domingo, diciembre 18, 2011
CAEN GOTAS DE NOCHE SOBRE LA SOLEDAD DE LOS ZAPATOS...
*Ilustración: Walkala. -Luis Alfredo Duarte Herrera- http://galeria.walkala.eu
¿DE DONDE SON LAS GAVIOTAS?*
*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
¿De dónde salían las gaviotas que vi volar alrededor del arado donde mi abuelo iba sentado, roturando la tierra?
¿De dónde venían, tan blancas, a veces con un pequeño luto en la punta de las alas, siempre voraces, siempre hambrientas?
Tal vez de aquellos cañadones, en cuyas orillas que festonaban los juncos, las espadañas, los espartillos, las plantas acuáticas en medio.
La tierra al ser volcada era muy negra, al paso del sol y de las horas iba tomando un color más claro, tal vez influyeran también los minerales que durante siglos estaban en el vientre del mundo.
Las tres rejas pobrísimas iban dando vuelta la tierra y sacaban al aire los gusanos, gusanillos e isocas blancas que eran el manjar no sólo de las gaviotas sino de numerosos pájaros menores que iban a la arrebatiña que producían las gaviotas con sus gritos y sus vuelos rasantes.
A veces yo seguía a mi abuelo y me ponía a distancia prudente, mi presencia no era respetada por el hambre y la angurria de las aves diversas. Cuando mi abuelo me descubría invariablemente me marcaba de regreso. ¡Cómo me hubiera gustado que me subiera en su falda! Si eran mis tíos los que araban la cosa era distinta. Me alzaban y me sentaban en sus rodillas ya que el aradito tenía un solo asiento, y hasta me dejaban tocar ese doble par de riendas, para darme la ilusión que yo manejaba los ocho percherones que trabajosamente arrastraban esas tres pequeñas rejas de hierro que la tierra ponía brillosa y cuando se dejaba de arar por medio de una palanca se alzaban y el sol se veía allí en su plenitud y lo reflejaba como espejos.
Por el camino rural de vez en cuando se veía una polvareda que se iba acercando y luego al pasar junto al alambrado donde mi abuelo estaba arando el conductor saludaba con un grito, mi abuelo levantaba apenas el látigo a modo de respuesta, y enseguida el silencio del campo que llegaba antes de que el polvo se asentara de nuevo en la calle.
A veces pasaban los obreros de Vialidad Nacional que estaban reparando los caminos con esas grandes aplanadoras “Champion”, o algún jinete de vez en cuando y más raramente aún un auto. Los que sí se veían con más frecuencia eran los pequeños Ford T o la “Justicialista”, una chatita de industria nacional que fue fabricada previamente al popular rastrojero allá por los cincuenta del siglo pasado. Estos vehículos eran más frecuentes porque transportaban tambores de gasoil o de aceite hacia las chacras que las usaban de combustible, o bolsas de harina para amasar el pan, que no entraban en el espacio reducido de un sulky.
Los tractores eran pocos todavía, y sólo muy raros chacareros lo tenían. Estaban los Massey Ferguson, los Hanomag y el popular y criollísimo “Pampa”, todo pintado de verde. Eso recuerdo.
Y volviendo a las gaviotas, aunque no he averiguado el origen, no las supongo sobrevolando las orillas de un mar lejano y creo comprender que éstas de los bañados eran más chicas, y a su vez, alternaban con otras especies como las cigüeñas, los chorlitos, las bandurrias, la diversidad de patos: crestones, picazos, siriríes, zambullidores, maiceros, etc. También con los flamencos blancos y los rosados, y con las garzas blancas y las garzas moras que cruzan el aire solitarias con ese silbido tan triste que zurce el horizonte plano y sangrante del atardecer.
Estas gaviotas merodeaban la tierra cuando todavía se araba porque le producía una vasta y surtida oferta de alimentos para ellas y sus crías que usaban ese graznido tan desagradable y lastimero.
Con lo que ellas dejaban se alimentaba toda familia de pájaros menores menos el biguá que lo hacía estrictamente de los caracoles que pescaban a la orilla de los cañadones donde corría poco el agua.
