martes, noviembre 17, 2009

ASÍ SON LAS COSAS...



-ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL ROJAS (CUBA)


Olvidados del Límite Central*




Mi mascota es una col.
Todos los días le saco a pasear
Y a ella parece agradarle.


Mi mascota,
Que es una col,
Gusta el recordarme tu piel
Cuando le encuentro
Dormida sobre mi cama.


Luego la bajo a reprimendas
Y se esconde detrás del sillón
Donde algún día ella escribió
Tomando un crayón con sus hojitas tiernas:
"Así son las cosas"



Pero yo sé que un día alguien las entenderá
Y podremos decir:
Hay quien las entiende.
Y mi col y yo
Iremos a visitarle.



Mi mascota,
Una col,
Conoce tu nombre de memoria
Y al escucharlo el corazón verduzco
Parece salírsele entre saltos:
¿Qué sería de ella
si conociera tu etéreo aroma moreno?



Mi col sabe leer los libros del estante
Que está al fondo de la morada.
Sabe lo básico del Comunismo,
Y cree en la generación espontánea.



Para mi col,
Toda una vida cabe en una semana.
Aunque desconoce los detalles del primer día
Que resbaló de tus manos,
Por haber llegado al día siguiente.



*de hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com







ASÍ SON LAS COSAS...







A UN JOVEN BARDO*




A Yordán Rey



Para rezar a la virgen,
Poeta,
No te pongas de nunca rodillas.
No te humilles ante el amor que todo abarca.
Sólo háblale.


Para que un final feliz
No sea un principio,
Recuerda que no hay pasado, ni futuro,
Que no hay príncipes ni castillos que sean eternos,
Apenas este presente efímero
Que nos agobia y nos envuelve:
Lo único que realmente poseemos.


Recuerda también
Que los surcos de la mano siempre mienten
Y las serpientes no son tan engañosas:
Aunque te ahoguen en sus círculos
Son la llave que te lleva de regreso
Al planeta donde agoniza aquella flor.


Que invariablemente hay un tesoro
Esperándonos a cada vuelta de la esquina...


Que no hay mejor espejo que el agua de los charcos,
Ni mejores líneas
Que las que deja el tiempo,
Hijas bastardas de cada sonrisa.


Que no hay mejor infancia que la propia,
Mejor talismán que los recuerdos,
Ni mejor remedio que las lágrimas.


No olvides, a partir de ahora,
Que el corazón nunca está solo
Porque lleva por siempre su latido.

Bendito seas, en fin,
Por el tiovivo eterno donde giras.



*de Marié Rojas.
(2002)







ARBUSTO EN LA BREA OSCURA*



El pequeño arbusto que mi madre plantara como tantas pequeñas cosas cotidianas que nos hacen felices ni tiene nombre.
Lo bueno sería recordar el nombre con que ella lo llamaba, pero eso no es posible porque mi memoria –muy frágil para algunas cosas- lo ha olvidado. A veces pienso que ella –mi memoria digo- es como un poco de barro seco que a la presión del más leve pie se convierte en polvo que los vientos se llevan para siempre.
El pequeño arbusto es mecido por el viento helado de este julio y no puedo dejar de verlo porque está justo frente al ventanal del comedor que da a la calle.
¿Qué decidió a mi madre para que eligiera ese arbusto sin nombre, que produce esas pequeñas flores rojas como aéreos penachitos?
Esos penachitos que mece la brisa de setiembre contagiándonos una alegría que seguramente la plantita no siente, porque lo único real es nuestra alegría y la única realidad de ella son las raíces y las hojas (o el nombre que nosotros le damos sin consultar con nadie).
Ni se entera de las incursiones viriles y reincidentes que produce en busca de polen ese bellísimo picaflor de los veranos.
Hoy es invierno. No cualquier invierno, sino un invierno que podemos calificar de cruel, si él tuviera conciencia de ello.
Un invierno muy duro, inclemente; con heladas y ventiscas y la crueldad la sentimos nosotros en el cuerpo.
Llevo una semana de severa temperatura bajo cero, semana en que yo permanezco entre inclemencias, como puedo, defendiéndome del hielo con la vieja “salamandra” que no se ponía en funcionamiento desde 1992, cuando mi madre aún vivía.
Es decir, que ese fue el último invierno que expandiera su calorcito cuasi materno por todos los rincones de la casa demasiado fría hoy, y demasiado sola.
De todos modos, la pequeña estufa con sus leñitas secas ha respondido bien, hizo aminorar el gélido invierno y hasta creí por un momento que iba a entibiar muy bien toda la casa, pero hay otro frío que permanece y contra el cual no hay antídoto posible y es la falta de los viejos y eso no hay estufa que lo repare, como lo sabe el lector.
El solcito asoma su tímida intención, pero la neblina sigue firme, puro hielo sobre los árboles y las casas, cruel quiere decir que deberemos ingeniarnos para seguir soportando el frío un poco más.
En este momento una calandria arrecia con su cantito prestado; gorjea, silba, echa notas al aire con el peligro que ese sonido se petrifique antes de llegar a mi oído atento y aterido.
Pasaron las ocho de la mañana y recién aclara sobre las cosas de este mundo que permanecía en sombras desde las siete de la tarde de ayer.
Hueco hervor oscuro de brea helada, la noche.

