lunes, julio 04, 2011
PARA PODER ENTENDERSE Y ENTENDER EL MUNDO...
*Foto: Aldima.
-Fuente: Diario La Unión. Lomas de zamora
El duende perdido*
Chicos, saben una cosa, hay un duende aburrido, en mi patio.
Inventa travesuras cuando el cielo se enoja y se vuelve de un gris encapotado.
Este duendecillo es torpe, improvisa con sus zapatos alargados un concierto al pisar las hojas secas cuando se desliza por las baldosas de granito.
Pobrecito, no está acostumbrado a la civilización…
Es salvaje: tira el balde colmado de agua jabonosa, empuja a las hojas de la madreselva, o le roba los palitos y los hilos a las palomas para hacer sus nidos.
Quiere volar con las golondrinas, pero ellas no lo llevan , porque en las noches sin luna, cuando están descansando, las asusta con su nariz regordeta y su bigote puntiagudo.
El huye de la luz, se siente muy feo. Por eso, parece antipático y fastidioso.
Ha venido a mi casa por equivocación, su hogar está en un jardín de enredaderas plateadas de City Bell. Allí el viento peina sus hojas como si fueran cabelleras de peluquería, según la orientación que tome.
Creo que extraña ese paraíso de espacios perfumados de jazmines del cabo, de rosas y de margaritas.
Vino a mi apartamento en un transporte inusual: una canasta de mimbre llena de maní con chocolates, nueces, almendras y golosinas. Lo habían asustado los ladridos de unos perros guardianes muy prepotentes y las explosiones de los fuegos artificiales de fin de año.
¡Casi muere del susto!
Ahora que sé cual es su lugar preferido, le voy a dejar un mensaje escrito con letras manuscritas de su mejor amiga, una niña que se llama Pau.
Le subrayaremos que nuestro deseo es reintegrarlo a su morada lo más prontito posible.
PD.: También le vamos a pedir al Duende que puede contarnos cómo es su forma de vida, lo que más le atrae, lo que necesita, cuando duerme y qué come.-
*Con todo cariño Azul. azulaki@hotmail.com
2/3/09
PARA PODER ENTENDERSE Y ENTENDER EL MUNDO...
“AY PATRIA MÍA” *
(Palabras de Manuel José Joaquín del corazón de Jesús Belgrano)
“Desde el descubrimiento empezó la malicia a perseguir unos hombres
que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas tierras
que la naturaleza enriqueció con opulencia y que prefieren dejar sus pueblos
que sujetarse a las opresiones y servicios de sus amos, jueces y curas."
Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios, 1802.
"Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos,
si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe,
nuevas ilusiones sucederán a las antiguas,
y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres,
será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía."
Prólogo del libro”El contrato Social” de Rousseau,
traducido por el prócer en 1810-
MARIANO MORENO
“Ay patria mía”
MANUEL JOSÉ JOAQUÍN
DEL CORAZÓN DE JESÚS BELGRANO
Calendario Romano. Mes tercero del año.
Diosa Maía, primaveras tenues, fragorosos cultivos.
Flor oscurecida por el sol de Mayo.
Y fue luciérnaga y lirio.
Diadema de plata. Flor de esmeralda entre trigales.
Laberinto donde Cristóforo Colombo, fecundó su huevo.
Recorrió las húmedas zonas de sus frutos.
Y fue cruz y espada. Carne desamparada del huinca.
Devino en flor del aire, criolla corola suspendida en la brisa.
Y pasaron los mayos, caminaron las piedras.
Los puntos cardinales se agitaron.
Y hubo cruces de lanzas, lápidas de piedras. Musgo
Agua hirviente, mar rojo embravecido.
Maía blanca y azul, acompaña. Guarda celosamente el fuego.
Azuza al redomón bravío.
Atropellan maturrangos, chapetones, godos y matuchos.
Una a una caen las cadenas. Gotas de un planisferio amargo.
Y otra vez caminaron los pasos de las sombras.
