domingo, octubre 30, 2011

MUY POR ARRIBA VOLABAN LAS CIGÜEÑAS...



*Dibujo: Ray Respall Rojas.
-La Habana. Cuba.





EL MATE COCIDO*


Bien dicho, a bien respondida si la pregunta se me hiciere, no es el mate cocido una infusión que concite mi entusiasmo.
Según Amaro Villanueva, este “té mate”, fue inventado por los jesuitas, que en la misiones no podían permitir que sus guaraníes se distrajeran del trabajo –que sería arduo de por sí- tomando mate en calabacitas y bombillas de caña, a la cual le adosaban una redecilla para que la yerba no pasara a la boca.
No puedo decir que esta bebida está entre mis preferidas, pero debo reconocer que cumple en mi biografía algo más que un símbolo, una marca tal vez que siempre llevo en el trajín del hogar humilde.
Dos cosas me traen a la mente la mención del mate cocido. La primera es íntima. Cotidiana. Por las mañanas mi madre me hacía unos suculentos cafés con leches recién ordeñada, gorda, nada de rebajas, traídas por los lecheros de entonces: los hermanos Brog, y Victorio Maiorano, don Ángel Escudero, algún otro que olvido.
Como quien dice, el reparto comenzaba allí en esa cortada, por lo tanto en invierno era noche aún cuando chistaban los caballos y mi viejo salía con una ollita “para la familia”, decía. Nunca le vi probar una gota de leche.
Este desayuno era acompañado por un buen trozo de galleta y a veces -muy pocas, ¡ay¡ para mi gusto- le pasaba un poco de manteca a una rebanada. Pero era un artículo muy caro, por lo que recuerdo.
Había que conformarse con comprar muy de vez en cuando medio paquete, que el “Cholo” Belluschi cortaba con perfección y maestría, ya que no venían sino en de 600 gramos.
Los parientes de las chacras cuando era la época nos traían factura de cerdo o manteca casera, verdadero manjar. Pero para abreviar diré que mi desayuno eran esa gran taza chacarera con el café con leche humeante.
Pero por las tardes la cosa cambiaba. Mi vieja me daba de merienda una taza de mate cocido con leche, que no me gustaba, pero que bebía sin chistar, como todos los niños de entonces y como ya a esa hora mi madre tenía la cocina limpia, yo era el encargado de lavarme mi propia taza.
Nunca pregunté, ni siquiera de adulto esta costumbre, pero imagino que la razón estaría en el precio del café, siempre muy caro. Ellos, mis padres, tomaban mate amargo, en bombilla, tanto a la mañana como en la merienda. Tal vez comieran un pedazo de pan, pero no lo recuerdo.
El otro vestigio memorioso que tengo de esta infusión me resulta más compartido y más social.
Era la merienda obligada que interrumpía los duros trabajos de entonces.
Diana Bellesi recuerda amorosa y certeramente la tarea de llevar el mate cocido al campo, cuando los cosecheros se tomaban un breve descanso para comer un pedazo de pan casero, un trozo de queso y unas rodajas de mortadela empujados por el vivificante y popular mate cocido. La tarea de transportar esa pava inmensa, de no menos de cinco litros la llevaban a cabo las mujeres más jóvenes de la chacra, seguida por una multitud de hermanitos menores que no se perdían oportunidad de pasar la aventura de cruzar grandes extensiones que tachonaban las flores blancas de la alfalfa hasta llegar al campo donde el trigo era segado por las heroicas trilladoras de entonces, como seguramente el maquinista desde su alto puesto de conductor veía de lejos ese heterogéneo movimiento de vestidos claros y sombreros grandes para cubrirse del solazo matador de diciembre, detenía el motor y esperaban el vivificante mate cocido. Cuando llegaban estaban sentados a la sombra de la máquina: el conductor, el bolsero y el costurero. Básicos pilares de la trilla de entonces, cuando se iban sembrando las bolsas por el campo y luego llegaban los alzadores, que eran siempre dos. Los llevaba un tractorcito que tiraba un acopladito para ir juntando el trigo. Esas bolsas se irían a estibar en los grandes galpones hasta que vendrían en camiones a retirarlas de la casa cerealera donde el chacarero tenía una cuenta, ya que además estas casas le vendían los arneses para los caballos, la ropa de trabajo e incluso la mercadería, ya que todos tenían un almacén de ramos generales.
Como se habían endeudado antes de la cosecha, entregada ésta no faltaba el colono que saliera derecho o aún con deudas a saldar con las cosechas venideras.
Es muy certero el recuerdo de Diana, uno estaba metido allí, entre mayores que comentaban sus historias, con su inflexión de oralidad. Para la memoria futura de esos chicos que ávidamente las tomábamos para recodarnos después.
Yo acompañaba a mi madre cuando llevaba el mate cocido a mi padre que trabajaba en los hornos de ladrillos de don Máximo Spizzo, no lejos de nuestra casa, pero había que dar un rodeo, ya que la calle Avellaneda moría en el cañaveral de don Juan Peralta, no estaba la ruta aún, por lo tanto, la calle tampoco estaba abierta. Dábamos un rodeo por la calle de los Correa y de los Vélez, y llegábamos al Camino del Diablo, y allí, nomás, a la orilla del pueblo debíamos pasar entre los hilos de un alambrado y allí sí, estaban esos hombres sonrientes, cubiertos de barro, de tierra o de hollines infamantes.
Mi madre con su pava, yo con dos tazas, porque si bien ya había tomado en mi casa un rato antes, repetía porque quería acompañar a mi viejo.
Mi vieja abría un repasador y sacaba un pedazo de queso, otro de galleta, y ahí yo me sentía feliz, porque juntos tomábamos la verde infusión, muy por arriba volaban las cigüeñas, sosteniendo el sol con sus grandes alas como sábanas y un concierto de teros gritones hacía coro en ese rincón de un campo cuando todo era principio.













