sábado, agosto 22, 2009
PIEL DE DESTINO...
La noche de los caballos como seda*
A la mujer a veces se le encabritaba la mirada.
Era como si un río de caballos negros y sedosos la traspasara en la búsqueda del mar.
Un día se dejó ir desnuda, con pequeños adornos de corales rojos y negros.
Llegó hasta la orilla.
No sabía si seguir o volver a la blandura del sueño.
El cazador de gestos sabe el final.
Sea como sea que termine la historia, a la mujer nadie le quitará de los ojos el brillo de los caballos galopando su noche.
*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar
PIEL DE DESTINO...
L A C R E C I D A*
- Juan, debes pagar tus pecados.
Dios estaba sentado en su trono y desde allí sentenciaba.
- No he sido malo, Dios – gritó Juan y se despertó.
Se quedó quieto en la desvencijada cama; la imagen de Dios estaba aún en su retina pero no ya frente a él..
Se escuchaban ruidos afuera, algo golpeaba con fuerza las paredes de su casa y las movía. Se levantó de un salto y miró por la ventana mal cerrada. Era la crecida; el río estaba furioso, ya entraba por debajo de la puerta.
- ¡Juan! – gritó Alfredo desde afuera. - ¡Vamos, el río se lleva todo!
- No puedo ir, debo pagar, lo dijo Dios.
Sobre la cresta de la ola las chapas de la casa saltaban descontroladas.
*de Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar
La Vampira*
Procedente de los Cárpatos, Alexandra, la única hija de la quinceava generación de los Von Plumkier, la reconocida familia de vampiros, ha sido noticia en las principales televisiones del mundo. Los periódicos locales ya habían informado de su extraño comportamiento hace un par de meses, pero en estos sesenta días se ha comentado el hecho, hasta adquirir el carácter de noticia internacional.
La heredera de una de las más grandes fortunas de Transilvania está en boca de todos por la última de sus excentricidades: golpearse contra los espejos. Fue fotografiada en un restaurante de Brasov en el que rompió cuatro enormes espejos embistiéndolos con la frente. Al cabo de un par de días, durante su estancia en los montes Apuseni, lugar de vacaciones y solaz de Rumania, acabó con todos los del hotel y en lo que va de este mes, ha roto los espejos de todos los lugares en que ha estado golpeándolos con la cabeza.
Debido a su gran fortuna y a que los daños causados son indemnizados generosamente no se han producido denuncias pero el clamor popular ha llevado a la heredera a una entrevista televisiva con difusión mundial para explicar porque una vampira de tan alta alcurnia ha dejado de morder para dedicarse a destruir espejos golpeándolos con la frente.
Sin embargo y para desencanto de los curiosos, el morbo va a seguir creciendo ya que A. Von Plumkier, no se presentará a la entrevista y mantendrá en secreto su pretensión de pasar al otro lado del espejo para recuperar su imagen.
*de Joan Mateu joan@cimat.es
"Con Osvaldo éramos dos solitarios"*
De paso por Buenos Aires, Catherine Brucher, viuda de Soriano, habló de la vida en común junto al escritor, a quien conoció en Bruselas cuando ella tenía 25 años y él iniciaba su exilio europeo
*Por Héctor M. Guyot
De la Redacción de LA NACION
En respuesta a mi pedido de entrevista vía correo electrónico, Catherine Brucher, viuda de Osvaldo Soriano, me daba desde su Francia natal una buena noticia (estaba por viajar a Buenos Aires) y otra menos buena: "No me gustan mucho las entrevistas, pero eso no impide que nos encontremos para una
charla informal. Así que estoy a su disposición".
Nos encontramos un sábado en el departamento de Palermo que el periodista Francisco Juárez comparte con su esposa, donde Catherine se alojaba.
Alrededor de una mesa a la que también se sentó Manuel, el hijo que tuvo con el escritor, la charla se deslizó sin esfuerzo y Catherine desplegó la personalidad que aquel e-mail anticipaba: había en ella discreción y calidez por partes iguales. A medida que avanzaba la conversación, yo me decía que
finalmente accedería a considerarla una entrevista con todas las de la ley.
