viernes, julio 29, 2011
LA TIERRA ES AZUL COMO UNA NARANJA...
*Ilustración: Walkala. -Luis Alfredo Duarte Herrera- http://galeria.walkala.eu
LA PROMESA DE LA ROSA*
“La muerte es una quimera: porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo.” Epicuro de Samos (341 AC-270 AC) Filósofo griego.
La miseria cae en grandes goterones en los techos de chapa.
La ventana observa desde el grisú amurallado de unos ojos.
No resignados. No sumisos. No amansados.
La mujer es una mano empañada.
Empuja un mundo donde no siempre gana.
El hambre no admite competencias.
Un miedo soterrado evapora la leche de sus pechos.
El niño intenta ingresar en los subsuelos de la carne.
Una biografía impúdica, espera.
-No decaigas mi niño-
Hay que descender a los abismos.
Enfrentar los túneles del miedo.
Desgarrarse las uñas. Sacar el zumo de las piedras.
Parir en los despeñaderos de la muerte.
Desordenar los puzzles y ordenar los latidos.
Has desangrado espigas y amasado nanas.
-Hay que volver, mi niño-
La vida no admite pausas ni descansos.
Volver.
Cumplir con la promesa de la rosa.
Vivir y florecer, hasta tocar el suelo
*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
Relojes*
Todos los relojes de la casa están parados.
Unos se detuvieron
hace ya mucho tiempo
en el páramo angosto
de una juventud ida
sin lágrimas ni estrépito.
Otros fueron dejando
de latir poco a poco
como templados bueyes
que se acuestan y duermen
su estirpe fatigada.
El último rompióse
al filo de un otoño
que el olvido atesora.
Desde entonces, mis ojos
permanecen anclados
en las saetas muertas
-detenidos con ellas
repitiendo el instante
como una foto vieja
con los bordes quebrados-
*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
http://sergioborao2011.blogspot.com/
El poeta en ciernes*
*Por Juan Forn
Pasé el otro día al lado de un joven poeta. Estaba en una de las mesas de afuera de un bar, sentado con otro y con un par de chicas que lo escuchaban. Alcancé a oír parte de una frase nomás, ni siquiera las palabras, sólo la entonación, pero eso bastó para que sintiera en la espalda el escalofrío de la familiaridad. Como campanadas en mi cabeza resonaron las viejas consignas: “El que quiere nacer debe destruir un mundo”, “Di tu palabra y rómpete”, “Si puedes vivir sin escribir, no escribas”. Y su perfecto anverso: las horas interminables frente al espejo hasta finalmente ver lo que uno buscaba en su cara y entonces repetirse a sí mismo hasta convencerse: “Soy un gran poeta, siento lo que otros no sienten”. Las chicas eran feas, el otro pibe de la mesa era de telgopor, pero él, el joven poeta, estaba en otra película: él era Rimbaud definiendo los colores.
El poeta en ciernes, así lo llama Auden, y es la definición perfecta: el que cree (como se cree a esa edad, con furia) que poeta no es aquel que meramente escribe versos sino aquel que está llamado a escribirlos. Aquel que cree que sólo un poeta puede reconocer en otro poeta esa llamada, porque sólo un hermano es capaz de reconocer en otro la marca secreta de su estirpe. Pero al mismo tiempo quiere ser único: no único en su especie, porque todo poeta en ciernes quiere pertenecer a una estirpe, a una estirpe sagrada. Pero sí único en su época, en su tiempo: encarnación solitaria de esa estirpe que da sólo un ejemplar por generación (Auden de nuevo: “Un joven poeta no puede leer un libro de poesía sin comparar esa obra con la propia. Sus comentarios mientras lee son los siguientes: mi dios, mi bisabuelo, mi tío, mi enemigo mi hermano, mi hermano idiota”). Después viene la vida y entendemos eso que decía Jaime Gil de Biedma: que en la juventud lo que más le interesa a uno de uno mismo es lo que cree tener de único y con el tiempo descubre que lo más interesante es lo que tiene de común con los demás. Joseph Brodsky lo dijo a su manera: la primera etapa de un poeta es aprender a ser él mismo, y la segunda etapa es aprender a no serlo.
