*Dibujo de Erika Kuhn.
*
Con frecuencia encuentro a alguien
deseoso de convertir mi isla en fuego
o bien
mi fuego en isla.
Me hablan de ordenamientos mundanos
-los psicoanálisis se cobran su parte
los merecimientos juegan sus roles-.
Los alguienes afloran llenos
de sucesos e ideas
de tareas de autoconservacion
y también
de fórmulas infinitas con que revestir la tristeza
miran mi cara pálida
-siempre me falta sol-.
Sin embargo, acá hay una piedra
allá un sepulcro
el agua pasa sin parar
por debajo de puentes visibles e invisibles.
Los tiempos de la espera se miden por amaneceres y atardeceres pero
nada extingue
islas y fuegos.
El desierto se ubica más allá de nuestros ojos
pero no olvidemos:
existe siempre
existe para todos.
-Mercedes Álvarez nació en Tandil,
provincia de Buenos Aires, en 1979. Vivió en Mar del Plata hasta los diecinueve
años. Entre 1998 y 2006 residió en España, donde se licenció en Sociología por
la Universidad Pública de Navarra. Realizó un máster en Gestión Cultural.
Publicó los libros Vecinos (Baile
del Sol, España, 2010), Historia de un ladrón
(Caballo de Troya, España, 2010), Imitación de los pájaros
(Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2013), Ficciones súbitas
(comp., Eds De aquí a la vuelta, Buenos Aires, 2013) y Saigón
(Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2015). En 2013 ganó el premio Edmundo
Valadés de cuento latinoamericano con el relato Grow a
lover.
Aniversario*
Está anocheciendo y cae la niebla, como entonces. De acuerdo a lo
previsto, hoy va a helar de nuevo.
Escucho y clasifico los ruidos de la calle, los del rellano, los de
mi propia casa. Verifico la absoluta normalidad mientras compruebo la
disposición de los cuadros en la pared del recibidor.
Oigo voces, pero sé que no son más que los ecos de mi propia voz,
que el tiempo ha ido amontonando en los rincones y el silencio multiplica
espantosamente. Pronto sonarán las nueve en la vieja iglesia; sin embargo,
desde aquí no pueden escucharse las campanadas. Repaso minuciosa, inútilmente
los detalles. Todo está en su sitio. Todo idéntico a aquel 30 de diciembre de
hace veinte años, idéntico a todos los treinta de diciembre desde entonces,
como cumpliendo un ritual que no termino de comprender pero al que no puedo
sustraerme. Miro el reloj, calculo el retraso, me asomo a la ventana. A esta
hora no circula casi nadie. Por eso me sorprende la vaga silueta que se insinúa
a través de la niebla. Despacio, como insegura, camina por la acera de
enfrente. Sé que no puede ser ella, pero a pesar de todo es lindo soñar que son
sus pasos los que resuenan sobre las húmedas baldosas, que son sus manos las
que ahora sujetan un papel en el que sus ojos parece que intentan descifrar
algo, que es su rostro el que se levanta de golpe mirando hacia este lado,
buscando tal vez los números de los portales. Sé que es una tontería, que ella
no tiene el pelo así, ni un abrigo como ése, pero después de veinte años
estériles es tan lindo soñar que ha sido su brazo el que ha empujado la puerta
del patio que ahora se oye cerrarse sin violencia, que son sus tacones los que
lentamente ascienden hasta el primer piso, deteniéndose allí unos segundos,
como dudando, y reanudan luego su marcha hacia arriba, hacia este segundo piso
en el que sin darme muy bien cuenta ya la estoy esperando. Mientras pienso que
seguramente ha de ser otra persona y que de un momento a otro escucharé el
lejano sonido del timbre de alguno de mis vecinos, bajo un poco las luces y
pongo el disco de Miles. Absurdo suponer siquiera que la imitación de fechas,
temperaturas y gestos haya podido provocar, por fin, una ruptura en el tiempo,
una repetición de lo que jamás debió ocurrir, una oportunidad para cambiar la
historia. Los pasos han dejado de subir, pero si se pone atención puede
escucharse el sonido de una respiración agitada ahí fuera. Seguro que en el
rellano no hay nadie, que se trata sólo de mi imaginación, pero ya es la hora.
