lunes, enero 05, 2009
LA SOCIEDAD ACTUAL VACÍA LA MAYORÍA DE LAS VIDAS QUE NO DESTRUYE...
*ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL ROJAS.
Puede*
Puede que haya un espacio
en el que guardar las palabras.
Puede que sea un secreto
que queden allí guardadas.
Puede que nadie conozca
lo escondidas que se hallan.
Puede que nadie comprenda
que deben estar guardadas.
Soy dueño de mis silencios
pero no lo soy de mi alma.
*de Joan Mateu. joan@cimat.es
LA SOCIEDAD ACTUAL VACÍA LA MAYORÍA DE LAS VIDAS QUE NO DESTRUYE...
ESTHER*
Era mi niñera, me parecía justo que cuando viajáramos la lleváramos con nosotros, como parte del equipaje. De mente muy simple y pensamientos nobles, siempre alegre, dispuesta a abrocharme los zapatos o a esconderse para que yo la buscara. Si de noche tenía miedo, la llamaba y ella iba a tomar mi mano hasta que volvía el sueño.
Cuando llegamos al pueblo donde había nacido mi madre, tuvo que hacerse cargo de mí más tiempo del usual, mientras mi creadora atendía sus visitas. Una tarde, mientras tomábamos fresco a la sombra de un enorme framboyán, me dijo:
- Aquí nací yo también.
- ¿De veras? – le pregunté entusiasmada - ¿Y dónde están tus padres?
Por toda respuesta tomó mi mano y echamos a andar, si mi madre la hubiera visto alejarse tanto, alcanzar el camino real y seguir más allá, hubiera puesto el grito en el cielo, pero en ese momento estaba muy entretenida en la sala, tomando café con alguna antigua amiga.
Llegamos a la orilla del río. Ella me señaló sus aguas.
- Están ahí – dijo muy bajito.
- ¿Se ahogaron por accidente o alguien los empujó? – dije inclinándome peligrosamente para contemplar las aguas saltarinas, aferrada a la rama de un árbol.
- No… ellos sabían nadar muy bien. Les gustaba venir conmigo, me dejaban en la orilla y se iban para la parte honda, yo los esperaba chapoteando y ellos volvían a recogerme. Nunca me dejaron entrar a lo hondo.
- ¿Y qué pasó, Esther? – la infancia pone una indiscreción especial en los interrogatorios.
- Un día nadaron lejos y se sumergieron. El agua estaba tan rica que no querían salir, así descubrieron que podían respirar debajo del agua. Ese día no vinieron a recogerme, se quedaron a vivir ahí.
- ¿Y qué hiciste?
- Lo de siempre, recogí mis ropas y me fui para la casa, me sabía el camino. Yo no sé respirar debajo del agua.
- Pero, ¡eras una niña! ¿qué fue de ti?
- Era una época de mucha hambre, nadie tenía trabajo… pero Bienestar Social recogía a los niños huérfanos, les daba albergue, comida y les enseñaba un oficio. Todo el mundo lo sabía.
- ¿Sólo a los huérfanos? – esta parte llamó mi atención.
- Solo a los huérfanos – repitió -, pero mis padres fueron muy inteligentes, se quedaron a vivir en el río… logramos engañar a los de Bienestar… A cada rato me escapaba para venir a verlos. Cuando me fui para la capital les expliqué que iba a cuidar de ti, pero les prometí volver. Si te fijas bien, podrás verlos pasar nadando.
Me pareció ver unas ondas formarse en el agua, como dos rizos.
- ¡Los veo, Esther, los veo!
- Yo también… pero no le digas a nadie. Ahora diles adiós, Chely, que tenemos que volver.
Dejamos atrás el río con sus misteriosos habitantes. Cuando llegamos a casa comenzaba a caer la noche y llevaban horas buscándome. Mi madre quería pegarle a Esther, que huyó corriendo, cubriéndose la cabecita con las manos.
