jueves, mayo 29, 2008

LA TRANSPARENCIA ES SÓLO UN ESTADO DE LA INOCENCIA...



*Dibujo de FLORENCIA freyja_walkyrien@hotmail.com



VI*




De todas partes me fui
como de aquel sueño negro.
De todo
menos de tu vientre
que me contuvo
en las noches
cuando el verano subía
con tu temblor hasta el cielo.



*de Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar






LA TRANSPARENCIA ES SÓLO UN ESTADO DE LA INOCENCIA...






PAISAJES DE LUZ*


-Colección Mainumbi- 1989





INDICE

V e e r . . .

P o e m a s . . .

S o b r e D u e n d e s. . .

E p i l o g o. . .






V E E R



La transparencia es sólo un estado de la inocencia.



***


¡ Vamos a la aurora ! ¡ Vamos ya !

La luz estalla cercana, infinita,

naranja y madura.



***


ESTADO I

Aquí estoy, buscando la pascua de la palabra; definitivamente si. Aunque, en ocasiones, tenga el rumor del silencio.




ESTADO II

Buscar la transparencia. Es un modo de ser recipiente sin ser contenedor de la luz.





ESTADO III

La luz, en los cuerpos opacos, acontece sin violar; en los transparentes, crece sin estremecimientos.




La oscuridad no es mas que un aspecto de la luz.
En ocasiones le antecede y, en otras, le sucede.


Ver.
La luz y la sombra son constelaciones encadenadas; no existe una sin la otra.


Ver.
Lo que hay de sombras en nuestro universo es lo que mueve nuestra curiosidad.
La luz nos devela.


Ver.
Lo que hay de luz en nuestro universo es lo que mueve nuestra curiosidad.
La sombra revela ocultamientos.


La luz no sólo absorbe las sombras.
También crea espacios.


Ver.
La oscilación de la luz es sólo un juego.
¡Y oscila en las sombras!


Ver.
¿Por qué empecinarnos en creer que donde no hay luz sólo hay sombras?


Ver.
¿Por qué aseverar que la sombra es la negación de la luz?



Ver.
No reducir nada a cero. Si hay sombra es porque la luz la recrea. Si hay luz es porque la sombra le deja espacio.



La ojiva de la luz
es
porque el cono de sombra se proyecta.





La luz

obsesivamente

se abisma.






L A M I R A D A


Asomé, la mirada, en el hechizo de la luz.
Y se confundieron. Desde entonces, desde el principio de esos tiempos acuñados en esbeltos arco iris, son uno. Sólo la ausencia de cualquiera es suficiente para que el hechizo se quiebre.




Percepción...

quietud...

una palabra se aproxima

pasa...

y me devora el universo.

Sólo la luz se atreve.





La luz habita ciertas palabras.


Y se refractan
en el poema.







P O E M A S



Convengamos que la poesía es una dura piedra tamizada de musgos poblados de voces, de tiempo detenido, aullando quedamente en el corazón del hombre.
Esta allí, golpeando, librando una batalla apocalíptica, opacando lo perverso con sus letanías de siglos, con sus hombres enarboladores de la rima.




Todo momento no es más que una línea
donde camino y camino
alumbrando
para encontrar al hombre en mi.




Obturados los ríos, los que refractan la luz,
se vuelven profundos,
cavan las tierras con sus lenguas,
perforan lejanías, se agotan,
para crecer en otras figuras con sus manantiales transparentes
abecedeando el cauce.
Es milenario, ancestral a todo lo acaecido,
aún a aquello que adviene
el juego eterno entre la luz y la sombra.
¡Y nosotros allí!
A veces una
a veces, la otra...






Dulce presencia la de Ella
cuando
con un ademán
sonríe.
(a Hugo Mandón)


¿Aún estás allí?
Le pregunté a ella por su silencio.
Fue así que
un borbotón palpitante
naufragó
en mí.
Y ella permanecía inmutable
como omitiendo su estar.
Desde entonces,
la busco.


*


Próxima el alba

con la noche cargada en mis espaldas

voy sacudiendo sus cenizas

para encontrarme contigo.


*

Hay una breve llama en el rincón;
hay una cálida morada en la quietud de los pasos;
hay un sonido convocante en todas partes;
es que la noche,
con su espectro aparente de oquedad,
deja
todo un espacio para la luz;
y ésta
con su magia, trasluce confines.





Habíamos ido a la fronda
donde la luz dibuja gestos
y encontramos
lo que estaban mirando de nosotros.
Nos fuimos identificando,
con el aromo verde
y dijimos lo que dijimos en el idioma
de los pájaros.
Después, con la luz
formando cálidos cuencos, volvimos.
Hoy
quebrando lo cotidiano sembramos
sabiendo que ciertas simientes
crecen.



*


Me han crecido tiernas hojas en mis dedos,
precisamente en sus puntas,
que son una caricia de verde y fragancia
expandidas y dolidas.


*


Aquí estoy, quietecito.
Va mi mano renglón tras renglón,
cortejando su sombra con lo blanco del papel.
Arriba, duermen.
Acá, la noche se ha instalado sin urgencias,
sin interrogantes.
La noche, ese oscuro bosque de sugerencias,
está pasando lentamente cual oruga
camino al alba, sabedora de su agonía.
Pero, aún es joven, aún vive,
aún está despierta y yo aquí, quietecito.





Meces tu transparencia en el candor del aire,
en la lenta metamorfosis de la llanura,
en los pasos de las células a la conciencia,
en lo explicado y su contraparte.
Y me atrapas en tu dulce corteza milenaria
colmando mis odres de sed perenne.
He bebido una de tus gotas aumentando mis ansias
de bebedor contumaz de tu esencia.
Y sé de tu humedad
floreciente en mi piel de soles y desiertos
porque en ella crece esta plegaria.


*


Despacito como paso precavido,
como oración de monje en su celda,
como mariposa posándose en la flor,
como canción de cuna maternal,
como el amanecer.
Y más despacito aún:
como el crecimiento de una rama,
como el desgaste de la piedra en arena,
o el paso de una montaña.


*


Ya la hora del rezo acabó.
La noche, con su oscura urdimbre
convoca luces milenarias que chispean.
Mi sombra se confunde con la tierra
y si no fuese por estas sensaciones que me orillan,
sería imperceptible al silencio.
Hay luz adentro mío (me dije despacito),
es como una breve lámpara inapagable,
que se intensifica mágicamente
sin desbordar los límites.
La noche sigue afuera,
con sus decires interminables,
con sus canteras inagotables,
con sus olores penetrantes,
con sus rituales quebrados por el capricho,
con su espera del día.



Volver al papel con las manos ardiendo palabras
y fronteras sin excusas
y colores sin pintar.
Y no decir nada
para que el espacio penetre
perfore la geografía ósea
dejando caer la blancura en el rojo de las carne.
Y hacer un poema,
repetido y distinto
que abarque todo el hombre.


*


Tan difícil expresar aquello que reúne,
tan difícil mirar más allá de lo dado,
tan difícil horadar la piel que cubre,
que aún persisto martillando,
mordiendo a dentelladas diestras y siniestras,
caminando los umbrales de las palabras.
Y persistirá apuntando las sílabas,
las notas, los sonidos, los gestos, las miradas
que deparen, ignotas, la luz.


*


Dulce y amado es el calor de tu presencia
crepitando en los interrogantes
de mi propia debilidad.
Es cuando entonces me digo:
- ¡Me duele el hombre!
y me quedo anonadado en la turbulencia
del dolor. Casi exánime
a la espera de los aromas del jazmín florecido
para que aliente mi aliento.
Tal vez este no tuviese que ser un poema,
sino tan sólo un grito
naciente de la hondura que compartimos,
nosotros, los humanos.





El río pasa y no pregunta.
Una y otra garza conmueven el agua.
Los pájaros, agotan el aire.
El sol, casi en su cenit, alumbra
el lomo quieto del cauce.
Algún bigua atraviesa las distancias.
Los sauces, desde la otra orilla,
pueblan de verde el horizonte.
Las canoas van y vienen silenciosas.
Atrás,
la ciudad.
Aquí, el río pasa y no pregunta.



*


Venía con una pregunta rodando junto a mis pies,
de acera en acera, de baldosa en baldosa,
trepándose por los postes de luz para
descender, con más fuerza, en un cordón plateado del aire.
Luego, corría en zig zag
entre los vehículos estacionados,
se acodaba en los tapiales bajos.
o columpiaba sus extremidades en los altos muros,
para, de repente, treparse a un ómnibus
espiándome por el vidrio trasero.
Creía que se iba, que su susurro de letanía
se dormía irresoluto en algún banco nocturno de plaza mal iluminada;
pero, no. Mágicamente subía por las espaldas
jugando con mi pelo dejando el aire en suspenso,
para, después, seguir con sus rondas,
sus persistentes rondas de preguntas preguntando
desde mil rostros y otros tantos gestos.
No sé muy bien cuando y en qué momento
la pregunta me habitó; fue un instante
desprevenido, inasible, asombroso,
que me está llevando una vida responderla.






Las palabras, en ocasiones son
apenas reflejos de la luz que
me inunda.



*


Blanco espacio convocante
de la palabra.
O bien,
de un sentimiento a compartir,
de una emoción no reiterada,
de un dolor exhausto,
de un amanecer no nacido,
de un pasado no recordado,
de un poema que nace.
De los pájaros y sus vuelos negados; de los ríos sin cauce o de aquella vejez atravesada de olvidos que espía por la cerradura de un tiempo no comprendido; del salto de un atleta devorando al horizonte con sus piernas o un niño descifrando la coherencia de los adultos.
Es un espacio en blanco...
y yo con cenizas en mis manos.



La palabra, aquella que es clave en cualquier discurso humano, se encuentra, en ocasiones, en el fondo de las sombras. Descubrir su oscilación, su movimiento, es tarea diaria para dibujar el poema.

Pueden pasar jornadas sin una palabra.

Pueden pasar palabras sin una palabra.

Pueden pasar dolores, vientos, posturas, negaciones patentes, crucifijos inconscientes, llanura de voces, jacarandaes florecidos, una revolución cualquiera, un sufijo aceptado por la real academia,
una veda de mujeres, una maja desnuda, carnavales y competencias deportivas.
Un político y su amante, un impostor y su esposa,
un espía desmesurado,
un policía incorrecto;
pueden pasar juegos victorianos,
inmigrantes tras las huellas, idiomas muertos,
conquistadores o fusileros,
una muda de ropa o de plumaje,
un continente sin contenido,
un contenido sin una palabra.


Reintento la búsqueda. Voy nombrando,
arrojado voces al pasar
como un río salpica a la ribera,
como una mariposa de flor en flor,
como un paso le sigue a otro,
como el ademán antes del gesto,
como un horario a una cita,
como un sonido al eco,
como una caricia a la ternura,
como el tallo a la flor,
como una letra a la palabra...

Zigzagueo entre los motivos, entre los abecedarios del hombre, entre los residuos de la civilización, entre los silencios escandalosos de los marginados, entre mis propios laberintos...

Voy hambriento de hombre
en esta encrucijada de ríos,
como una cruz
que es mi propio peso anudado,
encorvado.
Un peso dromedario...





Ya no sé
dónde el límite esparce la luz
para un poema...
o bien dejar las palabras, las costumbre, las normas cotidianas, los quehaceres rutinarios, la poda de las plantas, las caminatas en los parques, el vuelo de los pájaros, la lectura de un libro...
quizás
no sea más que un síntoma
una levedad, un chasquido
de su llamado
en esta niebla.


*


¿ Estaremos a punto de brincar sobre nosotros mismos, acrobáticamente, creando en el salto la red que nos contendrá o seguiremos en la monotonía de la arena, matándonos unos a otros ?.


