lunes, octubre 27, 2008
VUELVEN LOS CABALLOS DEL OLVIDO...
*Ilustración: Ray Respall Rojas tgrafica@cubarte.cult.cu
-Indicar "Para Ray", en el asunto del correo.
VUELVEN LOS CABALLLOS DEL OLVIDO...
CABALLOS*
¿Oyes el oscuro clamor de la piedra arrojada al vacío?.
¿Oyes el misterio de las hojas muertas cuando caen?
¿Oyes el incendio de tu bosque de sándalo?
¿Oyes el polen y la sed?
¿Oyes la amarga boca de la noche?
¿Crees acaso que vuelven las antiguas mareas de amapolas?
¿Crees que vuelve el corcel galopando el jinete de la sangre?
¿Crees que el puñal corta el espejo de agua?
Ah, mi amor. Mi amor pradera rosa toro negro.
Que lejano está el niño, la calandria y el canto.
Que lejana la desnudez de sal y los pies descalzos.
Ah, mi amor. Mi amor lluvia dormida tierra. No regreses
Vuelven los caballos del olvido
Partir es solamente una forma extraña de volver
*de Amelia Arellano arellano.amelia@yahoo.com.ar
La cuerda rota*
En aquel barrio siempre había sido difícil vivir. Apartado del centro, lleno de suciedad y escaso en servicios municipales, se había ido degradando con el paso de los años y convirtiéndose en un ghetto. Llegó un momento en que la policía no patrullaba y solamente aparecía para retirar los restos de las reyertas, cerrando los ojos a los motivos e ignorando a los causantes.
Dentro de esta ciudad sin ley era imperativo cuidarse solo y la situación que se había creado era muy complicada porque la unión de dos bandas aterrorizaba al vecindario. Los dos grupos más numerosas habían firmado un pacto de "no agresión" entre ellos y parecía que habían firmado otro de "si agresión" contra el resto del mundo.
La amenaza de muerte que pendía sobre mi era real y ser uno contra más de cuarenta, un problema difícil de resolver. No quería irme del barrio, allí había nacido, vivido y es allí donde quería morir por lo que me preparé para resistir el ataque que presumiblemente me harían en tres días, plazo máximo de su amenaza y de mi vida.
Recordé que cuando una cuerda se rompe se transforma en dos cuerdas, que al romperse lo hace en cuatro y así sucesivamente. Una sola podía generar muchísimas. Debía adoptar la solución de la cuerda y partirme para formar un ejercito. Cuando el día fijado me rodearon tiré de la bomba que tenía atada al cuerpo, dividiéndome en múltiples fragmentos, creando un ejercito que despedazó a todos mis enemigos.
*Joan Mateu. joan@cimat.es
De Casta le viene al galgo. Una curiosidad histórica*
*Miguel Crispín Sotomayor. arcomar@cubarte.cult.cu
La adicción a los libros, como cualquier adicción, hace que al adicto le resulte imposible estar cerca del lugar donde se encuentre alguno de ellos, sin intentar ojearlo y si le resulta interesante tomarlo prestado o "prestado".
Recientemente, estuve de visita en casa de un amigo y en su biblioteca personal "encontré" dos tomos, de los siete, que forman parte de una obra publicada en 1990, por el periodista cubano Enrique de la Osa, en la que recoge las crónicas más significativas que fueron publicadas en la Sección
"En Cuba" de la revista Bohemia. Sección que apareció el 4 de julio de 1943 y se mantuvo hasta el triunfo de la Revolución Cubana, en 1959. Debo agregar, que la revista Bohemia fue fundada en 1908, en La Habana, y se ha mantenido saliendo semanalmente hasta la actualidad.
Esas crónicas denunciaban, con lujo de detalles, hechos de corrupción y asesinatos políticos que ocurrían cotidianamente bajo la protección de los gobernantes de turno, muchos de esos asuntos eran evadidos por la "gran prensa local". También comentaban sucesos políticos nacionales e internacionales y acontecimientos culturales y económicos.
Nunca he podido impedir que me resulten más confiables las historias que cuentan quienes estuvieron cerca o en lugar de los hechos, que las valoraciones de los estudiosos de ellos. Por lo que pedí a mi amigo que me prestara los dos tomos y luego de hacerle muchas promesas y con no poco recelo de su parte, decidió prestármelos. Al regresar a casa comencé a leerlos y es muy probable que me los "preste".
