jueves, abril 23, 2009

EN UNA ESPERA FICTICIA...




TU ESQUELETO DE POLEN LUMINOSO*



¿De donde llega este escondido polen?
¿De que vientos de agobio?
¿De que muertes?
¿Qué naufragios trajeron tu pasión de arena?
¿Cuáles fueron los puertos, los amores?
¿Cómo escrutar los secretos de tu boca?
¿Cómo acceder al mapa de tus manos?
¿Cómo desvelar los ojos de la noche?
¿De que graneros viene?
¿De un pequeño alfarero?
¿Un labriego?
¿Una campesina de callosas manos?
¿De la alegría de las ramas abril?


Intento leer vientos.


La resonancia de las hojas que caen.
La madera corteza de tus sienes.
Me contesta una voz, que apenas reconozco.


A veces siento tu respiración en la alameda.
Una respiración.
Respiración casi animal, casi humana
Tu aliento. Una ráfaga.
Un soplido en mi boca.
Un gemido un latido.
Ay, tu respiración, cerca, mas cerca.
Respiración cuya profundidad no es mía.
Cae, como fruta madura.
Dobla por la ribera musical de las acequias.
Y deja un halito, un respiro, una incerteza.


Apoyo mi penumbra.
En las raíces de las rocas.
Y presiento
Tu huella inadvertida, cerca, mas cerca.
Las manos se levantan en rosa y en paloma.
Y vuelan.


A veces creo reconocer tu silueta clara
De pié, al pié de la montaña.
Con mi corazón extendido a Capricornio.
Encuentro tu esqueleto de polen luminoso
Las manos sobre el pecho…buscando
Escombro laberinto jungla liana.
Esperando
Ay, con las manos sobre el pecho.
Lejos, mas lejos



*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar







EN UNA ESPERA FICTICIA...






Primeras palabras*


Llevaban hablando por Messenger más de seis meses. Previamente lo habían hecho en el Chat en el que se conocieron y empezó a nacer aquel sentimiento extraño que con el paso de los días se fue convirtiendo en amor.
Habían planificado el encuentro y estaba esperando encontrarse frente a frente para poder hablar. Habían preferido posponerlo todo a ese encuentro desdeñando conversaciones telefónica previas y eso hacía que la cita fuera aún más esperada y más emocionante.

Los nervios de los días anteriores fueron terribles. No podía comer pensando como sería él. Tenía fotografías, por supuesto, pero ignoraba como sonaría su voz, como sería su presencia, su conversación, sus primeros contactos. Quizás su primer beso...

La mañana que se dirigió al aeropuerto a esperarle no pudo desayunar. Se miró tantas veces al espejo que sonreía pensado que de seguir a así se haría amiga de su imagen.

Llegó el momento y por la puerta de seguridad del aeropuerto, detrás de una señora con traje floreado, apareció con una sonrisa espectacular y se dirigió directamente a ella. Sin mediar palabra la atrajo hacia su pecho y le dio el abrazo más cálido que jamás le habían dado. Era tocar el cielo.

Y entonces habló. Su voz atiplada era como un graznido dos octavas por encima de lo soportable. La tercera frase la destruyó junto a las ilusiones y al susurrarle al oído la felicidad del encuentro fue como si la traspasaran con un estilete. Se apartó de aquellos labios que buscaban los suyos mientras emitían sonidos estridentemente insoportables. Le miró a los ojos, le apartó suavemente y dando media vuelta regreso a su casa a llorar su desengaño.