Empiezan a atreverse los primeros vehículos que curiosamente no van hacia el campo, sino que van entrando al pueblo por esta calle que recién despierta y lo hacen como si la helada del campo los invitara a abandonarlo.
Uno siente como si una gran masa de hielo oscuro se hubiera mantenido impenetrable y ahora ese rayito de sol no fuera sino la llave, la señal que la vida espera para ponerse en movimiento.



invierno, 2000

*de Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar








Confido & Co.*



*Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona


UNO En un tren muy rápido. Trescientos kilómetros por hora. Barcelona / Madrid y Madrid / Barcelona. Todo en el mismo día y la cuestión para mí muy importante es qué libro llevar para semejante viaje. En los aviones es más sencillo, porque para eso están las novelas de aeropuerto, que -como su
nombre lo indica- suelen venderse y comprarse en los aeropuertos y resultan tan ligeras y livianas que varias horas después ya nos olvidamos de qué iban y hasta nos las dejamos en el avión de vuelta como ofrendas para deidades de segunda clase, de clase turista. Allí quedan, con el lomo quebrado de leerlas en posición incómoda. Allí yacen asesinos seriales, espías secretos, conjuras ancestrales, detectives nórdicos, vampiros conservadores, niños con pijama a rayas o lo que se use por los días y noches de esos vuelos que se tragan horas de nuestras vidas mientras avanzan o retroceden bailando el vals de los husos horarios. Y lo confieso: hubo un tiempo en que yo aprovechaba los malos viajes en avión para leer largos libros buenos. Ahora ya no. He perdido el don. O tal vez sean el paso de los años y la acumulación de millas y la fatiga de materiales en la nave de nuestros cuerpos. Ahora, ahí arriba, sólo puedo leer libros que se parecen a las películas que se proyectan ahí arriba o que recuerdan a las nubes, siempre iguales, que nos miran pasar ahí afuera.


DOS Pero los trenes -no importa su velocidad casi sci-fi- son distintos. Y me pregunto si alguien habrá postulado ya el concepto de libro de tren en oposición al de novela de avión. Porque en los trenes se puede leer bien, se lee mejor. Y así uno se permite llevar a esa butaca sobre rieles -tanto más cómoda que las cada vez más pequeñas sillitas voladoras- esos mismos libros con los que se sienta en el sillón preferido de su casa. Así que mi elección para este trayecto han sido dos volúmenes de reciente aparición en cuyas portadas aparece el nombre de uno de mis autores favoritos y cuyas últimas palabras escritas fueron: "Muchas gracias por su atención y ya me largo de aquí".
El primero de los libros se titula Look at the Birdie y reúne los relatos jamás publicados hasta la fecha de Kurt Vonnegut, escritor norteamericano nacido en Indianápolis en 1922 y fallecido en Nueva York en el 2007, luego de caer por una escalera y que, por el camino, sobrevivió al bombardeo aliado a Dresde durante la Segunda Guerra Mundial, a un intento de suicidio, al incendio de su propia casa en el que se perdió la totalidad de sus archivos, y firmó una de las novelas más importantes y perfectas del siglo
XX: Matadero Cinco.
El segundo de los libros que llevo se titula Love As Always, Kurt: Vonnegut As I Knew Him y está no muy bien escrito, pero es muy revelador y cariñoso y está firmado por Loree Rackstraw: suerte de novia/musa/wampeter a la que Vonnegut adoró a lo largo de más de cuatro décadas.
En el libro de Rackstraw me entero en detalle de las drásticas variables en el humor de uno de los seres más graciosos que jamás haya pisado este planeta y de las profundísimas depresiones de uno de los especímenes más eufóricos que jamás haya sonreído en la Tierra.
En el libro de Vonnegut leo un relato titulado "Confido" en el que se describe -enmarcado como viñeta suburbana- la creación de un artefacto que, en su marca, combina la palabra confidente y el Fido de los supuestos mejores amigo del hombre. Y esto es Confido: "¡Alguien con quien hablar!
¡Alguien que realmente te entiende! ¡Algo más grande que el psicoanálisis y la televisión juntos...! ¡Ya nunca nadie estará solo!" ¿Y cómo es Confido?
Confido es una cajita con un auricular que "establece una nueva conexión entre el oído y el cerebro" y nos dice exactamente aquello que queremos oír: que somos los mejores, los más grandes, los más bellos y todo eso. Está claro que Confido provoca adicción y que, enseguida, además de hablarnos muy bien de nosotros mismos, comienza a hablarnos muy mal de todos lo que nos rodean. Y -yo levanto la vista de mi libro y veo a todos esos pasajeros con cablecitos que les cuelgan de las orejas y ojitos colgándose de
blackberries- ya se imaginan cómo sigue y cómo termina el cuento.


