martes, julio 26, 2011
QUE LAS HOJAS CAÍDAS ME ACOMPAÑEN...
*Ilustración: Walkala. -Luis Alfredo Duarte Herrera- http://galeria.walkala.eu
OLVIDO*
Quiso olvidarlo, anular su memoria, eclipsar toda idea que lo condujera una y otra vez de vuelta a él. Tomó el diario donde anotaba vivencias, sueños, castillos en el aire, temores, reminiscencias, sus dudas y sus más recónditas esperanzas. Corrió hacia atrás en el tiempo, página a página, borrando su nombre.
Echó una ojeada satisfecha al resultado de su acción.
Y rompió a llorar: ahí estaban los espacios en blanco, recuerdo inequívoco de su ausencia.
*De Marié Rojas.
La Habana. Cuba
LAS PALOMAS DORADAS*
Alrededor de los años 50 era común que las abuelas, que amasaban el pan, hicieran para los niños palomas de masa. Se asaban en el horno de barro calentado a jarilla.
(Referencia: Zona rural al Nordeste de San Luis- Rep Argentina)
Ninguna está pero en noches como en esta.
Regresan.
Oscuridad. Noche de luces malas
Cruz. Coraje. Rezo. Amparo
Recuerdo que disuelve en humo las volutas del miedo.
Universo de vida: agua, aire, tierra, fuego.
Solamente en sus manos las palomas vuelan.
Sus manos y un hueco en la greda blanca del trigal.
Agua y sal de su frente.
El aire sopla la argamasa, sus cabellos y el fuego.
Pan casero oloroso. Tan intenso.
Tan intenso que despierta el desvelo del búho.
Y vuelan las palomas doradas…
Y no hay lugar en el mundo.
Ay, no hay lugar en el mundo
Donde falte el pan para el hambre del niño.
*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
HOY AMANECÍ SIN ENTUSIASMO*
*Por Reynaldo García Blanco. regabla@cultstgo.cult.cu
No puedo con el hervor de la calle
ni Borges
ni Fran Chopra
ni Mao Se Tung
Dicen que es luna llena
que vendrá el equinoccio
que regresan los presidentes
Me detengo en la guía telefónica
en un manual de Hata Yoga
en los pasos peatonales
Soy un cero a la izquierda
un patriota sin aviso
una cerveza caliente
Hoy amanecí sin entusiasmo
como si tuviera gripe
o fuera un pelotero
que disfruta del hastío en terreno impropio.
- Reynaldo García Blanco (Venegas, Cuba, 1962). Escribe para CMKC Radio Revolución los espacios Andar la librería y Comentarios de SuperShow. Ha obtenido los premios José María Heredia, América Bobia, Pinos Nuevos, Calendario y La Gaceta de Cuba, entre otros. En el 2006 apareció su poeario Campos de belleza armada ( Unión). Actualmente coordina el Centro de Promoción Literaria José Soler Puig y el Taller Literario Aula de Poesía.
Pasado lejano*
El verde intenso de la selva, sus ruidos, sus perfumes o su misterio, no los perturba. Nacieron y se multiplicaron allí desde tiempo inmemorial.
Son orangutanes.
Se miman, se cuidan y ayudan compartiendo la comida y la atención del hijo.
Hay una similitud en su forma de vida con el hombre que asusta.
¿Qué trastorno habrá sufrido el planeta para que una parte de ellos haya enderezado su espinazo? ¿Cómo aprendió a caminar en dos patas?
¿Quién nos condenó a dejar el paraíso de árboles, flores, riachos, húmedos amaneceres, noches cálidas bajo la lechosa luz de la luna?
¿Quién nos impuso la locura de las metrópolis, las lunas escondidas tras los rascacielos, los soles que no vemos nacer ni morir, solo achicharran los asfaltos del mediodía.
De aquel llamado a tambor batiente con los puños contra el pecho del jefe de tribu al sonido irritante de los celulares ha pasado demasiado agua debajo de los puentes,
Solo nos queda envidiar a los pocos sobrevivientes que solo conocemos por fotos o películas.