De esas crónicas, quiero compartir una que trata acerca de una protesta popular, ocurrida el 28 de julio de 1945, que alcanzó trascendencia nacional e internacional. Sé que los amigos españoles, latinoamericanos y algunos otros, agradecerán este regalo histórico y no requerirán de mucha imaginación para comprender el por qué: "De casta le viene al galgo".
El artículo, publicado el 5 de agosto de 1945, dice textualmente:
Protestas
ATACAN LA EMBAJADA DE FRANCO
Al mediodía del sábado 28, una enorme multitud, formada por estudiantes universitarios, obreros y militantes de la Juventud Socialista, atacaron el edificio de la Embajada de Franco en La Habana, ubicado en las calles de Oficios e Inquisidor. Piedras y huevos llovieron sobre la casa oficial de
Falange, destruyendo cristales, mamparas y ventanas. La enardecida muchedumbre volcó dos automóviles situados frente al local y pertenecientes a dos secretarios de la Embajada y arrancó el pabellón de la España Azul, izado en el balcón de la misma.
Ampliamente, la prensa capitalina relató los motivos del hecho y los detalles que lo caracterizaron: se trataba de una protesta popular contra el periodista Manuel Aznar, sempiterno vocero del gobierno franquista, desde que éste usurpara el poder de la República, quien arribaba a Cuba, en tránsito hacia Washington, en donde actuará como ministro consejero del "generalísimo".
El incidente que se desarrolló fue violento. Los manifestantes, congregados antes de las siete de la mañana frente al muelle de San Francisco, lugar por donde se anunció que atracaría el vapor hispano
"Marqués de Comillas", portaban cartelones suscritos por la Federación Estudiantil Universitaria, la Juventud Socialista y el Comité pro República Española, que expresaban: "¡Fuera el fascista Aznar!" "¡Pedimos el rompimiento con Franco!" "!Aznar es el Goebbels de Franco!", etc. asimismo, llevaban un automóvil con magnavoces, desde el cual explicaban al público la razón del mitin y exponían quién era la figura que pretendía pisar el suelo cubano.
Según informan los reporteros, el asalto a la Embajada se inició al saberse que Aznar no desembarcaría, con vista de la demostración que le esperaba. Fue entonces cuando los oficiales de Franco entre ellos, el tristemente famoso Pelayo García Olay, presas de terror, avisaron a la Policía.
A pesar de ello, no pudieron evitar lo ocurrido y el pueblo, indignado exteriorizó su protesta en la única forma posible en ese momento con piedras y huevos.
La víspera de la demostración, en la Universidad, en círculos políticos democráticos y en los lugares aledaños a la Embajada española, circularon numerosas proclamas en que se invitaba al público habanero a concurrir al muelle de San Francisco y manifestarse contra Aznar. Una de dichas proclamas decía:
_ Goebbels en Cuba. Ningún cubano digno, que honre la memoria de los libertadores, tolerará que manche el territorio nacional con su presencia, desembarcando del "Marqués de Comilla", el Goebbels falangista Manuel Aznar, amanuense de Weiler, autor de Mi mando en Cuba y mercenario de Machado.
Había en Europa tres grandes criminales de guerra: Hitler, Mussolini y Franco. Había tres grandes jefes de propaganda del fascismo: Goebbels, Gayda y Aznar. Goebbels y Gayda han sido ejecutados; sólo queda Aznar. Si hoy lo dejamos desembarcar, mañana dejaremos entrar a Franco. ¡Muera el Goebbels falangista! ¡ Muera Franco ¡ ¡Viva la República! Firman: Federación Estudiantil Universitaria, Comité Universitario pro República Española.
La otra, del Comité Ejecutivo Nacional de la Juventud Socialista, anotaba que "este servidor del régimen criminal que ensangrienta a España fue también cómplice y fiel colaborador de la dictadura machadista, que asesinó a Mella, a Trejo y otros jóvenes cubanos." Terminaba con estas palabras: "Por el recuerdo de Mella y de Pablo de la Torriente Brau. ¡Fuera de Cuba el representante falangista! ¡Exijamos el rompimiento de relaciones con el asesino de Franco!"