Me dirijo a la puerta mientras miro de reojo hacia la mesa. Todo está dispuesto
y los cuchillos relucen. No conviene demorarse: suena tan bien la música esta
noche...
*
El lenguaje
es arduo y sutil:
el pensamiento,
un potro arrojado contra el alambre.
Me guía
la misma obstinación:
el hambre
de un horizonte más ancho que mis ojos.
Se ha de ser paciente.
Piedra a piedra se levantan los muros
y siempre los derribó la palabra del hombre.
Eterna*
*De Ivana Muzzolón.
Llora y enmudece la vida
cuando una mujer cierra su puerta a la locura.
Llora porque no puede hablar.
Dulce locura, ¿dónde te escondes?
Locura tu mirada perdida,
¿dónde posan tus ojos?
Locura que no se entiende,
¿dónde miras esta mañana de apagados claveles?
Nació locura, mama locura.
¿Morirá siendo lo que nació?
¿Quién conquistó tu sonrisa esta tarde?
-Ivana Muzzolón nació en Moreno en
mayo de 1980. Actualmente vive en Lezica y Torrezuri (Luján).
Es docente, escritora y pintora.
*Poema de su libro La mosca en el techo.
Cave Librum, 2016.
50 AÑOS SIN EL HERMANO LUMINOSO*
Contemporáneo de Molinari y de Borges, es decir, de toda aquella
vanguardia estentórea e iconoclasta de los años 20, y sin ser un desconocido
para ellos o mejor aún, estando en un plano de igualdad y reconocimiento de los
mismos, prefirió el reposado vivir en una ciudad de provincia que resultó
emblemática como lo era para la historia económica y política del país.
Alejado de todo aparato promocional, su poesía tuvo la natural
circulación que tiene el agua cuando se desliza entre las piedras y los
accidentes del terreno buscando su cauce que puede parecer sinuoso, pero
siempre encuentra su destino.
El destino de la poesía era para Pedroni el de producir la emoción
en el otro, o como él gustaba repetir: “ofrecer una poesía como una mano
tendida para llegar al corazón del hombre”.
Desde el temprano espaldarazo de Leopoldo Lugones con aquel feliz
epíteto de “el hermano luminoso” en junio de 1926 saludando la aparición de su
más celebrado libro, “Gracia plena”, hasta “El nivel y su lágrima”, publicado
en 1963, cumplió un destino envidiable para mucha gente que escribe sin
consecuencias en este país.
En su actitud e indumentaria, Pedroni fue un hombre como todos.
Supuso siempre que sus actividades de poeta y de contador no solo no eran
incompatibles sino que se le presentaban como complementarias.
José Bartolomé Pedroni nació en Gálvez, Santa Fe, el 21 de
septiembre de 1899. A los 21 años se radicó en Esperanza, madre de Colonias, y
falleció en Mar del Plata el 4 de febrero de 1968.
Dijimos que era poeta y contador. Dos términos de una ecuación que
no se distrae en contradicciones, porque era capaz de palpar la leve gravedad
de las cosas y hacerlas entrar en el orden prolijo y traducible de las cifras,
de donde quizás naciese su confianza en lo armónico del mundo. Esa confianza de
los presocráticos que junto a Heráclito conciben la justicia como la necesidad
física que mantiene todas las cosas en su propio orden y desarrollo y que
identifica el orden ético con el orden cósmico.
La gesta de la colonización gringa en Santa Fe tuvo su Homero y se
llamó José Pedroni, que descendía de aquellos inmigrantes venidos al llamado
generoso de la flamante Constitución de 1853.
Venían como aquellos que guió Moisés hasta la Tierra Prometida.
Venían a hacer realidad los sueños de los gobernantes. Venían a concretar
aquello que había escrito Alberdi: “gobernar es poblar”. Venían guiados por un
nuevo profeta de estas tierras nuevas que se llamaba Aaron Castellanos.
Pedroni fue uno de los primeros que vio detrás del gesto visionario
de aquellos gobiernos obsedidos por los sueños de una gran provincia surcada de
ríos navegables y de tierras feraces pero incultas.