*de Joan Mateu joan@cimat.es







Las botas de taco alto*




*Por Sandra Russo


Siguiendo la ruta de una nota anterior, "Loca por las compras", me encontré con un recuerdo. Pero antes de escribirlo, vuelvo a una idea planteada a aquella nota: el marketing de los shoppings está dirigido especialmente a las mujeres, y se apoya en los núcleos duros de expectativas que acarreamos desde que en nuestras infancias conocimos algunos cuentos clásicos, como La Cenicienta, La Bella Durmiente o Caperucita. No sólo han servido, esos cuentos, para que los parodien pésimas películas porno. También sostienen el impulso de volver a casa con algo que no necesitábamos y tampoco nos gusta taaanto. Las mujeres buscamos siempre el objeto mágico que nos está predestinado. El marketing de los shoppings se ocupa de que creamos que ese objeto está en venta y además es muy caro.
Hace unos años estaba dando vueltas muy temprano por el Alto Palermo, haciendo tiempo. En un local de ropa y zapatos vi a una amiga de una amiga mía. No nos conocíamos mucho, pero sí lo suficiente como para que yo estuviese enterada de que esa mujer, hermosa, de unos cuarenta años, con cara lavada, iba a internarse al día siguiente para que le sacaran un tumor que tenía alojado en un riñón. Me vio y tuve que acercarme. Yo estaba muy descolocada. No sabía qué decirle. Pero ella dijo:
-Mirá, si mañana me quedo en la operación, por lo menos me habré comprado estas botas.
Me dio una del par que había elegido. Eran de charol negro, con unos tacos muy finos y muy altos. Esas botas imposibles que usan las entrevistadas de Jorge Rial. Cuando la tuve en las manos me sorprendió que el cuero fuera tan finito, tan blando. Tenía la idea de que el charol era duro. Pero éste tenía
siliconas. Las botas parecían rígidas, pero eran muy suaves. Debo haber puesto cara de sorpresa.
-Ah... ¿viste? -me dijo ella, riéndose-. Probátelas -me pidió.
Yo no tenía tiempo y andaba en zapatillas. No me dio tiempo a contestar. Se sentó en una butaca blanca y se las probó ella. Esa mujer que sabía que al día siguiente iba a pasar por la experiencia límite de esa operación puso en marcha otra operación, en este caso de símbolos, que presencié. Con su saquito rojo con botones de nácar y su pollera escocesa que terminaba apenas arriba de las rodillas, ella parecía con esas botas puestas una imagen arrancada de esas revistas para vestir a la muñeca. Las botas, para decirlo claro, eran botas fetiche, botas de Gatúbela, de puta. Nunca volvimos a hablar sobre el tema. Pero el recuerdo de esa mujer comprándose esas botas la mañana anterior a un día tan clave y temido, me quedó dando vueltas. No sé qué recorrido hicieron esas botas por su vida, que siguió y sigue muy
bien. Pero a mí me quedó en la cabeza esa imagen, la de la desesperación que en lugar de solamente estremecer también abre una compuerta, desbloquea. No sé qué habrá buscado esa mujer aquella mañana, pero siempre sospeché que era el objeto mágico. El objeto que estaba allí esperándola, en una espera ficticia, que es la de todos los objetos.
Lo interesante no eran las botas, claro. Era su elección. El tono del llamado que ella escuchaba. Quizá una parte de sí que había quedado obstruida. Quizá algo atisbado con el rabillo del ojo, algo del orden de la ligereza más profunda.
Nuestra relación con los objetos, sobre todo los que nos ponemos sobre el cuerpo, nos habla tanto que a veces aturde. El consumo de imagen está tan incorporado a nuestras maneras de pensarnos, que apenas se despega un poco es muy interesante ver con qué clase de adhesivo lo llevamos pegado.



*Fuente; Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-123760-2009-04-23.html








La familia atada*




*Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona



UNO El otro día vi por la televisión a un abuelo desesperado. ¿Alguna vez han visto a un abuelo desesperado? Es algo terrible de ver. Es como ver a un padre desesperado... pero peor. El hombre miraba a cámara y con la más seria de las sonrisas que uno pueda imaginar (imagínenla ustedes; porque yo la vi y todavía me estoy reponiendo de semejante visión) decía algo así: "Sólo quiero que cualquier día de éstos me atropelle un auto y quedar en coma. Por dos o tres meses. Y después de ese tiempo recuperar la conciencia sin consecuencias graves. Volver a ser el que era, llevar el mismo tipo de vida.
Pero de verdad: les juro que necesito descansar un tiempo. Ya no aguanto más esto de tener a los nietos todos los días en casa, desde la mañana a la noche y otra vez a la mañana y...". Y el abuelo desesperado, en serio, seguía sonriendo. El abuelo desesperado -quien todos los días se desayuna con alguna nueva noticia sobre el aumento de expectativa de vida para los ancianos- sólo quería poder descansar en paz sin tener que llegar al extremo de morirse.


DOS Pero parece que no se puede. Adiós a esos crepúsculos lentos y dulces y a esas propagandas donde se mostraba a parejas de modelos canosos y esbeltos caminando junto a una playa o corriendo por los prados, redescubriendo el amor de volver a vivir y disfrutar del júbilo de la jubilación como premio
al deber cumplido. Y en España -y supongo que en el mundo- no deja de hablarse del tema entre susurros vencidos y alaridos derrotados. "El síndrome del nido lleno", titulaba una doble página de La Vanguardia hace unas semanas. Y allí se mencionaba un estudio con título en versito, "La generación de la transición: entre el trabajo y la jubilación", que determinaba que un 69 por ciento de los padres españoles de entre 60 y 70 años tiene contacto diario con sus hijos independizados -el doble de la media europea-, el 40 por ciento todavía tiene a algún hijo viviendo con ellos y un 48,3 con hijos todavía no emancipados (léase: "Papi, mami... Les dejo a los chicos para que les den de comer y los bañen, pero antes de todo
eso no vayan a olvidarse de pasar a buscarlos a la salida del colegio y aquí sobre la mesa les dejé el frasco de píldoras para la memoria"). Para aquellos que les gusta tanto coleccionar porcentajes, aquí van algunos más, explicando en detalle las actividades de casi la mitad de los entrevistados para el estudio en cuestión: el 30 por ciento ayuda a sus hijos cuidando a los nietos en el domicilio propio, un 13 en el de los hijos, un 28 los lleva o los recoge del colegio, un 17 les sirve el desayuno y un 14 se encarga de
la cena. Y la cosa se complica más cuando se revela que el 13 por ciento de los padres mayores de 65 años tienen, todavía, a alguno de sus progenitores aún vivo y requiriendo de cuidados y atenciones varias. Esto ubica a España en un poco honroso primer puesto europeo a la hora de seguir -no es lo mismo
la familia unida que la familia atada o constantemente reunida- aquel lema dominguero que aullaba Carmelo Campanelli una vez alcanzada la breve tregua de los ravioles: "Lo primero es la familia". Y lo segundo y lo tercero y lo cuarto también.


