jueves, mayo 29, 2008

LA TRANSPARENCIA ES SÓLO UN ESTADO DE LA INOCENCIA...



*Dibujo de FLORENCIA freyja_walkyrien@hotmail.com



VI*




De todas partes me fui
como de aquel sueño negro.
De todo
menos de tu vientre
que me contuvo
en las noches
cuando el verano subía
con tu temblor hasta el cielo.



*de Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar






LA TRANSPARENCIA ES SÓLO UN ESTADO DE LA INOCENCIA...






PAISAJES DE LUZ*


-Colección Mainumbi- 1989





INDICE

V e e r . . .

P o e m a s . . .

S o b r e D u e n d e s. . .

E p i l o g o. . .






V E E R



La transparencia es sólo un estado de la inocencia.



***


¡ Vamos a la aurora ! ¡ Vamos ya !

La luz estalla cercana, infinita,

naranja y madura.



***


ESTADO I

Aquí estoy, buscando la pascua de la palabra; definitivamente si. Aunque, en ocasiones, tenga el rumor del silencio.




ESTADO II

Buscar la transparencia. Es un modo de ser recipiente sin ser contenedor de la luz.





ESTADO III

La luz, en los cuerpos opacos, acontece sin violar; en los transparentes, crece sin estremecimientos.




La oscuridad no es mas que un aspecto de la luz.
En ocasiones le antecede y, en otras, le sucede.


Ver.
La luz y la sombra son constelaciones encadenadas; no existe una sin la otra.


Ver.
Lo que hay de sombras en nuestro universo es lo que mueve nuestra curiosidad.
La luz nos devela.


Ver.
Lo que hay de luz en nuestro universo es lo que mueve nuestra curiosidad.
La sombra revela ocultamientos.


La luz no sólo absorbe las sombras.
También crea espacios.


Ver.
La oscilación de la luz es sólo un juego.
¡Y oscila en las sombras!


Ver.
¿Por qué empecinarnos en creer que donde no hay luz sólo hay sombras?


Ver.
¿Por qué aseverar que la sombra es la negación de la luz?



Ver.
No reducir nada a cero. Si hay sombra es porque la luz la recrea. Si hay luz es porque la sombra le deja espacio.



La ojiva de la luz
es
porque el cono de sombra se proyecta.





La luz

obsesivamente

se abisma.






L A M I R A D A


Asomé, la mirada, en el hechizo de la luz.
Y se confundieron. Desde entonces, desde el principio de esos tiempos acuñados en esbeltos arco iris, son uno. Sólo la ausencia de cualquiera es suficiente para que el hechizo se quiebre.




Percepción...

quietud...

una palabra se aproxima

pasa...

y me devora el universo.

Sólo la luz se atreve.





La luz habita ciertas palabras.


Y se refractan
en el poema.







P O E M A S



Convengamos que la poesía es una dura piedra tamizada de musgos poblados de voces, de tiempo detenido, aullando quedamente en el corazón del hombre.
Esta allí, golpeando, librando una batalla apocalíptica, opacando lo perverso con sus letanías de siglos, con sus hombres enarboladores de la rima.




Todo momento no es más que una línea
donde camino y camino
alumbrando
para encontrar al hombre en mi.




Obturados los ríos, los que refractan la luz,
se vuelven profundos,
cavan las tierras con sus lenguas,
perforan lejanías, se agotan,
para crecer en otras figuras con sus manantiales transparentes
abecedeando el cauce.
Es milenario, ancestral a todo lo acaecido,
aún a aquello que adviene
el juego eterno entre la luz y la sombra.
¡Y nosotros allí!
A veces una
a veces, la otra...






Dulce presencia la de Ella
cuando
con un ademán
sonríe.
(a Hugo Mandón)


¿Aún estás allí?
Le pregunté a ella por su silencio.
Fue así que
un borbotón palpitante
naufragó
en mí.
Y ella permanecía inmutable
como omitiendo su estar.
Desde entonces,
la busco.


*


Próxima el alba

con la noche cargada en mis espaldas

voy sacudiendo sus cenizas

para encontrarme contigo.


*

Hay una breve llama en el rincón;
hay una cálida morada en la quietud de los pasos;
hay un sonido convocante en todas partes;
es que la noche,
con su espectro aparente de oquedad,
deja
todo un espacio para la luz;
y ésta
con su magia, trasluce confines.