Uno de los epítetos con que suele acompañarse el nombre de Pedroni
es el de “poeta social” o “poeta comprometido”. Más allá de las connotaciones
relativas con que hoy se podría leer esta enunciación, en vida del poeta esta
caracterización era muy fuerte y llevaba esa etiqueta agua para algún molino en
detrimento de otros. Para ser justos, Pedroni se consideraba un “poeta
histórico”, que debía ¬—según sus propias palabras— sostener la lucha del
hombre. Estaba convencido de que el poeta era un ser histórico que debía
acompañar la marcha de otros hombres que necesitan la poesía para vivir.
Y además sostiene un interesante concepto: que el canto del poeta
debe confundirse con la voz del pueblo, es decir, de las mujeres y de los
hombres hasta borrarse el mismo nombre del autor de esos versos, del autor tal
vez casual de esos versos. “La única gloria a que aspiro es ver cómo el pueblo
se apodera de mi canto y empieza a destruir mi nombre”, repetía.
Como no se consideraba distinto a nadie, hacía suyas las palabras
de Hugo: “Ah, insensato, que crees que yo no soy tú”.
En esta línea, Pedroni escribió los poemas de sus últimos años y
reivindicó la herramienta manual que dignifica la tarea y civiliza, es decir,
cultiva los gestos pacíficos, y cantó también la equidad solidaria de un juez
de paz que sostenía que para que el trigo creciera debía reinar la paz en
rededor, el lanzamiento de un colono a quien sus vecinos restituyeron los
enseres arrojados al camino, el valor histórico de una guadaña o el peso
maravilloso de un martillo golpeando sobre un yunque “que era como un zorzal de
vidrio”.
Porque creyó que todo ello —el trabajo, la solidaridad y la
justicia— eran la meta final hacia el destino del hombre. “Dicen que el hombre
es malo, te digo que no es cierto”, escribió.
Preocupado por el destino final de sus versos, llevaba en sí
siempre el imperativo de Heine: “Nadie sabe si un día no tendremos que dar
cuenta de nuestras palabras”, y agregó: “El recuerdo del hombre dirá cuál es el
mejor de mis poemas. Pienso que ha de ser aquel donde mis semejantes de hoy y
mañana se reconozcan. La gloria no es más que un verso recordado”.
WRÓZKA*
La lluvia golpeaba con furia el vidrio. Hilitos de agua chorreaban
e inundaban el piso. Enseguida mis zapatillas gastadas comenzaron a chapotear
en agua.
Me levanté resignando la ventana, busqué una mesa del lado de la
pared ciega.
Y allí arriba estaba la foto enmarcada. Debajo se leía en una placa
de bronce:
"Aquí se sentaba Slawek Klepka. Un hombre de bien. Un
inventor. Tus amigos. Noviembre de 1997". En la foto el hombre posaba
junto a sus amigos con un invento cuya utilidad no pude discernir. Más tarde le
pregunte al mozo: -Es una moledora de café a cuerda- estuvo unos años, después
la hija del inventor la vino a pedir, estaba reuniendo inventos para hacer un
museo en su casa. El mundo a veces es sorprendentemente chico. En uno de sus
viajes anuales para visitar a su familia Kalman sacó un cajón lleno de fotos y
nos armo a los amigos presentes su árbol genealógico. Hasta que llegó a esa
foto…
-Este es uno de los tíos de mi madre. Y era él. El mismo hombre que
compartió habitación con mi padre cuando lo habían operado de hernia. No pude
evitar compartir ahí mismo el recuerdo de aquella larga noche. Mi padre estaba
saliendo de la anestesia, mi tarea consistía en que no intentara levantarse y
se cayera de la cama. Estaba bien. Ni siquiera le habían puesto un suero.
Al tío abuelo de Kalman lo cuidaba su única hija. La mujer
necesitaba contarle a alguien quien era, o más bien quien había sido su padre.
-Se esta muriendo. -Dijo respondiendo a una mirada mía que la
invito a hablar.
