martes, julio 01, 2008

EL AMOR NO PERTENECE A LOS INTELIGENTES...





*Dibujo de FREYJA freyja_walkyrien@hotmail.com


*

Enredados al verbo
van de tu mano
el poema
y mi plegaria...


*de Ana Lia Gattás. analia_gattasz@speedy.com.ar








EL AMOR NO PERTENECE A LOS INTELIGENTES...





Gotas de amor*

A Iola.


Viajamos en un micro de larga distancia que esta lanzado por una ruta cuyos bordes están limitados por la niebla. Mi acompañante es la encuestadora más antigua de la empresa, esta jubilada pero sigue trabajando. Vamos a trabajar a un pueblo del centro de la provincia de Buenos aires.
En sus ojos se ve tristeza, quizá es la profundidad o el abismo que deja una larga tristeza.
En realidad no importa lo que yo sé o intuyo de su mirada. Ella es una persona reconocida por todos como sabia. También es tan luchadora como sufrida
Hablamos. Me cuenta como en este momento de su vida la asaltan recuerdos e imágenes muy antiguas, de sus primeros años de trabajo.
Trae tres o cuatro historias, pero yo elijo quedarme con una, que me impacta particularmente. Quizá por esa sensación de verme en mi vida sentimental atravesando un desierto, con necesidad incluida de construirme frágiles oasis-ilusiones. Buscando un ratito de cariño, o sediento de esa gota de humana ternura a la que alude el protagonista de "La Octava Maravilla" de Vlady Kociancich.
La escena ocurre en una casilla de chapa ubicada en una villa y ella administra un cuestionario con una mujer embarazada.
Solo tiene dos sillas y le ofrece la mejor. No quiere mirar demasiado, no poner un acento del ojo en esa evidente miseria material donde transcurre la vida de una familia.
De pronto comienza a llover y la mujer se desespera por correr sus pocas pertenencias de las goteras que inundan en pocos minutos por aquí y por allá la casilla y hacen que el piso de tierra se convierta en una especie de chocolate líquido.
Después de subir todo a la cama, y tapar con un mantel de plástico la cómoda y correr casi todo de lugar, la mujer vuelve a sentarse, le ofrece un mate amargo y habla con amor de su marido.
Ella se conmueve hasta el día de hoy. Lo resume en una frase, en una iluminación que ella lleva adentro suyo desde aquel momento: "El amor no pertenece a los inteligentes" . -dijo.
Y la frase abrió su camino hasta mi pecho como una estocada de dolor.




*De Eduardo F. Coiro. inventivasocial@hotmail.com







LA OCTAVA MARAVILLA*



*De Vlady Kociancich.