*


El hecho simple de caminar la noche,
dormidas las calles,
es ya todo un mundo que las habita.







LEYENDO A LI PO



La luna juega con mi mirada
jugando su ronda
y yo la mía

¡ A ver si nos entendemos !, me dijo.
Y la miré tras un cable,
me escondí tras un edificio,
me cobijé tras un árbol,
me arropé tras las sombras
y ella, fingiendo no ver mi juego,
contaba estrellas
esperando que uno de sus rayos
rozara mi figura para sombrearla.

Entonces, dije:

-¡Te voy a beber, luna lunera
y te quedarás sin luz para tu
ronda!
-¡Y tú sin sombra para la tuya!
-¡A ver si nos entendemos!, grite.

Y me emborraché de luz de luna
y ella de trazos de sombra.


*




SOBRE DUENDES



BREVE DE LUNA

La luna, en todo su naranja horizontal, fue despertando al pequeño mundo adormecido por las letanías de calor, que el sol fue arrojando con su luz.
Era un cascabel enorme haciendo fosforecencia en el agua. Los niños, con sus ojos de asombros, la saludaban alegremente. Los duendes del río, desde la penumbra de los juncos y otros verdes...




DEL NACIMIENTO DE LOS DUENDES

Desde el seno del río, con su panza hincada en los vegetales, surgieron.
No hubo movimientos discordantes; no hubo ausencias.
Todos, arremolinados, cabalgando arco iris, nubes indecisas, brisas ariscas, fueron llegando a las formas, fueron habitando al Padre Río.
Nadie objetó el nacimiento y no se adujeron pretextos para que no ocurra.
Así, los duendes, rondan la noche a destajo, abrillantándola sin temor; son amos de ella y de sus formas.



DUENDES DE LA NOCHE

Por aquí andan los duendes de la noche robándole luz a la luna; la convocan en sus hechizos inocentes sobre el marrón del agua y el camalotal dibujando estelas.
Uno se queda horas mirando cómo salen de sus madrigueras, inventadas en las barrancas, en las flores del irupe, del ceibo o del jacaranda.
Dicen que dicen que no existen, pero hay quienes los han visto montados sobre sábalos saltarines, persiguiendo luciérnagas.
Otros cuentan historias más complicadas, donde se sumergen en las honduras para hablar con los paties, cachorro, manduvies.
Hay quienes afirman que apuntan el pez al Martín Pescador a cambio de un vuelo nocturno para embolsar luz de luna. Lo cierto es que hay uno de ellos aquí, contándome estas historias.



Los duendes son los que llenan de nácar el río; los que dibujan sin tregua, sin cansancio, la cara alunada en el agua o el naranja en ambos extremos del día.
Son ellos los que reúnen los elementos, los mezclan, los disuelven, los esparcen, los iluminan, cavando aquí y allá, corriendo de este a oeste, sumergiéndose en las aguas o volando sobre ellas.
Durante el día, dejan que la luz se encargue de resolver formas y colores.
Es en la noche cuando su tarea cobra ritmo. Son los que esparcen la luz acumulada en los elementos haciendo de la noche un destello de anticipa claridad.






E P Í L O G O




PRIMAVERA EN EL PARQUE

Hay una incipiente madurez de los frutos perlando el aire. El lapacho, en su multitud, viste de rosa las aceras.
La vida, adormecida en los túneles protectores de la madre tierra, pulula en infinidad de tallos como dedos verdes buscando alcanzar el sol, cada vez más tibio y gratificante.
Los niños, van y vienen en sus risas, despertando todo con su frescura e inocencia.
Los días, con su tenue magia, van alargándose en la luz, van cubriendo a los pájaros que regresan de su exilio voluntario.
Los jóvenes, con sus cuerpos y movimientos, sus voces, sus ganas, van arrullando canciones vitales. Las muchachas, relucen su feminidad con ademanes, gestos y miradas furtivas.
Los viejos, recordando su andar, cuentan sus cuentas en la memoria, dejando retozar su piel en la calidez solar.
Y gea gira. Gira que te gira, envolviéndonos en cada uno de sus giros legendarios, de consorte agradecida ante la luz.




S A N T A F E


La ciudad posee tantas orillas como hombres.
Pero esta tiene uno y otro río y otro río y otro río.
Las riberas se hacen incontable y en ellas
hay uno y otro hombre y otro hombre y otro hombre.


Así las cosas, hacen de las miradas
una distancia de agua impronunciable
con una y otra música y otra música y otra música
que peinan el agua subiendo y bajando.


Pero esta ciudad, además, va orillando al hombre:
lo conmueve de tanto en tanto
con el río en la puerta de casa
y un pez durmiendo en su cama.





Beberemos el canto atravesando la luz.
¡Siempre la luz!
Así recojamos las crónicas de la muerte,
el mal trago del dolor.



¡Siempre la luz!








Siempre, al final del camino, la rosa.


-Poemas de Oscar A. Agú. cachoagu@yahoo.com.ar








ESTÁ EN NUESTRA SANGRE*


*Horacio Rossi


La stoa, portal de la polis ciudad ahora llamada griega y está
El arado y el bajel que arado por sobre en cima de la mar y está
La viuda joven del pescador de esponjas que hoy cumple quince siglos en manos de la señora azul de fondomar,
Madre de todo, también del lapislázuli de las tejas de la iglesita linda con sus cupulitas muchas, sombreritas, y está
El silencio etrusco tras el negocio romano,
La hoguera en el bosque sagrado
Y la erigida por el miedo de los tenebrosos, que nunca podrá prevalecer, y está
La diosa del peine y el membrillo, de ojos zarcos,
Patrona de los poetas y enamorados y madre orgullosa del arquero del amor, y está, también, como desde siempre,
La arquería de la ballesta y la arquería de los edificios, mejor ésta, hacia arriba, y está
La yerba hiedra hierba árbola,
La agua cantarina hacia el verano que aún nos debemos,
Y la procesión hacia el poniente, a contraplaneta, hacia las islas afortunadas de tras la mar océana, hacia acá,
Navegación por tierra, por humo, por sueño,
Y está el rocío sobre las trenzas de las muchachas, sobre el pecho a dúo, sobre los lechos al amanecer,
Y la aldea vecina, tocable a ojo, a oreja, a nariz,
Está el maestro que espera y así es cómo enseña,
El aprendiz que insiste y así es cómo aprende,
Y está el coro cantando la missa te deum pues se casa el hijo del padre y nieto del abuelo con una mujer
De carne que es tierra, de tierra que es carne,
Y está la fuente de la plaza del pueblo
Y la forma del oro, la forma de la piedra, la forma del viento en los molinos de viento, la forma de l´agua en los molinos de agua, la forma de las frondas, la
Forma del paisaje, que es lo que hay de un horizonte al otro, horizonte
Que es una serpiente que se muerde la cola y no deja pasar, y está
El sol al sur,
La nieve por diciembre,
Los gestos, los cuerpos, los besos, las manos, la voz de los de uno,
Está la casa de, un día, adiós,
A la ventura o a la provincia detallada, a que se pueda haber
Hijos que duren, trabajen para ellos, hijas que se puedan casar,

Está en nuestra sangre l´acordeona orfeona, la gaita cornamusa, la violinería, los redobles cuando
Los bautizos kerbmesse velorios danzones bajo l´árbol de mayo y
Perderse nel bosque a buscar el acebo, el muérdago, y alguna otra cosita que se pueda encontrar, eso también y por sobre toda otra cosa, y está
El salto sobre el fuego en la noche sanjuana,
Cuando la vida vivía como nunca otra vez hasta ahora,
Y está la candelaria marea de estelares theorías, tales como
Los cuentos de ultramar, con mapa y todo, dizque ahí siempre es
Domingo, sí, pero sin nada que cumplir, menos aún sintiendo culpa inexistente, ¡ah, los cuentos
De una tierra sin culpa, tras la mar!,
Mar naufragiosa, interín, a ultrapasar, si quiere uno el premio
Y la serpiente nos deja pasar, y está
El viento caliente del sur, culpable de la primavera,
Está la causa de las causas, si es que hay,
Fascinaciones y contrariedades,
Soltarse y agarrarse y soltarse y no agarrarse más,
Acaso nada más que porque el circo de mundo nunca se está quieto
Y entonces gire asegurando la prohibida danza, dejándola a salvo, está,
Está en nuestra sangre
La danza, sí, la danza,
Siempre viva,
Y está el ciclo de las cosechas de fruto que es hijo y de hijo que es fruto,
Está la celebranza
Esperando el, sin comillas, cumplir es prometer,
Sin clausura de su índole de beso en la memoria,
Aroma y melodía,
Repitiendo los nombres, los temas, las palabras,
El milagro canción del misterio corazón,
La ronda, la rima,
La estrella matutina misma vespertina,
La familia,
La costumbre, tan usual que no existe,
La rosa, el jazmín,
El puerto a irse, quedando,
Y a irse quedando,
Trigo, algodón,
Moneda y cañones para poder no cumplir la palabra empeñada,
La hechura de las casas, que remeda hormigas, abejas, cigüeñas, pero figuronas, engreídas, siempre tan humildes y modestas, y está
La gana de existir
Sin pecado por nacer ni castigo por vivir, y, eso,
Está en nuestra sangre,
Sin olvido,
Hubo una vez, y habrá otra vez,
La vida
Es una rueda,
Que gira,
Y está en nuestra sangre, también,
El miedo tapador, la delación traidora, la represión cruel
De toda arte de luz, gozación de l´amor, en fin, pero sin fin,
La sagrada misión de existir siendo un beso en el tiempo
Si es que el tiempo existe y
Si no, en la luz que hay porque la somos
Desde las mansiones cathedrales godas y moras,
Desde las selvas celtas hiperbóreas y las aguas creteñas tartesinas
Hasta cómo nos hacemos llamar y entonces respondemos, a los gritos, y venimos corriendo, riendo, danzando, a recibirte,
Y, eso, está en nuestra sangre,
O lo somos
O no naceremos...


*Europeana de Horacio C. Rossi.


-Enviado por Verónica Capellino veroaleph@hotmail.com





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martes, mayo 27, 2008

LA REALIDAD NUNCA SE AJUSTA A NUESTROS SUEÑOS...


Por un salto en el Renglón*




Siento ganas de verte:
Sonriente,
Deprisa,
Con todo y tus pies subiendo y bajando:
Verde en tus praderas,
Libre en tu andar.

Y me encomiendo a la Virgen de los Remedios,
Porque necesito uno para saber cómo buscarte.

Tengo ganas de verte,
Porque el recuerdo me ha llegado:
Jugando,
Corriendo,
De aquí para allá:
Mirarte de lejos y saludarte sin más que eso;
Amaneciendo de arriba abajo,
Soñando de adentro hacia fuera.

Y para eso hago espera
En la lista de milagros de cada uno de los Santos,
Porque creo necesario uno de ellos para encontrarte.

Sé que te preguntarás
¿Por qué tengo ganas de verte?
Bien: porque me cansé de no hacerlo.

Por eso te busco,
Y cuando te veo
Lo disimulo:
Como el vidrio que enfría,
Como las luces que me iluminan:
Con tu mirada de tarde nublada,
Acabado el trabajo.

Por eso hasta le he rezado
A mi madre Coatlicue,
Porque ya para esto
Me he vuelto politeísta,
Con tal de encontrarte…



*de hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com






LA REALIDAD NUNCA SE AJUSTA A NUESTROS SUEÑOS...






Marcha atrás*


Sabía que estaba en un estado de shock. Acabada de tener un accidente de coche. Miró al lugar del acompañante y vio a su mujer en una extraña postura, sangrando y con los ojos muy abiertos. Estaba muerta.