Y que gracias a que también nos impusieron crueldad y locura, están desapareciendo.
*De Elsa Hufschmid elsahuf@yahoo.com.ar
LA JUAN DE GARAY*
A los hermanos Compañy:
Silvia, Miguel, Alberto y Mario
*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
La calle que hoy se llama Juan de Garay comenzaba en aquel tiempo en la casita de la familia Peiretti, y, enfrente la familia Calderón, constituida por un viudo con sus tres hijos varones, todos dedicados a tareas de a caballo: domadores, vareadores de parejeros y ocasionalmente arreos entre las estancias de la zona. La de esta familia era un gran caserón, con una fornida galería que daba al norte y lo que había sido un jardín glamoroso en otra época, era un terreno duro donde siempre había uno o varios caballos amarrados a un palenque. Tanto esa casa como la de los Peiretti, habían sido –según los mayores y la leyenda popular- sendos prostíbulos hasta que habían sido clausurados en la década del treinta.
Esta calle moría en otra, transversal, donde vivía un variopinto y pintoresco agrupamiento de familias que hicieron fama allí por ese tiempo: los González, los Aguirre, los Fuentes, los Collére, y hasta en un tiempo vivió doña Paula, con su hijo Pirimpi y el inefable “Negro”Bazán que fungía de último marido o, como se diría hoy, pareja.
De esta doña Paula –tan famosa, como su hijo- me ocupé alguna vez resaltando que su presunto origen indígena era agresivamente rechazado por ella, pero si no lo era tenía todos los componentes faciales para merecer ese premio. De todos modos, este apodo, la India, siempre fue tomado como una grave ofensa por ella.
Esta calle terminaba -y termina- siete cuadra más al este, en el campo que era de la familia Terré y hoy es del “Tigre” Compañy. Casi podríamos –sin exagerar- decir que esta calle es el pequeño universo de mi infancia. Todas las calles que iban hacia el sur terminaban en campos sembrados a pocos metros de cortarla.
Si yo quisiera podría describir todas y cada una de esas casas, la que festoneaban la calle con ambas veredas de tierra, muy anchas, con altos, coposos paraísos que producían esas “bolitas” maduras cuando estaban verdes que era proyectiles certeros para usar con la gomera y estando ya duras se ponían muy amarillas, como uvas exprimidas y se iban cayendo de a una o un gajo entero y alfombraban las veredas, las zanjas y parte de la ancha calle solitaria.
Si yo quisiera podría describir esos amplios patios donde azahares exultantes arrebataban septiembres, corazones ansiosos de niñas casaderas y algún que otro sueño de un mozo que pasaba silbando “incontinenti” con un clavel en la oreja que había robado dos cuadras atrás y que arrojaría sobre el tejido, disimuladamente para que la niña que le había copado los sesos, lo recogiera.
En la cuadra de los Spagnolo, los Gigena y al lado donde vivió Domingo Ose, supo morar un cantor mentado largamente en la noche porteña: “el Negro” Belussi, de felicísima memoria como cantor de tangos, en las orquestas de los maestros Pugliese y Basso, entre otros próceres del tango.
Si yo venía del lado de los Calderón, pasadas las tres cuadras siguientes me iba a topar con la cancha del club, y que en verdad era casi como lo único que interesaba en aquellos tiempos a nuestras breves y despreocupadas vidas de entonces. Hoy está todo edificado y hay un barrio nuevo alrededor de la cancha pero en ese tiempo era una cuña hacia los hornos de ladrillos de Spizzo y el mismo campo que a su tiempo albergaba hectáreas de trigo, maíz o alfalfa.