Y hubo pausas y prisas. Dolores y alegrías.
Y lápidas en los mares y tierra.
Y el rayo.
Y vuelven, las manos frías y la frente ardiente.
Rezos apócrifos en los nombres sagrados
En Moreno, en Belgrano, en héroes ignorados.
Y vuelven, Maía, vuelven...
Coplas de vida y muerte.
Vuelven .Ay si, vuelven.
“Ay, Patria mía”
*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
LAS ENTREVISTAS DE CARLOS ALBERTO PARODÍZ MÁRQUEZ
“Escribo para entenderme y entender el mundo”
-por La Unión Espectáculos y Cultura 3/07/11
Publica textos semanalmente en ”Inventiva Social”, una plaza virtual. Su gran disparador son los trenes y sus historias varían entre los policiales y el romance.
ALBERTO DI MATTEO - ESCRITOR
¿Como llegó lo virtual a tu literatura?
La escritura virtual surgió a partir del pedido de un amigo que es sociólogo y quien a en 2001 inventó una serie de news letters que comenzó a distribuir entre sus contactos.
Inicialmente eran textos políticos, de entidad social. Y después esto fue derivándose a la literatura. Sabía que yo escribía y me convocó para que pudiera aportar a su proyecto.
–¿En que consiste exactamente ese proyecto virtual?
–Es un proyecto que toma los recorridos ferroviarios que han caducado, que los han cerrado en la época de la dictadura, de mediados y fines de los setenta, en adelante. Ha tomado esos recorridos y no los del menemismo porque prefirió hacerlo con mayor distancia.
–¿Cómo se inicia y desarrolla esa idea virtual?
-El proyecto de Inventren empezó en el 2001, siguió hasta el 2004. En 2005 hubo un intento en el que no me enganché, y después, empezó a reeditarse y se fue dilatando hasta este año, que se empezó nuevamente a difundir textos míos y algunos nuevos.
–¿Y cómo se conjuga tu literatura con este proyecto?
–La idea que me propuso era escribir cuentos donde el tren fuera un disparador. Podría tener que ver con el tren en si mismo, o teniendo el tren como escenografía. Yo encaré esto como un proyecto literario.
Decir tengo que presentar el cuento para Inventren, que es la sección de Inventiva Social que contiene el News Letters, tengo que presentar un cuento para esta semana.
También lo he tomado como si fueran, algunos, una road movie, donde el recorrido va en función del tren que corre y el desarrollo del cuento se va dando dentro de los vagones, o en las estaciones donde bajan los pasajeros.
Los cuentos en general no tienen un género definido, algunos hablan de romances, otros fantásticos, policiales, el tren es un disparador.
–¿Y del resto de tu trabajo que nos podes contar?
–Tengo publicados cuentos en Antologías editadas por Argenta y una deuda conmigo para no seguir corrigiendo . Tengo escritas las novelas “Espacio de transición”, ( 1996 ) . “Piloto de caza”, ( 1994 ) , con una reconstrucción diez años después, una novela corta.
–¿En qué otros terrenos incursionaste?
–Hice una road movie arriba de un micro que se llama “Sin rumbo fijo”, (1993) donde yo mismo no sabía adonde iba air. Puse personajes adentro de un micro a ver que pasaba, eran otros tiempos y otra dedicación.
Lo más importante a nivel de trabajo literario, de los últimos años, son las series de Inventren, en algún momento fantaseé con reunir una antología de cuentos, de los que escribí para Inventren, y publicarlo.
–Es un compromiso importante para vos este proyecto.
–El compromiso de escribir un cuento por semana es grande. Además, saber que eso se edita, el uso de la tecnología como recurso y el hecho de que lo que uno escribe en un momento se puede poner en Internet, en la red y esto se dispara y es leído por mucha gente sin que pase a través de la mediación del papel, es algo importante.
–¿Porqué se llama “Inventiva Social”?