Habíamos ido a la fronda
donde la luz dibuja gestos
y encontramos
lo que estaban mirando de nosotros.
Nos fuimos identificando,
con el aromo verde
y dijimos lo que dijimos en el idioma
de los pájaros.
Después, con la luz
formando cálidos cuencos, volvimos.
Hoy
quebrando lo cotidiano sembramos
sabiendo que ciertas simientes
crecen.



*


Me han crecido tiernas hojas en mis dedos,
precisamente en sus puntas,
que son una caricia de verde y fragancia
expandidas y dolidas.


*


Aquí estoy, quietecito.
Va mi mano renglón tras renglón,
cortejando su sombra con lo blanco del papel.
Arriba, duermen.
Acá, la noche se ha instalado sin urgencias,
sin interrogantes.
La noche, ese oscuro bosque de sugerencias,
está pasando lentamente cual oruga
camino al alba, sabedora de su agonía.
Pero, aún es joven, aún vive,
aún está despierta y yo aquí, quietecito.





Meces tu transparencia en el candor del aire,
en la lenta metamorfosis de la llanura,
en los pasos de las células a la conciencia,
en lo explicado y su contraparte.
Y me atrapas en tu dulce corteza milenaria
colmando mis odres de sed perenne.
He bebido una de tus gotas aumentando mis ansias
de bebedor contumaz de tu esencia.
Y sé de tu humedad
floreciente en mi piel de soles y desiertos
porque en ella crece esta plegaria.


*


Despacito como paso precavido,
como oración de monje en su celda,
como mariposa posándose en la flor,
como canción de cuna maternal,
como el amanecer.
Y más despacito aún:
como el crecimiento de una rama,
como el desgaste de la piedra en arena,
o el paso de una montaña.


*


Ya la hora del rezo acabó.
La noche, con su oscura urdimbre
convoca luces milenarias que chispean.
Mi sombra se confunde con la tierra
y si no fuese por estas sensaciones que me orillan,
sería imperceptible al silencio.
Hay luz adentro mío (me dije despacito),
es como una breve lámpara inapagable,
que se intensifica mágicamente
sin desbordar los límites.
La noche sigue afuera,
con sus decires interminables,
con sus canteras inagotables,
con sus olores penetrantes,
con sus rituales quebrados por el capricho,
con su espera del día.



Volver al papel con las manos ardiendo palabras
y fronteras sin excusas
y colores sin pintar.
Y no decir nada
para que el espacio penetre
perfore la geografía ósea
dejando caer la blancura en el rojo de las carne.
Y hacer un poema,
repetido y distinto
que abarque todo el hombre.


*


Tan difícil expresar aquello que reúne,
tan difícil mirar más allá de lo dado,
tan difícil horadar la piel que cubre,
que aún persisto martillando,
mordiendo a dentelladas diestras y siniestras,
caminando los umbrales de las palabras.
Y persistirá apuntando las sílabas,
las notas, los sonidos, los gestos, las miradas
que deparen, ignotas, la luz.


*


Dulce y amado es el calor de tu presencia
crepitando en los interrogantes
de mi propia debilidad.
Es cuando entonces me digo:
- ¡Me duele el hombre!
y me quedo anonadado en la turbulencia
del dolor. Casi exánime
a la espera de los aromas del jazmín florecido
para que aliente mi aliento.
Tal vez este no tuviese que ser un poema,
sino tan sólo un grito
naciente de la hondura que compartimos,
nosotros, los humanos.





El río pasa y no pregunta.
Una y otra garza conmueven el agua.
Los pájaros, agotan el aire.
El sol, casi en su cenit, alumbra
el lomo quieto del cauce.
Algún bigua atraviesa las distancias.
Los sauces, desde la otra orilla,
pueblan de verde el horizonte.
Las canoas van y vienen silenciosas.
Atrás,
la ciudad.
Aquí, el río pasa y no pregunta.



*


Venía con una pregunta rodando junto a mis pies,
de acera en acera, de baldosa en baldosa,
trepándose por los postes de luz para
descender, con más fuerza, en un cordón plateado del aire.
Luego, corría en zig zag
entre los vehículos estacionados,
se acodaba en los tapiales bajos.
o columpiaba sus extremidades en los altos muros,
para, de repente, treparse a un ómnibus
espiándome por el vidrio trasero.
Creía que se iba, que su susurro de letanía
se dormía irresoluto en algún banco nocturno de plaza mal iluminada;
pero, no. Mágicamente subía por las espaldas
jugando con mi pelo dejando el aire en suspenso,
para, después, seguir con sus rondas,
sus persistentes rondas de preguntas preguntando
desde mil rostros y otros tantos gestos.
No sé muy bien cuando y en qué momento
la pregunta me habitó; fue un instante
desprevenido, inasible, asombroso,
que me está llevando una vida responderla.






