*Obra de Sandra
Caschera.
*
Retrata el agua,
pero no el río o el océano
no la laguna, sino el charco
que lleva en si su germen de humanidad.
En la tierra, o sobre la baldosa
deja traslucir el limo y la piedra
está vivo un tiempo
no corre para siempre y sin embargo:
es agua. No ves el hallazgo?
No estás, acaso, vivo?
Así sucede.
-Mercedes nació en Tandil,
provincia de Buenos Aires, en 1979. Vivió en Mar del Plata hasta los diecinueve
años. Entre 1998 y 2006 residió en España, donde se licenció en Sociología por
la Universidad Pública de Navarra. Realizó un máster en Gestión Cultural.
Publicó los libros Vecinos (Baile
del Sol, España, 2010), Historia de un ladrón
(Caballo de Troya, España, 2010), Imitación de los pájaros
(Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2013), Ficciones súbitas
(comp., Eds De aquí a la vuelta, Buenos Aires, 2013), Saigón
(Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2015).
En 2013 con el relato Grow a lover
ganó el premio Edmundo Valadés de cuento latinoamericano.
Recientemente publicó El cuerpo
intacto (2017, Penn Press), y Grow
a lover (2018, Pensamientos literarios)
10*
Nada dejó que no
doliera
MACEDONIO FERNÁNDEZ
Subiste,
Miraste por la ventanilla cómo se iba
perdiendo
el paisaje, que se alzaba, casi
tangible,
como un cuerpo vivo
¿Subiste al avión?
¿Qué palabras se dicen cuando se sube a
un avión?
¿Rezabas como si Dios te hubiese
humillado?
-De Luxemburgo
-Noelia nació en Morón, provincia
de Buenos Aires, en octubre de 1984. Textos de su autoría fueron publicados en
diversas antologías y revistas digitales como Digo.palabra.txt, Letralia, entre
otras. Realizó talleres literarios con Alberto Ramponelli y Eduardo Espósito.
Su primer libro de poemas, “Que la muerte nos ampare”,
fue editado por Francia Ediciones en 2017. Tradujo a Charles Bukowski desde
2011 y en 2017 publicó junto a Editorial Postales Japonesas su primera
antología bilingüe: “Solo con todo el mundo”.
En noviembre de 2018 editó en Ombligo Cuadrado “0034-Buitre
hacia la nada”, que consta de dos libros en un solo ejemplar. En
junio 2019 la editorial cordobesa Mascarón de proa publicó “La casa”.
*
Cuando era fácil el amor me regalaste
una tacita inglesa,
con faisanes rojos sobre un campo dorado
que compraste
en alguno de tus viajes.
Yo compré
hebras de té y cada día
mi despertar fue calentar el agua
para hacer una infusión
que se pareciera a despertar con vos.
La taza se rompió
y la llené de tierra fértil y planté
un rosario de la virgen
para que caiga
desde un estante de mi biblioteca
y se parezca
a leer con vos.
Yo no sé, pero aprendo cada día
que la lealtad es más poderosa que el amor,
pero el amor
cabe mejor en las pequeñas cosas.
- Mariana nació en General Belgrano,
Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.
Publicó: Cuadernos de la breve
ceguera (La Magdalena 2014). Jardines,
en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)
La hija del pescador (La Magdalena, 2016). Piedras de
colores (Proyecto Hybris 2018)
Su último libro publicado es El orden del agua,
GPU Ediciones (2019)
-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.
Un rayo de luz*
Debajo de la sombra verde
de esta mañana puedo pensar
en tu voz cuando me dice
que el amor se diversifica
como nunca habías imaginado.
Se refracta innumerables veces
como la luz que atraviesa estas ramas
y se disemina a nuestro alrededor.
Ahora sólo se me ocurre pensar
que una mano sobre una mejilla
son suficientes para tanta profundidad.
Y frente a eso cualquier argumento
se desvanece. Saber que el amor es sólo
un rayo de luz capaz de atravesar
la copa de un árbol frondoso.
*
Yo administro
mi filosofía con cuentagotas
pero no por ello es menor el incendio.
