miércoles, septiembre 23, 2009

EN LA SOMBRA CORDIAL QUE SE DERRAMA...


CREDO*



Creo en la luz, que es pura, y en la tierra,
y en el agua, que es casta, y en el sol,
y en la sombra cordial que se derrama
con la dulzura de tu corazón.



*de José Pedroni.
-Fuente: Poesías escogidas. Ediciones Botella al Mar. Buenos Aires. 2009






EN LA SOMBRA CORDIAL QUE SE DERRAMA...






DESCANSO*

“Nada se compara a esa leyenda de semillas
que deja tu presencia”

VICENTE HUIDOBRO



Cansa el viento zonda, amor,
Tu ausencia mucho más.
Languidece la luna desteñida,
Jazmín del aire, en aire marchitado.
Tenuemente ilumina
El relincho cansado del caballo.


Cansa la sequía, amor,
Tu ausencia mucho más.
Magullados los cardos,
Siguen las huellas vacilantes
De los perros flacos.


Cansa la vigilia del carancho,
Tu ausencia mucho más.
Las penumbras vacilantes de la noche
Huyen, tras un lagarto azul.
Mi corazón muere de sed.


Cansa la soledad, amor.
Despojados, la rosa y el espejo
De presencias errantes,
Buscan la plenitud del aire.
Las semillas.
Del agua, del fuego y de la tierra.


Cansa el olvido, amor
Tu ausencia, mucho más.
El caldén, tan callado,
Con destino de poste,
Con sus vainas preñadas de agorera savia.
Camina lentamente sumándose
A mis pasos.
Enciende la lámpara y la luna.
Trayéndome el descanso
Profundo de tus ojos.



*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar








LAS HORAS FELICES*




Como es temprano el bar del Club está en penumbras, el conserje el famosísimo “Negro” Peraffán mantiene esa luz natural, con los grandes ventanales que dan a calle o al patio, con las cortinas sin correr. Querrá, supongo, porque habla poco y siempre con un sesgo irónico, mantener cierta frescura, para que los habitúes que pronto empezarán a trasponer esa enorme puerta vaivén de vidrios muy gruesos, reciban un poco de fresco Que la canícula afuera les niega como una furia empecinada y ciega.
Primero vendrán los mayores, esos hombres que holgadamente pasaron la barrera de los sesenta o setenta años, que ven pasar la vida con una jubilación honrosa y que se toman un café en el bar o un cortado y esperan hacer número para un juego “del chancho”, que requiere seis jugadores. Si alguno se hace esperar demasiado lo llaman por teléfono. Si falla o no puede venir por cualquier motivo llaman al suplente, cuyo nombre lleva uno de ellos apuntado prolijamente en una libretita ad hoc.
Cuando están todos, luego del saludo, casi sin hablar se encaminan de a uno o dos hacia una habitación que está entre la barra del bar y la biblioteca.
Actúan como si estuvieran representando un libreto que han estudiado a la perfección. Esa habitación tiene dos mesas octogonales, un baño en una punta y en la otra una puerta que da hacia la biblioteca, un lugar cálido y acogedor que tiene entrada independiente. En ese lugar, comencé a leer bajo la guía de la dulce bibliotecaria de entonces: doña Julia García de Baud Naly, esposa del inefable antecesor mío llamado popularmente “El Flaco” Naly, quien un día partió con una mujer como quien dice “para siempre” y se perdió todo rastro de él.
Luego aparecerá el decano de todos ellos, el vecino casi desde la fundación del club, y que vive casi enfrente. Se trata de don Zimo Callegaris, quien se toma un cortado amargo y lee el diario con una minucia obsesiva. Se puede pasar horas allí. Con sus pantalones cortos, sus ojotas de cuero y sus grandes anteojos cuadrados en su redonda cara italiana.
Al atardecer sí, ya vendrán los más jóvenes y la emprenderán al “pool” en las dos mesas habilitadas donde además de exhibir sus habilidades, podrán anotarse en los campeonatos que ese deporte hace furor en este tiempo.
En general, el primero que viene y empieza a probar los tacos es “Calefón”, el hijo de “Fedeo” D´onofrio. Cuando llegan los otros está bastante afilado.
Entonces, sin solución de continuidad aparecen ”Fito” Aichino, el “Gallo”, Serafini, el “Pitoto” Sandrigo, “Pepe” Bacheli, José Farina, “Josecito” Fantasía, “Carita” Urbitza y su hermano “Chinchi”, los “Cavagnitas” que también son hermanos, Marito Compañy y el improbable “Galeanito”, quien contra todos los pronóstico se alzó con la primera copa del primer campeonato organizado por el club, también con un monto de dinero, no tan importante, tal vez, pero él mismo dice: “Lo importante es competir”
Nosotros esperamos un rato hasta que entre un hombre delgado, que exhibe su simpatía casi como una ostentación, se mueve con la naturalidad con que lo hace el dueño de un lugar y en cuanto tiene la más mínima posibilidad de exhibir sus galones, lo hace.
-Desde los trece años que vengo a cenar aquí-, se ufana.
Si está Miguel presente, le contesta rápido:
-Y, si nunca moviste una silla en el club, no te sirve de nada.
“El Nene” Croato, que de él se trata, lo mira con una cara que lo dice todo. Es conmiseración, es pena, es también la forma más piadosa de la amistad.
Si Miguel está en la mesa quiere decir que terminó su partida de naipes y tal vez también se arrime Raúl Rodini, viejo amigo y compañero de salidas bailables por los pueblos vecinos en la enterrada adolescencia.
Raúl me comenta que ha dejado de fumar y cuando me asombro por su estado atlético me confiesa que no cena: no va a la casa hasta muy tarde y si de noche el hambre lo despierta, se levanta, va a la heladera y se toma un vaso de agua helada. No puedo sino manifestarle mi asombrada admiración por su tenacidad y disciplina.
Seguramente ahora llegará el rato más amable de la charla, en especial cuando se sienta a tomar su cortado “Toto” Míguez, que con sus ironías finas convertirá esa reunión en una fiesta de la renovable amistad que mantienen de toda la vida. A veces, cuando la coyuntura agota su interés y hablar del tiempo se transforme en un tedio, volvemos al tiempo antiguo. El que estaba poblado de mariposas y torcazas, de calles polvorientas, en las cuales él, “Toto”, otros amigos y yo nos ganábamos el mundo con esa entera libertad que nos daban las casas chatas con patios de parras donde gorjeaban golondrinas y las tacuaritas.
El recuerdo casi nunca coincide, salvo cuando la travesura fue demasiado grande y quedó en los anales de la historia oficiosa del pueblo. Cuando “Tago” Sánchez y “Oreja” González, asustaron a Ethel Joan con el cuento del lobisón. Se escondieron en los cañaverales de don Pedro Silva y una noche oscura vieron que alguien venía y quisieron gastarle una broma. Saltar de improviso, salidos de cualquier lugar, de la nada, con la poca luz y la leyenda de un animal que asolaba los pueblos vecinos dio un conjunto de cosas que terminó haciendo su trabajo. Ella llorando, histérica, asustada; ellos escapándose del piquete de hombres armados que salió a perseguirlos. Cada vez que nos reencontramos con el “Tago” me lo recuerda, mejor dicho, me repone el recuerdo que no tengo, porque a la altura de esa anécdota que sobrevive en la memoria oral, yo ya no estaba en el pueblo, yo me había transformado en un viajero privilegiado, pero que de vez en cuando recibe malas noticias, como por ejemplo la muerte de Juan Carlos González, que se cansó de hacer bromas a la gente con esa cara de Buster Keaton para siempre.
El mismo que había perdido su nombre y era llamado cariñosamente por todos, “El Oreja”.