–“Inventiva Social” significa “un invento argentino que se utiliza para escribir, plaza virtual de escritura”, es un portal. A través de “Inventren” se han publicado los ensayos, también se han creado personajes virtuales, un alter ego, para poder escribir determinadas cosas, se llama “Urbano Powell”, es una especie de Papa mediático del ciber espacio, pero toma elementos de la realidad y los retrata con un tono bastante delirante.
–¿Cuál es tu historia cómo vecino lomense?
–Nací en Lomas en el ´67, viví en Temperley toda mi vida, desde los dieciocho vivo en esta zona (Este). El primario lo cursé en el Colegio San Albano, el secundario lo hice en el Mentruyt, y la carrera de psicología la hice en la Universidad la hice en la UBA, me recibí en el ´92, cuatro años después, hice el profesorado en Psicología.
Después hice concurrencia en el Hospital Zonal de Ezeiza, trabajé en distintas instituciones de la zona, atendiendo una guardia telefónica en Capital y actualmente soy el director del área de salud de la Cruz Roja de Lomas de Zamora.
También he trabajado en Villa Lugano, Tristán Suarez, Monte Grande, Lomas de Zamora y me he dedicado más que nada a la clínica.
Ejercí en colegios, haciendo tareas de orientación a partir del gabinete, pero el título de docente no lo usé para dar clases, salvo para las prácticas.
–¿Qué es para vos el oficio de escribir?
–Leí una definición de John Cheever hace cosa de un mes que decía que “escribir era para él ordenar sus ideas, para poder entenderse y entender el mundo”, y me parece que en algún punto lo tomo como propio.
El dato
2 novelas y una road movie tiene en su haber este artista local. ”Espacio en transición” y ”Piloto de caza”.
*Fuente: Diario La Unión. http://www.launion.com.ar/?p=46432
-CARLOS ALBERTO PARODÍZ MÁRQUEZ. parodizlaunion@gmail.com
Estación Rosario*
*Por ALBERTO DI MATTEO. -ALDIMA- licaldima@yahoo.com.ar
-La mejor carne del país, amigazo: eso se lo aseguro.
Al escuchar la frase, acompañada por un guiño cómplice, Sergio Cejas pensó que aquel barman del vagón comedor le estaba gastando una broma. ¿Turismo sexual en Rosario? ¿Promovido por el Nuevo Ferrocarril Santafesino-Bonaerense? Era de no creer. Y sin embargo, la otrora “Chicago argentina” gozaba de una fama indiscutida en esos temas. La primera imagen que se le cruzó en aquel momento a Sergio Cejas fue la del gran Alberto Olmedo, improvisando como siempre delante de una cámara de TV, quizá sentado junto al inolvidable Javier Portales, o tal vez con uno de los tantos figurines que inevitablemente se lucían a su lado.
La referencia “olmédica” no era casual. En los últimos meses, todo lo que lo rodeaba le parecía una farsa, algo artificial y paródico. Sus ritmos cotidianos, sus escasos placeres, las monótonas tareas que realizaba en esa oficina bancaria que parecía tragárselo día a día bajo toneladas de trámites acaso banales –simulando ser un personaje kafkiano casi contra su voluntad-, hasta su propia vida, parecían haber perdido todo sentido. En caso de haberlo tenido alguna vez…
¿Desde cuándo había notado que su existencia comenzaba a desbarrancar? La respuesta parecía ser la única certeza con la que contase por el momento: desde aquella traumática separación con Evelina, denuncias policiales mediante, durante el invierno pasado. Una época negra de su vida, que aún le dolía en el recuerdo, y cuyos detalles se desdibujaban en el ayer.
