martes, octubre 03, 2017

ANTES DE SER SÓLO PARTE DEL VIENTO…


*Dibujo de Erika Kuhn.











Ellos y el Universo*



Cuando la imagen de la desdicha de una familia puesta delante de nuestros ojos era irreversible, le pregunte a Kalman si tenía alguna buena historia que dejara pequeña a la soberanía de la muerte.
Kalman se quedo pensativo, había pasado muchas horas de vuelo para apenas llegar a ver a Esteban nuestro amigo de juventud adentro de un ataúd. A punto de ser enterrado en un cementerio privado.
Estábamos pisando lápidas con nombres de personas desconocidas bajo un cielo gris que por momentos se acercaba como llovizna.


-Sí. Tengo una historia justa para achicar la importancia de la muerte.


Lo relató un arqueólogo. El hombre participa de un equipo que desarrolla una investigación en cuevas a las que se accede desde la ciudad de Dubrovnik. Son cuevas que ya habían sido bastante estudiadas en el pasado. La data de actividad humana realizada por carbono 14 muestra presencia desde veinte mil años atrás.

En este nuevo estudio se realizaron sorprendentes hallazgos que fueron interpretados en el primer momento como independientes pero ahora están siendo pensados -al menos como hipótesis- en conjunto.
Las excavaciones que se realizaron hace más de una década habían hallado piezas de cerámica de unos 15.000 años. Uno de esos pedazos había quedado bajo la mirada curiosa de aquel equipo científico, era parte de un objeto desconocido y aparentemente inútil para aquel grupo humano primitivo que habitaba allí, no era  vasija ni urna funeraria.

La reconstrucción digital de los pedazos daba una imagen similar a una mascara con aperturas para ver y respirar. Quizá era este el primer casco inventado como forma de defensa ante presumibles garrotazos de grupos hostiles.

El equipo en el que colabora el arqueólogo hizo otro descubrimiento que resignifica la lectura de los trozos de cerámica.
En otra cueva, cuya ubicación se mantiene discretamente oculta para preservarla se hallaron pinturas y huesos tallados con imágenes con la misma data AP de los pedazos de cerámica en cuestión.
Son imágenes de la vida de los habitantes de esas cuevas: escenas de cacería de animales, mujeres talladas tipo Venus. Lo sorprendente fue el reciente hallazgo de pinturas de humanos teniendo sexo montándose como lo hacen los mamíferos de cuatro patas. Las mujeres representadas con enormes pechos colgantes. Los científicos quedaron admirados por aquellos antepasados que representaban al sexo y la procreación de nuestra especie como forma de derrotar a la muerte. Otro gran descubrimiento fue observar que algunas de esas figuras humanas representadas en el coito llevaban puesta en su cabeza ese casco -o lo que fuese- similar al que se reconstruyo a partir de los pedazos de cerámica. La lectura inicial de los antropólogos suponía que hombres considerados "vencedores" podían tener sexo con las mujeres otro clan o tribu rival "vencido". Un detalle falseaba esta hipótesis, también había mujeres representadas con ese ¿casco? puesto teniendo sexo con hombres desprovistos de ese objeto en su cabeza.
La duda inicial los llevo al tiempo a descartar que esa cerámica fuese parte de una defensa de guerreros o una máscara ritual.
La hipótesis que siguió los llevaba a pensar que ese grupo humano representaba su relación -incluso sexual- con otros provenientes de una civilización "técnica". La cerámica sería entonces una imitación -digamos- de una escafandra de seres llegados del espacio sideral. O -porque no- parte del atuendo de viajeros en el tiempo provenientes de este mismo planeta.

No hay, cómo te imaginaras, ninguna conclusión en los estudios en marcha. A Esteban le hubiera gustado conocer esta historia. Más aún por título del proyecto bajo el cual se sigue investigando: "Ellos y el universo"



*de Eduardo Francisco Coiro.







ANTES DE SER SÓLO PARTE DEL VIENTO…

-Textos de Eduardo Francisco Coiro.











El hada del humo



Hace ya un tiempo –era otoño- en las derivas fantásticas de una conversación le preguntaba a Kalman si cree que existen  hadas en el humo.
Son hadas –intente explicarme-  que apenas se dejan ver mientras el humo forma dibujos breves antes de hacerse plenamente invisible en el aire.
Antes de ser sólo parte del viento.