Los periodistas y los políticos demócratas de Cuba conocen perfectamente la trayectoria pública de Manuel Aznar. Dos días antes de que naciera la República Española, siendo director del diario habanero El País-Excelsior, fue llamado por el capitalista monárquico, conde de Barbate, para que se hiciera cargo de la regencia del rotativo reaccionario El Sol, de Madrid. Aznar embarcó preparado para defender la decadente monarquía, pero al llegar a la Península, la empresa había virado hacia la República, ya triunfante, por lo que ocupó su puesto enarbolando el pensamiento que íntimamente repudiaba. Los periódicos republicanos, frente a su descaro, reprodujeron artículos suyos publicados en nuestro país, en donde rompía lanzas, calurosamente, por Alfonso XIII y sus secuaces.
Gran requeté, Aznar se comprometió en la frustrada sublevación que encabezaba el general Sanjurjo, encaminada a la restauración de los Borbones. Se supo, no obstante, que esperanzado con el triunfo del viejo espadón había preparado artículos favorables a la monarquía, que luego sustituyó con otros que condenaban el movimiento y que fueron redactados a última hora.
Con posterioridad, desempeñó el cargo de consejero delegado de la
Compañía Tranviaria de Madrid donde se sostuvo hasta casi dos meses después de haberse iniciado la agresión nazifascista contra el gobierno de España, sin que nadie le molestara, pese a que se conocían sus simpatías por los traidores.
Nadie sabe como, un día, Aznar logró conseguir un pasaporte republicano para ir a Francia. De allí volvió a tierra española, pero a la zona franquista.
Más, como había dirigido un periódico considerado liberal lo aprehendieron y poco faltó para que lo fusilaran. Se salvó gracias a que pudo garantizar su filiación antidemocrática. Entonces, no sólo alcanzó la libertad, sino también el cargo de Director de Propaganda de Falange, por lo que se le empezó a llamar "el señor Goebbels" o "don Virginio", pues desempeñaba tareas similares a las de los jefes de propaganda del Tercer Reich e Italia.
Para nadie es un secreto, además, que Aznar, ni aún en la época en que regía el mimético El Sol dejó de relacionarse con los enemigos de la República. Entre los periodistas, por ejemplo, que incorporó a la redacción de ese órgano de publicidad se hallaban Rafael Sánchez Maza, que fue ministro bajo Franco, Pedro Mourlane Michelena, de Arriba, Eugenio Montes, Francisco Casares, etc., todos ellos adscritos a la Falange.
En los círculos republicanos de esta ciudad se estima que su viaje a los Estados Unidos forma parte de una misión política secreta. Por otro lado, se agrega que Aznar está procurando hurtar un poco el cuerpo al peligro de una transformación que ya parece avecinarse para la península.
En los mismos centros se comenta con sorpresa el hecho de que ciertos elementos censuren con tanta acritud los acontecimientos desarrollados frente al edificio de la Embajada, sin recordar que en febrero de 1943 las turbas falangistas arrancaron el escudo cubano de nuestro consulado en Toledo, según publicara el diario El País a través de un reportaje del compañero Marcelino Blanco. Se mencionan también los innumerables ataques a las legaciones y oficinas consulares de países democráticos, radicados en España, sin que los mismos que hoy ponen el grito en el cielo dijeran una
sola palabra.
Como es de suponer, los sucesos del sábado 28 provocaron una nota de protesta del Encargado de Negocios de Franco. Al cerrarse esta Edición de Bohemia se desconocía aún la respuesta del Gobierno.
Agosto 5 de 1945.
-Fuente: Enrique de la Osa, 1990.
En Cuba. Primer tiempo. 1943-1945. Págs. 137-139.
Editorial Ciencias Sociales, 2002. Cuba.
*Miguel Crispín Sotomayor. Cuba. Reside en La Habana. Graduado de Ingeniero Agrónomo Pecuario en la Universidad de La Habana. Ha escrito los poemarios: "En la Distancia" (África 1978-80), "Fantasmas de Quijote" (2006) y "En la redondez del tiempo" (2008). También ha escrito cuentos, testimonios y en la actualidad escribe una novela histórica.
Colabora habitualmente con las revistas literarias digitales "Inventiva Social", "Poemas en Añil", "Misioletras", "La Buhardilla", "Territorio de Encuentros", "Con Voz Propia", "La Máquina de escribir", "La Iguana", "Mapuche". "Revista Poeta" y otras, editadas desde Argentina, así como en las revistas Artesanía Literaria (Israel), Isla Negra (Italia) y en "Rincón de Poesía" (España). Poemas suyos han sido publicados en "La Jiribilla" de Cuba y en otras revistas y blogs de Brasil, México, Colombia, Venezuela, España y EE.UU.