Esa calle no era cualquier calle porque en el recuerdo se me aparece luminosa. Por esa calle pasaban los troperos con hacienda hacia las estancias de la zona, las carretas de los arroperos cuando venían de las lejanísimas provincias del Norte, con sus vinos y sus artesanías. Habrían atravesado distancias, ríos, puentes, campos sembrados bajo unos soles machazos porque siempre los recuerdo en verano. Iban en grupos de no más de cuatro carretones con sus toldos de lona, sus damajuanas atadas al pescante y paraban infaliblemente en la casa de don Pedro Silva, santiagueño, quien sacrificaba las vacas para la “Carnicería del Pueblo”,de su tío, el inefable y buenazo don Benicio Ardiles.
En esa calle se desarrolló la mitad exacta de mi infancia, cuando matábamos mariposas y pájaros inocentes, en el tiempo ancho como un día patrio cuando en las carreras de sortija, el “gordo” Rogelio Compañy o don Lorenzo Sotera se ganaban todos los premios y luego nosotros enfrente de la cancha del club jugaríamos a la suerte del “palo enjabonado” o la “rompepiñata” que nos dejaba más harina en la cabeza que el último premio consuelo, y éste, digo el consuelo me lo daba la abuela, porque la madre nos pegaba un chancletazo cuando nos veía volver blancos como un sueño, los ojos perdidos y entrecerrados de impotencia y harina.
Por esa calle también pasaba todas las tardes don Pedro Aimetti con su camioncito comunal regador, con su cara de gringo bondadoso perseguido por una nube de mariposas doradas.
Si tengo que olvidar*
Si tengo que olvidar, cerrad mis ojos
y apagad los susurros de la aurora
antes del despertar de las palabras.
Si tengo que olvidar, que sea otoño,
que las hojas caídas me acompañen
y un tañido lejano interminable
me adormezca despacio, mansamente.
-Ni una sola gaviota planeará en mis playas.
Verán, viejos, mis ojos, un cerrarse de nubes
y un solemne aguacero, un crepitar de gárgolas,
una mudez de cerros.-
Si tengo que olvidar, dejadme solo
en la mazmorra de las decepciones;
borrad todos los nombres, quemad todas las fotos,
arrasad las ciudades que me vieron
y las ciudades que soñé habitables,
sacrificad los versos que compuse
y las canciones que me emocionaron.
Si tengo que olvidar, que sea octubre
que me esconda la lluvia y me seduzca
el rumor de la noche, que no cese
el ladrido del viento, que suceda
una conversación intrascendente,
que la bruma descienda sin apremio
como el fulgor de una sonrisa cómplice.
Si tengo que olvidar, cerrad mis ojos
....y dejad que amanezca sin mi canto.
*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
¿De qué invasión me hablan?*
*Por Carlos Alberto Parodíz Márquez. parodizlaunion@gmail.com
No hay peor malaria que una mudanza a destiempo. Eso me tiene ocupado muy a mi pesar. También las sospechas que en ese sentido abrigan mis dos perras, Olivia y Enriqueta, que miran los movimientos de la casa con una actitud acusadora.
La mañana, algo hay que defender, nunca es muy cierta para mis hábitos. Tengo un rosal en la ventana de la habitación que otea sobre el breve parque, de alguna forma hay que llamarlo, según la leve sombra del mismo, acuerdo entonces la decisión de levantarme.
La fragancia es una llamativa exclusividad que no siempre se tiene en cuenta. Hay gotas de rocío que refulgen con el sol que se bebe el esplendor natural y trato de no perder ese momento sublime.
El gitano del calor me visita desde el frente, y va, gradualmente, entibiando la casa. Esa es la hora en que la pareja de calandrias, inician su concierto matinal y debo, pese a todo, asumir esa mundana costumbre de iniciar el día. Parece un exceso, pero no lo es.
En realidad exceso es el de Yon que fustiga, a la hora que se le ocurre, amparando sus comentarios con una invitación oportuna a almorzar, seguro que no puedo resistir por hábito, escasez, o motivos similares.
Lo cierto es que debo darle algo de bola siempre y eso me martiriza lo suficiente, porque parece que el sonido del teléfono, señala su presencia, por sobre cualquier otra posibilidad, por ejemplo escuchar a la mujer dorada, que promete más que el sonido a resaca del vasco.