"Nos conocimos en Bruselas, en febrero de 1976 -recordó-. Yo tenía 25 años y desde hacía unos meses estaba viviendo en una casa donde había argentinos, chilenos y uruguayos, algunos de ellos exiliados. Mi hermana vivía allí y yo había ido a visitarla desde Estrasburgo. Cuando llegué decidí quedarme un
tiempo en Bruselas y conseguí trabajo como enfermera. Como vivíamos casi de modo comunitario, teníamos muy pocos gastos. Osvaldo venía de Tailandia, donde había ido a hacer unas notas, y de regreso decidió ir a ver a su amigo Félix Samoilovich, que vivía en esa casa de la Rue de la Pacification."
-¿Simpatizaron enseguida?
-Félix y Graciela Clementoni, su mujer, que lo querían mucho, ya me habían hablado de él y de las historias que siempre contaba. Me pareció muy tierno, muy simpático y hablador. Yo no sabía castellano y él no hablaba francés, y Graciela me traducía. Salvábamos la barrera del idioma con ayuda de gestos.
Un día quiso decirme que yo era muy dulce y no sabía cómo. Entonces agarró el azúcar y dejó caer una cucharada. "Viste, así sos vos", me dijo.
-¿Qué pasó después?
-A principios de abril, poco después del golpe militar, Osvaldo volvió a Buenos Aires. Para entonces ya estábamos juntos y pensábamos reencontrarnos.
Nos escribíamos, él en castellano y yo, en francés. Me compré un diccionario para traducir sus cartas. Osvaldo vivía aquí con una chica, pero cuando volvió la dejó y se fue a vivir a la casa de Tito Cossa. Y en junio regresó a Europa.
-¿Cómo fue el reencuentro?
-Muy bueno, sí, pero yo no me quería quedar en Bruselas. No me adaptaba, porque los belgas son muy distintos de los franceses. A Osvaldo tampoco le gustaba mucho Bruselas, pero menos le gustaba Estrasburgo, donde yo vivía, porque es una ciudad muy chica y él prefería las ciudades grandes. Él soñaba con vivir en París, pero yo no quería. Entonces me volví sola a Estrasburgo, en septiembre u octubre, y él se quedó en Bruselas. Hasta la mitad de 1978 vivimos así. Venía a verme a Estrasburgo, se quedaba uno o dos meses, después pasábamos un tiempo sin vernos y luego yo iba a Bruselas a estar con
él. Nos separaban unos 300 kilómetros, que hacíamos en tren.
-¿Cuándo se reunieron en París?
-Yo salí de viaje por Egipto con una amiga y cuando volví le dije a Osvaldo que aceptaba vivir en París. Alquilamos un departamento cerca del cementerio de Père Lachaise. Era muy chico, pero era lo que podíamos pagar. Conseguí trabajo de enfermera, y él empezaba a escribir para medios de España. Estaba trabajando en la corrección de Cuarteles de invierno , creo. Por esa época se publicó en Francia Triste, solitario y final , que ya se había publicado en Italia. Vivíamos con lo justo.
-¿Ya tenía él ese hábito de escribir de noche y dormir de día?
-Cuando lo conocí, él ya vivía así. Pero yo, como enfermera, también trabajaba de noche. Los dos vivíamos de noche y dormíamos de día. Nos levantábamos a las 15 y después de desayunar solíamos ir a las librerías o al cine. Cenábamos, y él se ponía a escribir y yo hacía mis cosas, leía o me iba al trabajo. Era una vida sencilla. A veces venían amigos argentinos a casa, pero él nunca fue muy sociable y no le gustaba recibir gente en casa.
No hace mucho me enteré de que la gente pensaba que la que no quería recibir era yo, pero eso no era así [se ríe]. Era él; le gustaba más ir a las casas de los otros.
-¿Quiénes eran los amigos de Soriano en esa época?
-Íbamos a cenar con Cortázar y su mujer, Carol Dunlop, que nos invitaban.
También nos veíamos con Carlos Gabetta y con Eduardo Febbro, corresponsal de Página/12 . Y con el Tata Cedrón. Fueron lindos años, pero duros, porque Osvaldo sufría al estar lejos de la Argentina.
-¿Cómo veía el país desde allá?