42



Las exigencias del presente distraen.
Absorto en el relato de mi pequeña historia, he creído que nada se modifica aquí, hoy en mi estudio de la calle México, en los sofocantes, pesados días de verano. Pero esta mañana hubo un cambio. Alicia Martínez se ha instalado en mi casa.
De hecho ¿alguna vez se fue? Recuerdo haberla acompañado a la estación Retiro. ¿Eso es cierto? Importa poco. A lo largo de mi exploración, he aprendido a desechar preguntas secundarias.
-Me quedo aquí -dijo sencillamente esta mañana.
La miré con asombro. Desde el encuentro en la estación de Villa del Parque, parece que no se hubiera movido de mi lado. Tiene esa callada manera de estar que impide que se noten las separaciones. Como un gato. El gato se va y uno tarda en advertir su falta. Son los perros, con su constante manifestación de estados de ánimo, los que se hacen notar, porque a su modo hablan.
Bella, felina, silenciosa, deposita su vida en esta casa. Le pregunté:
-¿Has traído tus cosas?
La cabeza dorada asintió.
-Todo lo que necesito.
Todo, he visto, es el vestido celeste, el collar de plata y la cartera.
Bien. ¿Qué hombre no desea una mujer así? Victoria, que era el paradigma de la femineidad, jamás pasó de un lugar a otro sin llevarse todo lo que le pertenecía -mejor dicho, todo que declaraba suyo. Conmigo hizo una triste excepción, pero no dudo que Victoria, tan mujer, suspirara de pena al tener que dejarme atrás.
Cuando entendí que Alicia se quedaba, me pregunté si tendría que casarme con ella.
¿Y por qué no? Soy un hombre libre, la muchacha me gusta y la necesito.
-Hay que festejar -sonreí-. Bajo a comprar una botella de champagne antes que cierren el almacén.
En el pasillo, barriendo desganadamente, encontré al portero.
El cambio en casa me había perturbado. Minutos antes, yo era un hombre solo escribiendo. ahora era un hombre al borde del casamiento, compartiendo su vida con una muchacha de la que ni siquiera estaba enamorado. Tenía necesidad de hablar con alguien. Y ahí estaba el portero. Lo saludé. Sin levantar los ojos del escobillón, murmuró un saludo.
-Tiempo que no nos vemos -dije.
-Sí.
Pero siguió barriendo.
-He estado mucho tiempo encerrado -insistí.
Ahora alzó la vista y me miró, lo juraría, con alarma.
-Es por el trabajo que tengo.
-Yo también tengo mucho trabajo -gruñó, barriendo vigorosamente mientras se alejaba.
El alma´cen estaba lleno de gente. Pero quizá don Francisco me vio cara de cansado porque hizo señas de que me acercara al mostrador. Misteriosamente, nadie protestó.
-¿Señor?
Avergonzado de robarle el turno a los vecinos, no intenté conversar como otras veces.
-Champagne -dije.
-¿Champagne?
Su voz tenía una cuidadosa dulzura.
-Ah, no, disculpe usted, señor, pero champagne no tengo.
Se había hecho un silencio pesado. Me pareció que me miraban con exagerada atención. Sin duda mi pedido, en ese barrio, en ese almacén, era insolente.
-Entiendo -dije.
Salí entre gente muy callada que se hizo a un lado para abrirme paso.
Hay otro almacén a dos cuadras de casa y ahí me dirigí, fastidiado por mi torpeza. No me gusta enojarme con el portero e involuntariamente, algunos de los días previos, me habría ganado su enemistad. También había ofendido a don francisco haciendo ostentación de lujo en barrio pobre. Un sabor desagradable en la boca (el amargo de errores sucesivos), me empujó a buscar consuelo en el chico de la playa de estacionamiento, que leía una revista de historietas.
-¿Cómo te va? ¿Tomando el fresco?
Abrió la boca, no dijo nada. Luego, con visible esfuerzo, a medias sonrió, a medias contestó:
-¿Qué tal?
-Yo bien, y vos, ¿cuándo salís de viaje?
Nuestra broma privada.
-¿Yo? ¿De viaje?
Con dedos nerviosos pasó una página de la revista.
-Bueno, veo que te interrumpo la lectura.
Asintió varias veces con la cabeza, como si necesitara convencerme rápidamente.
-Entonces, chau -dije, con tristeza.
-Chau.
Dijo chau. No chau, doctor. No me permitía corregirlo, no pedía consejo, "qué le parece, doctor, ¿Mar Chiquita o lobos?", no. Simplemente chau.
nunca había comprado en el otro almacén, que es mucho más limpio y está mejor surtido que el de don Francisco. Pero la cordialidad del vendedor, la adquirida (sin escándalo), botella de Baron B, subrayaron la indiferencia de mis vecinos. "Es el calor que nos tiene locos", pensé. Y sólo porque uno se encapricha buscando reciprocidad en el otro pasan estas cosas. al fin y al cabo, la gente no está ahí para apuntalar nuestra vida en el momento en que uno lo necesita. Tienen la suya. ¿Y cuánto tiempo hacía que yo no les prestaba atención, ensimismado en ordenar mis recuerdos?
Alicia Martínez esperaba acodada en la baranda del balcón. Parecía estudiar cuidadosamente las plantas del jardín.
-Con todo ese sol y vos ahí. ¿Qué estás mirando?
-Te buscaba.
-¿En el jardín? Fui a comprar el champagne.
Sonrió lentamente.
-Yo te vi en el jardín.
La tomé de la cintura y la aparté suavemente de la ventana.
-No estaba en el jardín, Alicia.
La abracé con delicadeza, hundí la cara en su cuello, desnudo, tibio, blanco. Oí mi voz un poco ronca.
-Fui al almacén a comprar champagne. No podía estar ahí, sabés.
-Yo te vi.
Casi sin voluntad, abrazándola, la llevé a la cama, ambos envueltos en caricias mutuas y en un murmullo que se apagaba gradualmente a medida.
-No estaba.
-Pero yo te vi.
-No estaba.
-Pero yo te vi.
Y la absurda discusión se convirtió en el rumor amoroso de la intimidad, era ya arrullo, queja, una hablada respiración de dos, mis labios aplastando las palabras contra su piel, "yo no estaba", su voz ahogada bajo mi boca, "pero yo te vi", hasta rescatarme de la lucidez y del terror, suspendiendo hasta ahora, hasta este momento en que lo escribo, el recuerdo del consejo de un loco:
-No dependa demasiado de sus testigos. Le va a doler.