Sus poemas han sido y son leídos ocasionalmente en programas radiales de dos emisoras argentinas, una de Perú, una de EE.UU. y otra de Francia.
Es Miembro de la Red Mundial de Escritores en Español (REMES) , de Poetas del Mundo y de la Sociedad Mundial de Poetas. Poeta Fundador del Primer Museo de la Poesía Manuscrita, San Luís, Argentina. Director del Movimiento Cultural del Proyecto de Contra información ArgosIs-Internacional en la Red.
Despedida*
Estoy perdiendo tu rostro
entre calles que bajan
a ninguna parte.
Tu voz
en palabras que sin gritarse
mueren frente al viento.
Tu presencia
en esta postal sin sentido
que se desdibuja en el tiempo.
Tal vez la noche
todo lo muda en su vuelo,
o la memoria juega rondas con el olvido.
Hoy sólo puedo mirarte en un recuerdo,
pero las palabras
no retornan sin sonido
*de Silvia Berlasso. silvia_1856@yahoo.com.ar
SOY UN MUERTO PARA EL DÍA DE AYER*
Soy un muerto para el día de ayer,
soy el muerto quien espió por la mirilla,
la noche aquella cual me pareció medio fallecer.
Soñé con unicornios descarnados
y huesos de arcángeles profanados,
desperté a media luz y
a contraluz me desangré,
no vivo, ya no respiro, sólo duermo tranquilo
en medio de esta abismal soledad.
Tengo el frío clavado entre mi vientre y la pared;
de negro se reviste el amanecer,
locura, hambre, sed y enfermedad
son jinetes que dialogan con esta insana pesadilla
con la que me ha tocado copular.
La muerte reviste el despertar del pasado,
pues el ayer está muerto y sepultado
en medio de la ironía y mis lágrimas.
La muerte cabalga triunfante arrastrando un cadáver
quien llevó por nombre vida;
se entrevera con el viento, y con él grita,
gime, sonríe acarreando su presa;
bendita sea la hora que la muerte
de este pútrido ser se acuerda.
La muerte viene, entra, me observa,
respira muy de cerca mi aliento...
huele a paz, aunque aspira miedo al unísono,
toma mis fríos, pegajosos dedos,
roza con sus amarillentos dientes mis labios,
suelta su fétido aliento, mis pulmones se deleitan
con esta danza del arte moribundo y nauseabundo
que la vida me ha otorgado sin misericordia,
pero ya no más clemencia, ya no más piedad,
esta noche, yo y la muerte, haciéndonos el amor,
jura y perjura la agonía que el dolor por fin ya culminó.
La muerte entra en mi alma, en mi pecho, en mi mente,
bebe muy de cerca mi saliva, devora mis pupilas,
sonriendo ahora coloca un beso gélido a mi frente,
sonríe una vez más…
Ya luego se marchará.
*De Jesus Brilanti Torres lugburtian@hotmail.com
Memoria, verdad y ficción
El vuelo en la oscuridad*
El investigador inglés John Stape ha logrado, en Las vidas de Joseph Conrad, una biografía minuciosa y veloz del autor de Lord Jim. El único detalle ausente en la narración es la literatura. Sin embargo, ese retrato exhaustivo permite observar la alquimia que convierte una peripecia real en el oro de una obra memorable.
Sábado 25 de octubre de 2008 | Publicado en la Edición impresa
*Por Vlady Kociancich
Para LA NACION
En un rincón del norte de Inglaterra cuando aún no era Inglaterra sino un caleidoscopio de aldeas con nombres de invasores germanos, en un palacio del seiscientos de nuestra era, una noche de viento y nieve, el monarca y sus nobles, en círculo alrededor del fuego, escuchan una historia. La cuenta un mensajero que ha cruzado el mar, el hielo, las tormentas, para traer al rey esa historia junto con un reclamo que exige una respuesta.
El mensajero, que habla a guerreros cansados en cuarteles de invierno, a jefes que en los últimos veranos han perdido sus mejores cartas en el juego sangriento del poder, hecho de saqueos y de matanzas, dice que su historia trata de una verdad, la de un dios único y victorioso en todas las batallas, las de la tierra y las del cielo. Narra, confiado, extrañas aventuras de ese dios en países aún más extraños que están del otro lado del océano. Finalmente enumera los bienes concedidos a quienes dejaron atrás las creencias paganas, los falsos ídolos que se derrumban cuando los toca el infortunio. Nombra reyes y cortes cercanas que veneran a este joven dios muerto, resucitado y todopoderoso, su señor, que hoy gozan de paz y de prosperidad, de riqueza y de fama, porque han aceptado jurar la nueva fe. El mensajero es modesto y elocuente.