Kalman tenía padres y abuelos nacidos en la Europa central. Ha escuchado de ellos algunas leyendas populares que se transmiten en forma oral. Sus abuelos vivieron en Sniatyn que al tiempo del nacimiento de sus padres quedaba en Polonia y al presente en Ucrania. Allí se mezclaban en extraordinario sincretismo creencias, leyendas, idiomas. Sus abuelos paternos hablaban Idish pero las hadas que los mayores del pueblo relataban a los niños para encantarlos o asustarlos eran polacas.

-Si no recuerdo mal - dice Kalman- había un Hada que podía transformarse en lo que quisiera, ¡incluso ser humo!
La Czarodziejka podía estar en cualquier parte y no ser reconocida incluso ser un repollo o vivir en el tronco de un árbol.

Alguna vez el viejo Wojciech dijo que si se juntaban dos hombres a fumar con sus pipas en un claro del bosque bajo la luz de las estrellas. Ella tomaba la forma de una seductora mujer y desprendida del humo les dejaba ver su sonrisa. Los hombres de la pipa sabían desde niños que era un maravilloso acontecimiento. Quizás una única vez en la vida. Pero la leyenda les advertía que si la buscaban por el bosque se extraviarían sin remedio a un tiempo desconocido.
Así que se quedaban allí mismo sin moverse fumando sus pipas, dejaban que la Czarodziejka siguiera su paso de encantamientos bajo una noche estrellada por aquel bosque que ahora mismo queda en Ucrania.













WRÓZKA




La lluvia golpeaba con furia el vidrio. Hilitos de agua chorreaban e inundaban el piso. Enseguida mis zapatillas gastadas comenzaron a chapotear en agua.
Me levanté  resignando la ventana y busqué una mesa del lado de la pared ciega.
Y allí, justo arriba de esa mesa doble algo escondida, sólo equipada de un cenicero de lata con la marca "Cinzano" grabada. Estaba la placa de bronce y una foto.

En la placa se leía: En esta mesa se sentaba Slawek Klepka. Un hombre de bien. Un inventor.
Tus amigos. Noviembre de 1997.

La foto donde el hombre -altísimo por cierto- posaba junto a sus amigos con un invento cuya utilidad no pude discernir. Más tarde le pregunte al mozo: -Es una moledora de café a cuerda- estuvo unos años, después la hija del inventor la vino a pedir, estaba reuniendo inventos para hacer un museo en su casa.


El mundo a veces es sorprendentemente chico. En uno de sus viajes anuales a visitar a la familia Kalman sacó un cajón lleno de fotos y nos armo a los amigos presentes su árbol genealógico.  Hasta que llegó a esa foto…

-Este es uno de los tíos de mi madre.

Y era el mismo. El mismo hombre que compartió habitación con mi padre cuando lo habían operado de hernia. No pude evitar compartir ahí mismo el recuerdo de aquella larga noche. Mi padre estaba saliendo de la anestesia, mi tarea consistía en que no intentara levantarse y se cayera de la cama. Estaba bien. Ni siquiera le habían puesto un suero.
Al tío abuelo inventor de kalman lo cuidaba su única hija. La mujer necesitaba contarle a alguien quien era, o más bien quien había sido su padre.
-Se esta muriendo. -Me dijo respondiendo a una mirada mía que la invito a hablar.
Ese hombre gigante que estaba casi sentado en la cama y que por momentos llamaba a su hija y luego entraba en un sopor y luego volvía una y otra vez a hablar en un idioma que yo jamás había oído.
Era una letanía. Parecía -luego su hija lo confirmó- una misma frase dicha una y otra vez.
Esta hablando en Polaco. -Me dijo.
Después sin que yo la pudiera ayudar con alguna pregunta, comenzó a relatarme cosas que con enorme dificultad pude sacar del abismo del olvido. El hombre había sido artillero durante la segunda guerra mundial. Condecorado por su ingenio para reparar armas y cualquier engendro mecánico que estuviera a su alcance. Luego de la guerra el hombre preparo su maleta y se vino a la Argentina.
Entro a trabajar en una fábrica y más adelante en otra. Conoció a su mujer, se casó y de esa unión había nacido ella a quien ahora le tocaba acompañarlo en su despedida.
Hasta la jubilación había sido el mecánico de la fábrica, el que resolvía casi todo. No solo trabajaba de lunes a sábado sino algunos domingos cuando hacía extras y lo esperaban hasta media tarde para almorzar en familia.
No sólo trabajaba en la fábrica, como mi padre cuando llegaba a su casa seguía trabajando.
El hombre tenía un taller en su casa donde reparaba motos y cuando no tenía trabajo con las motos armaba sus invenciones. Su última creación había sido un triciclo motor con sidecar que le permitía viajar por el barrio superando el menor equilibrio que tenia por su edad. Lograba que su nieto lo lleve a dar una vuelta o lo acompañe a hacer las compras.