- ¿Qué había pasado? - se preguntó.

Caminó por la carretera hasta que encontró un bar. Pidió una copa para recuperar fuerzas, luego otras más. Sin darse cuenta estaba tomando una tras otra con la sensación de estar emborrachándose. Sin duda era culpable de la muerte de su mujer. No debía haber bebido tanto. Seguro que estaba conduciendo borracho.

Le preguntó al barman cuanto tiempo llevaba allí y cuantas copas había tomado.
- No se preocupe señor- le respondió el barman- Si hubiera muerto mi mujer en un accidente de coche la semana pasada, como le ha pasó a usted, yo también estaría bebiendo.



*de Joan Mateu. joan@cimat.es






LA OCTAVA MARAVILLA*



*De Vlady Kociancich.

22.



En tardes como ésta, cuando la reverberación del calor de febrero se oye como el sonido de finísimas cuerdas pulsadas en una sola nota interminable y todo lo que se toca es tibio y pegajoso, me resulta más fácil aceptar la inconcebible descripción que del mundo físico hacen los físicos.
Un día de verano en Buenos Aires me demuestra claramente que la solidez de las cosas no existe en la medida que la veo. Este cuarto, estas paredes y estos muebles, esta máquina de escribir, bajo la presión de un cielo nublado que empuja furiosamente el sol como el cocinero la tapa de la olla que se desborda, comparten conmigo una extraña vulnerabilidad. Salvando las distancias, la mesa y yo, conjuntos ordenados de electrones y de protones, sufrimos el mismo verano. Y no es consuelo para ningún hombre sospechar que este mundo que le parece tan compacto es como él, una criatura de vacío atravesada y sostenida por invisibles fuerzas en carrera, expuesta a todo, encerrada en su propia caja de tiempo.
Casi drogado por el calor, no me asombra que el edificio donde estaba la revista de turismo cuando fui a buscar a Paco Stein, aparezca en mi memoria ligeramente distinto al lugar donde trabajo hoy, aunque se encuentre se encuentre en la misma dirección, San Martín al 600, aunque tenga la misma decrépita fachada, el vestíbulo sin techo, abierto como un patio de casa de familia, y en el medio del patio la escalera ancha pero de empinadura peligrosa, por la que se sube al primer piso y al pasillo circular horadado de puertas, el mismo reloj gigantesco, de hierro, detenido en la hora de viente años atrás, que cuelga de una viga a pocos metros de la entrada, como un tosco agujero negro en la sombría luz natural del patio.
Aquel día, trepé la escalera hacia el centro de una enorme ruleta de puertas numeradas. Media circunferencia del primer piso exhibía, junto a los números de bronce, la calcomanía azul y amarilla de la ALAT -Asociación Latinoamericana de Turismo-, una estrella de seis puntas que edita, para los socios dispersos en comarcas remotas, la revista de nuestros paisajes.
En contraste con la grisura del viejo edificio, las oficinas eran luminosas, estaban pintadas de colores alegres, decoradas con carteles de publicidad. Indios de toda tribu sobreviviente protagonizaban diversos actos de persuación turística en un marco de jungla, volcán, desierto y puna. Algunos de aspecto miserable, otros con máscaras de diablos, plumas, ponchos, tatuajes, asidos a un tambor, a una flauta de caña, a una lanza, encorvados sobre un telar, abrazados a la última vicuña, entronados en la ruina de un monumento precolombino, amasando barro, vendiendo yuyos y amuletos, maniobrando canoas, competían esforzadamente con el desnudo primer plano de la voluptuosa carne africana de playa y cocotero, las huríes del trópico que, a puro cuerpo, sin necesidad de tanta arqueología ni de tanto folklore, decoran unos metros de costa. Un mustio poster de la Argentina, con un gaucho a caballo y una vista aérea de Buenos Aires, la París sudamericana, se asomaba entre las olas de ese océano multicolor como la cara del nadador que jadea, falto de aire, en el último puesto de una carrera transatlántica.
La empleada que me atendió era la rubia clásica contratada como recepcionista en tiempos de prosperidad editorial. Pregunté por Paco Stein.
-Me parece que está en La Cueva. Espere que le averigüe.
Me averiguó.
-Está -susurró confidencialmente.
Hablaba en susurros.
-Yo lo llevo -susurró-, porque encontrar La Cueva es muy difícil. Uno se pierde entre tantas puertas.
-¿No es en este piso? -susurré.
Lo contagiosa que es una voz muy baja. Como dos moscas zumbando en pleno vuelo, atravesamos lo que llamó las Areas -Arte, Publicidad, Distribución, Administración- sobre una elegante alfombra pared a pared, entre un moblaje de línea moderna, metálico, plástico, ostentoso.
El susurro de mi guía sonaba como papel de seda estrujado por manos nerviosas.
La verdad, Redacción no está ubicada todavía a nivel de empresa. ¿Ve esa escalera? Para romperse el cuello. Diga que nadie sube.
La escalera era de madera, tenía forma de espiral y carecía de baranda.
-Sé que arriesgo la vida -me susurró la rubia en la cara-, pero mejor subo primero y lo anuncio o el señor Stein me mata. Tiene un carácter, sabe.
La seguí apoyándome en la pared, apartando los ojos del vacío. La rubia me esperaba delante de una puerta.
-Esta es La Cueva -susurró-. El fin del mundo.
Cerró los ojos, se persignó rápidamente, golpeó la puerta y pegando la nariz al picaporte, susurró:
-Señor Stein, aquí lo buscan.
Silencio. La rubia me miró, sacudió la cabeza, entristecida.
-No oye bien. Cuando se concentra mucho, no oye a nadie.
Se persignó otra vez.
-Señor Stein, señor Stein, señor Stein -susurró en el agujero de la cerradura.
Creí oportuno intervenir.
-Paco, soy yo, Alberto.
Después de los susurros, el grito de Paco me ensordeció.
-¡No interrumpa! Y vos pasá.
-¿Vio? ¿Qué le dije? Tiene un caracter -susurró la chica y se arrojó por la escalera.
Miré hacia abajo. No, no había muerto. Agil como un gato, mi susurrante Virgilio taconeaba de regreso a su círculo de la comedia turística. Entré en La Cueva.
Era un cuarto de minúsculas dimensiones, con un tragaluz por ventana, al que no había alcanzado la mano modernista del arquitecto. Con Secretario General de Redacción y todo, la pieza seguía el plano original: un baño.
Lo primero que vi fue una pileta con espejo, un inodoro, un bidet. Sobre la tapa del inodoro había una pila de revistas. En la tabla que cubría el bidet se amontonaban galeras frescas, en espera de corrección. A un costado de los sanitarios, había un enorme escritorio de tapa corrediza y la roja cabeza de Paco Stein. Un olor espeso a papel viejo y nuevo, a tinta y a tabaco, a desodorante de ambientes y polvo, a medias velaba el inconfundible olor a ginebra.
Paco Bizqueó unas cuantas veces.
-Una:¿qué hacés aquí? Dos: cerrá la boca que te van a entrar moscas. Se nota que nunca viste una oficina de redacción. "Usted no se preocupa por la comodidad", te dicen. "Usted es un intelectual", te dicen. Sentate, que te vas a caer.
En aquella oscuridad vagamente siniestra, Paco pareció desdoblarse en dos personas diferentes. Una hablaba con la serena volubilidad de toda la vida, divertido y pedante. La otra mostraba en los ojos enrojecidos y la palidez de esa cara exhausta, una inquietud que encrespaba con ondas breves y nerviosas la superficie de su buen humor.
Obedeciendo a uno de esos impulsos de los que luego me arrepiento, había ido a buscarlo, a recuperar nuestra amistad de Villa del Parque. A justificarme, si era posible, por mis últimos actos de insensatez. Y también, ¿a qué negarlo?, porque necesitaba apoyo. Paco era mi único, verdadero amigo, y tenía lo que los porteños llamamos "calle" en cantidad suficiente para asesorar a un idiota sentimental que no se resignaba a perder a su esposa.
Como suele ocurrir, cuando uno más desesperado está, peor se expresa. No sé bien qué le dije. No me animaba a hablar de Victoria y tenía pavor de retirarme con las manos vacías. Me quejé, eso sí, de la gente que hace cosas. Me quejé de no ser capaz de hacer algo. me quejé de mi empleo en la oficina jurídica. Me quejé de la falta de aventura en mi respetable, mediocre vida. Y por fin, no muy coherentemente, exploté:
-Te juro que un día de estos mando todo al diablo. Vendo el departamento, me mudo a Villa del Parque, me la llevo a Victoria de vuelta al barrio, me pongo un kiosco de cigarrillos en la esquina de Jonte y se acabó. Qué tanto abogado ni tanta novela. Una casa con patio, una parrilla para el asado, un perro para sacarlo a pasear, yo en piyama todo el domingo, tirado en una reposera, con Victoria cebándome mate.
-Lo que vos necesitás, Alberto -dijo, mirando pensativo la hoja de papel pautado colocada en la
máquina-, es hacer algo.
Ese algo, agregó en seguida, acallando con un ademán enérgico mi protesta, era periodismo turístico.
Estaba tapado de trabajo, los redactores escaseaban y a los pocos que sabían escribir había que correrlos como perro de caza para que entregaran en fecha de cierre unas miserables gacetillas. La editorial pagaba bien. Por supuesto, yo no lo haría por plata. Debía conservar mi empleo en la oficina jurídica.
Una vez más, mi impulso original, como la bocha que arroja el jugador atropellado, me llevaba fuera de la marca. Yo había ido a buscar un amigo que me ayudara a defenderme del abandono de Victoria, no a pedirle trabajo. Maldiciéndome por esa incapacidad de decir lo que quiero decir, de hacer lo que quiero hacer, no contesté.
Paco encendió un cigarrillo y aspiró largamente el humo.
-Este mundo es muy raro, Paradella.
-Ya lo sé -suspiré.
-Sí, este mundo es muy raro. Pero por más raro que sea, no se puede volver al pasado, no se puede corregir lo sucedido. Mirá esta página. Si quiero, tacho. Si no me gusta, la abollo y al canasto. Saco una hoja limpia, la pongo en la máquina y empiezo de cero.
La vieja sonrisa se insinuó débilmente en su cara fatigada.
-Pero la vida no. A veces, de noche, me despierto horrorizado, porque dormido me acordé y soñé algo que pasó, algo que hice peor que tantas otras cosas mal hechas y es el único momento en que me gustaría creer en la existencia de un Dios que escuche. Le rogaría que me saque del tiempo, que me deje volver a ese episodio, que me dé una página limpia para reescribirlo.
La sonrisa era tan triste ahora que me acongojó.
-Paco, yo te conozco. Sos un buen tipo. Sos incapaz de acciones tan canallas que exijan un pedido de gracia.
Se encogió de hombros.
-Puede que tengas razón. Porque ¿sabés con qué me consuelo? Con la conciencia de que toda memoria humana es una memoria vergonzosa.
Más ductil que yo para cambiar de bando, dudo que exista otro.
-Ah, no, a mí no me parece que esa memoria sea completamente vergonzosa. También tiene buenos recuerdos. Momnetos de belleza, de heroísmo, de generosidad, de inteligencia.
Me miró con doble conmiseración: pena por mí y por él.
-Te enloquecieron tus lecturas, Alonso Quijano: Literatura de viejos y de chicos. Las huestes liberales galopando en un caballo flaco, derecho a las aspas del molino. Oíme bien, abombado. No hay más Villa del Parque. No hay vuelta. Y si volvés, vas a encontrar que ni siquiera existió. No tenés más remedio que estar con tu tiempo.
-Y ¿dónde creés que estoy?
-En Babia, para no perder la costumbre. Haceme caso. Tomá el trabajo. Despertate. Mirá la fecha. Te guste o no te guste, marca la época en que te toca vivir.
-¿Qué tiene que ver que prefiera el kiosquito en Jonte con la época en que vivo?
Categóricamente respondió:
-Participación y compromiso.
Casi me largo areír a carcajadas de esa superstición tan antigua y persistente como mis anacrónicas lecturas. Pero lo decía en serio. Nunca en realidad lo había visto tan serio como en ese momento, aunque la famosa sonrisa colgara delante de su ansiedad a modo de un pobre trasto de utilería, descartado de pasadas obras. Vi que esperaba mi consentimiento, con mal disimulado temor. Iba a decirle que estaba loco, que a gatas me alcanzaba el tiempo para trabajar en la oficina, conectarme con la Linda Gente y perseguir a Victoria, cuando comprendí.
Paco quería recuperar la memoria inocente de los días de Villa del parque. Tímido Alonso Quijano, me ofrecía la oportunidad de distrernos del probable naufragio de nuestras vidas, que tenían una sola cosa en común: el afecto sin sensiblería de dos hombres que una vez fueron dos chicos, que se criaron juntos, que cuidaron después, lejos del barrio y de la infancia, la casa propia que es una amistad.
-Muy bien -dije-. De acuerdo. Participación y Compromiso.
Y el abogado, el falso novelista, el marido desconsolado, el amigo tenaz, que habían entrado en tropel por la puerta de ALAT, salían acompañados por el periodista de turismo.
Si no hay otra salida, un hombre más o menos empecinado es capaz de aprender cualquier cosa.
Aprendí a hacer gacetillas, notas cortas, notas largas, reportajes, avisos de publicidad, descripciones de países nunca visitados. Aprendí a corregir, a recortar, a alrgar, a traducir y a copiar inescrupulosamente de revistas extranjeras, a omitir con astucia las trampas de nuestros avisadores, a "cubrir" reuniones, convenciones, seminarios y conferencias, a oír a los expertos, los intendentes, los subsecretarios, los agentes de viajes, los hoteleros, los directores de turismo, a ponerles alguna frase inteligente o por lo menos sensata en esas bocas de cuya palabra amiga dependía la revista y el sueldo del personal y que, como la Flora de Boticelli, soltaban eternamente una trenza de flores retóricas en favor del desarrollo de la industria sin chimeneas.
Descubrí que tenía un vigor de monomaníaco. Tal vez he heredado de tantas generaciones de campesinos y de obreros la espalda doblegada del trabajo sin oportunidad de cuestionamiento, la oscura religión del esfuerzo a largo plazo y la paciencia de la artesanía.
Con la absurda satisfacción del labrador que mira los trigales maduros de los que el caballero feudal le arrojará unas espigas para que no se muera de hambre, yo miraba la obra anónima en papel pautado, una emocionante realidad mensual de ciento veinte páginas y tres mil ejemplares. Ahí, en ese objeto de colores brillantes, fabricado para la vanidad de borrosos funcionarios, para la publicidad de hoteles, compañias aéreas y agencias de viajes, estaba secretamente la mano de Alberto Paradella.
Si la finalidad de mi nuevo empleo era distraerme, me distraje. Apenas me di cuenta de que aflojaba mi rendimiento en el estudio de abogados, casi no vi que paco, dedicado ahora a escribir su novela, raras veces aparecía en La Cueva. Me pasaba ya toda su parte del trabajo y nuestras conversaciones sólo tenían lugar en los congresos de turismo.
Alguna vez me detuve para preguntarme si todo andaba bien. En el fondo de aquella rutina había una cierta incomodidad. Hice mi lista de pros y de contras. Me abochornaba no sentirme feliz. ¿Tenía razón?
Había algo de llegada a puerto en mi nueva vida. Aunque la Linda Gente continuaba instalada en la casa, el cansancio y la obligación de escribir tantas notas me impedía compartir la fiesta y por lo tanto deprimirme. En medio del ruido, muy concentrado, tecleaba y tecleaba. Victoria, creo, me trataba mejor. Los horribles angelitos de cerámica, panzones y rubicundos, colmaban cada centímetro cuadrado disponible en los muebles de mi estudio. Con Besos de agradecimiento, borraba hasta el recuerdo de mis celos.
Paco se había sumado a la fiesta, uno más entre la Linda Gente y participaba de ella con una furia que me asombraba. Muy raramente estaba sobrio. Pero escribía. Hablaba sin cesar de esa novela como quien cuenta una pesadilla que lo obsesiona. NO quería mostrarme lo que escribía. "Escribo, no hago otra cosa que escribir. Todo va a la novela", decía enigmáticamente.
No me gustaba mucho ese puerto. Pero ¿deseaba otro destino? Porque ahí estaba lo que yo quería. Victoria, mi amigo y una especie de taller de carpintero donde contaba viajes por países desconocidos, viajes mucho más verosímiles que los que luego me sucederían.
-La realidad nunca se ajusta a nuestros sueños -suspiraba cuando estaba muy cansado o demasiado triste-. Pero la realidad no tiene la culpa. Tengo que ser un hombre de mi tiempo. Un hombre que toma lo que hay y lo disfruta como puede.
De bueno no había tanto que digamos. Pero era todo lo que yo tenía.