*de Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar






Marie Louise*



*Fernanda Sández
23.09.2009


Se llamaba Marie Louise Strauss. O Strausz, porque los empleados de Migraciones siempre han sido impacientes y una “sz”, en 1920 y recién bajada de un barco, sería para ellos demasiada complicación. Era húngara. Era hermosa. Es hermosa. Asoma desde su cielo sepia como de entre una nube. O eso creo. No sonríe. Pero me mira, que es mucho peor porque no sé qué decirle, ni cómo llamarla. ¿Abuela? ¿A ella, que es más linda y dentro de poco hasta más joven que yo? No, imposible. Ella para mí fue y será Marie Louise, una especie de hada personal, privadísima, para pedirle protección en los exámenes y en la vida. Y en los exámenes de la vida, sobre todo. Nunca sabré si le habrá gustado tener una nieta así. Tan oscura, tan quieta. Porque Marie Louise era una mujer de brillo y de movimiento, o eso me dicen. O eso creo yo o eso me invento sobre esa abuela sin manos y sin cuerpo que me mira desde una foto. Y me pregunta, sin preguntar, qué pienso hacer con lo que me queda de vida, quizá porque a ella la suya se le pasó muy rápido. Adivino que no todo habrá sido tan dorado ni tan movido como prefiero, necesito imaginar. Porque era húngara y hermosa, eso es verdad. También que se llamaba Marie Louise Strauss. O Strausz. Pero de todo lo demás nunca se supo nada. O tal vez sí, pero nadie quiso hablar porque, claro, ella para la familia sigue siendo “la abuela” y las abuelas pueden ser cualquier cosa. Menos putas. Y Marie Louise, en la Buenos Aires de 1920, fue precisamente eso: una puta. “Pura”, corrige pudorosamente la computadora en la que escribo. Pero no: era Strausz con “sz” y puta con “t” es lo que escribí, y lo que ella fue alguna vez. Y también lo que prefiero, antes que la “pura” que proponen las máquinas y las familias. Una “polaca” fue Marie Louise entonces, una cabaretera de pelo rojo y ojos grises que hablaba en alemán y que vino al país casada por poder con un supuesto noble que terminó siendo en realidad un cafisho de la Zwi Migdal, que es como decir la aristocracia de los vividores. A poco de bajar en el puerto –dicen, parece, creí escuchar– el falso conde/marido la vendió al dueño de un burdel de la calle 25 de Mayo. O algo por el estilo, porque con los secretos de familia nunca se sabe y a veces es mejor así. Que no se sepa. Que se imagine. Que una pueda ver a su abuela-hada vestida de reina, toda entre tules del color de la sangre, con su corte de cara perfecto y su pelo incendiado refulgiendo en la noche obligatoria del puticlub. Esperando sin esperar. Imaginando también ella sus cosas, su otra vida posible. Hubo –no pudo no haber– muchos que le se enamoraron por esos días. Tan linda, tan rara, tan de otro mundo era. O eso parece. Pero, sin dudas, hubo uno que la quiso mucho más, y le tomó la foto. No, no fue mi abuelo. Él solamente la sacó del cabaret, se casó con ella, le dio tres hijos y seis años después la internó por el resto de su vida en un hospital psiquiátrico. Yo hablo del otro. El del retrato. Ese para el que siento que Marie Louise quiso ser, por primera y última vez, la verdadera. La real. Entonces dejó caer por un instante la cara de cabaret, que siempre es de mentira, y se quedó desnuda. Con su cuello infinito más largo que nunca, la barbilla en alto, los ojos grises escurriéndose mejilla abajo. Ése, de ese hombre hablo. Ése en el que ella estaba pensando en esa foto. El único y último testigo del relumbrón. Hay un instante, uno solo, en el que la máscara se raja al medio y uno pare su verdadero rostro. Ese hombre vio eso: vio a Marie Louise recién nacida, iluminándose toda entera. Algo me dice que fue un escultor pobre, casi seguro italiano, encandilado desde el vamos por aquella mujer como de mármol que un día se encontró sentada en su silla de esperar. Y la vio tan perfecta, tan irreal, que desde entonces su vida se redujo a dos cosas: volver al cabaret y repetirla. Poner la cara de Marie Louise –coronada de flores o de hojas de parra– en el frente de cuanta casa le pidieron que hiciera. Buenos Aires era rica en esos años y todos querían su frente bien alto y con cariátide. En mi barrio todavía hay varias casas así, coronadas por mujeres aéreas que miran a los que pasan, como bendiciéndolos. Nadie me lo dijo, pero yo sé que la modelo es siempre la misma y que se llama Marie Louise Strauss. Siento entonces que, a su modo, ella me sobrevuela. Me protege. Le agradezco, entonces, que me haya dejado nada más que una foto. Y todo el tiempo del mundo para imaginar lo demás.

A la memoria de Marie Louise, abuela y hada, y a los millones de mujeres a quienes las redes de trata les siguen robando la vida y la historia, en el Día Internacional contra la Explotación Sexual y desde un país cuya ley al respecto sigue sin ser reglamentada.



*Fuente: http://criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=31197






*


La Plata, 20 de setiembre de 2001


Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla,
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Antonio Machado


Hoy es 20 de setiembre de 2001 y cumplo 54 años. Ignoro por qué se me ocurrió relatar los años de mi primera juventud... nostalgias, revival, el paso del tiempo... no sé. Se lo dedico a mis hijos que hoy tienen Celina 23, Pablo 19 y Lucía 17 años. Yo soy clase ’47 o sea de los años de la postguerra (1938/1945). Lo voy a hacer alternando la primera con la segunda persona, como si hablara conmigo al tiempo que con ustedes, mis queridos pibes.

Quizás me mueva al relato un par de cuestiones. La primera es las tantas veces en que no nos hemos puesto de acuerdo en la consideración de algunas situaciones que han cambiado mucho. La segunda es mi permanente sorpresa al ver –hoy en día- un paisaje urbano tan pero tan diferente al que me tocó vivir a mi. Les aseguro que el paisaje de mi niñez era muy otro, ni mejor ni peor pero bien distinto al de ustedes.

Como decía, nací en setiembre del año 1947 en la entonces llamada Capital Federal, hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Mis padres vivían en Avellaneda, en un departamentito a un par de cuadras del viejo Puente Pueyrredón, puente hoy en desuso.

Al cumplir yo seis meses nos mudamos a WILDE donde papá había comprado una casa con amplio terreno, a tres cuadras de la Av. Mitre y calle Las Flores, vale decir cerquita del centro. Ahí, en ese suburbio del Partido de Avellaneda aprendí a caminar la vida y me crié. Era la década del 50 y viví en Wilde durante 24 años, hasta 1972, cuando recalé en La Plata para cursar estudios universitarios.

Los recuerdos que les voy a contar son básicamente de los ’50, una época que hoy parece acaecida trescientos años atrás, tanto han cambiado las cosas en apenas 40 años. Debo empezar diciendo que todo el contexto de la vida cotidiana de mi infancia y niñez era casi absolutamente distinto al que es hoy y en cualquier plano que se lo mire, ya van a ver. Empiezo entonces tal como me salga, voy a chequear mi memoria.

La zona donde yo vivía está hoy totalmente poblada y se ha convertido en un algo caro y elegante barrio con todos los servicios y arquitectura moderna. No era así en la década del 50. Por aquel entonces había en Wilde más terrenos baldíos que casas y más calles de tierra que asfaltadas, la Av. Mitre era empedrada con adoquines lo mismo que la mayoría de las pocas calles; tenía una muy ancha rambla en el medio por la cual circulaba el tranvía. Las casas eran de ladrillo, sin tejas, cuadradas, estilo antiguo y algunas sin revocar; muchas eran de madera y chapa. Cuando llovía se embarraba todo. La mayoría de ellas tenían agua de bomba, no agua corriente. No había edificios.

Los inviernos eran bien cojonudos y no teníamos con qué darle como no fuera con los pullovers que tejían mamá y la abuela. Debido a las pocas casas y predominancia de baldíos no había el microclima que hay ahora, entonces las heladas congelaban todo y pintaban de blanco el paisaje matinal. Los baldes que quedaban en el patio amanecían con una capa de cinco cmts. de hielo y el goteo de la canilla del fondo con la columna hecha una estalactita. Eso en la ciudad ya no se ve más. A los chicos nos ponían guantes de lana, bufanda y pasamontaña ¡Ay los sabañones en los dedos y las orejas!

Al haber pocas casas y muchos árboles en Wilde estaba lleno de pajaritos: palomas, torcazas, gorriones, mixtos, ratoneras, calandrias, chingolos, horneros, cotorras, benteveos, lechuzas, teros, colibríes, urracas, cabecitas negras, golondrinas, tordos, tijeretas, y hasta jilgueros y cardenales.

Cumplí tres años el 20 de setiembre de 1950 y trece en 1960. Juro que durante la década del 50 jamás escuché las siguientes palabras: diu - marketing - preescolar - jardín de infantes - guardería - 7º grado - merchandising - alzheimer - anorexia - diet - light - aerobismo - turbo - climatizado - halógeno - poliuretano - multiprocesadora - clonación - alunizaje - pasteurizado - transgénico - genoma - postmoderno - tercera edad - tupper ware - wash and wear - transa - trucho - trolo - fifar - quartz - rayo laser - teflón - Care Free - lavilisto – guerrilla urbana - catering - globalización - geriátrico - grill – pack - tetra brik – poliamida – windsurf – AFJP -parapente – new age – fax – osteoporosis – Banelco – deuda externa.

Los autos eran muy distintos a los de ahora, por empezar estaban todos pintados de negro y las marcas eran otras: Chevrolet, Buick, Chrysler, De Soto, Studebaker, Playmouth, Vauxhall, Morris. Cuando salió el Kaiser Carabela fue el oh! de todo el mundo y ni les cuento del Valiant I que parecía un avión y daba más de 120 kmts./hora. La velocidad crucero era de 70 kmts. y el viaje a Mar del Plata duraba siete regulares horas. No había semáforos y para doblar se sacaba la mano por la ventanilla; si se transportaba a un enfermo o herido había que atar un pañuelo blanco en la antena o llevarlo con la mano alzada por fuera de la ventanilla. Muy pocos tenían auto y no había problemas de estacionamiento en ningún lado; las calles eran todas mano y contramano. Mi padre era uno de los únicos dos que tenían auto en la cuadra, un Morris Ten modelo 47 cero km. ... un potentado mi viejo!

Las mujeres no manejaban. Al no haber semáforos, en las principales esquinas estaba la garita del vigilante desde donde el cana dirigía el tránsito con unas mangas blancas en el antebrazo y tocando el silbato. Me contó mi viejo que cuando él aprendió a manejar chocó contra una y la tiró abajo en la avenida Montes de Oca de Barracas (qué boludo!).

Había muchos carros tirados a caballo, por todos lados, era tan usual como ver un auto y la mayoría de los vendedores pasaban en carro. Es obvio imaginar el olor habitual de las calles a causa de la bosta de los caballos pisada por carros y autos, un aroma al que uno estaba bien acostumbrado y no ofendía al olfato.