Regresamos con una nueva niñera llamada Victoria que me enterraba las uñas cada vez que estaba de mal humor. Nunca me sonrió, tuve que aprender a atarme los zapatos sola y a consolarme de mis propias pesadillas, ni siquiera me pasó por la mente convidarla a jugar. A partir de entonces recé cada noche para que lo que me quedaba de infancia terminara pronto.
Por suerte, cuando cumplí siete, ella quedó embarazada de un militar que visitaba la casa de al lado y mi madre la botó. Yo no entendí nada, pero corrí a dar gracias a Dios. Mi abuelo, que tuvo el tino de seguirme y escucharme, le hizo jurar a mi madre “no más niñeras”, ellos se ocuparían de mi tiempo libre.
Volví a ver a Esther cuando cumplí 15 años y regresé al campo. Vino por detrás de la casa, escondiéndose de mi madre. Vi sus ricitos ralos asomarse tímidamente por el borde de la ventana, su manita, mitad oscura, mitad blanca, comenzó a hacerme señas y corrí a abrazarla. Ella me abrazaba, me separaba para mirarme y reía, alternadamente.
- ¡Tengo un montón de hijos, Chely, a la mayor le puse como a ti! – me dijo, tomándome ambas manos.
- Te quiero mucho, Esther, pero esta vez no me vas a llevar al río – le respondí, riendo también.
- ¿No le contaste a nadie, verdad? – me preguntó.
Negué con la cabeza.
- Nunca me sacaron palabra de adónde me habías llevado, nadie sabe el escondite de tus padres.
- Sigo yendo a verlos cada vez que puedo – hizo una bocinita en mi oído y rió, con esa risita aguda e inocente que yo le recordaba – Lo que son las cosas… ¡yo me voy poniendo vieja y ellos siguen igualitos!
*de Marié Rojas.
LA VIDA BREVE*
Deja al tiempo pasar, como gaviota.
La vida parte, vuelve y se repite.
Llega el otoño, con sus barcas rotas.
El toro rojo, con su cuerno embiste.
¿Dónde quedó aquel bosque de unicornios?
Convertidos en nubes, corren libres.
El viento arremolina los otoños.
Como gaviota, va la vida breve.
Granizos de nostalgia se harán perlas,
Deja al cielo llorar hojas de arces.
Tu amado irá contigo a recogerlas.
Déjale al pescador echar sus redes,
La barca de los elfos se ha marchado
En su lugar, galopan los corceles.
*de Marié Rojas
"Plomo fundido" sobre la conciencia judía*
*Por León Rozitchner
"Si nosotros nos revelamos incapaces de alcanzar una cohabitación y acuerdos con los árabes, entonces no habremos aprendido estrictamente nada durante nuestros dos mil años de sufrimientos y mereceremos todo lo que llegue a sucedernos."Albert Einstein, carta a Weismann, 1929.
¿Recuerdan cuando hace dos mil años los judíos palestinos, nuestros antepasados en Massada sitiada, enfrentaron las legiones del Imperio romano y se suicidaron en masa para no rendirse? ¿Recuerdan la rebelión popular y nacional de nuestros macabeos contra la invasión romana, cuando murieron decenas de miles de judíos y se acabó la resistencia judía en Palestina y nos dispersamos otra vez por el mundo? ¿No piensan que esa misma dignidad extrema que nuestros antepasados tuvieron, de la que quizá ya no seamos dignos, es la que lleva a la resistencia de los palestinos que ocupan en el presente el lugar que antes, hace casi dos mil años, ocupamos nosotros como judíos? ¿No se inscribe en cambio esta masacre cometida por el Estado de Israel en la estela de la "solución final" occidental y cristiana de la cuestión judía? ¿Han perdido la memoria los judíos israelíes? No: sucede que se han convertido en neoliberales y se han cristianizado como sus perseguidores europeos, que, luego de exterminarlos, empujaron a los que
quedaron vivos para que se fueran a vivir a Palestina con el terror del exterminio a cuestas.
