sábado, agosto 29, 2020

EL ESTRUENDO LEVE DEL SILENCIO...


*Foto de Belén Dezzi.








*


Una nevada sutil de láminas de hielo crujiendo al caer.
Una lluvia de cenizas blancas y negras bajo el zumbido de los aviones hidrantes yendo de acá para allá.
Una brisa suave que desparrama los pétalos blancos del ciruelo emprimaverado al ritmo constante del bisbiseo de las abejas.

Todo esto se vive en sólo una semana con la espalda fundida en la tierra y la cara al cielo.
Un mundo de sensaciones.
Sepan.


*Belén Dezzi
La Cumbre










¿Viste el humo en nuestro cielo?*



Además de la pandemia, allá afuera están incendiando el mundo. Aún entre estas paredes, en el centro de manzana del centro de Santa Fe, llegan las cenizas a rodar por el patio, y la casa se llena de un olor acre. El humo de las quemas trae su angustia hasta los gorriones ciudadanos, las torcazas alimentadas con arroz.

Se entiende que los ganaderos quieran limpiar los campos y recurran a los incendios para acabar con la vegetación que les resulta inútil, aunque esté prohibido, aunque arrasen con los nidos de las perdices, las vidas de todos los animalitos que no pueden escapar a tiempo.

Puedo entender que los que hacen grandes negocios inmobiliarios deseen destruir el ecosistema para que esas hectáreas no sean ya más grandes reservas y ellos puedan plantar allí sus countrys o canchas de tenis.

No lo justifico ni creo que pueda ser tolerado, pero lo comprendo porque tiene lógica. El delito debe traer beneficio económico a quien lo comete para ser comprensible; pero además del tema de los humedales, están incendiando terrenos cercanos a la ciudad, en zonas de recreo, y hasta patios de personas que tienen rejas, y eso permite acercarle un papel encendido a las ramas secas.

Entonces, mientras muere gente y se pasea el fantasma del virus por las calles, las llamas forman también un cerco a nuestro alrededor, aumentando el horror de los días.

No quiero ver las imágenes de los animales arrojándose al río, los cuerpitos calcinados. Es un desastre tanto más aterrador cuanto que no puedo explicarme las causas. Quizás sea todo cierto, sea verdad que los ganaderos aprovechan para limpiar los campos, que las inmobiliarias destruyen las reservas, que la gente replica las llamas porque sí, por agregar más caos a este mundo que se ha desacomodado, que nos muestra las entrañas.

Y mientras tanto, el humo sigue enturbiando el cielo.


*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com














XIII*



En el cielo
rugían los aviones
sin pájaros
sin nubes.
Sólo esos pájaros
de acero refulgente
que obstruían el sol
y enceguecían
rostros
asombros
miserias
pajaritos.


*De Jorge Isaías. jisaias4646@gmail.com
-De El vuelo de la abeja. Ciudad Gótica. 2008













EL BOSQUE DE LOS CEREZOS HA PARTIDO*



Me desperté asustada por el estruendo leve del silencio.
El bosque de los cerezos ha partido.
Ha partido. Ay sin despedirse.
También se ha ido el hombre del sombrero roto.
Se lleva, Ay se lleva la huella de la última nevada.
Los viñedos, inútilmente extendieron sus brazos.
Ay no pudieron, no.
Reclusos crepitan en la pasión dorada del otoño.
El sol, indeciso muerde una manzana de oro.
Ay una manzana de oro.
La esclavitud sonríe en la pausa fresca.

El bosque de los cerezos ha partido.
Ha partido. Ay sin despedirse.
El amor y el olvido, mustios
Caminan aferrados al hombre del sombrero roto
Y se llevan, Ay se llevan la huella de la última nevada.


*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@gmail.com













FRESNOS DE OTOÑO*

A mi hermano y a su pasión por los árboles.

