domingo, octubre 26, 2008

ERA TODO MENOS UNA DICHA...



*ILUSTRACIÓN de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com




La salida*



No guarecer en sus brazos
no deambular extraviada en el beso
no editar esa leyenda grotesca
ni desenterrar el margen del cuchillo
ni sufrir la opaca prisión de las sábanas
tampoco un tango con semifusas de ausencia
nada de nada
entraño una compañía quieta
relajo los pies del sentimiento
invierto universos erráticos


No a oírlo
ni detener mis ojos en su paso
no a su perfil hipocondríaco ni a un café
no al contratiempo de la lágrima


Sí a esta claridad bruta que no anochece.


Poesía es la puerta que se abre
de espaldas al dolor.



*de Diana Poblet. soydian@yahoo.com.ar
-de Pétalos y Espada.





ERA TODO MENOS UNA DICHA...







PARFAIT D’AMOUR*



Mi abuela tenía en el comedor una vitrina con miniaturas, cuya llave guardaba celosamente. Entre un montón de curiosidades traídas de sus viajes podía admirarse una colección de pequeños frascos de vidrio soplado con formas de animales, que contenían diferentes licores. El nombre del licor aparecía
debajo, sellando el minúsculo corcho que les servía de cierre.

Llamó mi atención de modo especial uno que decía “Parfait d’amour”. Copié la frase y se la mostré a mi profesor de piano, recordando que cada mes él recibía su ejemplar de Le Courrier mientras nosotros comprábamos El Correo. El bueno de Esteban me dijo sencillamente: “Amor perfecto” y regresó a sus solfas.

Aquella frase misteriosa, cargada de promesas, sumada a mi exacerbada imaginación y a que acaba de leer la leyenda de Tristán e Isolda, me llevó a la absoluta creencia de que mi abuela era poseedora del filtro del amor eterno, secreto tal vez de sus largas nupcias con mi abuelo.

Comencé entonces una verdadera cacería, espiando el momento en que pudiera hurtarle por unos minutos la llavecita. Una tarde, aprovechando que conversaba animadamente con una vecina, tomé su llavero. No me pasó por la cabeza que yo era el motivo de tanto celo, pues en la misma vitrina, en la parte baja, se
guardaban varios frascos de medicamentos.

Ajena a todo lo que no fuera mi aventura, tomé apresurada el frasco, cuya forma recordaba a una quimera, despegué cuidadosamente el sello, quité el corcho, busqué una taza y vertí el líquido en ella. Para simular un relleno parecido, tenía lista una mezcla de café con agua, casi del mismo color del poderoso brebaje. Devolví el frasco resellado y la llave a sus sitios y corrí al patio.

Temblando de emoción, contemplé mi taza llena de un líquido, que si bien en la botellita parecía ambarino y maravilloso, ahora se me antojaba turbio y algo pestilente. Todo tiene su precio, pensé, bien valía la pena un mal trago con tal de experimentar el perfecto amor. “El amor sólo nos llega una vez”, había escuchado decir a una vecina; ésta era, por tanto, mi oportunidad.

Mi inocencia era tal que ni siquiera me pasó por la mente la necesidad de un “acompañante” en tan gran empresa. El parfait d’amour, con todo su sonido de misterio, aún no se me figuraba como un acto de dos, sino como una sensación de dicha infinita, de éxtasis supremo, algo así como lo que sentía, si bien por el
breve espacio de un instante, cuando pasaban una película de mi actor favorito.

Embargada de emoción, miré a ambos lados, comprobé que no era observada - ninguna precaución estaba de más -, así mi tacita con fuerza para controlar el temblor de mis manos y de un sorbo bebí “aquello”, que bajó por mi garganta dejando una estela de fuego, amén de un sabor muy desagradable en la lengua y los labios.

Instantáneamente comencé a sentir fuertes retortijones de estómago, acompañados de un mareo casi incontrolable. Corrí a enjuagar la taza y a duras penas llegué a mi cama, donde me acosté esperando a que el filtro hiciera sus efectos, un poco temerosa, recordando aquellas terribles transformaciones que había visto en las películas… ¿Y si para alcanzar el estado de “amor perfecto” debía volverme una bestia, tener cuernos, pezuñas, o piel escamosa?

En medio de mis terribles cavilaciones, de los dolores cada vez más fuertes y del cuarto dando vueltas, los quejidos, que insistían en escapárseme, hicieron a mi abuela interrumpir su cháchara y correr en mi auxilio.