La pasión, como la procesión van por dentro
y por las noches
crujen las palabras en las intersecciones de los
huesos.
Una línea más
y cae la guillotina.
-Mercedes nació en Tandil,
provincia de Buenos Aires, en 1979. Vivió en Mar del Plata hasta los diecinueve
años. Entre 1998 y 2006 residió en España, donde se licenció en Sociología por
la Universidad Pública de Navarra. Realizó un máster en Gestión Cultural.
Publicó los libros Vecinos (Baile
del Sol, España, 2010), Historia de un ladrón
(Caballo de Troya, España, 2010), Imitación de los pájaros
(Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2013), Ficciones súbitas
(comp., Eds De aquí a la vuelta, Buenos Aires, 2013), Saigón
(Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2015).
En 2013 con el relato Grow a lover
ganó el premio Edmundo Valadés de cuento latinoamericano.
Recientemente publicó El cuerpo
intacto (2017, Penn Press), y Grow
a lover (2018, Pensamientos literarios)
CERA Y MARFIL *
“…aquel de ustedes que no tenga pecado, que tire la
primera piedra...”
(Cita bíblica).
Ha matado a todos lo hombre de su vida.
Por odio o por amor, al final, es lo mismo.
Nacida de la espuma hacia la espuma va.
Engendrada en el mar. No tuvo infancia.
Si, en cambio delfines, palomas, cisnes, almejas perlas.
Granados y manzanos. Mirto y rosas.
En ella hay dos mujeres, la joven y la vieja.
Sierva sagrada y meretriz de los templos.
Infiel a su esposo y fiel a sus amantes.
Bella. Impúber. Codiciada.
Andrógina. Quisquillosa y perversa.
Mujer de cera y de marfil.
Astuta. Artera. Sobreviviente.
Todos los días. Todos. Calza su yelmo.
Se arrodilla. Pide indulgencias.
Y humana, liberada de pasiones, es.
BEDUINOS*
El desierto se presentaba delante de ellos como un
mar de arenas sin fin y a pesar de ir dejando atrás una duna tras otra, la
aparición de otras de igual apariencia les hacía tener la sensación de que no
avanzaban en su huida.
No se arrepentían de su decisión y el amor que les
había lanzado a marcharse de sus respectivas tribus les daba fuerzas para
seguir. Su amor estaba por encima de las rencillas, los odios y las continuas
peleas que durante décadas habían enfrentado las dos familias.
Sólo la casualidad hizo que se conocieran y gracias
es ella se había fraguado aquel amor que les llevó a resolución de huir y
formar su propia familia lejos del pasado.
Al cabo de muchas jornadas llegaron a un oasis
pequeño y escondido detrás de unas formaciones rocosas de escasa altura, pero
que mantenían el lugar lejos de las miradas de circunstanciales trashumantes
por lo que decidieron establecerse allí.
Con el curso de los años, tuvieron dos hijos,
consiguieron cultivar la tierra y tener algunos animales pudiendo con todo ello
vivir una vida tranquila, feliz y en paz.
Una mañana despertaron sorprendidos al ver que el
oasis había desaparecido, sus dos hijos no estaban y el huerto y los animales
se habían esfumado. Sentados sobre la arena caliente con los primeros rayos del
sol de la mañana, se miraron a los ojos y comprendieron, con desesperación, que
habían vivido todos aquellos años en un espejismo.
*De Joan Mateu.
A la mujer a veces se le
encabritaba la mirada.*
Era como si un río de caballos negros y sedosos la traspasara en la
búsqueda del mar.
Un día se dejó ir desnuda, con pequeños adornos de corales rojos y
negros.
Llegó hasta la orilla.
No sabía si seguir o volver a la blandura del sueño.
El cazador de gestos sabe el final.
Sea como sea que termine la historia, a la mujer nadie le quitará
de los ojos el brillo de los caballos galopando su noche.
*
Tener una intensa
nostalgia de lo que nunca sucedió.