Los fresnos- me dice mi hermano- en este tiempo, tienen las hojas doradas.
Y yo me imagino a los que están frente a la casa y que plantó mi padre.
Hay dos o tres más, en el terreno, que plantó mi hermano, aunque son muy chicos, pero un día serán señores árboles.
Pero hoy, cuando escribo fresnos, pienso de inmediato en esos otros, muy añosos.
Dos, que antes fueron tres, pero –siempre según mi hermano- que entiende de árboles, el del medio no crecía lo suficiente y molestaba los espacios a los otros dos, por lo cual en un momento lo que hizo fue arrancarlo, no sin dolor.
Mi padre no tenía mucha noción del futuro, al menos con los árboles. Cerca de la parrilla plantó los sauces, que hoy están inmensos, pero se molestan entre sí, con sus ramas. Con los sauces no se pude hacer nada, pero con los fresnos que crecen más lentos, sí.
Con ser el otoño la estación más bella, me enteré tarde de su existencia.
Antes de entrar a la escuela primaria, casi con seguridad, me veo conversando en la chacra de familia Milani, con un viejecito italiano que haría las livianas tareas de quinta y gallinero, como era usual en esa época.
Me veo interrogado, tal vez de diversos temas, pero retengo esta pregunta:
-¿Cuántas estaciones hay?
-Primavera, verano, invierno
Contesto tomándome los dedos de a uno hasta contar tres
- Te olvidaste de uno, me dijo, paciente.
Y ante mi insistencia, el mismo fue contando con sus dedos gastados de trabajar la tierra y concluyó:
-Te falta el “outono”
Cuando volví a mi casa y pregunté a mi madre, me respondió:
-Otoño
Y siguió en el minuciosos zurcido de una media con la cual precisamente había rodeado un mate calabacita en desuso..
Si bien yo tenía en ese tiempo el oído afinado para reconocer y aún entender esos dialectos itálicos, de los más variados y entonces, aunque predominaban abruzzeses en la zona, no pude reconocer esa palabra. Por una simple razón: nunca la había escuchado antes.
De este remotísimo recuerdo, casi de mi prehistoria, infiero que me enteré tardíamente de la existencia de las más bella estación, la que tanto le gustaba a Neruda y a tantos grandes poetas y de entre ellos recuerdo al más grande entre los nuestros, claro que nombro a Juan Laurentino Ortiz, a quien sus amigos llamaban Juanele.
Entonces, cuando visito mi casa paterna, y piso ese espesor dorado de fresnos que en el suelo se pone alfombra para recibirme, doy razón a mi padre y celebro esos árboles, que como nunca enseñorean con sus hojas doradas de otoño.
El fresno es el primero que pierde las hojas y las pierde rápidamente, cosa que siempre enfatizaba mi padre.
Lo cierto es que cuando uno traspone la humilde puertita de tejido esos fresnos lo reciben como a un Dios o un caballero, mientras el verdor esplendente de sus hojas lo permita. Pero cuando los fresnos se nos muestran sin hojas, en su elementalidad más vegetal, más excluyente de ternura, es “como una mujer desnuda arrojada al camino”, dice Pedroni en un magnifico verso que quiere expresar al desamparo más terrible. Eso es lo que son los fresnos hoy, en este tiempo.
Ya dejó todo su ropaje vistoso en el suelo, ya nos ofrece ese piso dorado como si fuéramos reyes, como para que uno se olvide la pobreza ritual de esas ramas, de ese tronco ya indiferente a las hormigas, a las calandrias y a las más humilde torcacita.
Esto en cuanto a los dos que plantó mi padre, hace décadas, pero los otros que plantó mi hermano hace poco, son fresnos de hojas verdísimas. ¿Qué pasa entonces con esta naturaleza tan sabia que destruye el cartesianismo grosero de uno? ¿Por qué los fresnos más jóvenes no muestran la amarillez de sus hojas? ¿Por qué siguen tan verdes, como si fuera verano rabioso y no este otoño tristón, que se arrastra por nuestros pies como una culebra de fuego dorado?
Hay preguntas que uno se hace y que no encuentra respuestas, pero importa poco porque en su lugar encuentra belleza.
Y es, en este mundo, más que suficiente.
Aunque no le encontremos razón, en este caso, da lo mismo.
Otro de los árboles que comparten ese espacio con fresnos, ceibos, aromitos, siempreverdes, moras y lapachos, es este apaleado aguaribay “juanelesco” y sobre todos ese palo borracho que se vino adulto muy pronto y prominente, será un árbol machazo, por ahora protegido por esas tuyas que lo salvan de los vientos del sur y ese tunal en que se convirtió la penca que hace tres décadas puso mi madre, seguramente con amor, como siempre ella trataba la cosas que la ataban a la tierra que amaba.
Muchas veces pensé, qué cosas diría si viera cómo le ganamos los lugares donde estuvieron la quinta y el gallinero con árboles de distintas variedad y espesura.
Seguramente aprobaría sin chistar, este berretín de sus hijos, con una alegre sonrisa en su cara morena.