La cosa no fue peor porque devolví el contenido de mi estómago. Aún así debí permanecer en cama todo el día y pasar el resto de la semana a base de papillas. No hubo forma de hacerme confesar la causa de tamaña indigestión.

A partir de ese momento, al menos por una larga temporada, “amor perfecto” fue sinónimo de “perfecta repugnancia”.

Un día, cuando casi había olvidado el incidente, me puse a ayudar a mi abuela a vaciar la vitrina y lavar sus miniaturas. No más humedecer la quimera portadora del Parfait d’amour, saltó el corcho y se derramó su contenido. Quise que me tragara la tierra: luego de haberme arriesgado a morir en aras de mantener el secreto de mi robo, éste era descubierto por una torpeza. Apenas logré balbucear el nombre de mi abuela y mostrarle el frasquito de vidrio soplado, ahora vacío.

“¡Ah!, me dijo ella con mucha naturalidad, ¿se cayó la tapa de ese? Rellénalo con cualquier líquido oscuro. Tu abuelo y yo compramos esa colección de botellitas en nuestra luna de miel en Italia. Luego de que nos las bebimos, las rellenamos con líquidos de colores parecidos a los originales. Esa creo que tenía algo con sabor a anís, o nueces… yo le eché café con agua”.




*de Marié Rojas tgrafica@cubarte.cult.cu
(indicar "PARA MARIÉ" en el asunto del correo)
(Del libro De príncipes y princesas, editorial El Far, Mallorca)







Lamentos*



Caen las hojas de un calendario muerto
como agosto en la primavera,
como muerte el otoño en el sol abierto.


Septiembre llega con sus agasajos
y vuelve la memoria abriendo tajos
el alma se reciente, extraña,
se quiebra en lágrimas, secas y hurañas.


Caen las hojas, vuelan en el viento,
se enfría el aire y todo, adentro,
pierde el color que trajo el momento.


Creer, pensar, soñar con el encuentro
no es mas que una ilusión
que nos quema por dentro.
Un sueño, quizá, ya no recuerdo.



