sábado, agosto 07, 2010
UNA GEOGRAFÍA INCOMPLETA...
*ILUSTRACIÓN: RAY RESPALL ROJAS.
LA HABANA. CUBA.
El cadáver de mi amor*
Se retuercen mis tripas.
Es un tambor hueco mi pecho.
Las manos tensas, abiertas.
Allí está. Es el cadáver de mi amor
tirado en el barro.
Pisoteado, sucio, ignorado.
Fue el mejor compañero de mi
corazón
Durante diez años
lo entibiaba, lo mimaba.
Y él latía dándome vida.
Nadie lo ve.
El sol sigue su rutina,
el viento pasa indiferente
soplando las últimas hojas amarillas.
Solo yo, hipnotizada, velo mi amor.
Quizás el mejor.
Quizás el último.
*De Elsa Hufschmid elsahuf@yahoo.com.ar
UNA GEOGRAFÍA INCOMPLETA...
CITA*
Salía de su cita con el cardiólogo, había sido dado de alta, a pesar de su reciente infarto del miocardio. “Usted va a vivir cien años”, había dicho el galeno y él, feliz, aunque vivía a pocas cuadras del consultorio, iba a celebrarlo con un paseo hasta el mirador que habían instalado en las afueras. Su ansiedad le había impedido salir de casa, era hora de que rompiera ese absurdo ostracismo.
Durante el viaje en tren, de un extremo a otro de la ciudad, disfrutó los aromas, los parques, los viejos edificios, la línea de la costa, la música de los vagones contra los rieles, las expresiones de los pasajeros que iban subiendo o llegando a su destino. Este recorrido terminó de liberar su alma del peso que lo atenazó durante los últimos días.
En el telescopio había una extranjera, lo supo por el amplio vestido oscuro y el sombrero con que se resguardaba; sus conciudadanos vestían de colores vivos y dejaban la cabeza al descubierto, exhibiendo la piel morena por el sol; en una ciudad costera desentona a tal punto la piel pálida que se hace síntoma de lo foráneo. Esperó con paciencia...
La dama demoraba bastante... En fin, ¿a qué tanta espera? Bastaba asomarse a la baranda y contemplar la maravilla con ojos renovados, dejar la mente volar.
- ¿Todo bien, José? – le sorprendió la voz de la desconocida, el aliento tan cercano a su nuca.
Se volteó, comprendiendo el por qué de su presencia.
- Pero, hoy... en la cita... – balbuceó.
- No confíes tanto en juicios de humanos – respondió ella, dándole un leve empujoncito que lo hizo caer al vacío -, tu verdadera cita era aquí, conmigo.
*de Marié Rojas.
La Habana. Cuba.
EL TALLO DE LA ROSA*
“Una antigua leyenda nórdica describía la hombre y a la mujer, como seres separados por un mar terrible, un abismo en el que naufragaba todo aquel que intentara la aventura de cruzarlo.
Sin embargo otros mitos, nacidos en Oriente y Occidente, hablan de un personaje fabuloso, el andrógino, -varón y hembra a la vez- que resulta un verdadero símbolo de la unidad del universo... Cada sexo, parece buscar en el otro una parte de si mismo, perdida en un remoto pasado. Cuando se produce el encuentro, adquieren, el hombre y la mujer, su verdadera IDENTIDAD... cuando se atreven a cruzar el abismo que separa los sexos, para dase íntegramente el uno al otro, cuando han encontrado el lenguaje común para el deseo y la ternura, pueden fundirse definitivamente en esa unidad que es la síntesis del universo la pareja humana...”
Enrique Pichón Riviere
Soy octubre y soy viento y soy rosa.
Y soy jagüel. Fiebre de heno. Serpiente
Los manantiales tiemblan y a la sed se ofrecen.
Y descienden en oscuro delirio.
Y vibran los muslos.
El damasco partido. El olor a la noche.
Tiembla la rosa.
Los animales tiemblan, se buscan, se persiguen.
Y la rosa no es rosa.
Es solo un secreto destello.
Algo cotidiano. Simple. Escueto.
Como un pez, una luna, una puerta.
Una geografía incompleta.
Un deseo.
Un abismo.
Y no le bastan los insectos alados.
Ni el pedernal, ni los santos evangelios.
Y no le bastan los juncales remotos, ni los velos.
La rosa quiere un tallo. Solo un tallo.
Que la sostenga.
Que se prenda a sus venas.
Que la habite.
La rosa, no es rosa sin su tallo.
El tallo no es un tallo sin su rosa.
Un tallo, solo un tallo...y una rosa.
