miércoles, septiembre 15, 2010
DE COSAS EXTRAÑAS...
*Ilustración de Walkala. http://www.walkala.eu/
DESDE EL PUENTE*
Para Dominick Cannavo, por su cumpleaños 51
Se detuvo donde el río se tornaba cascada... Vista desde lo alto hacía remembrar la cortina que abre el paraíso. Se asomó a la baranda para ver mejor el eterno hervidero, sintió algo de vértigo y tuvo que echarse atrás. A esa hora de la madrugada el puente y ella estaban solos.
Unos pasos a su espalda la desmintieron. Se volteó, un hombre venía con un estuche de violín al hombro. ¿Cuántas cosas puede contener un estuche de esas medidas? Había escuchado historias al respecto... Drogas, un arma, cigarros, cartas de amor, flores hurtadas de los jardines, la oreja de Van Gogh... El intruso, como si no hubiera notado su presencia, se paró a escasos dos metros, muy pegado a la baranda y abrió la caja. El corazón de ella se encogió, no quería aparecer violada y acuchillada a la mañana siguiente.
Extrajo un violín, que acomodó dulcemente en su hombro y, empuñando el arco, comenzó a arrancarle una melodía.
Ella se arrimó despacio, intentando no perturbar el sonido con el rumor de sus pisadas y se acurrucó en el suelo. Las notas se fundían con la brisa nocturna, con el agua cayendo hacia el abismo, con el susurro de los árboles en las márgenes del río. Él era singularmente bello, pálido, presa de un aire lánguido que lo envolvía como un aura, los cabellos oscuros ondeando, como escapando, los ojos cerrados, cual si viera un paisaje mejor aún que el que les regalaba la luna llena. Ella pensaba en la posibilidad de que se hubiera hecho real su mayor sueño: un concierto magistralmente ejecutado para ella sola... Mas comprendió que la música es un regalo exclusivo para aquel que la escucha, porque no puede ser atrapada. El pasado se borra, el futuro no existe hasta que se transforma en el “ahora”: solo tenemos ese soplo evanescente, la nota que vibra en cada segundo, eterno regalo.
La celebración a la vida y a la magnificencia de lo etéreo, duró hasta las primeras luces del alba. Él abrió los ojos, como despertando. Ella se incorporó, las piernas entumecidas.
- Tengo que darte las gracias, te debo tanto... vine aquí dispuesta a suicidarme. Tu música me ha devuelto la esperanza, la fe en lo que puedo encontrar a cada paso, aún sin pedirlo, ni esperarlo.
La vio partir y guardó su violín. "Yo también, ¿lo recuerdas? – dijo al puente, acariciando la baranda – Fue hace muchos años… y nadie acudió a salvarme".
*De Marié Rojas.
La Habana. Cuba.
DE COSAS EXTRAÑAS...
Una madrugada*
*Por Eugenio Previgliano. eugeniop@tower.com.ar
Un día me levanté, pero había estado durmiendo toda la noche con una desconocida. Ella se había despertado un poco antes, tal vez a causa de todas las alarmas que desde largo rato venían sonando y me ofrecía sin sonrisas un desayuno frugal.
Había un espejo, collares de cuentas colgando de un clavo clavado en la pared, plumas en la cama y una luz verde y oscura que al iluminar los cristales daba unos reflejos azulados, amarillos, naranjas. La falta de rojo pensé es lo que me recuerda a mi sangre.
Enseguida me acercó una bandeja laqueada donde no había pétalos ni azúcar.
Ni siquiera recordé esta mujer me habrá visto tocando la guitarra y aunque conozca algunos tics de ésos que me acompañan no debe estar segura del sentido último de mis gestos. No estaba del todo despierto cuando noté que ya podía empezar a hacerme preguntas y cuentas: qué es lo que habría en esos roperos cerrados; dos o tres veces por semana en un mes resultan doce veces, y en el arcón de flejes metálicos: ¿qué clase de tesoros maravillosos escondería allí esa mujer de quien nunca conoceré su juventud?
