domingo, julio 31, 2011

SANGRE Y SAVIA




-Foto de tapa: Eliseo Miciu Nicolaevici.




Sangre y savia

*De María Amelia Schaller. masch@arnet.com.ar







A quienes me dieron o me dan:

afecto
amistad
aliento
enseñanza
crítica constructiva
ejemplo de vida







I. El oficio





Herida sagital y necesaria
esta vieja locura de poeta.

Efraín Barbosa







Lumbre



lumbre
atesorado y encubierto fuego
sueño
de la palabra en celo
cielo
a conquistar

insomne rescoldo
grávido de versos.







Mis versos


Porque no tengo piel que me defienda
todo lo siento tan intensamente,
que sólo si en palabras se hace ofrenda
cobra sentido, amorosamente.

No pido ni pretendo que mi senda
sea llana y feliz, sino valiente
y que al andar por ella me sorprenda
con mirada infantil y transparente.

Señor, con humildad pido que abras
mis ojos más y más a la belleza,
para cantar en versos tu grandeza

y aunque son una cruz sobre mi hombro
Dios mío, no me quites las palabras
y guárdame, Señor, en el asombro.







Poseída en voces
mecida en el poema.
Lidia Esther Lobaiza



Quiero decir la rosa


A veces en mis noches,
imperiosas, vociferan estrellas,
que me exigen plasmar la eterna rosa...
y llego apenas a la flor concreta.

Siento que tienen las palabras
una inefable identidad secreta
que trasciende el adiós de los sepulcros
y queda susurrando en la conciencia.

Para mi bien y mal, nací poeta.
Cargo una cruz de estrellas
que me exige decir la rosa eterna...
y apenas llego hasta la flor concreta.







Amenaza


Ni una palabra de más
ni una sonrisa forzada
ni un gesto de impaciencia.
Huyamos de los instantes huecos:
son bostezos del alma
que amenazan
nuestro fuego sagrado.







El grafito


Ronda que tiene un sueño de armonía,
se desliza entre roces y asperezas
inmolando ataduras verticales
en la pátina gris de su clemencia.

Es tan blando, tan suave y vulnerable
que le pide a la arcilla fortaleza
y a la madera un rígido esqueleto
que defienda su cuerpo y lo sostenga
en ese apasionado alumbramiento
que agota febrilmente su existencia
cuando sobre el papel traza el camino
que va desde la idea hasta el poema.






Papel



Hoja, callada hoja,
tiéndete, por favor, blanca y paciente;
hay en mi mano un despuntar de letras,
me acosan desafiantes las palabras
y un enjambre de versos en mis sienes
bordonea la ronda del poema.

Entretanto,
evoquemos tu historia de raíces profundas
que mamaban licores de los suelos;
tu pasado de tronco,
que en plegaria creciente
llevaba hacia lo alto
la ofrenda de la tierra.

Juntas en el ocaso
nos espera un destino de cenizas.
Pero antes
recibe en tu faz tersa mi alma de palabras:
tú guardarás sus huellas.
Que mis versos,
sustentados en tu carne de árbol,
se levanten robustos,
generosos,
y se brinden
como apoyo seguro,
como fresco descanso,
como brisa.
Dejarán de ser míos:
estarán en el tiempo, en el canto, en la luz;
con dedos de caricia disiparán la bruma
que aletea en las frentes como pájaros negros.
Y serán esperanza, amistad, compañía.

Hoja,
tiéndete, por favor, como sábana blanca.
Asísteme. Estoy sola
y se asoma el poema.







Contraseña




Hay un hilo sutil que nos conecta,
hay una vibración,
presencia de milagros que no fueron
y que no pueden ser.
Estás,
sabés que estoy
aunque el tiempo amenace la memoria
y me digas tu nombre en cada encuentro
como una cautelosa contraseña.
Sin embargo, nunca nos hace falta
verificar la luz.
Sigue afinada,
tensa,
fiel a su propio ser.

Hay una voz muy tuya de tu canto,
y otra, nacida en mí,
que al fulgor del encuentro se murmuran
un poema de piel.