El problema del joven poeta es que rebasa de consignas y tiene que cumplirlas todas (el que quiere nacer debe destruir un mundo, di tu palabra y rómpete, si puedes vivir sin escribir no escribas). Así que decide que no puede vivir sin escribir, y dice su palabra, a ver si se rompe, a ver si destruye un mundo. No hay escena más temible para un joven poeta que el triste dolor de no haber sido, que atraviesa la vida y la muerte de los malos poetas, esa legión innumerable de quienes publicaron un libro y después otro y años más tarde otro y otro y otro más, y mientras tanto no les quedó más remedio que ser otra cosa, y al final no fueron ni serán en la memoria colectiva más que esa pobre otra cosa, es decir nada (“Poesía, mala yegua que me has acompañado a traición todos estos años”). Mucho menos temible le resulta al poeta en ciernes la suerte de aquellos que encontraron su palabra, y la dijeron, y se rompieron, literalmente. El Humboldt de Bellow, envenenado con el mun-
do porque ya no escribe más como supo escribir, cuando estuvo “habitado”. Y se desquita con el mundo (y en particular con el Charlie Citrine que es Bellow en esa novela) porque sabe que es eso o morirse: sólo le queda morirse, lo que tenía que decir ya lo dijo, no le queda más que decir. Todo joven poeta que lee ese libro se fastidia y mira al techo tal como los poetas jóvenes miran furibundos a los poetas viejos, como diciéndoles: ¿por qué no te morís de una vez? (el imberbe Klaus Mann a su padre Thomas: “Me dicen que el hijo de un genio no puede ser él mismo un genio. De manera que no eres un genio, padre”).
Kundera, en sus novelas checoslovacas, convierte al joven poeta en delator: en el Estado totalitario, el que no sabe callar es el bocón por excelencia. Bolaño aprende la lección y le hace decir a uno de sus lampiños visceralistas: “Hoy no pasó nada y si pasó algo mejor callarlo, pues no lo entendí” (ese mismo personaje ha confesado en su diario, pocas líneas antes: “Llevo escritos 55 poemas, son 76 páginas, 2453 versos, ya podría hacer un libro, mi obra completa”). El serbio Charles Simic dice que un joven poeta es un realista que aún no ha decidido qué es la realidad. El peruano Antonio Cisneros dice que el joven poeta es el rey de los pálpitos: tiene uno por minuto, aunque la mayoría sean errados o los interprete mal (por eso no hay joven poeta que no tenga al menos una estrofa que no parezca suya, de lo asombrosamente bien que suena). El viejo Faulkner dijo, cuando recibió el Premio Nobel, que el que no puede escribir poesía escribe cuentos, y el que no puede escribir cuentos escribe novelas, o que al menos ésa era la historia de su vida (aunque a la hora de los brindis posteriores a su discurso, y ya convenientemente etilizado, agregara: “El problema de los jóvenes poetas es que aman su caligrafía como el olor de sus propios pedos”). En un poema extraordinario titulado “Cartita rosa a Amado Nervo”, José Emilio Pacheco primero le prende fuego y después le dice: “No te preocupes si sonreímos con tus versos dolientes / y nos sentimos hoy por hoy superiores / Tarde o temprano vamos a hacerte compañía”.
Mejor que googlearse en Internet, todo escritor debería dejar cada tanto salir de su mazmorra al Joven Poeta Que Fue. Abrirle el candado, dejarlo corretear un poco entre los muebles, contemplar la suma de defectos que es esa criatura informe que renguea, babea, choca contra todo y no aprende nada de esos golpes, sigue girando en círculos con los ojos desorbitados y una energía loca que da escalofríos y risa y sorna y compasión al escritor, y le sirven para recordar ciertas cosas que necesita recordar, y cuando eso ocurre arrea de nuevo a su mazmorra al Joven Poeta Que Fue y le apaga la luz y vuelve a su silla a escribir como es debido, mientras en otro rincón de la ciudad, en ese mismo momento, un poeta en ciernes acierta sin querer uno de sus mil cuatrocientos cuarenta pálpitos diarios y escribe: “Estoy bajo el agua, los latidos de mi corazón producen olas en la superficie”; “Soy insomne, hasta en mis sueños más profundos estoy despierto”; “La tierra es azul como una naranja”.