Por las calles y de mañana pasaba el carro del lechero, el sifonero, el papero, la panificadora, el pescador, el verdulero, el escobero, el basurero, etc. Era una romería de carros y relinchos. Debido a que poca gente tenía heladera había uno que vendía hielo en barra: el yelero, también con carro y caballo por supuesto; cortaba el bloque con un golpe de serrucho y lo cargaba al hombro con una bolsa de alpillera. Otro personaje típico era el afilador de cuchillos y tijeras, un gallego que pasaba en bicicleta, de boina y tocando la flauta. Había uno que era francamente detestable: el carro jaulón de la perrera.

Muy poca gente tenía teléfono particular, agatas si uno por cuadra y entonces se lo prestaban a los vecinos. No había teléfonos públicos y mucho menos locutorios, para hablar había que ir a la empresa telefónica donde la comunicación la hacía la operadora conectando cables de dos colores en unos enchufes. No se pagaba por pulsos sino por llamada y existían muchos aparatos que se accionaban a manija y por operadora. Las estaciones del FFCC se manejaban con telégrafo mediante código Morse. Los teléfonos eran de color negro. Esto que cuento de los teléfonos tenía una implicancia que es ahora casi impensable: la gente se visitaba sin previo aviso, directamente caía en la casa de uno y golpeaba la puerta.

Los medios de transporte público eran tres: el colectivo –modelos muy antiguos, marcas Chevrolet, Ford, Leyland, Mercedes Benz o Bedford-, el troley, que era un colectivo enorme con dos fierros arriba conectados a la línea eléctrica, y el tranvía, del cual había infinidad de líneas que barrían toda la Capital y suburbios. Yo hice toda mi escuela primaria viajando de Wilde a Bernal en tranvía; el estrepitoso ruido que metían era muy típico y hacía a la música urbana de esos años. Conducía el tranvía o tranguay el "motorman", y el "guarda" te cortaba los boletos. Los asientos eran de madera y en invierno se colaba el frío en esas carrindangas que daba calambre.

Por supuesto que también estaba el tren pero con locomotoras a carbón (oh! la máquina a vapor...), recién empezaban a llegar las Diesel. Imaginar el tren iba unido al humo de la locomotora y el silbido de la máquina. Chucu chucu chucu chucu chucu chucu...

En la década del 50 el planeta estaba habitado por 2 mil millones de personas; hoy somos 6 mil los millones. Argentina tenía 20 millones y hoy 40. El año 2000 quedaba como el 3000... allá lejos y hace tiempo, en la estratósfera, era para las novelas de ciencia ficción. Las Twin Towers -que desde hace 9 días no existen más- tampoco existían y el edificio más alto del mundo era el indiscutido Empire State Building con sus orgullosos 381 mts. de altura.

Esta otra tanda de palabras tampoco figuraba en el diccionario de la vida cotidiana: Dolina – Arafat - Pinti – ortodoncia – prestobarba - frecuencia modulada -membrana asfáltica - kiwi - dolby - sida - unisex - realidad virtual - sensación térmica - mall - capa de ozono - chip - multimedia - lipoaspiración - plastificado - compact disc - biodegradable - Chapulín Colorado - contestador automático - www -
bytes - digital - delivery - management - soporte magnético - trabex - e mail - by pass - parking - caloventor - default - lluvia ácida -Carrefour - catering - tenedor libre - made in Taiwan - Dow Jones - CEE - Mercosur - Maradona - spa - prestobarba - DVD - fecundación asistida - masterizado - papanicolau - mamografía - Brasilia – sachet - hipoacúsico – discapacitado – Serrat - inalámbrico – pet - fun.

El documento de identidad de los hombres se llamaba "Libreta de Enrolamiento" y el de las mujeres "Libreta Cívica". Ir a la colimba era "ir a servir a la Patria" o a "hacerse hombre": si te tocaba Marina tardabas dos años en hacerte hombre (yo me salvé de la colimba por número bajo, me tocó el 017). Argentina todavía no era una colonia yanqui y el concepto de Patria se llevaba muy adentro. En el 47 autorizaron a votar a las mujeres. Había una señora -La Eva- que se mandaba unos discursos de hostias por la radio; creo que después se enfermó y se murió, mi papá estaba contento.

Ahora voy a algo que me resulta tan gracioso y sorprendente como necesario para agregar al presente cuadro una de sus pinceladas fundamentales: en la década del 50 recién se empezaba a usar el plástico, casi no había cosas de ese material. Recuerdo haber asistido a la aparición de las primeras medias de nylon para mujeres, eran muy pero muy caras y por supuesto el último grito de la moda.

Uno de ustedes se puede preguntar tranquilamente cómo es un mundo sin plástico y estoy seguro le va a costar hacerse a la idea ya que hoy casi todo es de alguna variante de ese material. ¿Y de qué eran los objetos antes del plástico? Pues es muy simple, casi tonto: de vidrio, papel, cartón, hule, chapa, zinc, lata, madera, calabaza, mimbre, caña, cobre, alpaca, tela, lona, lino, lana, hilo, algodón, cuero, amianto, loza, cerámica, plata, antimonio, corcho, niquel, goma, yeso, arcilla, cebo, baquelita, aluminio, acero, bronce, ladrillo, piedra, barro y adobe, cemento y fibrocemento.

Hoy día basta contar las cosas de plástico que hay arriba de la mesa a la hora de almorzar para darse uno cuenta que una mesa de hoy es muy distinta a las de antes. Todos los envases de bebidas eran de vidrio y retornables, y dicho sea de paso no existía la Coca Cola de litro, todas la gaseosas venían en botella chiquita y no era usual verlas en la mesa cotidiana. Los chicos tomábamos un concentrado (jarabe) para diluir llamado Granadina y otro de bebida cola, la Refrescola. En los bares además de Coca vendían Pomona, Indian Tonic Cunnington y Bidú Cola. La Pepsi llegó más tarde.

El vino era común de mesa y el reserva para ocasiones especiales, ni qué decir del fino. Las marcas eran media docena, que ya no vienen: Tomba, Tupungato, Gargantini, Toro, Pángaro y algún otro. El mantel de la mesa era de hule y si domingos o feriados entonces de hilo, sin dudas que bordado a mano.

La vestimenta del hombre era muy otra, por empezar era más elegante y se usaban gemelos para las mangas de camisa, chaleco, moñito en vez de corbata, sombrero, trabacorbata, ligas para las medias (claro! porque no eran de nylon, entonces no ajustaban y se caían, había que sostenerlas con algo), traje, tiradores en vez de cinturón, pañuelito pintón en el bolsillo de arriba del saco, anillos grandes y guantes. La terminación era con peinado raya al medio y Glostora o gomina Brancato... una afeitada con brocha y Gillette, un poquito de colonia y a romper la noche muchachos!

La mayoría de las cosas que uno hoy compra envasadas se vendían sueltas y además por precio, no por peso. Ejemplo: ir al almacenero y traer 10 ctvs. de azucar, otros 10 de fideos y 5 de manteca, garbanzos, porotos o lo que sea. No había super ni hipermercados, agatas si mercados chiquitos y ferias francas, para las compras diarias estaba el almacén del barrio, la verdulería, vinerías, forrajerías, zapaterías, etc. Muchos de esos rubros hoy ya no existen más. El vino se estilaba comprarlo suelto llevando la damajuana; el aceite también se compraba suelto. Las gallinas se vendían vivas o se sacaban del gallinero y había que cortarles el gañote y desplumarlas con agua hirviendo. No había fábricas de pastas frescas.

La leche no venía en sachet y se compraba suelta por litro llevando la jarrita. También venía en botellas de vidrio marcas La Martona y La Vascongada. No había "larga duración" ni ninguna de las marcas actuales. Los menores tomábamos leche con Toddy, cacao o cascarilla.

La población de Wilde estaba compuesta en su mayoría por inmigrantes tanos, gallegos y turcos. Había mucha gente de otros países que venía huyendo de las guerras y entonces uno aprendía idiomas y dialectos casi sin querer; a mi me daba risa oir hablar a los tanos en su media lengua y mi viejo los imitaba muy bien. Mi abuela era gallega y solía hablarme en su idioma. Esos inmigrantes instalaron aquí sus costumbres de origen y algo muy común era la quinta; casi todas las casas tenían quinta y gallinero. Entonces la gallega me mandaba a la forrajería a comprar afrecho y rabacillo para las gallinas, también maíz. Yo tenía que agarrar un balde, ponerle agua hasta la mitad y echarle afrecho, revolver hasta que espese y darle a las gallinas.

Los almaceneros, dueños de restaurants y mozos eran todos gallegos, los albañiles y carpinteros italianos, los tintoreros japoneses, los vendedores ambulantes de ropa turcos y los lecheros vascos. Eso era invariable.

Había pocas instituciones bancarias, muy tradicionales, sucursales del Provincia y el Nación, también el Hipotecario y la Caja Nacional de Ahorro Postal. Los conceptos de inflación, indexación, devaluación, corrupción, terrorismo, etc. no existían; tampoco existían las tarjetas de crédito ni los plazos fijos. Se usaba el cheque, el pagaré y la cuenta corriente; también la palabra y sellar el trato con un fuerte apretón de manos. Nadie compraba dólares.

Al no haber inflación las cosas costaban siempre lo mismo por años y años. Recuerdo que para ir a la primaria viajaba de Wilde a Bernal y el boleto del tranvía era de 0,50 ctvs. “Peso Moneda Nacional”. El colectivo 0,70. En el 58 mi viejo compró unos lotes en Mar de Ajo con un crédito del Banco Hipotecario a 20 años, al final terminó pagando chaucha y palitos. Los impuestos se pagaban anualmente y no bimestral o mensualmente como ahora.