En los atardeceres cuando mi abuelo levantaba esa palanca y las rejas ya no brillaban al sol porque con su sangre iba pintando los campos, la estribación de los montes, el lomo de los terneros que balaban sangradamente buscando a sus madres y algo de ese fleco rojizo del crepúsculo se posaba en el sombrero lleno de tierra y sus bigotes cansados que a la noche, como siempre, filtrarían el vino antes de pasar airoso y feliz por su garganta italiana.
A lo lejos las luces del pueblo no llegarían a iluminar las numerosas perdices echadas en medio del campo, en silencio como una araña dormida.
CAEN GOTAS DE NOCHE SOBRE LA SOLEDAD DE LOS ZAPATOS...
EL TORITO, mi primer perro*
Los lápices que se esparcen
por la casa me recuerdan
aquellas caminatas
por las tierras del sol.
Del patio un caldero de cobre
con burbujas de dulce de higo.
Que a escondidas y quemándome,
a la siesta gustaba probar..
Al tío yugoeslavo que tomaba mate
bajo la glorieta en flor,
y que un buen dia
me ungió:
"Serás la cebadora oficial de mate de la familia,
Martonita".
A los tres años, gran emoción..
La enorme biblioteca de mi tia mayor.
El baño con densa neblina.Y su tocador.
La tia en su bata.. Con guantes
revisando el polvo.
Ardida de calor.
Al lado
una boquilla de oro
con un cigarrillo apagándose
al ritmo de un sillón.
Los azahares, el auto,
mi grito de dolor.
Cruzábamos la calle.
Mi padre iba conmigo.
Torito iba adelante
Murió en mi brazos. Con un suspiro.
Frente a la casa de mi tía mayor.
A mis queridos tíos, Flora Zabaleta de Jakas y Marcos Jakas. QEPD
Villa Cañás, 1940
*de Marta Zabaleta, mzabaletagood@gmail.com
Essex, 12 de diciembre 2011
Una charla con Heráclito*
El aire , mece el sonido, cuna, cura
La noche es un lecho de sueños revueltos que giran. Por cada velo caído, asoman infinitas ventanas, aparecen y se desvanecen los deseos. A nadar la noche, los pájaros con ruidos brillantes invitan a tirarse en ese oscuro tiempo del río que nos moja tantas veces el mismo. La piel mueve los sueños-
*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com
El tiempo*
el tiempo que desfila
por las venas
ha dejado muestras
de un recorrido indefinido
permeable a las sorpresas
iracundo a los desengaños.
Recorre, por lapsos. tan ligero
que no puedo inmovilizarlo
entre mis manos.
Él fluye sin pausas
cual vertiente del arroyo
humedeciendo regando
el calor del vagabundeo
por los eventos de la vida.
En minutos puedo ser pétalo
desafiante ante el brillo de la luz.
Deslumbrada por las gotas de rocío
Me olvido del futuro
No intento mirar lo que vendrá
Aunque arriesgue la odiosa
humanidad y la costumbre
de adivinar que va a suceder.
El tiempo con sus contraseñas
Da aviso impertinente
Que quizás llegue una hora
en la que tenga que partir
A otra dimensión…
En su fuga de cambiar inapelable
A pesar de las arrugas y los achaques
Con un gesto de hidalguía
y mis artes de persuasión
Le hago frente a su osadía.-
*De Azul. azulaki@hotmail.com
VIDENCIA*
Zulema buscó con ansiedad los ojos de la tarotista.
_¿ Y ¿ ¿Qué ve?
La mujer dio vuelta las cartas lentamente.
Acomodó algunas, contó las filas y las hileras y, pensativa, descansó su dedo índice sobre sus labios.
Luego de un breve silencio, levantó los grandes ojos negros y la miró de fijamente.
_No hay por qué preocuparse_ le dijo.
_Tenés las mejores cartas. Vas a ganar el juicio y cobrarás mucho más de lo que imaginabas.
Con la voz temblorosa por la duda y la emoción, Zulema volvió a inquirir:
_¿Y ese hombre? ¿Qué pasa?