¿DÓNDE MUEREN LOS PÁJAROS? *



*De Laura Beatriz Chiesa. labechiesa@yahoo.com.ar



Criatura indefensa que encierra el privilegio

de recorrer distancias, de nadar en el sol,

de llamarse con trinos, de apantallar alturas

o largarse en picada defendiendo su amor.

Hijo del viento errante de climas especiales,

que pese a ser pequeño hieres la inmensidad.

Corazón comprimido en musculoso cuerpo.

Diminuto modelo que vaga su ansiedad.

¿Dónde mueres viajero? ¿Dónde ocultas tu don?

¿Te desintegra el aire? ¿Te devora un mayor?

¿Te llama el horizonte y penetras en él

como en un hueco oscuro que deshace tu ser?

¿Sabrás de un lugar santo que te brinde una cruz,

o te evapora en llanto la luna con su luz?

Pequeñez emplumada que agitas, con tu andar,

partículas de aire para poder llegar.

No sabes quién te llama. Atávico dictar

endulza tus deseos y te incita a volar.

Así pasas la vida, imitando al Señor,

que desplaza su aliento visitando hasta el sol

o que te sopla fuerte, tu pluma o tu plumón,

para que sigas firme la ruta del adiós.

¿Dónde mueren los pájaros?, seguirá en mi pensar.

Tal vez no sepa nunca de tu viaje final.

Tal vez ese secreto se adormezca en mi ser,

y en algún sueño eterno, te revele inmortal.












Cuadernos y Palabras nº13




Entre claves oxidadas
y destiempos




*LEÓN KOMOROVSKI.







LA CASA ESTABA SIN SOL


"La casa perdida vive en alguna parte.
Allí donde los seres queridos que murieron
nos están esperando"
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN





Es difícil ganar el espacio
desde la fotografía.
Las banderas perdidas en las esquinas
emergen de frías habitaciones
repletas de gente.




Cuántas cosas debo contarte:
la casa estaba sin sol
y encontré el silencio,
quise hablarte.
Los encuentros en la ortografía de los cuerpos
formaban esa frase que el viento
hace tiempo me señalaba.
La línea se termina
y el inventario advierte.




Todo quedó en la cortesía del paisaje.




Pero otra vez la muerte
enciende los diccionarios de la biblioteca
y no hay espacios para las despedidas.
Ignoro todo:
el tránsito, los adjetivos, las pertenencias.