*Fragmento de La Octava Maravilla. Seix Barral. Biblioteca Breve-









Rescátese*




Que lo último sea apaciguar una clave

Rescátese del contubernio celestial
nuevo suscriptor
infiera nuestro tapete

Entre amasados ladrillos
(como la fortuna se amasa)
la carrera de los ángeles
cronometrados por un funebrero

Pase a la mortalidad
(acopio de mortalidad)
nuevo suscriptor
o adherente
ofrézcase

Hay lo que busca
en el cuerpo

Promesas
mortales
en su mazo.



*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar







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sábado, mayo 24, 2008

AL VIENTO HERIDO...


Por Ti Soy Papalote Atorado*



Consideremos al viento herido
Como el ejemplo A,
Y a un bosque húmedo
De pinos y encinos
Como el ejemplo B:

Si hacemos una suma,
Corro el riesgo de perderme
A la manera A+B;
Pero si lo que hacemos
Es restarlos:
Tendremos a un lindo
Bosque olvidado.

Pongamos, pues,
Al Sol cansado
Cayendo con fuerza
Sobre el tejado
O al arco iris que ha resbalado
Y reposa sobre tu piel
Como el querido y añorado
Ejemplo Y,
Que si lo multiplicamos
Por las historias
Que invento contigo,
Considerándolas como
El ejemplo X:
Corro tal suerte
Que me es realmente difícil
Quererte del modo XY.

Lo mismo si nos decimos
Trabajadores de la Revolución,
Y vivimos y morimos
Por ver crear al mundo
Una nueva sociedad;
Algo así como el ejemplo W.

Como ves,
En esta historia
Es en la que intentamos amarnos,
Y eso sin mencionar la constante H
O nombrar el ejemplo Ñ,
Que hacen una proeza el amor.

Lo que intento es explicar
Que me resulta difícil quererte
Como podría quererte,
Al menos esto al estilo
a más be por equis-ye
elevado todo a la dobleú:
[(A + B) (X Y)]W

etc., etc., etc.



*de hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com






AL VIENTO HERIDO...






Ferocidad*



Entre una sala de espera a la mañana y la mesa del bar ya en la tarde, terminé la lectura de "Sacrificios en días santos" de Antonio Dal Masetto.
Más allá de mi admiración por el maestro y su manera de narrar con palabras sencillas e imágenes contundentes. He quedado impactado por una idea fuerte algo así como quien puede entender cuanta ferocidad puede anidar en el corazón humano, cuanto odio latente esta dispuesto a ser depositado en la "amenaza" del diferente. Este nuevo libro situado en el pueblo de Bosque (los anteriores fueron Siempre es difícil volver a casa" y "Bosque") se desarrolla entre gentes para las cuales todas las facetas de la duplicidad moral del orden burgués son parte de su normalidad. Son la jaula invisible que los contiene y los hace rehenes de un mismo orden de intereses.
"manejados desde el anonimato, desde la hipocresía" dice textualmente Antonio.
En estos días estuve en tres pueblos del interior trabajando y surgió un pequeño botón de muestra que no esta por cierto a la altura de esta historia. Fue en un bar de un club social y deportivo -no me acuerdo el nombre exacto- al que entré a comer algo mientras esperaba a un compañero de trabajo. Era la hora de la siesta y sólo estaban 5 o 6 parroquianos que tomaban vino tinto acodados a la barra. Enfrente se veía una plaza desierta tapizada de hojas secas de plátano.
Observé que se asomaban a la puerta y seguían el paso de una mujer por la vereda de la plaza. Ella no era ni linda ni fea y su andar no era merecedor a mi juicio de ningún comentario.
Pero para esos náufragos del club social era un verdadero suceso que desato comentarios e ironías.
Alguien preguntó -¿Es de Chacabuco?
El pueblo de Haroldo Conti no estaba tan lejos de ese pueblo.
En ese momento asocié lo que estaba ocurriendo con la tremenda frase con la que comienza el cuento Perfumada noche "La vida de un hombre es un miserable borrador, un puñadito de tristezas que cabe en unas cuantas líneas".
Enseguida pude oir a otro parroquiano que estaba más lejos del grupo de arracimados a la puerta,

-claramente-, y para que lo oigan todos:

-Qué puta es esa mina.
Pensé en ella. Que iba a alguna parte cruzando en el aire por la ferocidad a dentelladas de esa gente.
Pensé en esa mujer a quien alguien seguramente ama y espera verla llegar a su hogar desprovista de fantasmas.

Y recordé la frase siguiente de Haroldo: "Pero a veces, así como hay años enteros de una larga y espesa oscuridad, un minuto de la vida de ese hombre es una luz deslumbrante".

Y sentí una enorme pena por esas personas, aparentemente tan parecidas a los habitantes literarios de Bosque. Por ese minuto de vida bajo una luz deslumbrante que todavía no parece haberles llegado.









*De Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com











El cura rural*



"Del polvo venimos y al polvo vamos...".
Repetía como una letanía aquel cura rural mientras caminaba por entre los campos verdes en los que, animadas por la incipiente primavera, ya apuntaban algunas amapolas.
Ya eran muchos años de caminar por los caminos de tierra de pueblo en pueblo, para atender las cinco parroquias que el obispo había tenido a bien asignarle. Él intentaba llegar a todo, pero el trabajo a veces le podía y le agotaba.

"Del polvo venimos y al polvo vamos..."
Hoy estaba un poco deprimido por el servicio en el último pueblo. Le había costado llegar al fondo y su actuación no había pasado de discreta. Se miró los pies, que iba arrastrando por el camino, repitiendo absorto:
"Del polvo venimos..."
Sonrió, sin embargo, al acercarse a la iglesia del segundo pueblo, y más al ver a Lucía que le esperaba sentada y sonriéndole. "...Y al polvo vamos". Murmuró.



*Joan Mateu. joan@cimat.es










Nada que perder*


Teatro

Autor: Dante Schettini. dante.sch@gmail.com
Sobre idea original de Walter Arce





Obra para diez personajes en ocho secuencias.

SITUACION

Zona desértica, pueblo perdido en la llanura. Sobre la ruta, el bar del pueblo. Son las dos de la mañana y hace mucho calor. En el interior están Nacho, el dueño y un parroquiano conocido como el Escorpión. Marta y Silvia están entre el público.




Secuencia 1

Nacho, detrás de la barra, acomoda las copas, mientras conversa con el Escorpión, que está sentado a una de las mesas; cada tanto interrumpe su trabajo y se acoda en el mostrador.