*Fragmento de La Octava Maravilla. Seix Barral. Biblioteca Breve-








Ajusticiamiento*



Su vida había estado llena de fechorías. Asesinatos, violaciones, estafas y toda clase de delitos. Sin duda el hecho de haber nacido en aquel barrio y tener una madre ladrona y borracha, no había ayudado. A pesar de no conocer a su padre sabía que había sido una buena pieza por lo que le había contado su madre en los pocos momentos que tuvo de lucidez.

La policía lo había perseguido toda la vida, desde aquella primera vez a los 16 años que lo había atrapado. Entonces se dijo: "Nunca más me pillarán" y llevaba más de 30 años consiguiendo cumplir la promesa.

Hoy, atado en aquella silla, lo iban a ajusticiar por un robo menor. Por la nimiedad de destrozar y robar un "Banco de Sangre", esa mísera caravana de extracción en la que encontró 23 miserables euros. ¿No era ridículo?

Se le acercó un personaje completamente vestido de negro con una tez pálida, espectral, y supo sería su verdugo. Le entró un ataque de pánico cuando vio que se inclinaba sobre él y recordó la sentencia: "Se le declara culpable de destrozar los alimentos y se le condena a muerte". El verdugo acabó con su vida de un certero mordisco en la carótida.



*Joan Mateu. joan@cimat.es








Hermanos futbolistas*



*Por Jorge Isaias. jisaias46@yahoo.com.ar

Para Hugo y Miguel Angel Correa y Luis Mitre.
A la memoria de "Tarugo"



