jueves, junio 24, 2010
UN MONTONCITO DE ILUSIONES A FLOR DE PIEL...
-Ilustración de Pilar Ribas Maura.
TULIPANES*
Siempre soñó tener un tulipán, pero había nacido en un clima demasiado cálido. Ahora que los vaivenes de la suerte lo habían conducido a otros mares, no más llegar había sembrado un bulbo con todo el amor de que era capaz, fertilizándolo con tierra traída de su país, del parque donde solía jugar, del bosque, de la entrada de la casa que lo vio nacer, de las márgenes del río...
Como la vida lo llevaba y lo traía como cometa sin cordel, andaba con la maceta de uno a otro lado. Su remanso era visitar la casa de la escribana, la primera persona que lo acogió, hasta que él pudo pagarse un alquiler. Allí, entre cartas y poemas manuscritos, se sentía como regresando.
Tuvo que mudarse a otra provincia, siguiendo una oferta laboral que le garantizaría un mejor futuro. Pasaron los meses y de la maceta no asomaba siquiera un resplandor... ¿qué ingrediente había faltado?
Un día, le llegó una de aquellas preciosas cartas manuscritas que tanto había deseado tener, y que nunca se atrevió a pedir:
Querido amigo,
Tu presencia, tu compañía, el halo de magia que dejaste tras tu partida, han generado un milagro: ¿recuerdas aquella maceta que te regalé? Pocos días después advertí que tenía una pequeña rajadura, así que fui a comprarte una nueva. La llené con tierra, para que no notaras el cambio... ¡me daba vergüenza haber regalado algo roto como símbolo de nuestra amistad! Conservé la otra, como recuerdo de nuestro encuentro, esperando el momento de sembrarle una semilla... ya sabes como soy de olvidadiza para los asuntos mundanos.
¡Y hoy ha florecido!
No sé por qué, al ver asomar el rostro de este tulipán, surgido de la nada, he pensado en ti.
Con amor,
La escribana
*de Marié Rojas.
-Ilustración: Pilar Ribas Maura
-Este cuento formó parte de la exposición "Bressol d'art", tema “El arte de acoger a otros” con ilustraciones de Pilar Ribas Maura, patrocinada por Cáritas, Mallorca. Antología del mismo nombre. Diciembre de 2007.
UN MONTONCITO DE ILUSIONES A FLOR DE PIEL...
Antes del fin (3)*
Cuando subía por última vez la cuesta en dirección al Puente de Piedra, me abordó una jovencita. Explicó que su moto la había dejado tirada y necesitaba un euro para gasolina. Conté lo que llevaba en mis bolsillos: Dos euros y algunos céntimos. Entonces oí una voz a mi derecha: No le des nada. Es para drogas. Miré hacia esa voz. Provenía de un banco cercano, donde se amontonaban algunos esqueletos sentados. Sus cuencas vacías nos contemplaban. Uno de ellos hablaba y gesticulaba en dirección a mí, pero yo ya no le escuchaba. Había vuelto a concentrarme en el recuento del dinero. Por debajo de las monedas vi mi mano: Estaba empezando a descarnarse. Entonces miré de nuevo los ojos de la chica. No hubo necesidad de decir nada. Ella asintió y, juntos, echamos a andar hacia la gasolinera más cercana.
*de Sergio B. Llop. sergiobllop@yahoo.es
TEOREMA DE PITÁGORAS**
“No borréis ninguna estela. Solo la rosa dejad florecer para gloria suya.
Porque es Orfeo. Su metamorfosis está en esa y en aquella…”
RAINER M. RILKE
La casa de la cabra tiene largos corredores.
Pasadizos secretos. Fortalezas de nácar.
Murallas papel. Inescrutables.
Besos enredaderas, risas, niños. Muchos niños.
Túneles, luz pasión.
Furiosos amarillos retama bermellón.
Lirios blancos. Lujuria. Electroshock.
Amor mío distancia, prado profundo azul.
Triángulo equilátero.
Baños, muchos baños.
Letrinas pestilentes. Excusados, retretes.
Marfil, baños rituales. Baños turcos.
Ventanales secretos. Uvas. Intensas uvas
Herencia genes recesivos.
Demencia. Desvarío delirio.
Ríos erosivos. Vertientes. Exilio.
Río Jordán. Piedra bautismal.
Amor mío distancia. Sacrilegios.
Triángulo isósceles.
La casa ha librado cruentas guerras.
Cicuta. Sales pasión olvido.
Pies casa de la cabra.
Sótanos, catacumbas, sumideros.
Escaleras que suben y que bajan.
Horca y verdugos.
Cadalsos. Patíbulos. Tablados. Criptas.
Amor mío distancia. Alba sedienta.
Triángulo escaleno.
La casa ha redimido vigilias.
Puertos. Dársenas.
Arroyos. Colinas. Danza del aire.
Colibrí. Jazmín del cabo.
Techos casa de la cabra.
