martes, agosto 25, 2009

ESA DULCE OSCURIDAD...



-ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL ROJAS.


“Paisaje”*


Quiero pisar la tierra descalza… una mañana
y mirarme en un cielo despoblado de nubes,
sin trajín ni demoras, sin un hoy ni un ahora
con una flor silvestre confundiré mis formas.
En una playa lisa se fundirá mi alma,
un pájaro sin alas tu pecho será entonces;
como un vuelo en la siesta, conocido y seguro
como un puerto cercano donde mi barca herida
descanse entre tus manos.


Como el verde del pasto, y el aroma del campo
cuando cierran las flores.


Con la luna en creciente me volveré más mansa
más sencilla y liviana me perderé en el viento
en alguna mañana de sol caliente y claro
y entonces… dulcemente me quedaré dormida
perdida en el paisaje, dibujaran mis labios
una sonrisa tibia cuando el placer me abarque
y tu amor me desvista.


*de Adriana Barcia. barciadriana@yahoo.com.ar






ESA DULCE OSCURIDAD...




ES ENERO Y TE AMO*


“Y nombraré las cosas, tan despacio que cuando pierda el Paraíso de mi calle
y mis olvidos me la vuelvan sueño, pueda llamarlas de pronto con el alba..”
ELISEO DIEGO



Me ha traicionado el ocaso de las vides.
Era enero y te amaba.
No sabía sumar, pero me daba cuenta.
Que una manzana mas otra manzana eran dos.
Que uno mas uno era dos, no, tres.
Contaba, uno a uno tus dedos.
En tu mano izquierda, sobraba un dedo y un anillo.
Era enero y el amor dolía.
Escapabas, como los limites que ponías al tiempo.
Treinta monedas en las manos y una flauta.
El sonido partía de tu boca.
Llegaba hasta el silencio de mis ojos.
Luego cantabas .No entendía el guaraní.
No entendía tu mirada entre celdas.
Te evaporabas como el mar, o el agua hirviente.
Te acompañaba al colectivo y me dolía enero.
Volvía hacia mi casa y hacía cuentas.
Cuatro manzanas menos una, eran tres manzanas.
Trabalenguas. En tres platos tres tigres comen trigo.
Tres tristes tigres y un verano robado.



Que explote una rueda. Una sola.
Colectivo de tres ruedas no parte.
Pedía a Dios que me demostrara que existía.
En el nombre del padre.


Pero Dios parece que no escucha.
O que tiene cosas más importantes.
O le aburren las risas de los niños tristes.
O no le gustan las mujeres grises.
O no le gustan las manos con anillos.


Me ha traicionado el ocaso de las vides.
Es enero y te amo.
Aun no sé sumar, pero me doy cuenta.
Que uno mas uno, no es dos, es tres.