TRES O no. Porque Vonnegut era un hombre piadoso y un optimista a pesar de todo. Y donde otros hubieran rematado el asunto con cataclismo planetario y juicio final, Vonnegut (que, de todos modos, no tuvo empacho alguno en destruir varias veces nuestro mundo a lo largo de su obra) nos ofrece un
final familiar y esperanzado con el inventor y su esposa y su hijo enterrando vivo a Confido en el patio de atrás mientras el aparatito promete "Volveremos a vernos, idiota. Volveremos a vernos".
Pero a lo que iba -mientras iba a un festival literario en Madrid, y la memoir de Rackstraw abunda en anécdotas de Vonnegut live frente a sus pares y a sus impares- es al modo en que Vonnegut, aunque ya no esté aquí, parece más cercano que nunca. Vonnegut nos produce la impresión de haber sido un ingenio genial. Alguien dotado con una finísima sintonía para registrar las hiedras que supimos conseguir y los laureles que nos resignamos a perder.
Por ahí, se recuerda una de sus máximas más máximas: "Ten mucho cuidado con lo que simulas ser, porque uno es aquello que simula ser". Y así una mínima exposición a su modo de ver las cosas produce un efecto casi virósico sobre la realidad. Y comprendemos que, de pronto, todo ha sido vonnegutizado. Y entonces la realidad desborda de simuladores y fingidores, de gente descuidada consigo misma y de personas sin ningún cuidado para con los demás. Y, de improviso, todo parece argumento y trama de algún cuento o
novela de Vonnegut: el vaudeville de los piratas somalíes del Alakrana español, Sarkozy haciendo pública su fotito martillando el Muro, Maradona saliendo a la cancha metiendo panza y sacando pecho, un político de por aquí acusando a otro político de por aquí de soñar con ir a buscarlo por la noche
en una camioneta y después tirarlo en una zanja, dos niños sin problemas previos muriendo fulminados por esa gripe A que no es nada y que es peligrosa y que es un invento de las farmacéuticas y que va a acabar con todos nosotros y...
Mientras, en la tele, pasan una y otra vez los avances de 2012, donde se viene abajo el Cristo del Pan de Azúcar, la cúpula de San Pedro, las autopistas de Los Angeles y -apretando un botón, si son astutos los
productores y la tecnología Google Earth lo permite para cuando salga la edición Blu-ray- la propia casa de todos y cada uno de los espectadores. Y, sí, cuando todo haya pasado, algún sobreviviente desenterrará de entre las ruinas al Confido. Y volver a empezar.
Como bien dijo Kurt Vonnegut: "El gran defecto de la raza humana es que a todos les encanta construir, pero a nadie le gusta hacerse cargo del mantenimiento".

Todos al tren, buen viaje, volveremos a vernos.