El meollo de la actual tragedia está en la Shoá. Si la memoria de su pasado define el sentido histórico que marcó el "destino" del pueblo judío, donde se van hilando las cuentas de nuestro derrotero, y si el acto final en el que culmina ese destino convoca a los judíos israelíes a aniquilar la resistencia de otros pueblos inocentes, algo del sentido histórico ha desaparecido de la memoria de los israelíes. ¿Puede ser invocada la Shoá sin ser infieles a los desaparecidos, cuando al mismo tiempo el sentido completo de ese acontecimiento monstruoso ha quedado oscurecido? ¿Cómo podríamos "hacer memoria" si la construimos con los únicos recuerdos de nuestro pasado que los culpables europeos del genocidio nos autorizan? Es cierto: si los israelíes recuerdan todo, pierden a sus aliados. Porque la memoria de la Shoá que llevó al retorno a una tierra perdida hace mucho tiempo tendría que volver a ser pensada.
Lo primero a recordar: nuestros perseguidores históricos no fueron ni son los palestinos. Nuestros perseguidores estaban y siguen estando en las naciones de cultura europea que nos expulsaron y masacraron, y sin embargo son ellos los que siguen marcando el destino de todos nosotros, sobre todo
de los judíos israelíes. ¿Será por eso que se busca olvidar a los verdaderos culpables de la Shoá? Los israelíes ya no se preguntan por el pasado bimilenario judío. Nunca los judíos, salvo excepciones, acusan del exterminio judío a la religión cristiana y a la economía capitalista que produjeron necesariamente la Shoá, como la conclusión de un silogismo que se venía desarrollando en Europa cristiana desde su mismo origen, como si el nazismo hubiera sido sólo un accidente sin antecedente en la historia europea y todo comenzara con Hitler. ¿No será que luego de la Shoá ustedes, los descendientes de los judíos europeos asimilados, se aliaron luego con los exterminadores en un pacto oscuro que el terror dictaba, y volvieron ahora todos, de cierta manera, a ser judeo-cristianos? Porque seamos honestos: el Tercer Reich se ha prolongado en el 4º Reich del Imperio norteamericano. Es claro: prefieren no saberlo porque el Estado de Israel está -nosotros los judíos latinoamericanos sí lo sabemos- al servicio del poder cristiano-imperial de los EE.UU. ¿O van a creerse que los EE.UU. y Europa combatieron al nazismo para salvar a los judíos? ¿Por qué ahora habrían de seguir persiguiéndolos si mantienen lo que tienen de judíos
congelado sólo en lo arcaico religioso? Pero ¿no les dice nada pasar a ocupar ahora el lugar impiadoso, como brazo armado de los poderosos capitalistas cristianos, contra una población civil asediada y asesinada por osar defenderse contra la expropiación ilimitada de un territorio que debía ser compartido?
Recordemos. Karl Schmitt, filósofo católico del nazismo, había puesto de relieve lo que la hipocresía democrática ocultaba: la categorías políticas son todas ellas categorías teológicas. Es decir: la política occidental (democrática y capitalista) tiene su fundamento en la teología cristiana. Es notable: Schmitt coincide con lo que Marx joven decía en Sobre la cuestión judía: el fundamento cristiano del Estado germano se prolonga como premisa también en el Estado democrático.