En la plaza se postergan los juegos
y la niñez es un paréntesis
donde no cabe la poesía.
Definitivamente ahora lo sé:
la lluvia y el invierno
se construyen con el mismo ardid.













UNA CORRIENTE ADIESTRADA DE SIGILOS



Camino por última vez las apariencias,
entre los muros insomnes
observo aletargado el misterio de los años
pero me niego
impostergable,
te llamo a la vivencia posible de los atajos
y nos acarician los vientos,
el martillo del tiempo
como una corriente adiestrada de sigilos.
No nos resignemos a la oscuridad.
Hay una lámpara disfrazada
en la consigna del inventario.
Es posible la búsqueda
entre claves oxidadas y destiempos.
Sé que me esperarás,
con una ofrenda calibrada de pétalos caídos,
en la intemperie del vaho harapiento
de los cuerpos amanecidos,
sin lunas presentidas,
sin el acecho
obligado
de callarme.
Me escondo para que otra vez
disimulemos las paredes,
para que no seamos una procesión
de mentiras ensayadas.




Y sé que en el fondo esperas,
porque detrás de todo los pellejos se rehúsan,
clama la meditación de nuestras sentencias.




Sé que me esperarás
o recorrerás descalza,
las mismas espinas de mi condena.










APOCALÍPTICA MISIÓN



Por los corredores develados
de la trampa del destino,
te vas;
por este tramo confundido
que desviste la verdad
de ser y no ser.




Te vas,
naufragando el pasado
-contrapunto de las horas-,
aprisionando hogueras
vida y no vida
muerte y silencio,
enhebradas secuelas
cuajadas de soledad.




Te vas,
mordiendo confines
-la nada-,
trepando alfileres,
aleteando raíces
alimentadas de llagas.




Te vas,
rescatando el infinito
-la condena-,
apocalíptica misión
que depara
esta dispersa realidad:
mía/ tuya,
del silencio.










CON NUESTRA PROPIA MUTACIÓN DE REBELDÍA



Te han suspendido aquí,
en los labios apacibles del infinito,
para que me sueñes,
juzgues la luz,
quiebres los momentos inmolados por presencias.




Vuelvo a tus silencios
quebrantando
horizontes de palabras,
hurgando la piel violada.




La mueca muere en el intento,
mitigando el sacrificio,
la sinrazón,
la abandonada apariencia
que desabriga la siembra,
para que no te encuentre,
para que arrepientas
sin doctrinas y atribuciones.




Mientras la primavera
cela los brotes de un nuevo amanecer,
clamo a los vientos del retorno
para que callemos
con nuestra propia mutación de rebeldía.




Y para siempre...
los arcángeles de la memoria,
me seguirán justificando
tu vuelo.










CUANDO LA METÁFORA HIERA LA MAREA DE LOS TIEMPOS






¿Dónde estarán los dioses
que conquistaron la imaginación,
los ríos anónimos que atravesaron
las últimas palabras del poeta,
los relojes que se apiadaron de lo vivido,
las oscuras horas de instantes
que no volvieron desde la ternura?


Escindirán las vocaciones de aquellos
que escaparon oportunidades.
Tornarán las sensaciones dormidas
que marcaron edades.


Somos pocos los que quedan.


¿Dónde inaugurarán silencios
aquellos rostros que partieron?.
¿Dónde la naturaleza labrará retoños
de los momentos compartidos?.
¿Dónde recalarán los sueños
de aquellos abriles
meciendo lágrimas de despedidas?.


Quizás mañana,
advertirán descalzos los rieles existenciales,
la mirada herida
de los pasajes decisivos,
se darán cuenta
que naufragan la oquedad;
se profana una etapa
en la recordación de los vivos,
como celando la muerte inmerecida del viento.


Cuando vahos hiendan los versos inconclusos:
la poesía gris.


A la orilla de las emociones,
la esperanza renacerá
cuando la metáfora hiera la marea de los tiempos.










PARA QUE OLVIDES






Quieras creer en el olvido,
en el linaje entintado
del que despierta en soledades amarillas.




Sabe a tiempo/ a desarraigo,
a una conquista de torcazas,
trigales tallados de abriles.




