lunes, octubre 03, 2022

ESTACIÓN LIBERTAD MIDLAND

 


*Foto de Miguel Ángel Savino.

 

 



 

 

 

Ensueño en estación Libertad*


 

Vine a Libertad porque el nombre me pareció sugerente. Y tal vez también porque algún amigo me había hablado del sitio, de la estación, aunque esto está algo confuso en mi cabeza.

Tomé el tren en alguna parte (después de semanas viajando sin destino, me costaba ubicarme) y confié en no pasarme de mi parada, cosa que me sucedía con demasiada frecuencia.

Esta vez, por fortuna, estuve lo bastante atento y bajé donde había previsto. Miré alrededor. Elegí un rumbo y caminé durante un buen rato. Vi algunos edificios, un centro comercial, una iglesia… nada que no hubiera en otros mil lugares. Me desanimó comprobar que no había allí nada de lo que yo buscaba (pero ¿qué era exactamente lo que buscaba?) y regresé a la estación, dispuesto a tomar el primer tren de vuelta (de vuelta ¿a dónde?).

Como aún faltaban varias horas hasta la próxima salida, me senté en un banco del andén y, presumiblemente, me quedé dormido.

En el sueño, yo dormitaba en un banco del andén de la estación de Libertad. Un desconocido me zarandeó sin brusquedad y al verme ya despierto, me ofreció un teléfono móvil. Yo no supe qué hacer y me lo quedé mirando a los ojos. Él insistió: “Quiere hablar contigo”. Yo tomé maquinalmente el artefacto y pregunté con la mirada: “¿Quién?”. Pero el tipo pareció no entender y dio media vuelta, alejándose a continuación en dirección al norte. Puesto que tenía el teléfono en la mano, hice lo más natural, saludar. Del otro lado me llegó la voz de una mujer.

Creo que se identificó, pero no entendí su nombre y no me atreví a preguntar por no parecer grosero. Debía de ser una amiga o pariente porque me habló de personas próximas a mí y de hechos que tuvieron lugar en mí ya lejana niñez. Después se puso a contarme cómo le había ido la vida, describió lugares que había visitado, viajes que había hecho, aventuras. Llegado mi turno, yo le hablé de mis dificultades como estudiante de secundaria, del tedioso trabajo en el taller del que no pude escapar en muchos años, de mi experiencia como jugador y entrenador de baloncesto (las victorias y derrotas, la risa y las lágrimas, el esfuerzo y la decepción). Poco a poco, fui soltándome. Intercambiamos anécdotas. Me felicitó por mi libro (que dijo haber leído con avidez) y yo me interesé por sus logros. Pasaron varios trenes, pero ninguno se detuvo.

Después seguimos charlando, no me pregunten de qué. No lo recuerdo. Ya saben que los sueños son volátiles. Lo que sí puedo afirmar es que una extraña sensación agradable se fue extendiendo por mi espíritu. Debieron de pasar horas, o minutos, nada es lo que parece en el reino de los sueños. En algún momento, el tipo volvió y reclamó su teléfono. Yo me despedí de mi interlocutora no sin antes fijar una cita en un lugar y un tiempo que no pude recordar una vez despierto. Tampoco sabía, me dije, el nombre de la mujer.

Llegó un tren. Me subí a él, ya no importaba el destino. De algún modo, comprendí que mi búsqueda había llegado a su fin, que ya tenía lo que necesitaba. El tren arrancó, y aunque la escena soñada ya empezaba a difuminarse en mi memoria, el poso que había dejado, lo supe, permanecería en mí para siempre.

 

*De Sergio Borao LLop. sbllop@gmail.com

http://sergioborao2011.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ATARDECER*

 

 

Mientras perdura

esa luz última,

secreta,

y se abandona a la ternura de las cosas,

miro

los dedos del sol

rozando la copa de los robles,

suave,

tan suave.

Es tan gentil esta tristeza sobre el mundo,

tan delicada

la retirada de la luz,

como si hubiera en ella el deseo de permanecer,

y la certidumbre

de que todo termina.

 

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

 

- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell. Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015) La hija del pescador (La Magdalena, 2016).  Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018). El orden del agua, GPU Ediciones (2019)

-Su libro MADURA, ha sido editado por Editorial Sudestada (2021)-

-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria

 

 

 

 







 

 

 

ESTACIÓN LIBERTAD*

 

El final del recorrido es la estación Libertad, te das cuenta.

Si estuviese Myriam diría que el Universo conspira para que este viaje justo termine en un lugar que se llama Libertad, pero como no está, puedo ser reciamente racionalista, negativamente escéptica, aburridamente lógica. Así, por tríadas, que las descripciones armónicas van de a tres adjetivos, aunque en el tres parece que una palabra sobra, y no, no sobra, que el par es poco y cuatro es demasiado.

Y así voy, de soliloquio en delirio porque no venís conmigo, porque no te escucho respirando en el asiento de al lado, no me desespero con tus argumentos rebuscados y ese buenismo que tiene más de derrota que de ingenuidad.