Y si la política occidental al desnudarse muestra su fundamento teológico oculto, sin el cual no hubiera habido capitalismo, entonces toda política de Estado capitalista era antijudía, porque ése era el escollo que el cristianismo había encontrado para consolidarse como religión universal. No contra los judíos cristianizados que, como ustedes en Israel, apoyan esa política, es cierto. Ustedes tienen de cristianos, sin saberlo, lo que ocultan en su propia memoria al ocultar que la Shoá como "solución final" fue un exterminio teológico (cristiano) político europeo. Schmitt la tenía clara. Lo que el sutil filósofo alemán católico necesitaba activar, en momentos de peligro extremo para el cristianismo y el capitalismo frente a la amenaza de la Revolución Rusa y las rebeliones socialistas, era el fundamento cristiano escondido en la política: el odio visceral y alucinado religioso antijudío para que en Europa reverdeciera con toda intensidad el fundamento grabado durante siglos en el imaginario popular cristiano. Y con ese vigor arcaico reverdecido pudieran enfrentar la amenaza revolucionaria del judeo-marxismo.
Por eso, frente a la apariencia liberal de la política democrática como una relación "amigo-amigo", el fundamento de la política nazi extremaba las categorías de "amigo-enemigo" que Schmitt vuelve a poner de relieve en el "estado de excepción" como la verdad oculta de la democracia: el único enemigo histórico cuando entra en crisis el fundamento social europeo son nuevamente los judíos. En 1933, frente a la amenaza del socialismo tildado quizá con cierta razón de judío, resurgía para muchos europeos todo su pasado y encontraban en los judíos el fundamento más profundo de lo más temido para su concepción cristiana: las premisas judías de un materialismo consagrado, no meramente físico cartesiano como la economía capitalista requería. Por eso Schmitt vuelve a desnudar las categorías fundantes adormecidas que la teología católica mantenía vivas: volvía al fundamento religioso de la política cristiana del Estado democrático para enfrentar el peligro del "comunismo ateo y judío".
Sucede que en ese momento los judíos laicos formaban parte de la creatividad moderna que en Europa alimentó el pensamiento político y científico: eran rebeldes todavía, no como tantos de ahora, y por eso Marx de joven pensaba que los judíos, una vez superada su etapa religiosa y se hicieran laicos prolongando la esencia judía más allá de lo religioso, podrían pasar a formar parte activa de la liberación humana.
Y cuando al fin los europeos creían haber logrado en el siglo XIX la universalización del cristiano-capitalismo que se expandía colonizando a sangre y fuego el mundo, aparece otra vez el materialismo judaico como premisa del socialismo, que no es físicamente metafísico sino que parte de la Naturaleza como fundamento de la vida del espíritu humano. Tiemblan entonces en Europa los fundamentos cristianos de la política y de la economía: un nuevo fantasma la recorre y se manifiesta en una teoría judía revolucionaria. De lo cual resulta que en momentos de crisis Hitler sólo representó, en términos estrictamente religiosos, culturales y políticos, el temor de toda la cultura occidental ante los comunistas y los judíos como los máximos enemigos de ambos, ahora renovados: del capitalismo y del
cristianismo. El racismo de los nazis -esa "teozoología política"- no es más que el espiritualismo cristiano secularizado que el Estado nazi consagró laicamente en las pulsiones de los cuerpos arios.
Una vez aniquilados los millones de judíos -como luego fueron arrasando y aniquilando con la misma consigna a millones de soviéticos "judeo-comunistas"- el impacto aterrorizante de la "solución final" hizo que los judíos casi nunca, salvo muy pocos, se atrevieran a señalar a los verdaderos culpables del genocidio (como pasó entre nosotros con los genocidas). Con la derrota de los nazis como únicos culpables -según cuenta la historia de los vencedores- desapareció en Europa la historia de los pogromos y las persecuciones cristianas medievales y modernas que nos aterraron durante siglos: la de los franceses tanto como la de los italianos, los españoles, los polacos y los rusos mismos. Sólo los nazis
alemanes fueron antijudíos.
Los judíos cristianizados por el terror del cristiano-capitalismo en Europa luego de la Shoá buscaron su "hogar" fuera de Europa: se instalaron en Palestina, como si el reloj de la historia, ahora teológica, se hubiera detenido hacía dos mil años. No se dieron cuenta de que la mayoría de los judíos que volvían a Israel no eran como nuestros antepasados que se habían ido: los descendientes de los defensores de Massada o de los macabeos.