Anochece



Poco a poco
mi mundo se disgrega
¡tantos nombres habitan el silencio!
Se van borrando rostros de mis calles,
los amables saludos
las voces del teléfono.

Cribada está de ausencias la trama de mis días,
mi agenda se desangra
por agujeros negros del afecto.

Anochece.
¡Y me quedan adentro tantos versos!










II. Amor y desamor






Respiración azul.
Lugar que me concierne de la aurora.


Usted es la primera vez que vivo.
Horacio C. Rossi







Claridad


Floto embriagada entre la luz y el viento.
Leve polvo estelar
invade rigurosos
templos de la razón.
No más dolor. Sólo el prodigio
de ver, sentir, soñar.
Vacía de preguntas
soy un momento indefinido
en que habita el amor
soy la actitud de liberar el miedo
esperar y confiar.
Vivo el milagro del lugar inmenso
que quedó en el después desmesurado.
Llegarán mariposas
ataviadas de luz iridiscente
a poblar este cielo,
claridad que se expande
y disuelve la bruma del recuerdo.
El alma es un recóndito santuario
de recobrado sol.






Adiós



Adiós.
Otro más en la doliente
lista de despedidas.
Alguien
pasó a tu lado y vio tu alma,
que solloza un dolor interminable,
atrincherada en posición fetal.

Arañaste la mano que quiso
acariciar tu soledad.
Apedreaste el espejo que mostró tu amargura
y enarbolaste una sonrisa falsa
en lo más alto de tu displicencia.

El alma que llegó a tu alma
también llora por vos:
por tu ceguera
y por la cobardía del adiós.







Penumbra



Zumbidos de motores se acercan y se pierden
fantasmales
atraviesan los muros campanadas lejanas.
Me envuelve la quietud en la penumbra.

Desde el reloj
acompasadamente se derraman
los delicados pasos de la tarde.

Hay orfandad de voces y miradas.

Hay condena de ausencia
sobre la piel despierta que te llama.





Elegía


(Insp. por Elégie, Op.24, en Do m., de G. Fauré, para vlc. y piano).



Tensión emocionada del silencio.
Gravemente la quiebra el violonchelo
con su voz que es tu voz,
y es el lamento
que anuncia tu partida y mi destierro.

Desde el piano una súplica se eleva:
es el pájaro en llagas de mi pena,
herido al aletear contra tu puerta
pues no entiende de vidrios ni de rejas.

¡Oh, mi amor! ¡Oh mi amor que te estás yendo
con un doliente adiós de violonchelo!
Dialogan mi ilusión y tu argumento
y son las cuerdas nuestros propios ecos.

Profundo el violonchelo, leve el piano
las notas llevan nuestro amor callado,
en el grave dolor que gime el arco,
en la queja que brota del teclado.

La razón amordaza al sentimiento:
el acorde arpegiado de tu duelo
pianísimo desciende hasta el silencio
para enterrar tu voz en el recuerdo.






Este dolor


es viscoso y amargo

como petróleo denso.

Es oscuro,

siniestro.

En él me estoy ahogando

y el sollozo

que desgarra mi entraña,

es coágulo de ausencia

que puja por subir

para estallar como corola en celo

anacrónica

inútil

anclada en el desierto.



El núcleo del dolor tiene tu nombre

y quemando en tu nombre hay un

¿por qué?








Espejismo


Hoy te tuve en un sueño,
amor de siempre,
amor primero.


Tan vívido, mi bien,
tibio y sedeño
el roce de tu piel,
tan verdadero
tu cuerpo en sus relieves,
la ardiente suavidad de tu madero...
Desperté amor.
Busqué tu mano,
mi refugio en tu hombro acostumbrado.
Caía la lluvia,
y en mi desconcierto
la habitación me resultaba extraña.


Desconocí los muebles,
las paredes,
los bordes de mi cama.
Cerré los ojos,
buscando retener el espejismo,
tu amor que se esfumaba...