Sus invenciones tenían un eje: el hombre odiaba a las pilas por contaminantes y desconfiaba de la electricidad como fuente de casi todos los equipamientos domésticos, así que él quería que los artefactos funcionaran con un complejo sistema de engranajes y a cuerda -al menos esa es la idea rudimentaria que entendí en su momento-.
En aquella larga noche, en un momento me atrevía a preguntar que quería decir en su lengua madre.
-Esta llamando. Pide que lo vengan a buscar. -Me contestó la mujer.

Recordé que le pedí que anotará en uno de los cuadernos que viajan conmigo la frase escrita en polaco.

Cuando volví a casa después reencontrarme en ese bar con la placa al tío abuelo de Kalman revolví estantes hasta que encontré aquel cuaderno con su fecha escrita en la tapa: septiembre/octubre del 97. Y ahí estaba, casi imposible de reproducir con la tipografía disponible en el teclado: "WRÓZKA SZCZESCIA" pero la Z de WRÓZKA tenía un puntito como el que lleva la "i"; y en SZCZESCIA la "E" tiene una colita que serpentea hacia el renglón de abajo, y sobre la última "S" hay un acento que la máquina no me acepta.
Más abajo dice con mi letra "en polaco no hay artículos".
No mucho más quedo de aquella noche.

Una y otra vez puedo volver a escuchar a ese hombre diciendo su letanía entre gemidos.

Recuerdo cuando la luz del amanecer se filtraba por las persianas, y con la voz en angustia la mujer se animo a traducir a su padre para que lo supiera, e inesperadamente alguna vez lo pudiera escribir:

-Quiere que lo vengan a buscar. No quiere a la muerte, sino a la "WRÓZKA SZCZESCIA":
"El Hada de la Felicidad"















El ciruelo del mundial




Cada mundial vuelvo a recordar la historia del árbol en el fondo de la casa de los padres de kalman.
Porque el secuestro ocurrió al principio del mundial de la dictadura.
Quizá será por la tapa del libro, que conservo desde aquella época.

La hoja suelta y maltrecha de la tapa de papel de "EL ESTADO Y LA REVOLUCION " V.I. LENIN. PEQUEÑA BIBLIOTECA MARXISTA LENINISTA

En la desesperación el padre polaco de Kalman había enterrado todo lo que encontró en la pieza de sus hijos.
Solo se había salvado la colección de mecánica popular y el diccionario.

La imagen de su rostro recién retornado del chupadero. Su cara, nunca voy a olvidar su cara aunque la imagen este desgastada por las décadas transcurridas.
A los 20 años Kalman había envejecido de golpe: era un muchacho ojeroso con una tristeza madre instalada en la mirada. Me recibió sentado en una habitación deliberadamente sombría, como si sus ojos acostumbrados a semanas en la mazmorra no toleraran la luz.

Me dio la hoja suelta: -Llevalo de recuerdo, es lo único que quedo de la biblioteca.
De su biblioteca enterrada yo sólo había leído "Para leer al Pato Donald"

Después se largo con el relato del secuestro y lo que soportó en ese campo clandestino.
A menudo pienso en él, más aun cuando se acerca un mundial.

Cuando volvió a su casa, fueron con los viejos a un vivero y compraron un ciruelo bastante crecido.
Fue una ceremonia familiar plantar el ciruelo sobre el bulto de los libros enterrados en la quinta.
La dictadura pasó, años después volvieron a discutir si tenían que desenterrar los libros, el árbol había crecido y ya daba sombra.

Fue Kalman el que decidió: -dejémoslo tal cual, parece que las raíces están bien alimentadas.


















LA REPARACIÓN




He soñado una y otra vez en tantos años con el tren que debía tomar y no tome a mediados de 1978.

No tenía un buen minuto. Hacía una semana que me habían liberado de un campo de concentración de la dictadura. Caminaba aterrado de que me volvieran a meter adentro.
Sabía de memoria que tenía que tomar el tren en La Plata y el nombre de la estación en la que debía bajar. En un bollo de papel tenía la dirección de la casa de los viejos de Eleonora. No tenía un buen minuto, si me paraban en la estación los milicos solo por la cara de miedo o preguntaban porque iba a ir a un lugar en medio del campo llamado Álvarez de Toledo no sabía ni que decirles. Mi casi novia esta secuestrada y voy a avisarles a los padres que sigue adentro en tal campo no era muy acorde a la época.

