*Foto de Miguel Ángel Savino.
Ensueño
en estación Libertad*
Vine a Libertad porque el
nombre me pareció sugerente. Y tal vez también porque algún amigo me había
hablado del sitio, de la estación, aunque esto está algo confuso en mi cabeza.
Tomé el tren en alguna
parte (después de semanas viajando sin destino, me costaba ubicarme) y confié
en no pasarme de mi parada, cosa que me sucedía con demasiada frecuencia.
Esta vez, por fortuna,
estuve lo bastante atento y bajé donde había previsto. Miré alrededor. Elegí un
rumbo y caminé durante un buen rato. Vi algunos edificios, un centro comercial,
una iglesia… nada que no hubiera en otros mil lugares. Me desanimó comprobar
que no había allí nada de lo que yo buscaba (pero ¿qué era exactamente lo que
buscaba?) y regresé a la estación, dispuesto a tomar el primer tren de vuelta
(de vuelta ¿a dónde?).
Como aún faltaban varias
horas hasta la próxima salida, me senté en un banco del andén y,
presumiblemente, me quedé dormido.
En el sueño, yo dormitaba
en un banco del andén de la estación de Libertad. Un desconocido me zarandeó
sin brusquedad y al verme ya despierto, me ofreció un teléfono móvil. Yo no
supe qué hacer y me lo quedé mirando a los ojos. Él insistió: “Quiere hablar
contigo”. Yo tomé maquinalmente el artefacto y pregunté con la mirada:
“¿Quién?”. Pero el tipo pareció no entender y dio media vuelta, alejándose a
continuación en dirección al norte. Puesto que tenía el teléfono en la mano,
hice lo más natural, saludar. Del otro lado me llegó la voz de una mujer.
Creo que se identificó,
pero no entendí su nombre y no me atreví a preguntar por no parecer grosero.
Debía de ser una amiga o pariente porque me habló de personas próximas a mí y
de hechos que tuvieron lugar en mí ya lejana niñez. Después se puso a contarme
cómo le había ido la vida, describió lugares que había visitado, viajes que
había hecho, aventuras. Llegado mi turno, yo le hablé de mis dificultades como
estudiante de secundaria, del tedioso trabajo en el taller del que no pude
escapar en muchos años, de mi experiencia como jugador y entrenador de
baloncesto (las victorias y derrotas, la risa y las lágrimas, el esfuerzo y la
decepción). Poco a poco, fui soltándome. Intercambiamos anécdotas. Me felicitó
por mi libro (que dijo haber leído con avidez) y yo me interesé por sus logros.
Pasaron varios trenes, pero ninguno se detuvo.
Después seguimos
charlando, no me pregunten de qué. No lo recuerdo. Ya saben que los sueños son
volátiles. Lo que sí puedo afirmar es que una extraña sensación agradable se
fue extendiendo por mi espíritu. Debieron de pasar horas, o minutos, nada es lo
que parece en el reino de los sueños. En algún momento, el tipo volvió y
reclamó su teléfono. Yo me despedí de mi interlocutora no sin antes fijar una
cita en un lugar y un tiempo que no pude recordar una vez despierto. Tampoco
sabía, me dije, el nombre de la mujer.
Llegó un tren. Me subí a
él, ya no importaba el destino. De algún modo, comprendí que mi búsqueda había
llegado a su fin, que ya tenía lo que necesitaba. El tren arrancó, y aunque la
escena soñada ya empezaba a difuminarse en mi memoria, el poso que había
dejado, lo supe, permanecería en mí para siempre.
*De Sergio
Borao LLop. sbllop@gmail.com
http://sergioborao2011.blogspot.com.ar/
ATARDECER*
Mientras perdura
esa luz última,
secreta,
y se abandona a la
ternura de las cosas,
miro
los dedos del sol
rozando la copa de los
robles,
suave,
tan suave.
Es tan gentil esta
tristeza sobre el mundo,
tan delicada
la retirada de la luz,
como si hubiera en
ella el deseo de permanecer,
y la certidumbre
de que todo termina.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana
nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en
City Bell. Publicó: Cuadernos de la
breve ceguera (La Magdalena 2014). Jardines,
en coautoría con Raúl Feroglio (El
Mensú, 2015) La hija del pescador
(La Magdalena, 2016). Piedras de colores (Proyecto Hybris
2018). El orden del agua, GPU
Ediciones (2019)
-Su libro MADURA, ha sido editado por Editorial Sudestada (2021)-
-Coordina Microversos, talleres de
exploración literaria
ESTACIÓN
LIBERTAD*
El final del recorrido es la estación
Libertad, te das cuenta.
Si estuviese Myriam diría que el Universo
conspira para que este viaje justo termine en un lugar que se llama Libertad,
pero como no está, puedo ser reciamente racionalista, negativamente escéptica,
aburridamente lógica. Así, por tríadas, que las descripciones armónicas van de
a tres adjetivos, aunque en el tres parece que una palabra sobra, y no, no
sobra, que el par es poco y cuatro es demasiado.
Y así voy, de soliloquio en delirio porque
no venís conmigo, porque no te escucho respirando en el asiento de al lado, no
me desespero con tus argumentos rebuscados y ese buenismo que tiene más de
derrota que de ingenuidad.