Tomé esa madrugada por el asa el café humeante mientras la luz azulina del televisor lo inundaba todo. Ahora, calmo y en la madrugada, en el recuerdo se me aparece una luz verde e intermitente, como de Marlowe, como de esos carteles fluorescentes, pero no estoy seguro si eso es un recuerdo. Entonces
pensé que podía apaciguar mi sorpresa, hacerme amigo, pero la señora desconocida me hablaba de cosas extrañas.
No sabrá tampoco pensé que en mis días extranjeros también yo hablo unos idiomas desconocidos para ella con un acento curioso que a algunos recuerda el melodioso canto del italiano, pero no es más que la lengua de mi niñez, unos disparates que aún ahora medio viejo como estoy me gustan para jugar:
¿qué habrá en el tecer placard del otro cuarto? Esta muchacha, pensaba, no conoce qué libros hay en mi biblioteca, qué música prefiero por la tarde y nunca ha visto mis corbatas.
Se trata se me ocurrió , probablemente de la mujer de otro; con algún otro de los que viven en esta ciudad tendrá un cierto compromiso, una rica intimidad, abrirá su espíritu, compartirá los momentos más importantes de su vida con dicha y pena, buscará y brindará cariño, atesorará recuerdos intensos que jamás conoceré, tal vez con él sí tenga hijos, y probablemente abrirá su espìritu ignoto en perspectivas que yo nunca alcanzaré a conocer porque los recuerdos que le quedarán de mí serán trivialidades del momento, cosas que no cambian la vida de nadie.
Ignora todo sobre mis cuentas bancarias recordé , desconoce mi patrimonio pensé y además vaticiné se despedirá discretamente con un aura de misterio cuando desee volver a las cosas suyas. Intuyo o conozco que en esas circunstancias si la llamo no me contestará aún cuando estuviera en medio de
una tormenta.
Bebí, sin embargo, el café en taza ajena que sostuve con la mano mala. Sabrá de mí, pienso, todo lo que se publica, habrá leído tal vez con curiosidad todos mis libros. Como Marx, a la luz de la claraboya habrá visto en la hemeroteca todos mis artículos pero no es sino hasta leer esto que no tendrá noticia de mi alegría al llegar a King Cross, camino a la biblioteca.
Tomé, decía, del jarro blanco, de a sorbos, el café caliente mientras recorría la bella piel de coloradita madura que tenía esta mujer desconocida. ¿Qué anotaciones habrá habido en aquellas carpetas? ¿Le hubiera gustado saber que guardaba un retrato suyo de cuando ya empezaba a dejar atrás su juventud?
Con un aire de cotidianeidad se levantó, desconocida, grácil, sutil, vergonzosa, acostumbrada a cubrirse con lo que tiene a mano, en el reino del pudor.
La conocí al tacto, es cierto, recordaría cada una de las caricias interminables que le hice, podría recordar sus estremecimientos, sé exactamente cuando se han tensado sus músculos y cuáles relajó primero cada vez que la acaricié. Pero no sé ni sabré dónde guardará las medias, cómo ordenará los utensillos en la cocina ni por qué será que sonríe ciertas veces, ni tampoco porqué se siente atacada otras tantas veces.
A punto de terminar mi café amargo ya no pude volver a pensar otra cosa, sólo en el pasado, envuelto como estaba en esta sensación impropia de haber dormido tanto tiempo con una desconocida, probablemente con la mujer de otro.
*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-25323-2010-09-14.html
POEMA DES-MURADO*
Ya no quiero más muros, corazón
Pircas, de ideas, de silencios ¡Tantos muros, tantos!
Condenada al muro de lamentos:
A un campo santo de ausencias y distancias.
A una horda de olvidos. A manos separadas,
A un pañuelo blanco.
A la esquizofrenia. A un basilisco. Multicéfalo.
A la placidez embriagada de la adormidera verde.
A un yacuzi sin agua, con algas babosa, ojos de pescado.
A un galeote. Sin remos. Sin rumbo.
Sin bandera.
A un buitre con cara de rectángulo.
Convidada a comer entre los muertos:
A un viejo verso aprendido en mi infancia
“Piden pan, no le dan; piden queso, les dan hueso
y les cortan el pescuezo”
A una torre de Babel.
Ignorado. Ignorante. Ignoto.
A un feroz león domesticado,
con su lacia melena peinada por Giordano.
A una vaca cansina con sus ubres repletas
y el ternero muerto.