*FUENTE: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-173265-2011-07-29.html
NOCHE DE PERROS*
*Por Reynaldo García Blanco. regabla@cultstgo.cult.cu
Yo también tuve un perro lanudo
que volteaba la puerta al septentrión
Una vez enfermó
y me costó casi tres salarios
dos vacunas y un suero
eso fue en una farmacia llamada La complaciente
Mi perro se llamaba País
Y yo le decía País muerde a mi vecino
y lo mordía
yo le decía País siéntate
y obedecía como un perro lanudo
Mi País odiaba al ruso del cuarto piso
no lo podía ver
se ponía furioso cuando escuchaba la balalaika
Mi País amaba los negros
Pero ellos le tenían cierto temor
un temor ancestral al perro lanudo
que los mordió hace siglos
en otra aldea en otra conquista.
- Reynaldo García Blanco (Venegas, Cuba, 1962). Escribe para CMKC Radio Revolución los espacios Andar la librería y Comentarios de SuperShow. Ha obtenido los premios José María Heredia, América Bobia, Pinos Nuevos, Calendario y La Gaceta de Cuba, entre otros. En el 2006 apareció su poeario Campos de belleza armada ( Unión). Actualmente coordina el Centro de Promoción Literaria José Soler Puig y el Taller Literario Aula de Poesía.
Fuerte, abajo y lejos de Michel Foucault.*
*Cuento por Eduardo Pérsico. epersico@telecentro.com.ar
Cualquiera que atajara la pelota que a Jorgito Chopin le sacudieron aquel sábado en San Isidro, no hablaría de otra cosa. Pero en el vestuario él solamente acarició sonriendo los guantes color rosa que protegían sus dedos de pianista y no dijo ni media palabra… .
El partido contra esos locales de dientes apretados con gente siguiendo el juego en cuatro escalones de un costado, a los Once Corazones no los entretuvo. A pesar del bienhechor sol de octubre y tantas minas vistosas alrededor, - sin atender a los pibes que los insultaban- ellos como siempre salieron a jugar prolijo y sin revolear la pelota a cualquier parte. Y de inicio nomás chocaron con unos atletas con camisetas de rugby y pierna fuerte que protestaban todo, así que el plan de juego fue no discutir con nadie y bien protegidos atrás, el Nene y Cacho de punta ya tendrían su contragolpe. Pero el ambiente se iría calentando; jugadores, socios y familiares del San Isidro le reclamaban al referí un reglamento propio, el ‘¿qué cobrás hijo de puta?’ a él y sus líneas los hacían tres temerosos personajes, en tanto a los Once los irían identificando como ‘negro de mierda’ o ‘judío asqueroso’. Y al habilidoso narigón Aguilera una señora, - buenísima y embutida en un conjunto deportivo blanco- le aconsejó ‘zurdo putito, no te hagas el vivo que te hacemos desaparecer’.
Con poco juego y menos palabras se fueron al descanso empatados en cero, y por la mitad del segundo tiempo el Nene embocó un derechazo de unos veinte metros y un golazo que casi ni gritaron. Entonces sin gran despliegue se irían retrasando buscando que la bola anduviera lejos de Jorgito Chopin y fuera pasando el tiempo. Once Corazones tenía muy ejercitado ese libreto y sacarlos de eso le era difícil a cualquiera, así que sin grito ni exhibición porque la hinchada íntegra local ya les puteaba la tercera generación, llegando el final uno a cero el referí agregó dos minutos de descuento. Que luego de transcurrir y volver a mirar su reloj, unos tipos de pelo corto entraron al campo y chau con la elegancia y el ‘fair play’; uno de bigote le recordó al referí cierto reglamento no inglés ‘vos de aquí no salís, la puta que te parió’, otro le manoseó el cuello y reglamentariamente, el partido prosiguió dos minutos más.
