domingo, octubre 28, 2007

PARA SABER QUIENES SOMOS...


Para saber quiénes somos...





NOS LO SABEMOS TODO*



Una ya sabe cómo son las cosas. A esta altura tenemos bien claro cómo y para qué lado gira la tierra, no necesitamos ver los carteles para cruzar las calles, y si sopla el viento sur sacamos los abrigos de los roperos. Ya estamos grandecitos, y no nos sorprende el truco de la galera y la paloma.
Buscamos el fondo falso en las cajas, leemos las fechas de vencimiento en los envases. No aplaudimos al director de la orquesta cuando entra, sino hasta que demuestra que vale la pena y lo merece.
Nosotros, a estas horas de la tarde, ya no somos unos niños.
Me contó mi amigo que andaba saliendo con una muchacha. Muy joven, muy linda, muy casada. Así son los hombres. Una carne joven para usar antes de sentir que el último tren salió hace rato de la estación, una historia para presumir frente a los amigos, un triunfo inesperado.
La gente es así. Los hombres hacen una sonrisa basta y ordinaria, las mujeres se ríen incómodas. Un guiño de ojos termina de manchar con grasa el papel y le pone un moño nauseabundo al desperdicio.
Mi amigo me contó hace un tiempo que andaba saliendo con la muchacha.
Me cuenta, ahora, del color cambiante de sus ojos; de cómo lucen ellos cuando está triste; me cuenta que se abrazan y no hay forma de soltarse, me dice que se siente hombre a su lado porque la protege y se siente niño, él, con su físico ominoso, porque ella, pequeña y menuda, lo protege a él. Me cuenta este amigo, este querido amigo me cuenta que caminan del brazo y son felices de estar uno junto al otro. Que se van conociendo y les gusta lo que descubren, que se narran sus vidas. Y así, sin pudor, a viva emoción me dice que están enamorados.
Y está grandecito para andar diciendo esas cosas, pero sin embargo se nota la sonrisa en las palabras, y una alegría diáfana se expande desde y alrededor de su carta.
Me dice que está vivo y es feliz, que la vida es corta, que quieren vivirla respirando el mismo aire. Que se mudan juntos.
Y así son las cosas. A estas horas de la tarde también se ilumina el cielo para algunos afortunados. Y nos sacamos el traje del cinismo, entonces. Y deseamos lo mejor desde los deseos más profundos, desde lo inviolado, desde esos adentros que no han sido marchitos por tanta sapiencia y tanta decepción.
Con la completa inocencia de quien acompaña el sueño de una flor dormida, renacemos a la esperanza y les deseamos buenos vientos y ventura. Y les damos las gracias.