Inventren
LA RAZÓN CENTRÍFUGA*
Llegué a Roque Pérez. Desde aquí no me queda otra opción que hacer
dedo. Pedir aventón traducen los españoles, pero aquí no aventamos las cosas,
las tiramos, las revoleamos como quien dice que se saca algo de encima, lo
agarra de una esquina, mueve el brazo en redondo por sobre la cabeza, suelta y
la cosa sale disparada hacia una esquina del mundo, y se queda ahí donde ya no
hace daño. No aventamos ni arrojamos, en nuestro tirar hay una desesperación de
revoleo, y me pongo a discurrir sobre temas tangenciales para evadirme de este
presente, de este haber llegado casi, de estar tan cerca aunque falte el último
tramo.
No hago dedo entonces. Podría ponerme a la vera de la ruta y con el
clásico gesto de los mochileros indicar mi deseo de que algún buen samaritano
me recoja, pero en este lugar y en estos tiempos podría pasar días esperando
que alguien me levante.
En un barcito pregunto si hay forma de viajar a la Estación Juan
Tronconi. El hombre detrás de la barra lo piensa un momento mientras pasa la
rejilla borrando las gotitas que ha dejado la bandeja de latón que se ha
llevado el mozo. Dieciséis kilómetros, me informa. No me pregunta para qué quiero
ir a una estación que ha dejado de recibir trenes desde hace más de cincuenta
años, su orgullo masculino lo insta a resolverme el problema. Se nota que es
uno de esos hombres acostumbrados a solucionar desperfectos, y lo veo dando
vueltas un mapa mental de caminos rurales y alambradas, adornado con vagas
referencias de tendidos eléctricos repletos de gigantescos nidos de loros.
La maestra. Me dice que la maestra de la escuela número ocho va
hasta ahí cerquita de la estación. Que la escuela está a un tiro de piedra.
Después si, ahora que me dijo cómo llegar, me pregunta para qué voy. Quiere
seguir demostrando eficacia, intenta adivinar, supone que hago un relevo
fotográfico de sitios históricos, pero me advierte que la estación ha quedado
en un campo privado, y sólo se ve de lejos, detrás de una alambrada.
Me dice que la maestra vive ahí a unos trescientos metros del bar,
que si camino hacia la izquierda voy a encontrar una casa con una reja blanca y
un ficus en la vereda. Me dice que no me puedo equivocar, que el árbol es
enorme y las raíces están tirando la pared que sostiene la reja.
Tuve suerte, encontré la casa, la mujer se mostró amable y accedió
a llevarme hasta la escuela. Eso sí, me dijo, tendría que compartir el
automóvil con sus hijos y una enorme cantidad de cachivaches. Pilas de
cuadernos, rollos de láminas, cajas de diferentes tamaños, un chico de unos
nueve años y una nena de siete que fueron todo el camino disputando un celular
con el que uno intentaba escuchar una música mientas la niña lo acusaba a la
madre y viceversa.
No podíamos mantener la conversación sin gritar, por lo que tras
vanos intentos de preguntar o responder superficialidades, pude mirar lo poco
que había para ver mientras el auto traqueteaba en el camino de tierra. Vacas,
postes, alambradas, pájaros, sembrados que para mi ignorancia podían ser
cualquier cosa entre soja o alfalfa.
La escuela consta de dos edificios celestes, uno más grande y con
una enorme puerta con arco de medio punto, de hierro, con grandes cuadrados de
vidrio repartido. No pude evitar pensar que en la ciudad los vidrios ya
estarían rotos, y por la noche habrían vandalizado la escuela aprovechando esos
grandes espacios sin rejas. Pero estamos en el medio del campo, aquí se
respetan los objetos construidos con esfuerzo humano.
Todavía no llegan los chicos ni las otras señoritas, la maestra
abre la escuela media hora antes del inicio del turno para preparar los
salones, abrir las ventanas, regar las plantas de las macetas. Me dice que está
reemplazando a la directora, que tiene muchas ocupaciones, desaparece con los
hijos ofreciéndose a llevarme de vuelta a la ciudad cuando finalice el horario
escolar.