Sólo tenía decidido tirar el bollo de papel si veía tipos de uniformes pidiendo documentos, el resto era la mente en blanco o peor aún: llevar las imágenes y el olor de la mazmorra que seguía impregnado en mi cuerpo.

Pero no fui. Apenas vi el edificio de la terminal del Provincial con un Falcón verde estacionado pegue la vuelta. Me quede en casa encerrado durante meses. Como un buen niño de casi 18 años obedecí el ruego de mis padres de estar bajo su mirada protectora.

Después vinieron la universidad, la beca para irme a Estados Unidos. Allá estoy. Establecido en Bonita un pequeño pueblo de California y con un buen trabajo.

Supe años más adelante que Eleonora estaba viva, que había egresado de su carrera. También se había ido del país. Trabajaba para un organismo internacional en un programa para el rescate y la protección del orangután en Tailandia.

Pero es como si el tiempo no hubiera pasado. Es Eleonora y su rostro de niña riéndose de cualquier pavada incluso de mis chistes malos.

Un día, -de la nada- me dijo: -vos sos pasto para las histéricas.
No hubo otra explicación de ella ni preguntas de mi parte -solo un pequeño silencio- luego seguimos leyendo el texto de Pitirim Sorokin cuyo nombre y apellido nos generaba risueños malentendidos.

Pero lo de "pasto para las histéricas" quedo inamovible, tantas otras cosas fueron a parar al abismo o al olvido, pero aquella frase no. Como un gran enigma sin solución o una profecía que se corroboro con los años en mi propia vida.

Una vez, ya instalado en el centro de investigación y desarrollo genético, propuse la idea de modificar el pasto para lograr una leche vacuna con propiedades para cambiar o suavizar la histeria tanto de hombres como de mujeres.

Mis colegas se rieron largamente, estaban acostumbrados a mis chistes, ni consideraron la posibilidad de que sea un delirio.

-No hay conexión entre perfiles genéticos e histeria.
Además con tantos desafíos por delante quien iba a respaldar que se incluyera un tema como la histeria que parece bien claro de la psicología.

Sin embargo cada tanto y contra casi toda la evidencia disponible vuelvo a insistir con trabajar esa línea. Por esa fe que me quedo en Eleonora a quien le otorgo una lucidez maravillosa o porque creo en las ocurrencias imaginativas y delirantes como fuente de inspiración del conocimiento científico.

Ahora voy a intentar reparar esa parte de mi historia que sigue clavada como una astilla de dolorosa culpa en mi cuerpo. Y verla a Eleonora, dando una charla sobre su experiencia en la preservación del orangután. Es en la ciudad cabecera cercana a su pueblo natal.
Tengo una disculpa para darle y -si puedo- le preguntare por lo de "pasto para las histéricas".

Ya saque el pasaje. El tren sale de la terminal del Provincial en la ciudad de La Plata con el curioso nombre de "El amante ingenuo y sentimental"















ESA GRAN PATADA AL FUTURO




El tío abuelo de Kalman bajó de "El pampeano" en Polvaredas a las 0.35 del viernes 26 de septiembre de 1947. Al día siguiente era su cumpleaños número 58.

Unos minutos antes el tren había salido de la estación Atucha. El tío no podía conciliar el sueño. Miraba por la ventanilla ese cielo tremendo tan diáfanamente estrellado. Tan derramado en estrellas sobre un campo que se parecía al infinito.

El tío tenía como objetivo ver loteos pasando la estación 9 de julio. Había sacado pasaje hasta Mirapampa pero pensaba bajarse donde viera anuncios de lotes en venta. Como en un parpadeo se borró la continuidad del paisaje de cielo a campo que venía admirando. Cuando abrió la ventanilla recibió el golpe de una densa nube de polvo en el rostro.
Era polvo con brillos -como de luciérnagas- que se encendían y apagaban velozmente. Quizás era polvo de estrellas que impactaban en una velocidad incalculable en relación a la marcha del tren.

El tío se atemorizó. Cerró la ventanilla. Pensó que quedaría ciego pero tras unos instantes su vista se volvió normal. Afuera la nube oscura con brillos siguió unos instantes más, y  de nuevo la noche estrellada, ni rastros de esa polvareda. Fuese lo que fuese lo que había rodeado al tren había desaparecido.
Miró al interior del vagón, los pasajeros dormían o no habían notado nada anormal en ese transcurrir del tren.
Algo que no supo explicar bien le dijo que tenía que salir de ese tren lo antes posible. En la primera estación en que se detuvo el tren tomó su pequeña valija y bajó. Casi al pie de los peldaños vio dos hombres que se aprestaban a subir. "No suban. Este tren esta maldito" les dijo con ojos seguramente desorbitados por el miedo.