*de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com







El abuelo*


Llegó a la playa pasado el medio día. Los zapatos lo delataban, eran de citadino, de hombre de negocios, de “rolo” bogotano seguramente. Había llegado a un pueblo que no conocía escapando del monstruo sabanero, esa ciudad. El cielo siempre estaba oscuro en ese lugar pero él aún no lo sabía; la humedad condensaba las nubes y las extendía en el horizonte como una larga alfombra de melancolía que se derramaba a diario en gotas diminutas e interminables.
Estaba en el mar pacifico, era el único mar que pensaba que podría soportar: la oscuridad de sus aguas, ese azul profundo e impenetrable, el poco turismo lo harían sentir como en casa, o al menos eso era lo que pensaba ayer cuando en un día normal de trabajo había decidido (rápido, sin conciencia, sin llamadas) cambiar el bus que iba al trabajo por un taxi que lo llevó a la Terminal y casi como por impulso había terminado ahí, en ese pueblo de pescadores a orillas del pacífico, vestido como un ejecutivo promedio entre una población de raza negra.
El contraste llamó la curiosidad de todos los habitantes, era un pueblo casi olvidado por el mundo, regido por sus propias reglas, unas reglas casí míticas que manejaban el tiempo de otra forma. El traje del hombre era casi irrisorio en ese contexto, esos zapatos embetunados eran enemigos de la arena y el barro. Pero ahí estaba, casi como una atracción de feria, un rolo, un capitalino en medio de pescadores descalzos, acostumbrados al contacto suave de la arena.
Tomaba una cerveza en la única taberna del lugar. No había hablado con nadie, nadie se había atrevido a hablarle tampoco, la gente lo miraban desde una cierta distancia. Los niños se burlaban de sus cachetes colorados y se reían a sus espaldas. Él procuraba no darse por enterado y seguía inmersos en sus pensamientos, en todo lo que quedaba atrás, en todo lo que había abandonado, la ciudad le parecía deformada como a través de un vidrio empañado, cada vez más oscuro y polvoriento.
Pasados unos minutos que para él fueron horas en ese nuevo mundo, una niña pequeña de sonrisa blanca y timidez simpática se acercó para hablarle. El hombre dejó la cerveza sobre la mesa y enternecido por la apariencia de la niña se dispuso a escucharla:
-¿Como te llamas?-le pregunto ella bajando los ojos pero sacando a relucir unos dientes que parecían perlas.
-Andrés -respondió él, tranquilo, un poco cansado.
-¿Por qué estas acá?
-Razones personales, no entenderías
-¿Por qué?
-La ciudad, la ciudad - respondió él tras un suspiro, callando como siempre, no le gustaba hablar
-Bogotá ¿cierto?
Andrés ni siquiera contestó, sonriendo melancólicamente se dio cuenta que los ojos de la niña eran como el mar. Los miraba y se sentía arrastrado, llevado hasta los secretos de ese océano tan diferente al caribe donde siempre se ve lo que hay en el fondo. La niña levantó la miraba y por primera vez clavó sus pupilas negras con una curiosidad avasallante, él sentía que lo traspasaban, que ese agujero descubría todo lo que él guardaba, todo lo que no quería dejar salir. “Eres bueno” le dijo la niña después de haber terminado su examen inquisitorio y entonces rió alegremente.
Los demás niños se acercaron alborozados al extranjero de cachetes colorados y lo saludaron entre todos. Casí que arrastrado lo sacaron de la taberna y lo llevaron cerca al mar. Todos hablaban al tiempo, le contaban sus nombres, le decían anécdotas y le preguntaban una infinidad de cosas que él no podía responder. En la orilla la niña retomó la palabra y sus demás compañeritos callaron al unísono.
-Este es el mar, es nuestro abuelo, siempre está dispuesto a darte un consejo si sabes escuchar el suave murmullo de las olas. Sí quieres estar entre nosotros tienes que dejar que el abuelo te conozca, tienes que sumergirte y dejar que él te acepte en su regazo.
Andrés no dijo nada, antes hubiera pensado que eso era ridículo, pero esos días estaban en el pasado, lejos quedaban el stress y la tristeza, eso era para otra gente, él no era hombre de ciudad, siempre lo había sabido y ahora frente al mar, se disipaba la tristeza…
Se quitó los zapatos, abandonó la camisa, y se sumergió en el agua que parecía querer convidarlo con el vaivén musical de las olas. Hundió la cabeza y se sintió vivo, sí, vivo entre la oscuridad mansa del océano. Cuando salió, se creyó uno solo entre esos niños que entonaban cantos milenarios: Había perdonado su pasado. Comenzaba una nueva vida, de eso estaba seguro.



*de Camilo Moreno kura862@hotmail.com
-Enviado para compartir por Horacio Rossi. terrazio@ciudad.com.ar








A FONDO: ENTREVISTA A LA FILOSOFA

Martine Leibovici: "Vivimos armando relatos para saber quiénes somos"*


Apasiona leer autobiografías. Y construirlas. Todos necesitamos forjar un personaje, para nosotros mismos y para los demás, que cuente las creencias sobre nuestra identidad.