Así que seguirían centros desprolijos al área de Once Corazones, despejes ya sin orden para salir jugando y llegó por ahí una bola inocente, y penal a favor de San Isidro cometido por el hombre invisible. Fervoroso griterío de aprobación y en segunda escena Jorgito Chopin ajustando sus guantes rosas y los Once Corazones mirándose en silencio. El petiso número seis de San Isidro alisó con la pelota el pastito exigiendo ‘que no se adelante el arquero’, el referí cerca de Jorgito le gritó ‘usted no se mueva de la línea’ y algo menos estridente antes de la ejecución. Jorgito se hamacó en un reflejo, el zurdo retacón con tres pasos de carrera sacudió un disparo seco abajo a la izquierda y la bola hizo ‘chaf’ contra los guantes rosas de Chopin. Además de irrepetible, una atajada espectacular que al desplomar un silencio metálico en el entorno ni advirtió que Jorgito sin ostentar ni mostrando la pelota sacó rápido para el Nene, solo allá adelante, y ya sin querer más el referí heroico pitó el final. Lo mismo jugadores y público del local, perdiendo entusiasmo, lo manosearon y putearon hasta el vestuario pero el hombre sobrevivió.
El penal que atajó Jorgito Chopin debió ser el comentario pero enseguida la tarea fue ducharse para irse lo antes posible. El arquero apenas se sonrió consigo mismo ante sus ‘guantes mágicos color rosa’ y recién comentó el asunto en el tren de vuelta con el Quelo Varela, el vendedor de libros.
- Ese referí resultó un turro de no creer. El tipo sabía como pateaba el petiso y me gritó ‘no se mueva de la línea’, y entre dientes ‘abajo, a tu izquierda’.
- Es increíble; esa fue una demostración de Poder con mayúscula,
- … y qué lástima Quelo no preguntarle ahí mismo si era un lector de tu amigo Foucault - y se cagaron de risa.
-Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.
La visitante*
Desde aquí la veo, moviéndose de un lado al otro, ignorándome a pesar de saber que la observo, ¿lo hace para mortificarme? Ella no conoce bien a este hombre, no voy a permitir que se burle de mí.
- A ver, ingenua, no estoy pintado en la pared, ¿sabes? ¡Aquí soy el dueño! ¿No me vas a contestar? ¡Cómo si pudieras atormentarme! Detén tu marcha, respeta mis canas y recuerda: estás en mi casa... ¡Mírame a los ojos!
- ¿Le pasa algo, señor?
- ¿Qué va a pasarme? ¿Cómo permiten la entrada de esta atrevida?
- Señor, le traigo su medicina, para que pueda descansar... tome, el agua es fría como le gusta y hoy son solo seis pastillitas.
- Gracias, sé que me comprendes, ella me vigila y quiere ocupar mi lugar... no tengo privacidad, sólo espero que pueda ser expulsada de mi casa, ya descansaré cuando logre eliminarla...
- Pero señor, perdone estas inofensivas hormiguitas, no le hacen daño...
- Tienes razón, Leonor, siempre tienes la razón – y aplastando con un dedo a la hormiga más cercana, quedó rendido.
*De Mario Quiroga Fernández. jossuexy56@yahoo.com
Cuba, residente en México
CUENTOS DE LA REALIDAD...
EL CELULAR DE DIOS*
*Por Carlos Alberto Parodíz Márquez. parodizlaunion@gmail.com
Graciela vive en La Plata. Que no es lo mismo que vivir con plata. Es casi "olaldesa", del lugar donde vive. Un nuevo rango que sustituye a la "alcaldesa". También suele ser "olaldeana", en esto de la aldea global y virtual, a la hora de bajar -sin exagerar-, niveles. Además, los tonos rojizos del cabello, son toda una advertencia para quien sepa mirar.
"El ayatollah" de la redacción, se miró en el espejo de su militancia y descubrió el fantasma de la memoria. Ese que hace saltar tapones de remotos poemarios y abre paso al desenfreno que se vuelve gráfico. Por ejemplo para escribirle, "la fotografía robada en aquel almuerzo tomó vida en mis silencios"...
Cuando estos "cortos" ocurren, estallan instalaciones y se dinamitan puentes, para que el torrente de ciertas imposibilidades, encuentre cauce. Es entonces cuando construye lazos virtuales que lo traspolan y comienza a vagar de página en página, para rescatar respuestas. A veces las encuentra. A veces lo sorprenden.
No es grave. Depende la altura de la vida en que uno se zambulle y la profundidad del curso. Pero es incansable en estos avatares del "romancero criollo", ya que la fiebre literaria lo llevó -sin proponérselo- al muelle equivocado.