Buber, Gershon Scholem y tantos otros sí lo recordaban. Nadie quería que nos volviera a pasar otra vez lo mismo, es cierto; pero en vez de enfrentar y denunciar a los verdaderos culpables del genocidio -que ahora nos apoyaban para que nos fuéramos para siempre de Europa y termináramos nosotros mismos
la etapa final democrática de la "solución final" judía que ellos comenzaron- los israelíes terminaron sometiendo a los palestinos como los romanos, los europeos y los nazis lo hicieron antes con nosotros. Pero primero tuvieron que vencer la resistencia de nuestros pioneros socialistas.
Los israelíes, apoyados ahora por el Imperio cristiano-capitalista que los había perseguido, crearon también en Israel un Estado teológico, pero la "parte" secularizada dentro de ese Estado judío siguió siendo la del Estado cristiano. Volvieron como judíos para culminar en Israel la cristianización
comenzada en Europa: mitad judíos eternos en lo religioso, mitad cristianos secularizados en lo político y en lo económico. Por eso ahora en Israel el Estado mantiene la economía neoliberal capitalista y cristiana sostenida por los religiosos judíos sedentarios, detenidos en el tiempo arcaico de su rumiar imaginario. Y por el otro lado los iraelíes son neoliberales en la política y en la economía y en la ciencia "neutral", cuyas premisas iluministas son cristianas. Mitad judíos en el sentimiento, mitad cristianos
en el pensamiento.
Y por eso quieren que todos, también aquí y ahora, seamos como ellos: judeo-cristianos como el rabino Bermann, avalado por el cardenal Bergoglio, o judíos-laicos como Aguinis, neoliberal letrado avalado por el obispo Laguna. O como los directivos de la AMIA, que tienen la potestad de determinar si soy o no judío. Si soy judío "progresista" y no me secularicé como cristiano, entonces no soy judío, no podré aspirar a ser enterrado en un cementerio comunitario porque me faltaría la parte cristiana de mi ser
judío. Pero judíos-judíos, esos que prolongan en lo que hacen o piensan los valores culturales judíos, quedan al parecer muy pocos, aunque sean muchos los que leen hebreo o reciten kaddish en la tumba de sus padres. Todos están aureolados con la coronita del cristiano-capitalismo que al fin los ha vencido por el terror cristiano luego de dos mil años de resistencia empecinada: convertidos ahora al "judeo-cristianismo".
Por eso la creación del Hogar Judío en Palestina tiene un doble sentido: la "solución final" europea tuvo éxito, logró su objetivo, el cristianismo europeo se desembarazó de los judíos y muchos de los que se salvaron se fueron de Europa casi agradecidos, sin querer recordar por qué se iban y quiénes los habían exterminado. La Europa cristiana y democrática se había sacado el milenario peso judío de encima. Pero mis padres, que llegaron a las colonias judías de Entre Ríos, sí lo sabían.
Todos los judíos estamos pagando esta inmerecida transacción, ese "olvido" del Estado de Israel, al que seguramente se habrían negado los defensores del Ghetto de Varsovia, que murieron, ellos sí, sabiendo quiénes eran los responsables políticos, económicos y religiosos -estaban a la vista-- como los millones de judíos europeos que murieron en los campos de exterminio.
Los judíos que vinieron luego, esos que estamos viendo, no quisieron ni pensar a fondo en los culpables: se unieron a los poderosos y saludaron alborozados que el socialismo stalinista antisemita se derrumbara
arrastrando al olvido al mismo tiempo, como si fuera lo mismo, la memoria de los pioneros judíos revolucionarios asesinados por Stalin. Por eso sus sueños mesiánicos dependen ahora únicamente de los cristianos y del capitalismo para poder realizarse. Sólo tenían que hacer una cosa: permutar al enemigo verdadero por un enemigo falso.