* Claudio Martyniuk. cmartyniuk@clarin.com




Cuando dirigimos la mirada sobre nosotros, solemos quedar atrapados por imágenes difusas. No hay espejos de la conciencia ni microscopios de la identidad personal. Mientras se desarrolla el fluir de nuestras percepciones y recuerdos, perseguimos un sentido, una flecha personal que ordene nuestra
historia y sostenga la sucesión de días y años en la que fuimos forjando una escurridiza identidad. Experimentamos con palabras para acercarnos a esa singularidad, a la diferencia que conforma un sujeto, pero también para reconocer lo común que anida entre las personas y tomar al mundo desde el
prisma de una mirada.

La filósofa Martine Leibovici -como lo hizo en el Centro Franco-Argentino de Altos Estudios, de la UBA, donde dictó el seminario "La autobiografía como comprensión del mundo"- explora el camino de la narración, especialmente del relato autobiográfico, como modo de contestar la pregunta sobre quién es
uno.
El templo de Delfos, en Grecia, tenía esta inscripción: "Conócete a ti mismo". ¿Desde la época antigua, los hombres estamos obsesionados por saber quiénes somos?

Sin duda, pero veamos los matices. En el "Conócete a ti mismo" griego hay un interés por volver a la propia alma para recuperar lo que es esencial. Platón, por ejemplo, pedía volver a las esencias a través de las reminiscencias. Mucho más adelante, Rousseau, con quien uno puede decir que empieza la autobiografía moderna, insta a recordar y a poder contar los recuerdos. A través de ese relato se alcanza una respuesta a la pregunta de quién se es, siendo la verdad de esa respuesta la verdad del sujeto mismo.
Para descubrir esta verdad, el sujeto debe contarse a sí mismo, contar su vida.

¿Qué estatuto de verdad se le puede dar a un relato autobiográfico?

Yo hablaría más de veracidad que de verdad. Usted accede a una autobiografía, a un relato personal de alguien, intentando saber si la persona dice la verdad o miente u oculta cosas. La verdad que cada persona intenta establecer sobre sí misma es la verdad particular, que no es forzosamente la verdad del conocimiento. Es más una verdad a la que se apunta, no la que realmente se alcanza.

¿Qué relación hay entre la autobiografía y la novela como el gran género de la modernidad?

Una y otra son expresiones de la modernidad. El hombre se cuenta a sí mismo, se reconoce como sujeto autónomo, a partir del Renacimiento. La autobiografía y la novela son dos maneras de relatar el recorrido aventurero de individuos libres en el mundo. La novela, en principio, introduce más ficción que la autobiografía. Pero tenga en cuenta que en toda autobiografía hay también una parte de ficción, porque el sujeto que cuenta se inventa a sí mismo, se recrea como el gran personaje de la historia.

Pero entonces, ¿la identidad personal se refleja o se construye?

Esa es la gran pregunta que se le plantea a todo relato sobre uno mismo.
¿Expresa una identidad que ya está allí o la construye? Yo creo que la construye. Nuestra identidad no está definida de antemano como si fuera los rasgos de una cosa; se perfila, se construye, en el relato oral o escrito que vamos armando. Tampoco es tan "prefabricada" o querida, va apareciendo a través de la historia que se cuenta, a veces de manera inconsciente, no buscada.

Cuando hablamos de narración, ¿entendemos nada más que escritura? El relato oral, la narración que se hace ante un psicoa nalista, ¿no son también modos de responder a la pregunta acerca de quién es uno?

Sí, por supuesto. Vivimos armando relatos para saber quiénes somos. Pero creo que en el psicoanálisis la verdad -o la veracidad- aparece de manera diferente que en una autobiografía. Lo que es a menudo significativo en el análisis es lo que viene a interrumpir el relato. Son los significantes, las asociaciones de significantes, que son de otro orden que la lógica del relato en sí. Y la verdad que emana del relato del paciente en psicoanálisis no emana de aquello que el paciente intenta reconstruir, y el trabajo del
analista es, justamente, escuchar aquello que escapa a la construcción.

¿Qué lleva a que se publique, a que se revele, una escritura -diarios, autobiografías- acerca del mundo interior de una persona?