No sabe si les hablo en un español que no manejaba bien o en su lengua madre polaca.

La cuestión es que los tipos lo miraron como si fuese un borracho trasnochado y subieron por los mismos peldaños que el tío había pisado segundos antes para sentir la solidez del andén.

El asombro del tío siguió cuando al verse en el espejo de la sala de espera vio su cabellera tiznada de polvillo. Se sacudió pero al quitar la polvareda descubrió sus pelos poblados por canas que no tenía al subir en La Plata.

Lo asombroso -según Kalman- es la flexibilidad demencial con la cual su tío abuelo se adapto a una situación totalmente impensable.

Se quedo un tiempo en Polvaredas, busco trabajo en un campo cercano. Decidió no decir ni palabra de lo ocurrido en ese tren.

Más o menos dos años después de bajar en Polvaredas el tío reencontró a su hermana menor con marido e hijos recién instalados en la Argentina. Hartos de guerras y miserias humanas arribaron a Ensenada, última referencia que tenían por una antigua carta donde el tío les dejaba un domicilio. No esperaban encontrarlo con vida. A ese tío abuelo además de llegarle familia le llovieron lágrimas, abrazos y reproches.

Las lágrimas se secaron con el paso de los meses, los abrazos se aflojaron por costumbre, pero los reproches de su hermana siguieron y hasta se hicieron encarnizados. El tío escuchaba todo sin enojarse ni justificarse.
-¿Por qué no contestaste las cartas? -Papá y mamá murieron sin tener noticia tuya, pensaron que habías muerto o lo que es peor que no te interesaba saber nada de tu familia.

Un día, quizás cansado de visitar a su hermana en la casita de Ensenada para recibir ese clima tenso de reproche hasta en los silencios. De no poder ni sostenerle la mirada. El tío abuelo de Kalman habló. Llevó una valijita de cuero rígido - la misma con la que había subido al tren aquella noche en la terminal de La Plata y la abrió.

Primero puso sobre la mesa un pasaje de tren: que decía La Plata - Mirapampa fechado claramente el 24 de septiembre de 1917.

Ese día fue un Lunes -se extendió en un detalle al que nadie le dio importancia-

Luego puso un ejemplar del diario La Nación sobre la mesa con la misma fecha.
-¡Que me queres decir, le dijo su hermana con una mirada que pasó de ser severa a echar chispas de indignación... que desde que subiste a ese tren decidiste olvidarnos. No contestar cartas o irte a vivir a otro planeta...!

-Estuve viajando adentro de ese tren 30 años. Seguí con mi vida como pude o mejor aún -aclaró-: agradecido de no seguir allí adentro vaya a saber por cuantos siglos más. No le creyeron. Era como decirles que las hojas alguna vez fueron plumas. Que lo trataran como un mentiroso absurdo generó una pelea familiar que duro un tiempo.

Muchos años después Kalman recibió de manos de su tío las únicas pruebas de no haber faltado a la verdad aquel día con su familia. El pasaje del tren y ese diario donde se leía entre las noticias destacadas que el ministro de defensa Elpidio González solicitaba el estado de excepción para enfrentar la huelga ferroviaria de 1917.

La madre de Kalman, sobrina menor del tío, siempre le creyó. El misterio de los 30 años fue algo que Kalman reconoció como fuente iniciática de dos vocaciones: tanto de investigador científico como de escritor vocacional. Si hubiese sido una verdad comprobable  la experiencia del tío merecía un libro similar al de "Física de lo imposible". Si era una mentira urdida para encubrir su desamor o el desapego a su gente era un portal a literatura pura.

En sus indagaciones Kalman encontró unos pocos elementos a favor de la historia tal como la relataba el tío: No había ningún rastro de su permanencia en esas tres décadas previas a establecerse en Polvaredas, de 1917 a 1947 no había nada de nada. A pesar de estar encanecido era inusualmente joven por tener los años que tenía. Los que lo conocieron en esa época posterior a su viaje en tren no le daban no mucho más de 30 y pico de años.

De tanto ir a visitar a su hermana conoció a una muchacha llamada Haydee y se casó. Se los veía felices, se prodigaban en arrumacos con palabras de amor. Después unos meses surgió algo que el tío se había esmerado por negar: había una secuela o una rareza más atribuible a su viaje en el tren. La mujer le decía cariñosamente "mi bichito de luz".  En confianza le dijo a su cuñada que en la intimidad de la noche, cuando se emocionaba o excitaba el tío se encendía como una luciérnaga.