-Te propongo un almuerzo para felicitarte – fue su inopinada forma de saludar, estoy acostumbrado. No obstante debía contestarle.
¿Felicitarme, yo cumplo años en agosto? – fue mi respuesta más bien cáustica.
Bueno cuanto te pase a buscar me explico -, precisó sin dar detalles y cortó la comunicación. Si Yon se funde, no será por lo que gasta conmigo, en cuanto a llamadas telefónicas. Eso me tranquiliza provisionalmente.
--
El Alfa gris relucía más que otras veces. Podría ser que alguien se hubiera hecho cargo de lavarlo, Yon seguro que no. Silenciosa como pocas veces, la bestia mecánica se instaló mansamente debajo de los tilos.
El vasco vestido de celeste, se apeó luciendo presentable para la hora. Como siempre tuvo su encuentro personal con Olivia, quien le festeja su presencia con un doble salto mortal. La caída le suele doler, pero su alegría, por lo menos negociadora, parece auténtica.
Aceptó instalarse en la sala de comidas porque, dicen, cocina sería una menudencia tal vez difícil de explicar, siguió allí su ceremonia haciendo caso omiso de mi presencia y la de Enriqueta, quien subida a una silla, lo estudiaba anhelante, esperando su cuota de mimos y porqué no, algún souvenir comestible, bueno para cualquier hora del día.
Luego del interludio que muy bien un extraño no entendería, me apresuró porque conmigo se vuelve intratable. Decidí hacer silencio, porque discutir en tiempos de almuerzo, no resulta buena recomendación.
Claro que el riesgo acecha y a veces un menú inconveniente, se puede cruzar en el camino, para ser honesto; no me ocurrió con frecuencia, pero uno debe estar prevenido aunque mi heladera era un lamento borincano.
Vamos a Latitud Cero, que Lalo, entrega fotos y me trae un sobre, de esos que te gustan-, me informó antes de poner en marcha el Alfa, que obedeció como un killer debutante.
El lugar, está situado en un parque y en la parte superior de la loma. A la entrada y depositado sobre una pared pequeña, se encontraba sentado Lalo, el fotógrafo en cuestión, con su inseparable bolso negro, de equipaje. Un veterano de cien batallas, lo que no lo convertía en confiable porque rapiñaba en la redacción galletitas y caramelos a diestra y siniestra, un chacal del entremés.
Nos sentamos en la amplia sala que alberga las mesas dispuestas en zigzag, porque a esa hora todavía no hay comensales. Era temprano para los habitués, Yon pidió como siempre el servicio, omitiendo que nosotros pudiéramos elegir aunque sea el pan.
El visitante deslizó el sobre marrón engomado orlado con bandera, que Yon hizo desaparecer tan rápido como pudo.
Cochinillo en salsa de puerros, puré de manzanas, regado con Sauvignon y Sauvignon blanc, para luego casi antesala del mousse de chocolate, resultaron adecuados abrigos para famélicos profesionales, peticionó el vasco.
Luego del café y un guiño cómplice de Yon, Lalo marchó morosamente hacia la salida, acostumbrado por supuesto, a los desplantes de él, quien podría haberlo invitado a marchar, aunque más no sea una cuadra.
El tiempo de descuento que ocupamos, ahora llamado tiempo recuperado, se desmenuzó según su buen juicio. Reapareció el sobre marrón y el vasco, imaginé, quiso lograr mi expectativa, me mantuve lo más imperturbable que pude mientras él releía.
Vos hiciste una serie de informes, correlativos del 1 al 60 en muchos de los cuales explicabas la existencia del Cartel Petrolero, algo nunca admitido y mucho menos tratado periodísticamente por nadie -, yo seguí inmutable.