Voy hasta la estación. Camino en un silencio maravilloso. Las
retamas rojas salpican el pasto que a esta hora tiene un color precioso,
brillante, favorecido por la lluvia de ayer. Claro que me detiene el alambrado.
Cerca, a unos cincuenta metros quizás, el edificio de la estación con su techo
rojo a dos aguas todavía parece vivo. Veo el andén, con las cenefas de madera,
las paredes de ladrillo típicamente inglesas como el verde de las aberturas.
Allá el galpón de carga, largo y tan hermoso acostado bajo su cielo
perfectamente azul. La hilera de altos plátanos retorcidos, el molino dibujado
finamente, haciendo contrapunto con el tanque de agua macizo. Todo igual.
Faltan los Sosa en la carnicería, la gente llegando con paquetes en sus
verduleras, el guarda y su silbato. Falta, claro, la gente. Pero la ilusión de
realidad es tan fuerte que creo escuchar las voces entremezcladas con el grito
de los teros y ladridos lejanos.
No pertenezco a este paisaje. Me lo contaron. A pesar de mi edad,
que ya me funde con todos los paisajes en sepia, no conocí los acopios de
cereales de los planes quinquenales cuando se nacionalizaron los ferrocarriles,
ni tampoco vi pasar la última formación en 1961. No estuve cuando levantaron
las vías, cuando desapareció el puente que unía Roque Pérez con Carlos
Beguerie. No estaba yo sobre este andén borrado, cuando esto dejó de ser una
estación de trenes para ser testimonio de fracaso.
Vengo a despedirme. Por qué aquí, bueno, porque en algún lugar se
derrumbaron las ilusiones, y éste fue uno de esos lugares. Recóndito, centrado
en su telaraña de caminos polvorientos, posesión inglesa primero, argentino
luego, propiedad privada ahora, desaparecido, inútil, lugar de fantasmas,
mancha de lo que no fue.
Recostada contra uno de los postes del alambrado, llorando sin
mucha lágrima pero a corazón desollado. En soledad, pequeña, despeinada, con
las piernas cansadas, consciente del polvo en los zapatos y de que empiezo a
tener hambre. Con pena de tener hambre, porque las ocasiones solemnes no
debiesen opacarse con estas cosas. Triste, triste, muy triste. Sintiendo el
planeta esférico bajo mis pies, henchida de amor por esta Argentina que me
defrauda hasta el vértigo, a punto de ahogarme por la bronca contra esta
Argentina que me defrauda. Sabiendo que estoy haciendo un recuerdo, que estoy
plantando una bandera en mi memoria, un momento iluminado por el relámpago, una
quemadura desgarradora.
Mañana será Ezeiza, el vuelo, la partida.
Aquí, en el medio del campo, que es el medio de la nada o sea el
centro del alma y el centro de mi Patria, mirando de lejos las ruinas de una
promesa, viendo el puente que falta, las huellas de vías que se desvanecieron,
la caída de un enorme toro que desapareció en su propia polvareda. Aquí, antes
de volver a subir al automóvil de la maestra, me despido.
Una figura aparece en el andén. No distingo si es una mujer o un
niño, la saludo con un amplio gesto de mi mano por sobre la cabeza. Permanece
inmóvil un instante y luego, despacio, me devuelve el saludo con lentitud,
dibujando un arco ampliamente con el brazo derecho.
¿Soy yo, de joven? Un escalofrío bajo el sol. Quien se va se deja,
me digo. Aquí queda mi juventud. Me marcho.
-Próxima estación.
En el recorrido del tren literario por el
Ferrocarril Midland:
ELÍAS ROMERO.
KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO
GENERAL BELGRANO. LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL
CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI. KM
12.
LA SALADA. INGENIERO
BUDGE. VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE. PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
**
-Siguiente estación.
En el recorrido del tren literario por el
Ferrocarril Provincial:
CARLOS BEGUERIE.
FUNKE. LOS
EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN
GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR
DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D. SÁEZ. J. R.
MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.
LISANDRO OLMOS. INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
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