La nena que hace un berrinche y me crispa los vellos de la nuca te hubiese provocado una sonrisa cansada, y seguro que le hubieses dicho algo tierno y tonto, más para vos mismo que para ella, y la madre te hubiese ignorado o hubiese intercambiado una mirada confusa conmigo, como pidiendo que le explique algo que jamás pude poner en palabras. Y claro que no podría explicarte después de tantos años y de tantos días, más que nada tantos días, uno encima de otro tan pegados, tan llenos de tu color nacarado mezclado con mi ropa negra.

El tren está en marcha y yo, sentada, viajo sobre las vías sin verlas, sobre los durmientes sin verlos, sobre ruedas que adivino por debajo del piso que vibra. No veo la locomotora, no veo el cielo, no veo el campo. Es como estar en una habitación larga y estremecida de fiebre, temblorosa, llena de desconocidos que se ignoran ahogados en celulares de luz violenta. No sé por qué pienso en un acuario, y entonces cuál es el pez que deja un hueco a mi lado, qué clase de pez serías si estuvieses aquí, entre luces blancas, en una atmósfera acuática y fantasmal. No lo sé, es tan tonto buscar el parecido entre animal y persona, pero algo esencial se puede proyectar y acabaría encontrando una sombra tuya en algún pez redondito, uno de ojos grandes, un pez alelado por el mar tan vasto, tan despojado. Sí, claro, un pez que no sabe bien cómo es eso de nadar, que no entiende el océano, que adivina mareas pero no quiere aprenderse los horarios ni las referencias. Un pez desesperante, tan frágil, tan parecido a vos que te negaste siempre a las brújulas.

Y claro que no estás. Te moriste a traición, sin darme tiempo a pagar las cuentas, lavar los manteles o comprarte ropa nueva. Nada, ni siquiera pude llorarte demasiado, con esta sensación de no saber si de veras te extraño tanto como todos suponen. Qué cosa ésta de no sobreactuar el dolor, esta convención que siempre mantuvimos de tender a la elegancia mientras se pueda. Y entonces hay un cierto frío, un vértigo de soledad, un espacio enorme y oscuro detrás de las puertas pero nada de rasgarse vestiduras, cubrirse de tierra la cabeza o golpearse el pecho.

Cómo me gustaría una escena italiana, llorar a los gritos y arrojar fuentes de porcelana contra las paredes. Qué liberación si vos hubieses sido otro, si yo fuese otra, si romper platos y copas sirviese para algo a quien no cree en los gestos sobredimensionados.

Entonces llegamos.

Estación Libertad. Y me despierto. Como en un mal cuento me despierto. Y te veo dormido, rosado y tibio debajo de las sábanas arrugadas.

Te despierto y te cuento que te soñé muerto, que yo no lloraba, que el vagón parecía una pecera, que yo no lloraba, que una nena había hecho un berrinche pero que yo no lloraba. Te cuento que vos estabas muerto y que yo no estaba segura de estar triste. Con lágrimas, con una angustia que me estrangula la voz te digo de nuevo que yo ¿Te das cuenta? Te digo que yo no lloraba.

Y si, Estación Libertad. Toca libertad ahora, al final del viaje.

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

 

 








 

 

Deseos*

 

 

A solas, en el acogedor laberinto de los sueños,

en el oscuro refugio de la noche, en la cierta

casa invisible que está en el límite del abismo,

en la difusa periferia de lo sensible, deambulo

ajeno al vacío sobre el tenso alambre de niebla.

Allí, la idea era pura, y, en ella, fluían, íntegras

y exactas las palabras en un orden melodioso,

en el secreto pentagrama de los sentidos, yo,

componía una música oportuna e inmejorable.

Algo ocurrió al despertar y querer escribirlo,

sólo pude recuperar fragmentos de un espejo

partido que ya no reflejaba nada coherente,

¿Cómo fue posible que el orden de la belleza

mutara en un caos inentendible?, qué es este

rompecabezas sin sentido, pedazos irregulares

y mezclados de un animal muerto o de varios.

Qué de mi causó la masacre y el estropicio,

qué de la adaptación a lo cotidiano del día

es lo que pierde el jardín que duerme en mí

esperando brotar en el rocío, y me es dado

tan sólo por un momento como una prueba

de ese otro que me habita y que, implacable,

se desvanece al tratar de hacerlo evidente.

 

*De Horacio Rodio. horaciorodio@hotmail.com

25/09/2022

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Perdidos*

 

“estos hilos aprisionan a las sombras

y las obligan a rendir cuentas del silencio

estos hilos unen la mirada al sollozo”

Alejandra Pizarnik

 

 

 

1

 

Mi abuela mientras pudo resistió aceptar al presente.

Lo sencillo y posiblemente equivocado sería decir que fue perdiendo la memoria por etapas hasta que el “aquí y ahora” la abandonó por completo.

Mi abuela materna –la única que conocí- se perdió más de una vez llevándome de la mano por el barrio. Por ese entonces con dos años o tres a lo sumo no podía guiarla más allá de reconocer cual era nuestra casa.

En 1960 el barrio era un suburbio pequeño, los vecinos se conocían.