Los elementos de aseo eran mucho más restringidos que los de ahora, no había sido inventado el champú ni la crema de enjuague. Mi madre y mis tias juntaban agua de lluvia para lavarse el cabello con algún jabón fino Palmolive. No recuerdo si ya había desodorantes axilares pero los primeros fueron de barra, en envase de vidrio con tapa de lata, marca Polyana. El desague del inodoro era a cadena, no a botón, con la pesada mochila de hierro expuesta allá arriba.

El servicio de la luz se pagaba en el domicilio; pasaba un cobrador, leía el medidor y cobraba según el consumo registrado. No llevaban custodia ni iban armados y eran siempre los mismos tal como era siempre el mismo el cartero, durante años y años. De noche la Policía patrullaba las calles a caballo –de a dos- y constataba que los picaportes de las casas estuvieran con llave. También estaba el sereno que indicaba su paso golpeando la puerta cancel con un bastón. La luz blanca no existía, había sólo de la amarillenta, en casas, calles y autos.

Todos los vecinos se conocían y se visitaban, que uno le llevaba ciruelas al otro y ese retrucaba con uvas de su parral, empanadas o alguna que otra cosa. Se vivía a un ritmo más tranquilo que el de ahora; es un dato ostensible que al mismo tiempo que fue aumentando la velocidad de los autos, aumentó la velocidad de la gente (o mejor a la inversa). Qué era el "stress"...? -Ni idea.

En la década del 50 no había internet - countries - lentes de contacto - torturadores - lavaderos automáticos - ninjas - tampones - moratorias - desaparecidos - trasplantes de órganos - drugstores - locutorios - freezers - misiles - cajeros automáticos - tarjetas de crédito - reality shows - celulitis - psicólogos - neumáticos radiales - shoppings - aliscafos - cybercafés - alimentos balanceados - coches bomba - tractorazos - piqueteros - hackers - autopistas - secuestros - comercio de órganos - Brigadas Rojas – Prode – Loto – Quini 6.

Los colchones y las almohadas eran de lana, pluma o algodón, no existían la gomaespuma ni el polyester. Había un oficio que era el de cardador; el hombre venía a casa, descosía el colchón, lo cardaba o sea despelmazaba la lana, y lo volvía a armar; se lo llamaba anualmente en primavera. En relación a este tema teníamos dos animalitos bien jodidos y colchoneros que prácticamente desaparecieron: la chinche y la pulga; fueron desplazados por los piojos y las liendres. Siempre es así, se vence una peste y aparece otra que la reemplaza ocupando su lugar.

Casi no existía la electrónica, no existía, entonces no había televisión ni equipos de audio, grabadores, pasacasetes, videocaseteras, walkmans, guitarras eléctricas, microondas, acondicionadores de aire, celulares ni computadoras. Sí pibes y aunque no me lo crean: cuando yo era chico –y ojo que no tengo 180 años- no había TV ni PC, agatas si radio eléctrica y a válvulas, las de transistores vinieron después. Recién el tocadisco había desplazado a la vitrola y los pudientes tenían un “combinado” que era un enorme cajón de madera con radio y tocadiscos (discos de pasta 78 rpm, por supuesto). La sigla PC quería decir Partido Comunista.

Nos enterábamos de las noticias por el diario y la radio. Yo seguía la serie de Tarzán que iba por Splendid todos los días de 17 a 17,15 hs. y mi madre escuchaba las radionovelas con Oscar Casco y otras voces engoladas célebres por aquellos años. También había radioteatro, óperas y zarzuelas, y el domingo al mediodía todo el mundo escuchaba "La Revista Dislocada" con Delfor a la cabeza; por la tarde los hombres se prendían con el partido. Cuando había golpe de estado buscábamos Radio Colonia en el 5.5 del dial con la inconfundible voz de Ariel Delgado (“haaay mááás informacioooones para este boletííín!!!”). Otra radionovela que me gustaba era "Lindor Covas El Cimarrón".

La TV apareció cuando yo tenía unos 8 o 9 años, en 1956 aprox., en blanco y negro y con un solo canal -el 7- que transmitía dos o tres horas por día; los locutores eran el negro Brizuela Mendez y Pinky. Pronto llegaron Pepitito Marrone (cheeee!!!), el Capitán Piluso y Coquito, Balá, el padre Gardella y las series La Patrulla del Camino con Broderick Crawford, 77 Sunset Streep, Perry Mason, Bonanza y El Zorro. También La Familia Falcón con Pedrito Quartucci. Muy poca gente tenía televisor, eran carísimos.

Los primeros grabadores fueron marca Geloso y eran a cinta (no a casete). El Winco y los long plays llegaron después, en mi adolescencia. Los Beatles todavía no existían pero se empezaba a escuchar a Bob Dylan, Joan Baez y Elvis Presley.

No había artefactos a pila excepto las linternas, eran pocos y todos eléctricos. Los encendedores eran a bencina. Las velas y fósforos de cera marca Ranchera y las pilas marca Eveready, grandes, de las chiquitas y medianas no había. Todos los chiches que se movían eran a cuerda.

No existían la informática ni la semiótica, tampoco la ecología y mucho menos el psicoanálisis y los psicólogos. Había muy pocas especialidades médicas y mil veces menos medicamentos que ahora. No había medicina de alta complejidad ni la impresionante aparatología actual; se usaba mucho la medicina casera utilizando el vinagre, la barrita de azufre, las ventosas, las purgas laxantes de aceite de castor (puaj!), las píldoras Ross para regularizar el intestino, el ajo con leche para sacar la lombriz solitaria, el alcanfor contra la polio, las enemas cuando te atrancabas, el aceite de hígado de bacalao, la ruda contra la mala suerte, el carbón para cortar la diarrea, el Geniol para el dolor de cabeza, alcohol fino, árnica para los machucones, etc. El hospital público, que era gratuito y de calidad, atendía al 90% de la población; había muy pocas instituciones privadas.

Los chicos nos enfermábamos de sarampión, viruela, poliomelitis, escarlatina, lombríz solitaria, tuberculosis, tos convulsa, gripe, varicela, y alguna otra típica de esos años. Casi no había vacunas excepto la Sabín oral contra la polio (oral, sin inyección). Por cualquier cosa te daban una inyección en el culo que te dejaba a la miseria. Ir al dentista era dramático, la sala de torturas, lo peor de lo peor, con ese gigantesco e infernal torno a cuerdas.

Después te arreglaban con caramelos: Sugus, Media Hora, Fruna, Chucola, Chuenga, chicles Adams o Bazooka, confites y pastillas DRF de menta; en el mejor de los casos te llevaban a tomar un helado de palito y listo el pollo. Un dicho clásico de aquellos años: "A golpes se hacen los hombres y a patadas las mujeres".

De chico me tuvieron que operar de la garganta (amígdalas) y me llevaron al Hospital Argerich de La Boca. Recuerdo que me agarró una enfermera de sorpresa por atrás, me sujetó fuerte, me encajó una sábana y al toque apareció el médico con unas pinzas enoooormes. Me obligó a abrir la boca de prepo, metió las pinzas y tiró para afuera; quedamos él, la enfermera y yo bañados en sangre. Listo, ya estaba. (¿y la anestesia Doctor...?). Así fue como accedí a la castración.

De cada cosa había muy pocas marcas y eran siempre las mismas, entonces comprar era fácil. Por ejemplo había una sola marca de zapatillas –Alpargatas- con cuatro modelos: las comunes, blancas o azules, y las de basquet, blancas o azules. Hoy día para comprar zapatillas hay que ser especialista en marcas, modelos y mil chiches... total para qué si un par de zapatillas es un par de zapatillas. De igual manera ibas a la ferretería a comprar pintura para madera o metal y había dos marcas -Alba y Colorín- con sólo dos variedades: sintético (brillante) o mate (opaco), nada más que eso. La ropa era de algodón o hilo -no de polyester- y necesitaba plancha y almidón.

No había delivery ni comidas preparadas, prepizzas ni tapas de empanadas, casi todo lo hacía el ama de casa con elementos caseros; se pasaban la mañana entera cocinando entre ollas y nubes de vapor de agua hirviendo. La calefacción era mayormente a carbón -braseros- y a kerosene que había que ir a comprar a la estación de servicio. Las estufas eran a vela y había que darles bomba. El calentador marca Bram-Metal se usaba tanto para cocinar como de calefactor. El carbón se compraba en la carbonería, también la leña, papas y cebollas en bolsa y kerosene. Había heladeras pero no freezers.

Tampoco había de lo siguiente: luncheon tickets - indexación - Favaloro - Montoneros - Merval - cable coaxil - riesgo país - Hubble - sommier - holograma - hipoalergénico - Concorde - fórmica - ADN - policarbonato - call money - combo - promo - neonazi - e mail - página web - telgoporn - fundamentalismo - Benetton - Ulster - videocable - contaminación ambiental - peaje - corlock - tender - día del amigo - día del niño - premium - ingeniería genética - cinerama - listas sábana - empleados ñoquis - demo - unplugged - ETA - Neil Armstrong - Che - tomografía computada - resonancia magnética - chatear - on line – flexibilización laboral – Bin Laden.

Mis distracciones consistían en andar en bicicleta, jugar con mis amigos a las bolitas (uy! cuando aparecieron las japonesas!) o las figuritas, el ajedrez, el ludo y las damas, la lotería de cartones, los autitos, el remo, los patines, pasear a mi perro, hablar en jeringozo, hacer cosas con maderas, serrucho, martillo y clavos. Entre mis amigos nos tratábamos de "che", no de "boludo". A la gente grande -de más de 20 años- se la trataba de riguroso "usted".