Y me quedé otra vez
tan sola aquí,
tan viva
y tan enamorada.






Encuentro


Con alforjas henchidas de ansiedades
voy a buscar tu voz
esa piel del recuerdo
y esos ojos
de nobleza profunda
anegados de amor.


Mis ensueños de niña,
entre tus manos,
hebras de mi candor
la luz de una sonrisa
la turbada
caricia de mi aliento
junto a tu corazón;


todo eso traerás, para verterlo
sobre el viejo dolor
de los niños que fuimos,
los que hoy
ungidos de milagro
se adueñarán del sol.







Naufragio


Gravemente la lluvia está contando
el pausado suicidio de las gotas
sobre el naufragio de los sueños grandes
y las pequeñas cosas.

De pie entre los despojos, mi sonrisa
acepta las migajas de tus horas
y no ves que, privadas de tu savia,
se desprenden mis hojas.

Angustia de caer pendiente abajo
costumbre de la piel, que se demora
grilletes de miseria compartida

se nos muere el amor.
Se desmorona.




Micelio



Amor irrealizable

amor como un micelio

oculto, entretejido

de mirada y misterio,

de mano demorada en el saludo

mientras los labios muerden

el beso reprimido.

Amor, bálsamo y sal sobre mis llagas

en vos mi corazón prosigue vivo.

Ay, cómo siento que el micelio crece

y al extenderse envuelve nuestro sino

con su tibia humedad,

hebra inasible, encaje de quimera

tembloroso de estrellas sepultadas

en la raigambre oculta del deseo.

¡Ay, nuestro amor prohibido!

¡Tanta lluvia de llanto y de silencio,

tanto calor de abrazos sin destino!

¿Podrá el arbitrio nuestro

impedir que la fuerza de la vida

se haga fruto turgente del micelio?







Mariposa



Leve,
leve,
levemente aletea.
Asciende, baja, se detiene, gira.
Mariposa de luz,
de luz se viste.
De luz y de mirada que la mira.

Mariposa de luz
leve y efímera.


Aleve,
leve,
deslumbrante,
errátil;
amor sin nido
amor,
amor que gira
se aproxima y vuela
leve
inconsistente amor que hiere
giro de mariposa que se pierde

leve
aleve
siempre.






Nocturno



Pulsa en la noche un péndulo de tiempo.
Un claro manantial besa las grietas
de un añejo desierto y lo fecunda

(amor-dolor trocado amor-caricia)

extensión de clemencia desde la llaga origen
ya casi piel triunfante, casi olvido.

Puntadas insistentes en las sombras
los grillos ribetean el espacio
en derredor, metódicos, distantes.
¿Son, acaso, los dueños de ese canto
o mi propio latido
se multiplica monocorde en ellos
para llegar hasta tu sueño mío?

Se desborda un poema enamorado
recorre el pensamiento
tu ausencia circular que me contiene.

La noche, sustancia del misterio
camino de quietud
lleva mis besos.







Reja


Dame la mano, Amor, que ya se posa
un desmayo lavanda en el ocaso
y en un puñal de reja está cautiva
la hoja que aleteaba en el espacio.

Amor, tú puedes rescatar su sueño;
impúlsala a volar desde tu mano;
danza con ella este minué de otoño
que ya el invierno acecha su cansancio.

Líbrala de esa reja que la clava
¿no ves que tiene corazón de pájaro?










III. Sangre y savia





Calla corazón mío
que estos grandes árboles son oraciones.

Rabindranath Tagore







Rebelde


Es invierno en el sur.
Frente al naranjo
pródigo de dulzuras en sazón,
una margarita
desorientada o rebelde
exhibe su minúscula
primavera a contramano.







El gorrión


Es el gorrión un inmigrante amable,
puñado de tibieza vocinglera
que se adueña a saltitos de la acera
con desenfado ingenuo y amigable.

Fugaz clavel del aire sobre el cable
desconoce la gala dominguera
y hay algo de kermés arrabalera
en la asamblea del gorrión sociable.