Quieras creer en los entresijos
o bastará que te internes
vorágine
en este pergamino,
sin ser/ o creer,
simplemente para que olvides.












ROSTROS EXILIADOS DEL DESTINO






I




Apenados los ojos
van calando soledades sin nombres
caminando oscuridades,
sintiendo la emboscada de las horas
en una rutina de un tiempo que se fue.




Desde un presente coexistido,
se ahogan las luces de los confines,
los rostros de esas muertes
que provocaron el significado del llanto
calcinan almanaques,
duermen los instantes del presente
la cerrazón de los sentires.




Son ellos,
con la mirada trascendida
avanzando en sus luchas contra lo inexplicable,
como profanando alegrías en la quebradiza maraña de un suspiro.
Su andar lento por estampas de genealogías inacabadas.
Tienen gritos en el alma
más les cuesta expresarlo.




Son ellos,
los que pernoctaron noches en el frío del silencio.






II




Tenemos instantes cohabitados:
la memoria y yo.




Son ellos,
atentos a cada designio,
como queriendo llamarnos en la vigilia del ruego,
como rostros exiliados del destino
que se funden en esperanzas replicadas.




Ahora las lágrimas desenlazan pesares,
se pronuncian nombres,
efluvios apagados de todo lo que fue.




Todo es vacío:
desolación de la fotografía.










NOSTALGIAS DE SAL




"Me he quedado quieto, sólo para sentir mi corazón".
DAVID LINCH








I




Aquí estoy una vez más
en esta estación de sombras,
donde conocimos el significante del desprecio,
y sobrevivimos al temible pasaje de la controversia.




Llora su pena de cristal,
la noche,
sobre recintos de este vidrioso encuentro.




Llegará ese día en que el reflejo
penetre la armadura del naufragio,
que seamos cadenas laceradas
para este destino de conjuro
tallado por pálidas resurrecciones.




¿Dónde miente en llamaradas la obediencia?.






II




Esta estación de sombras
nos acompañará hasta el reencuentro final
por ese tramo ávido de emociones.
Propagando los refugios,
el frío recorre nostalgias de sal,
desobedeciendo a la muerte
tejida de intuiciones
que no conocerán
las veladas transparencias de los tiempos.




Y llegará ese día
como una sustancia desposeída de futuro
nosotros inmóviles
como haladas figuras,
designaremos un idioma,
para esta ciega vigilia que nos consume.




Seremos un único eco
ahorcado de palabras:
nuestro silencio.










NO VALE LA PENA SABERLO DE ANTEMANO






La edad del lápiz
es la última lección del papel.
Desciende la tarde de domingo
por la costumbre doliente de las flores.
En un cuadro, la obsesión de la ventana.




No estaré aún en la profundidad;
el filo de la sala
refracta la luz del molde.




Afuera avanza
el débil cordón de la espera
y una palmada anuncia el llamado.




Es cuando nos damos cuenta
que las puertas tienen libertad
y no vale la pena saberlo de antemano.




La memoria me mira.




Pero la muerte,
la oficiarán los perros.












NO HAY LUGAR PARA LAS LÁGRIMAS






¿Cuántas noches habrán sido
las que despertaron los poemas más grises,
las que deshojaron los rosales
de este primitivo acto de amar,
de dar a las cosas un sentido diferente
y de aceptar que con el paso del tiempo,
arrepentimos instantes
que no regresarán más que al evocar?.
¿Cuántas palabras habrán resucitado tus ojos nuevos
por el mismo engaño que nos compromete?.
¿Cuántos momentos únicos que calibran la memoria
en una rutinaria emoción
que cruza las mañanas y enloquece los despertares?.
¿Cuántas distancias para este mismo encuentro,
hamacando las expresiones
hasta quemarle su armadura gris
que se retracta en versos de antiguas comarcas?.
¿Cuántas noches llegaron al mismo sueño,
al mismo final por el atajo de la nada,
para resumirse en lo de siempre,
en el pacto gastado de caricias
y el insustancial pasaje de los vientos
por ligaduras de lamento?.