Quiero decirte que la Agencia ANSA, en un cable al que seguramente nadie le dio bola, da cuenta de una noticia periodística, originada en Londres, donde confirman reuniones con directivos de dos de las empresas carteleras, que nunca son noticia, eso motiva mi felicitación porque confirma en parte lo que desde hace años venís señalando -, fue el largo parlamento que me hizo temer por su salud, el vasco es algo más que cáustico, habitualmente.
- Leélo, y dame tu opinión -, me dijo normalizando su bocadillo.
Abrí el sobre donde el cable de ANSA en este inquieto mes de abril, consignaba: “Los planes para explotar las reservas de petróleo de Irak fueron discutidos por ministros del gobierno británico y las principales petroleras internacionales, un año antes que Gran Bretaña aceptó junto a Estados Unidos invadir suelo iraquí, según documentos oficiales dados a conocer.
Los memorandos, que publica el periódico inglés The Independent, ponen nuevamente en duda la participación militar británica en el conflicto para derrocar a Saddam Hussein por tener estas armas de destrucción masiva, que nunca fueron halladas.
En los documentos se detallan minutas de reuniones entre ministros británicos y altos ejecutivos de compañías petroleras.
Dichos papeles no fueron incluidos como evidencia en la pesquisa que el ex funcionario John Chilcott encabezó por la guerra de Irak.
En marzo de 2003, poco antes que Gran Bretaña aceptara invadir Irak, Shell denunció como "incorrectos" reportes en la prensa británica acerca de que había mantenido reuniones en Downing Street por las reservas petroleras iraquíes.
La petrolera BP también negó vínculos similares con el gobierno británico, en tanto que el por entonces premier Tony Blair calificó las teorías de conspiración por el petróleo de Irak como "totalmente absurdas".
Sin embargo, los documentos publicados en el The Independent, y que datan de octubre y noviembre de 2002, muestran una realidad opuesta.
Cinco meses antes de la invasión, la baronesa Elizabeth Symons, por entonces ministra de Comercio, le indicó a BP que el gobierno quería que las compañías energéticas británicas recibieran parte de los enormes beneficios petroleros y gasíferos de Irak como recompensa por la ayuda militar dada por Blair a Estados Unidos para un cambio de régimen iraquí”.- Guardé la copia del cable y me quedé un rato en silencio. El vasco me miraba.
Hay cuestiones que a veces llegan tarde y no confortan, esta es una gota de lluvia en el mar – le dije, - por lo menos aunque sin una gran precisión podemos estar de acuerdo en que esos protagonistas son parte de las corporaciones que forman el Cartel -, concedí.
Sólo que a veces, alguien debe darte un pequeño golpe en la espalda. Como estímulo digo, porque lo otro, persecuta tuviste a granel, me pareció útil traértelo, porque te lo merecés -, ahí me quedé duro.
Lo que sigue es más de lo mismo, pero las historias a veces pueden terminar mejor.
OCASO*
A su vida fue llegándole el ocaso,
lentamente, como las primeras nieves,
se cubrió su cabeza de brillante plata
y aminoró la ligereza de sus pasos.
La ensoñación de apoco fue perdiendo
en dormideras lentas de sus siestas
y fue dejando sus coquetas fiestas
en arrumbados recuerdos de su mente.
Todo fue cambiando con el tiempo,
la tersura de su piel y su belleza,
pero se hizo notoria y más profunda
la gran ternura de su alma, impresa.
En el silencio de esta lenta travesía
escucha melodías de celestes coros
mientras se dibuja una diáfana sonrisa
en el dulcísimo marco de su rostro.
Así es la vida, matizada de risas y de llantos,
de ilusiones y sueños compartidos
hasta que al llegar al final, en el ocaso,
se los guardan como tesoros escondidos.
