domingo, agosto 02, 2020

EDICIÓN AGOSTO 2020



*Dibujo de Erika Kuhn. https://obraerikakuhn.blogspot.com/












Mordida de tortuga*



Pulverizado su cuerpo, el maíz da forma al manto de los
cometas.

Tus ojos son lo único en esta llanura:
no hay aire y la sangre permanece
inmóvil.

El cielo de tu cabello
estrellado
no deja que la noche permanezca sin
brillo
tu cuerpo desnudo,
montaña
sobre el oleaje nace en cada parpadeo de tu
ladera:
eres el espacio que habitan las serpientes
silbando
a las rocas para que no olviden sus colores
cetrinos.

El mundo no cesa y mueve nuestros
cuerpos
cual si fuésemos incapaces de afrontar nuestras decisiones
líquidas.

Flor que nunca se diluye: tu aullido arrojó mi existencia en tu
rocío.
Ciudad de alas que ahogan la noche: tu
calor
hizo nacer el calor de mi cuerpo clavado en los dedos de tu
corteza.

Solo así abandoné el bosque del que tanto me
hablaste
cuando el ave que une con líneas las estrellas aprisionó mi
corazón
para sacar de la tierra el agua: tu piel
envuelta en el gris de tu
brisa.

Ahora la cáscara del anfibio cierra sus
soles
como si no hubiéramos
cantado,
como si no nos hubiéramos
abrazado,
como si no hubiéramos hecho
promesas,
como si no hubieras
guardado el silencio en el azul de tus pasos


*De hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com
Coyoacán. México












*



desperté y ya no supe cómo
ni dónde o cuándo
comenzó nuestra historia

traté de recordar

de hilar con el hilo mismo
con que bordaron las flores
en la camisa blanca

¿vos te acordás?

como túnica de reina
o alfombra mágica
me movía erguida
en mi camisa

blanca y pura
pura y blanca

al despertar no supe de jardines
hojas naranjas bajo los pies
crujir de otoño y nuestros pasos
se perdían

dejaban atrás los abedules
buscaban algo
más allá

no sé qué sucedió
se soltaron los pasos
y ahora giran locamente

somos grandes

pasos sin pies
y las flores
sin camisa blanca



*De Celina Feuerstein. celinafeuerstein1@gmail.com


-Celina nació en Buenos Aires. Es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y trabaja como psicoanalista. Algunos de sus poemas se publicaron en la Antología de Poesía Federal de la Ciudad de Buenos Aires. Participó en el poemario Martes verde, del colectivo Poetas por el derecho al aborto legal. En marzo del 2018 publicó el libro de poemas La casa vacía, por la editorial Caleta Olivia. En 2020 sale De qué se trata el otoño en mi ventana, su nuevo libro de poemas, por Modesto Rimba.

















EL ORIGEN DEL COÑO*



Una versión apócrifa de la Biblia asegura que cuando Dios hizo a la mujer no le dibujó el coño porque este ya existía como una forma libre, suelta, aún sin nombre; un aleteo que sembraba en el Jardín del Edén deseos, enrojecimientos.



*Por Alejandro Badillo. badillo.alejandro@gmail.com


*Alejandro Badillo. (Ciudad de México, 1977) Es autor de los libros de cuento Ella sigue dormida (Tierra Adentro), La herrumbre y las huellas (Eeyc), Vidas volátiles (BUAP), Tolvaneras (SC Puebla), El clan de los estetas (Universidad Veracruzana. Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela) y las novelas La mujer de los macacos (Libros Magenta) y Por una cabeza (Premio Nacional de Novela Breve Amado Nervo). Ha participado en publicaciones como Luvina, GQ, Letras Libres y el suplemento “Confabulario” de El Universal. Colaborador de la revista Crítica y exbecario del Fonca. Ha sido antologado en diversas compilaciones de minificción.