-Escribía y recibía muchas cartas, y ésa era su manera de no cortar el cordón con su país. Era muy desordenado en la vida diaria, pero ordenaba las cartas por orden alfabético. Hace poco estuve reordenándolas, después de tantos viajes y mudanzas. Hay muchas de Tito Cossa, que son muy lindas. Tito le contaba todo lo que pasaba aquí, incluso en el fútbol. Hay también muchas de Daniel Divinsky y de Mempo Giardinelli, y otras de Tomás Eloy Martínez y Antonio Dal Masetto.
-Él decía que siempre había sido un poco vago. ¿Lo era para escribir?
-Para escribir, no. Era obsesivo con la corrección y estaba horas y horas sacando palabras y limpiando sus novelas lo más posible. Hasta que en un momento decía: "Aquí paro, no saco más porque no va a quedar nada". Para lo que lo apasionaba no era vago.
-¿En qué momento le empezó a ir bien con sus libros?
-Al año nos mudamos a otro departamento mejor, ya teníamos un poco más de plata; no me acuerdo si él había cobrado algo. Pero las traducciones no daban mucho dinero. El éxito llegó recién en Buenos Aires. Cuando estábamos en París, en el primer departamento, le ofrecieron trabajar en France Press, pero él había decidido que era escritor y no aceptó. Sí, era vago para trabajar [ríe].
-¿Cómo decidieron instalarse en Buenos Aires?
-Vinimos para la Feria del Libro de 1983. Era la primera vuelta de Osvaldo a la Argentina, y estaba muy contento de reencontrarse con amigos y con las calles de Buenos Aires. En la feria se sintió reconocido, dio charlas y lo vino a ver mucha gente. Decidimos comprar un departamento acá, porque ya
estábamos bien económicamente.
-¿Qué impresión te produjo la Argentina?
-Yo le decía que Buenos Aires me hacía acordar a la Francia de los años sesenta, cuando la gente todavía sacaba la silla a la calle. Había un trato cálido, muy distinto del de París. Y estuve de acuerdo con él en vivir aquí.
Volvimos, me acuerdo, para el estreno de la película No habrá más penas ni olvidos . Entonces compramos el departamento, el primero, en Sarmiento y Junín, un departamento chico, no muy lindo. Y nos establecimos a principios de 1984, creo. Gradualmente a Osvaldo le fue yendo mejor con sus libros.
Cuando empezó a trabajar en Página/12 , ya estábamos más cómodos.
-¿Cambió Osvaldo con el éxito?
-No cambió en nada. Inclusive en cosas banales, como la ropa, siguió igual que siempre. Recuerdo que Andrés Cascioli le decía que tenía que comprarse ropa buena para vestirse más decentemente. Pero él siguió siendo una persona a la que le gustaba estar en casa, que evitaba las presentaciones de libros
o las reuniones sociales.
-Y después se mudaron a La Boca, una casa que a Soriano le gustaba mucho...
-En la calle Del Valle Iberlucea, a unas cuadras de Caminito. Allí nació Manuel. Estuvimos diez años y nos hubiéramos quedado más, pero yo quería que Manuel fuera al Liceo Francés y quedaba muy lejos. A Osvaldo le gustaba La Boca. Salía a la calle y hablaba con todo el mundo, y con eso escribía sus notas, sobre todo las que hacía para Italia. Inventaba historias, claro, pero sus personajes surgían del barrio. Esa vida de barrio se perdió en Palermo, adonde nos mudamos después.
-¿Cómo era Soriano como padre?
-Tenía 47 años cuando nació Manuel y estaba con mucho miedo, como podrás imaginar. Pero fue sorprendente, porque perdió el miedo enseguida y se interesó mucho por su hijo. Cuando creció, le contaba cuentos casi todas las noches. Le preguntábamos a Manuel de quién quería una historia. Yo era
incapaz de inventar y le leía, a veces en castellano y otras en francés.
Osvaldo inventaba historias alocadas que a veces continuaba a la noche siguiente.
-¿Osvaldo era un tipo solitario?
-Sí, era muy solitario. Decía que nos llevábamos bien porque los dos éramos solitarios, y eso es cierto.
-¿Cómo se enteró de su enfermedad y cómo la asumió?