Ese hombre gigante que estaba casi sentado en la cama y que por
momentos llamaba a su hija y luego entraba en un sopor y luego volvía una y
otra vez a hablar en un idioma que yo jamás había oído.
Era una letanía. Parecía - su hija lo confirmó- una misma frase dicha
una y otra vez. Esta hablando en Polaco. -Me dijo.
Después sin que la pudiera ayudar con preguntas, comenzó a
relatarme cosas que con enorme dificultad pude sacar del abismo del olvido. El
hombre había sido artillero durante la segunda guerra mundial. Condecorado por
su ingenio para reparar armas y cualquier engendro mecánico que estuviera a su
alcance. Luego de la guerra el hombre preparo su maleta y se vino a la
Argentina. Entró a trabajar en una fábrica metalúrgica. Conoció a su mujer, se
casó y de esa unión había nacido ella a quien ahora le tocaba acompañarlo en su
despedida.
Hasta la jubilación había sido el mecánico de la fábrica, el
resolvía casi todo. No solo trabajaba de lunes a sábado sino algunos domingos
cuando hacía extras y lo esperaban hasta media tarde para almorzar en familia.
No sólo trabajaba en la fábrica, como mi padre cuando llegaba a su
casa seguía trabajando. El hombre tenía un taller en su casa donde reparaba
motos y cuando no tenía trabajo con las motos armaba sus invenciones. Su última
creación había sido un triciclo motor con sidecar que le permitía viajar por el
barrio superando el menor equilibrio que tenia por su edad. Lograba que su
nieto lo acompañe a hacer las compras.
Sus invenciones tenían eje: odiaba a las pilas por contaminantes y
desconfiaba de la electricidad como fuente de los equipamientos domésticos, así
que él quería que los artefactos funcionaran con un complejo sistema de
engranajes “A cuerda”
Recordé que le pedí a su hija que anotará escrita en polaco la frase que repetía su padre una y
otra vez. Removí estantes hasta encontrar aquel cuaderno con su fecha escrita
en la tapa: septiembre/octubre del 97. Y ahí estaba, casi imposible de
reproducir con la tipografía disponible en el teclado: "WRÓZKA
SZCZESCIA" pero la Z de WRÓZKA tenía un puntito como el que lleva la
"i"; y en SZCZESCIA la "E" tiene una colita que serpentea
hacia el renglón de abajo, y sobre la última "S" hay un acento que la
máquina no me acepta. Más abajo dice con mi letra "en polaco no hay
artículos".
Una y otra vez puedo volver a escuchar a ese hombre diciendo su
letanía entre gemidos. Cuando la luz del amanecer se filtraba por las
persianas, con voz hundida en angustia la mujer se animo a
traducir a su padre para que lo supiera:
-Quiere que lo vengan a buscar. No quiere a la muerte, sino a la
"WRÓZKA SZCZESCIA": "El Hada de la Felicidad"
El rifle*
Después de pasar por una dictadura en la que estaba prohibido tener
cualquier arma y en la que estuve a punto de tener un serio disgusto por llevar
una navaja multiusos en el bolsillo el día aquel de la manifestación, siempre
había tenido la necesidad irracional de tener un rifle.
Me sorprendían periódicamente las informaciones que llegaban de
Estados Unidos en las que un loco armado se apostaba en una escuela, en un
parque o en una estación y con un fusil (a mi me gusta más "rifle"),
que había acabado de comprar en una tienda de armas (que era legal allá) se
había dedicado a disparar contra todo lo que se movía causando multitud de
muertos y otros tantos heridos. El tirador acababa siempre abatido por la
policía.
Estoy seguro de que eso ocurría porque los americanos están locos y
mal educados, ya que el hecho de tener un rifle no hace perder la cabeza a
nadie. Estoy seguro de que si me viera en esta situación sabría perfectamente
dominar la ansiedad de disparar.
Parece que haya pasado una eternidad y tan solo fue ayer que llegué
a Estados Unidos. Hace mucho calor en lo alto de éste campanario. Las manos me
sudan de tanto apretar la culata del rifle que me compré por la mañana. Hay
cuerpos en el suelo a lo largo de la calle. Parecía que podría resistirme a
disparar, pero tener el poder en mis manos... Ahora me encuentro en el último
paso: Ser abatido por la policía.