*de Silvia Berlasso. silvia_1856@yahoo.com.ar








EL PRINCIPE Y EL TRIDENTE*




*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com



Yo tenía pensado morir, pero todo fracasó por mi buena salud.
Los paseos del potro alado por el 8º A, después del almuerzo, me daban tiempo para pergeñar mi espanto y mi frustración. Usaba el influjo de la suntuosa desganada.
Quedarme sin mucama fue un primer paso. El desorden nos involucraba a los dos y yo tenía un legítimo derecho de reclamo. Sobre todo le exigí que se encargara de sacar la basura, que es lo que yo más detesto, y por supuesto, lo que él aborrece. No hay nada más difícil que hacerse cargo de los
despojos.
Siguiendo con mi plan de acción, me contagié una faringitis, con importantes picos de fiebre, que obligó al alado potrillo a hacerme un té, antes de sus giras intra muros. Pero él trataba de vengarse de mí cruelmente, comportándose como un buen hombre. Se preocupaba porque tuviera la medicación en la mesa de luz y que no me faltara agua en ningún momento.
Con el propósito de deslumbrar el remordimiento de este hombre, en otra oportunidad comí una rebanada de pan negro que me intoxicó fervorosamente y tuve vómitos a la hora en que él se disponía a resurgir de entre los muertos. Entonces, se ocupó de golpear la puerta del baño para preguntar ¿ya
pasó?, sí, bueno, entonces nos vemos después. Y partió por los pasillos a ser feliz, una vez más, porque yo no me estaba muriendo.
Por mucho que hiciera por interrumpir su hábito de gozo, no había modo de que se le borrara la sonrisa que en su boca yo no había puesto. Si hay un indicio veraz, una comprobación infalible para saber cuándo a una le están calzando de maravillas los cuernos, es comprobar que ya no hay escándalo ni
berrinche que aniquile la mueca feliz en el rostro que nos enfurece. El potro alado era la imagen de una cucharada de miel en persona al entrar y salir del departamento.
Es cosa bien sabida que los amantes se encaminan hacia su dicha sin demasiada dificultad. Se unen, se requieren, se babean, se chupan, se retuercen, se Girondo. Evitan los obstáculos, se buscan con los ojos entre los elementos no vivos del universo. Este hombre se había vuelto un muchacho que salía del fondo de sus ojos y creía que los peces estaban vivos, más aún que eran verdaderos. En cada baldosa, en cada espinilla, encontraba razones para ser feliz sin pronunciar las palabras del entierro.
Es cosa bien sabida que las esposas solemos estar allí, un poco más menguadas, en el mismo lugar inhabitable. Yo no tenía ganas ni siquiera de matar a alguien. Pero el 8º A era otra cosa. Si no hubiera sido por el odio que me daba que él sonriera mientras yo me retorcía, lo habría incentivado a viajar en el ascensor y más de una vez habría ido en persona para dar las gracias por esas siestas prodigiosas.
Yo me preguntaba ¿tendré que marcharme? ¿tendré que mancharme? ¿las manos con sangre? Luego respondía: no, mejor permanecer. Permanecer sin luminol, sin forenses, sin coartadas verificables. Él volvía siempre de allá arriba a pesar de todo. Desnatando la basura, volvía con una especie de luz que se le asomaba entre los dientes, y salía con la bolsita plástica, campante y juvenil, antes de que pasaran los basureros.
El 8º A seguía allí. (Sigue allí). Con su perro y su armonía de instrumento de viento. El perro lo recibiría en dos patas y ella le habría de decir "mi príncipe", porque él bajaba con una especie de tridente. Mientras tanto yo volvía a llenar otra bolsa con basura para obligarlo a no ser feliz, aunque
sea por un momento.
El 8º A. Si al menos hubiera un modo de ignorarlo. De no fingir bajo esa miserable claridad el error como si fuera la verdad. Este hombre no mostraba nada de terrible, no mostraba nada del verdadero asunto de nuestra disolución, como si los dos nos hubiéramos extinguido. Él sobrevivía gracias a un inmenso segundo, como los del paraíso, un segundo lento, lento, inmóvil.
Yo estaba oscura como el interior de una cabeza. Mis gusanos entraban y salían de sus celdas. Este hombre volvía de la torre de marfil y las palabras lentas, lentas, se le dormían en la lengua.
Cuando estaba en casa yo simulaba que el 8º A no existía. Eso jamás ha molestado a nadie. Jugar a que el 8º A no existe. En mi casa no hay lo que deseo, "bah, allá arriba no se debe decir eso", pensaba yo, y me animaba a pergeñar otro contratiempo. Hice todo lo posible porque que me aniquilaran cinematográficos soponcios, de los que salí airosa a mi pesar, y que no distrajeron a los amantes ni por un segundo.
Pero mientras las palabras no salían de su boca nada cambiaría.
Estratégicamente yo permanecí en la buena agonía, gemí sin demasiado aspaviento, socavé su conciencia con aullidos benéficos pero no dije ni mú.
La mudez era nuestro convenio.
Yo pensaba que allá arriba quizás fuera verano. Quizás fuera domingo. Quizás fuera campanario. Cómo esperaban esos dos el rayo caudaloso. Con qué diversidad la vida se enrollaba en aquellas sábanas sin que la realidad jamás los detuviera.
Al 8º A bajaban las estrellas de punta y mi corazón saltaba como un resorte.

Hubiera querido no comprender, pero comprendía.



*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-15753-2008-10-25.html








Sábado, 25 de Octubre de 2008
LITERATURA ARIEL MAGNUS HABLA DE MUÑECAS, SU NUEVO LIBRO
"Es fácil hacer un encomio de la soledad cuando no la vivís"



El libro nació de una anécdota real que le sucedió a Magnus en Alemania, con una fracasada fiesta de cumpleaños: ése es el origen de la agitada noche que viven el protagonista y la bella Selin, salpicada de diálogos intensos.