*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar








EL AMIGO DE ALAN LADD*



Ese monte de alta coníferas que uno veía de lejos perteneció al casco de lo que fue la estancia "Maldonado".
Dos cosas me llamaron la atención cuando el tema aparece en alguna conversación entre mayores, que somos los únicos que podemos dar cuenta de algunas cosas que las generaciones jóvenes ignoran y no está dentro de la esfera de sus intereses enterarse. Nunca sabré quien bautizó esa estancia con ese nombre, ya que los dueños originarios fueron suizo-alemanes y la otra es que tampoco hay prueba cierta ni quién fue el responsable de esa decisión de plantar un monte de esa magnitud en esa llanura acostumbrada a las pezuñas de las vacas.
Otro misterio -y es el más trágico- insondable es descubrir qué mente asesina mandó a cortar esa variedad irrepetible de árboles que nunca más se vieron juntos.
Cabe hacer una aclaración que se base en mi estricta, mi traicionera memoria y yo no se si puedo ser preciso y veraz, pero debo ser sincero. Me asalta una duda: ¿estaba ese monte muy cerca del casco "de las casas", diría un criollo? Para el caso da lo mismo. Creo que estaba algún centenar de metros o dos, como quien va al pueblo "La chispa" para quien es conocedor de la zona.
Ese monte subyugaba mi infancia. Demasiado lejos del pueblo para una incursión de caza, demasiado peligroso también para llegar hasta ese lugar que los capataces o simples personas nos dejaran llegar hasta allí sin permiso de los dueños o del mismísimo encargado del campo. A la ocasión la pintan calva, dicen, pero yo la tuve y la aproveché. Fue así como pude conocer ese motivo de interés que con el correr del tiempo se me iba poniendo inaccesible. No habré llegado a los diez años cuando mi tío Berto, esposo de mi dulcísima Tía "Ita" a la sazón encargado de la sección "Apicultura" del establecimiento, invita a mi padre a una incursión de caza en el mismísimo monte.
No era caza habitual -perdices, patos o liebres- que siempre emprendían. Era caza nocturna de palomas monteras.
Ocasión única y muy triste. Aunque yo al ser convidado no pude disimular mi alegría.
Los motivos de esta invitación obedecieron a una razón práctica.
Iban a ir con gomeras y necesitaban a alguien que les alumbrara las piezas en esos altos árboles con una linterna.
De todos modos, en ese tiempo, acompañar a mi padre o a mis tíos en cualquier actividad donde los adultos me tuvieran en cuenta, incluso, para tareas muy menores, era motivo de indisimulado orgullo para mí.
Así que una noche, Cholo Hidalgo -también empleado de la Estancia, creo- nos vino a buscar en un auto negro, un Chevrolet cuadrado, modelo del año 30, colijo y creo, propiedad de la estancia, aunque no lo puedo asegurar. El otro de la partida era Natalio Pereira, hermanastro de mi tío y el más joven de los adultos.
Nos pasamos toda la noche recorriendo ese predio o parte de él: yo con una linterna alumbrando hacia las ramas. Empezaba por las más bajas e iba subiendo el haz de luz hacia lo alto, según me habían instruido, y los grandes a limpio gomerazo no dejaban casi pieza viva. Era tal la indefensión de los pobres animalitos que hoy de recordarlo solamente me da mucha pena y una culpa retroactiva. En nuestra defensa diré al menos que esa bolsa maicera -y la gente de campo saben de qué hablo: eran las más gruesas y también las de mayor capacidad- repleta de piezas fue a parar a las ollas de las respectivas familias. Hoy ya no recuerdo de qué forma preparó mi madre esa carne blanca y exquisita. Pero esas palomitas monteras que fueron a dormir con la falta de precaución de siempre no sabían que iban a encontrarse con la muerte. No tuvieron tiempo de despertar siquiera cuando yo las encandilaba con una luz potente que iba innecesariamente acompañada por el hondazo de la muerte. Por suerte para mi culpa adulta nunca más hicieron incursión semejante aunque yo en aquel tiempo no era consciente y
sólo me preocupaba por compartir ese velado y misterioso mundo de los adultos.
Como cuando mis tíos menores -Ñato y Ruso-a la sazón juntadores de maíz en la chacra de don Jaime Aguiar pasaban a buscarme en sulky y me llevaban al cine "La Perla" a ver esas películas de cowboys donde Randolph Scott o Alan Ladd andaban a puñetazo limpio distribuyendo justicia por todo
el Lejano Oeste y mi corazoncito atribulado se llenaba de fantasías justicieras sin saber que todo era ilusión hollywoodense, como para romper el tedio de ese pueblo rodeado de maizales, de hondos zanjones, de ranas croadoras, de heladas pampas que quemaban el pasto, convertían en hielo el agua de todos los charcos pero a mí esas noches inolvidables hacían que me durmiera pensando que fuera de ese pequeño pueblo perdido en la llanura no era el centro del universo sino que una fantasía, lejana como un sueño,
podía gracias al misterio del cine transformarme en el amigo de Alan Ladd, ese petiso de jopito que destruía a puñetazos a todos los malvados de la tierra.