¿Por qué se había decidido a viajar en tren? Ni él lo sabía. Los acontecimientos de las últimas horas se le tornaban borrosos. Sólo podía precisar que su propia desilusión lo había conducido desde un departamento desordenado y con sobras de comida por todos lados, hasta las vías. Y que en vez de acostarse sobre ellas en espera de filosos rieles que acabasen con el motivo de su dolor, se había trepado con un violento impulso al primer tren de larga distancia que partiera desde la piojosa estación en la que se encontraba. Trayecto salvavidas hacia Rosario –pasaje de ida solamente- durante el cual había conocido a Ernesto, un simpático barman que le relatara sus desventuras a bordo, apuntando con especial detalle a la increíble historia del camarote embrujado, ocurrida el año anterior, entre las estaciones de Navarro y de Patricios, durante una noche de tormenta.
Aunque no fuera compañía lo que buscaba, Sergio Cejas agradeció la consoladora presencia de Ernesto –además de la secreta botella de whisky, fuera de inventario, que ocultaba debajo de la barra-. Y sin embargo, la espontánea oferta de sexo lo sorprendió generosamente. Aunque, ¿para qué trasladarse a Rosario para conseguirlo? Conocía algunas esquinas de Buenos Aires donde podía encontrar decenas de ofertas como ésa; nada de travestis, eso sí, no era su estilo. Además del inexplicable traslado en busca de una triste porción de sexo alquilado, también había hallado una inesperada compañía amistosa junto a varias medidas de whisky, al menos para despejar sus ocasionales pensamientos suicidas… Eso estaba muy bien, aunque sólo fuera por unas horas. Ahora: ¿acaso Sergio Cejas ansiaba encontrar en Rosario algo más que aquello, imposible de precisar?
-Hágame caso, amigo -insistió Ernesto, el barman. –Aproveche. No se va a arrepentir.
Ni bien bajó del tren al llegar a destino -seguido de Ernesto, quien comenzó a hacer señas trepado al estribo en dirección a un borde alejado del andén-, se le acercó presuroso un gordo que lucía una larga y lacia cabellera, junto a una barba candado bastante espesa, que no dejaba de fumar cigarrillos negros.
-González Raúl, para servirle –saludó, parco y en un susurro, mientras le daba un breve estrechón de manos. Y agregó: -“Canalla” de alma, para más datos.
Sergio Cejas consideró que no era momento de esbozar siquiera su leve simpatía por la “lepra” de Newell´s. Su interlocutor no parecía muy afable a las diferencias. Y él no tenía ganas de malgastar la poca energía que sentía bullir en su interior, a pesar de la bruma existencial que lo rodeaba.
-El señor busca servicio especial -le informó Ernesto, aún trepado al estribo, como si la oferta de sexo -ajena en absoluto al contexto ferroviario- fuese un extraño rebusque del barman para hacerse unos pesos extras. –No me hagas quedar mal…
-¿Alguna vez lo hice? –retrucó el gordo, y sin aguardar respuesta alguna le masculló a Cejas cerca del oído: -Sígame.
Sergio Cejas, carente de todo equipaje, llevándose a duras penas a sí mismo, lo siguió sin saber muy bien lo que hacía. Todo le daba lo mismo. O tal vez no…
-¿Tiene plata? –lo interrogó el gordo, ni bien subieron a la vetusta camioneta Ika que los aguardaba en una calle lateral. Sergio Cejas asintió, un tanto trémulo, aunque no estaba muy seguro de la cantidad que llevara encima. El gordo no pareció muy convencido de la respuesta, por lo que disparó: -Revise bien los bolsillos, ¿eh? No lo llevo a ningún lado si no hay efectivo.
Sergio Cejas indagó dentro de su ropa. De manera incierta encontró un total de cuarenta y dos pesos con treinta centavos. ¿Cómo había hecho para salir con tanto dinero a la calle, sabiendo que su idea inicial era tirarse debajo de un tren? ¿Y el dinero para el pasaje? Misterio…
-Por mí está bien –aclaró González Raúl, y puso la Ika en marcha. –Siempre que no se ponga exigente…
Tardaron unos quince minutos en llegar hasta un barrio semi marginal, estacionando junto a una casona bastante antigua, cuya elegancia había conocido épocas mejores. Un par de hombres de proporciones considerables conversaban entre sí junto al portón de entrada. Sergio Cejas se atemorizó, y no supo cómo hacer para declinar la oferta. Pero González Raúl ya había bajado y le indicaba junto a la puerta abierta de la Ika, sosteniendo el cigarrillo negro entre sus labios:
-Vamos; las chicas esperan.