Un retazo de sol desmadejado
es el ruedo en que ensaya su pirueta
cuando las golondrinas se han marchado
y la flor se acurruca en su letargo...
Nadie repara en él, y sin embargo,
la ciudad sin gorrión no está completa.







Postal de invierno



Chispas de frutos entre el follaje oscuro y lustroso del naranjo.
En el estero, el cuello de la garza es
un blanco interrogante.


La mirada se tiende hacia la lejanía
entre disciplinadas formaciones de eucaliptos.
El liquidambar
es una fogata de poesía.


En el extremo del plátano flamea una hoja
solitaria.
Sobre una desnuda geometría de álamos
se abre un ojito azul entre las nubes.


Apacible camino de mi Santa Fe
hacia mi Esperanza.







Septiembre



Vibra en el aire un límpido tañido
que esparce alegre la vernal proclama.
Se afina el aire tibio, se embalsama
y arrulla el cuenco grávido del nido.


El mundo se despierta bendecido.
Una luz palpitante se derrama
sobre el pequeño sol que en la retama
despunta perfumado y presumido.


Hay ternura de brotes en el viejo
y amado limonero. La mirada
por escala de verdes llega al cielo.


Duplica el alma con lealtad de espejo
el fulgor de septiembre, y alza vuelo
con alas de esperanza renovada.







Ovillo



Miro.
Tras la mirada se me va la vida,
hilo de ovillo que se desovilla,
que a veces se enreda,
que emerge embarrado de algún charco turbio,
que busca rodando la corriente clara,
que se lava y sigue
cada vez más lejos
cada vez más chico .
Tiene en un extremo la infancia dolida
y en el otro extremo
falta un barrilete,
sobran despedidas.








Una gota



Una gota de amor,
dulcísima, inefable,
concédeme, Señor.


Una gota
que atraviese el abismo
de este grito que soy,
que tapice con seda de clemencia
mi llaga vivencial,
las ascuas de la ausencia;
una gota de luz
que alumbre el infinito
horizonte de amor que has prometido.


No dejes que en la noche pierda el rumbo
no me dejes dudar,
ven en mi auxilio
ya que me diste el ansia
que sólo con tu amor podré saciar.


Cárgame;
estoy cansada de mi propia miseria:
lo que hago sin querer
lo que no hago
lo que dejo pasar
lo que no miro
lo que ayer fue ilusión y hoy es hastío.


Desde siempre me amaste
y siempre me has de amar
(no por mérito mío).


Con tu sangre compraste mi flaqueza;
tómala;
yo no puedo conmigo.


Quiero darte mi falta de alegría
mi egoísmo
la duda,
la pereza
esta inquietud que busca tu infinito
con la torpe razón.


Toma mi mano,
ya no quiero pensar.
Quiero entregarte
toda esta carga que me impide el vuelo;
cautiva de tu amor,
ser el reflejo
de tu dicha y tu paz.
Y en ese cautiverio
parir mi libertad.






Veleros


Para Horacio Rossi y Santiago Torales




Mi amigo
-ése que sueña con un mundo habitable-
en un caparazón halló un velero
fugitivo de gestos ordenados,
de horarios, de silencios.


Y me dijo:

-Su brújula
señala hacia tu puerto.
Lleva un bagaje de bengalas altas
que puede iluminar el firmamento.


Abrí el alma, los ojos y las manos
y conjuré tan sólo al viento bueno
que impulsó suavemente hasta mi costa
la barca errante que albergaba un sueño.

Iba al timón un niño solitario
que derramaba amor desde sus manos
y tenía en el fondo de los ojos
un dolor de naufragio.

Confiadamente se acercó a mi proa
que cabeceaba ausencias y cansancios.

Surcó el aire una orgía de bengalas;
poemas luz cantaban el encuentro
y alumbraban la costa del amigo
con saludo fraterno.

Será por eso
que el soñador, el niño y yo
multiplicamos
la provisión de amor para el trayecto.








Año nuevo, vida nueva



Pedacito completo.
Ternura y esperanza,
maravilla.