TRES Así, la familia ya no es lo que era. O mejor: su curso se ha visto alterado en los últimos tiempos. Así, la familia como entidad golpeada por el estallido radiactivo de algún accidente de laboratorio. La familia que se alza entre las ruinas como una criatura mutante que ya no es y nunca volverá a ser lo que era. La familia como algo con demasiados cuerpos y cabezas y todos juntos en unos pocos metros cuadrados, como en aquel cuento de Ballard, a quien tanto extrañaremos su mirada extraña y cada vez más normal en este mundo cada vez más ballardiano. El testimonio del abuelo antes mencionado es, apenas, la punta de un iceberg contra el que chocan y naufragan todas las expectativas. Es decir: los que por fin, no hace mucho, se habían ido en busca de grandes aventuras vuelven vencidos a la casita de
los viejos; los que se habían ido hace tiempo resulta que ahora se separan.
Otros, más cautos, deciden pensárselo un poco: la cosa no está como para andar dividiéndose. Imposible financiarse una nueva casa y seguir pagando la anterior. Y está el tema de los chicos, de traerlos y llevarlos de un lado para otro. Así es como ha ido descendiendo el índice de divorcios por estos
lados. Por primera vez en diez años. O tal vez la cosa tenga que ver con el hecho de que muchos flamantes separados -habiéndose independizado cerca de las cuatro décadas de edad- ya no tienen padres que puedan cuidarles los hijos o casitas de los viejos a los que retornar. O, quizás, los viejos
padres -sabiendo que en cualquier momento mutarían a abuelos full time y todoterreno- se apuntaron al programa de protección de testigos del FBI y cambiaron nombre y domicilio y rostro para ya nunca ser encontrados por sus vástagos y por los vástagos de sus vástagos.


CUATRO Y hasta hace poco -en tiempos de bonanza de espejismo pero de bonanza al fin- las estadísticas decían que la edad promedio en la que un hijo español dejaba la casa de los padres españoles era la de unos 36 años, verano más o verano menos. Parece que los quieren mucho o que están cómodos.
El 51 por ciento de los hombres y el 50 de las mujeres con ingresos suficientes como para vivir solos deciden quedarse un ratito más junto a papi y mami. De este modo -explican sociólogos y psicólogos- la infancia se acorta (la media debuta sexualmente a los 16 años y 10 meses) pero la adolescencia se alarga. Mucho. Así, la edad del pavo se convierte en la edad del pavo irreal. Así, hasta hace poco uno salía a conocer mundo a eso de los 36 años promedio porque no se podía comprar piso propio (¿qué es esa
vulgaridad de andar alquilando por ahí cuando se puede ser copropietario de la vivienda paterna?) y ahora, en tiempos de crisis, la cosa se ha complicado todavía un poquitito más y aquellos educados por una sociedad consumista para el consumo se descubren súbitamente consumidos. La contracción de créditos bancarios ha generado lo que ya comienza a conocerse como Generación Cero. Y si antes se quejaban los Mileuristas, los Chicos y Chicas Cero -los más preparados y con más estudios de la historia ibérica- darían cualquier cosa por tener trabajo. España es también -con el 31 por ciento y sumando- líder europeo en desempleo juvenil. De ahí que haya tanto tiempo libre y pocas actividades gratuitas. De ahí que, seguro, los padres les recuerden todo el tiempo a sus ya casi marchitos retoños que se tomen la
píldora, que no vayan a salir sin profilácticos, que mejor se hagan una vasectomía o se aten las trompas o lo que sea. No vaya a ser que cualquier noche de éstas sus hijos les consigan trabajo de abuelos.



*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-123584-2009-04-21.html










La muy lista*







La teta lista me traspasaba

¡Y que esa teta lo diga!

La teta lista me compelía

a pasar a ella

a trasladarme en cuerpo y manos

(La notable notada

en total y en parcial)



La teta actuaba una escena de aquellas

donde se prueban Las Grandes

en sus transiciones

He sido cabalmente el espectador confund ido por el asedio

de esa Diva en el personaje

al filo de la corazonada



Soy demasiado excesivo

¡Y que esa teta lo diga!

Perro de presa en el coto de caza.







*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar






*

Apreciadas amigas, queridos amigos,

El número 87 de nuestro Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL “Estrella Errante”, edición Abril/Junio/2009, puede ser ya consultado en nuestra página en internet www.euroyage.org bajo el link:
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CONTENIDO:
· Resultados del 3er Concurso de Composición XICóATL.

La edición impresa de XICóATL # 87 puede ser puede ser solicitada a YAGE por e-mail a la dirección euroyage@utanet.at al precio de 7.- Euros (incl. envío postal).


Cordial saludo,

YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur
www.euroyage.org

Schießstatt-Str. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067



*


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