Barcelona
IMAGÍNAME*
(Acróstico)
Imagíname en cada recodo del río que navegas.
Mecido camalote en sus orillas te miro por su flor.
A la hora en que el cielo se tiña de rojizos,
Giraré en el vuelo de un ave atardecida, contra el sol.
Imagíname albergue después de un día de marcha.
Nombrándome en tu mente estaré donde vayas...
Acuna entre tus brazos mi ternura olvidada,
Mientras voy en procura de la nube y el Arca.
Enciende tú la lumbre; yo atizaré la llama.
-De: ENTREGA DE LOS DÍAS -1986 -
ECLIPSE OCULTO*
El eclipse sucedió allá lejos, muy lejos, tan arriba en esa luna
familiar y extraña, la luna siempre la misma, presente en las noches que no
vemos y en las que vimos.
Se ha obscurecido la luna, se ha puesto roja, ha revelado su
superficie convexa de esfera celeste. Allá detrás de las nubes, para otros
ojos, para quien no se halle debajo de las nubes nocturnas que se empeñan en
ser garúa para regalar un entramado sutil en los faroles.
Desde aquí y tras las ventanas hemos visto oscuridad y agua, hemos
visto la textura móvil de las gotas minúsculas, y hemos apenas presentido que
la tierra negó la luz del sol a nuestra siempre luna. Eclipse sin ojos, eclipse
ciego.
Sabemos con las yemas de los dedos, con los vellos sensibles del
borde del espíritu, con un leve temblor de la piel sabemos que esta noche y
para nadie la luna se vistió de largo, se puso pendientes, se engalanó y bailó
con gasa transparente. Hoy la luna puso fanal a la bombilla, se soltó la
cabellera, se recostó en los cielos y extendió rubor en las mejillas.
Impúdica luna la luna a media luz. Luna de otoño, luna desvelada.
Horadan mis ansias esta lluvia y estas nubes. Detrás ha ocurrido el
eclipse, y ya ha acabado. No lo vimos. Pienso que no veré muchos más.
Recuerdo otros.
Inclina a la meditación un hecho único y precioso. Nos deja a solas
con los pasados en sepia y los mañanas de incertidumbre.
Siento la precariedad de mi silueta contra el negro de la noche.
Ruego que me vea el hombre cuando ponga fanal a mi bombilla, cuando baile a
media luz, cuando deje caer los velos.
Que no ciegue la lluvia a mi amor. Que no me oculten de él ni estas
nubes ni otras aguas.
Rumor*
*De Ivana Muzzolón.
Te cuento
lo que me dicen:
que es domingo
y es de otoño
y que nuestro patio
se oxidó con el aire.
Te cuento
lo que les digo:
que estoy ausente.
-Ivana Muzzolón nació en Moreno en
mayo de 1980. Actualmente vive en Lezica y Torrezuri (Luján).
Es docente, escritora y pintora.
*Poema de su libro La mosca en el techo.
Cave Librum, 2016.
*
A veces cuando habla el vacío, en su fascinante
repulsión, sé que tengo que escribir.
Inventren
LA REPARACIÓN*
He soñado una y otra vez en tantos años con el tren que debía tomar
y no tome a mediados de 1978.
No tenía un buen minuto. Hacía
una semana que me habían liberado de un campo de concentración de la dictadura.
Caminaba aterrado de que me volvieran a meter adentro.
Sabía de memoria que tenía que tomar el tren en La Plata y el
nombre de la estación en la que debía bajar. En un bollo de papel tenía la
dirección de la casa de los viejos de Eleonora. No tenía un buen minuto, si me
paraban en la estación los milicos solo por la cara de miedo o preguntaban
porque iba a ir a un lugar en medio del campo llamado Álvarez de Toledo no
sabía ni que decirles. Mi casi novia esta secuestrada y voy a avisarles a los
padres que sigue adentro en tal campo no era muy acorde a la época.