-Empezó en Francia, adonde había ido a terminar La hora sin sombra , con una tos y una dificultad para respirar. Cuando Osvaldo volvió, fue a ver al médico, que diagnosticó una neumonía. La dificultad para respirar siguió. Le hicieron unos estudios y fue a buscar los resultados con Pasquini Durán, porque yo estaba volviendo de Francia. Ya desde ese primer informe la cosa era grave. No se podía operar porque el tumor era demasiado grande y decidieron hacer quimioterapia. Eso fue muy duro. Él no quería que se
supiera, sólo lo sabían unos pocos amigos: Pasquini, Tito Cossa, el Negro Juárez, que lo acompañaba al sanatorio. Osvaldo guardó el secreto unos meses. Después le bajaron las defensas, tuvo otra neumonía y se tuvo que internar.
-¿Cómo cambió su vida en esos últimos tiempos?
-Estaba muy cansado. Con las quimioterapias el cáncer se había reducido bastante, y los médicos decidieron operar. Antes de la internación, Osvaldo se puso a cambiar todo en el escritorio que se había hecho en la terraza y hasta compró una biblioteca, como preparando su vuelta. La operación salió
bien, pero hubo una complicación posoperatoria. Fue todo muy rápido.
-¿Por qué decidiste volver a Francia tras su muerte?
-Al principio no sabía muy bien qué hacer. Pensaba quedarme, sobre todo por Manuel, que estaba en primer grado. Me decía que éste era el país de su padre, y pensaba que la parte argentina debía crecer en él más fuerte que la parte francesa. Fue Pasquini quien me dijo: "Tu hijo va a estar bien donde vos estés bien". Entonces fui a ver a un psicoanalista para que me ayudara y me dijo lo mismo. Así decidí volver a Francia.
-¿Y dónde viven hoy?
-Vivimos a 40 kilómetros de París, en un pueblito de dos mil habitantes que se llama Janville. Yo trabajo como enfermera en París, y el trabajo me mantiene activa. Manuel, que antes prefería vivir en un pueblo chico, ahora prefiere París, y cuando regresemos a Francia se va a instalar allí para estudiar.
-¿Cómo te gusta recordar a Soriano?
-Con su sonrisa. Cuando volvía a casa con su sonrisa.
-Fuente: © LA NACION http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1164268
Un porteño con acento francés*
A los 19 años, Manuel Soriano aún conserva en su rostro parte de ese parecido que era tan claro en las últimas fotos que se sacó con su padre, a quien perdió cuando tenía seis años y hoy reencuentra en sus libros y en sus propias memorias de infancia.
Manuel nació en Buenos Aires y habla un español muy correcto y con acento francés. Desde hace diez años vive con su madre en Francia, aunque está recién instalado en su departamento de soltero en París. Egresado de la Ecole de Roches de Normandía, en estos días se prepara para el difícil ingreso en el Institut de Sciences Politiques de París; otra alternativa, cuenta, es inscribirse en las carreras de Filosofía e Historia de la Sorbona.
Durante la entrevista sigue las respuesta de su madre con atención y se sorprende con algunos recuerdos. "¿Lograban descansar acostándose tan tarde?", pregunta muy serio cuando Catherine recuerda que, en los años de exilio, ella y Soriano se iban a dormir recién cuando empezaba a despuntar
la luz del día. Sin embargo, termina reconociendo que cuando está de vacaciones y no tiene la obligación de levantarse temprano, también él se vuelve habitante de la noche y se acuesta a las 4 o las 5 de la mañana.
Rescata imágenes y recuerdos. "Solía estar con mi padre por la tarde, cuando volvía del colegio y lo encontraba frente a su mesa de trabajo o leyendo el diario -dice Manuel-. Jugaba bastante conmigo. Cuando era muy chico, me gustaba jugar con él a las peleas. ¿Fútbol? No tanto. Y él se enojaba un
poco cuando yo no quería jugar a la pelota."
Manuel ríe cuando cuenta que, de chico, repetía en el colegio las historias desorbitadas que su padre le contaba por las noches, antes de irse a dormir: la maestra y sus compañeros lo trataban de mentiroso.
*Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1164927
“Amable Rutina” *
(otra milonga en mayor)
Cuando entre la calma de este amor perpetuo
no aparezcan dudas,
Cuando ante el abismo de lo imprevisible
no surjan preguntas,
Cuando me descubras replegado en sueños,
envuelto en nostalgias de algún otro tiempo,
no preguntes nada, sólo es mi marea
que busca crecer.