El rey duda. Ya ha escuchado esa historia, de lejos, como golpes de remos en el agua, de naves avanzando en la niebla, pero ahora le piden que se suba a una de ellas y la comande. Que cambie el rumbo, que traicione a las deidades de Asgard y el Valhalla, héroes de un cósmico tablero de ajedrez del que rodarán las piezas el día final, en la mitad de un juego, como fue prometido. Duda mientras piensa en su gente, todos iguales, él también, bajo la autoridad de los antiguos dioses, iguales a ellos salvo en la eficacia de la magia, que en estos días declina y consiente las derrotas. Entonces consulta a su viejo sacerdote, que está presente y no ha dicho una palabra. ¿Debe o no entregarse a esta nueva religión? "Sí –responde el sacerdote–, quizás el mensajero esté diciendo la verdad, quizás ese joven dios sea más poderoso que los nuestros, porque no tenemos certeza de la vida más allá de este mundo. Somos –dice el anciano– como un pájaro que vuela en la oscuridad y el frío de la noche, que entra por una de las ventanas del palacio, que durante un momento atraviesa la luz y el calor, y luego sale por otra ventana, de regreso a la oscuridad y al frío." El rey se convierte al cristianismo.
Recordé esta crónica medieval inesperadamente, mientras cerraba un libro que había terminado de leer y que no guarda la menor relación con historias de santos o de religiones. Es una nueva biografía de Joseph Conrad escrita por un profesor e investigador inglés, John Stape. El título, Las vidas de Joseph Conrad, ya promete al lector una curiosa vuelta de tuerca al mecanismo biográfico tradicional: el autor de Lord Jim no tuvo una sola vida sino varias. Para documentar esta tesis, se utilizará un flamante tesoro de correspondencia y de diarios privados que se han ido abriendo en los últimos años, con datos no accesibles en décadas anteriores. El prólogo advierte que toda biografía de un gran escritor contiene ficciones creadas por el testimonio poco confiable de quienes lo trataron, omisiones y fantasías circunstanciales a las que se suma el aporte imaginativo del escritor cuando debe contarse a sí mismo, como lo hizo Conrad en su Crónica personal, inexacta en fechas, lugares y viajes. Ahora, gracias al reciente aluvión de documentos e investigaciones, se podrá separar la ficción de la realidad, bajar a tierra al Conrad mítico y obtener un retrato fiel de esa personalidad reticente y esquiva que ha eludido a sus admiradores.
En términos de una biografía tan ambiciosa, la de John Stape es breve. Menos de 600 páginas en un volumen de tamaño mediano que incluye fotos, bibliografía, notas y mapas. Y, sobre todo, veloz. La vida de Conrad, singular, aventurera y romántica en comparación con el modelo del escritor clavado a un escritorio, pasa como un tren bala desbordante de datos: toda la infancia, adolescencia y juventud del marino Jósef Teodor Konrad Korzeniowski, aristócrata nacido en Polonia en 1857, que adoptará en Inglaterra el nombre de Joseph Conrad; todo sobre el capitán Korzeniowski y los viajes en los mares del Sur que darán ambientes y personajes para su obra; todo el Conrad escritor, casado, con dos hijos, y el círculo de sus amigos y colegas; todos los detalles de un Conrad ya prestigioso pero no popular. Por último, todos los pasos de Conrad y la fama.
Aun para quienes hemos leído las biografías más conocidas, la clásica de Zdzislaw Najder, la de Jocelyn Baines, entre otras, o las memorias caseras de Jessie Conrad, la de Stape resulta fascinante por un arte menor: la concisión. Una suerte de milagro periodístico que resume una vida entera sin dejar suelto un solo cabo. Salvo, ay, la literatura de Conrad, que flota a la deriva, siguiendo sólo el curso de los hechos. Un lastre que el biógrafo ha soltado deliberadamente de su narración, para aligerarla y dotarla de esa velocidad asombrosa con que recorre años, países, mares, idiomas, guerras, aventuras, enfermedades, amigos, enemigos. A la mitad del libro, me pregunté dónde estaban la imaginación, la humanidad, la íntima grandeza de Conrad, que han dejado una marca indeleble en quienes lo leyeron. Apenas retenía una escena que, por insólita, me divirtió mucho: Conrad en un encuentro con J. M. Barrie, el autor de Peter Pan; había hablado tan exaltado, los ojos negros centelleantes, "como un terrible pirata a punto de abordar un barco", escribió Barrie, que le inspiró el personaje del Capitán Garfio.