Es que Adriana, una morena bahía de arena blanca, tucumana y cierta como su tierra, del muña muña -el viagra nacional-, leyó algunos mensajes codificados de estos poemarios públicos y decodificó, para incomodidad del "Ayatollah", quien abrió así, una segunda línea poemática, camino casi del juglar.
A ella le recordó "te invito a que me invites... si te queda claro y sin más detalles", ese despliegue de artilugios literarios, presagiaba el fragor de las tormentas del alma, listas a desatarse.
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Así lo encontré‚ de atribulado una mañana. Portando el infaltable bolso de cuero que se carga en el hombro, como a los antiguos compañeros de lucha que ya no descansan.
-Me voy a La Plata... tengo que hacer una nota- anunció contrito. ¿Me llevan?- Yon asintió. El Alfa gris siempre está disponible.
Las diagonales y la ciudad son marca registrada de Pierre Benoit. La masonería agita, sobre este nombre, algunas certezas y muchas dudas, sobre todo si de su nacimiento se discute. Un destino de "Delfín" del trono francés que merodea y la toma de La Bastilla, se agitan y renuevan, hoy, con cada piquete ruidoso.
Graciela no pensaba en estas cuestiones mientras estudiaba el paso del tiempo en el Ayatollah, en ese segundo piso con vista al baldío lujurioso y urbano. Tomó en cuenta algunos detalles y las cuarenta veces que sonó el celular, para interrumpir el reencuentro de la incomunicación. La flema del personaje no fue suficiente y de allí nació la diabólica idea poética y para peor gráfica, que los vincula.
Las llamadas, salvo la de Dios, alejaban acercamientos. Quiso ser presuroso. Pero oscurecía cada vez que aclaraba. Lo que no es nuevo ni totalmente cierto. Hoy anda en negociaciones metafísicas sobre el triángulo de las Bermudas, donde los amores naufragan y desaparecen.
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La ruta dos y la rotonda de Alpargatas, cuando volvimos con el vasco, fueron un giro poco postal. No quisimos estropear la bucólica escena y marchamos rumbo al discreto parador, donde se llega si se tiene el dato preciso.
En medio del oasis, el lugar aísla de ruidos, imágenes y olores no deseados. Hasta la pareja de cardenales, en vuelo gentil, parecen trasladados de un remoto paisaje.
La grácil mesera nos condujo a un sitio umbrío, donde destacaba el M0albec purpura, propiedad de la bodega finca con nombre de princesa rusa, misteriosamente dispuesto, junto a dos cazuelas de cobre, anfitrionas del potage de hígado al jerez. Comimos en silencio. La torta de frutillas que descansaba sobre un colchón de crema, llegó para quedarse y formar parte del inventario gastronómico. Un semi champagne de tres letras, fue solidario. El café, fue otra remota circunstancia a la que ninguno de los dos se quería aproximar. El lugar y la atención exigían morosas decisiones. Yon habló recién a la segunda copa. Esa es la historia, sin histeria.
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Los navarrenses, navarreutas, navarrónicos, se puede elegir, son habitantes de Navarro, trasplantados a Lomas de Zamora. Miguel y Fernando, dos esperanzados que buscaron instalarse por este suburbio del sur. Nadie es perfecto. Resisten en la frontera de Chaco Chico y Villa Niza, muy promocionada por algunos episodios contados aquí, pálido reflejo de lo que en estos sitios ocurre.
Miguel, un viernes, media hora antes de la medianoche, decidió su rutina ciclística, para abaratar la vida, claro, resolviendo que Larroque era iluminada y segura. Cuando llegó a Gutierrez, leyó en una pared de las pocas fábricas que trabajan y se sorprendió de la cantidad de saludos, post mortem de los chicos, pintados en sus paredes. Leer, no siempre es un placer.
Cuadras después del reconocimiento, allá por Castelli y Vétere, su inocencia campesina, jugó las fichas al color (negro) en el casino de la vida. El auto silencioso y sin luces que lo seguía, no era ninguna buena garantía. La calle ofrece huecos y en uno, el auto se le adelantó.
El flaco que se bajó del lado del acompañante, fue convincente al arrebatarle la bici, -único medio de transporte para ir a laburar-, la guita y la campera, recuerdo de tiempos mejores, seguramente.
-Caminá y no te des vuelta porque si no te meto un cohetazo- para aumentar su seducción le mostró el arma niquelada, más elocuente que el mejor discurso.