También leer los libros de la colección Robin Hood, manejar el aro, remontar barriletes, cazar pajaritos con la gomera, tocar el timbre y salir corriendo, jugar a la escondida y la mancha, el rango y la rayuela. Me encantaba ir con la bici a pescar a Quilmes o a la lagunita de Sarandí. Coleccionaba estampillas y leía Patoruzú, Billiken y las revistas mejicanas. Mis héroes eran Tarzán y el Llanero Solitario. Me había fabricado un palomar en el fondo y tenía como 40 palomas, de las comunes, buchonas y cola de abanico.

Otros juegos infantiles eran el monopatín, el carrito con rulemanes, el tinenti (o payana) con las piedritas, el balero, el yoyó, las palabras cruzadas y el estanciero. Los barriletes los hacíamos caseros, con filetes de caña, pegados con engrudo y destripando una sábana vieja para ponerla de cola. El ladrón y el vigilante, jugar a la pelota en el potrero y la cerbatana. Cuando llovía y se inundaba la calle hacíamos barquitos de papel.

Las plazas tenían una configuración distinta a las actuales, con algunos personajes que han desaparecido. En casi todas había un guardián o cuidador municipal que la mantenía limpia y arregladita; también estaba el barquillero que vendía rosquitas, pirulines, gofio, manzana acaramelada, maníes calentitos, lupines y pochoclo. Pero la palma se la llevaba el calesitero con la algarabía de los caballitos que suben y bajan y la magia de la sortija. En ninguna faltaban hamacas ni toboganes. Otro era el heladero que también pasaba en las tardes de verano por el barrio en un triciclo-bicicleta... "palitos, bombón, heladoooo!!" y despachaba una de dos marcas: Noel o Laponia. Alcancé a conocer al organillero con el lorito que te sacaba la tarjeta de la suerte (... las ruedas embarradas del último organito... vendrán desde el suburbio buscando el arrabal...).

Era la época de la categoría Turismo Carretera con Fangio -quintuple campeón mundial-, los Galvez y los Emiliozzi; y en boxeo Gatica, Lausse y Pascualito Pérez. En catch Karadagián y en fútbol como siempre unos cuantos, recuerdo a Musimessi -el arquero de Boca-, Labruna en River, Erico en Independiente y Ratín y Mauriño en Boca. Los partidos los transmitían por radio Fioravanti, Muñoz y Luis Elías Sojit.

Iba al cine semanalmente a ver las de cowboys con Alan Ladd y John Wayne matando apaches (oh! Gary Cooper, oh! Kirk Douglas). Daban tres películas y mi vieja llevaba la canasta con sánguches de milanesa, mandarinas, bananas y Coca Cola. Cada vez que se quemaba la película se armaba un griterío infernal y revoleábamos las cáscaras de banana; nada muy distinto a lo que se ve en “Cinema Paradiso”.

Las de terror estaban a cargo de Boris Karloff que metía un miedo de aquellos. En la siguiente década apareció Narciso Ibañez Menta con "El Fantasma de La Opera". Las películas eran casi todas en blanco y negro aunque algunas de Hollywood comenzaban a llegar en technicolor. Otro que metía miedo era Hitchcock y para reírnos teníamos de sobra: Los Tres Chiflados, El Gordo y El Flaco, Chaplin, y Los Cinco Grandes del Buen Humor, sin contar los dibujos animados de Walt Disney.

Una vez un sábado a la noche mis viejos se empilcharon porque iban a salir con una pareja de vecinos al cine a ver una porno PM18. Intrigado quise saber cuál era pero no me lo quisieron decir (muy bien no sabía qué quería decir "porno"). Después me enteré que era "La Cigarra no es un bicho", nacional, con Luis Sandrini y gran elenco. Ya de mayor la fui a ver de pura curiosidad... qué poco hacía falta para ratonearse (hoy es para los chicos, hasta uno de 8 la puede ver).

Las fuerzas armadas de mi país –poderosamente equipadas- tenían tanques de guerra Sherman, fusiles Mauser, jeep Willys y aviones Gloster Meteor. Hoy todo eso se puede ver en los museos. Casi no existía la energía atómica y no había centrales nucleares. Argentina tenía una flota naviera estatal -ELMA- de primera línea que surcaba todos los mares del mundo; exportaba productos agropecuarios y tenía un futuro de grandeza. Los servicios públicos eran todos nacionales, Perón se los había expropiado a los ingleses.

Un amigo de mi viejo lo quiso entusiasmar para irnos a vivir las dos familias a EEUU, yo asistí a la conversación. El Sr. Estancich decía que aquel era un país pujante (recuerdo esa palabra porque no la entendía y fui corriendo a buscarla al diccionario); mi viejo le dijo que no, que Argentina también era un país pujante y se quedaba aquí. Sin comentarios.

Avellaneda era un maremagnum de fábricas trabajando a pleno con sus chimeneas humeando día y noche. Hoy es un triste monumento a la desocupación. La Boca y todo el puerto de Buenos Aires eran un enjambre de vapores cargados hasta la línea de flotación con los productos del país (ver los cuadros de Quinquela). Eran miles los estibadores y obreros que llenaban las calles desde temprana hora. Todo eso -que yo alcancé a ver- se terminó hace rato.

Wilde era un barrio tranquilo y los vecinos se conocían todos, entonces no había mayores problemas de seguridad. Nadie enrejaba la casa ni ponía alarmas, para eso estaba el perro. Casi no había robos y recuerdo que cuando había algún asesinato truculento salía en la tapa de La Razón, en la famosa edición quinta de la tarde. Los canillitas voceaban los titulares -ahora ya no lo hacen-. Mis padres no me dejaban leer las noticias "policiales" porque eso no era para los chicos (tenía que pasar de largo la página 5).

Los pocos ladrones saltaban las tapias a puro coraje, todavía no habían nacido Rambo ni Terminator. No mataban a nadie; una cosa era el ladrón y otra el asesino, diferencia sustancial que las épocas dejaron totalmente perimida. Decía que las casas no estaban enrejadas ni monitoreadas, apenas si culos de botella rotos en las tapias y a veces alambrados de púa. Se solía usar el cerco vivo de ligustrina.

Cuando yo era chico no había drogas, me refiero a las actuales y no al alcohol y el tabaco, con quinientos años el último y miles el primero. Teníamos sólo dos variedades de coca: la Coca-Cola y la Coca Sarli, de la marihuana ni noticias y la primera que causó estupor fue el LSD pero recién en la década del 60. La gente no consumía ansiolíticos a pasto como ahora, hacerlo era signo inequívoco de estar colifato; había pocos y eran recetados por los médicos psiquiatras, no por los clínicos.

Por las tardes de verano la gente salía a la vereda a tomar mate y leer La Razón, conversar con los vecinos y ver pasar la vida. Para fin de año se iba a saludar casa por casa con una sidra bajo el brazo. En carnavales salían todos con los tachos a la calle y se armaba la farra. A mi me fascinaban las fogatas de la noche de San Juan. Esta historia moderna de la gente que vive en edificios y no conoce al del depto. de al lado solamente pasaba en New York.

Los cigarrillos eran sin filtro y lo más común era armarlos comprando por separado el papel y el tabaco, en general negro. Los primeros rubios con filtro fueron los Hawai, LM y Saratoga. Fumar era asunto de hombres, no de mujeres. Los encendedores eran marca Monopol, Zippo y Carusita, todos mecánicos y a bencina. Los viejos fumaban pipa, habanos o cigarros de chala. Se podía fumar en cualquier lado, incluso en los colectivos.

El bolígrafo recién empezaba a llegar, para escribir usábamos lápiz y lapicera fuente. Yo también usé pluma cucharita y cucharón mojando en el tintero (la de ganso ya estaba superada). La única tinta era Pelikan y había algo que ya no se usa más pero era necesario para evitar los manchones: el papel secante. La fotocopiadora no estaba inventada pero había papel carbónico que te ensuciaba los dedos; cuando estaba en quinto grado apareció el Simulcoop que fue como decir la octava maravilla del mundo, nos facilitaba tener que dejar de hacer los mapas a mano. Otro gran avance de la ciencia fue el tintero involcable. Ja!

También estaba el mimeógrafo (había que picar el extensil), y las máquinas de escribir mecánicas marcas Olivetti, Remington y Underwood. Las primeras calculadoras fueron a manija y hacían las cuatro operaciones básicas, el porciento y poca cosa más; eran unos aparatos Olivetti muy pesados y grandotes con la carcaza de hierro. Los comerciantes usaban la máquina registradora, unas enormes máquinas plateadas manuales con teclas de colores.

No había viajes de egresados como ahora; cuando terminabas la primaria o el secundario, el colegio -por supuesto- hacía una fiesta de graduados, y había que portarse bien... Los periódicos zonales sacaban la foto de la nueva promoción. Todos aprendíamos a leer con el libro Upa creo que de Constancio C. Vigil. En la escuela en cada grado teníamos que comprar El Manual del Alumno Bonaerense que venía con todas las materias en un sólo libro; en Capital estaba el manual de Kapelusz.

En casa papá había comprado un juego de tres diccionarios que yo usaba a menudo (y sigo usando): la Enciclopedia Ilustrada de la Lengua Castellana -Sapiens- Editorial Sopena Argentina, tapa de cartón duro, edición 1951. También teníamos la Historia de América de Levene, 15 tomos, edición 1946. Los libros y cuadernos se forraban con papel araña y los chicos teníamos "libreta de ahorro postal" con estampillas, y el chanchito alcancía. El único pegamento para el colegio era el "pegalotodo", no había otro (la Plasticola es de los '70).