El tío se instalo con su mujer en Ensenada pero cerca del río pues amaba pescar. Hizo amigos raros como él con los cuales compartía noche de pesca con charla hasta amanecer. Ellos le aceptaban su historia, cada tanto, si el tío se emocionaba con algún recuerdo fuerte se encendía e iluminaba como un foquito hacia la lejana oscuridad del río. Sus amigos le decían señor de la luz o el iluminado según la ocasión.

Ya ostensiblemente viejo, hablaba mucho de su infancia en aquel pueblo de Europa central del cual partió antes de llegar a la edad necesaria para ser convocado al servicio militar. Su padre era carpintero pero quería un futuro militar en la familia. Más aun siendo el hijo mayor. Una vez, caminando con su padre por el bosque mientras iban a elegir un roble para hacerlo madera de mueble. Su padre lo obligo a marchar delante de él como lo hacen los soldados. El tío era apenas un muchacho de 14 años que intentó cumplir pero de mala gana. Esa falta de vocación enfureció a su padre que comenzó a patearle los talones cuando no marchaba correctamente llevando la punta del pie bien alto. Así. A pataditas correctoras tuvo que marchar hasta retornar a las afueras del pueblo donde seguramente por vergüenza su padre suspendió la instrucción de marcha para su futuro militar al servicio del imperio.

Desde aquella tarde detestó para siempre a su padre, a los militares, al imperio austrohúngaro. Ese día empezó a gestarse su idea de irse bien lejos donde no hubiera ni imperio ni guerras ni un padre que esperara tener un buen hijo militar en la familia. Así fue. Dos años antes del comienzo de la primera gran guerra dejó una nota "me voy, ya escribiré cuando este establecido"

Según parece trabajo embarcado apenas un año hasta que llego a un puerto argentino. Se radicó.

***

Kalman siguió pensando en lo sucedido con su tío abuelo hasta que él mismo cumplió sus 58 años. Ese día se dijo que ya era el momento para aceptar lo inexplicable en esta historia de su tío.

Era muy pobre como explicación decir que había sucedido una anomalía en el espacio-tiempo. Que su tío abuelo había sido un testigo privilegiado cuya mayor maravilla era haber desplegado una enorme fuerza psíquica para adaptarse, como el mismo decía a "esa gran patada al futuro" que había recibido.

En esos 30 años en el tren evitó enterarse del final de la primera guerra. De la guerra civil española. De la segunda gran guerra. De tremendas e increíbles matanzas. El siglo XX se desplegaba en horrores. Su pueblo natal fue devastado. Hijos y nietos de sus vecinos fueron enviados a campos de exterminio por los nazis.

De última, cuanta gente que vivió realmente día por día todos esos años que el tío abuelo pasó por alto adentro de un tren dirán si les preguntan que todo paso muy rápido. Que  30 años de vida fueron parpadeos.  Unos pocos suspiros. Kalman mismo sintió eso al cumplir sus 58 años cuando decidió abandonar las investigaciones teóricas que había intentado construir obstinada e inútilmente por años. Hasta una vez -ridículamente- llevó un diente de su tío a un científico colega para hacer una prueba con isótopos de estroncio y así rastrear las geografías por donde transcurrió la vida del tío en esas décadas adentro del limbo.


Lo que Kalman pudo comprender daría sus frutos de ahí en más en su escritura. Ejercitar ficción contra lo real que va muy adelante sorprendiendo con su implacable soberanía del acontecimiento.

Le quedó una imagen grabada por otras tantas que irán al olvido.  Era fin de año. Cuando todos estuvieron de acuerdo con el reloj en que indudablemente comenzaba un año nuevo.
El tío -que ya era un ancianito sin dientes- levantó la copa de sidra  y mientras la hacia chocar en el aire con otras copas pidió con su voz por encima de otras voces

“paz y felicidad para el mundo”.













El Tano




Cuando Kalman volvió se abrazo a su familia. Espero unos días, invitó a Esteban para relatarle durante toda una tarde lo que pasó en ese campo de concentración.
No solo le contó lo vivido en ese campo de concentración sino que le pidió que avisara a los padres del tanito no había sido liberado junto con él y otros compañeros.

El tano sólo le había dicho: “rezo a San Cono” a un tono de voz normal y “De Varela” en un susurro mientras se daban un abrazo a oscuras, cada cual con su capucha, ante la vista seguramente atenta de los guardias.