*Por Silvina Friera



Hace unos años, en Berlín, Ariel Magnus fue invitado al cumpleaños de una persona que conocía poco. Quizá como el protagonista de su nueva novela, el solitario y fóbico bibliotecario de Muñecas (Emecé), el escritor podría decir que "escapar con éxito y sin llamar la atención a las pocas invitaciones que recibo es mi arte". Pero por algún motivo que ahora no recuerda, decidió ir a la fiesta. Lo primero que vio al entrar a la casa fue una foto del entonces canciller alemán Gerard Schroeder y comida para un
batallón. Pero no llegó nadie, excepto Magnus y su mujer. Esta anécdota le sirvió como punto de partida para escribir una novela sobre la soledad.
Entonces imaginó a una suerte de ermitaño ateo, al que no le interesa estar en contacto con la naturaleza, ni conocerse a sí mismo, que acepta la invitación de Selin Sürginson, una chica que acaba de conocer en la biblioteca donde trabaja. El bibliotecario, un hombre joven, lleva diez años viviendo en Alemania, en Heidelberg, ciudad que eligió para cumplir su sueño de vivir en soledad. No tiene ningún gran objetivo, ningún plan, no quiere transmitir nada ni salvar a nadie. A pesar de su manifiesta aversión por las reuniones sociales, asiste al cumpleaños de Selin, la mujer más hermosa que había visto en su vida, con facciones de muñeca y cuerpo de maniquí. La anfitriona y el bibliotecario entablan un diálogo por momentos fascinante, que comienza para llenar el vacío de la espera, y se extiende incluso más
allá. Selin le ofrece acercarlo hasta su casa y descubre que el bibliotecario es un vehemente coleccionista de muñecas sexuales que respiran, se les calienta el cuerpo y hasta menstrúan cada 28 días.
Magnus, un fanático confeso del silencio, abandonó los ruidos de su departamento de Coghlan, sobre todos los tacos insoportables de su vecina de arriba (ver la ficha), por la calma de su flamante casa en El Hoyo, un pueblo ubicado en la Cordillera de los Andes, al noroeste de la provincia de Chubut, muy cerca de El Bolsón, el lugar por excelencia de la fruta fina -frambuesas, cassis, moras, arándanos, cerezas, frutillas y guindas, entre otras-, la principal actividad económica que se desarrolla en granjas
y chacras de la zona. "Me interesó que el personaje fuera un tipo solo, por eso pensé en un bibliotecario -cuenta el escritor a Página12-. Aunque la anécdota me pasó en Berlín, la novela transcurre en Heidelberg porque tiene unas bibliotecas alucinantes. Ahí agarrás un cuento de Borges, cosa que hice
cuando llegué, anotás todos los autores que aparecen citados en el cuento, vas a la biblioteca y encontrás todos los libros y ¡te los llevás a tu casa!. Entonces me pareció natural que el personaje fuera bibliotecario." El escritor plantea que el protagonista de Muñecas (que obtuvo el Premio Iberoamericano de Novela Breve Juan de Castellanos, otorgado por Colombia, en 2007) no es un tipo extraño por el hecho de que viva con muñecas. "Al principio lo tomé como un alter ego mío si me hubiera quedado solo. Y quizá termino viviendo como ese personaje. No siento que sea tan extraño, no creo que tenga una vida muy distinta de la mía. Igualmente sé que es fácil hacer un encomio de la soledad cuando estás casado, cuando vivís con la mujer que amás... Una cosa es elegir la soledad, pero cuando se te viene encima, es lo peor que te puede pasar."
-¿La soledad del escritor es elegida?
-No sé si todos los escritores son solitarios, hay muchos que los ves y te preguntás: "¿Cuándo escribís, guacho?". Están de joda todo el tiempo. A mí no se me ocurre la escritura sin soledad, es un acto solitario, aunque hay escritores que les gusta escribir en bares. No sé qué viene antes: si el deseo de soledad o el deseo de escritura. Creo que el de la escritura, porque si no la escritura sería una forma de estar solo.
-La extranjería del personaje es algo que en la novela aparece subrayado por los pocos alemanes con los que se vincula. ¿A usted también le hacían notar esa extranjería?
-Sí, y eso que yo me veo como un alemán -y si me saco la barba hasta como un nazi-, hablo alemán, tengo pasaporte alemán y te lo hacen notar siempre, a veces con buena onda; no digo que siempre te lo subrayen de mala manera.
Muñecas es una novela sobre Alemania, no sobre mi experiencia personal, pero sí sobre algunas cosas que se condensaron cuando viví en Berlín.
-¿Por qué en Alemania preguntan tanto de dónde viene una persona?
-Para responder tendría que ser sociólogo. Yo puedo observar lo que hacen, pero no sé si puedo definir por qué. A veces lo hacen con buena onda, es un interés por saber de dónde venís, una especie de welstanchaung abierta a la que te incorporan según de dónde seas. Ese sería el modelo más inocente, que
también se puede volver rudimentario, porque te pueden preguntar cuándo te volvés, pero sin que se den cuenta de que es una pregunta mala onda. Después están los que te lo preguntan con inquina porque sos latino. Yo estuve en contacto con gente que te lo preguntaba con buena onda, aunque a veces se ponían un poco tajantes. Un argentino podría hacer esa misma pregunta: qué hacés vos acá, andate a un país en serio (risas). Cuando decía que estudiaba literatura española, me preguntaban qué hacía estudiando literatura española en Alemania, por qué no estudiaba acá. Entre los programas preferidos de los