El diariero traía todos los días La Prensa, años más adelante mi viejo lo cambió por Clarín. Los lunes llegaba el Billiken y yo por mi parte iba al kiosko a comprar Patoruzú y El Pato Donald con unas monedas que me tiraba mi abuela.

La fotografía era en blanco y negro y muy pocos tenían máquina de fotos (eran grandotas y cuadradas). Había que ir a la casa de fotografía o al retratista a hacer un dibujo a carbonilla; otra posibilidad era el infaltable fotógrafo de cada plaza. Ni pensar en las filmadoras actuales, fotómetros, telémetros, zoom ni cámaras digitales, eso no figuraba ni en las novelas de Julio Verne.

Viajar en avión era cosa de empresarios, funcionarios, militares y pudientes (eran cuatrimotores a hélice). Nadie nacido por acá conocía USA ni Europa. Mis abuelos habían llegado al país en barco trás veinte y pico de días de viaje; nunca más pudieron regresar. Se usaba mucho lo único que había: el correo postal con la estampilla. En muchas esquinas había un objeto cilíndrico pintado de rojo emblemático de aquellos años: el buzón.

Cuando se almorzaba o cenaba había una consigna extendida, al menos en mi casa y casas de vecinos y amigos de mis padres: en la mesa los chicos no hablan. En verdad los chicos teníamos pocos derechos comparado con el hoy, sería tal vez por que no había psicólogos... no lo sé pero ya tampoco me importa. En Pehuajó todavía no había nacido Manuelita. Cuando se te rompía la ropa no la tiraban como se hace ahora, tu mamá te la zurcía o le ponía un remiendo y se seguía usando. Había que verla a la vieja o a la abuela meta darle al huevo de madera, la aguja y el dedal zurciendo las papas de las medias o la entrepierna de los pantalones cortos.

Al no haber un gran desarrollo de la industria química no existían los aerosoles, aunque parezca mentira no había de esa parafernalia. Pero entonces... ¿cómo se eliminaban las moscas? -Con la paleta matamoscas y de a una, o echándoles flit; después apareció el Tugón de Bayer que era un disco como de goma que se ponía en un plato con agua, la mosca picaba y caía envenenada. En los bares colocaban unos aparatos aéreos con luz azul y varillas electrocutadas. En muchas casas tenían fiambreras, unos jaulones colgantes con malla de alambre anti moscas.

¿Y las cucarachas? -Con el zapato. Los mosquitos con espirales Caracol, la única marca del mercado. Las lauchas y ratas con trampera y quesito, y si no con "Ratax", unos granitos raticidas que no les hacían nada. Mi viejo explotaba los hormigueros echándole agua con cianuro y un fósforo; otras veces les ponía "Formitox" pero no le daba resultado y las hormigas le comían toda la quinta (mama mía! cómo puteaba...). También estaba el DDT que después fue totalmente prohibido porque el remedio era peor que la enfermedad. Para desinfectar la casa se usaba la lavandina, el fluido Manchester y la acaroína.

Cuando yo tendría unos 10 u 11 años empezaron a aparecer los pantalones vaqueros, los primeros fueron los Lee e hicieron furor entre los adolescentes. Hasta bien entrada la pubertad los chicos usábamos pantalón corto; ponerse "los largos" era signo inequívoco de haber crecido. Recuerdo que la entrada a la adolescencia se significaba con tres blasones: los largos, la llave de la casa y el reloj pulsera; era usual que a los 17 o los 18 el padre le regalara al hijo un reloj (no, no, en esa época no eran digitales ni a pila, a cuerda y costaban bastante). Las mujeres no usaban pantalones, a ninguna edad, usaban polleras por debajo de las rodillas. Cuando llegó la minifalda a principios de los ’60 se armó un lio de aquellos y hasta discusiones teológicas hubo (ni que hablar de la bikini... uy! Dio!).

Existían las malas palabras y decirlas te hacía merecedor de una fuerte reprimenda (tirón de orejas, paliza o castañazo). Ahora que soy grande las puedo mencionar: hijo de puta, la reconcha de tu madre, boludo, pelotudo, andate a la mierda, pija, te cago a patadas, carajo, chupame un guevo, cabecita negra, quilombo, puto, cornudo, coger. "Estúpido" estaba a medio camino.

Había varios personajes de ficción que servían para asustar a los chicos cuando nos portábamos mal, uno era el diablo: "te vas a ir al infierno!". Otro "el hombre de la bolsa" que tenía su asidero en la figura del linyera, y otro "la gitana" que se llevaba a los chicos malos que no querían tomar la sopa. Cuidado que viene “el cuco”.

Mi madre no tenía lavarropas, eso lo compraron después y me acuerdo de su alborozo frente a semejante adelanto mecánico; las vecinas tampoco tenían. La ropa se lavaba en una enorme pileta de lavar de cemento armado refregando contra una tabla de madera, a mano, en verano y en invierno. Luego iba a la soga que era un alambre que cruzaba el patio de punta a punta y se levantaba con un palo largo. Para que quedara más limpia se usaba azul para blanquear y antes de la aparición del jabón en polvo lo único que había era el "jabón blanco para lavar la ropa" marca Cañadenzo o Federal.

Papá siempre fue un pionero en los adelantos y uno de los primeros del barrio en traer a casa el gas. Hubo que hacer el tendido de las cañerías de agua caliente y junto comprar el calefón, marca Orbis o Domec, ya no me acuerdo (el termotanque es contemporáneo de ustedes). Cuando yo era chiquito en la casa de Wilde no teníamos agua caliente y en invierno había que calentar ollas para bañarse; se lo hacía en la "cocina económica" de hierro fundido marca Istilart, a leña. En razón de lo anterior no era usual que nos bañáramos todos los días. El gas envasado fue un adelanto tecnológico al que saludamos: dos enormes cilindros de hierro con una escafandra... eso sí que era ir para adelante a toda máquina!!!

Pensando en lo que es hoy una casa con todos los aparatos eléctricos y electrónicos, las comidas preelaboradas, los alimentos envasados, freezer, microondas, etc. se me hace por comparación que ahora es bastante más fácil ser ama de casa. Mi vieja estaba todo el santo día dándole a la fragua... que lavar la ropa, hacer la comida, la quinta, el gallinero, coser, zurcir, tejer, bordar, planchar, ayudar a los chicos, ir a hacer los mandados, etc. -Es obvio entonces que por aquella época lo usual era que las mujeres no estudiaran ni salieran a trabajar, para lo primero no daba el tiempo ni el marco cultural y lo segundo era tarea del hombre. Casi no había mujeres profesionales.

Un tema aparte (ésto es para vos Pablo) era el de la música. Cuando yo empecé la primaria recién se empezaba a escuchar por estas pampas a Elvis Presley. Los Beatles no existían, vinieron varios años después. Lo que hoy se llama "banda" (de música de rock) antes era la banda de la Policía o la de los pistoleros, no había otras; lo que sí había eran las orquestas, en general de tango, jazz, "típicas" y las de música clásica. Antes del rock estaba el mambo, el bolero, el tango y el folklore; el rock que vos escuchás y tocás no nació en la época de Jesucristo... El primer conjunto de esa música que vi tocar en vivo fue a The Wonderfulls en el club Juventud de Wilde y también a Sandro y Los de Fuego (o sea que ahora Sandro debe tener como 300 años de edad). También lo solían traer a Antonio Prieto, Yupanqui, Alberto Castillo y Los Chalchaleros.

Mi viejo compraba discos RCA Victor (de pasta, ojo! no confundir con el CD... venía una sóla canción por disco) y tenía una colección de tangos y boleros además de otros como Lolita Torres, Benny Goodman, Bing Crosby, Glenn Miller, etc. Se los escuchaba los domingos a la mañana y cada tanto yo le rompía alguno; ahí se armaba y ponía el grito en el cielo (... te dije que no tocaras los discos!!!).

A los niños los traía la cigueña de París (la mentirosa historia de la semillita vino después). No se había inventado la ecografía ni se podía saber el sexo antes de nacer. El padre no podía presenciar el parto. Las leches maternizadas no existían, leche de vaca entera y común para todo el mundo (las descremadas sin nata son de esta época diet). Tampoco había pañales descartables. El único método anticonceptivo era el profiláctico -"Velo Rosado"- y recién empezaban a aparecer las pastillas. A los bares entraban solamente los hombres, no era bien visto una mujer en un bar.

No había saunas sino prostíbulos y lo habitual era debutar con una puta, a la novia no se la tocaba. En mi adolescencia solía frecuentar con amigos los burdeles de Isla Maciel (ayyy!!! las ladillas!!!). Como no había sida a lo sumo te agarrabas una blenorragia y en el peor de los casos la sífilis, que se curaba con inyecciones de penicilina. No había divorcio legal y la palabra separación no figuraba en el diccionario. Tampoco había el análisis de ADN para determinar certeramente quién era el padre (a veces el chico se parecía un poco al lechero o al sifonero).

Los velatorios se estilaba hacerlos en las casas y los deudos guardaban luto hasta que terminara el duelo: brazalete negro los hombres y vestimentas oscuras las mujeres. La gente usaba medallitas al cuello. Casi no había cultos extra católicos con excepción de los espiritistas de la Escuela Científica Basilio y los de las comunidades extranjeras: judíos, ortodoxos, protestantes, etc.