Miguel resignó, otra vez, la esperanza. Es un hombre grande habitado por el niño que todos debemos cuidar, aunque algunos lo hayamos perdido y otros no recuerden haberlo tenido.
Tiene un compadre, Fernando, de la misma cepa geográfica, estentóreo de a ratos, rara avis, si se conviene que la vida en el campo y en los tambos, por ejemplo, suele ser solitaria. De nuevo a empezar simulando la esperanza.
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Los argentinos cuestionariados, por ahora viven en Chubut y Santa Cruz, nos cruzamos virtualmente el tenor de las preguntas que la inocente empresa formulara, para legitimar una radicación extranjera en la región.
-¿Vería mal que Argentina cancelara la deuda externa con territorios? ... fue una de las consultas, dispersa convenientemente, la otra relevante apuntaba, ¿le preocuparía un gobierno tripartito (triunvirato) integrado también por un representante del FMI?
-!Gente grande!, esta de la consultora, podrían haber incluido las cláusulas secretas de los acuerdos que contienen ciento once puntos y que vamos a firmar con el FMI y el Banco Mundial, si no lo hicimos ya ... total ... - fue la prolongada explicación del vasco, reclinado en la butaca izquierda del Alfa, rumbo a Lomas.
Lo miré comprensivo, igual es barato.
-¿Y con que se quieren quedar ahora?- le pregunté. Mejor no lo hubiera hecho.
-Por empezar la Antártida. Después, cuando logren que se privaticen dos bancos oficiales -Nación y Provincia- los van a comprar-, respiró y aproveché.
-¿Y eso que tiene que ver?-, fue mi segundo error. Me miro impaciente, para ser prudente en la descripción.
-Todas las tierras fiscales y la cartera de comercial de operaciones, todas aquellas que tengan garantía hipotecaria, es tan grande, que entre los dos bancos tienen buena parte del territorio, sobre todo el productivo. ¿Te va?- Preferí dispersar la densidad. Sonó su celular y se cortó la llamada. Nada marchaba hacia la avenida de la conciliación.
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"Vela" desvela cuando devela. La rubia, todavía tostada y totalmente vestida de negro, le entregó en la sede de "la oficina", -apostada detrás de una gigantesca copa de helado multi sabores y de cara a Plaza Grigera-, las planillas con cuestionarios y correos electrónicos, probando que los chicos de la encuestadora iban sembrando en serio. Ella con su aire displicente, leve, casi ausente, es velocísima aunque su celular, como en este momento, la tenga ocupada. Puede hacer varias cosas a la vez. No me pregunten cuales. Pero la información estaba prolijamente ordenada. El mohín por la comunicación frustrada, me hizo dudar si, "El", estaba ocupado. Porque el celular de Dios, este día, ni siquiera tenía contestador.
CANCIÓN PARA UNA PRINCESA MAJADERA*
Quisiera que mis manos
fuera palomas
para abanicar tu estío.
Y mi eterno desvelo...
ese pertinaz insomnio,
sirviera a tu tiempo sin prisas,
para contarte las mil historias
que guardo escondidas
en un rincón de los recuerdos.
Antes de conocerte
te sabía de memoria.
Mis labios pronunciaban tu nombre
Incansables, empecinados,
porque ya presentía
la certeza del cuerpo compartido.
Ahora estás conmigo,
llenas los espacios,
ocupas los silencios.
Recortas arco iris en las sábanas,
pintas duendes en las paredes,
rompes todo lo superfluo.
Vas quedando solo tú, la maga
que encuentra plumas de elefante
sepultadas en la arena.
Hablas al viento con el idioma
que sólo tú y él conocen,
que apenas yo entiendo.
Inventas una danza antigua,
exiges más juegos, un cuento...
No importa si llega la reina de la noche.
De pronto, al borde ya de la locura,
sin previo aviso
arriba el silencio...
Veo como al fin, vencida,
partes a ese viaje misterioso
a solas con tus sueños.
Y te miro, sin que llegue el hastío.
Feliz porque no recuerdo un mundo
anterior a tu llegada.
*De Marié Rojas.
La Habana. Cuba.
(Dedicado a mi hija Sarah a los 2 años, este poema fue mi primer premio literario, El Arte en Septiembre, Argentina)
*
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