NACHO
– Si... con el circo anduve por Centroamérica... llegamos hasta México... ¿equilibrista? no, nada que ver... titiritero, aunque ahí aprendés un poco de todo... me acuerdo que un par de veces tuve que reemplazar al mago, ¿qué? no... ¡ma qué enfermo! Se agarraba unos pedos de novela... y a veces no podía ni hablar. ¿Por qué me fui?... en realidad se fueron ellos... yo... En México conocí a una mujer... bastante más grande que yo, que cantaba boleros y como yo también tocaba la guitarra... durante algunos meses recorrimos buena parte de México, tocando en cantinas, en pueblos pequeños, hasta que... un día ella desapareció... si... así como te la cuento... desapareció, se esfumó en el desierto... en ese momento no supe que hacer, no tenía un peso... así que me eché a andar, iba de pueblo en pueblo, haciendo changas... hasta que llegué a Buenos Aires, lo que tampoco era gran cosa... porque no tenía que hacer, ni a dónde ir... Un día, estaba trabajando en el Mercado, cargando camiones... y en un descanso me puse a hablar con un tipo, que viajaba todas las semanas al interior, y me ofrecí para acompañarlo en el próximo viaje, pero, le dije, cuando encuentre un pueblo que me guste... ahí me quedo, total... no tengo nada que perder... (Resopla y vuelve a tomar aire) Me acuerdo que paramos en la estación de servicio que está acá enfrente y bajé para estirar un poco las piernas... en eso miro hacia el bar... y sentí una cosa extraña, como si me fuera familiar. A los pocos días estaba trabajando como ayudante... es curioso pero a veces te suceden cosas que te atan para siempre a un lugar y su gente y de pronto sentís que ya no hace falta escapar, que por fin tenés algo que te pertenece y a lo que vos pertenecés... que por fin encontraste tu lugar en el mundo, y que ni siquiera la muerte va a poder arrancarte de ahí. Creo que eso fue lo que me pasó acá, en Perros Muertos... si, creo que todo empezó esa noche...

(De pronto registra al público, lo observa pensativo y dice)

NACHO
– Voy a contarles una historia... una historia reciente... Sucedió aquí mismo. Perros Muertos es un pueblo pequeño, la vida no es un paraíso, pero tampoco un infierno. Sus habitantes no tienen pretensiones desmedidas, pero sus pequeñas ambiciones son invalorables. Sus vidas se entrelazan como el agua del riego que inunda las acequias, confundiendo sus destinos... pero... permítanme que les muestre...
(Se dirige hacia donde está el público)
– Para esto voy a necesitar la ayuda de dos señoritas, dos señoritas del público... (Camina observando a la concurrencia) Las dos agraciadas van a tener la doble fortuna de dar vida a esta historia real y al mismo tiempo darle una oportunidad a su fantasía (dirigiéndose a Marta) ¿No es cierto? (le toma la mano y se la besa delicadamente. Marta se muestra nerviosa) –Era una noche como cualquier otra en Perros Muertos... (camina entre el público) Hacía mucho calor y eran cerca de las dos de la mañana... Me acuerdo que yo estaba limpiando, acomodando las copas... en el baño, en uno de los excusados, Darío y Jorge hacían el amor, como otras tantas veces... (Se acerca a Silvia, que lo mira aterrada y tendiéndole la mano la invita a levantarse) Entra Sandra, la prostituta, que acaba de ser violada por el loquito del pueblo, el hijo del gomero... (la toma del hombro y caminan hacia donde está Marta) Mientras Sandra está contando su mal trance, llega Ely, (se para al lado de Marta y la mira a Silvia como buscando su aprobación, Silvia se ríe nerviosa, Marta se acomoda en su asiento, molesta) ...la adolescente Ely, que como todas las noches viene a fumarse unos cañitos en el baño... (algo se establece, entre los tres, a través de sus miradas, Nacho y Silvia invitan a Marta a acompañarlos, Nacho las lleva a las dos, tomadas por la cintura, hasta la escena) Lo que sigue... ustedes lo saben mejor que nadie... (las suelta, las dos espectadoras se quedan mirándose, interrogantes, mientras Nacho va hasta detrás de la barra y vuelve con dos bolsas) ¿Cómo se llaman?

MARTA
– Yo, Marta.

NACHO
– ¿Y vos?

SILVIA
(Dubitativa)
– Eh... Silvia.

NACHO
– Bueno, acá están sus ropas... cámbiense pronto, que empezamos...

SILVIA
(Desorientada)
– ¿Acá?

NACHO
– Si, vamos no pierdan tiempo.
(Silvia mira a su alrededor, mira al público y la mira a Marta, que le hace un gesto con los hombros. Mientras se cambian cuchichean, Nacho entretanto acomoda la escena).

SILVIA
– ¿Vos de dónde sos?

MARTA
– De la Capital ¿Y vos?

SILVIA
– No... yo... Che, ¿no te parece que está medio sonado este tipo?

MARTA
– ¿Medio?...

SILVIA
– ¿Qué es lo que quiere? No entiendo. Venimos a ver una obra y este loco quiere que actuemos...

MARTA
– A mí me divierte, es como un juego...

SILVIA
– Yo tengo unos nervios ¿Te diste cuenta que nos están mirando? Che, ¿a vos te parece que nos pagarán algo por esto?

MARTA
– ¿Pagar?... noo... ¿No viste la cara de miserable que tiene? ¿Por qué te crees que no vinieron los actores?

(Nacho se acerca)

SILVIA
– Shh... cuidado, ahí viene.

NACHO
– ¿Y? ¿Cómo van? (las observa minuciosamente haciendo algún que otro retoque en el vestuario)

LAS DOS (a coro, con sonrisas nerviosas)
– Ehh, bieen... bien, sí, sí, muy bien...

NACHO
– Bueno, bueno (bate palmas) –Vamos que empezamos. (Marta y Silvia salen de escena por la entrada del bar)



Secuencia 2

Nacho limpiando la barra y acomodando las copas; canturrea "De puro curda".

SANDRA (entrando, con los zapatos en la mano y la ropa desarreglada)
– Good Nigth, Nacho...

NACHO
(Levantando la vista)
– Sandra, querida, ¡qué facha!

SANDRA
(Con naturalidad)
– Ay, no sabés, me acaban de violar...

NACHO
(Sin sorprenderse)
– ¿Ah si, che? ¿Quién?

SANDRA
(Soltando los zapatos)
– El enfermito... el hijo del gomero. El hijo de puta me sorprendió saliendo de atrás de un árbol. ¡Tenías que verlo! con su enorme bocaza babeante, estaba tan excitado, yo quería tranquilizarlo, pero se ponía peor... uhu, uhu, uhu... imaginátelo...

NACHO
– No te puedo creer...

SANDRA
– Entonces sacó esa cosa, ¡ay, no sabés... qué pedazo de poronga! (Nacho la mira entusiasmado) Se me tiró encima y nos caímos al piso y el loquito desesperado: uhu, uhu, uhu... pero, pobrecito, no la embocaba ni por casualidad... tuve que ayudarlo.

NACHO
(Asiente con la cabeza)
– ¡Qué terrible!

SANDRA
– Sí y encima me enchastró toda, mirá... ¡Qué porquería!

NACHO
(Negando con la cabeza)
– Una barbaridad...

SANDRA
– ¿Y sabés qué es lo peor?...

NACHO
– ¿Qué?

SANDRA
(Sigue sin esperar que Nacho le conteste)
– Que cuando le dije que me tenía que pagar, se hizo el pelotudo, se levantó y se fue.

NACHO
– ¡Qué desgraciado!

SANDRA
– Igual que el padre mirá, viejo miserable, nunca quiere pagar... Pero yo me cobré igual.

NACHO
(Intrigado)
– ¿Ah sí?

SANDRA
– Si (ríe divertida) me traje una goma de tractor, te la dejé en el fondo.

(Entra Ely que va derecho al baño. Sandra la observa.)

SANDRA
– ¡¿Hola no?!, por lo menos... (busca con la mirada a Nacho. Ely no contesta, pero antes de entrar al baño le dirige una mirada sugerente a Sandra)

SANDRA
– Bueh...



Secuencia 3

Sandra está sentada a la barra, Nacho, del otro lado, le sirve una copa, mientras canta el mismo tango que al principio, Sandra se le suma, mientras lleva la copa a sus labios; quiere tomar sin dejar de cantar y se chorrea...

SANDRA
(Mientras se levanta sacudiéndose)
– ¡La puta que lo parió! (mira a Nacho y se tientan, ríen a carcajadas. Sandra toma una servilleta y se limpia la boca, pero se le corre el rouge, termina por sacárselo)

(En ese momento Ely sale del baño y se queda apoyada contra la pared, Nacho y Sandra la miran, se miran entre ellos y vuelven a tentarse. Sandra apoya en la barra los elementos para pintarse)

NACHO
– ¿No necesitás un espejo?

SANDRA
– No, me lo sé de memoria... Mi abuela me enseño a pintarme cuando tenía seis años. También me enseñó otras cosas... bah, en realidad casi todo lo que sé me lo enseñó ella... y la calle. (Nacho asiente con la cabeza) Mi mamá no, la veía muy poco y cuando estábamos juntas no hablábamos de eso. ¿Te conté no, que mi abuela regenteaba un prostíbulo?

NACHO
(Dándole pie)
– No me digas... (Ely se desliza por la pared hasta quedar sentada en el piso, saca una libreta y empieza a escribir)

SANDRA
– Si, en el sur... eran épocas duras, ¡los tipos eran duros!, pasaban meses sin ver a sus familias, trabajaban catorce horas por día, dormían en galpones, todos amontonados y a fin de mes, lo poco que cobraban se lo gastaban en copas y putas...

NACHO
(Divertido)
– Muy buena inversión

SANDRA
(Riendo)
– Por supuesto ¿Qué mejor? (apura un trago, apoya el vaso vacío) ¿No me servís otra, Nacho?

NACHO
(Le sirve)
– ¿Y tu vieja?

SANDRA
– Mi vieja era distinta, se cotizaba. Ella se molestaba si la llamaban prostituta, ella era "acompañante" ¿Entendés? Andaba con políticos y fulanos de guita. Aunque sé que en el fondo ella quería otra cosa. En cambio yo... ¡Qué sé yo! A mí me gusta cojer, quiero hacerlo todo el tiempo, me hace sentir viva, pero bueno, tampoco soy boluda, no lo voy a hacer gratis, aunque algún día sí, a lo mejor... si conociera a un tipo que me lleve a vivir al campo...

NACHO
(Se ríe)
– Al campo... ¿Y esto qué es?

SANDRA
– No boludo, a una casa en el campo, con animales: gallinas, patos y todo eso...

NACHO
(Burlón)
– La verdad que no te veo en una granja... como no sea regenteando gallinas... (se ríe estrepitosamente)

SANDRA
(Levantándose)
– Andá a cagar (va hacia donde está Ely) ¿Y vos... qué estás escribiendo... tus memorias?. (Nacho larga otra carcajada; Sandra trata de espiar en la libreta de Ely, que la esconde, y la mira desafiante) Dale, ¿por qué no me lees algo? (va hasta la barra a buscar sus cosas, Ely mientras tanto lee)

ELY
– "Como quien abandona la partida. Como quien se entrega, lentamente al abrazo de las sombras. Como quien hizo de la nada su propio y último silencio"

SANDRA
(Lo mira a Nacho y le hace un gesto como que no entendió nada)
– ¡Qué lo parió!