Bajo el cielo estrellado
flores de luz estallan
en lluvia colorida.
Se remontan saetas
a recibir el año que se inicia.

Junto a mi corazón
los ojos de mi niña,
capullo de inocencia.
Victoria de la vida.

No hay en toda la noche
una estrella más linda
que tu dulce mirada,
Chiquitita.







Para el amigo Durante la inundación.



Sombra y muy poco sol.
Plomizo valle de melancolía.
Entre tantos escombros
hay que forjar la propia biografía...


Cuando el río transite por su cauce
lavará las heridas
y bordará maduras cicatrices
a tu inquietud solícita
de profesarte amigo del amigo
y compartir tu pan y tu poesía.


El agua limpia de tu propio río
seguirá, peregrina,
horadando fantasmas otoñales
que se zambullen desde las orillas.


Agua que pliega solitaria sombra
te deje en la raíz una caricia.









Terquedad de siembra



Semillas de ternura
siembro a los cuatro rumbos

diáspora aligerada por vilanos de versos;

derramo en el sendero
semillas de esperanza

(son aquellas que huelen a pan justo y fraterno).

Encuentro en mi camino
semillas de mentiras;
suelen mimetizarse entre halagos y besos.

Si puedo las tamizo; si no puedo, me aparto;
el curso de la vida decantará lo auténtico.


Dame un abrazo, amigo. No de varón:
de humano,

y soporta que estalle
este dolor de encierro,

que arrecien
ramalazos de viento encadenado;

ya volveré a mi cauce
de sueños y de esfuerzo.


Y cuando tu mirada, herida de vigilias,

te reclame la altura soberana del vuelo,

podrás dejar tu máscara,
confiado, en mi regazo;

la limpiaré de arena,
de espinas y de espectros.


Dame apoyo en tu hombro
y no nos detengamos.


Hay que seguir sembrando.
Se nos escurre el tiempo.







Hada madrina


En memoria de Amelia María Spuler de Mayoraz



Sobre la alfombra espesa de tu sala,
mi núbil timidez se acurrucaba
muy cerca de tu pie.


Tu voz de raso
era una lluvia mansa,
con dulce gorgoteo de sonrisa
que se hacía caricia en tu palabra.


Un halo de sosiego
trepaba por tu sien hacia tus canas;
bajo la gran tulipa de alabastro
de suave luz dorada,
el sencillo mantel, por tu presencia,
parecía de gala.


Imponente y afable,
señorial y cercana,
lucías en tu dedo tres anillos:
cinco brillantes junto a dos alianzas.


Un áureo tintineo de pulseras
volaba alegremente por la casa
cuando tus manos de piedad y amparo
tejían para el pobre, cocinaban,
y en su quehacer amante
(suave batir de alas)
convertían los muros en refugio
de pulcritud y calma.


¡Cuántas veces te vi con tu rosario
nimbada por la luz de la ventana!
(discretas, tus pulseras, apenas murmuraban).


Pasaste por la vida dulcemente,
sin advertir lo mucho que entregabas:
tu palabra era el fiel de las discordias:
comprensión y equilibrio en la balanza.


Yo, que llevo tu nombre,
tus mismas iniciales enlazadas,
después de tantos años -sólo ahora-
puedo decir lo mucho que te amaba.


¡Cuánto tiempo, después de tu partida,
para poder pasar frente a tu casa!


Tu rosario, que habita en mi cartera,
me acerca cuenta a cuenta hasta tu alma
para tratar de asir tu dulcedumbre,
para aprehender tu ejemplo de matriarca.


¡Si pudiera aspirar ese perfume
del mantel y la casa,
y ver el centelleo de tu anillo
y escuchar tus pulseras que adecuaban
sus voces cantarinas
al gesto que apoyaba tu palabra!


Después de tantos años de guardarte
en soledad callada,
hoy quiero dar a todos la memoria
de la luz que irradiabas,
y mostrar el tatuaje de ternuras
que dejaste en mi alma.