Cuando pienso en aquel pueblo polvoriento acosado por las heladas duras y los veranos estrafalarios, casi me parece cuento, como escribió el maestro para siempre.
El pueblo antiguo a menudo se me aparece sepia en la memoria, pero en esa humildad lejana fue siempre vivo y lleno de movimiento, de colorido, de esperanzas modestas, y fabulaciones que no excedían las manzanas del casco urbano, como quien dice.
¿Qué fue de Roque Vázquez, aquel fugaz compañerito de primaria, cuyo rostro me trató de describir Oscarcito Blanco, de impecable memoria, viviendo en España ahora, y frustrándome por eso arrimarme a la verdad que se vuelve más escurridiza y la realidad más esquiva?
Sin embargo, un niño que ya nada tiene que ver con uno recorre implacable los caminos de la memoria insuficiente, la memoria que no me cambió la realidad sino que la ahuyenta y distorsiona.
Ese niño fuimos. Ese niño dormía aterrado por las sombras y que al sol del otro día se olvidaba de todos esos miedos y salía a correr, libre, en los callejones con ese perro cuzco que permanece intacto en las retinas.
Si pienso en aquel tiempo de intereses pequeños, de intereses inmediatos pero tal vez teñidos de un sabor a gloria futura. Entonces pienso en mi barrio.
Mi barrio no sé si era el más futbolísticamente dotado de entonces, pero se cansó de proveer jugadores a los equipos del pueblo. Claro, uno optaba, o jugaba en uno y nunca en el otro, aunque hubo excepciones y hay una que tengo registrada en mi memoria, porque eran de mi barrio y con dos de ellos prácticamente me crié desde mi primitiva y desprotegida infancia, y cuando digo que yo era un desolado chico que no tenía hermanos mayores que lo defendieran no estoy faltando a la verdad sino marcando una carencia.
El caso que voy a relatar tiene nombres y apellidos concretos.
Se trata de los hermanos Correa y de los hermanos Mitre.
Dos por una familia y dos por la otra, que vistieron alternativamente la casa roja de Huracán o la albiazul de los gringos de Federación.
Entonces Hugo y Miguel Correa, Luis y Edgar Mitre cumplieron ese anómalo destino en ese entonces y en mi pueblo.
Con los Correa, en especial con Miguel, al menos virtualmente, me crié porque vivían a la vuelta de mi casa, con los Mitre tuve una relación más tardía, ya que en mi niñez, el padre, es decir, don Luis Mitre y su esposa, doña Elba Zapata, eran cuidadores del cementerio. La familia la completaba un hermanito menor, Guillermito o "El Guille" como todos lo conocían.
Cuando Doña Elba compró la pensión del gordo Aranci, a sólo tres cuadras de mi casa, la cosa cambió, por que mudados allí, Luisito y Edgar compartieron conmigo y el resto de la barra "jazminera", un sinfín de partidos y picados y aún en los "desafíos" contra otro barrio, donde el esfuerzo de los dos hermanos se notaba, ya que ambos eran muy buenos. Con un estilo distinto Luisito, el mayor, era un delantero dueño de una gambeta elegante y llena de "firulete", como decía mi viejo, esa elegancia que usaba en todo, desde la ropa hasta los gestos, el caminar y el fumar, y hasta para jugar al truco y sobre todo al billar cuando fue más grande.
En cambio, Edgar, casi de mi edad, era más reo. Podía jugar arriba, de siete tirado sobre la línea o ser un buen marcador de punta, tipo "perro de presa" como se decía entonces. Usaba un sentido del humor infatigable, que buscaba la aceptación de la carcajada o la sonrisa. Con él fuimos más compinches hacia la adolescencia en que visitábamos los bailes de los pueblos vecinos y de donde guardo algunas anécdotas risueñas que algún día contaré. Murió joven y lejos a los 35 años y en una provincia desolada del Sur más Sur, es decir en la Patagonia.
Ambos empezaron jugando en el Club Atlético Federación y luego se pasaron a los rojos del globo, es decir, Huracán.
Ambos compartían una extremada pulcritud en sus equipos de futbolistas, que llamaba la atención. Tal vez, obsesión de doña Elba, pero estaban siempre impecables con sus pantaloncitos y sus medias y sus botines brillantes y sus casacas planchaditas.
En carácter eran distintos, Luis muy reservado y Edgar un extrovertido total. El mayor era y es alto y delgado, Edgar un poco retacón, lo cual le valió el mote de "El Tarugo" como se lo recuerda hoy en el pueblo.
Ambos eran hinchas de Racing, pero ignoro a qué equipo local seguían en ese tiempo, ni siquiera sé si tuvieron una pertenencia. Ya que de grandes jugaron para ambos, pero es casi seguro que cuando se retiraron ambos militaban en las huestas huracanistas.
Con los Correa, como dije más arriba, me crié. El menor, Miguel Angel, a quien llamábamos "El Chajá" (y nunca sabré por que, ni quién le puso el mote), fue mi compañero de toda la primaria y pese a que tenía y tiene un año más que yo, esta circunstancia se dio porque él había repetido primer grado, me confesó cuando nos vimos, este año, luego de cuarenta y cinco años sin vernos ya que se mudó a Lanús, y yo a Rosario. Fue, de la pibada de entonces, con el que pasé más días juntos. Ya en la escuela, ya en la
cortada de gramilla jugando interminables partidos (¡había que quitarle la pelota a esa zurda endiablada que tenía!), por la cancha de Huracán de la cual éramos vecinos. Formó junto al Toto Míguez, lo que podíamos llamar sin exagerar "el núcleo duro del Jazmín", barrio popular de entonces.
Esta última vez que nos vimos, cambiamos algunas anécdotas amables. Tiene el mismo caminar y la misma mirada triste de aquel pibe de entonces, pero todo el pelo blanco y su cuerpo, que los años engrosaron.
Su hermano Hugo, tres o cuatro años mayor que yo, está en mi recuerdo más distante y Omar, el mayor, más lejano aún, porque se fue muy joven a Buenos Aires, y sólo lo veía en las vacaciones cuando venía a visitar a la familia.
Hicieron lo mismo que los Mitre empezaron con el otro Club y luego vinieron al nuestro. Eran, como los Mitre y como casi todos los pibes de entonces, hinchas del Racing Club, pero en el pueblo, casi diría que eran huracanistas. Claro esto no se puede decir sin temeridad, porque cómo es eso que no se sabe "a ciencia cierta" de quién es hincha uno.
A mí me suena a escándalo, francamente.
Lo real es que esos cuatros chicos (y luego muchachos) que transitaron conmigo un breve pero fundamental fragmento de mi propia vida, hoy son un recuerdo afectuoso y amable.
Los veo todavía con la ilusión de ser tapa del Gráfico, como yo, en aquellos tiempos que los tiempos arrasaron.
El único que se quedó en el pueblo es Luis Mitre (Luisito para mí desde aquel tiempo y hasta hoy) a quien cruzo por las calles desoladas de mi pueblo y saludo con efusión, hasta dejarlo irse, y sin dejar de mirar ese cuerpo flaco, que mantiene aquella lejana elegancia, la misma que le permitía entrar en el área adversaria no como un jugador con el instinto del gol de siempre, sino como si fuera un eficaz bailarín que salta un campo de flores, y no los desesperados "guadañazos" de una defensa desesperada que no
sabe cómo parar a este jugador que no parece émulo de Omar Sívori sino del mismísimo Fred Astaire, que veíamos en las gastadas películas del cine La Perla en los atardeceres en que silbaba el viento peinando los pastos de las afueras del pueblo.