NACHO
(Desconfiado)
– ¿Eso es tuyo, Ely? (Ely se encoge de hombros)

SANDRA
–Ay, ¡pero que pálida que estás!... A ver, a ver (vuelve con el lápiz de labios en la mano) Vamos a ponerte un poquito de color (Ely se entusiasma, Sandra le pinta los labios, en un momento se detiene y se quedan mirándose fijamente, Sandra apoya sus labios en los de Ely que se deja hacer) Me parece que esta nena tiene futuro...

NACHO
– Es una chiquilina todavía.

SANDRA
– ¿Chiquilina? Yo empecé a esa edad...

NACHO
– Quien sabe lo que vaya a ser...

SANDRA
– Y a lo mejor escritora... (le empolva la cara) ...o bailarina, ¿Nunca la viste bailar?

NACHO
– No... pero si apenas puede mantenerse en pie...

ELY
(Mirándolo de arriba abajo)
– ¡Qué boludo!

SANDRA
– Esperá ya vas a ver (va hasta la fonola y pone un disco, se acerca a Ely invitándola a bailar) Dale, mostrale

ELY
(Se levanta meciéndose al compás de la música, se acerca a Nacho y le da el porro para que se lo tenga)
– No te lo fumes todo ¿eh?

NACHO
– Para nada...

ELY
– Lo único que falta es que digas que no te gusta... (Nacho sonríe y pega una pitada, Sandra agarra a Ely y empiezan a bailar, Nacho se suma, bailan los tres hasta que Sandra se cansa y se sienta a la barra) ¿Y? ¿Qué tal? (Nacho se detiene pero sigue observando, seducido por los movimientos de Ely)

NACHO
– Maravilloso... (Ely le clava la mirada y se quedan enganchados por un momento, luego Ely hace una reverencia y termina la danza).

NACHO
(Aplaude sonoramente)
– Muy bien, muy bien (hace una pausa. Iluminación tenue) Bueno ahora... vos Silvia sos Serena, la esposa del presidente de la sociedad de fomento que, al morir él, ocupó su lugar; y Marta va a ser Lula. Lula se desencontró con Raúl y pensó que él la quería abandonar. Lula y Raúl son dos forasteros y entran al bar peleándose. ¿Se entiende?

MARTA
– ¿Y Raúl? ¿Quién es? (Nacho busca detrás de la barra y vuelve con un muñeco; se lo entrega a Marta)

SILVIA
– ¿Y yo que hago?

NACHO
– Usted tiene que conseguir fondos para la sociedad de fomento. ¿Está claro?

(Nacho va a acomodar algunos elementos de la escena)

SILVIA
(Haciéndole un gesto a Marta)
– Tomá mate, justo yo que no puedo vender ni fósforos.

(Se cambian)

MARTA
– Tratá de divertirte, Silvia, ya no podemos echarnos atrás...

SILVIA
– ¿Y si los actores no vienen?... porque si este mugriento no les paga... Che, ¿No será una joda y nos estarán filmando? A ver si después salimos en televisión...

MARTA
– Ay, Silvia, ¡dejate de joder!.

SILVIA
– Pero mirá si...

NACHO
(Desde la barra)
– ¿Y, chicas? ¿Ya estamos?

Las dos:
(Nerviosas)
– Sí, sí.

(Salen de escena por la entrada del bar)




Secuencia 4

Entra Serena, que viene saludando a la gente que pasa por la calle.

NACHO
– Buenas noches, Serena

SERENA
– Buenas noches, pueblo. Ay... Nacho, vengo deshidratada, ¿no me serviría algún brebaje para recomponerme? (se acerca al Escorpión) Buenas noches señor Escorpión, ¿como dice que le va?, hacía tiempo que no lo veía; espero que no nos falle el próximo sábado ¿Cómo? ¿No le había dicho nada? Ay pero que despistada, claro, el sábado hacemos la gran kermés del año, si, en la sociedad de fomento, por supuesto, para juntar fondos para el nuevo salón ¡Ah!, a propósito, señor Escorpión, me va a comprar una rifa ¿no?, poca plata ¿sabe?, se sortea un ciclomotor. Si, el primer premio es un ciclomotor y el segundo una radio am/fm, ¿qué me dice?; ¿cómo que no? vamos señor Escorpión, no me va a decir que justamente usted no tiene dinero, el hombre más poderoso del pueblo, por supuesto que a nadie le interesa cómo usted hizo su fortuna, pero por eso usted nunca se niega a colaborar con las causas nobles ¿verdad? Y que alguien me diga lo contrario, ah, me olvidaba el tercer premio es una torta de chocolate ¿Hecha por quién? Adivine... si... por mamita, ¡Ay, con lo que me gusta la cocina! Pero le juro que no tengo tiempo para nada. Una se debe a su pueblo, claro, "primero están los que sufren", así decía el finadito, ¿no es cierto Nacho?

(Antes que Nacho pueda contestar entran Lula y Raúl, a las trompadas)

LULA
(Forcejeando)
– Hijo de puta, salí hijo de puta. Te voy a matar. Soltame. Soltame, hijo de puta (peleando caen sentados a una de las mesas; Serena intercambia una mirada interrogante con Nacho que le devuelve una mueca, alzando los hombros; Lula registra que están en un bar y que hay gente observándolos)

SERENA
(Se acerca cautelosa)
– Hola, hola... buenas noches...

LULA
(Avergonzada)
– Perdón, no me di cuenta que...

SERENA
(Tranquilizándola)
– No hay problema, querida, ¡Estás muy tensionada! Necesitás algo fuerte (sin esperar respuesta) Nacho traeme un wisky por favor, con hielo. ¿O prefiere una gaseosa?

LULA
(Negando con la cabeza)
– Un wisky está bien.

SERENA
(Le tiende la mano)
– Mi nombre es Serena. Serena Risolta Yrigoyen, presidenta de la Sociedad de Fomento de Perros Muertos, aunque la verdad, la verdad, a mí nunca me gustó la política, pero la gente del pueblo lo quería tanto al finadito, insistieron tanto... (Lula la mira, interrogante) Mi marido, él era el presidente, hizo tanto por este pueblo hasta que... (se emociona; Lula le apoya una mano en el hombro, Serena reacciona) Ay, pero cierto querida, estábamos hablando de vos... contame... eh... ¿Cómo me dijiste que te llamabas?

LULA
– No se lo dije. Yo soy Lula.

SERENA
– ¿Tula? (lo mira a Raúl)

LULA
– No, Lula... y el es Raúl (se enardece) ¡Cochino!, ¡Miserable! (le tira una cachetada) –¡Hijo de puta!

SERENA
(Le palmea el hombro)
– Bueno, tranquilizate querida, tranquilizate y contame...

LULA
– Ay... no sé por dónde empezar...

SERENA
– Por el principio, angelito. (Se acerca Nacho trayendo el wisky, lo apoya en la mesa y clava sus ojos en Lula que le sonríe sugestivamente, Serena sigue la dirección de las miradas y luego lo mira a Raúl, le sonríe) Nacho (sin dejar de mirar a Raúl) ¿No me traés a mí uno de esos? Ah, y otro para Raúl. (Nacho se aleja, pero Lula lo sigue observando, Serena acerca una silla) Entonces, querida, ¿cómo era el asunto?...

LULA
– No podíamos venir juntos desde la Capital...

SERENA
– ¿Ah usted es capitalina? ¿Escuchaste Nacho?, perdón querida, siga, siga...

LULA
– Si... no podíamos venir juntos así que él se tomaba un micro y yo venía con el auto, nos teníamos que encontrar en la gasolinera, que está acá enfrente... en la parada de micros...
(Nacho le sirve un wisky al Escorpión y luego sigue acomodando las copas, cada tanto dirige su mirada hacia Lula)

SERENA
– Ah, pero entonces... ustedes...

LULA
– Somos amantes, es en lo único que nos podemos entender con este idiota (las dos miran a Raúl, luego Lula busca con la mirada a Nacho que le sonríe desde la barra) Ibamos a pasar el fin de semana juntos en un hotel que está entre las sierras, cerca de Termales, es un lugar hermoso... ¿Conoce?

SERENA
(Asiente con la cabeza)
– La verdad que no... salgo tan poco...

LULA
– Pero el estúpido no venía. Estuve más de dos horas esperándolo, la ansiedad me devoraba, pensé que se había arrepentido.

SERENA
– Ay hijita, ¡Qué momento!

LULA
– Y cuando por fin aparece... el maldito auto que no arranca, y dale que dale, dale que dale, lo ahogó el infeliz. Yo me puse como loca... discutimos y... bueno el resto ya lo sabe.

SERENA
– Si, es cierto... eso pasa por tener auto... yo, en cambio, tengo un carruaje (Lula la mira extrañada) Un carruaje repleto de oropeles, tirado por cuatro caballos blancos, como la nieve, totalmente blancos, lo único que los diferencia son los ojos, Rodolfo con sus ojos color café y el Idelfonso con sus enormes ojos celestes, cual Pegaso cruzando el firmamento y dejando tras de sí una aureola de nubes que...

LULA
(Interrumpiéndola)
– ¿Hace mucho que es viuda?

SERENA
(Saliendo de su delirio)
– ¿Cómo dice?

LULA
– Usted... me dijo que era viuda...

SERENA
– Ah, si... hace tanto ya que...

NACHO
– ¿Tánto?

SERENA
– ¿Cuánto hace Nacho que soy viuda?

NACHO
– ¡Tres meses!

SERENA
– Ay si, tres meses... pero lo recuerdo como si fuera ayer... (recapacita) ¿Tres Meses? ¿Dijiste tres meses, Nacho?

NACHO
– Si, ¿no se acuerda que tuvimos que velarlo acá?...

SERENA
(Tentadísima)
– ¡Tres meses! (Sigue riéndose)

NACHO
(A Lula)
– Tuvimos que velarlo en el bar, porque la sociedad de fomento se la habían alquilado a un director extranjero para filmar una película.

LULA
– ¡No me diga! (Serena sigue riéndose, interrumpiendo la conversación)

NACHO
– Serena, se va a ahogar...

SERENA
– Ay si, Nacho, servime algo para tomar.

LULA
(Suspirando)
– En fin... aquí estamos...

SERENA
– No te hagas problema, querida, todo se va a solucionar.

LULA
– ¿Le parece?

SERENA
– Por supuesto, y ahora reconcíliense... que es lo más lindo... (Serena se acerca a Raúl) Mirá que por acá no vas a conseguir un hombre tan fino, tan elegante, (la respiración de Serena se acelera) tan apuesto, tan... (le toma la mano y la acerca a su cuerpo) tan... (Lula que observa la escena se empieza a excitar) atractivo (de pronto se da cuenta de la situación, la mira a Lula, agarra su mano y la junta con la de Raúl) Con permiso, ¿eh? (Lula empieza a tocar a Raúl, Serena se dirige hacia donde está el Escorpión) Ay, don Escorpión, qué momento terrible ha pasado esa chica, me hace acordar cuando yo me casé ¿Nunca le conté? Porque yo me casé de muy chica, bueno muy, muy, en realidad no... tenía dieciocho, recién cumplidos, era esbelta, rozagante, pura...

NACHO
(Burlón)
– ¿Pura, a los dieciocho?

SERENA
(Ofendida, se acerca a la barra)
– ¡Por supuesto! Yo era muy inocente y después de todo vos que hablás si en esa época todavía no vivías en el pueblo, pero hace veinte años... (camina por la escena, se acerca al Escorpión) ¿Usted se acuerda, don Escorpión lo que era este pueblo hace veinte años?

NACHO
(Riéndose)
– ¿Cómo no se va a acordar si era lo mismo que ahora?
(Lula y Raúl hacen el amor sobre la mesa).

SERENA
– No se agrande usted, Nacho, porque viene de la Capital, que lo suyo siempre fueron los suburbios, si se le nota el barro pegado en el alma...