*De Jorge Isaías. jisaias4646@gmail.com













Manifiesto del verbo*



Debo cruzar el río de palabras a contracorriente
buscando la indulgencia de la orilla
donde la voz de la realidad no duela tanto.
Esta doliente realidad sobre mi tierra
en la presente morada de la Desesperanza.

Saber que sólo queda un tragaluz cerca del cielo
por donde no se ve aún la luz que me permita
entender el lado oculto de las verdades que creí
y que dejaron de ser.

Necesario sería revivir la historia desde el vamos:
y abrir jaulas -cerrar fosas de odio- respirar un aire
que jamás volviera a tener vestigios de napalm
ni acostumbramientos de pólvora.

Necesario sería no tener recuerdos de guerras.
O sí, para no repetir el oprobio de ser
humanidad transitada por el constante error...
¿Es posible pedirle a la historia que detenga su marcha?

Este es el lugar y estoy aquí. Soy esta y soy aquel
con mi hambre y con su hambre, compartiendo
el pan duro de las promesas hechas. Y queriendo saber
si puede la letra contra el acero, hacerse visible, audible, real.

Con este manifiesto del verbo declaro:

Se necesita urgente un territorio abarcativo
que ampare las diversas orfandades
donde nadie venga a prometernos nada,
donde se haga; se cante, se incluya, y se trabaje.
Y no sea el hombre animal sin esperanza.


*De Miryam Colombotto de Seia. miryamseia@cablenet.com.ar












El banquete*


Después de la gran hecatombe nuclear los Plumkier, aristócratas de cuna, se reúnen cada tercer viernes de mes alrededor de una mesa, tal como venían haciendo desde el principio de los siglos. Cubertería de plata, copas de cristal de Murano y vajilla de porcelana de Sèvres. Etiqueta y traje largo.
Una enorme bandeja de plata con un asado de carne en el centro de la mesa.

Intentan que las cosas sigan como siempre y que las tradiciones se mantengan. Únicamente hay tres cambios que no pueden obviar: No hay pan, la carne no es de ternera sino de animales más pequeños y se ha instaurado un rezo antes de comenzar las comidas:

"Te damos las gracias señor por los alimentos que vamos a tomar y te rogamos que no sean tan radioactivos como el mes pasado", recitan mientras se contemplan las terribles quemaduras, las pústulas y la perdida de dientes.


*De Joan Mateu.














ORFANDAD*



Llegaste como un árbol gigantesco
antes de la anaconda y del caimán.
Te amparaba la noche, la penumbra y la sed de padre.
No lo sabía aún, pero venías de la idílica raza de la infancia.
Un soplo tembloroso
me arrojó a la umbría sombra de tus ojos.
Traías la fuerza del cardón y la obsidiana.
La pasión del monte enardecido.
Remolinos sedientos encendieron en vino
un circulo de sangre olvidado,
la música de antaño, el canto mas antiguo.
Quedaron estaciones en blanco.
Un país de aguas turbias, rojos ríos de llanto.
Esa región ignota ¿Dónde estaba?
¿Quién encendía el vino?
¿Quién bebía en al aire los musicales sorbos?
¿Quién soplaba la consumida brasa de la piel de mi madre?
¿Quién eras cuando no eras?
Hechizo, incendio huracanado, quemazón en la roca
insólito esplendor de la rosa mosqueta.
Amanecer,
insaciable sed de gorriones morunos trasnochados.

¡Ah, tus ráfagas! Dionisio. Violento y apacible.

Atropella ciegamente la noche.
Su grito de orfandad es un cuchillo
que degüella los pájaros nocturnos.
Y estremecidamente, entiendo:
No tenemos arraigo,
ni padre,
ni madre.


*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@gmail.com











*


Practicó infinidad de veces. Y lo logró. Se trasladaba en el espacio con sólo pensarlo. Pensaba: Ascochinga y ya estaba caminando en una de las calles de las serranías cordobesas. Pensaba: Niágara y estaba contemplando las cataratas.
Lo que no había desarrollado era la clarividencia. Esa tarde pensó: Luna. El aerolito, diminuto pero contundente, fue certero.









Inventren


-Próxima estación.
En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Midland:


ELÍAS ROMERO.

KM. 38.   MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.
LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE.  PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



**


-Siguiente estación.
En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Provincial:


CARLOS BEGUERIE.  

FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.




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