La nena que hace un berrinche y me crispa
los vellos de la nuca te hubiese provocado una sonrisa cansada, y seguro que le
hubieses dicho algo tierno y tonto, más para vos mismo que para ella, y la
madre te hubiese ignorado o hubiese intercambiado una mirada confusa conmigo,
como pidiendo que le explique algo que jamás pude poner en palabras. Y claro
que no podría explicarte después de tantos años y de tantos días, más que nada
tantos días, uno encima de otro tan pegados, tan llenos de tu color nacarado
mezclado con mi ropa negra.
El tren está en marcha y yo, sentada, viajo
sobre las vías sin verlas, sobre los durmientes sin verlos, sobre ruedas que
adivino por debajo del piso que vibra. No veo la locomotora, no veo el cielo,
no veo el campo. Es como estar en una habitación larga y estremecida de fiebre,
temblorosa, llena de desconocidos que se ignoran ahogados en celulares de luz
violenta. No sé por qué pienso en un acuario, y entonces cuál es el pez que
deja un hueco a mi lado, qué clase de pez serías si estuvieses aquí, entre
luces blancas, en una atmósfera acuática y fantasmal. No lo sé, es tan tonto
buscar el parecido entre animal y persona, pero algo esencial se puede
proyectar y acabaría encontrando una sombra tuya en algún pez redondito, uno de
ojos grandes, un pez alelado por el mar tan vasto, tan despojado. Sí, claro, un
pez que no sabe bien cómo es eso de nadar, que no entiende el océano, que
adivina mareas pero no quiere aprenderse los horarios ni las referencias. Un
pez desesperante, tan frágil, tan parecido a vos que te negaste siempre a las
brújulas.
Y claro que no estás. Te moriste a
traición, sin darme tiempo a pagar las cuentas, lavar los manteles o comprarte
ropa nueva. Nada, ni siquiera pude llorarte demasiado, con esta sensación de no
saber si de veras te extraño tanto como todos suponen. Qué cosa ésta de no
sobreactuar el dolor, esta convención que siempre mantuvimos de tender a la
elegancia mientras se pueda. Y entonces hay un cierto frío, un vértigo de
soledad, un espacio enorme y oscuro detrás de las puertas pero nada de rasgarse
vestiduras, cubrirse de tierra la cabeza o golpearse el pecho.
Cómo me gustaría una escena italiana,
llorar a los gritos y arrojar fuentes de porcelana contra las paredes. Qué
liberación si vos hubieses sido otro, si yo fuese otra, si romper platos y
copas sirviese para algo a quien no cree en los gestos sobredimensionados.
Entonces llegamos.
Estación Libertad. Y me despierto. Como en
un mal cuento me despierto. Y te veo dormido, rosado y tibio debajo de las
sábanas arrugadas.
Te despierto y te cuento que te soñé
muerto, que yo no lloraba, que el vagón parecía una pecera, que yo no lloraba,
que una nena había hecho un berrinche pero que yo no lloraba. Te cuento que vos
estabas muerto y que yo no estaba segura de estar triste. Con lágrimas, con una
angustia que me estrangula la voz te digo de nuevo que yo ¿Te das cuenta? Te
digo que yo no lloraba.
Y si, Estación Libertad. Toca libertad
ahora, al final del viaje.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
Deseos*
A solas, en el acogedor laberinto de los
sueños,
en el oscuro refugio de la noche, en la
cierta
casa invisible que está en el límite del
abismo,
en la difusa periferia de lo sensible,
deambulo
ajeno al vacío sobre el tenso alambre de
niebla.
Allí, la idea era pura, y, en ella, fluían,
íntegras
y exactas las palabras en un orden
melodioso,
en el secreto pentagrama de los sentidos,
yo,
componía una música oportuna e inmejorable.
Algo ocurrió al despertar y querer
escribirlo,
sólo pude recuperar fragmentos de un espejo
partido que ya no reflejaba nada coherente,
¿Cómo fue posible que el orden de la
belleza
mutara en un caos inentendible?, qué es
este
rompecabezas sin sentido, pedazos
irregulares
y mezclados de un animal muerto o de
varios.
Qué de mi causó la masacre y el estropicio,
qué de la adaptación a lo cotidiano del día
es lo que pierde el jardín que duerme en mí
esperando brotar en el rocío, y me es dado
tan sólo por un momento como una prueba
de ese otro que me habita y que,
implacable,
se desvanece al tratar de hacerlo evidente.
*De Horacio
Rodio. horaciorodio@hotmail.com
25/09/2022
Perdidos*
“estos hilos
aprisionan a las sombras
y las obligan a rendir
cuentas del silencio
estos hilos unen la
mirada al sollozo”
Alejandra Pizarnik
1
Mi abuela mientras pudo resistió aceptar al
presente.
Lo sencillo y posiblemente equivocado sería
decir que fue perdiendo la memoria por etapas hasta que el “aquí y ahora” la abandonó por completo.
