jueves, noviembre 29, 2007
DE LOS IRACUNDOS Y SUS VIEJAS CANCIONES...
Faraway, so close*
El tiempo es enchapado en oro
Y un tiempo existe para abandonarse
debajo del bosquejo de un techo corredizo
Y un tiempo existe para el augurio
de un cuervo u otras aves esporádicas
Y un tiempo existe para retornar del tiempo
es oro.
*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
“FARAWAY, SO CLOSE” (“Tan lejos, tan cerca”), filme dirigido por Wim Wenders.
DE LOS IRACUNDOS Y SUS VIEJAS CANCIONES...
En la ciudad de la Ira*
Otra vez, la enésima, el mundo asiste, ya algo asqueado, al espectáculo obsceno (y no digo circense por respeto a los artistas), que los EEUU montan con el declamado objetivo de lograr "una paz justa y duradera en el Medio Oriente".
Rodeados por la tradicional corte de tiranos, reyezuelos, dictadores y jefes de estados teocráticos se sentarán a deliberar los dueños del mundo y del medio oriente y su "eurocomparsa", culposa de siglos de antisemitismo y deseosa de endosar el pago de la cuenta al pueblo palestino.
Como primera medida se discutirá - faltaba más, estando el gobierno de Israel allí - sobre qué se puede discutir, y sobre qué no.
Naturalmente estas condiciones las impondrán, como ha venido sucediendo desde hace sesenta años, los representantes de aquellos que han usurpado, robado, expulsado y asesinado al pueblo palestino en su propia tierra. Los herederos de los que pasaron las topadoras sobre las aldeas vaciadas de sus pobladores, aterrorizados previamente con los "aleccionadores" ejemplos de otras aldeas en las que sus habitantes fueron sencillamente masacrados.
Para desgracia del pueblo judío, quién sufrió durante siglos similar trato, los que "limpiaron" étnicamente Palestina fueron muchos de los sobrevivientes del Holocausto nazi, utilizados como masa de maniobra, impúdicamente, por los colonos sionistas. Aquellos que escaparon del genocidio más industrialmente organizado de la historia cometieron - y cometen diariamente - su propio genocidio, lentamente ejecutado, pero tan fría y cruelmente concebido y planificado como el otro. Con el fin de hacer realidad aquella declaración fundante de la ideología sionista: "Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra"
La reunión "cumbre" comenzará con la ya conocida extorsión que el estado sionista aplica al pueblo palestino hace décadas: el reconocimiento de Israel como "la patria de los judíos". Esto no es solamente un escollo dialéctico, que bien podría alguien suponer de menor importancia. Es, lisa y llanamente, exigir al ocupado, expulsado y exterminado en su propio país que reconozca al ocupante, expulsor y exterminador como parte negociante de pleno derecho, lo cual es muy distinto a reconocer su existencia real y los hechos sobre el terreno. Nada más, y nada menos, que otorgarle status jurídico a un papel firmado por el imperialismo, como lo fue la "Declaración Balfour", con lo cual - pequeño detalle - queda fuera de discusión un tema "baladí": la justicia.
Es decir, desentenderse de la dimensión ética del conflicto, planteado, únicamente en términos de "realpolitik", muy al gusto de los pensadores del "Nuevo siglo americano".
En esto radica el nudo: nada sano se puede construir sobre la base de la mentira, el olvido y la injusticia.
Es evidente que dos pueblos - muy diferenciados - habitan un mismo territorio. Cualquier solución que se plantee deberá contemplar los derechos humanos, sociales y políticos de ambos. Sin embargo, no se debe olvidar que uno es el agresor y otro el agredido, uno el colonizador y el otro el colonizado.
Naturalmente que nadie pretende "echar a los judíos al mar", como la propaganda sionista quiere hacernos creer. Pero cualquier solución, ya sea la de dos estados (casi inviable hoy dia, por los hechos que sobre la geografía palestina ha producido Israel) o un estado binacional con igualdad de derechos para todos sus ciudadanos (derechos que la "democracia" israelí niega a sus habitantes palestinos) deberá basarse sobre la reparación a tanto dolor infringido: Verdad, Memoria, Justicia.
Tres pilares, dicho sea de paso, que constituyen probablemente lo mejor de la herencia del pueblo judío a toda la cultura occidental.