*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
Uno más una (dos)*
*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com
*
Una puede seguir usando la misma sombra, puede verla pasar del jardín a las habitaciones, de las habitaciones a la cocina. Puede engancharle un ala al tapar el frasco de dulces y verla gemir como una mujer o un lobo. También, una puede dejarla a los pies de la cama, para que la sombra nos vea gemir
como una mujer o un lobo.
*
Uno puede ocultarse en algo que termina. Escribirse palabra por palabra. Uno puede ocultarse en los párpados de la noche, no renunciar a ese privilegio.
Puede irse y volver con el mismo sigilo. O puede ocultarse prodigiosamente en una caja, diluirse nota a nota en una canción, caer con todo el peso del cuerpo en un lugar propio y oscuro, o simplemente esconderse bajo las alas.
*
El hecho de que una haya elegido la demora, no quiere decir que haya descartado la llegada súbita. Si una retarda la lectura, si una retarda la pronunciación de la palabra, si una demora el gesto, es porque más allá de las horas prohibidas, hay una prolongación de los instantes que nos consiente.
*
A veces, alcanza con un segundo para encontrar dentro de sí un sentimiento auténtico. Y uno se pregunta por qué se tardó tanto, por qué fue obligado a revolver en los residuos hasta altas horas de la noche. A veces, en un segundo, uno empieza a verse desde el principio y se deja caer, se deja doler, se deja enlazar con fuego, como si uno, en vez de un hombre disuelto en el solvente del mundo, fuera una formidable esperanza.
*
También, una tiene que saber doblarse sobre sí misma. La razón es muy sencilla: una sabe que existe. Una sabe que ha nacido. Sabe que está viva.
Sabe que ese ángel que está sobre la mesa de luz estaba en el mismo estante de los despertadores. El ángel sólo tiene una parte inocente de culpa y el despertador cumple con las más claras y justificadas exigencias.
*
Uno puede ser débil. Muy débil. Y de pronto, al mirarse en el espejo reconoce el resquicio de la duda, el resquicio de la repulsión, el resquicio del miedo, el resquicio de la fe. Y casi ninguna de las ideas que surgen será posible que sean diluidas en el solvente del mundo.
*
Pero el despertar supone una terrible doble vida. Y una, bajo toda la inspiración, cree que es capaz de todo, no sólo de abrir los ojos hacia adentro, sino también hacia la fábrica de ángeles, hacia la cama donde se practica algo parecido al incesto o al frío, y con la misma inspiración puede darse cuenta de que debería lavar las cortinas. Y cuando las lavas, se da cuenta de que limpias, quedan perfectas.
*
Después de todo, uno podría sentirse satisfecho al perder el nombre que lo llama siempre de la misma manera. Uno podría simplemente vivir para recordar su nombre, o bien, para glorificarse de haber frotado el rostro allí, y de tan prohibidas maneras. Uno podría guardarse la última sonrisa viviente en
la memoria, y vivir los días como un actor trágico en un escenario al revés.
Después de todo, uno podría sentirse satisfecho.
*
A veces, una lograr estar despierta más de cinco minutos seguidos.
Externamente, esto puede parecer fácil, pero qué grande es el peligro y con qué escasas interrupciones opera. En gran medida, este despertar de cinco minutos se debe a la vanidad, a la necesidad que tiene una de admirarse.
Necesidad de que de una vez por todas, la sociedad la expulse a una de un empujón hacia sí misma.
*
Alrededor de la mesa redonda o en la bien conocida habitación, uno tiene noción de los helados espacios que lo rodean y que uno debe calentar pero con un fuego que primero tendrá que salir a buscar fuera de la bien conocida habitación que hiela.
*
Porque llega un momento, en que una domina su muerte con un pequeño juego de paciencia que una no decide, pero acata. Una se dice, ¿qué importa que no pueda sentirme? Y una lee con mucha turbación ese relato en el que un niño tiene muerta la mitad superior del cuerpo y la inferior, viva. Una lee que
el cadáver del niño se mueve con las pequeñas piernas rojas y sufre, pero una no mira hacia abajo para no encontrar ninguna similitud.
*
El miedo de no morir es altamente justificado. Sólo habría que echar algún vistazo alrededor, mirar hasta las últimas consecuencias para encontrarse uno mismo en lo mirado y ver cómo el auténtico deseo de estar muerto desaparece, se consume en sus trágicos ademanes. Uno habla para sí mismo, uno se dice que ante una sola persona puede repetir mejor su amor y como por arte de magia se pasa todo el día sin decir nada más, repitiendo el amor a cada rato, ante la persona que no verá en ello ninguna redundancia.