La mujer volvió a juntar las cartas. Las mezcló y separó diez, formando un círculo sobre la mesa.
_ Otro éxito_ dijo _En un mes vuelve a tu vida. Te espera un año maravilloso, lleno de prosperidad y amor. Al fin, después de tantos problemas.
Dos lágrimas recorrieron el rostro de Zulema.
_ ¡Gracias!_ murmuró. La sonrisa transformaba su cara luminosa.
_ ¡Me habían dicho que eras magnífica!
Al marcharse, se volvió nuevamente hacia la adivina y le repitió:
_¡Gracias!
La tarotista cerró la puerta y apoyó en ella la espalda.
Una mirada cansada cruzó sus ojos.
_ ¿Quién era? _ preguntó su hija
_ No importa _ respondió lentamente _ En tres días se muere.
*De Cecilia Zanelli. ceciliaines_zanelli@yahoo.com.ar
El ahorro es la base de la fortuna... de los otros... *
*Por Carlos Alberto Parodíz Márquez . parodizlaunion@gmail.com
Otra postal retardada de un 2004 de dibujo impreciso.
• La buseca no me gusta -
• Esa es una comodidad intelectual. Bien podrías olvidar las invitaciones a comer que traspolaron tus sabores -
• De todas formas, no puedo decirte lo contrario, porque decida comer en el barrio o en mi casa. La buseca no me gusta –
- Me parece que estás agrandado ya que desde hace un tiempo, dejaste en el pasado las milanesas, algunas ravioladas y quizás en el olvido, los bifes anchos de hígado y espesos, sin olvidar las albóndigas fritas -
Me sentí humillado por la deriva de la charla que tenía lugar frente a una fuente gigante de anchoas -aceite de oliva mediante-, que navegaban plácidas esperando turno. A su lado, gratificando la ausencia de soledad, aguardaban perfectos cortes, tostados de pan, untados con salsa tártara.
Teníamos, delante eso sí, como dos columnas dóricas, sendos vasos altos, conteniendo aperitivo francés anisado, potenciado por un toque de Cointreau, que le sumaba sabor muy particular. Es decir que el rumbo de la disputa estaba trabado por el entorno y los servicios, restándole seriedad
-como siempre- a estas discusiones que sosteníamos con Yon, a la hora de las recriminaciones, que solían coincidir con ese brindis previo.
Le dediqué una nostálgica mirada a la escuadrilla gris de lomo, morada de vientre y dejé para luego proseguir defendiendo mis preferencias.
El lugar, en realidad un link de golf, reciclado en medio de la vegetación, todavía furiosamente verde, reunía fantasías suficientes para no querer partir.
Teníamos tiempo siempre lo teníamos – puesto que el vasco había ordenado “Rabas a la Eibar”, una creación suya que iba dejando, como los chicos estampitas en el tren, para que quedara su plato registrado en la lujosa carta que se entregaba a los recién venidos.
Yo sostenía la secreta esperanza de que el blanco elegido fuera Chardonay, puesto que la cepa me simpatiza, en realidad me enternece, ya que provoca bucólicas evocaciones, pero para ese momento faltaba tiempo; incluso antes, a las extrañas tertulias de Yon, le habían asignado su protocolo a cumplir.
Curiosamente, sólo algunas parejas flotaban en ese paisaje irreal que, como ocurre en este país, era la viva contradicción con la postal que ofrecía la autopista próxima, en calidad de paisaje urbano.
“Es brutal como se ensaña”, igualito que en el tango, la realidad que debe acomodarse.
El maître y un reducido cortejo, en tanto, en los lugares umbríos, apagaban luces discretas, cambiaban otras para sumarse a la cruzada cu.lo.ro.to., sigla paradójica que define a la cumbre local rocambolesca total; entidad dedicada, entusiastamente, a defender causas perdidas; proponer reivindicaciones delirantes, como recuperar los buenos modales, saludar a conductores de colectivos y taxis, decirle buen día al vecino que nunca vuelve la cabeza cuando lo cruzamos, tarea en la invierten horas de congresos y convocan a prestigiosos opinólogos, en cuestiones solidarias, aunque cuando estos llegan, dejan el Rover, estacionado a diez cuadras en una cochera subterránea.