*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-135399-2009-11-17.html








NOSOTRAS, LAS MUJERES DE SAL*




Nosotras, las mujeres de sal,
Somos las fundadoras de tormentas abruptas
Tenemos incendiada la boca y salitre en las venas.
Seguimos denunciando, sobre la sangre seca
La vigencia total de Sodoma y Gomorra.
Una a una han caído nuestras vestiduras.
Transgresoras, en desnudez de sal,
Seguimos nuestro norte
Mirando nuestro Sur.
Con cuchillos de viento
Han tatuado nuestra piel milenaria.
Se ha hecho carne y sangre la siembra,
Y en cada primavera llueven rosas de sal
Que cubren en tibieeza, el oprobio, el olvido.
No somos la mujer de Lot, las mujeres de nadie.
Sin embargo, paso a paso.
Danza de picaflor, giramos hacia atrás.
Vamos certero el rumbo, sinuosas las caderas
A parir la palabra, siempre nueva
Eternamente fiel a la memoria
El punto exacto es donde termina el arco iris.
Hemos jurado en resuellos de arena
No olvidar un pasado engendrado
Desde la sal y el agua.
Desde la llanura de la mansedumbre.
Desde el pajonal donde esconde a vergüenza
Un sol hecho de sangre.
Desde los extensos salitrales de las monedas de oro.
Desde el Perú.
Desde Chile, Bolivia y Argentina.
Desde los Andes
Que aun miran azorados las hilachas.
Poncho denigrado del arriero.
Desde la revolución de ríos subterráneos.
Desde el portal del trigo.
Desde el umbral del guanaco y de la llama.
Desde Hiroshima.


Mientras tanto,
El soplo universal del viento blanco sorbe espumas de mar.
De nuestra boca abrupta.


*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar








El plan*



*Josefina Licitra
17.11.2009


Antes, dice Elvira, las cosas eran distintas. Llegaba una caja grande y adentro estaba el arroz, la polenta, el aceite, el flan, la sémola, la salsa de tomate, todo: estaba todo lo que vos necesitabas.

-Antes -dice- vos vieras lo grande que era la caja.

Elvira está sentada en la galería de su casa: tres ambientes de cemento áspero y un patio que desemboca, rejas mediante, en una calle de polvo.
Sobre la mesa hay un mate y un cuenco lleno de azúcar. Elvira ceba y chupa con el mismo desencanto con el que respira. Así pasa tres mañanas por semana: desayunando flojamente y recibiendo a la gente que pasa a buscar la leche del Plan Vida.

-Antes -dice- te llegaba hasta yerba de marca, no este pastito.

Elvira frunce los ojos. La mirada se le queda en un lugar que no es allá ni acá, y que suele ser el recuerdo. En el conurbano, donde el 35% de los habitantes está bajo la línea de pobreza, hay cerca de un millón personas cuyas vidas transcurren en este trance paradojal que sólo genera el Estado: a falta de un Plan, hay planes. Y la gente hace con ellos un trabajo de costura que, en el mejor de los azares, los salva de partirse al medio. En el caso del Plan Vida, se trata de un proyecto asistencial que cubre a las
criaturas de cero a seis años y que es administrado por 35 mil manzaneras que, como Elvira, hacen de sus casas un lugar de expendio, una pasarela de mañanas rotas.

A veces, dice Elvira, vienen los nenes apurados y fuera de horario. La madre sale a trabajar temprano y ellos se quedan dormidos, y cuando ven que se les fue la hora, salen corriendo a buscar la leche para sus hermanos.

-A veces -dice- vienen pibitos de ocho, nueve años: pibitos que quedaron fuera del plan. Vienen, me lloran, me piden si no me sobra una leche, si no me quedó un fideíto. Capaz que yo me voy a comprar algo y vuelvo y los encuentro ahí, solitos, esperando. Ah, sí. Qué difícil.

Elvira es manzanera desde hace cuatro años. Tres veces por semana madruga, baldea su casa, recibe la mercadería -varias decenas de sachets de medio litro- y se sienta a esperar que entre las 9 y las 10 de la mañana lleguen los 160 beneficiarios que están en su lista. El plan, dice el gobierno bonaerense, es un programa de "nutrición complementaria". Pero hay mucha gente que, sin un Plan y sin el plan -y sin salir a robar o a mendigar- no tendría nada que llevarse al estómago.

-Hay nenes -dice Elvira- que comen todos los días la polenta del plan.

Para entrar en las listas, las madres de criaturas de hasta seis años deben tramitar un alta y aguardar tres meses -aunque hay quienes han esperado un año o más- para recibir los beneficios: medio litro de leche por día y por nene; y, una vez al mes, una caja de alimentos que está siendo lentamente reemplazada por una tarjeta de cien pesos puesta para "transparentar" el reparto de mercadería.

-Tendrían que llegar como diez productos en la caja, pero desde hace años que casi lo único que llega es polenta. Siempre polenta, polenta, polenta. Y fideo. Y el otro miércoles otra vez polenta. Hace seis meses que no veo un aceite.

Johnny, el marido de Elvira, un hombre de ojos tan celestes que parecen ciegos, está sentado a su lado y hace un rictus con forma de sonrisa. Tiene la quijada quieta; una palmeta en la mano. Cada tanto se sacude y aplasta un mosquito.