¿Cuántas horas / cuántas miradas / cuántos sentires
son sabedores de lo que vendrá?.
¿Cuántos días se escaparon
por la brevedad del brote de un suspiro?.
¿Cuántos amores depositó la noche en su vestidura
para enamorarlos de trinos fugaces?.
¿Cuánta soledad revivida en cada llegada?.
¿Cuánta intemperie sin argumentos?.
¿Cuántas risas hay en los espejos?.




Ya no hay lugar para las lágrimas.




Cada cual desplegará sus redes interiores
para inaugurar aguas de un tiempo diferente.










Y QUE NO EXISTAN HORIZONTES EN EL RECUERDO






En el confluir de las edades
habitan las alfeñiques cicatrices
hacedoras del silencio.
Ayer eran de sonrisas los caminos del regreso,
pero hoy sigo aguardando sin saber,
que atraviesas
el anonimato de las injusticias.




Prodígate a las victorias,
fingiendo lápidas de sal evaporadas de violencia.




Desvanece las mitigadas invasiones
de un tiempo
que fue metamorfosis para esos días
que otros anhelaron desde su indiferencia.




Inquiere bajo esta soledad
un páramo donde hayan recalado
armonías de un pasado resplandecer.




Aunque este sea el último soplo que absuelva
tu cielo imaginado,
intentemos vivificar las alas de la piedad
y volemos sin prescribir destinos,
en nuestra propia sed para sobrevivir.









MANSEDUMBRE DE PERFILES




Hemisferios de luto,
cobijan este cuerpo participe,
que atisba desde el follaje secreto.




Las pendientes desvisten la cobertura abismal,
que segrega
desde la atadura cómplice del verso.




Emigran ilusiones
en cadenas cósmicas,
cruces apócrifas,
hilvanando las horas,
la partida,
-infinitud de pasado en vidaque
aguarda y eterniza
alojándome en su obstinación.




Hay un hálito,
una mansedumbre de perfiles
ya existidos,
hay miradas ególatras,
se derriba, desabrigado,
el muro de sombras cloroformices.
Me sumerjo al vuelo...
No lo oscilo
-he sabido rescatarme en la oquedad-.




(reposa el papel,
junto a la larva
de la eternidad).










PELLIZCOS DE LA SOSPECHA






Es en la tarde de mi tiempo,
donde los umbrales de los vidriosos secretos
buscan agonizantes
el disturbio del descanso.




Después de todo será la luz
la que encienda gotas en los paisajes a tientas,
la que reviva las llegadas,
la que me avise el derribo por secuelas
que la claridad abrigará nuestros arrojos.




Las señales inquieren todas las sediciones,
se sospecha el aroma fugaz de las cosas,
el sonido del destierro
y la nada en el hueco conexo de la impronta.




Es ese río que recorre los verdes pellizcos de la sospecha,
el viento que derriba testimonios simétricos.
Y en lo más profundo de mi recuerdo
deambula la regresión de mi poema,
en este papel líquido de la espera
donde el mundo intenta pero no puede adormecerse.








-León Komorovski (Coronda, Santa Fe) 25 Años- Profesor de Audioperceptiva y de Piano.
Egresado del Bachiller Universitario en Ciencias Jurídicas y Sociales(UNL), estudiante de la carrera de Abogacía. Docente de Educación Artística Nivel Medio y Primario. Actualmente es Subsecretario de Cultura de la Municipalidad de Coronda y Coordinador de la Comisión Municipal de Protección del Patrimonio Cultural. Dirigió Talleres Literarios.
Autor del Libro: "En el Insomnio de las Estatuas", Co-autor del libro de poemas "Puntos de Partida", participa de numerosas antologías regionales, nacionales e internacionales. Conductor y guionista del Programa Radial que se emite por FM 104.3 de Coronda: "Con el mismo idioma", Declarado de Interés Cultural Municipal, Provincial y Nacional, "Faro de Oro" 2004/2006. Ha sido Jurado en Certámenes Literarios y Olimpiadas de Poesía. Es Socio Honorario de la Sociedad Argentina de Letras, Artes y Ciencias. Ha obtenido alrededor de 95 Premios en su quehacer Literario, entre los cuales se cuentan varios de carácter internacional. Integrante de S.A.D.E Seccional Coronda.
E-mail: lenako16@hotmail.com







Cuadernos y palabras.