A una actual Sodoma en el mar muerto.
Sin Viagra. Sin Champagne. Sin siliconas.
A un pastor si rebaño. A una noche sin luna.
A un poeta sin versos.
Cansada de los muros, corazón.
Vida me diste y vida te devuelvo.
Desmuremos mi sol.
Desmuramos.
*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
DES-VELOS*
*Por Miriam Cairo. cairo376@hotmail.com
"Si se cubre a la mujer es porque la mujer no
se puede descubrir. Hay que inventarla."
J.A. Miller
SEMBLANTES
Pero, ¿qué es ser una mujer? El pensamiento que guía a la ciencia puede confirmar el desarrollo de un bípedo envuelto en piel humana, con el mito de la castración entre las piernas. La gente disciplinada opina que es un fenómeno de la naturaleza (viril). En cambio, aquellos que tienen motivos ulteriores, sean las marsopas, los pájaros abatidos o los peces perfectamente intactos, enterados de todo cuanto ocurre con los semblantes, tampoco saben qué es una mujer, pero saben que no es aquello que las mujeres viriles acatan.
FLUCTUACIONES
Una culona fluctuante ha salido del círculo de los errores y resoplando con cuernos de mamut toma una posición imposible. Expatriada de sus callejones sin salida, arranca la hoja del almanaque para echar una mirada al día siguiente. Esta vez no hay forma de ignorar que en el poetizar del poeta y en el errar de una culona se abre siempre un espacio cósmico o una puerta cualquiera.
ARABESCOS
Ella tiene una gran capacidad de transformación que nadie advierte. Cuántas veces ha imitado a la luna. Cuántas ha caminado con los pies de su sombra. Cuántas veces ha sido más azul que el lirio o tan jugosa como una manzana. Anoche, de regreso a su casa, de haberse visto, ella misma se hubiera confundido con la niebla. La personalidad de la bruma era tan espesa e invisible como una figura humana.
Al producirse las metamorfosis, le sobrevienen, siempre unos arabescos formados por una prolongación fina de palabras.
TACO AGUJA
Los hombres son viriles. Al menos provisionalmente. Sobre todo cuando son jefes. Los hombres jefes son los más provisionalmente viriles. Lanzan una orden para la derecha, un dictamen para la izquierda, un hilo de baba para arriba, una mirada arisca para abajo. Son viriles los hombres con el as del poder bajo la manga. Usan zapatos de cocodrilos o perros destrozados. Siempre hay mortandad de peces a orillas de los ríos que frecuentan y un parloteo de mujeres viriles que baten palmas. A fin de tener el mayor peso posible en la balanza llena de baba, las mujeres viriles clavan el taco aguja en el dedo de la costurerita que da el mal paso.
LOBO
Existe, en la culona oscilante, un vaivén entre el yo y el no yo, que a veces la hace desaparecer en las mil y una páginas de la noche. Fermentada en sus ungüentos admite que no tiene falo, y por lo mismo se encoge y se recoge repetidas veces en cualquier recoveco de la luna, para temor de unos y esperanza de otras.
SABOR
Sus ilusiones siempre la han precedido. Abierta desde sus tuétanos se siente un pájaro que permanece tumbado todo el día y gime. Es posible que haya molido diez pastillas de Rivotril y las haya mezclado con jugo de frutilla. Esa somnolencia la hace sentir serena. Varias veces se despierta y se vuelve a dormir. Entre los pájaros tumbados, las arañas destejiendo sus telas y el agujero en la noche que tiembla, ella discierne el sabor de las frutillas.
DESENLACES
Por las noches y por la mañana, es imposible que una culona pueda calibrar sus zonas erógenas. No sólo sus efusiones no son deliberadas sino que ni aun en retroceso son capaces de aniquilarse a sí mismas. Se trata de fuerzas muy misteriosas, provenientes incluso de las callejas de Pekín, del Lun Yu. Han sido hombres provisionalmente viriles los que han inculcado a la mujer viril, la falta. Pero una culona desenlazada se desprende de las ínfimas vidas puntiformes y hace que los señores y las señoras viriles retrocedan como el pánico.