Por eso, si alguien piensa
que no pueden ser santas
las manos enjoyadas,
yo grito que las tuyas sí lo eran,
madrina,
madre,
hada.






El retrato



Amiga, no me cuentes
acerca del modelo
cuya mirada amarga
me esquiva, me persigue
y esparce hostilidad desde tu cuadro.

Vi su rostro, sus hombros y su cuello
esbozados en rápidos apuntes;
percibí la energía de sus músculos,
rebeldes prisioneros de su bolsillo flaco.

No me digas su nombre;
quiero ignorar su vida
su edad y sus costumbres.
Perenne en el retrato, él es la juventud.






Cascarón vacío



Hambre, injusticia, angustia
cuelgan brazos como ramas quebradas.
Mesa triste y sin pan
vidrio turbio y vencido las miradas.

En la tierra de leche caudalosa,
las espaldas mezquinas
y las piernas combadas
son dolor y pregunta: ¿qué nos pasa?

¿Qué satánico monstruo aborta el canto
tritura la esperanza
arrasa tradiciones y culturas
destruye nuestras fábricas?

Hay un manto de sombra y desaliento
sobre la tierra amada.
El obrero ha perdido su salario
pero el patrón perdió también su casa.

Los hombres que apostaron al progreso
los que fundaron fábricas
los del dinero limpio
diplomados con callos de labranza

ellos, empecinados soñadores
con puños de impotencia ven sus máquinas
otrora rumorosas y ahora mudas,
convertidas en sólidos fantasmas.

Hay un rojo de luto en la bandera;
hay cálculos voraces en la planta.
El martillo que baja decidido
es una guillotina de esperanzas.

El edificio, cascarón vacío,
ya ni siquiera alberga los fantasmas.






Decisión



Se desprendió del tedio y del cansancio
emergió renacido desde la piel gastada,
arrojó lejos el miedo a no poder.

Y se irguió desafiante.

Reaprendió la firmeza de sus pasos,
la persuasiva voz.
Se revistió con galas de esperanza,
soñó proyectos, ensayó la risa
y decidió estar vivo
hasta el exacto día
y el momento
preciso
de morir.





Sangre y savia

...me pidió que plantara unos árboles nuevos
para brindar amparo a su futuro techo.
-¿Qué especies? -pregunté-.
-Lo dejo a tu criterio.



Desde entonces mis ojos, amorosos y atentos
aprenden de follajes, de colores, de suelos...


Con la misma ternura del prodigioso tiempo
en que mi entraña grávida era dulce aposento,
hoy preparo otra cuna, que seguirá creciendo
y será su refugio cuando acabe mi tiempo.


Hacia el sur, grevilleas, con hojas como helechos
y unas copas frondosas que sorberán los vientos
y alzarán una escala con avidez de cielo
tapizada de oro en noviembre y febrero.


Algunas casuarinas, con sus trajes severos de luctuosa llovizna
silbarán el lamento
del campo castigado cuando arrecien los vientos.


Hacia el norte y el este
he de pintar de asombro los cambios de estaciones:


junto al grisáceo aromo
fugazmente alhajado con pompones de oro,
la elegante magnolia sostendrá con su tronco
durante el año entero su follaje lustroso.
Cuando el calor comience, le ofrecerá un tesoro de flores perfumadas
(marfileño y sedoso, desplegará el capullo su cuenco candoroso).


Y habrá un palo borracho
-verde y ventrudo tronco, erizado en volcanes menudos y espinosos-
que al derramar la nube de sus flores rosadas
protegerá en un cofre sus granos de esperanza
hasta que se dispersen, arropados en paina.


Quiero también brindarle todo el verdor de un palto
que por el aire claro elevará sus ramas,
preñadas con los frutos que miman la garganta.


Galas de primavera, jacarandá y lapacho:
ha de llegar el lila cuando muera el rosado.


Un ibirá-pitá alzará candelabros de flores amarillas
y junto al encarnado terciopelo del seibo
evocará en verano la bandera de España
(recuerdo del linaje de sus antepasados).