*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-24772-2010-08-07.html
El hombre de tiza*
*Pablo De Santis
Para LA NACION
El cine Lux estaba en una calle oscura, casi escondido por las ramas de los árboles. La sala pertenecía a una escuela parroquial y se usaba para actos escolares, pero los sábados a la noche daban dos películas de terror. Las funciones empezaban a las nueve y terminaban a la una de la mañana. Los espectadores nunca éramos más de diez, incluido el acomodador. Con Isabel y Fernando, mis amigos, asistíamos a todas las funciones, y luego emprendíamos temblando el camino de regreso.
Teníamos doce años, y a esa edad se aprende una cosa muy importante: el cine es sólo la mitad de la película. La otra mitad es conversar. En el camino hablábamos de monstruos. Hablábamos de Igor y del resto del personal doméstico que suele atender en castillos, laboratorios y mazmorras.
Hablábamos del miedo.
Una noche, frente a la puerta de su casa, Isabel nos preguntó:
-¿Qué es lo que les da más miedo?
No recuerdo qué dijimos: tal vez La noche de los muertos vivientes , pero ella interrumpió:
-No hablo de películas. Hablo del miedo de verdad.
Para animarnos a hablar dijo que, Punto 1) Estaba prohibido reírse cuando los otros contaran los miedos. Punto 2) Tampoco valen libros ni programas de televisión. Y Punto 3) Lo que más la asustaba eran los ruidos nocturnos de una casa vecina, como si afilaran cuchillos.
Isabel me miró con insistencia, y al cabo dije:
-A mí me dan miedo los perros.
-¿Cuáles perros? ¿Los doberman?
-Todos. No tengo preferencias.
-¿Incluidos los chihuahuas? -preguntó Fernando.
-Incluidos los chihuahuas.
A pesar del Punto 1, se rieron. Fernando quiso cambiar de tema, pero al final dijo:
-A mí lo que me da más miedo es el hombre de tiza.
Nunca habíamos oído nada semejante.
-No valen películas -recordó Isabel.
-No es una película.
-¿Qué es?
El dedo de Fernando trazó una figura en el aire.
-Es un dibujo en un pizarrón.
Alguien nos chistó desde una ventana, e Isabel entró rápido a su casa.
El fin de semana siguiente la función se suspendió por un corte de luz (en esa época eran muy frecuentes) y nos volvimos a ver recién a los quince días. Como los tres íbamos a colegios distintos, sólo teníamos el cine como lugar de encuentro.
Después de la película a Fernando le tocó contar:
-Voy a una escuela que está a la vuelta de casa. Es muy grande, ocupa casi la mitad de la manzana. En abril, cuando la maestra entró en el aula descubrió un dibujo en el pizarrón. Era una figura humana, una silueta. No estaba bien dibujada. Tenía ojos grandes, unas orejas puntiagudas, pero nada fuera de lo normal. Los ojos miraban fijos, sin vida. Y las manos tenían sólo tres dedos cada una.
-¿Te da miedo un dibujo? Un dibujo se puede borrar. Los perros, no.
-El problema no es que yo le tenga miedo. El problema es que todo el mundo le tiene miedo. La maestra quiso borrarlo y no pudo. El trazo era de tiza, pero no se podía borrar, como si le hubieran pasado una mano de barniz.
Trató de dar clase como todos los días, pero el dibujo la distraía, la desanimaba. Al segundo día, la maestra se enfermó y no volvió en una semana.
Nos mandaron una suplente. La directora ordenó cambiar el pizarrón por otro.
-¿Y qué pasó con el hombre de tiza?
-El portero de la escuela trató de lijar la superficie, para que el pizarrón se pudiera volver a usar. Se lo llevó al patio y trabajó durante toda la mañana, sin poder borrar la figura. Empezaban los primeros fríos y el hombre se enfermó. Estuvo diez días sin venir. La directora se dio por vencida e hizo llevar el pizarrón a la biblioteca. Todavía está allí. Le pusieron una sábana encima, para que nadie lo vea. Desde que está ahí nadie entra a la biblioteca.
-¿Y por qué no lo tiran?
-Es una escuela pública, hay que hacer trámites antes de tirar un pizarrón nuevo a la basura.
Nos miró.
-A eso le tengo miedo yo. Y veo por sus caras que ustedes también.
-Nos asustó porque es de noche -dijo Isabel-. Pero si fuera de día, no nos asustaría nada.
-Además, no hay nada que no se pueda borrar -intervine.
-Si no me creen, vengan a verlo ustedes mismos.
-Sabés que no podemos hacer eso -dijo Isabel-. No somos alumnos de tu colegio.