Más que a una tarde de placer, Sergio Cejas parecía encaminarse a paso cansino hacia una ejecución. De pronto, el fugaz ratoneo con la fantasía de un encuentro sexual fuera de Buenos Aires se había disipado, dejando en su lugar una cruel sensación de estar siéndole infiel a Evelina. La imagen se avecinó sobre su alma con el peso mortal de un ataúd.
Sin embargo, siguió adelante, detrás de la espalda de González Raúl.
Los fornidos patovicas se hicieron a un costado al ver llegar al gordo. Ambos cruzaron el umbral para encontrarse con una habitación en penumbras, apenas iluminada por un par de trémulos veladores en los rincones, y con el rumor de fondo de una cumbia proveniente de un cuarto del fondo. Sergio Cejas apenas vislumbró un par de siluetas femeninas caminando entre los sillones del cuarto, ajenas a todo lo que las rodeaba. Casi tanto como se sentía él.
-Venga –masculló el gordo por sobre su hombro, sin despegarse el cigarrillo de entre los labios.
Atravesaron el cuarto, impregnado de perfumes baratos, hasta llegar a una de las mesitas iluminada por el velador. Recién al acercarse descubrió a la obesa mujer sentada a un costado que se limaba las uñas con una indiferencia pasmosa.
-Edith: el señor requiere de los servicios de las chicas –informó el gordo, y mientras se volvía le dijo a Cejas al pasar: -Lo espero afuera. Si no estoy, me espera Ud.
González Raúl salió de la casa, y la masculina voz de la tal Edith retumbó cerca suyo: -¿Qué le gustaría? ¿Bucal… vaginal… anal… completo…?
Sergio Cejas volvió la cabeza hacia la mujer obesa y no supo qué contestar. Una sola idea le cruzó la mente.
-¿Qué puedo hacer con cuarenta pesos? –preguntó.
-No mucho -dijo ella, sin levantar la vista de la indiferente labor de la lima. –A menos que no le importe tratar con Isabel…
Él permaneció en silencio, sin entender a qué venía el comentario.
-Las blanquitas y jóvenes son las más caras –comenzó Edith, casi resignada. -Cuanto más entradas en años, más baratas cotizan. Menores de edad no tenemos; vaya a buscarlas a los bulos de los políticos, si las quiere. –Otro silencio contemplativo hacia la tarea manicura, hasta que por fin, recordando de qué estaba hablando, agregó: -Isabel es la tullida.
-¿P…perdón…? –balbuceó Cejas, incrédulo.
Edith ya parecía molesta por tener que hablar tanto.
-Se cayó del tren hace unos años -informó, siempre sin mirarlo. -Ya se dedicaba al oficio, así que después de la tragedia seguía en lo suyo o pedía limosna en el cordón de la vereda. ¿La quiere o la deja? -terminó por impacientarse la mujer obesa.
Sergio Cejas sintió el impulso de escapar, dueño de un siniestro aire de ajenidad, aunque irse de aquel lugar sin haber cumplido el esperado alquiler de cuerpos era similar a cavar su propia fosa hacia el abismo de la desesperación. Afuera lo aguardaba un tren, impiadoso y veloz, al que ningún ruego podría detener, cuyo objetivo fuera el de lanzarse pujante sobre él……y no precisamente para llevarlo como pasajero…
Le parecía estar escuchando la lúgubre sirena acercándose hasta él, estremecido por el escalofrío, cuando se escuchó decir:
-E-está… bien. Me quedo con la …t-tullida…
-¡Greeeeeetaaa!!! –aulló Edith, sobresaltándolo, siempre sin levantar la vista de sus uñas, más que perfectas. -¡Decile a Isabel que tiene visitas!!!