*De Norma Costanzo. normacostanzo@vocampo.com.ar
Correo:
Todavía estoy temblando.*
*Por Alfredo Di Bernardo. alfdibernardo@fibertel.com.ar
Cuando anoche la televisión empezó a mostrar los primeros resultados de las elecciones pensé que esas cifras iniciales correspondían a mesas aisladas, que no respondían a una tendencia general. A medida que avanzaban las horas, comprobé que estaba en un error, y me quedé atónito viendo los sucesivos sobreimpresos que daban como ganador a Miguel. No pude digerir la imagen de un Macri eufórico hablando de una “nueva política” sabiendo que lo estaba diciendo a diez cuadras de mi casa. Apagué la tele, me fui a la cama y me quedé escuchando la radio sobresaltado, con la capacidad de asombro llevada al límite, con terror de averiguar quiénes eran los que estaban tirando esas bombas de estruendo que se escuchaban por ahí. El resultado definitivo, anunciado pasada la medianoche, disolvió mis temores pero no mi malestar. Confieso que no me pude dormir hasta una hora después.
Por supuesto, hoy la gran pregunta es: ¿por qué sacó tantos votos Miguel? ¿Por qué los santafesinos estuvimos a punto de confiarle la provincia a un candidato sin ninguna experiencia en gestión pública, que no presentó en campaña ningún proyecto concreto de gobierno? ¿Por qué estuvimos al borde de ver cómo Santa Fe pasaba de ser la primera provincia socialista de la historia argentina a ser la primera provincia argentina gobernada por el PRO?
Pese a las interpretaciones reduccionistas que –tendenciosamente- siempre se hacen después de toda elección, se sabe que los motivos que llevan a los ciudadanos a apoyar a un candidato son muchos y muy diversos, algunos de ellos, incluso, contradictorios entre sí. Hay motivos políticos en sentido estricto (ideológicos, si se quiere) y los hay también extrapolíticos. En el caso del voto miguelista, seguramente la mixtura de estos últimos involucra matices que van desde la adhesión afectiva y/o cholula que despiertan las figuras mediáticas, hasta el escepticismo recalcitrante de quienes no creen en la dirigencia política tradicional y aprovechan para castigarla apoyando a alguien que no es “del palo”. Creo, sin embargo, que estos motivos no han sido los más relevantes. Más decisivos –y por ende, más preocupantes- han sido los motivos políticos.
Algunos -Clarín entre ellos, por supuesto- dicen que el voto a Miguel fue un contudente voto anti-K. Me parece una explicación simplista e incompleta, por no decir ridícula. Un sencillo interrogante permite derrumbar la hipótesis: si era sabido que un triunfo de Bonfatti iba a ser leído el lunes a nivel nacional como una derrota del kirchnerismo, ¿por qué el 35 % de los santafesinos no sólo no votó a Bonfatti sino que hasta puso en riesgo su victoria? Respuesta obvia: porque ese 35 % prefiere lo qne Miguel representa antes que lo que representa Bonfatti. Nadie podría tildar al gobierno socialista de corrupto, de intolerante o de tener representantes adictos a la “crispación”, que son los vicios más enarbolados por los sectores críticos del gobierno nacional. Pero ese 35 % prefiere a Miguel. El voto miguelista, entonces, puede haber tenido un componente anti-K pero fue también –y a esto no habria que perderlo de vista- un voto contra el gobierno provincial. ¿Y cómo calificar un voto que va contra el progresismo K satanizado sistemáticamente por los medios monopólicos pero también contra el progresismo “no K”, que tantas veces ha sido presentado como ejemplo frente al primero? Muy simple: sea por ligereza o por convicción (y no sé cuál alternativa resulta más alarmante), a 612.000 santafesinos no les disgusta la idea de tener un gobierno de derecha. 612.000 santafesinos consagraron el nacimiento de una figura política “nueva” pretendiendo ignorar (¿o teniéndolo muy presente?) que llega apadrinado por el sector más reaccionario del arco ideológico nacional, por los gurúes vernáculos del neoliberalismo que nos llevó al colapso en el 2001 y hoy está despedazándose en Europa.
Estuvimos a punto de servirle la provincia en bandeja al macrismo, santafesinos. 612.000 comprovincianos están contentos. Yo todavía estoy temblando.
*
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