La Fundación era la que venía a reclamar ante el vasco, buenos oficios, para hacer llegar su petición sobre que las luces de la casa de gobierno, el ministerio de economía, todas las dependencias oficiales del gobierno nacional, municipal de la ciudad de Buenos Aires, para generar ejemplos imitables, dejen de tener durante las 24 horas, encendidas las de sus edificios.
Traían como ejemplo el gesto de Caroso el escribidor de Almagro, que reactivó el legendario Primus para menudencias tales como prepararse la comida y calefaccionar su ambiente -para no exagerar la comodidad-, con el heroico braserito que lucía, orgulloso, una latita de tomate al natural CICA, portando trozos de eucaliptus para que el anhidirido carbónico que le llegaba al dormir tuviera olor a menta.
El escribidor, por supuesto, ponderó la adrenalina provocada por el gesto y que lo llevara a apostar con su vecino Malinche, si amanecía vivo después de respirar buena parte de la noche la portentosa combinación. Se enfervorizaba al explicar ante el auditorio, escéptico, reticente, cariacontecido, los beneficios por lograr una patria libre, justa y soberana desde ese esfuerzo colectivo. Mucha bola no le daban.
Pero los visitantes traían una clave más pesada, pedirle al ministro Aníbal Fernández, la tercera foca argentina, segunda en un mismo gobierno, el plan salvador para paliar la crisis energética durante el invierno que se viene y sería solución para propios y extraños.
- ¿De que se trata? – fue la consulta distante de Yon a quien parecía encabezar la delegación, que lucía como distintivo identificatorio, la blanca suela de un zapato calibre 45 en la base posterior de su jean negro, para que el mensaje fuera claro en sus presentaciones.
- Nuestra propuesta consiste en marchar a Plaza de Mayo encabezados por Blumberg, Castells, Alderete, cuyo apellido reúne la cacofonía adecuada a la confección de los cantitos, el perro Santillán, para que sepan que la frase “ladran Sancho” es una verdad casi cierta, como la realidad y otros respetables protestadores a plazo fijo, conducidos por Carlos Heller, decididos a que el espíritu credicooperativo no fuera cuestionado.
Casi como aquello de la sangre que nunca sería negociada, aunque hay quienes aducen que buena parte de ella se encuentra invertida en Barcelona, porque suscriben que siempre que llovió paró.
-Está bien. ¿Pero que debo decirle a Fernández? –
Yo pensé en un buen destino para esa respuesta, pero la gente se me anticipó.
-Que marchamos para mostrarle nuestro acuerdo con el aumento de sueldos a los funcionarios que los va a llevar de tres a seis mil pesos, pero que esa diferencia en la liquidación se aplique a pagar las multas de los que no puedan hacerse cargo del aumento derivado de los ahorros por la crisis energética y de esa forma, quizás empatemos las cuentas y podamos decir que, “para el pueblo lo que es del pueblo”.
Cuando las empresas, patrióticamente inviertan para corregirla, esa generosa contribución de nuestros funcionarios, podrán pasar por caja a cobrarla.-
Yon se quedó mudo. Yo con la boca abierta, como siempre y una abeja peregrina, casi instala un panal de micro emprendimiento en ella. Me quedé espantado por la esperanza de esas miradas y me volví para beberme la copa, a sus espaldas y recuperar la fe en los pigmeos orientales, que anunciaron victoria, por la vuelta; brindé por eso.
Antonia se desnudaba*
Antonia se desnudaba ante mí
con desenvoltura y no sin pudor
al tiempo que yo hacía lo propio
con pudor y sin desenvoltura
Procedió Antonia con desenvoltura
y ya sin pudor
en las previsibles instancias subsiguientes
De mí, ¿qué quieren que les diga?:
fui un éxito.
*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
Blues de un dolor apaciguado*
Caen gotas de noche sobre la soledad de los zapatos .
*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com
*
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