Edición Cooperativa de los Autores
Coordina: Oscar A. Agú. oscarcachoagu@yahoo.com.ar


Colección LuzAzul.











COMBATIENDO EN CUBA*


(La Hazaña del Pequeño Capitán)



El Comandante Fidel Castro bajó de Sierra Maestra, y ya no encontró casi resistencia. El mismo Ejército Regular se iba pasando a su bando y se sumaba a sus huestes. Entró triunfalmente en La Habana y proclamó el triunfo de la Revolución del Pueblo. Y ese pueblo jubiloso se mezcló a sus bravos soldados aclamándolos victoriosos.
Era enero de 1959, en plena Guerra Fría, y esto permitió a la entonces poderosa Unión Soviética, posar la zarpa del temible Oso Ruso, en el umbral mismo de Occidente, recalentándola a tal grado que parecía a punto de estallar el mundo entero. Fidel y su roja estrella, se convirtieron en el centro del mundo de aquel tiempo.
Los progresistas del tercer mundo lo vieron como una esperanza, mientras que la amenaza comunista, estremecía el orden establecido de toda la sociedad; y nuestras Fuerzas Armadas, designándose como la reserva moral y custodios de ese orden, estaban lógicamente en guardia y sumamente alertas.
Así las cosas, en enero de 1960, nos incorporamos al Servicio Militar Obligatorio, con veinte años cumplidos; yo en Santa Fe, en el Liceo, como soldado conscripto, donde sólo había una compañía, con unos sesenta integrantes; mitad Rosarinos, y los demás norteños. Los cadetes estaban de vacaciones y no regresarían hasta el mes de marzo.
Como estuve unos días en el Distrito de San Justo, me incorporé una semana después. Pero todavía no estábamos completos. Pasó otra semana, en plena instrucción, y llegó un nuevo integrante a sumarse a nuestra Compañía de Servicios.
Era un joven de cuerpo menudo, muy flaco, casi esmirriado, de hablar algo inseguro y una voz ronca y algo rústica, que amenazaba tartamudear. Retraído, como esquivo, algo huraño; de mirada baja, huidiza, cara huesuda, mentón hundido, y una nuez de Adán prominente. Ni fuerte ni viril, no se lo veía ni como héroe, ni como valiente.
Ejemplar hecho a medida, para ser objeto de bromas y burlas, especialmente de los rosarinos que no eran de lo mejor; sumamente “vivos”, “piolas”, y engreídos; además dijo venir de Buenos Aires, y haber combatido en Cuba, al lado de Fidel Castro. No le creyó nadie y se le reían a carcajadas. Era el hazme reír. Cayó simplemente en ridículo, Le pusieron mil sobrenombres, y al fin le decían Noé, no porque ese fuera su nombre, sino una deformación de “nuez”. Su apellido era Perazza.
Al principio luchó muchísimo por hacerse creer, y más insistía más se le reían. Intentaba demostrarlo contando alguna de sus supuestas experiencias y anécdotas, pero era burlado y rechazado por todos. Lo único que recibía eran burlas y risotadas.
Terminó apartándose de todos. Siempre que podía estaba alejado y taciturno. Me daba pena. Terminó acercándose a mí, porqué vio que lo trataba distinto. Yo no lo importunaba, ni le preguntaba nada que pudiera molestarlo, y se empezó a sentir bien conmigo. Poco a poco se fue abriendo, contándome de su vida.
Era huérfano, y fue criado por una tía. De chico tuvo fiebre del heno, una grave dificultad respiratoria. Me mostró una gran cicatriz en la garganta, donde una operación le salvó la vida. Deduje que eso habría incidido en su desarrollo deficiente, y seguramente en su carácter entre tímido y resentido. Quizás tratando siempre de superarlo, se apartaba de todo, inseguro; quiso irse lo más lejos posible. Eso lo hizo soñar en ser alguien, realizar alguna proeza; o perderse para siempre…
Soñó con Cuba. Quizás si llegaba allá y se unía a las fuerzas revolucionarias, lo recibirían sin fijarse tanto en su físico, y tal vez tendría oportunidad de demostrar, de lo que sería capaz. La vida misma no le importaba mucho, así como lo trataba. Eso le daba valor para enfrentar al peligro, o intentar cualquier empresa, que le diera confianza y valor. Su sueño era sentirse grande, fuerte; y desafiar, a todo el mundo si fuera necesario…