Para ir de Wilde a la Ciudad Eva Perón (La Plata) se lo hacía por la Calchaquí y el cno. Gral. Belgrano -ambos empedrados-, el Centenario no existía y el distribuidor de entrada tampoco. El Parque Pereyra se llamaba Parque de la Ancianidad. Para ir a la Capital se iba por la Av. Eva Perón (Mitre) y se entraba por el Viejo Puente Pueyrredón que es como decir el puente de Brooklyn. El arroyo de Villa Domínico no estaba entubado y el parque se llamaba Parque de Los Derechos del Trabajador.

Los puentes de Varela y Etcheverry todavía no estaban y para ir a Mar de Ajo, de Dolores en adelante la ruta era de tierra hasta Santa Teresita (200 kilómetros), luego había que seguir por la playa; cuando llovía era toda una travesía, el safarí de Camel... otra que "turismo aventura"! (una vez tardamos tres días en llegar a Mar de Ajo).

La carrera espacial recién empezaba, el Sputnik I se lanzó en octubre de 1957 y mucha pero mucha gente decía que eran mentiras, que Rusia nos estaba engañando. Recuerdo mi emoción una noche del 60 y pico cuando pasó sobre el cielo estrellado de Wilde el Vanguard I llevando a bordo al astronauta Gordon. No se hablaba de especies animales en extinción ni tala indiscriminada de árboles. Había indios salvajes y zonas del planeta inexploradas. Los mares no estaban contaminados y todavía no había aparecido Jacques Cousteau, no era necesario.

Salvo Hiroshima aún no habían empezado las pruebas nucleares y vivíamos libres de contaminación radiactiva; no había basura atómica en el espacio ni residuos nucleares. Recién allá por el 66 aprox. -yo 19- explotó el atolón de Mururoa en el Pacífico ante la consternación mundial y su debida amonestación a la República Francesa (Chernobyl iba a llegar en el 86).

Yo me entusiasmaba con los proyectos Mercury, Mariner, Géminis y Vanguard, que hoy se pueden ver por TV en el "History Channel". Esas noticias eran a toda tapa de los diarios de todo el mundo. La hazaña de Gagarín fue en abril del 61; tenía 14 años y ni yo ni nadie podíamos creer que un hombre orbitara el planeta... ¿Quién le pisaba el poncho a los rusos?.

Hoy la existencia es (o parece...?) inimaginable sin automóviles y teléfonos, plástico y aluminio, televisión y jets, electrónica e informática, y sin embargo hoy no somos más ni menos felices que
hace 40 años atrás. Es digno de ser notado que la tecnología y el consumismo no tengan nada que ver con la felicidad.

Los únicos cuatro made in que yo conocí fueron los Made in USA, England, Germany y Japan. La mayoría de los países del Africa eran colonias británicas, francesas, belgas o lusitanas. Asia quedaba allá lejos. En el año de mi nacimiento la Corte Suprema de EEUU autorizó a los negros a compartir el transporte público con los blancos.

En 1947 gobernaba el país el General Perón. El Papa era Pio XII y el presidente de EEUU Harry Truman. En España estaba Franco, en Francia el Gral. De Gaulle, en Rusia Stalin, en Japón Hirohito, en China creo que Chang Kai Shek y en Cuba Batista. En la RFA estaba el canciller Konrad Adenauer. Dos años antes había finalizado la Segunda Guerra Mundial con la bomba de Hiroshima (6/8/45) y la inmediata capitulación de Japón (tengamos confianza en Argentina y si no vean lo que le pasó a Japón hace pocos 56 años). La Europa arrasada se empezaba a reconstruir con el Plan Marshall.

La ONU fue creada el 24 de octubre de 1945. El premio Nobel de literatura del 47 se lo dieron a André Guide (Francia) y el de medicina al argentino Bernardo Houssay. Exáctamente cuatro meses después de mi nacimiento lo mataron a Ghandi (20/1/48) y el 14 de mayo del 48 (...yo agatas si ocho meses) se creó el Estado de Israel. En el 54 Boca salió campeón y mi viejo me llevó a los festejos, tenía 7 años. El muro de Berlín es del 61. Cuando lo mataron a John Kennedy (22/11/63) yo tenía 16 años. La guerra de los Seis Días (Israel contra los países Arabes) ocurrió en el 67 a mis 20, todavía faltaban 10 años para que naciera Celina.

Otra guerra que fue tapa obligada y diaria de los periódicos durante toda mi adolescencia fue la de Vietnam que arrancó en 1962 a mis 15 y terminó a mis 27 con la caída de Saigón (abril del 75). En el 53 fue el asalto al cuartel de Moncada con Fidel Castro a la cabeza y en el 56 el desembarco del Gramma; Fidel derrocó a Batista en 1959 a mis 12.

En muy apretada síntesis ésto era más o menos lo que les quería contar, dibujarles la época en la cual yo me crié, cómo era el mundo por aquellos años. Si leyeron atentamente habrán notado que las cosas parecen sacadas de un antiguo libro de historia, y sin embargo no es así, yo fui coetáneo de toda esa historia, era mi infancia, niñez y adolescencia. La distancia entre mis padres y yo no llegó nunca a alcanzar tamaña diferencia, ni por asomo (papá era del 17 y mamá del 20 o sea que ellos fueron testigos de la década del 30).

Queridos chicos: han pasado sólo 40 y pico de años y parece que hubieran sido como 1000. Los de mi generación hemos tenido que irnos adaptando a la acelerada modificación de todos esos parámetros básicos antes mencionados. Hemos visto pasar muchas pero muchas cosas y por momentos parecía que todo se acababa, sin embargo seguimos en pie. Cuando la crisis de los misiles en Cuba el planeta estuvo al borde de la guerra nuclear y hubo mucho miedo, fue en octubre del 62 a mis 15 años. Confieso haber estado aterrado.

Algunos cambios fueron para bien, otros no, pero no voy a eso. Voy al costo personal de tan impresionantes modificaciones, quiero decir que a veces no da la estructura mental para mantener el ritmo y en algunas cosas uno se va quedando atrás.

En mi caso -por ejemplo- cada vez que suena el teléfono me maravillo de ese invento (Graham Bell, USA, 1876) al que ustedes no tuvieron que adaptarse ni asistieron a su masificación. Ni qué decir de la computadora y el correo electrónico que me siguen pareciendo cosa e mandinga aunque los use a diario.

Sepan disculparme entonces si en algunas cosas -poquitas- me ven medio chapado a la antigua. Es que todo no se puede. Algunas veces y muy en el fondo me siento un sobreviviente pero enseguida se me pasa; si hasta me están empezando a gustar Los Redonditos de Ricota...

Hoy -20 de setiembre de 2001- cumplo 54 años y quise escribirles ésto a ustedes mis muchachos. A vos Celi que naciste en la época de la dictadura, a vos Pablo que sos de Malvinas y a vos Lu que sos de la democracia, los tres muy nuevitos. Yo soy de la post guerra, para ustedes una suerte de dinosaurio de Spielberg; ya murieron mis abuelos y mis padres y la década del 50 quedó allá atrás en la historia, bien lejos.

Bien, les digo que no soy un dinosaurio, es sólo que los tiempos han corrido al galope y mal que bien aquí me tienen, sentado frente a una computadora usando el correo electrónico. Pero la tecnología no importa, jamás se engañen con eso, lo único que vale más allá de los tiempos es el amor que nos tenemos y poder dormir tranquilos.

Bueno pibes, eso les quería contar este papá que les lleva más de treinta años, pocos o muchos según la vara que se use. Por momentos parecen un montón y en otros un soplo. Las dos décadas en las cuales mi arbolito se modeló y tomó su forma casi definitiva fueron muy distintas a las que les tocó vivir a Ustedes. No obstante aquí estamos todos juntos bajo el cielo de Argentina viajando en el veloz tren del tercer milenio.

No me animo ni a pensar en lo que va a ser el planeta dentro de 50, 100 o 200 años. No hay ninguna garantía de que vaya a estar mejor que ahora, nadie lo sabe. Basta imaginar el promisorio campo de la ingeniería genética para entrar en el terreno de la ciencia ficción, y sin embargo tal vez tenga más de ciencia que de lo otro.

Las guerras y la destrucción no van a terminar; esperemos que tampoco termine nunca la esperanza y el deseo de ir para adelante. Pero de una cosa podemos estar seguros: no es por la tecnología que se va adelante en serio, no es por la electrónica o la informática, es por otro lado, sin duda que es otra la via. No hay que desmerecer a la ciencia pero una ciencia sin ética es como un mono con revolver.

En este tembladeral de los años y las épocas me quedaron pocas cosas en pie pero hay una en la que sigo creyendo con absoluta firmeza: no hay salvación, no hay progreso, no hay nada si no es con todos y para todos. La cosa no es de a uno, es de a dos, y quien dice dos dice mil. Aunque sea una idea romántica, aunque digan que no se puede y aunque vengan degollando, si los adelantos tecnológicos no están al alcance y al servicio de toda la comunidad entonces no sirven para nada.

Basta ya de lata y a festejar que hoy el viejo vizcacha cumple sus primeros 54 tacos. Espero me hagan una torta y no se olviden de los regalos eh!


