en un clásico. La muchedumbre que se reunió para escucharlo hace unos años en Buenos Aires da testimonio de una popularidad que casi no tiene parangón en nuestro oficio.
Otros textos de Hobsbawm tuvieron una repercusión más específicamente ligada con la investigación. Bandidos sedujo a historiadores sociales y antropólogos, que buscaron ejemplos locales de sus Robin Hoods. El mismo Hobsbawm, en una visita en 1969, agregó a su multinacional lista de bandidos
el nombre de Mate Cosido. Otros fuimos muy influidos por sus trabajos sobre el movimiento obrero y los trabajadores. Junto con E.P. Thompson, Christopher Hill y otros nucleados en la revista Past and Present, Hobsbawm propuso una visión renovada del marxismo, eludió el determinismo más grueso
y planteó los conflictos sociales desde una perspectiva política y cultural.
Leí esos trabajos hace tres décadas, con la guía de Leandro Gutiérrez, y a ambos nos ayudó a pensar nuestro trabajo sobre las sectores populares porteños en la entreguerra, aunque para ello debimos entender -no fue nada fácil- que nuestras sociedades urbanas, móviles e integrativas, eran
radicalmente distintas de las inglesas estudiadas por él.
En fin, somos muchos los que en alguna medida nos sentimos hijos de Hobsbawm. Ya entrando en la edad madura, empezamos a mirarlo de una manera algo más distanciada y crítica. Advertimos, por ejemplo, que sus transparentes esquemas están demasiado subordinados al gran relato marxista.
Más aún, sus Memorias revelan la impronta fuerte del Partido Comunista en su perspectiva de historiador (por ejemplo, en su escaso aprecio por el campesinado y sus posibilidades de transformar la historia). Quizá notemos que no le entusiasman muchas de las novedades que el oficio de historiador
ha incorporado en las últimas décadas, demasiado blandas para su concepción más estructurada.
Hoy nos es difícil seguirlo en todo, como cuando éramos jóvenes. Pero esta toma de distancia con respecto al historiador se combina con la profunda admiración por la persona. Por quien es capaz de seguir fiel a sus convicciones y, a la vez, estar atento a todas las novedades del presente.
Por quien, luego de renunciar al Partido Comunista británico, decidió pertenecer, en espíritu, al Partido Comunista italiano, el de Gramsci.
Sus escritos recientes nos muestran a un historiador nonagenario que conserva intactos su curiosidad y su espíritu crítico. También, a un ciudadano capaz de mantener las convicciones políticas que estructuraron su vida, y enriquecerlas con un sabio escepticismo.
En tiempos de descreimiento, de profesionalismo pragmático y de flexibilidad, sigue siendo un ejemplo admirable.
*HISTORIADOR. DOCENTE (UBA), DIRECTOR CENTRO DE HISTORIA POLITICA (UNSAM)
-Fuente: Clarín.
http://www.clarin.com/diario/2007/06/11/opinion/o-01701.htm
La muerte del perrito*
*Santiago Dabove
Distraídos conversábamos cuando nuestra hermana puso sobre la mesa de té, la cabeza de nuestro perrito. Creyendo soñar, vi esa cabeza raída y cercenada en el comienzo del cuello, rota, sin sangre, secos por completo los bordes de la separación.
Me pareció que me miraba con ojos tristes.
Preguntamos a mi hermanita qué había pasado. Ella dijo que encontró el cuerpo junto a la verja de hierro de filosas aristas y la cabeza a alguna distancia en la acera... El pobre perrito, sin duda, había sacado la cabeza para mirar el codiciado mundo externo y alguien subió con su vehículo y lo decapitó.
Corrí hasta la verja, levanté el cuerpo, lo llevé hasta la mesa de té y para evitar a mi alma la visión sangrienta de las cavidades donde están los hilos que movían un ser tan afectuoso, junté la cabeza con el cuerpo, dando a ésta varias vueltas, como si la tornillase.
Luego le puse tafetán engomado, unos cartones como sostén y até un pañuelo encima.
En mi anhelo de ver su vida, lo empujé. Dio con todo el costado en el suelo. Después inició un movimiento renqueando y dando tumbos y en cierto momento en que cayó en uno de los pequeños estanques del jardín se dejó estar con riesgo de ahogarse.
Lo saqué y continuó su vida confusa, andando en círculo, sin sacudirse el agua. Al fin caminó arrastrándose y, antes de detenerse para siempre, me lamió la mano.
Mi hermano y algunos chicos lloraban.
*La muerte y su traje - Calicanto - Buenos Aires - 1976
La obra de Santiago Dabove (Morón, Buenos Aires, 1889-1952) permaneció, hasta 1961, dispersa y casi inédita. Ese año, como homenaje póstumo, apareció La muerte y su traje, una selección de sus más significativos relatos y poemas.
En casi todos ellos predomina una concepción nihilista y desesperanzada de la vida que se advierte en su preferencia por motivos macabros y sobrenaturales.
Ya en 1940 Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo lo habían incluido en su Antología de la literatura fantástica con su notable cuento "Ser polvo" que ahora reproducimos.
"Alguna vez —ha dicho Jorge Calvetti— debió de haberse asomado a ese bisel azul e inteligente del mundo donde la realidad es doble y la materia entrega su ola última, restallando, como los látigos. Seguramente por eso pudo percibir lo que no todos hemos visto; por eso denotaba la inquietud, el inconformismo y la tristeza que sólo puede mostrar un hombre que ha perdido la esencia de sus días."
Metamorfosis, viajes por el tiempo, increíbles experimentaciones científicas donde lo imaginario se ajusta al razonamiento lógico, se suceden en su libro hasta crear una atmósfera a un mismo tiempo alucinante y poética
*Fuente: http://www.abanico.edu.ar/2004/07/perrito.htm
LA BARCA MILAGROSA*
Preparadme una barca como un gran pensamiento...
La llamarán "La Sombra" unos, otros "La Estrella".
No ha de estar al capricho de una mano ó de un viento:
Yo la quiero consciente, indominable y bella!
La moverá el gran ritmo de un corazón sangriento
De vida sobrehumana; he de sentirme en ella
Fuerte como en los brazos de Dios! En todo viento,
En todo mar templadme su prora de centella!
La cargaré de toda mi tristeza, y, sin rumbo,
Iré como la rota corola de un nelumbo
Por sobre el horizonte líquido de la mar...
Barca, alma hermana; hacia qué tierras nunca vistas,
De hondas revelaciones, de cosas imprevistas
Iremos?... Yo ya muero de vivir y soñar...
De "Elegías dulces"
*De Delmira Agustini.
-Fuente: http://amediavoz.com/agustini.htm
*
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