alemanes están Gran Hermano y American Idol, programas que rechazan a la gente de la casa o de un concurso. Echar gente es un placer que está en el genoma hermano y humano de los alemanes.
-¿Lo más difícil de aprender de un idioma es el tono, como plantea el protagonista de la novela?
-Sí, creo que sí. Es como cuando estás aprendiendo a manejar: estás con la primera y la segunda y no podés largar el embrague. El problema es manejar, pero cuando vos estás con la primera y la segunda, lo de manejar es una cosa que está lejos. En ese sentido, sin aprender a destrabar el embrague no se
puede aprender a manejar. Lo más difícil de aprender de un idioma, en un principio, es la gramática, el vocabulario. Pero es como les pasa a los escritores cuando no publicaron, que piensan que lo más difícil es publicar.
Una vez que publican se dan cuenta de que lo más difícil es que alguien los lea, que sus libros se vendan, que les hagan una crítica, que pase algo con el libro... Lo más difícil es aprender un idioma, pero una vez que lo aprendiste -como en mi caso el alemán, que lo aprendí de chico-, lo que parece una tarea de por vida es enganchar el tono. Yo soy bastante irónico cuando hablo y los alemanes se me quedaban mirando porque les causaba cero gracia. Cuando pudiste hacer un chiste en un idioma, ya lo dominaste, llegaste a un nivel profundo.
Magnus admite que el personaje le sirvió de excusa para pensar el tema de la soledad. "No quería que fuera un fanático de la soledad puro, un escritor o un artista que ve en la soledad una misión y se encierra para hacer algo. El personaje de la novela persigue la soledad por la soledad misma, no es un
misántropo, no odia la humanidad ni nada por el estilo. Simplemente le gusta estar solo. La soledad del artista o del monje es mi soledad, es la soledad como yo la entiendo, como la puedo concebir. Pero la soledad del escritor me aburre mucho."
-El bibliotecario dice que "ser escritor es lo mismo que estar muerto", que un escritor es "un par de libros en un anaquel". ¿Su definición del oficio se acerca a la que propone el personaje?
-No sé por qué puse eso... Me gusta crear personajes que tengan cosas mías pero que después sean todo lo contrario. Yo quería un tipo al que le gustara la soledad pura. La idea del personaje es que su soledad es tan preciada, un fin en sí, que no le interesa nada de lo que venga después. Así como la trascendencia en un escritor "normal" le da un plus a ese presente placentero de escribir, para el personaje, que haya una trascendencia es la idea aristotélica del fin y el medio. La idea de que haya algo más, que se supone que es más importante, le quita fuerza a ese presente de soledad. El personaje es un poco sofista. No es que esté de acuerdo con esa idea de que el escritor es una persona muerta. Vivo el presente escribiendo, pero quería hacer un contrario para pensar la soledad a fondo. Una cosa que comparto con el personaje es el hecho de comprometerte con algo y a último momento decir "no"; el placer morboso y cruel de decir "me quedo en casa leyendo", no salgo. La idea es que un tipo así es un peligro, mucho más que un
terrorista. Un terrorista te pone una bomba y te hunde la sociedad, pero un solitario te la destruye. El personaje dice en un momento que la sociedad preferiría que matara a alguien así lo meten en la cárcel y entonces sí es un malo. Pero si se encierra y no hace nada y para colmo es feliz, la sociedad no lo entiende.
-Usted suele decir que no planifica sus novelas, que se deja llevar. Sin embargo, tanto Muñecas como Un chino en bicicleta justamente tienen una estructura que da la impresión de algo muy calculado y controlado.
-Que no planifique mis novelas no quiere decir que no sea un obsesivo que busca que todo cierre, que tenga todas las antenas puestas para que mi historia sea lo más perfecta posible, perfecta en el sentido de cerrada. Yo quiero hablar sobre la soledad y me parece que plantear que un tipo solitario va a una fiesta donde no hay nadie, me da mucho terreno para explorar el tema. Y empiezo a acumular ideas sobre la soledad, y después el libro me va llevando a situaciones que me sirvan para la historia. Por eso
las muñecas, por eso Selin va a la casa de él, por eso era importante que saltara el pensamiento de ella, y quizá por eso da la sensación de que está planificada de antes, porque sé perfectamente de lo que quiero hablar, pero no sé lo que va a pasar ni me interesa mucho. La historia es una excusa para hablar sobre el tema que me interesa.
-Hacia el final de la novela, Selin parece cosificada por el bibliotecario.
¿Por qué optó por este desplazamiento en donde pareciera que se termina cosificando a la mujer?
-En la novela se jode con la metamorfosis al revés. No es el tipo que moldea una estatua, que luego cobra vida, sino una mujer que termina convirtiéndose en una muñeca, y queda picando la idea que el bibliotecario conquistó a todas esas muñecas, que son mujeres de verdad. Para mí Selin es un personaje
mucho más encantador que él. Pensar que ella se termina convirtiendo en una muñeca es demasiado mágico, aunque está sugerido. Pero tiene que ver con el movimiento que hace él... si alguien me plantea que se termina cosificando a la mujer, para mí no. Pero si alguien dice que Selin termina convirtiéndose
en una muñeca y eso es una cosificación, okey, no tengo nada que decir. Pagaré mi pena, al hoyo (risas).