-Desde el patio de mi casa se puede saltar al patio del colegio. Yo lo hice tres veces. ¿Qué? ¿No se animan?
En vez de ir al cine el sábado siguiente fuimos a la casa de Fernando. Vivía solo con el padre, que trabajaba en un restaurante hasta tarde. A mí no me interesaba ningún dibujo en ningún pizarrón, lo único que me importaba era que Fernando no quedara como el único valiente frente a Isabel.
Trepamos una pared baja y saltamos al patio de la escuela; por una pequeña ventana entramos en un cuarto donde había escobillones y escobas. Empuñando la linterna, Fernando nos guió por los pasillos de baldosas negras y blancas. Entramos a la biblioteca. Había paquetes con libros atados en el piso, un par de pupitres rotos, mapas enrollados. Apoyado en el suelo, estaba el pizarrón, grande, cubierto con una sábana.
-Acá está -dijo Fernando.
Arrancó la sábana e iluminó con la linterna la superficie negra. Yo no llegué a ver nada, pero Fernando dio tal grito que eché a correr hacia la salida y estuve a punto de perderme en los pasillos en penumbras. Es así la vida de un varón; una larga preparación para recibir el título de héroe, y en un segundo lo echamos todo a perder.
No hablamos hasta estar de nuevo en la casa.
-Nos asustaste en serio con tu grito -le dijo Isabel-. No se hacen esas bromas. En el pizarrón no había nada.
Bastó mirar los ojos de Fernando para ver que no nos había hecho ninguna broma. No sé qué creía, pero lo creía de verdad.
-El pizarrón estaba vacío -dijo.
-¿Y?
-El hombre de tiza se escapó.
Retomamos las idas al cine, pero Fernando siempre terminaba hablando del hombre de tiza.
-Siento que a veces está ahí. Que cuando salgo de mi cuarto, mira mis cosas, mi ropa, mis zapatos. El otro día encontré una huella de tiza en la tapa de un libro.
Isabel trató de tranquilizarlo.
-Muchas veces sin darnos cuenta nos apoyamos en el pizarrón. Todos terminamos manchados de tiza.
-No, son las huellas que deja él. En los discos, en los zapatos, dentro de los cajones, aunque estén cerrados con llave.
Fernando estaba raro, y eso hizo que las idas al cine agotaran su encanto.
El cine es sólo la mitad de la película. Como volvíamos caminando en silencio, la otra mitad la perdíamos.
Al año siguiente los tres entramos en el secundario. Un sábado esperé en vano a mis dos amigos en la puerta del Lux, y al final entré solo a ver la película. Apenas terminó salí de la sala, sin esperar la segunda. Meses más tarde volví a encontrarme con Isabel, pero me dijo que el cine de terror había dejado de interesarle, que las películas le parecían tontas, para chicos. Una tarde toqué el timbre en la casa de Fernando y una mujer me dijo que se había mudado, no sabía adónde.
Ya estaba en tercer año cuando volví a ver a Fernando en el primer piso de un Pumper Nic, una casa de comidas que dejó de existir hace tiempo. Yo estaba solo, estudiando. Al día siguiente tenía que dar un examen de matemática. Trataba de concentrarme en los problemas, pero todo me distraía, y miraba la cara de cada uno que entraba en el salón. Entonces lo reconocí.
Fernando estaba altísimo, muy delgado, y vestía uniforme de colegio: un blazer azul con un escudo, camisa blanca, pantalón gris, corbata azul.
Tuve que decirle mi nombre para que me reconociera, entonces se dibujó en su cara una sonrisa triste.
-Claro que me acuerdo. Las idas al cine. A Isabel la vi un tiempo más.
Como ya no éramos amigos, podíamos decirnos la verdad. Los dos aceptamos que Isabel nos había gustado siempre. Después miró mi carpeta y me ayudó a resolver un complicado problema de aritmética. Con paciencia y lentitud, como si le hablara a un niño de tres años, me explicó los procedimientos para llegar a la solución.
-No me imaginaba que sabías tanto de números.
-Soy buen alumno. Me saco diez en todo -dijo sin vanidad, con resignación-.
Los números me ayudan a liberarme, a descansar.
Me extrañó que dijera eso. ¿A quién podían hacerlo descansar los números?
Después hablamos de cine, de su colegio, de su padre, hasta que al fin dije lo que no debería haber dicho.
-¿Te acordás de tu hombre de tiza?
Pensé que no se acordaría, o que se reiría de su viejo miedo. Pero me agarró de la mano con fuerza y apretó hasta que me dolió.