Porque sabes vida, que me cuesta tanto
la amable rutina;
hay tanta locura quemando por dentro,
tanta letra suelta buscando mi verso,
tantos horizontes deslumbrando el cielo
de mi estupidez,
que a veces no mido los saltos que pego
y desaparezco, pero luego vuelvo
a buscar refugio en la clara lumbre
de tu sensatez.
Pero si a la sombra de tu amor perfecto
le florecen dudas,
porque ya mi abismo de lo imprevisible
te ahoga en preguntas;
Y si te descubres harta de mi juego,
hueca de paciencia de esperar mi tiempo;
no te impidas nada, deja tu marea
si busca crecer.
Porque sabes vida que no es una cárcel
la amable rutina;
no lleves tu sombra caminando
a un paso detrás de la mía
que apenas soy dueño de mis utopías,
caminante incierto de la intrepidez;
que a veces no mido los saltos que pego,
que desaparezco, pero luego vuelvo
a buscar refugio en la clara lumbre
de tu sensatez.
*de Victor G. Turquet victurquet@yahoo.com.ar
La función del cuentista*
El Bajo, madrugada. En el Bar Verde me encuentro con Tusitala, el moreno tamborilero que hace años supo ser cocinero jefe de una tribu de antropófagos reflexivos, en Africa.
-Tengo una historia para usted -me dice Tusitala-. Me la relató un misionero que capturamos en la selva, un tal Spencer Holst, tipo curioso, había aprendido el idioma de los gatos y hablaba con ellos como si fueran personas. La cuestión es que ya estaba por tirarlo a la olla (pensaba prepararlo a la cazadora con papas) cuando dijo que quería contarnos una historia. A la gente de aquella tribu le enloquecían los cuentos. Así que suspendimos todo y lo rodeamos para escucharlo.
-Usted tiene la virtud de despertar inmediatamente mi interés, Tusitala -le digo.
-Resulta que en un tiempo el misionero había andado por Bali. Usted sabe que Bali es un lugar maravilloso, siempre es primavera, todo es verde esmeralda, las mujeres son hermosas y andan con los pechos desnudos y adornadas con colgantes de oro, jade y laca púrpura, y se la pasan bailando al compás del gamelán.
-Siempre logra asombrarme con sus conocimientos, Tusitala.
-Me limito a repetir lo narrado por el misionero. El Radja de Klunckung, príncipe y señor del lugar, había sufrido terribles heridas en la cara, hacía muchos años, a raíz de un incendio en el puri, o sea, el palacio. Sus cicatrices fueron cubiertas con maquillajes y pinturas indelebles. Con el tiempo ya nadie se acordaba de cuál era su verdadero rostro. Rodeaban al principe siete ayudantes cuyas funciones eran dirigir, administrar y alabar.
-¿Alabar a quién?
-Cada día de la semana, por turno, uno de ellos se quedaba junto al príncipe y se dedicaba a halagarle la vanidad. A esa tarea se la llamaba kupiunga, ceremonia de la alabanza. Los consejeros también se encargaban de organizarle diversiones, proveerle los manjares más exquisitos, las mejores bebidas y las mujeres más hermosas.
-¿Mujeres jóvenes?
-Sin duda. Los agasajos mayores los recibía el Radja durante la Galunga, fiesta que comenzaba al sonar de kulkul, duraba quince días y en la cual participaban todos los súbditos. Imagínese que cada ofrenda medía dos metros de altura y se necesitaban tres hombres para levantarla y colocarla sobre las cabezas de las mujeres, que eran las encargadas de transportarlas.
-¿En qué consistían las ofrendas?
-Todo lo que usted se pueda imaginar.
-Piedras preciosas, telas, artesanías, pájaros embalsamados, trofeos, dinero.
-Dinero, no. Porque las kopong, antiguas monedas con su característico agujero cuadrado en el centro, prácticamente habían desaparecido de circulación. Se decía que, en realidad, todas habían ido a parar al bolsillo de los siete consejeros. Una de sus tareas era analizar las ofrendas y parece que acostumbraban ir quedándose con lo más sustancioso para certificar la calidad. Les correspondía a ellos, por ejemplo, comprobar si las niñas destinadas al Radja eran vírgenes.