*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-14161-2008-07-01.html








Interiorismo*



En una de mis vidas
me consagré
al interiorismo

Sólo yo sé cuánto sufrí
abandonándome

a aquello.






*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
















"El coloso" y los robots*




*Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona




UNO Escribo -comienzo a escribir- esta contratapa una luminosa y estival mañana de domingo. La ventana está abierta y afuera cantan los pájaros y, en la primera plana de El País, José Luis Rodríguez Zapatero afirma: "Es opinable si hay crisis". Y agrega: "Conceptos como recesión, desaceleración
o crisis pertenecen al ámbito académico". Y admite: "Hay dificultades". Yo estoy corrigiendo un texto sobre el escritor irlandés John Banville (maestro en el tema de la mecánica de la realidad y de lo auténtico) y desde mi equipo de sonido brota la voz triste y las felices orquestaciones de Dennis
Wilson en su legendario y recién reeditado Pacific Ocean Blue. Me duele un poco el pie izquierdo y muerdo un croissant y bebo un café. Y los motivos para abrir con esta detallada descripción de lo que hago y de lo que me rodea aquí es un rebelde pero también vano intento, con modales de antihéroe de Philip K. Dick, de mantener en pie la realidad -o al menos mi realidad- como forma de resistencia a la otra realidad. La realidad de casi todos los demás. La realidad que empieza justo donde termina el lugar donde vivo y existo. La realidad que señala y ordena que lo único que ocurre hoy, lo trascendente y atendible, no es otra cosa que el hecho de que la selección española de fútbol juega y se juega, a las 20.45 hora local, la final de la Eurocopa 2008 frente a la selección de fútbol alemana.