*por Udi, udi.cuatro.catorce@gmail.com
rosario, argentina, noviembre de 2007
Underground*
Masturbándome
lograré conjurar
bombas y aviones
Siendo escenario esta platea
arrastro a mis músicos
y me robo a la primera actriz
Me casaré
me disciplinaré
Un baño luctuoso de ficción
solía ser mi sucia realidad
Cuanto más lúbrica más ella misma
más verdad la verdad
si desvirgada.
*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
"UNDERGROUND", filme dirigido por Emir Kusturica.
Jueves, 29 de Noviembre de 2007
El grito silencioso*
*Por Juan Gelman
Hay más bajas de veteranos de Irak y Afganistán en EE.UU. que en Irak y Afganistán. Se suicidaron al volver. Una investigación de CBS News reveló que en el 2005, en 45 de los 50 estados de la Unión se quitaron la vida 6256 efectivos que habían participado en esas guerras (www.cbsnews.com, 13-11-07). Un promedio de 120 por semana, siete cada día, en sólo un año,
casi el doble de los caídos en más de cuatro de conflicto. Padecían lo que hoy se llama "desórdenes por estrés postraumático" (PTSD, por sus siglas en inglés), una generalidad que oculta muchas cosas: horrores del combate, crímenes cometidos o vistos cometer, desilusiones de "la libertad y la
democracia" que iban a llevar a esos países, angustias, pesadillas, remordimientos y a saber cuánto más. Son cifras escalofriantes: cada unidad del total corresponde sobre todo a un joven.
La investigación duró cinco meses y reunió información de fuentes oficiales de los estados, del departamento de cuestiones atinentes a los veteranos de guerra y de la Oficina de Censos de EE.UU. Se consultó a especialistas y se comparó la tasa de suicidios de los veteranos con la del resto de la población. Los datos para el 2004 revelan que la primera duplicó con creces a la última: del 17,5 al 21,8 por cien mil contra el 9,4 por cien mil. Para el 2005, fueron del 18,7 al 20,8 y el 8,9 por cien mil, respectivamente. El número de suicidas varones triplica al de las mujeres. Y la tasa más alta se dio entre los veteranos de 20 a 24 años: es de tres a cuatro veces superior a la del mismo grupo etario de quienes no fueron a la guerra. Son estadísticas que el Pentágono no suele difundir. Explica que se trata de "problemas personales".
Más del 25 por ciento de efectivos en actividad y el 50 por ciento de los reservistas que regresaron a su casa presentan síntomas de trastornos mentales (Reuters, 13-11-07). Cuando el presidente Bush dice que los terroristas suicidas "no son como nosotros; no valoran la vida como lo
hacemos nosotros" incurre en una tremenda ironía, tomando en cuenta los miles de soldados y veteranos estadounidenses que se quitan la vida. No eran fieles del Islam ni árabes que W. desprecia, sino -con excepción de los psicópatas de siempre- personas que se alistaron por pobreza o buscando oportunidades de carrera y no porque querían matar civiles.
"Sentí cómo ese silencio gritaba dentro mío", expresó Jessica Harrell cuando vio a su hermano, de regreso de Irak, muerto de mano propia. Hubo quienes se pegaron un tiro, otros se ahorcaron. Pero esto poco importa a la Casa Blanca. Son material desechable o ingresan al rubro "daños colaterales".
Todavía se suicidan veteranos de otras guerras. Y hay mujeres invisibles: por ejemplo, las viudas de Vietnam.
Penny Coleman era una de ellas y vivió largos años con la carga del suicidio de su esposo Daniel. Fotógrafa de profesión, decidió entrevistar a decenas de mujeres que habían atravesado idéntica tragedia y reunió sus historias de vida en el libro Flashback - Posttraumatic Stress Disorder, Suicide and the Lessons of War (Beacon Press, Boston, 2006). Cuenta Penny Coleman: "Durante
décadas viví agobiada por la culpa y la vergüenza que experimentan casi todos los sobrevivientes de un suicidio... hasta que a en los '80 los medios empezaron a publicar artículos sobre la frecuencia del suicidio entre los veteranos de Vietnam. Comencé a preguntarme qué papel habían tenido en la muerte de Daniel sus experiencias de la guerra" (www.flashbackhome.com).
Comprendió que había vivido "una parte de la historia que fue completamente borrada de las versiones oficiales". Sigue borrada.