-No eran tontos esos tipos.
-Resulta que andaba por ahí un actor de mala muerte, que comía salteado y que un día decidió sustituir al Radja. Durante la Galunga, aprovechando que la guardia se había emborrachado por el exceso de tuak, que es un vino de palma, se introdujo en el puri, clavó un kris en el corazón del Radja, lo arrojó a un pozo profundo, después se maquilló adecuadamente y lo reemplazó. Y así comenzó a gozar de la buena vida: comidas de primera, bellas mujeres, regalos y honores.
-¿Nadie lo descubrió?
-Imposible, por lo de la cara deforme.
-¿Y cuando hablaba?
-El Radja siempre había dicho sólo tonterias, así que el actor simplemente se dedicó a imitarlo. Aunque en realidad este asunto del reemplazo venía ocurriendo con bastante frecuencia. Dos por tres surgía algún ambicioso con ingenio que mataba al falso príncipe de turno. Porque el verdadero había sido asesinado y sustituido hacía muchísimo tiempo, después del accidente del fuego. Así que los que le venían sucediendo eran todos impostores.
-¿Cómo es posible que nadie se diera cuenta?
-Bueno, los siete consejeros si estaban enterados. Sabían de las sustituciones desde el principio.
-¿Y no desenmascaraban a los usurpadores?
-¿Para qué? Ellos, los consejeros, no cambiaban, eran siempre los mismos. La pasaban bárbaro estando donde estaban, digitaban todo y hacían muy buenos negocios. Por lo tanto, como les daba lo mismo quién estuviese en el trono, la cosa siguió así para siempre.
-Lo invito una copa, Tusitala, se la ganó, su relato acaba de iluminarme como una revelación.
-Esa es la función del cuentista, mi amigo.
-Una pregunta: ¿se lo comieron nomás a la cazadora con papas?
-No. Por decisión unánime de la tribu lo dejamos partir y lo despedimos con ovaciones. Ya le dije que a los antropófagos reflexivos les gustaban las buenas historias.
*de Antonio Dal Masetto.
La voz de Ray*
La voz de Ray Bradbury resuena como eco lejano. La secretaria recrea y ordena sus archivos de textos mientras deja sonidos para que caigan en el aire y se pierdan en la nada, aunque algunas frases llegan a mis oídos atravesando varios metros y esa puerta cerrada que comunica su oficina con la mía.
La voz de Ray. Recuerdo difuso que aparece en mi memoria, ¿será un cuento de "El país de octubre”?
No estoy seguro. Mi mirada busca por un momento las calles. El ventanal comunica directamente con una enorme avenida por la que circulan vehículos con sus respectivas bestias clónicas de tiro.
No esta demas aclarar que en este mundo ya no hay combustible fósil, ni sólido ni líquido.
Pero la ciencia logro recrear genéticamente enormes bestias de tiro. Para construir aspecto exterior y propiedades se ha recurrido a formas y nombres de dinosaurios y a los monstruos de la mitología griega. Cada uno de ellos se ha constituido en marca registrada y logo de los grandes monopolios de la industria clónica. Los dinosaurios de mayor porte son utilizados por empresas parar tirar trenes y transportes colectivos. Minotauros para tirar coches individuales. Los Coelophysis conectan el sur y el norte de la ciudad solo en horario de resplandor diurno.
La ciencia de la bioenergía clónica hizo posible estas bestias de tiro modificadas genéticamente para consumir solo el hidrogeno que extraen del aire y separan del aire o el agua con sus propios organismos, filtrando el aire viciado con sus branquias y produciendo asi el oxigeno vital para nuestra especie mientras ellos se alimentan y beben de vientos huracanados, lluvias y mares.
El más grande Dinosaurio clónico disponible fue rebautizado como "Dueño del viento" por los habitantes de esta ciudad que producen poesía como principal ocupación globalmente reconocida.