Pero el impacto de una lectura nunca es aparente ni inmediato en su totalidad. Cada libro leído, bueno o malo, es único en el presente pero a medida que transcurre el tiempo se une al cuerpo de la memoria, que acumula y mezcla impresiones y juicios, lecturas vulnerables, como nosotros mismos, a la idolatría o la injusticia. Y sin embargo, leer construye en la inestabilidad del recuerdo un mundo propio de asociaciones independientes de nuestra voluntad, como un castillo en el fondo del mar, misterioso y sin dueño, que guarda verdades no percibidas en la superficie, que las revela cuando uno menos lo espera, cuando uno cae en esas aguas profundas por accidente o por azar. En mi caso, por una biografía de Conrad que excluye su literatura, que se refiere a la escritura como un oficio en que las lides habituales, el trato con editores y agentes literarios, las fechas de publicación, las ganancias detalladas hasta la última libra tienen más relevancia que la obra.
Terminé el libro, lo cerré y me sorprendí pensando qué hubiera dicho Conrad de aseveraciones como ésta: "Escribir no debió carecer de aventura para él", frase que rebaja una intención artística que le costó años de indiferencia pública a un crucero de turismo. O sobre el terrible viaje al Congo en 1889, que dio uno de los relatos más extraordinarios en lengua inglesa, El corazón de las tinieblas, donde efectivamente y documentado en registros oficiales, Conrad estuvo a punto de morir, perdió la salud y, para siempre, la carrera de marino con que se ganaba la vida: "No fue la pesadilla que cuenta". ¿Qué hubiera dicho? Cómo saberlo.
No creo en fantasmas, así que Conrad no se me apareció, ni indignado ni escéptico ni complaciente, a darme una respuesta. Pero sí creo que la literatura es el fantasma de una memoria universal, fantasma de recuerdos de recuerdos anudados en el hilo del tiempo, que se muestra y habla a poetas, lectores y escritores en distintas formas y lenguajes pero sin perder su identidad, su sentido de pertenencia a todo lo humano, lo fugaz, lo inasible de nuestra existencia en este mundo. Y ese fantasma, salido de un antiguo texto eclesiástico, tomó la voz de Conrad y dijo con el tono de sus mejores libros: "Somos como un pájaro que vuela en la oscuridad y el frío de la noche, que entra por una de las ventanas del palacio, que durante un momento atraviesa la luz y el calor, y luego sale por otra ventana, de regreso a la oscuridad y al frío".
Durante el resto del día, esas palabras escritas hace unos mil trescientos años me siguieron obstinadamente, como campanadas lejanas que repicaban en el nombre de Conrad. Ya era de noche cuando entendí la conexión entre el relato medieval y una biografía de este siglo. Del primer texto, nos llega la visión de un mundo hostil, aislado en el invierno, en que la soledad, la tristeza y la incertidumbre se expresan en la espléndida metáfora del pájaro que vuela a oscuras en el frío, sin pasar más que brevemente por la luz y el calor. Del segundo, el propósito de mostrar al escritor separado de la obra, como si vida y obra pudieran cortarse de un tajo, que da un retrato en que el escritor es irreconocible y el hombre, si aceptamos la dualidad, una caricatura hecha de manías, de nervios, de caprichos. Pero paradójicamente, la detallada información de cada uno de sus movimientos, la transcripción minuciosa de viajes, cartas, opiniones y críticas, las erráticas interpretaciones sobre su carácter revelan, sin querer, por ausencia, una conmovedora pintura de Joseph Conrad y de los temas de sus libros. Una vida de lucha en un mundo que siempre le es hostil, una conciencia de su soledad en la vida y en el arte, el vuelo a oscuras en busca de una luz, la digna aceptación de la incertidumbre como uno de nuestros rasgos invariables.