Kalman suponía que a él lo seguirían vigilando por si intentaba contactarse con algún militante y entonces le encargo la tarea a su amigo Esteban.

Él había estado afuera de cualquier militancia, lejos de cualquier sospecha.

Un muchacho de vida ejemplar que se había permitido ir a festejar al obelisco el triunfo de Argentina en el mundial sin saber que su amigo e innumerables personas a las que no conocía estaban secuestrados en ese momento.
Aquella tarea estaba a la medida de la ilusión de Esteban por las causas justas.
Kalman no era un gran retratista: dibujó el rostro del tano con el cigarrillo colgando de sus labios. Esteban no pudo contener la risa: dibujaste a Humphrey Bogart,  solo le falta el sombrero típico que Bogart uso en Casablanca y salgo con un afiche de la película…
¿Cómo se llamaba el tano?
Imposible, la deducción era que la frase de rezo a San Cono para que salgamos debía incluir algún mensaje: podría llamarse “Cono” o sus padres ser devotos del santo o provenir de algún pueblo de Italia donde se venere al santo. Averiguar lo del santo fue sencillo, alcanzó con ver al cura de la parroquia que a esa altura ya había quemado hasta los ejemplares de “contracultura” y ya no leía los textos de Helder Cámara al grupo de jóvenes catequistas. El padre Elvio no tardó demasiado en resolver una parte sencilla del enigma: San Cono es venerado en un pequeño pueblo llamado Teggiano que queda en Salerno.

Con esos pocos elementos Esteban se largo a cumplir su misión, empezó a tomarse el tren hasta Florencio Varela, conversar con la gente, caminar las calles, buscar familias italianas, siempre evitando utilizar la palabra “desaparecido” se trataba de una búsqueda cautelosa. De algún modo había que arriesgarse para reparar el sufrimiento de una familia.

Kalman superó las cosas lo mejor que pudo. Con su familia se abrazaron, no hubo reproches de sus padres ni de su hermano mayor. No lo culparon de los malos momentos y él siguió adelante. Estudió ciencias biológicas en la universidad, ni bien pudo fue a California hacer un postgrado en Genética. Allí consiguió trabajo. Una mujer, después tuvo hijos. Sabemos que vive en Bonita, una pequeña localidad cuya tranquilidad que le permite investigar sus propios temas en los ratos libres.



(Esteban a pesar de su dedicación de meses no logró encontrar a los padres del tano).











NOGXA


Kalman actuaba una y otra vez como un informal divulgador científico:

"Se esta trabajando para crear una máquina que permita pesar el pasado".

 (...)

A Esteban le surgían preguntas:
¿Hablás de pesar la materialidad tangible de los objetos que son puro pasado?

-Si, pero no sólo de objetos.

¿Una forma de balanza?

-Si, de algún modo es una imagen pertinente...

Esteban ofreció su casa a probar "ese" aparato que supone dará medidas en kilogramos.
Imagina una experiencia extraña, recorrer ambiente por ambiente e ir pesando todo aquel objeto o mueble cuya utilidad no fuese algo “presente” para el sujeto.
Objetos cuya presencia en una casa solo pueda atribuirse a la nostalgia, a un puro apego desligado del valor de uso.
Esteban se permite volar con una pregunta más que osada:

¿Y como medir la presencia de lo pasado en el cuerpo psíquico de una persona?

-Con NOGXA.

- ¿?

-Digamos que permitirá dar materialidad a lo emocional -y por que no- darle un peso tangible.

-El futuro nos brindara maneras de estudiar la carga de los traumas en el cuerpo y, lo más importante... comenzar a aprender sobre la fuerza de la resiliencia en la vida humana.












Estación abandonada


Sólo se ven fantasmas. A todos se los trago la boca inmensa del tiempo.






***




-Eduardo Francisco Coiro nació en 1958 en Lomas de Zamora, Argentina. Es Licenciado en Sociología de la Universidad de Buenos Aires. Editor del proyecto Inventiva Social, una publicación virtual abierta para escritores.








Inventren







Domador*



Al Doctor Enrique no le gustaban mis monólogos existenciales. Por momentos parecía perder la paciencia: “Te atiendo porque sos un hijo y nieto de polacos pero no me digas más boludeces...” de tanto en tanto remataba su enojo con algo sacado de su manual de frases hechas "hacete cargo de tu vida".