Estamos pagando muy cara esta conversión judía. Los israelíes, ya vencidos en lo más entrañable que tenían de judíos históricos, se han transformado en la punta de lanza del capitalismo cristiano que los armó hasta los dientes para enfrentar el mayor y nuevo peligro que tiene el cristianismo: los mil
millones de musulmanes que pueblan el mundo. Pero ni los musulmanes ni los palestinos fueron los culpables de la Shoá: los culpables del genocidio son ahora sus amigos, que los mandan al frente.
Y aquí cierra la ecuación política amigo-enemigo de Karl Schmitt. Antes, hasta la Segunda Guerra Mundial, el fundamento teológico de la política era "amigo/cristiano-enemigo/judío". Ahora que los judíos vencidos se cristianizaron como Estado teológico neoliberal la ecuación es otra: "amigo/judeocristiano-enemigo/musulmán". ¿Este es el lamentable destino que Jehová nos reservaba a los judíos? Porque de lo que hacen ustedes en Israel depende también el destino de todos nosotros.
*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/subnotas/117692-37474-2009-01-04.html
Lunes, 5 de Enero de 2009
LITERATURA SE PUBLICO UN HOMBRE AFORTUNADO, UN TEXTO NOTABLE DE JOHN
BERGER
Curar a otros y curarse a sí mismo*
En el libro, el escritor retrata con maestría la vida del doctor John Sassall, a quien acompañó en 1967, junto con el fotógrafo Jean Mohr, para observar y compartir la experiencia del ejercicio de la medicina en un pueblito inglés.
*Por Silvina Friera
Los paisajes pueden ser engañosos para la mayoría de los mortales, pero John Berger, una de las voces esenciales de la literatura contemporánea, tiene tan entrenada su mirada que puede ir más allá de las apariencias hasta sumergirse en cada uno de los pliegues de un mundo regido por un "proceso
dialéctico": el vínculo de un médico rural y sus pacientes. En Un hombre afortunado (Alfaguara), crónica con una prosa poética admirable, bellísima, o novela -qué más da el género, en todo caso es lo que menos importa-, el escritor retrata la vida del doctor John Sassall, a quien acompañó en 1967, junto con el fotógrafo Jean Mohr, para observar y compartir la experiencia del ejercicio de la medicina en un pueblito inglés. El libro comienza con la anécdota de un "caso", el de un leñador que quedó atrapado debajo de un árbol. La llegada de Sassall supone un gran alivio para el herido y sus tres compañeros, testigos del accidente. A pesar de que les garantiza que no perderá la pierna, sus compañeros, cada vez que miran el hoyo en el que había estado atrapado el leñador, ponen en duda las palabras del médico.
Además de las historias de varios pacientes y el relato minucioso de sus sentimientos, Berger bucea en la subjetividad del doctor, en las reacciones de la población y en una suerte de imperativo categórico de Sassall: "Curar a los otros para curarse a sí mismo".
Los lectores verán al médico (también en las fotos en blanco y negro tomadas por Mohr, que más que ilustrar el libro lo resignifican con un perturbador naturalismo) introduciendo una jeringa en el pecho de un paciente, que pronto le confesará que ése es su punto débil. "Sé lo que siente -le dice el médico-. Yo no soporto que me hagan nada en los ojos, no soporto que me toquen ahí. Creo que ahí está mi punto débil, justo debajo y detrás de los ojos." Influido de niño por los libros de Conrad, el médico, hijo de un dentista, a los quince años ya había optado por la medicina frente a la marina. Vive en una de las mejores casas del pueblo, va bien vestido, es todo un "caballero" y tiene un Land Rover para hacer las visitas médicas y otro coche para su uso privado. Trabaja en exceso y se siente orgulloso.
Empieza a leer a Freud hasta donde puede hacerlo solo, y analiza muchos rasgos de su carácter en un proceso que resulta doloroso. Pero, al fin y al cabo médico de los pies a la cabeza, sintetiza la lógica estoica en la que se basa su trabajo: "Siempre que algo me recuerda la muerte -y eso me sucede
todos los días- pienso en la mía propia, y esto me hace trabajar aún más".