*de Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar







PROBLEMA RESUELTO*



A pesar de la frase abortiva, reiterada y apolillada de su marido: “¿Para qué te vas a meter en ese lío?”, Ada emprendió el aprendizaje de computación. Haciendo ciertos malabares se compró una computadora e inició clases para dominar el sistema. No fue difícil y en poco tiempo pudo confeccionar rápidamente las planillas de contabilidad de su pequeño negocio, controlar los gastos de la casa, dejar asentado la distribución del dinero y otras cosas más. De todos modos el no poder compartir con nadie sus logros fue minando su interés de avanzar más allá en su aventura hasta que dejó las clases de lado y sólo siguió con el control de lo doméstico.
Pero algo había prendido en ella y seguía encendiendo en su interior luces de reclamo y esa mañana se despertó resuelta, abriría su libro, practicaría las lecciones que había dejado de lado y luego volvería a sus clases.
Por la noche esperó que el sueño adormeciera en él toda observación irónica y se enfrentó a la máquina.
Su hermana, cuya cama estaba cerca de la computadora se había acostado pero no dormía ni tampoco hacía comentarios.
Con actitud desafiante enfrentó al teclado, comenzó por imprimir una frase cualquiera pero como nunca había asistido al curso de dactilografía al tacto de Pitman, debía mirar cada letra antes de apoyar su dedo. De pronto un sacudón como un sismo de alto poder la paralizó, faltaba la letra g, por más esfuerzos que hizo no la encontró.
- ¿Dónde te metiste, desgraciada? – gruñó en voz alta.
Su hermana se volvió y la miró como a través de un velo.
- ¿Qué te pasa? – preguntó con un tono evadido.
- No encuentro la letra g.
- ¿Te fijaste en el piso? – sugirió desde su estado arteroesclerótico. – A lo mejor se te cayó.
- No, no está en el teclado. – Su tono ya era de alarma total.
- No te preocupes, mañana cuando barro el piso te la encuentro – y se cubrió con la manta para conciliar el sueño.
Y era cierto, la g se había esfumado. ¿Tal vez cansada de tanto ser oprimida para imprimir la palabra gastos? ¡La había escrito tantas veces…!




*de Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar







El amor como utopía de la transgresión*


En este fragmento de El consumo de la utopía romántica (Katz), la autora explica cómo las prácticas amorosas actuales se alimentan, a la vez, del hedonismo consumista y la disciplina laboral