"A lo largo de su vida había comprobado que muchos hombres buenos (marinos y de los otros) se hundían bajo el peso de la pura mala suerte, y había aprendido a reconocer los síntomas fatales", piensa el protagonista de La soga al cuello. Conrad también ha adquirido esa experiencia. "Con tanta regularidad el pobre diablo se atascaba en un recoveco de la costa que hubiera sido injusto achacar esa perpetua encalladura a su atolondramiento", escribe. Las peripecias de una vida se translucen en este fragmento. Mala suerte que desequilibraba la buena tuvo Conrad, y en cantidades asombrosas.
Con una infancia desdichada en una Polonia sometida a la tiranía rusa, arrastrado de un sitio a otro por las ideas revolucionarias de su padre; compartiendo, a los cuatro años, la prisión de sus progenitores en una suerte de campo de concentración donde la temperatura invernal llegaba a los 45° bajo cero; huérfano a los once, criado por una abuela, luego protegido por un tutor, embarcado en la carrera de marino a los quince, emprende un viaje incesante. Viaje que encalla regularmente en distintos tipos de fracaso, ya sea en las playas más remotas del mundo o, cuando se ha instalado en Inglaterra, en las casas que alquila y abandona en una constante mudanza, en las idas y venidas de Europa en busca de un clima tibio que lo mantenga sano y en el que pueda escribir. Porque si de niño era frágil, a los cuarenta la enfermedad lo sigue como su propia sombra: gota, reumatismo, fiebres, malaria y la melancolía que acompaña a la invalidez. Su pésima salud y la imposibilidad de encontrar un puesto en un barco lo deciden a ganarse el pan escribiendo. No es una decisión atolondrada. La buena suerte llega en la demanda de nuevos autores para la ficción por entregas y Conrad ya había escrito el borrador de una novela, La locura de Almayer. Publica y la crítica es estimulante. Pero la mala suerte reaparece, imprevista. Conrad es un escritor lento. "Se toma demasiado tiempo –rezonga un crítico de entonces– para tapar la acción bajo una montaña de palabras."
El terror de la página en blanco lo entienden fácilmente incluso quienes no escriben. Pero la angustia de la lentitud nunca aparece sin una broma o un sarcasmo sobre el escritor que la sufre, aunque las lentas páginas logradas sean maravillosas. En el caso de Conrad, esa lentitud, que de hecho no era más que coherencia con su estética, la de no someterse a las exigencias de un mercado que pedía historias entretenidas y sin vueltas, la de encontrar la forma y el tono justos para cada narración, consistía en alargar capítulos, en no respetar las fechas de entrega porque se le había ocurrido un argumento nuevo, otro punto de vista. Para un escritor cuyo único ingreso de dinero provenía de sus ficciones, ser lento no era un defecto cualquiera, era una circunstancia trágica; y la tensión de no poder cumplir con un contrato, una revista o una editorial le amargó la vida. Anclado a su escritorio, veía con horror de sí mismo cómo sus colegas y amigos, H. G. Wells, John Galsworthy, Henry James, pasaban de un libro a otro con mágica velocidad, entre las distracciones de la vida social, las cenas, los amores, los divorcios, mientras él encallaba en una página o lo inmovilizaba la fiebre o un ataque de gota. En el mejor momento de Lord Jim, cuando el dolor en la muñeca le impedía sostener la pluma, se colgó un peso de la mano para afirmarla y continuar. No es extraño que sus cartas rezumen una inseguridad que raya en el pánico. "Desde el pasado junio he estado bastante bien. Sólo cabe contar la falta de agilidad. El sentimiento de que el juego ya no vale la pena. Condenado a jugar, persisto como una araña desilusionada tejiendo en medio de un vendaval." "En el curso de un día laborable de ocho horas escribo tres frases, que borro antes de levantarme de la mesa, desesperado." Y sin embargo, de esta desesperación surgen, en poco más de un año, entregas de Lord Jim que está por completarse, cuentos como "Juventud" y el magistral "relato africano" El corazón de las tinieblas.