Encontró en todas las entrevistadas los mismos sentimientos provocados por una sociedad que estigmatiza y culpa al sobreviviente del suicidio del otro y considera que el soldado que no cae en combate es un débil o un cobarde.
Advirtió que sus viejas preguntas -"¿amé lo suficiente?, ¿lo cuidé, me cegó la negligencia?"- no tenían otra respuesta que los trastornos causados por la guerra. Ahora habla muy claro.
Penny Coleman señala en un artículo que difunde el Independent Media Institute, organismo que apoya al periodismo independiente (www.alternet.org, 26-11-7): "Hay algo de superioridad tan jactanciosa en la manera con que hablamos de los atacantes suicidas y de las culturas que los
producen. Y asoma un pensamiento inquietante. En 2005, 6256 veteranos estadounidenses se quitaron la vida. Ese mismo año, hubo alrededor de 150 muertes documentadas de atacantes suicidas en Irak. Hagan la cuenta. La proporción es de 40 a 1. ¿Quién se muestra más eficaz entonces en la creación de una cultura de suicidio y de martirio? Si George Bush tiene razón (cuando dice) que es la desesperación, la desidia y la pobreza las que empujan a la gente a cometer tales actos, ¿no vale la pena subrayar que estamos haciendo en la materia un trabajo mucho mejor?".
*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-95407-2007-11-29.html
Cóndor, el laberinto del horror*
Por Stella Calloni *
En marzo de 1980 fue asesinado en una iglesia de la capital de la República de El Salvador el arzobispo monseñor Oscar Arnulfo Romero, después de haber demandado que los soldados de ese país desobedecieran "la orden inmoral" de matar al pueblo. Lo asesinaron de un certero disparo en el pecho, con proyectiles de dispersión, cuando oficiaba una misa.
Varios medios en el mundo y especialmente de Europa mencionaron que se trataba de un "coletazo" de la Operación Cóndor, la coordinadora criminal de las dictaduras del Cono Sur en los años '70.
En México, con el periodista y escritor Gregorio Selser comenzamos a buscar la mayor cantidad de datos sobre esta operación típica de la contrainsurgencia en el esquema de la Doctrina de la Seguridad Nacional de Estados Unidos, que significó para nosotros la siembra de las dictaduras en
los años '70.
Los datos más importantes sobre Cóndor, que mencionó -sin nombrarla- Rodolfo Walsh en su extraordinaria Carta a la Junta Militar Argentina, surgieron del juicio realizado en Estados Unidos por el asesinato del ex ministro del gobierno de Salvador Allende, el economista Orlando Letelier, y su secretaria Ronny Moffit en Washington en septiembre de 1976. Este caso ofreció, en ese momento, las mayores pistas sobre esa operación de contrainsurgencia que asoló al Cono Sur y borró fronteras, trasladando los comandos de la muerte por varios países y continentes.
De esos días data uno de los principales documentos básicos de la Operación Cóndor, enviado a Washington desde la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, por un oficial del FBI, el coronel Robert Scherrer -ya fallecido- donde explicaba con precisión de qué se trataba este accionar contrainsurgente en sus tres fases de persecución, vigilancia, secuestros, intercambios y asesinatos de las víctimas elegidas.
Lo que resultaba difícil en la investigación posterior era entrecruzar la cantidad de documentos, versiones y testimonios que fueron surgiendo desde entonces.
Pero con el final de las dictaduras, comenzaron a aparecer más evidencias.
En diciembre de 1992 se descubrieron los llamados Archivos del Horror, de la dictadura de Alfredo Stroessner en Asunción, Paraguay, a instancias del ex detenido político Martín Almada y la decisión de un joven juez paraguayo, José Fernández.
En esos archivos aparecieron algunos documentos básicos sobre la Operación Cóndor y testimonios inobjetables para finalmente hacer llegar algunos casos -con todos los elementos probatorios- a la Justicia y además demandar las aperturas de archivos desclasificados en Estados Unidos.
De eso se trató investigar Cóndor. De acumular la mayor cantidad de información posible y sistematizarla para que fuera útil a la Justicia y a los familiares de las víctimas. En realidad es un verdadero laberinto de la muerte, de enorme complejidad porque abarca varios países.