Un día se embarcó en un tren carguero y viajó entre bolsas de harina hasta Salta, de allí pasó a Bolivia, e ingeniándose, con muy diversos medios, sin casi dinero, y con muchos sacrificios, fue subiendo al norte por el mapa de América del Sur, trepando la cordillera de los Andes, de país en país… hasta el Caribe, y finalmente a Cuba. Siempre como polizón, clandestinamente. Me contó cien anécdotas y detalles. Me apasionaba escucharlo, Podía no ser cierto, pero merecía serlo…
Las vivencias que me relataba, de su permanencia con el ejército revolucionario de Fidel Castro, me fue contando por las noches, cuando tras la cena, teníamos un par de horas de descanso, y nos desperdigábamos en el gran patio de la compañía. Muchas de estas cosas ya las había contado, cuando trataba de hacerse escuchar, al principio, entre los demás.
Decía haberse destacado en las misiones de reconocimiento o de avanzada, cuando a veces debían conseguir provisiones, y llegar a los poblados, o pequeñas ciudades protegidas por el ejército de Batista. La estrategia y la táctica debían ejecutarla en el momento, y según las circunstancias. Generalmente eran misiones nocturnas, y solían tener encuentros y escaramuzas con partidas militares, en las que; o lograban esquivarlas o debían combatir. Según él se destacó enseguida por su capacidad de reacción, y de preeminencia de manejo en situaciones de apremio, y de peligro. Los jefes cada vez le daban más protagonismo, y terminó detentando el grado de Capitán.
Eso de Capitán a tan sólo diecinueve años, era muy difícil de creer. Pero él me aclaraba que no, que eran tiempos apremiantes, de combates, y escaseaban quienes se destacaran y a esos les daban el mando, más allá de la edad o la presencia. Era el coraje y la capacidad de lograr objetivos, y conducir grupos, y decidir en el momento las estrategias, de cómo lograr el éxito en la misión. Sea como fuere, yo lo escuchaba. Sentía como que algo había. No podía ser todo fantasía.
Todos lo miraban con ironía, con sorna…
Hasta los oficiales y los suboficiales lo burlaban. Una noche de esas se dejó llevar por el desaliento, se sentía tan mal tratado que se plantó desafiante:
-A Ud, sargento primero, le juego a que le tomo la guardia, y refuércela cuanto quiera…-
Primero el Sargento se le reía, pero el desafío seguía, y finalmente terminó entrando en el juego, acicateado e involucrado, por como fue presionándolo:
-A ver, pongamos que estaría en esa situación…- burlonamente, el jefe de día le planteó un esquema de guardia, y le exigió que demostrara una estrategia, - Si es que pudiera tener un conocimiento militar de algún tipo… ¿Qué haría Ud., paso por paso? ¡A ver!….
Fue tal la desenvoltura con qué desplegó un plan de ataque sorpresivo, impecable e indiscutible, que se le terminaron los argumentos al suboficial, que quedó mirándolo perplejo. En realidad nadie pudo reírse, como esperaban. El sargento primero optó por alejarse, sin agregar más nada, y todos quedamos en silencio, sin saber qué decir.
En esa época yo tenía problemas de salud. En el Liceo sólo había una enfermería, por lo que me derivaron al Hospital Militar de Paraná. Me iba solo. Cobraba un viático y volvía en el día. Fui varias veces. Noé tenía serios problemas respiratorios, y también lo derivaron. Pero a él no pensaban mandarlo sólo, así que me lo asignaron. Viajamos juntos varias veces, yendo a la mañana en lancha, y volvíamos por la tarde.
Nos sentíamos bien estando juntos. Nos hicimos muy compañeros. Generalmente nos atendían por la mañana, y volvíamos caminando al centro, íbamos al parque Urquiza, comprábamos algo liviano para almorzar, preferentemente frutas, más tarde algún helado, caminábamos, hablábamos, nos hacíamos confidencias, nos tratábamos como hermanos. A media tarde, en una lancha de pasajeros, cruzábamos de vuelta el río, disfrutando del paseo, de una libertad prestada.
