Haciendo memorias*
Estamos en el bar. Me han invitado a presenciar la prodigiosa memoria de Don Joaquín.
Don Joaquín esta orgulloso de sus 93 años, se nota cuando me da la mano y dice:
-Lo felicito por conocerme.
Tan pintoresco el hombre con su sombrero negro de alpino.
Juega en su patio de la memoria y deja con la boca abierta a quien lo escuche:
- ¿Quien recuerda publicidades de mi época?
Y sin esperar respuesta recita:
- "5 de pan, 5 de vino y 20 de queso El Peregrino."
- "Casa Muñoz, donde un peso vale dos".
- "Sastrerías Braudo, la casa de los dos pantalones".
- "Casa La Mota... Donde se viste Carlota".
Este es mi barrio. -sigue- Soy el único mayor de 90 años sobreviviente. Lo que ya no esta
se extinguirá cuando mi memoria se hunda al olvido, o -aunque no quiero- muera.
(....)
Mi primera bicicleta fue una Cycle Zucca y la hacían a dos cuadras de acá.
Nadie en la mesa recordaba ni de nombre a esas bicicletas.
Don Joaquín recorría las caras de las personas que estábamos allí tratando de confirmar que esa era una perla única de sus recuerdos.
-Yo si conozco a las bicicletas Cycle Zucca. -dije con timidez.
Antes que siga un silencio que me pareció similar a la incredulidad, me explique:
-Las fabricaba mi abuelo materno. Tiempo atrás encontré una foto perdida en el cajón de las fotos antiguas.
Y allí se veía a dos ciclistas con la remera de "Cycle Zucca". Explorando con cuidado descubrí el rostro
de mi abuelo. Por allí atrás del hombro de un ciclista se asoma la cabecita curiosa de una beba que a su tiempo será mi madre. Mi madre vive. Tiene 83 años y sigue memoriosa.
*De Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com
DESDE EL PECHO A LA MEMORIA...
RITUALES*
I
Intento macerar los ruidos
En el cuenco de mi alma
Y convertirlos en música.
Pido el milagro a mi ángel guía
Para no perder la senda
Donde siembro ensueños.
Aún mantengo el goce
De unirme al amanecer
Y absorber al sol en mis entrañas.
Dialogo con el pájaro,
Revivo con la lluvia.
La magia entre mis manos
Inventa ritos nuevos
Cada mañana, cada comienzo.
II
La noche juega
Con el tiempo de los relojes.
Mi sangre cuenta minutos,
Mis esperas se eclipsan.
El faro de mi destino
Ilumina y oscurece astros.
Viajar a buscar estrellas
Es tarea de corsarios.
De todos modos me atrevo
A robar trozos de estela
Que no consumió el ocaso.
La noche repleta en tiempo
Atiza brazas de sueño,
Ordena callar al péndulo
Y pone rosas en la almohada
Como ofrendas a destiempo.
III
Los pájaros son dueños de la calle.
Soy intrusa en el lugar.
Busco la libertad adherida a sus alas
Y volar pegándola a mi alma.
Les hablo en silencio y responden
En el tono encubierto del canto
Cuando aún no choca con el aire
Y tiene la pureza de la magia.
El sol duda en el horizonte,
También sabe que invade tierra ajena,
Con timidez se asoma a los abismos
Y acaricia todos los contornos.
IV
Ya lo sé, hermana soledad,
De la mano vamos
por tierras donde nada crece.
Invento miles de artimañas,
Quiero equivocarme, lo deseo,
Pero siempre vuelve el bumerang
Con mensajes vacíos, sin respuestas.
Estamos solas, hermana soledad,
Nadie responde aunque gritemos,
Todos vinieron a buscar la dádiva,
Al partir no hubo regreso.
Abrázame fuerte, hermana soledad,
Quiero sentirte, quiero incorporarte
A mi sangre ávida de afecto,
Sé que no te irás porque vivencias
Lo que envío a tu encuentro.
*De Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar
*
Entramado el aire
con las ramas y el cielo
la lluvia penetra
como un relente
limpio
bajo los remolinos
turbios
bajo los troncos chorreantes
en los árboles
donde mueren
los insectos
y la última araña
huye con su tela
destruida
con su inevitable pena
sin saber
qué hacer
en esta furia del cielo
hasta hace poco tan
límpido y perfecto
*De JORGE ISAÍAS. jisaias46@yahoo.com.ar
-Lluvia de marzo. Colección de Poesía ÍCONO nº4. Editorial Ciudad Gótica.
UN BUEN EMPLEO*
La mamá de Abigail le cuenta que va a comenzar a trabajar en una juguetería.
- Y ¿cómo es eso? – pregunta la niña.
- Es fácil – la madre intenta acomodar la explicación a sus seis años -, solo tengo que estar ocho horas en un sitio lindo, rodeada de juguetes nuevos y mostrarlos a los niños… es decir, abrir las cajas y sacarlos, y si alguno quiere que le haga una demostración, le coloco las baterías o le doy cuerda.
- Es decir, mami, que vas a pasar ocho horas jugando con “los mejores juguetes del mundo”, nuevitos… ¡Y encima te van a pagar!
*De Marié Rojas.
La Habana. Cuba.