*Por Eva Illouz

La idea de que el amor romántico constituye una de las piedras angulares de la cultura capitalista no es ninguna novedad. Ya en el libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (una crítica radical de la familia desde los griegos hasta la burguesía), Friedrich Engels condenaba a la familia por subyugar a las mujeres y conservar la propiedad privada mediante las leyes de la herencia. Según el filósofo alemán, el matrimonio burgués, caracterizado por la monogamia y el "afecto", no es más que una apariencia hipócrita, condicionada por la pertenencia de clase más que por los sentimientos, y cuya causa en última instancia no es el amor sino la conveniencia. El "verdadero" amor romántico, por lo tanto, sólo podría surgir en la clase obrera, pues ésta no tiene ninguna riqueza material que ganar o perder. Como afirman Marx y Engels en el Manifiesto comunista , la familia y el amor quedarían libres de sus lazos de dominación e interés sólo en una sociedad comunista, puesto que allí la propiedad privada y las ganancias económicas no serían motivo para formar una pareja. Resulta evidente que, como condición previa para las relaciones humanas auténticas y genuinas, la utopía política de estos dos autores supone la existencia de una separación total entre los sentimientos y la mercancía, el amor y los
intereses económicos.
Algunos integrantes de la Escuela de Frankfurt combinaron las doctrinas de Marx y de Freud para perfeccionar esa crítica del capitalismo, colocándolo en contraste con una utopía social que guardaba un lugar honorífico para el amor. Marcuse, por ejemplo, sostiene que se puede y se debe liberar al deseo
erótico de las exigencias psíquicas que impone el sistema de producción capitalista. Según este autor, el "principio de realidad" que le da vida al capitalismo deja sometido el deseo a las leyes rígidas de la productividad.
Erich Fromm, por su parte, retoma algunos conceptos de la crítica de Marcuse pero ofrece un análisis diferente de la relación entre capitalismo y amor: El arte de amar , su obra de 1955, plantea que el amor moderno se concibe en los mismos términos que las relaciones de intercambio capitalistas. La
pareja moderna ha pasado a ser un "equipo de trabajo" y, en función de ello, ha adoptado los valores y los razonamientos propios de las relaciones económicas capitalistas. En síntesis, Fromm, al igual que Marcuse, presenta el vínculo entre sociedad y amor como una cuestión política, lo que allana el camino para una crítica política de la sexualidad, el deseo y el amor.
A pesar de la amplia influencia que ejercieron estos filósofos sobre la academia y, más brevemente, sobre los movimientos estudiantiles de la década de 1960, sus opiniones no han logrado transformar demasiado las representaciones populares del amor. En efecto, éste sigue siendo uno de los principales mitos de nuestros tiempos. Por lo tanto, sería provechoso iniciar nuestro análisis con el siguiente interrogante: ¿por qué tiene tanta fuerza en el imaginario colectivo la idea del amor romántico y sus
mitologías concomitantes? [...]. El poder tenaz del amor puede explicarse, al menos en parte, por el hecho de que constituye un punto privilegiado para la experiencia de la utopía. En las sociedades capitalistas, el amor contiene una dimensión utópica que no puede reducirse con tanta facilidad a la idea de "falsa conciencia" ni al supuesto poder de la "ideología" para encauzar el deseo. Por el contrario, los anhelos utópicos que constituyen el núcleo del amor romántico presentan una afinidad profunda con la experiencia de lo sagrado. Como plantea Durkheim, ese tipo de experiencia no ha desaparecido en las sociedades seculares, sino que ha migrado de la religión propiamente dicha a otros dominios de la cultura. El amor romántico es uno de los puntos de ese desplazamiento.
Ahora bien, resulta paradójico que el amor secular haya comenzado a atravesar este proceso de "sacralización" a la vez que se lo privaba de los sentidos prestados mucho tiempo atrás por las instituciones religiosas. A principios del siglo XX, el amor romántico dejaba de ser una especie de
"altar" ante el cual los enamorados se "consagraban" mediante un culto concebido en términos de la devoción cristiana. En ese proceso de secularización, adoptaba las propiedades de un rito , es decir, comenzaba a alimentarse de temas e imágenes que ofrecían acceso temporal a una poderosa utopía colectiva de la abundancia, el individualismo y la autorrealización creativa. A su vez, estos significados utópicos se experimentaban mediante la ejecución cíclica de ritos de consumo. [...]