La ficha


Ariel Magnus nació en Buenos Aires en 1975; entre 1999 y 2005 vivió en Alemania, donde estudió literatura española y filosofía, becado por la Friedrich Ebert Stiftung. Escribió artículos para diversos medios de la Argentina y Latinoamérica, entre otros la revista Soho y Gatopardo, los
suplementos Radar de PáginaI12, la revista La mujer de mi vida y el diario Taz de Alemania. Publicó su primera novela Sandra (2005), la crónica La abuela (2006) y la novela Un chino en bicicleta, ganadora del premio La Otra Orilla. A fin de año, la editorial Entropía publicará la traducción que hizo Magnus de Conquista de lo inútil, el diario de filmación de Fitzcarraldo, de Werner Herzog, y el próximo año aparecerá su cuarta novela, Cartas a mi vecina de arriba. "En Coghlan tenía una vecina que caminaba con los tacos, como me imagino que les pasa a todos los que viven en departamentos, y la llamé para proponerle solucionar el tema. Le propuse comprarle unos zapatos nuevos o que pusiera una alfombra y me trató tan mal que no nos comprendimos. Y me quedó dando vueltas en la cabeza por qué esta mujer no me entendía -cuenta el escritor el origen de esta novela epistolar-. El ruido es un tema que me fascina porque soy un fanático del silencio. Tengo un oído muy fino, puedo escuchar el tic tac de un reloj que está adentro de una valija, adentro de un armario."




Textual


Nos sentamos frente al ventanal y fumamos en silencio. Hacía mucho tiempo que yo no tocaba un cigarrillo, además de que nunca fumé más que algunos por mes, pero le pedí uno en la esperanza de bajar la comida y así estar en condiciones de comer la torta. Aunque no la había visto aún, estaba seguro de que en algún sitio ella la tenía escondida y yo quería cumplir con todos los pasos del ceremonial cuando al fin la trajera, es decir encender las velitas y cantar el feliz cumpleaños y luego comer varios pedazos halagando a la pastelera. Ser un hombre solo, descubrí con beneplácito, no me impedía ponerme en el lugar de una persona para quien la soledad era todo menos una dicha, y por eso estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que pudiera disimular la deserción que había sufrido mi anfitriona, incluso bailar si ella me lo pedía. Por primera vez en la noche sentí que mi presencia en ese sitio cobraba un sentido, que no por azar era ésa la primera fiesta a la que concurría en años. Incluso llegué a creer (tal vez no a creer verdaderamente pero sí a jugar con la creencia) que Selin me había invitado a mí solo, y puesto que ahora el invitado de piedra dormía en la cocina, la fiesta empezaba.

* Fragmento de Muñecas (Emecé).


-Fuente: Página-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-11754-2008-10-25.html





*

Queridas amigas, apreciados amigos:

El domingo 26 de octubre del 2008 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor argentino Santiago Diez-Fischer. Las poesías que leeremos pertenecen a Lina Zerón (México) y la música de fondo será de Takillakta (Andes). ¡Les
deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!


REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067



Convocatoria*



El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.

Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.

Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,



*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schiessstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067


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