Los quiero mucho
Un beso
Papá



*de Mario Vidal mario.vidal@speedy.com.ar








DON FRANCISCO FUE UN TITAN*




*Por Adrián Abonizio. abonizio@hotmail.com



El árbitro era Hanz Aguila. El Dr. Karate contra El Comendatore Benito Durante. La Momia Blanca antes de la perversa Momia Negra versus Peucelle y la ignomioniosa terna arbitral mientras que sobre el cuero tensado rodaba el gordo William Boo. El hombre de la barra de hielo entraba al bar por un
pasillito lateral, arpillera al hombro y oliente a sudores caballunos, la chata hirviente como advertencia que lo que se rozara apenas fuera ardido por el troley que tenía que torcer la cornamenta para ni hacerle sombra siquiera. Chichita de Erquiaga traicionaba a Doña Petrona de Gandulfo, moviéndole el espacio. Pavita a la York. Juanita, la esclava alcanza cosas.
¿Qué significaría la "C" metida como cuña antes de Gandulfo?. Carrizo, el nombre del arquero de River. Y Colomba presentando una momia indígena en La Campana de Cristal.
Arriba, entre flores, el televisor entre el mármol, y la madera y con ese plástico delante para ver en colores. El padre de Carlos era albañil, luego se hizo contratista y era muy petizo y le gustaba estar con nosotros los pibes, los amigos de sus hijos. Fumaba mucho, Clifton creo y echaba el humo mirando la tevé con la mano apoyada en la barbilla, entre melancólico y cansado. Siempre andaba de blanco, oreado por el sol y con manchas eternas de pintura o de mezcla a bordo de un jeep y nos llevaba al campo, a La
Carolina, un campito vaya a saberse de quien era y nos hablaba de "Titanes en el Ring" con un entusiasmo infantil. Creía en lo que propalaba el aparato y el mismo era un actor secundario, un héroe de la clase trabajadora, esmirriado y fuerte, con ojitos de laucha feliz, allá arriba entre los andamios y el cielo. Un semidios sin físico de atleta pero con ángel. Cuando no estaba allí, en la altura, se metía en el traje de astronauta porque cultivaba abejas. "Cultivar" se decía a eso que tenía en una entrada
perteneciente a la familia por la calle de enfrente y espiar desde fuera, porque se nos estaba prohibida la entrada, él andaba con su disfraz entre las celdas de madera, entre flores de un verdín que hacía de telón de fondo y las abejas como otras florecitas moviéndose al silbido de él, su amo.
El Caballero Rojo perdió su primer pelea y Don Francisco abandonó su entusiasmo, porque según su credo, los buenos no perdían, Central no se iba nunca al descenso y sus hijos solo serían artilleros del equipo. Uno fue bailarín y el otro se perdió con atorrantas que lo único que hacían era sacarle el dinero que ganaba en la pinturería. Un día enfermó de un cáncer al pulmón y lo lloramos retroactivamente, mientras Karadagian en la próxima pelea que antecedió a su partida, casi pone de espaldas al oso que le habían tirado como rival.
Vino por última vez al Estoril a tomarse un fernet, pero ya la muerte lo seguía y él sabía y todos los sabíamos pero, en el fondo, esperábamos, como cualquier héroe cualunque, que la Muerte le temiese y no se lo llevara. Se despidió de mi tocándome la cabeza y augurándome iba a salir bueno y se subió al jeep por última vez antes de entrar al Hospital y perder la batalla que ni se televisó porque ya el rating elegía que era lo que vendía más o menos. Luego, en un tiempo que no pude medir se supo que tenía una hija en un pueblo, una hija de otra, una tal Florencia cuya mamá había muerto antes que él y que la viuda, la mamá de Carlos fue y deshizo la tumba a palazos y lo vedó del descanso final, traspasándolo al panteón de los hermanos. La tal Florencia fue, durante un verano tema de conversación en todo el barrio, pero luego, con el vértigo de las clases ella misma desapareció de la escena donde se había colado y nunca le pudimos ver la cara. Mi amigo Carlos una vez nos habló y dijo querer conocerla. Es mi hermana al fin y al cabo, pero, nunca a los chicos se les abre la puerta de la verdad y quedó la historia trunca, sin encuentros, ni regalos ni película. Allí en los altos andamios debe andar bebiendo grapa don Francisco, que así se llamaba el hombre. Dejó su ropa salpicada entre un montón de cosas, el traje de astronauta enlutado y las abejas que se mudaron de barrio. Carlos viajó a Europa a encontrarse
con su destino, cambió de sexo y se perdió en los canales de Venecia para reaparecer en postales. El otro hermano progresó, adquirió un lote y puso un bazar enorme que luego fundió por culpa de las putas.
Don Francisco, a pesar que no compitió nunca en las luchas, fue sin dudas mi mejor Titán.


*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-20317-2009-09-23.html








"EL DOCTOR FISCHER DE GINEBRA"*



La nieve
¿y quién o qué le pone
el revólver en la mano al millonario?
¿quién o qué lo incita
a desmoronarse sobre la nieve
la pasta dental
el chocolate?...




"IL DOTTOR FISCHER DI GINEVRA"*



La neve
e chi o cosa mette
in mano il revolver al miliardario?
chi o cosa lo incita
a dissolversi nella neve
il dentifricio
la cioccolata?...




*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
-Traducido al italiano por Jerome Seregni








Los árboles*



aquietan morosamente, tiernamente los pensamientos.

Desde su altura no compiten: están.

Acompañan los ciclos y adormecen los vientos;
persisten sin apetecer.

Son compañeros de viaje hacia el sosiego
maestros en el juego de la luz
y no desean más que lo dado.




*de Oscar Agú. cachoagu@yahoo.com.ar
(Reside en Santo Tomé/Santa Fe)
-Fuente: LUZAZUL Nº 106. Septiembre/2009.





Correo:


Ciclo de Cine-Debate y Psicoanálisis
“La subjetividad de la época y sus avatares”



Ciclo de Cine-Debate organizado por ESPACIO PSICOANALÍTICO PAMPEANO
y Grupo de Estudiantes de Humanas de la UNLPAM



Espacio Psicoanalítico Pampeano continúa realizando actividades de extensión para quienes se interesan en los temas relativos al ser humano.
Este año, acuciados por los acontecimientos nacionales y mundiales, nos interrogamos por la subjetividad de nuestra época. Nos servimos nuevamente del arte cinematográfico como disparador y apuntalador para identificar los paradigmas socioculturales por los cuales nos encontramos atravesados como sujetos. Invitamos a quienes quieran reflexionar sobre los acontecimientos contemporáneos, sus avatares e implicancias subjetivas.
Proponemos una selección de films que, gracias a su riqueza, posibilitan un análisis fecundo para el debate. Intentaremos, con el aporte de todos, ubicar los emergentes sociales de una subjetividad que padece las marcas del discurso contemporáneo y el malestar actual en la cultura.




> 2.10.09 Capitalismo y consumo >
“El ciudadano”
Director: Orson Welles Año: 1941
Sinopsis: El magnate de la prensa Charles Foster Kane (Orson Welles) fallece, acompañado solamente por sirvientes, en su gran mansión pronunciando una única palabra: "Rosebud". Con la intención de averiguar su significado un periodista comienza una investigación con las personas que vivieron y trabajaron con Kane. Las entrevistas se suceden y con cada persona afloran vivencias y recuerdos que ayudan a modelar la compleja imagen del fallecido millonario, pero, que no aportan datos sobre la misteriosa palabra. Solo el espectador conocerá su origen y significado que engloba temas como el anhelo de las cosas perdidas y los valores realmente importantes.



> 9.10.09 Holocausto >
“El noveno día”
Dirección: Volker Schlondorff, Año: 2004
Sinopsis: El filme narra la historia del sacerdote católico Henri Kremer, prisionero en un campo de concentración por no seguir las leyes racistas de Hitler y amenazado con la muerte de su familia y compañeros si no convence al influyente obispo de Luxemburgo para que se comprometa con el régimen nazi.



> 16.10.09 Violencia y Racismo >
“La naranja mecánica”
Dirección: Stanley Kubrick Año: 1971
Sinopsis: Gran Bretaña, el futuro. Alex es un joven hiperagresivo con dos pasiones: la ultraviolencia y Beethoven. Al frente de su banda, los drugos, los jóvenes descargan sus instintos más violentos pegando, violando y aterrorizando a la población.



> 23.10.09 Adicciones >
“Réquiem para un sueño”
Dirección: Darren Aronofsky Año: 2000
Sinopsis: Harry vive con su atormentada madre Sara y mientras él sueña con una vida mejor, ella está permanentemente a dieta para el día que pueda cumplir su mayor ilusión: aparecer en su concurso televisivo preferido. La ambición de Harry y su novia Marion es hacerse ricos vendiendo droga con su amigo Tyrone, y utilizar las ganancias para abrir un negocio propio, pero nunca llega el dinero suficiente para iniciar su plan. A pesar de todo, Harry y Marion no se resignan a vivir una existencia que consideran despreciable, por lo que harán lo impensable para conseguir la vida que anhelan.


Viernes 30 de Octubre Ciclo suspendido por Semana de Cine Nacional


> 06.11.09 Interculturalidad >

“Al otro lado”
Dirección: Fatih Akin Año: 2007
Sinopsis: A través de una serie de encuentros, relaciones e incluso muertes, las frágiles vidas de seis personas se cruzan durante sus viajes emocionales hacia el perdón y la reconciliación en Alemania y Turquía.




TODAS LA FUNCIONES COMIENZAN 20 hs
Al comienzo de cada película se proyectarán cortos de Gabriel González Carreño (director pampeano).



Dirigido al Público en General
Entrada Libre y Gratuita

Hall de Cine Amadeus, Coronel Gil 31
-Enviado para compartir por Lucía Cinquepalmi luciaguionbajo@gmail.com






*

Queridas amigas, apreciados amigos:


Este domingo 27 de septiembre de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor español Agustín Castilla-Ávila. Las poesías que leeremos
pertenecen a Marcelo Marcolín (Argentina) y la música de fondo será de Wayanay (Andes). ¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar
http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).


REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!

YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067



*

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