Mi abuela era terca en sus convicciones. Según la prodigiosa memoria de mi madre, la abuela relataba que caminaba por la ribera del D’ Orba con su hijo pequeño buscando el sendero que conducía al pueblo. Su casa quedaba muy cerca de la iglesia. De pronto había perdido la referencia del río y allí estaba en otro pueblo que por supuesto le era desconocido.

Aun en la puerta de casa -que aun pequeño ya reconocía- mi abuela seguía porfiando ahora en su dialecto mitad francés e italiano que se había perdido lejos de su pueblo, que yo no era su nieto sino su hijo Nicolás. Cuando mi abuela estaba por morir me llevaron a verla, ella veía en mí a su hijo. Me llamaba con la voz que le quedaba.

No llore aquella vez y creo que no pude llorar nunca más con el llanto profundo que merecen las pérdidas.

 

 

 


 

2

 

A lo largo de años recorriendo vías del tren que ya no existe, fui cosechando frases. Una viene al caso “el pasado es otra persona”. A veces creo que es parcialmente cierto y otras que para nada. Que somos siempre los mismos buscando algo inasible o intentando reparar lo remoto. Incluso una historia ajena que no nos pertenece. Dicen que las historias familiares no nos pertenecen, pero dejan cicatrices profundas.

Cuando subí al tren del presente desde Marinos del Crucero General Belgrano, me pregunté por donde había estado mi propia vida durante tantos años.

Era una pregunta imposible, se mezclaba cierto rumbo ecléctico, por no usar la palabra desvarío con esa obstinación demencial por seguir el recorrido por el trazado de vías que en algunos sectores dejaron de tener huellas reconocibles. Por suerte el recorrido original del Midland no murió del todo, quedan pueblos pequeños pero vitales ya sin otras vías que las de letras. Esa formación del ahora Belgrano sur, ya no volverá al tren a vapor que alguna vez manejó desde Carhué Don Galileo con un tender repleto de carbón con el buenazo de Mario como foguista.

Osvaldo Soriano escribió certero "Los trenes tienen algo que ver con el principio y con el final".

 


 

 

 

3

 

 

Cuando el tren se detuvo inesperadamente en el paso nivel que antecede a la entrada de Libertad entendimos que algo había ocurrido.

Los trenes reales tienen acontecimientos que la literatura suele desprender por intolerables.

Entre Marinos del Crucero General Belgrano y Libertad todavía hay vía única. El tren marcha a paso de hombre por los trabajos de colocación de la segunda vía. Hasta ahora si un tren no entra a los andenes de Libertad no podría salir el que va hacia Marinos.

El maquinista era un muchacho joven que se lamentaba. Vio al perrito blanco cruzando por el paso a nivel lindero a la calle, accionó la bocina para asustarlo, el perrito en vez de correrse se quedó paralizado.

“Pude detener al tren. Pensé que se había salvado.”

 Delante del tren una mujer joven estaba tendida atravesando la trocha métrica del ferrocarril Belgrano.

La mujer se arrojó literalmente sobre las vías para abrazar a su perrita pensando quizás que estaba lastimada, pero su perrita había muerto. Cada tanto la joven le recriminaba a su perrita “porque me seguiste”.

La perrita la seguía a todas partes. La rescató de la calle y la había adoptado. La perra había saltado el tapial, la siguió a distancia hasta el cruce con las vías.

La perrita blanca como nieve se llamaba Bruna. Cada tanto entre ahogo y ahogo la mujer la nombraba como si pudiera devolverla a la vida.

Alguien llamo a una ambulancia. Se escuchaba la sirena acercándose.

Esa joven desconocida con su llanto que paralizó al mundo había puesto en conmoción mi propia coraza.

 

 

 

 

4

 

 

Éramos mi abuela y yo perdidos en algún limbo.

Quien no se hubiera sacudido por la coincidencia del nombre de la perrita con su abuela. Inevitable traer una y otra vez a la abuela Bruna al escuchar su nombre. 

No, no parecía solamente eso. Ese golpe a la perrita desde un tren del presente lo sentí en la profundidad del cuerpo. Soy el que ahora tiene la edad que tenía mi abuela en aquel entonces.

No hay nieto para llevar de la mano por calles o estaciones. Soy el niño viejo que sin excusas ni otras manos sigue jugando a estar perdido en trenes imaginarios mientras el mundo sigue andando.

 

 

*De Eduardo Francisco Coiro.

https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar

 

 

 

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial.

 

Queridos amigos, suena algo desmedido por el tiempo que demandará, pero intentaremos llegar hasta donde se pueda con el recorrido previsto originalmente hace más de una década. Al menos en Estación Loma verde una familia espera leer nuestra épica literaria.

 

-Próxima estación:

 

FUNKE.

 

LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO. 

LOMA VERDE.    ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

GOBERNADOR OBLIGADO.

ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. 

D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.

 INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA. GOBERNADOR GARCIA.

 

LA PLATA.

 

 

 

 

InventivaSocial

Plaza virtual de escritura

-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

Blog histórico & archivo: https://inventivasocial.blogspot.com/

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