Sergio Cejas estaba a punto de acercarse a la cortina de cuentas de vidrio que separaba la sala en penumbras del pasillo hacia donde imaginaba que estaban las habitaciones, cuando oyó un chistido que lo detuvo en seco.
-Se paga por adelantado –anunció Edith, terminante. –Son treinta pesos. –Cejas dejó el dinero sobre la mesa, con mano trémula. La mujer obesa aclaró: -Si es de los que se impresionan, lo lamento; no hay devolución.
Manoteó los billetes, mirándolos apenas, se los guardó en el escote, y ya no habló más.
La cortina de cuentas de vidrio cantó al abrirse. Una chica delgada y morochita, vestida con una solera de sarga, luciendo una amplia sonrisa rematada en dos enormes paletas de conejo, le hizo una seña para que pasara. Sergio Cejas la siguió, con paso vacilante. El sonido de la cumbia sonaba cercano. Por debajo del perfume barato había un intenso olor a humedad. Caminaron hasta el fondo de un largo pasillo, donde sobre una ajada puerta de madera la morochita golpeó dos veces.
-Pase. Está abierto -respondió una voz de mujer.
La chica abrió, empujó la puerta, y sin borrarse la estúpida sonrisa de conejo se hizo a un lado para que Sergio Cejas pudiera entrar. Una vez que traspuso el umbral, ella cerró la puerta a sus espaldas.
La imagen de la cama en el centro del cuarto con la mujer recostada sobre ella acaparó toda su atención, salvo por la silla de ruedas, antigua y maltratada, que yacía cerca del colchón, con una bata sobre ella. La bombita desnuda alumbraba desde el techo, develando a una chica de unos treinta y tantos años, de tez trigueña, bonitas facciones, cabello enrulado, hombros sólidos, pechos firmes, vientre un tanto abultado y caderas amplias. Algunas cicatrices le cruzaban el abdomen, producto de varias operaciones. Se la veía bien alimentada, el tronco apoyado sobre varias almohadas, y aunque estuviese desnuda por completo, las sábanas le cubrían las piernas desde el borde superior del muslo hacia abajo. O mejor dicho: donde deberían haber estado sus piernas.
-Hola –lo saludó ella. –Bueno… ¡Qué suerte la mía! Dale, vení… Acercate. No siempre me tocan clientes tan finos como vos.
Sergio Cejas pensó la chica se burlaba de él, considerando la desarrapada imagen que presentaba desde hacía tiempo. Se detuvo a pensar en la clase de hombres que visitarían a esta chica a diario, y contuvo sus ofensas. ¿A diario? Algo le hizo pensar que, dadas sus condiciones, Isabel no debía ser muy requerida por los clientes del lugar. Y sin embargo, alguien con sus características hubiera sido muy solicitada por quienes gozaran de perversiones como éstas. Si hasta parecía bonita…
-Vamos, che. No seas tímido –lo incitó ella, tendiéndole un brazo para que se acercara.
Él avanzó tembloroso, sobrecogido por la imagen que contemplaba, sintiendo una honda vergüenza, como si quien estuviese desnudo fuera él. ¿Llegaría a tener una erección sabiendo lo que había –o no había- debajo de aquella sábana?
De pronto, deslumbrado ante lo inesperado de la sensación, avasalladora como locomotora desbocada, advirtió que lo único que quería obtener de ella era un fuerte y cálido abrazo que lo contuviera. La cruel inermidad que contemplaba sobre aquella mujer le parecía insignificante frente a su propio desvalimiento.
Caminó hasta el brazo extendido, se sentó sobre el colchón, y antes de que Isabel comenzara a quitarle la campera Sergio Cejas se derrumbó sobre ella, sin mirarla, abrazado a esos hombros sólidos y musculosos como un borracho aferrado a un poste de luz, y comenzó a llorar.
Un llanto agónico, profundo, de esos sollozos que emergen desde los abismos del alma y pronto se convierten en una caudalosa catarata, devastando cualquier falsa apariencia de normalidad.