Pero quizás esa complejidad, el hecho de que la Operación Cóndor fue tan selectiva en la elección de las víctimas, además de los rastros que se iban dejando a pesar de la impunidad con que se actuó, hayan sido su verdadera debilidad.
A esto se agrega el hecho de que los comandos de acción estuvieron además integrados por grupos paramilitares, organizaciones como las fascistas de Italia, la OAS (el ejército Secreto de Francia), la Triple A en Argentina, los grupos terroristas cubanos de Miami, lo que dejó otra puerta entreabierta a las filtraciones que se producen en esos mundos de la mafia y el crimen.
Trabajar en el esquema de Cóndor requiere de un inmenso esfuerzo colectivo, que de ahora en adelante necesitará de un trabajo conjunto de todos los investigadores sobre el tema, porque de vencer impunidades se trata. Y en estas horas los pasos que está dando la Justicia abrirán una enorme caja de Pandora y dejarán al descubierto todo lo escondido bajo las alfombras malditas de la impunidad.
* Periodista y escritora, autora de los libros Los años del Lobo: Operación
Cóndor y Operación Cóndor, pacto criminal.
-Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/95449-30183-2007-11-29.html
Jueves, 29 de Noviembre de 2007
LA SUBJETIVIDAD DE LOS REPRESORES, A PARTIR DE SU INDAGACION EN EL TEATRO
Piedad del torturador*
A partir del análisis de su propia experiencia como autor, director y actor de El señor Galíndez, Paso de dos y otras obras, Eduardo Pavlovsky reexamina la subjetividad del represor, ya que "asumirla es acercarnos a la posibilidad de un nuevo tipo de represión: el control social, en sus sutiles formas, a través de un nuevo tipo de represor".
Por Eduardo "Tato" Pavlovsky *
Personajes que encarno en mis obras -especialmente El señor Galíndez, El señor Laforgue, Paso de dos y Potestad- producen en el espectador un cierto nivel de identificación durante parte de la obra, incluso despiertan simpatía, pero luego se revelan como verdaderos monstruos de la represión, produciendo en el espectador un cierto sentimiento de fraude, engaño o ambigüedad. ¿Cómo un médico al servicio de organismos de inteligencia y responsable directo del rapto de una niña puede al mismo tiempo despertar simpatía, en la primera parte del espectáculo, cuando se lo vislumbra en sus debilidades humanas, relatando o confesando sus heridas narcisistas masculinas frente a su mujer? (El tiempo en el cuerpo, el tiempo en la pareja, grandes temas humanos que pueden producir identificación en el espectador.) Cómo puedo identificarme a lo largo de la obra con las angustias reconocibles de este hombre si, luego, ese personaje en quien me reconocí se me revela como un "monstruo represor" al que no merezco tener piedad o pena y mucho menos simpatía.
O, más precisamente: cómo el raptor de una niña puede abrigar sentimientos de pena por la pérdida de "su niña", cuando los organismos de derechos humanos, a través de la Justicia, logran liberar a la niña de su rapto para devolverla a su familia original. ¿Puede acaso un raptor de niños sentir ternura o pena por la niña a quien robó su identidad? ¿No es acaso el niño raptado una prótesis de la falta o castración del raptor? Si la niña raptada es sólo prótesis narcisista, ¿esto no le impide desarrollar hacia ella sentimientos tiernos?
La literatura psicoanalítica suele encuadrar a los raptores dentro de las patologías narcisistas graves. Para nosotros la situación adquiere otros niveles de complejidad.
En Paso de dos, la víctima torturada le dice a su amante torturador: "Somos fuimos vos y yo nuestras historias nuestras certidumbres nuestra manera de sentir las cosas, de eso no podemos arrepentirnos allá vos allá yo es la distancia que nos hace reconocernos qué misterio se cruza entre los dos haciéndonos olvidar tanto pasado quién sabe si somos tan diferentes que creció tanto entre los dos algo que no entiendo algo más allá me hace sentir ambigua y me produce terror haber sentido piedad en algún momento como surgió a pesar mío esto de la piedad entre los dos como piedad convertirme en piadosa yo que nunca lo fui".
¿Puede una militante torturada sentir piedad por su represor?
¿Puede un torturador sentir piedad o ternura por su víctima?
Y, si un torturador sintiese piedad por su víctima, ¿sería por eso menos responsable? Si un raptor de niños hubiese desarrollado alguna capacidad de amor hacia su víctima, ¿sería por eso menos responsable? ¿Cuál es la estética, en todas estas preguntas?