-Hablando del plan, a la Moni parece que le sale el subsidio -dice Johnny y mata un bicho-. Yo no entiendo cómo te pinchan los mosquitos si el cuerpo de uno es duro. Más para un mosquito.

-En los poros -responde Elvira-: clavan en los poros.

Un estudio sobre el Plan Vida hecho por la Universidad de Quilmes dice, entre tantas cosas que dice, que el nivel de instrucción de las manzaneras es, en términos generales, inferior al de las beneficiarias. Una lectura posible de este dato es que hay muchas mujeres que tuvieron una educación, que alguna vez formaron parte de un Plan, pero terminaron comiendo de las manos de un programa asistencial.

No es el caso de Elvira. Llegó de Formosa a los catorce años -con segundo grado completo- y trabajó toda la vida como personal doméstico. Sus patrones le enseñaron a atender el teléfono, a hacer una cama, a leer la lista de las compras. Pero nunca la pusieron en blanco. En ese tránsito estaba cuando conoció a Johnny: un albañil de ojos glaucos con el que terminó teniendo siete hijos.

Elvira y Johnny se reprodujeron a lo grande, ahorraron, compraron un terreno en Escobar. Allí -aquí- Johnny construyó esta casa seca de todo y coronada -en una impensada concesión a la belleza- por siete dinteles en forma de arco.

-Uno por cada hijo, ¡igualito que el plan! -se exaltaJohnny y Elvira le festeja el chiste.


Vos vieras, dice ella, vos vieras lo bien que salen los arcos en las fotos.


-Fuente: http://criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=34055








Vecindades*



La Santa Rita era como un puente, una frontera de flores rojas, lloviendo sobre mi patio, un techo florecido en lugar de rejas.
Sabíamos que a la vecina no la beneficiaba su propia planta que caía como un regalo de belleza, sobre nuestra casa .Muchas veces es difícil de soportar que algo, de la sagrada propiedad privada, se de a otro por vocación o azar, por eso le hacíamos a la vecina (o a la planta) pequeños regalos. Ella se quejaba de las hojas que le tapaban la rejilla y que la obligarían a sacarla, nosotros posponíamos el momento con mimos, un peaje de sonrisas para el disfrute visual. No valía decirle que la deuda que teníamos con su planta, la pagaríamos con otra, que se de a otros, armando redes floridas.
Un día, ya sin vacilaciones, me dijo, -Cristina la saco, al rato, como culpable, me pidió, espero que todo siga igual entre nosotras –con llanto contenido, le contesté, la planta es suya.
Nunca será igual, sentí desprotección (como si fuera un problema de seguridad). Me basaba en que las espinas de la planta impedían el paso de posibles intrusos. Aunque sé que la sensación de desamparo surgía, del hecho de no poder mantener en el aire, ese borde rojo, que guardaba mi agradecimiento..
Más tarde, pensé que el patio parecía más luminoso y grande.
Eso por no hablar del desconsuelo de mis ojos, o del duelo de romance herido entre las casas




*de Cristina Villanueva . libera@arnet.com.ar





Correo:


"HISTORIAS VERSAS Y PERVERSAS"*



MÓNICA RUSSOMANNO


INVITA A LA PRESENTACIÓN DE SU LIBRO
DE LA COLECCIÓN "BIENES CULTURALES" EDITADO POR ATE.



JUEVES 19/11 21 hs. San Luis 2854. Santa Fe.



-- PRESENTACIÓN DEL VIDEO "EL ARCA DEL SUR"
REALIZADO POR EL GRUPO "PIEDRA PAPEL TIJERA" (RODOLFO GÓMEZ, GUILLERMO MAROTTE, MÓNICA RUSSOMANNO)



-- INTRODUCCIÓN A CARGO DEL ESCRITOR ALFREDO DI BERNARDO.


- - CHARLA CON LA ESCRITORA.


-- MÚSICA INTERPRETADA POR CLAUDIA Y FAVIO CARRIZO.



-Enviado para compartir por Alfredo Di Bernardo. alfdibernardo@fibertel.com.ar





*



Inventren Próxima estación: CASBAS.

Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar

http://inventren.blogspot.com/




*

Apreciadas amigas, queridos amigos,


Este domingo 15 de noviembre de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del grupo costarricense Editus. Las poesías que leeremos pertenecen a Pablo
Neruda (Chile) y la música de fondo será de Darío Robayo (Colombia).
¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!
(Recomendamos usar http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).


REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!



Freundliche Grüße / Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur
www.euroyage.org

Schießstatt-Str. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067



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