DOS Y, de acuerdo, se entiende la felicidad y el entusiasmo. A diferencia de lo que ocurre en el fútbol argentino -con dos mundiales ganados, alguna final perdida y por siempre campeones morales con un patológico poder de afirmación y negación-, el fútbol español lleva décadas sin ganar nada. Por lo que cada victoria es celebrada como un triunfo histórico. Y jugar una final no es casi un milagro: es un milagro. De ahí que, día a día, las transmisiones del Canal Cuatro hayan ido creciendo en extensión y delirio.
Así, repeticiones hasta el hartazgo de los partidos, rescate de partidos de otras eras, presentación de hasta el último cámara acreditado como si fuera un amigo de toda la vida, seguimiento a las abuelas de los futbolistas (seres aullantes que parecen escapados de una pesadilla de Almodóvar) mientras preparan los platillos favoritos de sus nietos, estampas biográficas del DT Luis Aragonés (quien, mágicamente, pasó de ser considerado un cavernícola de bar a melancólico genio estratega paseando por
el Prater con música clásica de fondo), declaraciones de absurdos fans vestidos de toreros por las calles de Viena, comentarios de especialista del alguna vez DT Camacho (sonando igualito a Torrente), y examen a fondo de la manera en que los reyes y los príncipes festejan los goles desde la tribuna VIP, donde cada vez que se enfoca a una celebridad, ésta aparece enviando mensajitos por el móvil y no mirando el partido. Y cuestiones un poco reprochables y hooliganescas como utilizar a la mascota del canal -llamada Otto, un muñequito que recuerda un poco a los dibujos de Tim Burton y que se ha agotado en quioscos y afines- para vestirlo con la camisetita del equipo rival, clavarle en cámara alfileres vudú antes del partido y, luego de la victoria, ahorcarlo en ceremonia pública en la Plaza Colón de Madrid para alegría de todos los que allí concurren a ver las batallas en pantalla gigante bajo un sol de justicia. Y por encima de todo la musiquita de ese "Podemos" que le tomaron "prestado" a Obama para sonorizarlo como el "Go West" en versión Pet Shop Boys. Pero esto -que es mucho- no es todo. En los
últimos días, hasta los políticos se han contagiado del virus y utilizan analogías y metáforas futboleras para lo que venga: el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, declaró ayer mismo que el lehendakari Ibarretxe "se metió un gol en propia puerta y se lo ha metido a los vascos" y... otro día les explico de qué va todo esto. Hoy no. Hoy no se puede. Hoy es opinable si hay crisis. Y lo demás -el futuro- depende de cómo lleguen los robots ibéricos al final de la final. Y esto sí que es inquietante: no
hay locutor televisivo u opinador célebre que no diga que España ya ganó la Eurocopa. Zapatero y Rajoy van a viajar a Austria para ver la final. Si España cae, va a ser difícil sacudirse la fama de gafe, de yeta, de aguafiestas. Pero todavía falta un poco y en la televisión desfilan los rostros de los seleccionados mientras el locutor agrega -luego de cada apellido- un "Hoy pasará a la Historia". El problema es que hay dos modos de pasar a la Historia. Ganando o perdiendo. Y los últimos no pasan a la
Historia: es la Historia la que les pasa por encima.