Todos estos hallazgos se iniciaron hace muchos muchos años, cuando el Oil llegó a cotizarse a 6499 petroros por barril, entonces la bioenergia comenzó a ser económicamente viable. El costo de las guerras de ocupación por los recursos naturales se hizo imposible. Esos aviones que recuerdan a sus F18 de última generación no tenían suficiente combustible y el costo de operarlos empezó a ser superior a la riqueza posible de obtener con guerras de aniquilamiento y colonización.
Atrás pasaron todas las guerras imaginables o no.
La guerra de los bosques y la amazonia.
La guerra de los hielos y el agua.
La guerra por la conquista del fondo del mar
La exploración y conquista de la energía dormida en la fuerza volcánica del centro de la Verne Terrae.
El cielo del ocaso esta definitivamente gris. Cielos grises y huracanados preceden a noches oscuras donde solo brillan los televisores que han sido arrojados encendidos a unas calles que no conducen a ninguna parte. Después de la hora del toque de queda lumínico, el caminante solo puede desprenderse de las penumbras con el brillo de los televisores y el fuego que se desprende de enormes tambores de 200 litros, los mismos que antes llevaban combustible fósil y en los que ahora -al antiguo modo haitiano de supervivencia- unos Home Less queman rezagos de papel, ramas secas, sólo cenizas de fuegos del ayer.
Esto pasa, en este año, el 3623 cuando desde cierta confusión entre realidad y virtualidad, les escribo estas improvisadas líneas.
*de Urbano Powell. urbanopowell@yahoo.com.ar
Copynigh. Permitida la copia y reproducción del presente texto sólo en horario nocturno.Puesto
CAER AL SESGO EN UN RIO PROFUNDO*
*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com
"Hay un sentimiento de frío en la nieve afuera,
¿qué tal un poco de vino adentro?"
Po Chu I (772 846)
EL DIARIO
A veces abro el diario y dejo caer el alma al sesgo. Recuerdo ese dicho popular sobre que la gente necesita verdades y veo que los titulares salen en su búsqueda. Afortunadamente, una verdad nunca se le niega a nadie, y cada titular encuentra una. Satisfechos de tinta la entregan al estómago pensante de la gente. Y la gente come la verdad de los diarios con cuchillo y tenedor. La mastica y la degusta. Algunas resultan sosas. Otras demasiado pesadas. Otras mal cocidas. Como toda comida hecha fuera de casa, a las verdades de afuera siempre les falta algo porque la base de la fortuna es el ahorro. Cada chorro de tinta lleva una dosis de verdad al organismo que se alimenta o se envenena.
EL BAR
Sobre la mesa del bar dejo caer el alma al sesgo. Miro alrededor. Me pregunto si los que beben café, leen el diario, pasan por la calle, son la gente. Si ellos son la gente, yo también lo soy. Me parezco bastante a ellos. Posiblemente ellos y yo seamos la gente para la que se editan los diarios, para la que se escriben libros y se hacen los desfiles de Giordano.
Seguro que nosotros lo somos, aunque ellos hablen de nosotros como un todo general y clasificable, como algo liviano hasta la docilidad del aire.
Además, todos los que no son la gente, tienen muchas responsabilidades.
Pasan las noches en vela levantando la mano sin sospechar que no se escriben sátiras con flema, porque está en la naturaleza de la flema no destruirse a sí misma. Sic.
LOS LIBROS
Dentro de los libros dejo caer el alma al sesgo. El alma no cae vertical sino que viaja hacia lo profundo de un río o se queda a ras de página como si tratara de escapar de una balacera invisible. La gente de los libros pisa su sombra cuidadosamente para que el cuerpo no sufra. Dentro de los libros el cuerpo se encuentra con el alma y entre ambos construyen una verdad propia, no extorsionante. La gente se mete en los libros porque afuera hay un mundo castrado. Aunque haya paquetes de figuritas sexuales, afuera hay fantasmas sin carne. La gente de los libros tenemos otra idea de cuerpo y alma, de lo que juntos atañen, iluminan, merecen. En lo profundo del río estamos los que caemos en sesgo, cuidándonos de los cuidadores de almas.