-Nunca debí haber mirado lo que había en el pizarrón. No hay que jugar con el hombre de tiza.
Y eso fue todo lo que dijo. Yo quise disculparme, pero no me dio tiempo. Lo vi alejarse entre las mesas con pasos de sonámbulo. Antes de que se perdiera de vista descubrí, en el blazer azul, a la altura del hombro derecho, una huella blanca. Tres dedos de tiza.
© LA NACION
-El autor escribe también novelas para adultos. Su última obra es Los anticuarios .
*Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1292128
*
La ausencia es un recuerdo por venir
resalta el rodeo de la caricia
la mano que no está
*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar
Correo:
Poesía para la gente*
Unas líneas para mis amigos; unas pocas palabras para ir pensando, ¿no?, con un abrazo de Eduardo
"La poesía ha sido falsamente vista como una provincia privilegiada para las personas y para superdotados en extremo.
Pero la poesía se deriva de una tradición oral de todo el mundo. Proviene de la gente y debe ser devuelta a la gente".
June Jordan
(1936-2002)
-Del libro "Poetry for the people" (1991), con traducción que hice estos días.
*Eduardo Dalter. eduardodalter@yahoo.com.ar
*
CUADERNOS Y PALABRAS*
Colección LuzAzuL
El 27 de agosto a las 20 hs., en el Centro Cultural Municipal de la ciudad de Santa Fe, estaremos presentando los primeros ocho números de Cuadernos y Palabras. La experiencia no es nueva pero sí valiosa y posible de llevar adelante. Se trata de una edición cooperativa, donde once voluntades adhieren al proyecto y lo materializan con su obra editada.
Se pueden resaltar aspectos valiosos de este emprendimiento. Uno de ellos hace referencia a lo económico como una barrera real: el autor no debe desprenderse de una suma importante para editar y puede ofrecerlo a un precio aceptable, lo que hace posible recuperar sino todo, parte de lo invertido de su bolsillo.
Otro de esos aspectos es la importancia de poder editar trabajos de pequeñas dimensiones –de bolsillo, prácticamente- a un costo sumamente accesible para el autor. De este modo, se suma a la creación de una colección integrada por diversos autores, la posibilidad de ser difundido y, para el lector, de acceder a una variedad de temas y estilos que aportan a su crecimiento individual y social. La cultura no es, meramente, una definición, sino hechos donde podamos recalar para reconocernos.
Cuadernos y Palabras aparece como Colección LuzAzul. Es una idea que teníamos con Horacio Rossi y que, ahora, la concretamos. Podemos decir que es una continuidad de la hoja de poesía que lleva el mismo nombre y que hace once años se edita mes a mes, tanto en su versión electrónica como en papel.
Es un espacio que queda abierto y que, entre los que nos dedicamos a la escritura, podemos sustentarlo y hacerlo crecer, tanto en cantidad como en calidad.
En esta primera oportunidad me tomé el atrevimiento de invitar a personas amigas con quienes hace años nos venimos acompañando. Es una posta. Y es un anhelo personal de que el próximo año, por el 2011 digo, pueda asentar una nueva posta con nuevos autores.
Los que participan en la primera posta: Mónica Lucía Díaz (Villa Trinidad); Gabriela Meneghini (San Cristóbal); Verónica Capellino (San Cristóbal); Ángel Alassia (San Cristóbal); Nilda Moraz (San Cristóbal); Marta Goddio (Llambi Campbell); Teresa Guzzonato (Santa Fe); Elsa Hufschmid (Santa Fe); Zulma Molaro (Santa Fe); Danilo Doyharzabal (Santa Fe); Rita Bonfanti (Santo Tomé) y Oscar Agú (Santa Fe/Sto Tomé).
Cordialmente.
*Oscar A. Agú. oscarcachoagu@yahoo.com.ar
*
Inventren Próxima estación: MARÍA LUCILA
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El Inventren sigue su recorrido por las siguientes estaciones:
HERRERA VEGA.
HORTENSIA. / ORDOQUI. / CORBETT.
SANTOS UNZUÉ. / MOREA. / ORTIZ DE ROSAS.
ARAUJO. / BAUDRIX. / EMITA.
INDACOCHEA. / LA RICA. / SAN SEBASTIÁN.
J.J. ALMEYRA. / INGENIERO WILLIAMS. / GONZÁLEZ RISOS.
PARADA KM 79. / ENRIQUE FYNN. / PLOMER.
KM. 55. / ELÍAS ROMERO. / KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD. / MERLO GÓMEZ. / RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. / JUSTO VILLEGAS. / JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. / ALDO BONZI. / KM 12.
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