Los temas que componen la utopía romántica anteceden al surgimiento del capitalismo propiamente dicho. Varios autores observan que la mayoría de las sociedades premodernas (incluso la europea) concebían el amor romántico como una fuerza subversiva que atentaba contra el orden moral y jurídico. Sin embargo, esta observación resulta más pertinente aún en el caso de la cultura occidental, donde se ha infundido al amor romántico un aura de transgresión al mismo tiempo que se lo ha elevado al estatus de valor supremo. Las figuras más presentes en nuestro imaginario romántico reafirman los derechos inalienables de la pasión y se resisten a las divisiones de género, clase y nacionalidad, así como a las disposiciones normales de la sociedad. Uno de los motivos por los cuales el amor romántico se percibe como un fenómeno desestabilizador es el hecho de que desafía un mecanismo de regulación fundamental en todo grupo social: el del parentesco. Como sostiene el antropólogo Claude Lévi-Strauss, el tabú universal del incesto supone que los grupos deben crear y mantener relaciones de reciprocidad y obligación mediante el intercambio de mujeres. En muchas sociedades, los representantes de la autoridad controlan y supervisan de cerca dicho intercambio para garantizar que se observen las normas de la endogamia.
En la medida en que el amor romántico avala la elección de la pareja por parte del individuo, con frecuencia por fuera de las normas de la endogamia o en contra de ellas, sirve para sondear los límites de las reglas que mantienen unido al grupo. Como afirma William Goode en un ensayo clásico sobre el amor, "permitir la formación aleatoria de parejas implicaría un cambio radical en la estructura social vigente". Sin embargo, y aunque dicha transformación radical no se haya concretado, en el nivel de la
representación simbólica el amor romántico articula un modelo utópico y un anhelo de soberanía del individuo por sobre los intereses del grupo, y a menudo en contra de ellos. Mucho antes de que surgiera el individualismo posesivo del capitalismo comercial e industrial, el amor romántico rendía homenaje al individualismo moral, un valor de importancia suprema para dicho capitalismo.
Asimismo, en la premodernidad europea las normas de endogamia no sólo limitaban la autonomía del individuo sino que servían para regular el intercambio de riqueza. Los integrantes de la aristocracia terrateniente se casaban con personas de un estatus social y económico semejante o superior al de ellos para conservar o incrementar su propia posición social y su patrimonio. El historiador Theodore Zeldin plantea que, hasta principios del siglo XX, el matrimonio era una de las operaciones comerciales más
importantes para las personas de todos los niveles sociales (menos de la clase baja, ya que no podían solventar la ceremonia). En esa época, lejos del ideal moderno del amor, el matrimonio perfecto era aquel en el cual "las fortunas de ambas partes estaban totalmente equilibradas: el matrimonio ideal representaba una negociación equitativa". Zeldin señala que en ese ambiente "el amor era, para la autoridad paterna, un gran enemigo, un rebelde proclive a arruinar todos sus proyectos". En efecto, se concebía el amor romántico como un fenómeno opuesto a las estrategias de reproducción social normalmente protegidas por la institución del matrimonio, pues representaba valores tales como la irracionalidad, el altruismo y la indiferencia hacia la riqueza. No obstante, en la literatura popular de la época se observa una ironía, ya que el amor, como por arte de magia, trae consigo seguridad económica y abundancia sin ningún tipo de frialdad ni premeditación.
Así, el amor romántico precede al capitalismo propiamente dicho, pero articula dos tópicos recurrentes que luego resonarán entre sus temas ideológicos centrales: por un lado, el de la soberanía del individuo frente al grupo, que se reafirma en las elecciones sexuales ilícitas y en la resistencia contra las normas de la endogamia que éste le impone; por otro lado, el de la distinción, central para la ideología burguesa, entre los sentimientos y el interés, el altruismo y el egoísmo, plasmados en la esfera privada y en la esfera pública, respectivamente. En esta división, el amor romántico avala la prioridad de los sentimientos por encima de los intereses sociales y económicos, el privilegio de la gratuidad por sobre el beneficio económico, la primacía de la abundancia con respecto a las privaciones causadas por la acumulación. Al proclamar la supremacía de las relaciones humanas gobernadas por la entrega desinteresada del propio ser, el amor no sólo exalta la fusión de dos cuerpos y dos almas individuales sino también abre la posibilidad de un orden social alternativo. De este modo, proyecta un aura de transgresión que al mismo tiempo promete y exige un mundo mejor.