Ventanales de estrellas.
Cucarachas. Mal de Chagas.
Ojos abiertos.
Ángel de la guardia.
Amor mío distancia, serpenteo de enero.
Duraznos de la virgen
Cabra de las nieves.
Cabra montés gregaria. Jaulón.
Cuerno de cabra. Capricornio.
Saturno. Soledad. Tierra. Pesares
Dios Pan. Muñeca de madera.
Sangre de luna derramada.
Respiración de arenas en la boca.
Teorema de Pitágoras inconcluso.
Angulo recto de noventa esperas.
La cabra, vaga y bala, día noche. Noche y día.
Se cuelga de los signos. Busca.
Orfeo desnuda encrucijadas.
Hipotenusa de agua.
Teorema de Pitágoras. Irresuelto. Hasta ahora.
** Poema que da nombre al Poemario "Teoremas de Pitágoras"
*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
SILBAME OH! CABEZA*
La fiesta de la vida se fue al carajo, llegó con la última canción de Hendrix.
La pequeña ala voló, se aleja. Quedó para el final muy poco. El olor de tus gritos ya aspirados y el "flaco" exhalado me indican que estoy solo, loco y con una pierna rota... Y en el momento del reencuentro final ya no estás. En el momento del reencuentro los dados han sido ya tirados a suerte y verdad,
y en esa vaguedad, en esa niebla de mierda de los dados que ruedan asoma, insidiosa, la culpa. Ese dolor terrible, sordo y ameno de la soledad. Y ante la irrealidad de tu belleza. Ante lo etéreo de tu sensibilidad. Ante la crueldad de no tenerte. Acechan la locura y el final.
Y en este fantasmagórico atardecer de domingo tengo miedo, mujer para mí.
Miedo de no haberte tenido el tiempo suficiente para disfrutar tu amor.
Y tengo miedo que la locura no sea suficiente para volver insensibles mis tripas.
Y tengo miedo, dulce sabor de todo día, que la soledad no sea suficiente para poner fin a este amor.
Y que mi mente desquiciada quede girando en el dolor de haberte amado tanto.
*De Beto Casquero. beto_casquero@hotmail.com
Una travesura*
*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
Fue tan mentada esta historia y tan meneada que al día de hoy aquellos ex pequeños protagonistas, ignoran si estuvieron y los que conocen las cosas de oídas hablan con el aplomo que extiende la certeza del "yo estuve" en los acontecimientos que sólo se fabularon. Si los siglos venideros pueden dar fe
de algo tan opinable como el estado del tiempo, más concretamente el clima con su humedad y la nube con su silencio podríamos decir que la primera era baja y la segunda, espléndida.
Nuestras familias cenaban temprano, hecho no decidido por nosotros, pero como era verano, aún se nos permitía estarnos un rato en esa esquina que formaban el cruce de dos calles, después de comidos.
La reunión de esa noche no sé si por la aventura que sobrevendría luego o por alguna otra razón muy desconocida o remota, pero lo cierto es que está en mi memoria grabada con el fuego inmaterial de los recuerdos.
Nos fuimos arrimando de a poco, yo fui el primero porque en mi casa cenábamos muy temprano y era el que vivía más cerca. Después llegó Tago Sánchez, Chorchi López y los hermanos Correa: Miguel y Hugo. Luego se acercaron otros, que prefirieron desertar de la idea del robo de frutas cuando se decidió el objetivo, o se fueron más temprano. Pero algo es seguro, la barrita era numerosa y en la noche de verano crecía incluso con alguno de otro barrio vecino que venía a sentarse en la gramilla de la cortada y a fumar sus primeros cigarrillos los más grandes.
Imagine el lector cuales serían nuestros intereses de entonces, pero supongo que no habrán estado orientados hacia un futuro muy ambicioso como que no fuese vestir la casaca rojiblanca del "globo", el club de nuestros primeros amores o, eventualmente, para los más osados soñar con jugar en algún equipo
de primera, pero lo que es casi cierto: nadie pensaría en jugar bajo las órdenes de Guillermo Stábille, responsable de la selección nacional donde brillaba Pedro Dellacha, o Pedro del Area como se llamaba al número dos de Racing en esos tiempos, o, en mi caso el gran Federico Vairo "fullback" del Club de Arroyito, sangre auriazul para siempre.
¿Hablamos indolentemente, esa noche de fútbol? ¿Contamos algunos cuentos con lo que suponíamos una versión sexual pero era una muestra de ingenuidad de chicos pobres de un pueblo perdido?. Si al final de todo no éramos más que un montoncito de ilusiones a flor de piel, a pura lágrima perdida.
Hasta que en esa plácida, inolvidable pero extraviada noche de entonces alguien, dueño de una voz que a la que nunca podré ponerle nombre y apellido propuso:
¿Y si vamos a robarle los duraznos al Turco?