Sólo tenía decidido tirar el bollo de papel si veía tipos de
uniformes pidiendo documentos, el resto era la mente en blanco o peor aún:
llevar las imágenes y el olor de la mazmorra que seguía impregnado en mi
cuerpo.
Pero no fui. Apenas vi el edificio de la terminal del Provincial
con un Falcón verde estacionado pegue la vuelta. Me quede en casa encerrado
durante meses. Como un buen niño de casi 18 años obedecí el ruego de mis padres
de estar bajo su mirada protectora.
Después vinieron la universidad, la beca para irme a Estados
Unidos. Allá estoy. Establecido en Bonita un pequeño pueblo de California y con
un buen trabajo.
Supe años más adelante que Eleonora estaba viva, que había egresado
de su carrera. También se había ido del país. Trabajaba para un organismo
internacional en un programa para el rescate y la protección del orangután en
Tailandia.
Pero es como si el tiempo no hubiera pasado. Es Eleonora y su
rostro de niña riéndose de cualquier pavada incluso de mis chistes malos.
Un día, -de la nada- me dijo: -vos sos pasto para las histéricas.
No hubo otra explicación de ella ni preguntas de mi parte -solo un
pequeño silencio- luego seguimos leyendo el texto de Pitirim Sorokin cuyo
nombre y apellido nos generaba risueños malentendidos.
Pero lo de "pasto para las histéricas" quedo inamovible,
tantas otras cosas fueron a parar al abismo o al olvido, pero aquella frase no.
Como un gran enigma sin solución o una profecía que se corroboro con los años
en mi propia vida.
Una vez, ya instalado en el centro de investigación y desarrollo
genético, propuse la idea de modificar el pasto para lograr una leche vacuna
con propiedades para cambiar o suavizar la histeria tanto de hombres como de
mujeres.
Mis colegas se rieron largamente, estaban acostumbrados a mis
chistes, ni consideraron la posibilidad de que sea un delirio.
-No hay conexión entre perfiles genéticos e histeria.
Además con tantos desafíos por delante quien iba a respaldar que se
incluyera un tema como la histeria que parece bien claro de la psicología.
Sin embargo cada tanto y contra casi toda la evidencia disponible
vuelvo a insistir con trabajar esa línea. Por esa fe que me quedo en Eleonora a
quien le otorgo una lucidez maravillosa o porque creo en las ocurrencias
imaginativas y delirantes como fuente de inspiración del conocimiento científico.
Ahora voy a intentar reparar esa parte de mi historia que sigue
clavada como una astilla de dolorosa culpa en mi cuerpo. Y verla a Eleonora,
dando una charla sobre su experiencia en la preservación del orangután. Es en
la ciudad cabecera cercana a su pueblo natal.
Tengo una disculpa para darle y -si puedo- le preguntare por lo de
"pasto para las histéricas".
Ya saque el ticket, el tren sale de la terminal del Provincial en
la ciudad de La Plata con el curioso nombre de "El amante ingenuo y
sentimental"
-Eduardo Francisco Coiro. Lomas de
Zamora, 1958. Licenciado en Sociología de la Universidad de Buenos Aires y
escritor.
Editor de la publicación virtual Inventiva Social. Entre sus
proyectos de escritura colectiva lo apasiona el “Inventren”, un tren literario
que recupera simbólicamente estación por estación a los trayectos ferroviarios
que fueron abandonados.
-Próximas estaciones de escritura:
PLOMER
-Por Ferrocarril Midland- &
-Ferrocarril C.G.B.A-
JUAN ATUCHA.
–Por Ferrocarril Provincial-
***
El recorrido por venir del tren literario en el
Ferrocarril Provincial:
JUAN TRONCONI.
CARLOS BEGUERIE. FUNKE. LOS EUCALIPTOS.
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN
GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR
DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR
OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D. SÁEZ. J. R.
MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.
LISANDRO OLMOS. INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
***
El recorrido por venir del tren literario en el
Ferrocarril Midland:
KM. 55. ELÍAS
ROMERO. KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL
BELGRANO. LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL
CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO
VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI. KM
12. LA SALADA.
INGENIERO BUDGE. VILLA
FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA.
INTERCAMBIO MIDLAND.
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar
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