Las palabras, en ocasiones son
apenas reflejos de la luz que
me inunda.



*


Blanco espacio convocante
de la palabra.
O bien,
de un sentimiento a compartir,
de una emoción no reiterada,
de un dolor exhausto,
de un amanecer no nacido,
de un pasado no recordado,
de un poema que nace.
De los pájaros y sus vuelos negados; de los ríos sin cauce o de aquella vejez atravesada de olvidos que espía por la cerradura de un tiempo no comprendido; del salto de un atleta devorando al horizonte con sus piernas o un niño descifrando la coherencia de los adultos.
Es un espacio en blanco...
y yo con cenizas en mis manos.



La palabra, aquella que es clave en cualquier discurso humano, se encuentra, en ocasiones, en el fondo de las sombras. Descubrir su oscilación, su movimiento, es tarea diaria para dibujar el poema.

Pueden pasar jornadas sin una palabra.

Pueden pasar palabras sin una palabra.

Pueden pasar dolores, vientos, posturas, negaciones patentes, crucifijos inconscientes, llanura de voces, jacarandaes florecidos, una revolución cualquiera, un sufijo aceptado por la real academia,
una veda de mujeres, una maja desnuda, carnavales y competencias deportivas.
Un político y su amante, un impostor y su esposa,
un espía desmesurado,
un policía incorrecto;
pueden pasar juegos victorianos,
inmigrantes tras las huellas, idiomas muertos,
conquistadores o fusileros,
una muda de ropa o de plumaje,
un continente sin contenido,
un contenido sin una palabra.


Reintento la búsqueda. Voy nombrando,
arrojado voces al pasar
como un río salpica a la ribera,
como una mariposa de flor en flor,
como un paso le sigue a otro,
como el ademán antes del gesto,
como un horario a una cita,
como un sonido al eco,
como una caricia a la ternura,
como el tallo a la flor,
como una letra a la palabra...

Zigzagueo entre los motivos, entre los abecedarios del hombre, entre los residuos de la civilización, entre los silencios escandalosos de los marginados, entre mis propios laberintos...

Voy hambriento de hombre
en esta encrucijada de ríos,
como una cruz
que es mi propio peso anudado,
encorvado.
Un peso dromedario...





Ya no sé
dónde el límite esparce la luz
para un poema...
o bien dejar las palabras, las costumbre, las normas cotidianas, los quehaceres rutinarios, la poda de las plantas, las caminatas en los parques, el vuelo de los pájaros, la lectura de un libro...
quizás
no sea más que un síntoma
una levedad, un chasquido
de su llamado
en esta niebla.


*


¿ Estaremos a punto de brincar sobre nosotros mismos, acrobáticamente, creando en el salto la red que nos contendrá o seguiremos en la monotonía de la arena, matándonos unos a otros ?.


*


El hecho simple de caminar la noche,
dormidas las calles,
es ya todo un mundo que las habita.







LEYENDO A LI PO



La luna juega con mi mirada
jugando su ronda
y yo la mía

¡ A ver si nos entendemos !, me dijo.
Y la miré tras un cable,
me escondí tras un edificio,
me cobijé tras un árbol,
me arropé tras las sombras
y ella, fingiendo no ver mi juego,
contaba estrellas
esperando que uno de sus rayos
rozara mi figura para sombrearla.

Entonces, dije:

-¡Te voy a beber, luna lunera
y te quedarás sin luz para tu
ronda!
-¡Y tú sin sombra para la tuya!
-¡A ver si nos entendemos!, grite.

Y me emborraché de luz de luna
y ella de trazos de sombra.


*




SOBRE DUENDES



BREVE DE LUNA

La luna, en todo su naranja horizontal, fue despertando al pequeño mundo adormecido por las letanías de calor, que el sol fue arrojando con su luz.
Era un cascabel enorme haciendo fosforecencia en el agua. Los niños, con sus ojos de asombros, la saludaban alegremente. Los duendes del río, desde la penumbra de los juncos y otros verdes...