Nacido en Londres en 1926 y formado como pintor en la Central School of Arts, Berger es autor de novelas como G., ganadora del prestigioso Premio Brooker en 1972, y de la trilogía sobre el campesinado europeo De sus fatigas, compuesta por Puerca Tierra, Una vez en Europa y Lila y Flag. En Un hombre afortunado irrumpen aspectos medulares de las preocupaciones bergerianas: evitar los clichés, las metáforas manidas, el lenguaje perezoso. Con esa ilimitada curiosidad creativa que lo caracteriza, se
pregunta cómo llegamos a adquirir la confianza necesaria para ponernos en manos del médico. La respuesta es que ofrece al paciente "una promesa positiva de intimidad física sin base sexual"; una intimidad que pertenece a las experiencias de la infancia. "Cuando nos sometemos al médico, nos
remitimos a un estado infantil, al tiempo que ampliamos nuestra idea de familia a fin de incluirlo -apunta el escritor-. Lo imaginamos como un miembro honorario de nuestra familia." Las manos paternales de Sassall auscultan un cuello o el abdomen hinchado de una mujer, cuyos ojos se clavan en el médico, acaso buscando el destello de una mínima esperanza que prorrogue la vida. "En la enfermedad se rompen muchas conexiones. La enfermedad separa y fomenta una forma distorsionada y fragmentada de la
identidad -reflexiona Berger-. Lo que hace el médico, a través de su relación con el enfermo y de esa intimidad peculiar que se le permite, es compensar la ruptura de esas conexiones y reafirmar el contenido social de la identidad quebrantada del paciente."
Alrededor de Sassall se despliega el campo -una comarca económicamente deprimida que carece de industria a gran escala- con sus pequeñas delicias, penurias y tragedias. Los campesinos son chúcaros, desconfiados, incultos, ajenos a todo ceremonial; hombres y mujeres de pocas palabras a quienes les
cuesta hablar de sus dolencias. Pero el médico aprendió a mover los hilos de la conversación para obtener la información que necesita de un paciente. "Si se siente rechazado y no es bien recibido -le cuenta a Berger-, me llevará mucho tiempo volverme a ganar su confianza o puede que no la recupere nunca.
Trato de darle un recibimiento abierto y afectuoso. Todo retraimiento por mi parte es un fallo. Una forma de negligencia." El humus cultural del escritor se respira como una bocanada de oxígeno. No hay saturación de su erudición porque hilvana sus conocimientos como si estuviera hablando en voz alta con
los lectores cuando repasa la larga historia del ideal del hombre universal o cuando exprime las glándulas del pensamiento de Sartre, Piaget o Gramsci.
Hay muchas "clases" de médicos -artesanos, políticos, investigadores, dispensadores de socorro, hipnotizadores, hombres de negocios-, pero Sassall, al igual que ciertos navegantes, vive aguijoneado por una persistente curiosidad. Y por la necesidad de saber.
Consciente de que lo que escribe sobre Sassall y sus pacientes está sujeto al riesgo que acompaña a todo empeño de la imaginación, Berger admite que su propia subjetividad puede distorsionar las cosas; distorsión que, ciertamente, el lector disfrutará especialmente cuando explora la angustia frente a la muerte. Entonces se sirve de fragmentos de La náusea, de Sartre, para subrayar que los niños experimentan constantemente un sentimiento de pérdida, requisito previo para el sentimiento de la aventura. "Es como si el tiempo se transformara en el equivalente del mar de Conrad, y la enfermedad
en el equivalente de las condiciones meteorológicas. Es el tiempo, el paso del tiempo, el que puede prometer 'la paz de Dios' y el que puede azotar y destruir con una furia 'inimaginable'." Sassall sabe que el sufrimiento no se puede solucionar simplemente expidiendo una receta. Berger observa que el
médico puede parecer que controla el tiempo, de la misma manera que, en ocasiones, el marino parece gobernar el mar. "Pero los dos, el médico y el marino, saben que no es más que una ilusión."