LA NOCHE I
A los pies de la noche dejo caer el alma al sesgo. Allí encuentro el alma de la gente que está de este lado de la vida. No una abstracción ni una entelequia. Con picardía nos damos cuenta de que somos reales. Nos agarramos la cabeza. Podemos decir nosotros con toda claridad. Y nos damos cuenta de que ellos hablan de la gente porque no son más que su propia vanidad de no ser nosotros. Y más risa nos da comprender que ellos creen que piensan y hacen por nosotros. Nosotros, que estamos de este lado de la vida y no de
aquel lado del poder. Tan misterioso nos parece este mundo. Tan disfrutable en sus ampulosas maneras de ser.
LA NOCHE II
La noche a veces es un momento del día, a veces una dimensión emocional donde nos reunimos para admirar a los que hablan de la gente y opinan con fervor convincente que esto y que lo otro. Tienen mucho trabajo los que no son gente. Deben organizar el mundo, frenar a Corea, fusionar General
Motors, editar novelas, pasarle Blem a las armas, abaratar el costo de la cerveza, poner un montoncito de escombros aquí y una lamparita bajo consumo allá. Todo esto tiene más emoción que el juego del ahorcado. Y consecuencias rentables y milagrosas.
*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-19888-2009-08-22.html
Puesto*
Puesto que
piel de destino
para mí
es la tuya
la mía es
tu destino
Puesto.
Given*
Given that
the skin of destiny
for me
is your skin
my skin is
your destiny
Given.
*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
-Traducción al inglés: Carmen Vasco
Correo:
Estimado Eduardo:
Mi nombre es Leonardo Sechi, ferroviario, expulsado de la actividad desde 1994.
Me permito presentarle una breve crónica de la presentación del libro de Juan Carlos Cena "Ferroviarios. Sinfonía de acero y lucha". El motivo de este mail es la profunda emoción que sentí al leer esa obra, y conciente que algo así necesita difusión que los grandes medios niegan. Sabiendo de usted la importancia que le da al tema ferroviario y su literatura, me tomo el atrevimiento de escribirle.
Crónica de la presentación del libro: “Ferroviarios. Sinfonía de acero y lucha”
Sin otro particular y agradeciendo su atención, lo saluda fraternalmente.
*Leonardo Sechi. lsechi@yahoo.com.ar
"Ferroviarios. Sinfonía de acero y lucha".
El sábado 8 de agosto se presentó el libro “Ferroviarios. Sinfonía de acero y lucha” de Juan Carlos Cena, como no podía ser de otra manera, en una vieja imprenta ferroviaria, hoy recuperada de la devastación privatizadora y convertida en Centro Cultural por la Municipalidad de Morón.
Juan Carlos Cena, un FERROVIARIO, hoy alejado del trabajo de su vida pero no de la lucha que continúa en la defensa irrestricta de un sistema ferroviario estatal y al servicio del pueblo, y que lo lleva adelante en cada rincón de la República que sus paso, aún jóvenes a pesar de los años, recorren permanentemente.
En su obra revive el pasado de las luchas ferroviarias que conmovieron a la Nación , las hace presentes rescatando del olvido a aquellos hombres y mujeres que los intereses opuestos a la clase obrera han pretendido volverlos invisibles, enterrarlos en la más profunda desmemoria.
Habla y nos cuenta desde el obrero ferroviario que fue y que mantiene una identidad forjada en 150 años de historia.
Haber sido invitado a esa presentación por el querido amigo Negro Cena fue un orgullo y un honor que me colmó de esperanza al ver, escuchar y sentir a una nueva generación de trabajadores ferroviarios que a partir de una realidad distinta tomaron el bastón piloto de aquellos que quedamos en la vía. Hoy están ávidos de conocimiento, dispuestos a recibir una transmisión de experiencias para rescatar de ellas aquellas que les serán útiles en la lucha por venir.
El compañero Cena, un GUARDAPALABRAS, tomó como una obligación militante contar el pasado, no dejarlo morir, que las luchas ferroviarias sean un canto coral en los oídos de la clase obrera.
*
Inventren... Próxima estación: SATURNO.
-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
http://inventren.blogspot.com/
*
Queridas amigas, apreciados amigos:
Este domingo 23 de agosto de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor argentino Matías Giuliani. Las poesías que leeremos pertenecen a Lucas Duarte (Colombia) y la música de fondo será de Machu Picchu (Andes). ¡Les deseamos una feliz audición!
ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).
REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Freundliche Grüße / Cordial saludo!
YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
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Que es Inventiva Social ?
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