Serían responsables siempre, pero tenemos que admitir una mayor complejidad en la subjetividad de los represores.
Los personajes de la represión, en su amplia galería, se nos podrían revelar más ambiguos y complejos de lo que imaginamos. Y esto sugiere una mayor complejidad en el proceso de búsqueda de creación del personaje. Existe más ambigüedad; más molecularidad en su recorrido.
Sin embargo, nadie los condena por la incapacidad o capacidad de sus afectos, sino por el acto criminal del rapto y robo de la identidad de los niños. Lo condenamos por su acto criminoso. Metamorfosear la identidad de una niña raptada ocultando su verdadero origen es un hecho monstruoso que debe ser juzgado, pero esto no elimina por sí solo la capacidad de desarrollar algún tipo de vínculo tierno con su víctima. Lo que nos interesa es la estética de la ambigüedad.
Ciertas concepciones científicas, ideológicas y políticas desconocen parte de la compleja subjetividad de los represores. Mientras que desde la estética, a veces, descubrimos ciertas líneas de la complejidad y ambigüedad de su problemática. Estética de la multiplicidad.
En el teatro intentamos descubrir la ambigüedad, esa zona incierta del ser humano que creemos necesario develar estéticamente. Condenamos su ética pero revelamos su tormentosa ambigüedad. Esa es la subjetividad que nos interesa investigar estéticamente en los personajes de la represión. Desde el personaje, recorrer el intrincado mundo de los afectos de personas que han quebrado su ética; confrontar esa ética con su reverso estético. La ética de la multiplicidad.
Asumir estéticamente, en su índole compleja, la subjetividad en la problemática del represor, no es más que acercarnos a la posibilidad dramática de una nueva forma, futura, de represión: el control social y sus sutiles formas posibles, a través de un nuevo tipo de represor.
En Memorias del calabozo (1990), Mauricio Rosencrof y Fernández Huidobro, militantes uruguayos detenidos entre 1972 y 1983 en Uruguay, hablan de los represores: "Quiero referirme a la patología de los oficiales que se han ensañado con nosotros. Existe la tesis de que los que más agredieron eran los que tenían dentro de sí desarrolladas las tendencias sádicas. Yo me resisto a considerar enfermos a los que se ensañaron más en las torturas, adscribiéndoles un diagnóstico psiquiátrico, porque sería limitar la cuestión a grados de patología individual". Continúan: "Este oficial que tenía esa conducta con nosotros era simultáneamente uno de los más estimados por la tropa cada vez que los soldados tenían problemas. Dirigirse a ese oficial era una gran tranquilidad porque los atendía paternalmente. Con nosotros era patológico. La metodología que usó el ejército fue hacer participar a todos, oficiales, enfermeros, médicos, oficiales, todos tenían que 'mojar' para que todos se sintiesen implicados, y, además, el exceso fue lo normal en la institución. Por eso rechazo que Astiz o Mason sean sádicos.
La esencia del sadismo como patología dentro del ejército es secundaria. Lo constante es la normalidad en que se convierte lo anormal".
Institución torturadora
Institucionalización de la violencia, el rapto, el saqueo, la tortura.
Interiorización institucional de la violencia como obvia.
Michel Foucault decía que los únicos que pueden hablar con eficacia sobre las cárceles o prisiones son los presos o los carceleros.
La institución -policial, militar, carcelaria- produce esta específica subjetividad.
La tortura no se presenta como patología individual. No nos sirve para intentar pensar sobre los fenómenos de producción de subjetividad.
La tortura se presenta como producción de subjetividad institucional.
Diaria, cotidiana, interiorizada como conducta normal, aceptada y valorada.
En El señor Galíndez intentábamos seguir esta hipótesis: lo que nos interesaba señalar era la institucionalización de la tortura, mucho más que la patología individual de los torturadores, quienes a su vez eran víctimas de la institución. Si insistimos en los cuadros psiquiátricos individuales de los torturadores perdemos de vista el eje central de la problemática: la tortura o el rapto como institución.
Y este punto de vista es importante para el desarrollo de la estética de los personajes.