No obstante, las meras representaciones, como lo es la visión ideal del amor romántico, no tienen la capacidad de ganar por sí mismas una devoción tan generalizada y perdurable. Para ello, deben articularse en ciertas categorías de la experiencia. A partir de las premisas durkheimianas que ya
hemos mencionado, desarrollaremos aquí la idea de que la dimensión utópica del amor romántico deriva de una categoría particular de lo religioso: aquella que el antropólogo Victor Turner define como "liminalidad". Según este autor, lo liminal es una categoría de lo religioso en la que se invierten las jerarquías del orden normal y se liberan energías comunales para fundirse en un vínculo orgánico. Lo liminal explora los límites de aquello que el grupo social permite, controla y sanciona ritualmente. Por lo
tanto, contiene elementos de transgresión, pero también mecanismos para restablecer el orden "normal" de las cosas. En este sentido, el amor romántico ha sido y será la piedra angular de un potente ideal utópico porque reafirma la supremacía del individuo y pone en acto simbólicamente, mediante la inversión de las jerarquías, los ritos de oposición al orden social establecido. Sin embargo, esto no es decir mucho si no se mencionan las condiciones sociales y las instituciones gracias a las cuales la
liminalidad romántica opera en contextos específicos. La tarea que nos espera será, entonces, demostrar no sólo que el amor genera el espacio emocional para la experiencia de lo liminal y el acceso a la utopía, sino también que a dicha experiencia la moldean los símbolos, los valores y las relaciones de clase de la sociedad capitalista estadounidense.
Paradójicamente, en la cultura contemporánea el mercado es el que da forma a la oposición contra los valores utilitarios y a la inversión del orden social que se reafirman en el amor romántico. Sobre todo, ciertos sentidos que están presentes en el consumo de ocio transgreden de manera temporaria las condiciones impuestas por el trabajo, el dinero y la lógica del intercambio. Mediante su incorporación a la esfera del ocio, el amor romántico se afianza profundamente en la tradición que avala el desorden del individuo frente al orden del grupo, sólo que ahora esa convalidación se expresa en el idioma consumista de la cultura posmoderna. [...] La cultura posmoderna del capitalismo tardío articula una potente utopía del amor que promete transgresiones mediante el consumo del ocio y de la naturaleza.
Entre las prácticas amorosas se incluyen ritos de transgresión que se oponen a los valores de la esfera productiva y destacan la libertad personal, pero en última instancia dichos ritos se asientan en el mercado.
A partir de las ideas planteadas por Durkheim y Turner respecto de la alternancia en la vida social de momentos "intensos" de fusión con lo sagrado y momentos "fríos" de actividad cotidiana y orientada a lo pragmático, el presente análisis muestra que la puesta en acto de la utopía romántica mediante los ritos del romance convive con la experiencia de un amor más racional, utilitario y laborioso. [...] Este último tipo de relación exige del individuo un autocontrol cuidadoso y racionalizado, con lo cual dicha modalidad de lo amoroso se ubicaría en el extremo más "profano" de la experiencia romántica. Sin embargo, esa esfera de lo profano no resulta sociológicamente neutral, sino que está impregnada de los valores y los discursos propios de la producción capitalista.
El amor romántico presenta entonces un caso ejemplar para la sociología de la cultura en el capitalismo tardío, pues fusiona y condensa las contradicciones que se dan en dicha cultura entre la esfera del consumo y la de la producción, entre el desorden posmoderno y la poderosa disciplina laboral de la ética protestante, entre la utopía de un mundo de opulencia sin clases y la dinámica de la "distinción". El punto de partida para este análisis es una sugerente observación de Daniel Bell que no ha perdido
validez: la cultura del capitalismo se contradice, ya que exige que las personas sean laboriosas durante el día y hedonistas por la noche. La contradicción cultural entre la esfera del consumo y la de la producción se encuentra en el "corazón" de las definiciones actuales del amor romántico; las prácticas amorosas se alimentan al mismo tiempo de dos lenguajes culturales tan generalizados como opuestos: el del hedonismo y el de la disciplina laboral.