SEMILLAS DE GRANADA*



Un pájaro ciego ha huido de mi pecho.
Picotea frutos de arbustos carnívoros.
¿Qué haré sin vos pájaro de lluvia?...
Mi madre me ha iniciado en el arte de la poda.
Estoy de pie. Frente al espejo que refleja al lobo.
Un hombre, otro hombre, uno más.
Me sigue su mirada de animal derrotado.
Diosa y Satán. Habitante de la noche. Soy.
Ven…revuélcate en mi fango.
Yo, usurera de amores.
Enfrento al tribunal del inframundo.
Talo cabezas, sandías y “las flores del mal”
Podo todo lo que sobra y falta.
A vos y a mi nos falta un hipocampo.
¡Llora sobre mi pecho ángel de arena!
Dispersa tus migajas en mi cama.
Bebe mí vino. Trinca .Traga.
Ven… hombre universal, guarda las monedas.
En huesos ásperos, la carne se consume
El mundo que nos habita es una babosa.
No, hijo mío, no toques los albores, aguas vivas, son.
Las siento en mi pubis y en mis voces.
¿Quién arrojó este fuego en mi frontera de agua?
¿Quién me cubrió de esta tristeza insomne?
Líquida. Como una lágrima.
Un jadeo, un beso de amante.
Una hembra ávida de lobos. Soy.
Devuelvo diente por ojo. Ojo por boca.
No creo es los milagros. Bendíceme, oscuridad.
Apaga la luz y las antorchas.
Hay un campanario que pronuncia mi nombre.
Él me ama así. Mujer lóbrega. Umbrosa.
Atrincherada en improvisados lechos.
Lágrimas de cocodrilo. “Nanas de la cebolla”
No hay pañuelos para el desamparo.
Roja, rojiza, sangra la granada.


*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@gmail.com












LA ABEJA DE MIGUEL HERNANDEZ*


En aquellas tardes lejanas de lo que se trataba era del silencio.
El silencio supo escribir Miguel Hernández, que se paraba en el vuelo suspendido de una abeja.
Era más que nada y sobre todo en los veranos, cuando íbamos por los callejones hacia aquellos numerosos espejos de agua que llamábamos cañadas: del bajo Vollenweider, de Compañy, del Noventa o el Veintidós ya en el campo Maldonado, o la más grande y casi mítica laguna de Insaurralde que en verdad conocí hace cuatro o cinco años pero de la que oí hablar toda mi vida.
Del silencio de las siestas en los veranos del campo ya me hablaba mi padre cuando en su relato entraba ese callejón lejano más allá de Burki que nunca conocí y su paso breve y cansino con “el alambre” como llamaba a las boleadoras donde le ponía un par de puntas de plomo y en sus manos y en la de hermanos –es decir mis tíos- llegaban a ser muy peligrosas.
De ese tiempo recuerdo sus palabras que siempre me hablaban del silencio del campo, que nunca es silencio porque si uno sabe escuchar puede sentir zumbar ese abejorro que a él lo perseguía por kilómetros, porque pienso -ahora que él no está- que yo heredé ese zumbido y también lo recuerdo taladrando imperceptible, mis oídos. Es como decir que a mí no me bastan mis recuerdos sino que rememoro sobre el relato de los otros, en este caso mi padre, que era un gran narrador oral y tenía una minuciosa memoria que como una máquina podía poner a funcionar en cualquier momento que estuviese de buen humor, porque a veces pasaba días enteros sumido en una hosquedad cuyo origen se llevó a la tumba porque a nosotros nunca nos dejó entrar allí. Ni a mi madre, por caso, que tenía más derecho que nosotros.
Nosotros, digo ahora, la barrita que formábamos mis amigos y yo, cuando hacíamos las incursiones a los cañadones tratábamos de no alejarnos mucho. Pocas veces hacia el camino al Matadero nuevo, nunca por el del Beto Delmaschio o el de Vollenweider. En general tomábamos el camino a Maldonado pero no pasábamos de la tapera del ruso Bay, justo enfrente de la cañada de Compañy. Muy de vez en cuando iniciábamos el trote parejo por el Camino del Diablo, como quien dice Paco Aguiar, Ramón Camiscia, la familia Zampelungue o el puesto de los Pichio. Pero nosotros nos dábamos por hechos con incursionar por ese camino cuya primer parada era la tapera de Bay donde intentábamos matar esas huidizas iguanas, o las lagartijas eléctricas con nuestra temibles gomeras arrojadoras de recortes de acero o piedras distraídas de una obra en construcción o en su defecto algunos proyectiles que hacíamos con un pedazo de ladrillo, luego de romper pacientemente con el martillo.
A ese camino que nosotros llamábamos el de Maldonado porque por allí se iba a la estancia del mismo nombre, o simplemente “a la tapera de Bay” y que las generaciones actuales bautizaron “El camino de los Tamariscos”, porque el ruso Bay había plantado algunos de estos árboles, que nosotros vimos jóvenes pero hoy se ven desde la ruta como un pequeño montecito, que ya tendré que inspeccionar desde más cerca porque el recuerdo que tengo de esa casa es su techo derruido y las paredes con agujeros por donde salían y entraban las alimañas a refugiarse allí de nuestras depredaciones. No he querido volver allí porque temo que ese lugar se haya agrandado en el recuerdo y no valga la pena confrontar con la agigantada memoria.
De los veranos también recuerdo cuando a don Manuel Gómez, que tenía un gallito de veleta en el techo, se le escapaba el canario y toda la pibada del barrio le ayudábamos a cazarlo. Corríamos con unos precarios baldes de lata llenos de agua. Nunca supe por qué había que tirarles agua a los canarios. ¿Para inmovilizarlos, tal vez? Es lo que recuerdo. También que era muy raro que se nos escapara aunque tuviéramos que treparnos a ese inmenso eucalipto con hojas plateadas que llamábamos “medicinal” porque todo el barrio iba a pedirle ramas que nuestras madres hervían y nos hacía aspirar ese vaho para curarnos los resfríos.
Hace poco lo mataron. Lo tiraron abajo. Algunos de los que éramos chicos entonces fuimos a pedir alguna rama para guardar como recuerdo.
Por esas cosas maravillosamente raras de este oficio, noto que hoy puedo relacionar el silencio que el abejorro de mi padre quebraba como un vidrio inmenso y frágil, y el propio silencio en nuestras andanzas por el campo que recuerdo y la abeja detenida del poema de Miguel Hernández que es todo silencio y todo poesía y hoy domina sobre todos los recuerdos.