Buscamos una estética de multiplicidad, donde se perciba la singularidad del personaje en este particular atravesamiento institucional. Nos interesa entonces exaltar la institucionalización de la conducta para expresar la intensidad de sus conflictos en la creación del personaje.
No nos interesa el naturalismo. Pretendemos afectar al espectador en el tormentoso mundo marginal del represor. Tampoco buscamos las transiciones psicologistas que pudiesen explicar sus diferentes motivaciones.
Vaivenes de subjetividad que puedan ser expresados a través de un cuerpo que se conecta abruptamente con diferentes grados de intensidades y de emociones. Devenir triste-devenir tierno-devenir sádico-devenir sexo-devenir terror, sin transiciones, sin conexiones psicologistas. Cuerpo como máquina deseante. Cuerpo haciendo máquina con... Siempre entre, nunca llegando a
ningún lado, a ningún objetivo.
Existe una institución que viola la ética del represor.
Para formarlo, tuvo que violarlo. Cómo resingularizar esta batalla. El represor violado y violador al mismo tiempo.
Un cuerpo actoral que pueda expresar este régimen de inscripciones que lo atraviesan.
Porque el cuerpo actoral es, al mismo tiempo, institución violadora, represor violado y represor violador. Tres devenires en el desarrollo de la acción dramática. Cuerpo como letra. o letra de cuerpo.
De cómo es capaz de transmitirse institucionalmente este tipo de subjetividad que fabrica torturadores, raptores, saqueadores como fenómenos normales cotidianos y obvios.
Existe una institución como producción de una subjetividad que engendra como normal lo monstruoso, y esto a su vez es un factor de producción de subjetividad social: terrorismo de Estado y su concomitante complicidad civil.
El problema, desde la estética, incluye este tipo de complejidad. Si el rapto o la tortura son interiorizados como hechos naturales, normales, el acto criminal se percibe como sintónico institucionalmente.
Intentemos comprender el régimen de afecciones en que se mueve el individuo, su régimen de conexiones institucionales. ¿Cómo les habla la institución? ¿Cuál es la lógica institucional? "Puede ser un buen padre de familia, pertenecer a la protectora de animales, ser un beato, asistir a la iglesia todos los domingos, pero luego volverse sádico con los prisioneros" (Memorias del calabozo).
Pero todo esto incluye una lógica de afecciones en la totalidad de la conducta. No existe disociación de la personalidad dentro de la lógica institucional. Sigue Memorias...: "Todos los oficiales, todo el personal de la protección militar y carcelaria recibía cursos en que los manipulaban meticulosamente con fundamentos ideológicos, y se les decía que los detenidos eran traidores a la patria, asesinos deleznables. Todo esto iba conformando en ellos un criterio ideológico. Eran coherentemente fascistas".
Sí, la institución produce coherencia en este tipo de subjetividad. Lo obvio. Lo normal es el fascismo y su complementariedad: la violencia.
Una camada de jóvenes militares de la dictadura griega había cometido atroces torturas. Fueron juzgados y sometidos a exámenes psiquiátricos.
Ninguno de ellos reveló alteraciones psiquiátricas severas. Sin embargo, durante las entrevistas con ellos comunicaron que todos habían sido sometidos a un severo entrenamiento doctrinario ideológico de ocho meses de duración, que culminaba en la práctica con elementos de la tortura sobre prisioneros políticos. Un psicoanálisis de cada uno de ellos probablemente no revelaría mayores diferencias con las habituales neurosis o caracteropatías. Lo singular, en cambio, sería analizar el tipo de discurso institucional que produjo esa singular subjetividad que interioriza la
tortura como obvia, necesaria, cotidiana y normal en la formación de los jóvenes militares. No creo en este caso que la ideología institucional funcione como prótesis de la falta de cada uno de ellos. El discurso se filtra intersticialmente, con eficacia a través de un complejo sistema de códigos y afecciones. (La Asociación Psicoanalítica Argentina -APA- producía, en los tiempos que yo cursaba seminarios, un tipo de producción de subjetividad que hacía creer a los candidatos que, para ser psicoanalistas y resguardar la "salud mental", había que analizarse durante ocho o diez años cuatro veces por semana. Esto, a su vez, se transmitía a los pacientes. Máquina iatrogénica.)