NO
No es para los hombres viriles que se ha escrito está página. Tampoco para las mujeres que tranquilizan a los hombres. Una página que no esté inclinada a desafiar a las páginas superiores nunca fomentará la rebelión. Esta se escribe para la mujer que se llena y se vacía como una palabra jamás pronunciada por la boca del mundo.
CONTRA CATALOGO
Toda la verdad sobre una culona quedará como un mito sobre el género humano y el hombre provisionalmente viril se arrastrará por siempre dentro de su propia ignorancia, hasta que no se atreva a dejar atrás su vida puntiforme. Todos los fenómenos específicos de las culonas son intangibles e invisibles en la dimensión viril de señores y señoras, pero existen. Y se reflejan, contra todo pronóstico, en el estado macho físico del mundo puntiforme.
"Inclinada sobre un libro, con el manto de lo prohibido en la cabeza, me he encogido todo lo posible. Los peces perfectamente intactos, son simplemente ideas para el insomnio. Tal vez haya metido la cabeza en el agujero equivocado. Tal vez esté dentro de una nuez. Esas pequeñas conmociones me sensibilizan. De día me confunde el mundo visible, de noche, el mundo invisible. En este aspecto siempre pienso en Pekín, en sus lejanas calles que me ponen en comunicación con todo lo que no he sido."
*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-25288-2010-09-11.html
La mujer del vestido rojo*
Aquella mujer del vestido rojo
que iba casi danzando en la calle.
Su andar era de miradas furtivas.
Oh! allí en los hombres y sus abiertos ojos,
porque llevaba la libre canción de un corazón
por fin lanzado a su destino de perfumes y una pasión.
El día o la tarde la encontraba enamorada de la vida
el encuentro le anudaba esa lenta entrañable emoción.
El jazz-música de sus padres le volvía a la loca, verdadera intromisión.
Cuánto ha tenido esa mujer de espiga vientres henchidos espuma poncho al
viento
Cuánto ha soñado esa mujer con las voces de las gentes cantando
Cuánto ha vertido en las aulas de persuasivas lecturas retos soñando
los sueños de los lejanos maestros de luchas feroces en el camino de la
Patria.
¡Iba caminando por las veredas donde siempre los lapachos crecen
como las ya sosegadas interminables ilusiones de perdidas noches¡
Recuerdo que la mujer era una sola cadera de paso y de alegría.
Vivo el día vivo el raconto vivo ese rojo que asomaba por un corte
de la tela todo el hondo suspirar de sus piernas.
Ellas largas interminables, bellas miradas con su cancino paso.
Aquí nomás en el verano de santa fe su rica historia tan buena.
Como ese luminoso día de manantiales escogido en el que todo sol
se venía al cuerpo mente brazos y nada más importaba.
Sólo la vida del verde las calles las faldas sosteniéndola a ella.
*De Mónica Laurencena. monilaurencena@hotmail.com
SONRISAS DE UNA MAÑANA DE TINIEBLAS*
Egoísta : el cielo cuando se enmudecen las estrellas
Agresiva : la noche cuando el cielo se hace agua
Ingrata : la rana cuando se bebe el agua del estanque
Manipuladora : la fricción del pecíolo sobre la abeja
Generosa : la soledad de una flor en una copa
Extraordinaria : una mujer que se desnuda ante un rosa
Irrespetuosa : la fragancia del heno en la cachaza
Abusiva : la verdad dicha por una voz amiga
Valiente : que con la tapa se mantenga caliente
Generosa : la olla con ravioles hervidos
Solidaria : la ola con los pingüinos cuando nadan porque están despiertos
Silencio : el cajetear de los sentidos
Tortura : una sorpresa encerrada en un caja
Fatiga : la verdad por afuera y en la vida
Cansancio : asomarse a la ventana de las cosas
Corbatas : sinfonía de notas sin acordes
Dulzura : el ruido de una pluma que se cae
Muerte : destellos de una vida que se abre
Sencilla: la vida si se aceptan sus mentiras
Mujer : cada una de las cinco letras de mi nombre
Extraordinaria : una hormiga borracha que sin embargo, escucha.
Me dicen que soy. Que voy a hacer? si son los que
dicen soy los que dicen que me aman...
*de Marta Zabaleta. mzabaletagood@gmail.com
*
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