Yo era el segundo paciente de la jornada. El primero -Marcelo- subía con el doctor en Puente Alsina. En la estación Libertad bajaba Marcelo y subía yo, nos conocíamos de vista. A veces intercambiábamos breves comentarios como forma de saludo.
Marcelo era un tipo con ojitos chiquitos hundidos en el miedo. Una vez me preguntó: ¿Cuál es tu tema?

-La reparación... Dije sin pensar, como me salió.

¿Y el tuyo? -Pregunté

-El acompañamiento… -Respondió mientras se perdiá entre la gente que estaba en el andén.

Mi sesión duraba hasta Enrique Fynn. Eran 45 minutos.
En Fynn me bajaba y no subía ningún paciente. Aprovechaba el resto del día para ir a visitar la chacra de mi tío que vivía entre patos y gallinas pero se consideraba un inventor.

Para mi el doctor era un loco chiflado pero socialmente era considerado como una eminencia a la que le estaban permitidas esas excentricidades como atender arriba de un tren.

A mi me ganó como paciente aquel día en el que le conté que quería escribir una novela a partir del tío chacarero e inventor aficionado. Su obsesión era diseñar todos los aparatos imaginables a cuerda, con mecanismos y engranajes parecidos a los de relojería para evitar usar electricidad. "Cuando la electricidad no pueda pagarse se van a acordar de mis inventos" Se justificaba.
Sin mediar palabra, Enrique se paro y fue caminando como un robot o más bien como una marioneta por el pasillo del vagón. Cuando se volvió a sentar frente a mí dijo: "No te olvides de incluir un psiquiatra a cuerda"

Aquella risa compartida me convirtió en un paciente feliz y al tiempo en alguien cercano con quien se permitió hablar de él mismo.

A los 17 años -recién ingresado a la carrera de medicina- trabajó en el prostíbulo de una famosa Madame.
-Eran chicas polacas bellísimas -dice con sus ojos tirando chispas- Enrique les enseñaba francés. Ellas le enseñaban a amar. Años después declaró en un reportaje que fue "instructor de modales en un quilombo”. Allí conoció a AGNIESZKA, que además de bella era “Ani, aquella ternura que no se olvida, que se acrecienta cada día más y más”.
Era como un hada adivina que le predijo su futuro de especialista reconocido.
Del lupanar se fue cuando contrajo una neumonía.

“La locura es como la muerte pero reversible” Esa idea lo sacó de la medicina. Lo llevo a psiquiatría.

En un anotador tenía los horarios del Midland e intercalados cuales eran los pacientes que atendía. Ahí supe que el doctor atendía 9 o 10 pacientes en cada viaje y que su jornada terminaba en Carhué.
Guarde como recuerdo una hoja de uno de sus días de atención de pacientes con el detalle de estaciones en las que subían. Cuanto tiempo duraba la atención. En cual estación debían bajar. Enrique sabía que los horarios del Midland eran de una puntualidad inglesa por eso podía confiar la duración de las sesiones al tiempo estipulado de viaje entre una estación y otra.

Marcelo, de Puente Alsina a Libertad. Duración sesión: 45 min.

Kalman, de Libertad a Enrique Fynn. Casi 45 min.

Azucena, de González Risos a San Sebastián. 50 min.

Alejandra, de San Sebastián a Baudrix. Son 60 minutos

Javier, de Baudrix a Morea. 50 min.

Alberto, de Morea a Corbett. 55 min.

Eduardo, de Ordoqui a María Lucila. 45 min.

Lucía, de Henderson Hasta Andant. 55 minutos.

Haydée, de Andant a Casbas 40 min.

Miguel, de San Fermín a Carhué. Son 50 minutos.

En Carhué tenía una amante pelirroja que había sido primero su paciente con la cual cenaba y compartía lecho en el hotel.


Una vez, cuando estaba por bajar en Enrique Fynn me tomó del brazo antes de que me vaya para dejar al aire un deseo:

-Cuidame al pueblo de mi otro yo que cuando me retire voy a comprar allí un campito. Quiero vivir tranquilo pero cerca de Buenos Aires. Estoy cansado de la gente.

“Seré domador de caballos”.











-Próximas estaciones de escritura:

PLOMER    
-Por Ferrocarril Midland-

JUAN ATUCHA.  
–Por Ferrocarril Provincial-


***
El recorrido por venir del tren literario en el Ferrocarril Provincial:

JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.   FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.  
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.  
ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.   
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA. 
LA PLATA.

***

El recorrido por venir del tren literario en el Ferrocarril Midland:

KM. 55.    ELÍAS ROMERO.    KM. 38.   MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.  
MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS. 
JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.   LA SALADA.   
INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.   VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



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