Al menos ese día nos sentíamos libres.
Finalmente a mi me internaron y estuve en el hospital cerca de dos meses. Cuando me dieron de alta médico, también me dieron la baja del Servicio Militar. Hasta que se hiciera efectiva, estaría unos días en el Liceo, antes de salir definitivamente para volver a casa
De golpe sentí como que todos me estaban esperando. Ahora todos eran grandes amigos míos. Fue lindo, pero había algo más.
-¿Y Noé? ¿Dónde está el soldado Perazza?
Se amontonaban todos alrededor. Todos me rodeaban y al mismo tiempo querían contarme algo…
-¿Sabés qué? A Noé… ¡Al soldado Perazza lo arrestaron, lo pusieron preso en la guardia!...
-¡Era cierto lo de Cuba!!!.. Lo de Fidel Castro… ¡Era cierto que era Capitán!!!...
-¡Sí! ¡Síiii! – coreaban… - le pusieron guardias reforzadas…¡Pero al segundo día se escapó! …
-¡Nadie sabe cómo…! ¡Pero escapó!!! – Todos estaban admirados, todos me contaban cosas pero en el alboroto no podía entender… Luego, disipado el tumulto, ya mas serenos todos, comprendí mejor lo que me estaban contando…
Casualmente encontraron sus efectos personales, escondidos en una gran pila de ladrillos, que estaba junto a una pared exterior de nuestra compañía, donde comenzaba un gran patio externo, en el que generalmente íbamos a descansar en los ratos libres. Allí a veces recostados en los ladrillos apilados, algunos conversábamos, otros fumaban pasando de uno en uno el faso y compartían la pitada. Esa era la camaradería de la colimba… Allí hizo un pequeño nicho retirando unos ladrillos, guardó una cartera pequeña con varios documentos cubanos, jinetas, cédula del ejército revolucionario con el grado de Capitán, mapas, apuntes, datos sueltos, volantes, cartuchos de fusil servidos, quizás de recuerdo… Volvió a poner los ladrillos en su lugar y allí estuvieron, hasta que un día decidieron mudar de lugar, esa bendita pila de ladrillos.
Hoy nos preguntaríamos que cual finalmente sería el delito; pero no nos cabía aquella vez ese planteo. Las Instituciones de la Patria no eran cuestionables. Ni yo mismo sentía, que pudiera haber un lugar para defenderlo, aunque sólo fuera en mi interior. Nos parecía tan lógico aquello.
La ironía es que el pobre Noé, había vuelto de Cuba para cumplir con el Servicio Militar.
Vino voluntariamente. Sentía que se lo debía a su Patria.
Vino sin querer a la boca del lobo, pensando quizás, que no tenía porque temer…
Un par de días después ya saliendo para casa, aunque provisoriamente, sin la Libreta de Enrolamiento firmada; hubo un revuelo y nos enteramos que habían arrestado al soldado revolucionario, en Tucumán, o Salta, las noticias no precisaban, pero lo traían al Liceo nuevamente detenido. Esta vez con el extremo cuidado. El pobre Noé no era de fiar, según sus custodios.
Más o menos un mes pasó antes que yo volviera al Liceo, a recuperar mi documento, firmado y sellado con la baja y constancia de haber cumplido con el servicio militar…
¿Y cual no sería mi sorpresa?, al enterarme que el Capitán de Castro, el alfeñique, el enclenque Noé…:¡Se le había vuelto a escapar! Esta vez con las guardias súper reforzadas, poniendo indudablemente en incómoda situación, a toda la oficialidad del Liceo…
Nunca consiguieron capturarlo. Ya entonces los militares estimaban, que había salido del país…
¿Habrá conseguido llegar nuevamente a Cuba? ¿No habrá acompañado al Che en Bolivia?
¿No estará quizás, ahora, al lado de Fidel?
En los noticiosos que televisan actos del líder cubano, busco con una sonrisa su desgarbada figura, imaginándolo a su lado… ¿Por qué no???



*De Celso H. Agretti. celsoagr@trcnet.com.ar
Avellaneda (Santa Fe), -Texto incluido en "Los días felices" 18/08/2005






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