NACHO
(Como recitando)
– El barro, si, pero con ese barro se amasó el sueño de los orilleros... el verso de los zanjones... la melodía del arrabal.

SERENA
– Chan, Chán. ¡Ay Nacho! Usted es un poeta, las cosas que dice. Hasta me dieron ganas de bailar.

NACHO
(Saca una moneda y se la alcanza a Serena)
– Tome. (Serena va hasta la fonola y elige un bolero. En ese momento Lula y Raúl terminaron de hacer lo suyo y se están arreglando la ropa. Serena va al encuentro de Nacho y lo saca a bailar al mismo tiempo que invita a Lula y Raúl) Vamos, anímense, no nos dejen solos... (Lula lo toma a Raúl y salen a bailar).

(Durante el baile, Raúl sin querer le toca el culo a Serena que se entusiasma)

SERENA
– Ay, Nacho, me están entrando unos calores...

LULA
– Entonces... ¿Qué vamos a hacer? Si el mecánico no viene hasta el lunes...

SERENA (deja de bailar y se acerca a Lula y Raúl, llevando de la mano a Nacho)
– Perdón que interrumpa... él es Nacho, a lo mejor puede ayudarlos... (los junta para que bailen, al tiempo que agarra a Raúl) ¿Por qué no le explica Tulita?

LULA
(Mientras Nacho la toma para bailar)
– Lula.

SERENA
– ¿Qué?

LULA
– Es Lula, Lula no Tula.

SERENA
(Asiente con la cabeza)
– Si... explíquele a Nacho (y apoya la cabeza contra Raúl. Las dos parejas bailan un rato susurrándose cosas, hasta que Nacho hace un ademán invitando a Lula a acompañarlo, Lula lo sigue. Serena y Raúl se sientan. Lula y Nacho se acercan a donde está el Escorpión. Nacho los presenta. Lula coquetea con los dos).

SERENA
– No se haga problema, Raúl, seguro que el Escorpión los puede ayudar. Usted no sabe que clase de hombre es... así, viéndolo de lejos parece un rufián, bueno, en realidad es un rufián, pero si usted lo conociera... Seguro que va a poder ayudarlos, el Escorpión tiene muchas influencias, muchos contactos, es un hombre muy importante. Si, así como lo ve ¿O usted que pensaba? ¿Qué era un borrachín cualquiera? No señor, no se confunda, el señor Escorpión es muy poderoso por eso va a colaborar con una buena suma para la sociedad de fomento... ¿Cómo? ¿No le había comentado? Si, para el nuevo salón... usted me va a comprar una rifa ¿verdad? (Mientras Serena habla, Raúl la manosea y serena se calienta).

NACHO
(Al Escorpión)
– Escuchame... la señora...

LULA
– Señorita... (saludando con un gesto al Escorpión) Lula, mucho gusto.

NACHO
(Asiente con la cabeza)
– La señorita sufrió un percance, su auto se averió y el mecánico no viene hasta el lunes ¿Vos no tenés a alguien que pueda revisarlo hoy?

LULA
– Por el dinero no hay problema... llegado el caso podemos conversar...
(Lula se excita en presencia de los dos hombres. Serena se abanica con un pañuelo)

SERENA
– Raúl, ¿Alguna vez anduvo en ala delta?
(No espera que le conteste. Mira hacia donde está el Escorpión. Al mismo tiempo Lula mira a Raúl. Se miran entre ellas e intercambian posiciones. Se cambian. Son Sandra y Ely).



Secuencia 5


SANDRA
(Caminando hacia el Escorpión)
– Nacho, ¿no me servís una copa?

NACHO
– ¿Adónde?
(Ely, apoyada contra la pared, sigue con la mirada a Sandra y cada tanto mira de reojo, tímidamente a Raúl).

SANDRA
(Sentándose en las rodillas del Escorpión)
– Acá... Acá está bien (se refriega) Humm, si, muy bien (le dice algo al oído y se ríe).

NACHO
– ¿El va a tomar algo Sandra?

SANDRA
(Simulando pasión)
– Si ¡A mí me va a tomar!... ¿cómo? (acerca su cara a la de Escorpión) Pero claro, ¿qué te pensás? (a Nacho) Escuchalo

NACHO
– ¿Qué dice?

SANDRA
(Al Escorpión)
– Por supuesto que tenés que pagar, papito ¿O te crees que yo hago beneficencia? (se levanta, llevándose la copa y va a sentarse a la barra).

NACHO
(Golpeando con el codo en el mostrador)
– ¿No hay caso, no?

SANDRA
– El se lo pierde (toma un trago) – Lo que es yo, gratis... tendría que ser muy chancho un hombre para que no le cobre... tendría que proponerme cochinadas nuevas para mí. Y sinceramente creo que es muy difícil... ¿Y a vos, Nacho ¿te gustan las cochinadas?

NACHO
– Humm... más o menos.

SANDRA
– Dale, no me engrupas, que se te nota la cara de puerquito. (Nacho sonríe, Sandra toma el teléfono y sin marcar habla mirando hacia dónde está Ely) Hola... hola, Ely...

ELY
(Al verse sorprendida baja la cabeza avergonzada)
– Hola...

SANDRA
– ¿Qué estás haciendo Ely?

ELY
– Nada...

SANDRA
– ¿Nada, Ely? ¿Seguro? (Ely niega con la cabeza mirando de reojo a Raúl) ¿Entonces por qué tánta vergüenza? (Ely ríe tímidamente) ¿Querés hacer algo, Ely?

ELY
– Sí...

SANDRA
– ¿Y... no te animás a hacerlo sola? (Ely niega con la cabeza) ¿Necesitás ayuda? (Ely se ríe) Querés que yo te ayude, Ely? (Ely asiente con la cabeza. Sandra se levanta y va hacia ella)

SANDRA
– Contame... ¿Qué te pasa? ¿Eh? (Ely se ríe, se toca el vientre) ¿Te duele la panza? (la acaricia maternalmente) ¿O sentís cosquillas? ¿Sentís una cosquillita acá? (le toca el pubis con la punta de los dedos).

ELY
(Muerta de vergüenza pero excitadísima)
– Sí...

SANDRA
(Abrazándola)
– Vení... (la lleva hasta la mesa de Raúl, Ely hace un ademán de resistencia) Hola, Raúl, ella es Ely... quiere conocerlo... (la ayuda a sentarse, se acuclilla detrás de ella y la acaricia como intentando excitar a Raúl) Trátela bien, está un poco asustada... (Sandra se levanta y se aleja).

ELY
(Tímida)
– Escribo... y también me gusta bailar (se ríe) bueno... le voy a leer algo (mientras lee Raúl la toca) "El delirio, como animal en celo, hincó sus dientes de paria, en el sexo humedecido de la noche" (Raúl la sigue tocando) "Mi locura huérfana copula con la muerte ".
(Raúl no le responde, está concentrado en tocarla; Ely mira hacia dónde están Sandra y Nacho que comparten un porro, se ríen, Ely se saca de encima a Raúl y va hacia ellos, Nacho le convida una pitada)

NACHO
– ¿Querés? (Ely tiende la mano para agarrarlo pero Nacho se lo saca) Antes un beso...

ELY
(Se acerca, recitando)
– "Todo para mí es inaccesible"... (acerca la cara a Nacho, acariciándole el brazo) "Desde la gloria efímera de un beso"... (le saca suavemente el porro y lo deja a Nacho con la boca preparada para recibir el beso) "Hasta la vanidad heroica del suicidio"



Secuencia 6
Entra Dolores, la Perdida.

DOLORES:
– ¿Y yo quién soy? ¿Puede alguien decirme quién soy?

(Silvia y Marta se miran sorprendidas).

MARTA
(A Silvia)
–¿Quién es?

DOLORES:
– Eso es lo que yo quiero saber ¿Quién soy?

SERENA
– ¿Pero usted es de acá?... quiero decir... ¿del pueblo?... de... (a Lula) Ayudame querida ¿¡Qué es esto!?

DOLORES:
– Yo no sé quién soy. ¿Usted sabe quién soy?

LULA
– ¿Quién yo?

DOLORES:
– ¿Usted puede decirme quién soy?

SERENA
(Buscando con la mirada a Nacho)
– ¿Usted sabe quién es?

NACHO
– ¿Quién?

LAS DOS:
– ¡Ella!

DOLORES:
– ¿Dónde estoy?

NACHO
– Ah, no, bueno... en realidad no sé, está perdida. No podemos saber quién es... ni ella misma no sabe. Se llama Dolores.

SERENA
– ¿Y quién es Dolores?

NACHO
– Ella.

DOLORES:
– ¿Dónde estoy? ¿Quién soy?

LULA
– Pero entonces sabe quién es...

NACHO
– No, bueno... este...

SILVIA
– Yo me refiero a... ¿Qué papel tiene en la historia?.

NACHO
– Ah, no sé.

MARTA
– ¡Pero cómo! ¿Usted no la conoce?

NACHO
– No.

SILVIA
– Pero si recién dijo que se llama Dolores...

NACHO
– Eso dicen.

DOLORES
(Como en una letanía)
– ¿Alguien me puede decir quién soy?

MARTA
(A Silvia)
– ¿Y ahora? ¿Qué hacemos?

DOLORES:
– ¿Dónde estoy? ¿De dónde vengo? ¿Dónde estuve? ¿Por qué me fui?

SANDRA
(A Ely)
– ¡Qué mal viaje! ¿No, nena?

ELY
(Soltando una carcajada)
– Si...

DOLORES:
– ¿Usted sabe de dónde vengo? Dígame, por favor... ¿Sabe quién soy?

(Ely y Sandra se ríen).

NACHO
– Chicass...

SANDRA
– ¿Qué pasa Nacho? ¿Te asusta la idea de perderte? ¿Vos nunca te perdiste, Nacho?

ELY
(Cuchicheando)
– Apuesto a que sí.

NACHO
– ¿De qué están hablando ustedes dos?

ELY
(Acercándose a Nacho)
– Vamos Nacho, contame algún viaje.

DOLORES:
– ¿A dónde vamos? ¿Dónde estoy?

SANDRA
– Tené cuidado nena, que te podés quemar.

ELY
(Se acerca más a Nacho y mirándolo fijamente le roza el pecho con la mano)
– ¿Estuviste en México?

Dolores:
– ¡Fuego! ¡Fuego! ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?

(Ely riéndose se aleja de Nacho).

SANDRA
– Nacho...

NACHO
(Apesadumbrado)
– Ahora vengo (sale).

LULA
– ¿Serena?

SERENA
– Sí, Tula

LULA
(Resignada sigue)
– ¿Trabaja bien el amigo de Escorpión?

SILVIA
– No sé, Marta.

MARTA
– ¡Silvia!

SILVIA
– Ay, perdón.

SANDRA
– Nena ¿Siempre tratás así a los hombres?

ELY
– No, solamente si viajaron...

SANDRA
– ¿Y eso que cambia?

ELY
– Que hay gente que no sabe dónde está.

SANDRA
– ¡Cómo La Perdida!

ELY
– Solamente los que viajan saben dónde están, por lo menos alguna vez. El que no camina se pierde...

DOLORES:
– Y yo... ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Para qué?

SANDRA
– ¡¿Para qué?!

ELY
– ¿Para qué, qué? ¿Por qué? en todo caso...

SERENA
– Ay, ay, ay, ay ... No se puede ya, no saber lo que se sabe...

LULA
– Shhh... ¿Escuchó?

SERENA
(Descontrolada)
– Sí, si, ¡Claro que escuché! ¿Cómo no voy a escuchar? ¡La sarta de pavadas que dice esta mujer... cada vez que aparece!

LULA
(Sorprendida)
– ¡Serena!