Al mirar al oeste,
donde ya se insinúa la pendiente hacia el río
brillará su poesía la piel del eucalipto
bajo la luz oblicua, contra el cielo rojizo.


Y los robles.
los robles, aislados o reunidos
derramarán frescura sobre charcos umbríos
bajo el sol del verano
y en policromo ciclo,
serán llamas de otoño y osamentas del frío
hasta que nuevamente se asome un verde tímido
a iniciar la aventura circular de su rito.


Más allá, solitario, un ombú como aquellos de mi infancia lejana
un ombú gigantesco de tortuosas raíces,
silueta de la pampa
tangible y corpulento sueño de hierba mansa...



Hijo:
yo siempre quise darme sin tiempo y sin medida
pero no pude hacerlo; ¿cómo pensar que vos me enseñarías?


Te dejo en esta tierra
no sólo protección: te dejo vida
en la callada santidad del árbol, que crece y se prodiga
en sombra, en flor, en fruto...
en la rotunda afirmación de fe de la semilla.



Me quedo
-toda paz-
en esta tierra,
en la raíz oscura y escondida,
profundo y necesario fundamento
de la verde y visible maravilla.


Me quedo en los colores del paisaje
el mismo, pero nuevo cada día.
Sabrás que lo pensé para tus ojos.


Me quedo en esta tierra, tuya y mía
para ser el apoyo de tus sueños
tu descanso, tu punto de partida.


Me quedo en esta tierra aunque me vaya
porque en vos, yo soy tierra florecida.




***



María Amelia Schaller

Nacida en Esperanza, Santa Fe, República Argentina; donde reside.
Madre de tres hijos: Alberto, Guillermo y Diego Ferrer Schaller.
Luego de un breve desempeño como analista clínica, su tarea profesional se canaliza principalmente en la industria (treinta años en desarrollo, producción y control de productos alimenticios), y en la docencia.
En 1994, en respuesta al llamado de su postergada vocación por la literatura, ingresa al Movimiento Esperancino por las Letras. La buena repercusión de sus trabajos y las distinciones recibidas la animan a publicar un primer libro de poemas, Seguidora nostalgia, (Lux, 1999).
En 2003 afronta el desafío de expresar en palabras los sentimientos de un gran pintor internacional, Georg Miciu Nicolaevici. Surgen así los textos que complementan el bellísimo álbum de arte Georg, (Brapack, Buenos Aires, 2005), en sus dos ediciones: español y traducción al inglés.
El presente libro, Sangre y savia, es la búsqueda —ojalá también hallazgo y entrega— de serenidad, belleza y humanismo, después de la demorada aceptación de un don.




Texto contratapa


Como soy conocedor del talento y de las cualidades literarias de María Amelia, leer el conjunto de poemas que integran este libro no significó para mí un descubrimiento, sino una ratificación.
(...)me encuentro nuevamente, durante su lectura, con rasgos y virtudes tan singulares como poco frecuentes: su selectividad exquisita de palabras, que le abre las puertas a un refinado lirismo; sus versos enjoyados con ricas perlas idiomáticas; su manejo de un lenguaje alquitarado y limpio. (...)
No existe en su estilo lo brusco, lo extemporáneo, lo desmedido. Resulta muy difícil alcanzar, como lo hace la autora, esa proporción entre la efusión del sentimiento, la placidez de la palabra y la certeza del disparo intelectual.
La comunidad literaria de la ciudad de Esperanza (...) alista entre sus integrantes a una poetisa de altísimo nivel que dejará, sin duda, una obra muy importante.


Raúl Alberto Rossi
Director del Conservatorio Literario de Rosario
Director del Instituto Rosarino de la Lengua



-Foto de tapa: Eliseo Miciu Nicolaevici

-La autora agradece profundamente a Georg Miciu Nicolaevici la autorización para reproducir su cuadro "Judith y el manzano", (detallle), que ilustra la tapa.



©María Amelia Schaller Copyright 2010
masch@arnet.com.ar







*

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