Esto justamente es algo que sólo pudo ocurrir a partir de la modernidad. No se trata de escuchar una confesión dirigida a una persona, aunque quienes trabajan sobre la historia de la autobiografía dicen que a menudo la fuente es la confesión cristiana. La modernidad de la autobiografía consiste en un texto que ha de ser publicado y que se va a dirigir a lectores anónimos que no se conocen y que también son los lectores del futuro. La publicación de una autobiografía también es una manera de formular una ejemplaridad. Es como si se construyera una figura de individuo humano, que era alguien particular, pero que puede tener un valor universal. Lo revela Rousseau: él va a contar su historia personal, pero dice que lo que busca es conocer al hombre universal explicándose a sí mismo.

¿Y cuál es el interés que nos mueve a leer esos relatos personales? ¿Curiosidad?

Claro, pero, sobre todo, un gran placer. El placer que me da leer una autobiografía -y hoy son éxito, moda, tendencia, como quiera llamarlo, en el mundo- es justamente esa articulación entre una historia personal, singular, que puede ir más allá de su singularidad para dirigirse hacia una universalidad. Interesan, sobre todo, aquellas en las que los individuos que cuentan su historia personal son a menudo personas desfasadas en su propio medio, que tratan de salir de situaciones complejas, incluso de encierro o confrontación permanente. Piense en el valor de todas esas historias de individuos en situaciones de opresión o de racismo o de antisemitismo o de inferioridad cultural, colonial, etcétera. Son individuos que por su recorrido, relatando su historia, se enfrentan con el mundo en el cual viven
y terminan descifrándolo. Uno no accede así solamente a su interioridad, sino al despliegue de una verdadera batalla social.

¿Puede dar un ejemplo?

Uno muy interesante es Salomon Maimon, un filósofo del siglo XVIII, nacido en una pequeña ciudad del este de Prusia -hoy Polonia-, en una época en la que los judíos vivían en condiciones muy difíciles, como un pueblo paria y a la vez muy organizado en torno a la tradición. Maimon era un niño muy capacitado para los estudios judíos, que se convierte en rabino a los once años. Es decir, en un gran erudito dentro de su propia comunidad. Pero hay en él rebelión contra la presión padecida por los pueblos judío-polacos de la época, y un deseo de conocer la verdad. Es un gran lector de Maimónides, filósofo racionalista de la tradición judía, y tiene una sola idea: dejar su pueblo y buscar la racionalidad, la filosofía.

¿Cómo lo logra?

En esa época, buscar la razón significaba ir a Berlín, donde residía un grupo de judíos privilegiados, que no poseían derechos oficiales pero sí privilegios que los demás no tenían: eran ricos, cultivados y allí residía el gran filósofo Moses Mendelsohn. Salomon Maimon deja su pueblo, con sólo un bolso al hombro, y llega a Berlín; declama que es un gran admirador de Maimónides, que quiere entrar a Berlín a compartir esa pasión y a aprender.
Había una especie de portón donde los más eruditos de Berlín filtraban a quienes podían entrar o no. Cuando ven llegar a ese judío vestido de manera muy tradicional, pobre y que declama que lo que le interesa es la razón y Maimónides, desconfían de él.

¿Por qué?

Porque los judíos ricos de Berlín estaban de acuerdo con recibir a los judíos tradicionalistas, pero para que les enseñaran lo que sus hijos debían saber, pero no para que dejaran su tradición en pos de interesarse por la filosofía. Así, no sólo desconfían de él sino que no lo dejan entrar en Berlín. Entonces, él da la vuelta y vive como vagabundo. Luego logra volver a Berlín. Relata mejor su historia y logra entrar. Desde entonces, entabla relaciones con los ilustrados judíos de Berlín. Se perfecciona en alemán, lee de la mañana a la noche y es un autodidacta completo. Se interesa por la filosofía de Kant, escribe un ensayo sobre la filosofía de Kant que incluso le envía a Kant, y éste dice que es uno de los que mejor entendieron su filosofía. Pero Salomon no se integra a ese medio judío rico de Berlín. Deja sus tradiciones y entra en una vida disoluta y se gana una muy mala reputación. Debido a su comportamiento, es rechazado nuevamente y lo envían a Holanda para deshacerse de él. Vuelve nuevamente a Berlín, y es entonces cuando escribe la historia de su vida. Es una de las primeras autobiografías judías modernas, muy leída desde entonces y modelo de acceso a la filosofía a partir de una situación de confrontación con un mundo que no hace más que plantear obstáculos.