*De Jorge Isaías. jisaias4646@gmail.com















*



El hombre cavó con calma un hoyo en la tierra húmeda y enterró en él la máscara que fue la representación de sus ancestros. Y nació del hueco un árbol robusto y mágico de cuyas ramas colgaban miles y miles de ojos en lugar de hojas. La vieja madera volvió a ser madera viva, verde y fulgurante como el mismo brillo de las estrellas; el hombre agotado y viejo se refugió bajo su cobijo a esperar a que, las alas de la gran sombra le llamara de vuelta a las raíces del gran árbol. Porque todo ha de volver a su destino. El agua al agua, el fuego al fuego y la soledad del cuerpo a otro cuerpo. Y el árbol dio testimonio de su vida ante el gran viento y los miles de ojos lo lloraron con la intensidad de lluvia, y las aves parlotearon en el aire su regocijo por el sabio de la máscara. Pero durante la séptima estación de lluvia una nueva máscara fue consagrada en el bosque para que fuera los ojos de aquel hombre que se perdió en el gran sueño.



*De Daniel Montoly. danielmontoly@yahoo.es











Diccionario de estados de ánimo*


La palabra desasociego mostrará la pequeña zozobra de intentar desacomodar eso ciego,  lo que no nos preguntamos.
Casi un rizoma de suaves sonidos que llevan.


*De Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar













Atravesar un parque*



Atravesar un parque inhabitado
a la hora del crepúsculo
cuando todo es posible.

Atravesar un parque a media tarde
como buscando escenas inconcretas.
Tal vez sea la sombra de un recuerdo
la perdida sensación de lo olvidado
o la certidumbre de lo irrecuperable.

Lo cierto es la figura
del hombre que camina
los senderos desiertos
esta tarde de otoño.

Quizá tras tantos pasos
se esconda algún principio.
O simplemente la deriva
-La angustiosa deriva-
desde siempre temida.