Mi abuela materna –la única que conocí- se
perdió más de una vez llevándome de la mano por el barrio. Por ese entonces con
dos años o tres a lo sumo no podía guiarla más allá de reconocer cual era
nuestra casa.
En 1960 el barrio era un suburbio pequeño,
los vecinos se conocían.
Mi abuela era terca en sus convicciones.
Según la prodigiosa memoria de mi madre, la abuela relataba que caminaba por la
ribera del D’ Orba con su hijo pequeño buscando el sendero que conducía al
pueblo. Su casa quedaba muy cerca de la iglesia. De pronto había perdido la
referencia del río y allí estaba en otro pueblo que por supuesto le era
desconocido.
Aun en la puerta de casa -que aun pequeño
ya reconocía- mi abuela seguía porfiando ahora en su dialecto mitad francés e
italiano que se había perdido lejos de su pueblo, que yo no era su nieto sino
su hijo Nicolás. Cuando mi abuela estaba por morir me llevaron a verla, ella
veía en mí a su hijo. Me llamaba con la voz que le quedaba.
No llore aquella vez y creo que no pude
llorar nunca más con el llanto profundo que merecen las pérdidas.
2
A lo largo de años recorriendo vías del
tren que ya no existe, fui cosechando frases. Una viene al caso “el pasado es
otra persona”. A veces creo que es parcialmente cierto y otras que para nada.
Que somos siempre los mismos buscando algo inasible o intentando reparar lo
remoto. Incluso una historia ajena que no nos pertenece. Dicen que las
historias familiares no nos pertenecen, pero dejan cicatrices profundas.
Cuando subí al tren del presente desde Marinos
del Crucero General Belgrano, me pregunté por donde había estado mi propia vida
durante tantos años.
Era una pregunta imposible, se mezclaba
cierto rumbo ecléctico, por no usar la palabra desvarío con esa obstinación
demencial por seguir el recorrido por el trazado de vías que en algunos
sectores dejaron de tener huellas reconocibles. Por suerte el recorrido
original del Midland no murió del todo, quedan pueblos pequeños pero vitales ya
sin otras vías que las de letras. Esa formación del ahora Belgrano sur, ya no volverá
al tren a vapor que alguna vez manejó desde Carhué Don Galileo con un tender
repleto de carbón con el buenazo de Mario como foguista.
Osvaldo Soriano escribió certero "Los trenes tienen algo que ver con el
principio y con el final".
3
Cuando el tren se detuvo inesperadamente en
el paso nivel que antecede a la entrada de Libertad entendimos que algo había
ocurrido.
Los trenes reales tienen acontecimientos
que la literatura suele desprender por intolerables.
Entre Marinos del Crucero General Belgrano
y Libertad todavía hay vía única. El tren marcha a paso de hombre por los
trabajos de colocación de la segunda vía. Hasta ahora si un tren no entra a los
andenes de Libertad no podría salir el que va hacia Marinos.
El maquinista era un muchacho joven que se
lamentaba. Vio al perrito blanco cruzando por el paso a nivel lindero a la
calle, accionó la bocina para asustarlo, el perrito en vez de correrse se quedó
paralizado.
“Pude detener al tren.
Pensé que se había salvado.”
Delante del tren una mujer joven estaba
tendida atravesando la trocha métrica del ferrocarril Belgrano.
La mujer se arrojó literalmente sobre las
vías para abrazar a su perrita pensando quizás que estaba lastimada, pero su
perrita había muerto. Cada tanto la joven le recriminaba a su perrita “porque
me seguiste”.
La perrita la seguía a todas partes. La
rescató de la calle y la había adoptado. La perra había saltado el tapial, la
siguió a distancia hasta el cruce con las vías.
La perrita blanca como nieve se llamaba
Bruna. Cada tanto entre ahogo y ahogo la mujer la nombraba como si pudiera
devolverla a la vida.
Alguien llamo a una ambulancia. Se
escuchaba la sirena acercándose.
Esa joven desconocida con su llanto que
paralizó al mundo había puesto en conmoción mi propia coraza.
4
Éramos mi abuela y yo perdidos en algún
limbo.
Quien no se hubiera sacudido por la
coincidencia del nombre de la perrita con su abuela. Inevitable traer una y
otra vez a la abuela Bruna al escuchar su nombre.
No, no parecía solamente eso. Ese golpe a
la perrita desde un tren del presente lo sentí en la profundidad del cuerpo.
Soy el que ahora tiene la edad que tenía mi abuela en aquel entonces.
No hay nieto para llevar de la mano por
calles o estaciones. Soy el niño viejo que sin excusas ni otras manos sigue
jugando a estar perdido en trenes imaginarios mientras el mundo sigue andando.
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
-Continuidad literaria
por el Ferrocarril Provincial.
Queridos amigos, suena
algo desmedido por el tiempo que demandará, pero intentaremos llegar hasta
donde se pueda con el recorrido previsto originalmente hace más de una década.
Al menos en Estación Loma verde una
familia espera leer nuestra épica literaria.
-Próxima estación:
FUNKE.
LOS EUCALIPTOS.
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.
GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ. J. R.
MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS.
INGENIERO
VILLANUEVA. ARANA. GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
InventivaSocial
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-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.
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