Sorprendida, Isabel le devolvió el abrazo, con una calidez inusual, desconocida para sus cada vez más ocasionales clientes, y comenzó a acariciarle el cabello de la nuca, mientras murmuraba, casi a su pesar:
-Bueno… bueno… ya va a pasar… No te pongas así… Ssshhhhh…
Sergio Cejas se aferró aún más a ella, a su piel, a su calor. Ya no le importó saber dónde se encontraba, ni ante quién estaba, ni cuál era su condición. Sólo le importaba saber que existía ese abrazo, ese afecto momentáneo que desconocía la manera de calmarlo, pero que al menos intentaba hacerlo sentir un poco menos solo. Un oasis en medio del desierto, en el que sólo quería refrescarse y beber, de la manera que fuera…
Sin siquiera secarse las lágrimas, con la mirada enturbiada, comenzó a besarle el cuello, a incorporar a la chica hasta sentarla en la cama, a desplazar lentamente sus manos a lo largo de aquella espalda, descendiendo hacia una cintura donde comenzaba una zona cruzada de marcas, y ascendiendo luego hacia sus pechos, experimentando una ternura insólita, como hacía mucho tiempo no sentía al lado de nadie, olvidando por completo el contrato pactado con la mujer obesa.
Isabel recuperó parte de su integridad profesional, relegando aquel momento de tierna debilidad, cuidando de no caer en el peor de los errores que podía cometer: enamorarse ante los sentimientos de los clientes. Al tipo éste se lo notaba destrozado, aunque su cuerpo estuviese entero. Ella, ignorando cómo, parecía sentirle el alma partida en pedazos dentro del pecho, y sólo atinaba a abrazarlo y acariciarlo, como si con aquel contacto pudiese combatir sus propios temores. Hasta que volvió a intentar quitarle la campera, y esta vez él le ayudó, reaccionando como un autómata, desvistiéndose en busca de una mayor cuota de calor.
Una vez con el torso desnudo, y aún sin verla a través de sus lágrimas, que le bañaban las mejillas, volvió a abrazarla. La suavidad de su piel, junto al vibrante roce de sus pezones, lo estremeció, causándole una erección casi dolorosa que lo obligó a desprenderse violentamente del pantalón.
Tenderse sobre ella y penetrarla fue mucho más que un acto de placer; se convirtió en una desconocida necesidad vital. La prostituta tullida, acaso deforme, se convirtió en la mujer ansiada y amorosa, nutricia de ternura y contención. Y el orgasmo, inexplicable para ambos, los transportó muy, muy lejos, allí donde las palabras carecen de toda significación.
Las lágrimas se secaron sobre la piel y las almohadas. Los jadeos se extinguieron en una serie de acompasados suspiros. Y ninguno de los dos, sostenido de ese abrazo, atinó a quebrar aquel momento con palabras vacías.
Sólo después de un buen rato, ambos se irguieron muy lentamente, consiguieron mirarse a los ojos, y sin premeditarlo, preguntaron a la vez:
-¿Cómo te llamás?
CAJAS*
Siempre guardaba cajas
No sabía porque ni para que
Hoy lo se, era para encajonar la soledad.
Y trasladarla.
Demasiado tarde.
Ahora
Miro un cielo de madera.
Estático
*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
*
Inventren Próxima estación: SANTOS UNZUÉ.
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ARAUJO.
BAUDRIX.
EMITA.
INDACOCHEA.
LA RICA.
SAN SEBASTIÁN.
J.J. ALMEYRA.
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ISIDRO CASANOVA.
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coincido en muchas de las cosas que el dice.. siempre hay que mirar a como actuan y como son los demás para poder definirse uno.
ResponderEliminarpor eso espero que pueda conseguir el día del Cyber Monday pasajes para poder viajar y conocer mucha gente en el exterior. es algo que me encanta poder socializar con las distintas personas de otras culturas