La buena suerte, empujada por el genio y la voluntad, es para Conrad tan excepcional como la mala. Extranjero, de profesión marino, sin contactos en Inglaterra, encuentra en el primer paso al agente literario ideal, el que soñamos todos los escritores: Edward Garnett, un joven culto, sensible, de paciencia infinita, que cree en su talento, que no sólo se ocupa de estimularlo sino que a lo largo de años pagará las deudas de Conrad y los interminables adelantos, un amigo que siempre interviene para salvarlo de las permanentes catástrofes, que escucha y entiende, sin quejarse. Otra racha increíble de suerte es el aplauso inmediato, el reconocimiento de escritores ya consagrados como Wells y James, de Edmund Gosse y de la crítica más prestigiosa, de filósofos como Bertrand Russell y otros intelectuales. Sabemos que los círculos literarios no son precisamente generosos, menos con un recién llegado, para colmo polaco y sin antecedentes académicos, y emociona la admiración, el apoyo público y privado que recibió Conrad de los autores más importantes de Inglaterra. Este mundo difícil y siempre esquivo le abrió los brazos desde el primer momento; los lectores, en cambio, miraban hacia otro lado. Los libros de Conrad se vendían muy poco. No gustaba el estilo, la prosa, la sutileza del lenguaje, las reflexiones sobre la vida, la muerte, el azar, la complejidad de la existencia. "Demasiado literario –se diría hoy– para un contador de historias." Sin el soporte del leal agente, de editores con visión de futuro, de la admiración nunca menguada de sus brillantes colegas, quizá Conrad no hubiera sobrevivido a la oscuridad. Le iba tan mal que buscó un puesto en algún barco. Por buena suerte, esta vez para nosotros, sus lectores, no lo consiguió: había envejecido junto con los barcos que sabía tripular, los elegantes clippers de vela reemplazados por el barco de vapor, y se pedían jóvenes expertos en estas nuevas máquinas.
La fama le llegó desmesuradamente, trayendo consigo también una desmesurada fortuna (notas sueltas y manuscritos de Conrad eran comprados por coleccionistas al precio de caras joyas), cuando la imaginación del escritor se había vaciado del todo y su cuerpo perdía las últimas fuerzas con una novela menor en cuyo título parece resumirse el destino de Conrad: Azar. Murió repentinamente, de un infarto, solo en su dormitorio, en agosto de 1924. Tenía 67 años.
A un siglo y medio de los días en que el capitán polaco Jósef Teodor Konrad Korzeniowski hizo virar el rumbo de su vida marina a la del escritor en lengua inglesa con el nombre de Joseph Conrad, su obra, que siguió la ruta invariable de las grandes obras literarias en el curso del tiempo, costeando el olvido, esquivando modas y desdenes, refugiándose en pequeñas islas de lectores, bella y dúctil en la tormenta como uno de los barcos de vela de sus libros, reaparece en triunfo, multiplicándose en nuevas ediciones, nuevas antologías. Los relatos de Conrad han dado al cine films inolvidables: de denuncia sobre el horror del imperialismo en Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, o de ironía trágica en Los duelistas, de Ridley Scott, tan conradiano que llamó Nostromo a la nave espacial de su película Alien y usó el recuerdo, uno de los valores más significativos para Conrad, como prueba de la humanidad del androide de Blade Runner.
Del personaje que vieron sus contemporáneos en el hombre, el extranjero, el marino, el recluso, el noble de exquisitos modales o el manojo de nervios y de achaques, no quedan más que cartas, diarios y fotos; de la intriga de sus aventuras en un mundo casi desconocido entonces, sólo la impresión de que han sido superadas por muchos otros y con creces. Es en sus libros donde Joseph Conrad cobra vida, en la mirada centelleante y apasionada con que aborda el mundo y su gente, en la alta montaña de palabras que levantó del vuelo a oscuras de todo escritor, de la soledad, de la incertidumbre del futuro, en el breve cruce de una ventana a otra.
*Fuente: ADN.cultura
http://adncultura.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1062623
*
Queridas amigas, apreciados amigos:
El domingo 26 de octubre del 2008 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor argentino Santiago Diez-Fischer. Las poesías que leeremos pertenecen a Lina Zerón (México) y la música de fondo será de Takillakta (Andes). ¡Les
deseamos una feliz audición!
ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!
REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Cordial saludo!
YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com
Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067
Convocatoria*
El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.
Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.
Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,
*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com
Schiessstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067
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"Un invento argentino que se utiliza para escribir"
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Que es Inventiva Social ?
Una publicación virtual editada con cooperación de escritores y lectores.
Cuales son sus contenidos ?
Inventiva Social relaciona en ediciones cotidianas contenidos literarios y noticias que se publican en los medios de comunicación.
Cuales son los ejes de la propuesta?
Proponer el intercambio sensible desde la literatura.
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