El convencido
En algunas de mis obras, enfocadas generalmente sobre el represor, la institución se presenta siempre en algún momento del discurso de los personajes. En El señor Galíndez, la institución está corporizada por el teléfono que da las órdenes y contraórdenes a los torturadores -Beto y Pepe-
en forma constante y contradictoria. Ambos torturadores, no formados ideológicamente, de "la vieja camada" dependen absolutamente de Galíndez para todo tipo de tarea profesional, y están pendientes de la simple aprobación o de las estimulantes felicitaciones de Galíndez. Son el cuerpo
menos pensante, institucionalmente los menos formados, o sólo formados en la práctica concreta. La mano de obra barata de la tortura.
Esta dependencia incondicional hacia el señor Galíndez produce en ellos el terror de que puedan ser prescindibles o reemplazables -como ya ocurrió con otros "profesionales" a lo largo de la historia institucional-. Son la parte descartable. Por eso se convierten también en víctimas de la institución.
Sobreviven hasta que alguien de mayor habilidad pueda reemplazarlos. Son serie de una larga cadena.
Beto y Pepe recibían órdenes del señor Galíndez para adiestrar a Eduardo, un joven que concurre para aprender el oficio de ambos torturadores. Ordenes institucionales. Pero Eduardo ha estudiado los libros del señor Galíndez: es el nuevo torturador pensante, ideologizado. Como aquellos jóvenes torturadores griegos, ha recibido información a través de un aprendizaje teórico. Aquí hay un cambio cualitativo, con efectos en el discurso institucional y en la producción de subjetividad de los personajes. Para Beto y Pepe, la institución es el teléfono de donde reciben las órdenes concretas del señor Galíndez. Sin órdenes del señor Galíndez, pierden existencia. Eduardo, en cambio, es el nuevo torturador: "el ideologizado" -el Astiz de 1976-. Para Eduardo, los libros del señor Galíndez son conceptos nuevos para "pensar" institucionalmente; para Beto y Pepe, son sólo órdenes concretas.
El individuo debe ser transformado en un convencido; una vez convencido, ya es voz institucional y produce subjetividad institucional a los demás. Basta un convencido para que todos crean en la eficacia de la verdad institucional.
No puede ser sino una estética de la violencia. En algún momento, el represor es violentado para que se logre su sintonía institucional. Puede incluso luchar y desconfiar, antes de ceder. Pero, de esto, nada se habla.
Es lucha de subjetividades. Lucha de poderes. El cuerpo del actor, atravesado por esta lucha y su rendición posterior. Definitiva. Ya está "formado".
Allí encontramos al represor en su singular lugar de víctima. El de su ética violada por la institución. El verdadero objetivo, insisto, es analizar la lógica institucional, y no la patología individual del represor. Estética de la multiplicidad.
* Texto extractado de Variaciones sobre el teatro latinoamericano.
Tendencias y perspectivas, por Alfonso de Toro y Klaus Pörtl (eds.).
-Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-95404-2007-11-29.html
"Que la tortura estalle en los vínculos pacíficos"
Por E. P.
Paso de dos, obra de teatro. Cómo llevamos la intimidad de la tortura, cómo llevar la intensidad... sería deseable que el público participase no pasivamente de dos cuerpos máquina de amor y violencia simultánea.
La proximidad del público a los actores se captura en la intensidad de las escenas de los cuerpos.
En la representación, los dos actores "simulan" a escasos metros de distancia escenas de pasión y violencia. La pasión, la violencia se fugan a los cuerpos de los espectadores. No hay violencia entre actores. Nadie lastima a nadie. Pero es cierto que el espectador, aunque lo sabe, aun así, no es un mero agente pasivo de un simulacro. Padece la intensidad que se produce entre ambos cuerpos. Está afectado por el simulacro de violencia. O lo que es la clave: la amenaza permanente de algo peor.
El auditorio entra dentro del régimen de afección de los personajes. Se siente "torturado" por su inmovilidad en la gradería. Le guste o no le guste, participa voyerísticamente de las escenas. El simulacro no lo tranquiliza. Aunque sabe que no existe violación y que no se ejerce la tortura real, tiene la sensación de estar afectado por lo real. Pierde el distanciamiento intelectual, coparticipa de la multiplicidad del acontecimiento. Su cuerpo, y esto es lo importante, está incluido en la
experiencia. Aun sedentario, es recorrido por intensidades nómadas. Todo está en movimiento en su absoluta quietud sin recorrido. (Los comentarios en relación con el efecto de la representación en los espectadores son resultado de diálogos con ellos después de la representación de la obra; 170
funciones en Buenos Aires, España, Alemania y Uruguay.)