SERENA
(A Dolores)
– ¡Váyase! ¡Váyase!

LULA
(Intentando apaciguarla)
– Serena... cálmese, ¿qué le pasa?

SERENA
(Como si nada hubiera pasado)
– ¿A mí? ¿Por qué, querida?

(Dolores se va, Lula y Serena hablan las dos al mismo tiempo).

LULA
– ¿Por qué se descontroló de esa manera?... me asustó... está bien que esa mujer era exasperante... pero no tenía por qué ponerse así... gritándole... a una pobre mujer perdida e indefensa que lo único que quería era saber quién era... o acaso usted sabe que lo sabía y lo estaba haciendo a propósito. Pero... ¿Con qué objeto?... si al fin y al cabo ese es su problema y no sé por qué nosotros, que no sabemos nada, tenemos que alterarnos por tan poca cosa... ¿O acaso alguien lo sabe, y?... A propósito...

SERENA
– ¿Qué se cree, esa? ¿Qué va a venir acá a reclamar qué? Si al fin y al cabo siempre fue una perdida... y ahora viene con esos aires de mosquita muerta... a preguntar quién es... je, como si no lo supiera... porque no me va a decir a mi que alguien que anda por ahí tan alegremente no sabe quien es... y por qué nosotros tendríamos que saberlo... y aunque lo supiera quién dice que se lo tendría que decir a ella... que se aparece así de la nada... tan despistada ella...

(Vuelve a coincidir el diálogo)

LULA
– ¿Dónde está Nacho?

SERENA
– Salió un momento... (retomando su habitual candidez) Digamé, querida ¿A usted le gustan las plantas? Ay, creo que ya se lo pregunté ¿no?

LULA
(Más reposada)
– No... no me preguntó, pero si quiere saber... me gustan los jazmines...

SERENA
– Ah, yo sabía, ¿a quién no le gustan los jazmines?. Aunque... ¿le digo la verdad? a mí me encanta todo lo verde... las margaritas, los helechos, los gladiolos, las cotorras, los dólares, las esmeraldas, los...

LULA
– Pero... Serena, estábamos hablando de plantas...

SERENA
– Ay, si, lo que pasa es que yo, cuando hablo de plantas, me pierdo... me voy a la estratósfera ¿vio? Igual que cuando me preguntan de mis caballos... Rodolfo con sus ojos color café y el Idelfonso, que tiene los ojos tan celestes...

LULA
(Interrumpiéndola)
–Si, ya me contó... que parece Pegaso surcando el firmamento y todo eso...

SERENA
–Ay, si tiene razón,... pero es que esta mujer me puso tan nerviosa...

LULA
(Tratando de escuchar)
–Shhh... ¿Escuchó? Ahí está otra vez

SERENA
(Intrigada)
–¿Qué?



Secuencia 7

Entra la autoridad.

POLICIA
– Quietos todos, ¿Qué pasa acá?
(Serena se sienta apurada al lado del Escorpión, pero enseguida reacciona, se levanta y se acerca a la barra).

SERENA
– Ay...

POLICIA
– ¿De quién es el auto que está afuera? (Mira a todos y se acerca a la mesa de Lula y Raúl) ¿Tienen documentos? ¿De dónde vienen? ¿Por qué están acá?

(Lula que estaba de pie cae sentada en la silla, evita mirar al policía).

POLICIA
– Humjumm... (Lo mira a Raúl inspeccionándolo, luego va hacia la barra, Lula se agita en la silla) Yo sé... (apuntando con el dedo a Serena que se asusta) que ustedes esconden algo... y no me voy a ir de acá sin averiguar qué es... (Pasea la vista por todos)

SERENA
– Una sola cosa es cierta...

POLICIA
– ¿Cómo dice?

SERENA
– No se puede matar lo que no muere... como querer tapar... el cielo con las manos.

POLICIA
(Golpeándola)
– ¿Con quién habla?

SERENA
– ¡No!... No se puede ya... no saber lo que se sabe.

POLICIA
– ¡Cállese!

SERENA
(Asustada)
– Tula, querida Tula... Tulita ¿Por qué no le dice de quién es el auto? (Se escurre por un costado del policía, que en ese momento ve al Escorpión)

POLICIA
– ¿Y ése? ¿Quién es?

SERENA
(Sin mirarlo)
– No lo conozco... ¡Yo no lo conozco!. Le puedo jurar que acá nadie conoce al señor Escorpión...

POLICIA
– ¿Escorpión? (se le acerca, desenfundando el arma).

(Lula se agita en la silla y sale como despedida cayendo sentada en el suelo. Se cambia. Es Ely)

POLICIA
(Registrándola con la mirada)
– ¿Y vos? (Serena pasa por detrás de la barra. Se cambia. Es Sandra. El policía se acerca a Ely) ¡A vos te hablo, mocosa!... (Ely, que ahora no puede ver, trata de identificar de dónde viene la voz. policía llega hasta donde está Ely) ¿No sos demasiado chica vos para estar en un lugar como este? (Ely se sorprende por la proximidad de la voz; el policía acerca su nariz al cuello de Ely, la olfatea) Humm... no tan chica... (apoya su mano sobre un seno de Ely que se pega a la pared) – Ja, ja, jajajaja (ríe groseramente; se separa un poco de ella y Ely se desorienta) –Estás asustada... ¿eh, putita? (le desliza el arma por el interior de los muslos, Ely tiembla)

ELY
(Como si estuviera diciendo un conjuro)
– "La noche en celo descubre, en carne viva, la clandestinidad de los espacios."

(Sandra quiere hablar pero no puede, emite un sonido irregular. el policía se da vuelta y la ve)

POLICIA
– ¡Ah! Pero que tenemos acá... a la puta mayor... (acercándose) – ¿Vos que sos? ¿La maestra? ¿O la puta madre? (la agarra de los pelos) Vení (la empuja hasta donde está el Escorpión, y de un golpe la tira sobre él) A ver, mostrame como la chupás (Sandra lo mira) ¡Chupásela, puta de mierda! (Sandra se acomoda, el policía le dispara al Escorpión que cae; Sandra quiere gritar pero no puede; el policía le da la espalda y va hacia la mesa de Raúl).

ELY
(Desesperada)
– ¡Sandra! ¿Qué pasó Sandra?

POLICIA
(Sobrador)
– Pasó que somos demasiados... (se acerca a Raúl, le agarra la cabeza y le mete un balazo, Ely grita desencajada, llora; Sandra corre a abrazarla; el policía entra al baño, se lo escucha patear una puerta y disparar).

POLICIA
(Saliendo del baño)
– ¡Putos de mierda! (se acerca a Sandra y Ely que están abrazadas) Bueno... ahora sí, chicas, pónganse cómodas que vamos a tener una fiestita... privada, ja, ja, jajaja (Ely tiembla, Sandra no puede contenerla, el policía la empuja separándola de Ely) ¿Y? ¿Te quedaste caliente con el tipo ese? Ja, ja, jaja... pero ya viste... la tenía muerta ¿No? (estalla en una carcajada, mientras guarda el arma en la espalda; Sandra está tirada en el piso y él la manosea) Ahora vas a saber lo que es un hombre, vas a poder chupar hasta cansarte, jeje... (Ely busca a tientas a Sandra, el policía la aparta de un golpe) Pero primero quiero saborear un poco de carne fresca... (se levanta agarrando a Ely que está totalmente perdida) Vení chiquita... (la manosea) Yo te voy a enseñar como tenés que tratar a un hombre (Ely se resiste, la cachetea un par de veces) Yo te voy a convertir en una atorranta de verdad... hasta el orto te voy a hacer... jajaja, jaja (forcejean; Ely cae al piso; el policía ríe; Sandra desesperada se incorpora y le arranca el arma de la cintura, retrocede; el policía se da vuelta sorprendido; Sandra dispara varias veces; el policía cae; Sandra se desploma quedando sentada contra la pared, observando al cadáver; Ely llora).



Secuencia 8


MARTA
– ¿Qué pasó?

SANDRA
– ¿Qué?

MARTA
(Sacudiendo el cuerpo del policía, inmóvil)
– ¿¡Qué pasó!? ¡Silvia! ¿¡Qué pasó!?

SILVIA
(Reaccionando)
– ¿Terminó, Marta?... ¿Ya está?

MARTA
– ¿Ya está qué, boluda? Lo mataste...

SILVIA
– Por eso... es el final... ¿No?

MARTA
(A los gritos, mientras sacude el cuerpo)
– ¡Lo mataste de verdad!... ¡Silviaaa!... ¡Lo mataste de verdad! (se le atragantan las últimas palabras en un sollozo. Silvia sacude la cabeza como no entendiendo. La escena se oscurece, se enciende un reflector que da en la cara de Ely, que ahora está de pie; es lo único iluminado).

ELY
(Con la mirada fija en un punto distante por detrás de los espectadores)
– Voy a contarles una historia... una historia reciente... Sucedió aquí mismo. Perros muertos es un pueblo pequeño, la vida no es un paraíso, pero tampoco un infierno...


APAGON Y FINAL.



Buenos Aires, 1998.
© Dante Schettini. dante.sch@gmail.com



NADA QUE PERDER

Autor: Dante Schettini
Síntesis: El texto narra la historia de Nacho, quien cansado de vagabundear, busca un lugar donde establecerse y lo encuentra en Perros Muertos, donde un acontecimiento trágico lo marcará para siempre. Desde entonces Nacho recrea, noche tras noche, lo sucedido en esa oportunidad; para ello solicita la colaboración de los que concurren al bar, pero algo se trastoca, cuando las espectadoras que colaboran en la representación, demuestran que ellas también tienen algo para decir. Sin embargo los personajes quedan atrapados por el desarrollo de los acontecimientos, sumergiéndose en un drama, del cual no pueden prever el desenlace y del que ignoran sus consecuencias.

Personajes: Once: tres masculinos y ocho femeninos.
Temática: La alteración de la cotidianeidad por un hecho fortuito.
Tipo de dramaturgia: Método de las acciones físicas.
Duración estimada: 70 minutos
Público al que está destinada: Adulto.

Presentada por el Grupo El Imaginario, con dirección de Walter Arce en: Teatro Francisco Alvarez, Lanús y Teatro El Astrolabio, Bs. As. (1998).

Puesta en escena
Nada que Perder

Cooperativa de Teatro El Imaginario

Intérpretes: Mecha Russo, Claudia Frangi, Fabián Maresca
Guitarra, Voz y Música Original: Hernán Lechuga
Escenografía: María Jesús Moriatis, Luciana De Bartolis
Fotografía: Diego Ojeda
Asistente de Dirección: Alejandro Marciano
Puesta en Escena y Dirección General: Walter Arce.

Teatro Francisco Alvarez, Lanús, 1998.
Teatro El Astrolabio, Buenos Aires, 1998.

*Fuente: http://elmutante-nadaqueperder.blogspot.com/2007/12/dante-schettini.html





CORREO:



Convocatoria a escritores de Buenos Aires*

El centro cultural "Las mil y un artes", de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, convoca a escritores a presentar su material para selección (narrativa / prosa / monólogos) el tema debe estar relacionado con el tango/buenos aires, y o/su gente.
El material que quede seleccionado será representado por su staff de artistas, en ciclos culturales que ya están en funcionamiento.
la presentacion se realizara a traves de narradores Y/o actores
Quienes estén interesados en sumarse al equipo de escritores ,deben llamar al teléfono 4865-5596
(de Buenos Aires) en el horario de 12:00 a 19:00 horas.
También pueden escribir a marielaelliot@yahoo.com.ar
ddadpdr@yahoo.com.ar

Convocatoria válida únicamente para residentes en Capital y Gran Buenos Aires.



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