-Yo no sé si el desparpajo o la temeridad de la propuesta tiró sobre todos nosotros un manto de hielo aunque enero seguramente arrojaba sobre nosotros calores y mosquitos.
No era fácil digerir esa propuesta que se nos aparecía como imposible, si puedo narrar que José Alé, al que todo el pueblo llamaba Turco, pese a su reiterada aclaración asumiéndose como árabe, era de un carácter para asustar a cualquier hombre bien plantado, imaginen qué impresión y qué temores podrían anidar en un grupo de niños temerosos de las reprimendas paternas, o mejor dicho de los cintazos sobre nuestras nalgas huidizas e indefensas.
A varios les pareció desatinado. Los más chicos desertaron pronto, antes de arrancar.
Los duraznos en cuestión eran los más codiciados del barrio y aún me atrevo a aventurar del pueblo. Los hacía más deseables el hecho de que al Turco nunca nadie le había robado una miserable ciruela remolacha de sus frutales orgullosos. Estaban a cien metros exactos de la tentación que nos hacía
perder el asalto blando del cielo. Y de ese alto tejido, cien metros más, justo frente a la placita Sarmiento, en la ochava sudoeste estaba su almacén y despacho de bebidas, donde el Turco reinaba entre copas de ginebra, paquetes de yerba y algunas pilas de alpargatas.
Cuando digo reinaba, estoy afirmando que piloteó todas las trifulcas de curdas a talerazo limpio murió invicto, diría mi padre en su velorio .
De la partida fuimos entonces, luego de cabildeos y temores, y, siempre aclarando que los nombres (algunos nombres) pueden ser borrados y agregados otros: los hermanos Correa, Hugo y el menor, Miguel Angel, a quien llamábamos Chajá, Juan Carlos López, el inefable e inmortal Chorchi y el infaltable y muy travieso Tago Sánchez.
Llegamos pronto ya que como más arriba escribí, no nos separaban sino cien metros de esos apetecibles duraznos, que mitificaba la prohibición del deseo, y de los que sólo nos separaba una alta muralla de miedo.
No podíamos elegir peor noche, los vecinos estaban todos tomando fresco con sus sillas en la vereda y, sobre todo, el mudo Pepe Alessi; quien vivía enfrente y comenzó a dar esos gritos guturales que era el único ruido que podía sacar de su garganta. Lo oyó la Muda, María Belcastro, su mujer, que no era muda pero se le decía así por extensión. Y fue el acabóse. Se alertó el Turco. Sentimos un ruido de ramas que en lo alto, se entrechocaban y luego el estampido. Aunque debió ser al revés, pero en mi memoria están
primero las municiones trizando las hojitas de los pobres árboles y luego el ruido estallante de una escopeta que el Turco no trepidó en apuntar hacia los bultos que en las sombras intentaban trepar ese tejido alto y romboide guardando tanta fruta prohibida.
El único que había entrado -cuándo no, siempre primero, Tago no sólo regresó como un gato, sino que partió como una flecha y nos sobrepasó a todos en esa carrera que empujaba el terror y cuando no lo pudieron parar las chicas de López inquiriéndole por su loca carrera, doscientos metros más allá, el Tago sólo balbuceaba como un poseso: El mudo... El Turco... El mudo... Para luego hundirse en las sombras apacibles de esa noche veraniega que sucedió en el pueblo viejo, oliendo a jazmines para siempre.
*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-24143-2010-06-24.html
*
Si estás por recordarme
despojá de tu boca el aliento que me nombra
no quiero que me acerques más lunas de cenizas
ni acuchilles las lágrimas guardadas en mis huecos.
Olvidame de a pedazos…en trozos de piel
descuartizada
perdeme entre tu boca y escupí las vocales
que alguna vez amaste.
Yo me resguardo
abrazando mis costillas de cal y mis rodillas de arena.
Esta soledad me distancia de aquello
tan vil, tan humillante, pantanoso…
que prefiero ir sin sombra
y con una caravana de tumbas cerca de mi.
*De Maria Manetti. dulcemariam6@hotmail.com
ACRÓBATAS*
En la gruta de incienso:
acróbatas;
en la hostilidad del abandono:
acróbatas.
Para rescatar del aire
el estar en él,
del agua la caricia,
del fuego la pureza:
acróbatas;
también para saltar
sobre los muros de la monotonía.
Siempre corazón abierto,
carne viva, nervios a flor de piel,
acróbatas.
Luz en los ojos
para disipar y comprender un poco
las sombras y este misterio de la vida.
Tramas, brújulas, mapas, horóscopos
que no alcanzan a explicar
por qué en este circo de la realidad
o del sueño
fuimos o seremos por un instante
acróbatas, sin cautelas ni redes
(barro que crece en el fuego),
sin orillas,
acróbatas,
para faltar a la cita
de los adioses para siempre.
*De Santiago Bao. santinebao@gesell.com.ar
-de “Al otro lado”, Edic. Dunken, Bs.As
*
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