Esa era de alguna manera la intención de la directora, del autor, de los actores, del escenógrafo, del iluminador. Involucrar al espectador en una experiencia límite como la tortura o el amor de la tortura o, como dijo alguien alguna vez, la poética de la tortura.
Hasta dónde llegan nuestros cuerpos, dice un personaje a otro cuando percibe la intensidad fugada de ambos cuerpos a otros territorios.
Hasta dónde llegaron nuestro cuerpos actorales para involucrar el cuerpo del espectador en la ceremonia.
Textos de goce, diría Roland Barthes. Texto dramático.
Que no piense la experiencia en el momento de su afectación que la pueda contraefectuar sin quedar atrapado en el accidente, evento tortura.
Que se sienta afectado y que, después del estallido y de su esplendor, descubra los múltiples sentidos. Recién entonces la tortura se convierte en acontecimiento.
Ahí se construye el acontecimiento. El acontecimiento no es el mero accidente de escena de tortura, lo que sucede en el escenario entre los dos cuerpos o con el otro cuerpo femenino en las graderías, distanciado y desdoblado; hablar desde el mismo lugar del espectador es una doble
implicación.
El verdadero acontecimiento es la recreación de sentidos que puedan surgir desde y entre los tres personajes y que se multiplica entre los espectadores.
Que esa tortura se convierta en todas las torturas cotidianas, en las parejas, en las familias, en los torturados y maldecidos, que estalle a través de la escena, multiplicidad de la tortura en imágenes intensas fugándose por todos los intersticios posibles. Que estalle la tortura en todos los vínculos pacíficos, que el espectador construya su propio devenir, acontecimiento. Que se torturice.
*Fuente:
http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/subnotas/95404-30170-2007-11-29.html
Herman*
Pude haber sido también
un Rey de Bélgica
y no soy ni siquiera
un buen chiste que dure:
mi hermano
De mi hermano su cuero
cabelludo
su corte
su corte
su peinado
del inventado hermano mío
su peine
A través de mi cabeza
pasan
si así lo anuncian
piojos
Un mundo:
anguilas cuando vuelan
y piedras mientras
las lanzo contra
la imparcial vidriera del peluquero
En grúa ascenderé
con mi padre
hasta la más alígera
de las pelucas
En grúa descenderé
sin él
hasta los rastros alevosos
infamantes
en mi almohada
No habré de reconocerme
cuando esté yo mejor
y pregunte a la pelirrojita:
¿Qué tal se ve
a Don Diego, el Zorro?
*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
“HERMAN”, filme dirigido por Erik Gustavson.
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Inventiva Social publica colaboraciones bajo un principio de intercambio: la libertad de escribir y leer a cambio de la libertad de publicar o no cada escrito. los escritos recibidos no tienen fecha cierta de publicación, y se editan bajo ejes temáticos creados por el editor.
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La protección de los derechos de autor, o resguardo del copyrigt de cada obra queda a cargo de cada autor. Inventiva solo recopila y edita para su difusión las colaboraciones literarias que cada autor desea compartir.
Inventiva Social no puede asegurar la originalidad ni autoria de obras recibidas.
Respuesta a preguntas frecuentes
Que es Inventiva Social ?
Una publicación virtual editada con cooperación de escritores y lectores.
Cuales son sus contenidos ?
Inventiva Social relaciona en ediciones cotidianas contenidos literarios y noticias que se publican en los medios de comunicación.
Cuales son los ejes de la propuesta?
Proponer el intercambio sensible desde la literatura.
Sostener la difusión de ideas para pensar sin manipulación.
Es gratuito publicar ?
En inventiva social no se cobra ni se paga por escribir. La publicación de cada escrito es un intercambio de libertades entre el escritor y el editor, cada escritor envia los trabajos que desea compartir sin limitaciones de estilo ni formato.
Cómo se sostiene la actividad de Inventiva Social ?
Sus socios lectores remuneran con el pago de una cuota anual el tiempo de trabajo del editor.
Cómo ayudar a la tarea de Inventiva Social?
Difundiendo boca a boca (o mail a mail ) este espacio de cooperación y sus propuestas de escritura
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