[Traducción: María Victoria Rodil]

*Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1164270






Cartas de un escritor que duda y reflexiona sobre su estilo*



Entre abril de 1977 y diciembre de 1984, Osvaldo Soriano mantuvo una intensa correspondencia con el periodista y escritor, nacido en la ex Yugoslavia y radicado en Turín, Giovanni Arpino (1927-1987), que entre sus muchas novelas escribió Esa dulce oscuridad, historia que fue llevada al cine por Dino Risi
en la película Perfume de mujer, con la actuación de Vittorio Gassman. Las cartas entre ambos autores fueron recopiladas por Massimo Novelli en un libro, Bracconieri di storie, que la editorial Spoon River publicó en Italia en diciembre de 2007 y que Francisco Juárez prestó gentilmente a este cronista.
Soriano le escribe la primera carta a Arpino el 3 de abril de 1977, desde Bruselas. Allí le cuenta que ha leído con retraso el artículo que Arpino había escrito sobre Triste, solitario y final, aparecido en el diario La Stampa el 29 de noviembre de 1974. "Ninguna de las críticas aparecidas en los países donde se publicó Triste ... me ha emocionado tanto. Porque viene de quien viene, el artículo me parece exagerado e inmerecido."
El 17 de agosto de ese año, cuando ya habían intercambiado varias cartas, Soriano escribe: "En noviembre iré a Italia, pero no creo que me sea posible ir a Torino. Yo tengo por Italia un cariño que me desborda, y algún día le contaré cuánto lloré el día que vi Roma por primera vez. Por ahí dicen que
nosotros somos italianos que hablamos español y nos creemos ingleses. A veces es cierto, salvo para el caso de Jorge Luis Borges, un escritor genial que es inglés, habla español y se cree argentino".
Tras haber leído en Estrasburgo Serena, una novela de Arpino, Soriano le escribe, el 26 de enero de 1978, una carta llena de admiración que deja ver las dudas y búsquedas que le provoca su propia escritura: "Estoy privado de la posibilidad de usar palabras o frases explosivas que puedan llevarte
(llevarnos) a creer que detrás de la obra me deslumbra el amigo, el Arpino que conocí superficialmente en Torino y más profundamente en Liège. Tu novela es para mí la desgarradora certeza de lo que nunca podré hacer y siempre quise: contar un amor imposible con la sutileza y la fuerza desesperadas de un talento que no termina en la simple enumeración de acciones más o menos felices".
En noviembre de ese año, le escribe: "Hace dos días, leyendo L´ombra delle colline, en francés [...] comentaba a Catherine no ya tu natural talento para la construcción de los personajes, para "sumergirte" en la perturbación de esas vidas vacías (vacías?), sino mi propia impotencia [...]. Al leerte
siento que mis personajes son de una banalidad rayana en la estupidez. Lo mismo me ocurre frente a Fitzgerald o a Nathanael West, o a Caldwell. Hay noches donde me digo que quizá el intento de presentar a los personajes como si el narrador fuera una simple cámara fotográfica, o cinematográfica (es decir: el narrador ignora qué lleva el personaje en sus bolsillos porque no lo ve, puesto que si lo viera sería dios) pueda llevarme a algo. Si no lo consigo haré el ridículo".
En la correspondencia había también espacio para el fútbol. "Los amigos me cuentan que en un pequeño club de Buenos Aires, Argentino Juniors, está la salvación del Torino -escribe Soriano el 7 de mayo de 1979-. Se llama Diego Armando Maradona, tiene 18 años y es, según los periodistas y mis propios amigos, el mayor jugador (aunque es petiso) de los últimos 30 años. Hace dos goles por partido (su equipo es miserable y va primero) y ya está en la selección nacional. Claro, todos los grandes, y el Barcelona, lo quieren comprar: cuesta, creo, cinco millones de dólares. Si el Torino tiene esa plata está salvado. Dicen que a su lado Sívori es un energúmeno. Después no digan que no les avisé." Al poco tiempo Maradona iría a jugar a Italia. Pero no al Torino de Arpino, sino al Napoli.
El tema recurrente, además de los editores, es la escritura. Le cuenta Soriano a Arpino: "Releyendo el libro de cartas de Raymond Chandler, me quedé con un párrafo: "Un escritor solo se salva escribiendo". Eso trato de hacer hoy".


*H. M. G.
© LA NACION
*FUENTE: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1165322









Presencia*


Ofrecía su silencio
como un vaso de agua.
Y al beberlo
se refrescaban las palabras.


*de Eduardo Mitre.
-De "Líneas de Otoño"

-Enviado para compartir por Verónica Capellino. veroaleph@hotmail.com







*

Inventren... Próxima estación: SATURNO.
-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
http://inventren.blogspot.com/




*


Queridas amigas, apreciados amigos:



Este domingo 23 de agosto de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor argentino Matías Giuliani. Las poesías que leeremos pertenecen a Lucas Duarte (Colombia) y la música de fondo será de Machu Picchu (Andes). ¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).



REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.org

Schießstatt-Str. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067




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