DEL NACIMIENTO DE LOS DUENDES

Desde el seno del río, con su panza hincada en los vegetales, surgieron.
No hubo movimientos discordantes; no hubo ausencias.
Todos, arremolinados, cabalgando arco iris, nubes indecisas, brisas ariscas, fueron llegando a las formas, fueron habitando al Padre Río.
Nadie objetó el nacimiento y no se adujeron pretextos para que no ocurra.
Así, los duendes, rondan la noche a destajo, abrillantándola sin temor; son amos de ella y de sus formas.



DUENDES DE LA NOCHE

Por aquí andan los duendes de la noche robándole luz a la luna; la convocan en sus hechizos inocentes sobre el marrón del agua y el camalotal dibujando estelas.
Uno se queda horas mirando cómo salen de sus madrigueras, inventadas en las barrancas, en las flores del irupe, del ceibo o del jacaranda.
Dicen que dicen que no existen, pero hay quienes los han visto montados sobre sábalos saltarines, persiguiendo luciérnagas.
Otros cuentan historias más complicadas, donde se sumergen en las honduras para hablar con los paties, cachorro, manduvies.
Hay quienes afirman que apuntan el pez al Martín Pescador a cambio de un vuelo nocturno para embolsar luz de luna. Lo cierto es que hay uno de ellos aquí, contándome estas historias.



Los duendes son los que llenan de nácar el río; los que dibujan sin tregua, sin cansancio, la cara alunada en el agua o el naranja en ambos extremos del día.
Son ellos los que reúnen los elementos, los mezclan, los disuelven, los esparcen, los iluminan, cavando aquí y allá, corriendo de este a oeste, sumergiéndose en las aguas o volando sobre ellas.
Durante el día, dejan que la luz se encargue de resolver formas y colores.
Es en la noche cuando su tarea cobra ritmo. Son los que esparcen la luz acumulada en los elementos haciendo de la noche un destello de anticipa claridad.






E P Í L O G O




PRIMAVERA EN EL PARQUE

Hay una incipiente madurez de los frutos perlando el aire. El lapacho, en su multitud, viste de rosa las aceras.
La vida, adormecida en los túneles protectores de la madre tierra, pulula en infinidad de tallos como dedos verdes buscando alcanzar el sol, cada vez más tibio y gratificante.
Los niños, van y vienen en sus risas, despertando todo con su frescura e inocencia.
Los días, con su tenue magia, van alargándose en la luz, van cubriendo a los pájaros que regresan de su exilio voluntario.
Los jóvenes, con sus cuerpos y movimientos, sus voces, sus ganas, van arrullando canciones vitales. Las muchachas, relucen su feminidad con ademanes, gestos y miradas furtivas.
Los viejos, recordando su andar, cuentan sus cuentas en la memoria, dejando retozar su piel en la calidez solar.
Y gea gira. Gira que te gira, envolviéndonos en cada uno de sus giros legendarios, de consorte agradecida ante la luz.




S A N T A F E


La ciudad posee tantas orillas como hombres.
Pero esta tiene uno y otro río y otro río y otro río.
Las riberas se hacen incontable y en ellas
hay uno y otro hombre y otro hombre y otro hombre.


Así las cosas, hacen de las miradas
una distancia de agua impronunciable
con una y otra música y otra música y otra música
que peinan el agua subiendo y bajando.


Pero esta ciudad, además, va orillando al hombre:
lo conmueve de tanto en tanto
con el río en la puerta de casa
y un pez durmiendo en su cama.





Beberemos el canto atravesando la luz.
¡Siempre la luz!
Así recojamos las crónicas de la muerte,
el mal trago del dolor.



¡Siempre la luz!








Siempre, al final del camino, la rosa.