TRES Pero a mí lo que más me interesaba leer en el diario del domingo (y no lo encontré) no era sobre los robots metegol (ya lo comenté: la promo de Cuatro donde Casillas y los suyos aparecen mutando en
terminators/transformers aniquilando todo lo que se les cruza), sino acerca de El coloso. El cuadro de Goya. Una alegoría antinapoleónica pintada entre 1808 y 1812 que siempre fue uno de mis favoritos entre los suyos. Esa figura gigantesca desplazándose entre las brumas de un mundo pequeño y caótico. Y
ahora parece que no es de Goya, sino de un aprendiz suyo. Un valenciano de obra irregular llamado Asensio Juliá. Al menos eso casi aseguran los estudiosos del Prado a partir del examen con rayos X, ciertas torpezas anatómicas, deficiencias en la perspectiva y el un tanto desprolijo tratamiento del paisaje y de las nubes. Curioso: lo que antes era magistral rareza ahora es burdo ejercicio de segundón. Otros especialistas en Goya & Co. -siguiendo el estilo Zapatero- dicen que es materia "opinable". Como la autenticidad de la crisis del país. O la crisis interna en el PP; que tampoco es crisis, sino "sana discusión de ideas", mientras Rajoy esquiva puñales de los suyos y busca ese centro que el PSOE espera -aunque no lo admita, aunque diga lo contrario- que no encuentren nunca. Porque no hay nada políticamente más redituable que un rival retrógrado funcionando como malo malísimo. En cualquier caso, parece, El coloso pasa a la Historia o, al menos, a una sala peor iluminada del Prado.
Pero quién le quita lo colgado.




CUATRO Y al final, en la final, pudieron nomás. Y -hasta donde yo sé, sé tan poco- me parece que fue justo y merecido. La gente está contenta, los locutores dicen cosas raras y exaltadas, y España se siente un poco más europea por motivos un tanto más nobles que la nueva ley de inmigración y todo eso. Ahora es lunes por la mañana y para la tarde se anuncian multitudinarios festejos en Madrid. En lo personal, se acabó la distracción: veo fútbol para vaciar mi cabeza, para no pensar. El fútbol como meditación
trascendental. ¿Qué hacer ahora? Por suerte ya empieza la transmisión de los Sanfermines. Y siempre están esos debates en el Congreso y Zapatero será interrogado este miércoles acerca de la crisis que no es crisis, pero que se parece bastante a una crisis.
Mientras tanto, los robots victoriosos vuelven a casa y -a reimprimir catálogos y a corregir estudios- El coloso ha encontrado a su verdadero padre.
El resto -la realidad- es, ya se sabe, materia opinable.







*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-106985-2008-07-01.html








Correo:

*

Envío la invitación a la presentación de una Antología de poemas de la que formo parte.
Pariticipan excelentes poetas y escritores: Oscar Agú, Beatriz Bolsi, Gladys Frutos Faloni, Teresa Guzzonato, Elsa Hufschmid, Mónica Laurencena, Zulma Molaro y nuestro querido amigo y genio de las palabras, Horacio Rossi -siendo éste, el último libro en que participó y, bueno, como les he dicho, estoy también, en proceso de escribir...
Además nos regalará sus canciones Nilda Godoy

Es el próximo viernes 4 de julio, a las 19,30 en el centro cultural municipal de Santa Fe, (entre Rivadavia y 25 de mayo)

La entrada es libre y gratuita y al finalizar acompañaremos con algo para brindar

muchos saludos


*Susana. homenajemujer@yahoo.com.ar




*

Queridas amigas, apreciados amigos:



El domingo 29 de junio del 2008 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música de los compositores colombianos Guillermo Gaviria, Luis Pulido Hurtado und Luis Fernando Franco Duque. Las poesías que leeremos pertenecen a Luis Rivas Alcocer (Bolivia) y la música de fondo será de Elis Regina y Tom Jobim (Brasil). ¡Les deseamos una feliz audición!



ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!



REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo! Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schießstattstr. 44 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067





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