*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
















Y ESOS QUIÉNES SON*



Primero, reflexionemos sobre cómo nos hemos visto hasta ahora. Una se mira en el espejo y, dado el resultado, se dice que evidentemente la luz del baño es muy mala, terriblemente impiadosa. Una se convence de que esa luz cenital, como todos sabemos, debe ser evitada pues resalta las arrugas, marca pozos, dibuja depresiones o colinas en las mejillas y en la frente. Bañada por esa luz tan poco amigable se notan las canas al través de la tintura despareja, la línea de la mandíbula se revela floja, resaltan las manchas en la piel, y todo a causa de esta clase de luz claramente desfavorable, de la posición de la cabeza, de mirarse justo a esta hora del día.
En las fotografías nos acechan más decepciones. No es que una sea fea o esté envejeciendo, el problema se debe a no ser fotogénica, de eso no caben dudas; pero gracias a la tecnología es posible subsanar los defectos de los espejos y las cámaras. Wellcome al mundo de los filtros, gente mejorable.
He notado que viejos, jóvenes y niños son cada vez más bonitos. Es decir, que tienen caras lisas, sin granitos ni decoloraciones, ojos claros, rostros y narices delicados, labios carnosos.
La primera vez que pasé uno tras otro cientos de rostros en una aplicación, me sorprendió que la enorme mayoría fuesen personas bellas. Primero pensé que había alguna clase de censura a la fealdad, y sólo después supe que modificar la imagen mediante filtros es muy sencillo. Toda esa gente no es así en la vida real, en su espejo del baño, en el reflejo de las vidrieras, en las fotografías sin manipulación. Pero es así, joven y bella y más delgada, en las imágenes con las que se presenta frente a los otros en las redes y, posiblemente, es así, más joven y más bella y más delgada en la imagen que desea de sí, en la imagen que cree que la representa mejor y con mayor fidelidad. Porque esos somos, ¿o no?, somos lo que queremos ser.
Finalmente la fórmula motivacional halló la resolución más práctica, más adecuada a la velocidad de esta época. La gente se transforma en lo que quiere ser sin esfuerzo y con inmediatez. La satisfacción a un click de distancia.
En habitaciones solitarias, hombres y mujeres de todas las edades bailan, cantan, hablan, hacen confesiones o actúan para extraños. Se filman, se ponen bonitos, suben el resultado a la consideración del ancho mundo. No usan máscaras, ya no hace falta, con una pequeña manipulación el video los muestra como desean ser. Logran la mejor versión de sí mismos, y para otra vez dejo el trabajo de horrorizarme de que esa sea la mejor versión, lo que ello implica.
Después viene la decepción que proporciona el espejo del armario, el reflejo en el escaparate, esa cara y ese cuerpo reales que no son, que de ninguna manera pueden ser suyos, ya que en su imaginación son más jóvenes, más esbeltos, incomparablemente más bellos que esa gente ordinaria de las vidrieras.
Entonces recuerdan su imagen verdadera, la buscan en el teléfono, y sienten el alivio de no ser esas personas tan desagradables que parecían burlarse de ellos desde las superficies brillantes. La realidad es lo que quieren que sea, la pueden modificar y editar hasta que coincida con su deseo.
Cuánto de esa imagen mental invade la autopercepción, no lo sé. Supongo que estamos comenzando un nuevo tramo de las relaciones humanas, no sólo con los demás sino también con nosotros mismos. Ya el discurso de falsa autosuperación, individualismo y falta de esfuerzo en la consecución de metas es notorio, enmascarado en un progresismo extraño que, a la vez que habla sobre la aceptación de la diferencia, lo hace desde gente que responde a todos los estereotipos para poder estar en los medios. Es interesante seguir la carrera de los periodistas que llegan a la televisión desde los medios gráficos. En poco tiempo bajan cinco, diez kilos, pierden de a poco las imperfecciones, les brotan dientes parejos y refulgentes, se les borran las líneas de expresión, se les afinan las narices. En fin, se van pareciendo cada vez más a ese ideal hegemónico instalado en nuestro subconsciente.

La gente común, sin cirugías ni gimnasios, sin dietas ni sacrificios, se filma alegremente, se pone todos los filtros, se mira con satisfacción y se miente en la cara diciéndose “así salgo bien” o “estoy jugando”. Convencidos de que esos son los reales, los del video, cuando se ven por la calle pasan sin saludarse pues no se reconocen.


*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com











*


Algo se ha roto en un origen. Somos fragmentos que ya no pueden constituir ninguna unidad. Seguramente no hay origen, así que no sabemos ni qué se rompió ni cuándo ni por qué. Pero nuestro lenguaje no logra decir lo indecible que sin embargo está, y es más vivo que todas las palabras extranjeras que no nos representan: entonces percibimos la ausencia de algo que no se puede decir. Y que además, está prohibido como si no fuera suficiente no poder decirlo.


*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com








Inventren


-Próxima estación.
En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Midland:

ELÍAS ROMERO.


KM. 38.   MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.
LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE.  PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



**


-Siguiente estación.
En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Provincial:

CARLOS BEGUERIE.  

FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.




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