-Poemas de Oscar A. Agú. cachoagu@yahoo.com.ar








ESTÁ EN NUESTRA SANGRE*


*Horacio Rossi


La stoa, portal de la polis ciudad ahora llamada griega y está
El arado y el bajel que arado por sobre en cima de la mar y está
La viuda joven del pescador de esponjas que hoy cumple quince siglos en manos de la señora azul de fondomar,
Madre de todo, también del lapislázuli de las tejas de la iglesita linda con sus cupulitas muchas, sombreritas, y está
El silencio etrusco tras el negocio romano,
La hoguera en el bosque sagrado
Y la erigida por el miedo de los tenebrosos, que nunca podrá prevalecer, y está
La diosa del peine y el membrillo, de ojos zarcos,
Patrona de los poetas y enamorados y madre orgullosa del arquero del amor, y está, también, como desde siempre,
La arquería de la ballesta y la arquería de los edificios, mejor ésta, hacia arriba, y está
La yerba hiedra hierba árbola,
La agua cantarina hacia el verano que aún nos debemos,
Y la procesión hacia el poniente, a contraplaneta, hacia las islas afortunadas de tras la mar océana, hacia acá,
Navegación por tierra, por humo, por sueño,
Y está el rocío sobre las trenzas de las muchachas, sobre el pecho a dúo, sobre los lechos al amanecer,
Y la aldea vecina, tocable a ojo, a oreja, a nariz,
Está el maestro que espera y así es cómo enseña,
El aprendiz que insiste y así es cómo aprende,
Y está el coro cantando la missa te deum pues se casa el hijo del padre y nieto del abuelo con una mujer
De carne que es tierra, de tierra que es carne,
Y está la fuente de la plaza del pueblo
Y la forma del oro, la forma de la piedra, la forma del viento en los molinos de viento, la forma de l´agua en los molinos de agua, la forma de las frondas, la
Forma del paisaje, que es lo que hay de un horizonte al otro, horizonte
Que es una serpiente que se muerde la cola y no deja pasar, y está
El sol al sur,
La nieve por diciembre,
Los gestos, los cuerpos, los besos, las manos, la voz de los de uno,
Está la casa de, un día, adiós,
A la ventura o a la provincia detallada, a que se pueda haber
Hijos que duren, trabajen para ellos, hijas que se puedan casar,

Está en nuestra sangre l´acordeona orfeona, la gaita cornamusa, la violinería, los redobles cuando
Los bautizos kerbmesse velorios danzones bajo l´árbol de mayo y
Perderse nel bosque a buscar el acebo, el muérdago, y alguna otra cosita que se pueda encontrar, eso también y por sobre toda otra cosa, y está
El salto sobre el fuego en la noche sanjuana,
Cuando la vida vivía como nunca otra vez hasta ahora,
Y está la candelaria marea de estelares theorías, tales como
Los cuentos de ultramar, con mapa y todo, dizque ahí siempre es
Domingo, sí, pero sin nada que cumplir, menos aún sintiendo culpa inexistente, ¡ah, los cuentos
De una tierra sin culpa, tras la mar!,
Mar naufragiosa, interín, a ultrapasar, si quiere uno el premio
Y la serpiente nos deja pasar, y está
El viento caliente del sur, culpable de la primavera,
Está la causa de las causas, si es que hay,
Fascinaciones y contrariedades,
Soltarse y agarrarse y soltarse y no agarrarse más,
Acaso nada más que porque el circo de mundo nunca se está quieto
Y entonces gire asegurando la prohibida danza, dejándola a salvo, está,
Está en nuestra sangre
La danza, sí, la danza,
Siempre viva,
Y está el ciclo de las cosechas de fruto que es hijo y de hijo que es fruto,
Está la celebranza
Esperando el, sin comillas, cumplir es prometer,
Sin clausura de su índole de beso en la memoria,
Aroma y melodía,
Repitiendo los nombres, los temas, las palabras,
El milagro canción del misterio corazón,
La ronda, la rima,
La estrella matutina misma vespertina,
La familia,
La costumbre, tan usual que no existe,
La rosa, el jazmín,
El puerto a irse, quedando,
Y a irse quedando,
Trigo, algodón,
Moneda y cañones para poder no cumplir la palabra empeñada,
La hechura de las casas, que remeda hormigas, abejas, cigüeñas, pero figuronas, engreídas, siempre tan humildes y modestas, y está
La gana de existir
Sin pecado por nacer ni castigo por vivir, y, eso,
Está en nuestra sangre,
Sin olvido,
Hubo una vez, y habrá otra vez,
La vida
Es una rueda,
Que gira,
Y está en nuestra sangre, también,
El miedo tapador, la delación traidora, la represión cruel
De toda arte de luz, gozación de l´amor, en fin, pero sin fin,
La sagrada misión de existir siendo un beso en el tiempo
Si es que el tiempo existe y
Si no, en la luz que hay porque la somos
Desde las mansiones cathedrales godas y moras,
Desde las selvas celtas hiperbóreas y las aguas creteñas tartesinas
Hasta cómo nos hacemos llamar y entonces respondemos, a los gritos, y venimos corriendo, riendo, danzando, a recibirte,
Y, eso, está en nuestra sangre,
O lo somos
O no naceremos...


*Europeana de Horacio C. Rossi.


-Enviado por Verónica Capellino veroaleph@hotmail.com





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