Copyright Clarín, 2007.


PASADO Y PRESENTE. "EL HOMBRE SE CUENTA A SI MISMO, SE RECONOCE COMO SUJETO
AUTONOMO, A PARTIR DEL RENACIMIENTO", DICE LEIBOVICI.

Señas particulares
NACIONALIDAD: FRANCESA
ACTIVIDAD: FILOSOFA.
PROFESORA DE LA UNIVERSIDAD PARIS-DIDEROT. MIEMBRO DEL CENTRO DE SOCIOLOGIA DE LAS PRACTICAS Y REPRESENTACIONES POLITICAS.
Es autora, entre otros textos, del libro "Hannah Arendt y la tradición judía. El judaísmo a prueba de la secularización" (U.N.A.M., México D. F., 2005).


Simone Weil: la negación del origen
A Leibovici le interesa especialmente la reconstrucción autobiográfica de Simone Weil (1909/43), la intensa filósofa francesa de origen judío que abrazó un cristianismo personal y murió prematuramente en Londres, donde se encontraba trabajando para la resistencia francesa en el exilio. "En la fase
comunista crítica de Weil, explica Leibovici, hay textos suyos muy pertinentes sobre la clase obrera, la Rusia soviética, la vida en las fábricas. Cuando la espiritualidad va deviniendo cada vez más importante en ella, sus textos son cada vez más apasionantes".
"Hay algo de enigmático en ella, y es su antijudaísmo. No es sólo que se vuelve cristiana; de todos modos, nunca se convirtió. Nunca lo hace, porque odia las instituciones, y cree que la cristiana es particularmente autoritaria. Y simultáneamente, hay en ella textos muy hostiles, no hacia los judíos, sino a los hebreos que ella lee en la Biblia. Cuando se ven sus escritos de 1939 al 41, conociendo la persecución de los judíos en la realidad que la rodea, sus reflexiones son muy problemáticas. Veo que hay en Simone Weil un rechazo en cuanto a ubicar su situación personal en una filiación, una situación que sería la misma que la de los judíos de los cuales ella proviene. Cuando se lee ese pequeño texto llamado "Autobiografía espiritual", que es una carta a un religioso, es muy impresionante ver que
niega el devenir de su propia persona. Simone Weil no quiere plantear de dónde proviene. O sea que se niega, paradójicamente, al gesto autobiográfico".



*Fuente: Clarín
http://www.clarin.com/suplementos/zona/2007/10/28/z-05215.htm









CONSTRUYE TU HISTORIA*


Camina vida camina
no te detengas
a quien le importa
si destilas sangre
o destilas rosas.

Camina con tu alquimia
a cuestas
no dejes en la vera
una hoja crujiente.

Camina con el asombro
que tenías desde niña
y eras brisa descalza
bajo la lluvia.

Camina sin mirar atrás
que lo vivido
lo gozado
lo llorado
no tiene retorno.

Camina construye tu historia
aunque pretendan
dilapidar
tus sueños.

Solo busca en tu bolsillo
la luz
que guardaste
un día.



*de Xenia Mora Rucabado. xeniamora@ciudad.com.ar
28-10-2007



*
Queridas amigas, queridos amigos:


El domingo 28 de octubre del 2007 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor colombiano Jesús Pinzón Urrea. Las poesías que leeremos pertenecen a Flora Chavarry Orellana (Guatemala) y la música de fondo será de Rikchariy
(Andes). ¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!


REPETICIÓN: ¡La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com
Schießstattstr. 44 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067





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