El escritor toma distancia del hombre afortunado que retrata y se atreve a cuestionarlo. "Se le podría criticar por ignorar la política. Si tanto le preocupan las vidas de sus pacientes -en general tanto como en términos médicos-, ¿por qué no ve la necesidad de una acción política que mejore o que defienda esas vidas?" Y hasta insinúa que tal vez sea un "romántico trasnochado" que sigue pensando en el ideal de la responsabilidad individual y única. Las palabras finales del escritor, ante la imposibilidad de resumir
la vida y la obra de Sassall, son premonitorias: "Lo único que sé es que la sociedad actual vacía la mayoría de las vidas que no destruye". En un epílogo fechado en 1999, el escritor revela que cuando terminó Un hombre afortunado no sabía que quince años después el médico se suicidaría. "Su muerte ha cambiado la historia de su vida. La ha hecho más misteriosa. Pero no más oscura. No es menos luminosa ahora; simplemente, su misterio es más violento. Y ese misterio hace que me sienta más humilde frente a él." Berger tal vez sea el último de los humanistas marxistas, un escritor que explora los recovecos del alma con una profundidad y una pasión que los lectores, afortunados a la luz de sus páginas, le agradecen.
*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-12479-2009-01-05.html
Primeras urgencias*
Iniciaba mis prácticas de residente en el Hospital de la Santa Cruz y estaba un poco nervioso ya que, a pesar de haber hecho otras prácticas, éstas eran las primeras en solitario. La responsabilidad me pesaba un poco y, porque no decirlo, la fama de aquel departamento al que se le imputaban enfermedades misteriosas, médicos con experiencias inexplicables y pacientes con comportamientos extraños me tenía un tanto nervioso.
Sabía que eran habladurías y leyendas ya que en toda la carrera de medicina, dejando aparte las truculentas novatadas de algunos alumnos, nunca me había encontrado con fenómenos que la razón no pudiera explicar.
Cuando entró por la puerta aquel hombre con síntomas de padecer una crisis asmática aguda dejé de pensar en historias y procedí a atenderle. Siguiendo el protocolo le administré un corticoide inhalatorio y dejé que hiciera su efecto. Mientras atendía a otros pacientes noté una sequedad en la garganta, ¡ya me había vuelto a constipar!
Regresé a ver como evolucionaba el asmático al que encontré ceniciento, con muchas dificultades al respirar y emitiendo fuertes pitidos al expirar, por lo que le suministré una dosis de beclometasona. Apareció una mejora sustancial mientras a mi se me intensificó la sensación de ahogo. Parecía que cuanto más mejoraba el paciente peor me encontraba yo. Me dije que no era posible que me traspasara la enfermedad, recordando las historias extrañas que me habían contado; supuse que debía ser una cuestión psicosomática, pero al reproducirse los síntomas en el paciente y administrarle teofilina de forma oral, mis ahogos eran espectaculares.
A la media hora el enfermo, estaba perfectamente y se marchó de urgencias y no lo he vuelto a ver más.
De aquella noche me queda el recuerdo del primer enfermo que atendí y una bronquitis asmática que no he conseguido curarme. Ahora nadie entiende porque no quiero tratar enfermos terminales.
*de Joan Mateu. joan@cimat.es
Despechada*
Le costaba admitirlo porque nunca fue rencorosa, era cierto estaba despechada.
Después de la ruptura se le habían quedado los pechos en la boca y las manos de él. Tenía que ver cómo hacer para que volvieran. El alma sin ellos que la cobijaban quedaba demasiado expuesta.
*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar
Convocatoria*
El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.
Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.
Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,
*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
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Tel: ++43 662 825067
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