SECRETOS*
*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com
Me pregunto si es una cabeza de hijo de dios la que rueda, o una cabeza de alfiler, o un aullido de lobo el que rueda desde el mentón al pecho, desde el pecho a la memoria, de la memoria al sexo. Me pregunto si ese secreto, vivo y azul como una paloma, es un recurso vital para no volverse cadáver. Me pregunto si en el recuerdo del color hay una fragancia, si las glicinas se dejaron besar por las bignonias, si era verde mar aquel nudo de serpiente en la garganta. Me pregunto si yo era el nudo, la glicina, o la bignonia.
*
Algunos secretos nacen en silencio, otros con un breve aullido de lobo, otros con un leve trueno. El infierno que viene es celeste, para dicha de los azules. Las magnolias que vienen son moradas, para dicha del alba. Todos los silencios hablan de los imperceptibles músculos del cielo que se contraen, se relajan, se asfixian y se humedecen. Y esto que divaga a fuerza de no decir, esto sin nombre ni persona a lo que se le han atribuido palabras tan gruesas, cuando en verdad merece un trato de seda, no es más que una forma amorosa de resplandecerse, una manera de soltar al pájaro boreal enjaulado en el desierto.
*
Huellas de sirenas quedan en la vereda cuando el mar de la noche se marcha. Rastros de fantasmas permanecen en el aire, sobre una nube de estremecimientos, cuando el jadeo cesa. Cósmicas coincidencias pasan inadvertidas. Hablo de la pasión por la irrealidad, de lo real de esa pasión. Hablo del secreto a voces. Hablo de la realidad con sus cuerpos sudarios y sus miedos nupciales. Hablo del secreto con su carne levísima de gladiolo. De hongo. De pez dorado que viene desde el fin del mundo, o desde el fin del cuerpo, o desde el fin de la rosa. Hablo del pez con sus dedos de mar. Es como una profesión este secreto. Una profesión que implica una idea sobre el color: rosado como el azúcar, blanco como la noche, negro como el sol.
*
La divulgación del secreto es algo bastante difícil porque es secreto. Porque su sombra viene cada noche y se suma al amor, aunque el amor no sepa el secreto, o no quiera saberlo, y se quede con los ojos cerrados, fingiendo dormir, mientras el secreto gira en el anillo de fuego como un planeta desbocado. Cava en el mismo sitio donde antes estuvo el amor, para completarlo, para repetirlo o simplemente para rememorarlo. Y aunque todo eso es bello y luciente, aunque el secreto suma más amor al amor, está prohibido. Malos comentarios pesan sobre sus hombros, por eso el secreto se hace en secreto, chiquito, controlado en sus movimientos, mientras la rosa llama por debajo sus delicias.
*
Una veneración, como inspira el amor, no la tiene el secreto. Es seguro que quien ha pasado un tiempo considerable metida en el amor, no tenga deseo espontáneo del secreto, o viceversa, al margen de que uno y otro dejen en el rostro, el inconfundible gesto de la rosa sin nombre, de la rosa urgida por el camoatí íntimo y oscuro. El secreto es ese animal pequeño y desnudo que anda a tientas y se llora, se gime, se respira, hasta conciliar el sueño, o hasta ser descubierto y condenando por un gesto fatal. Pero el secreto, aunque toma las formas del amor, los sudores, los brincos y los favores del amor, no es el amor. Simplemente es una suerte, un aire, un vuelo, aunque es sabido que yo siempre hablaré de cosas que no existen, o que existen en otra parte.
*
La necesidad esquimal de enfrentar el amor al secreto es tan absurda como la necesidad de separar el arte revolucionario del arte imaginario. Quiero decir, sin secreto yo tendría un miedo espantoso. Creo que soy incrédula. A mí, los que no tienen secreto no me van a alucinar. El secreto, como la poesía, es una forma de salvarse del soneto medieval o de las letanías. Salta a la vista que la falta de secreto enciende luces avinagradas. Las violeteras se vuelven cuervos. Las vírgenes se vuelven gansas, los adalides se vuelven mármol, los corifeos se vuelven mingitorios. Lo terrible del secreto es que es invisible y a la invisibilidad muy pocos la comprenden.
*
Los secretos vienen de a dos o de a tres, vienen sin protección, sin reflexión, sin penas, vienen sin suplicar ni exigir. Vienen sin familia, sin víveres. Vienen sin gastar más que el aliento. Viene como el ligero vellón del aire que se extiende hecho tapiz y mueve los planetas de origami. Instantes a los que se llega milagrosamente, muy desde el fondo. Instantes de encuentro total con algo que no es otro sino una, uno, que a su vez abrirá nuevos caminos hacia el otro, otra. Instantes de iluminación. Los secretos son pájaros que ponen huevos almendrados en un rincón del mundo que nadie ve.
*
Los secretos siempre estarán junto a la niebla, intactos en su paciente polvo nupcial, recorriendo la región de las tormentas. Los secretos son infinitos como los colores de la cola del pavo real. De tamaño inmenso como los camellos o los granos de mostaza. Tan pequeños como los dragones o el apetito de un ciempiés. Bien mirados, los secretos son pájaros que andan con pasos de bailarinas y vienen como aluviones. Por ellos, una llega a la luna en puntas de pie, asustada por el propio hilo o mariposa que la ata al perfume. Y una cree que dios le prohibirá a su hijo que deje rodar su cabeza desde el mentón al pecho, desde el pecho a la memoria, pero dios con su ojo de dios, nos mira en secreto mientras come, parsimoniosamente, esa enorme mariposa negra, blanquísima como una mujer.
LA BICICLETA DE LA COOPERATIVA*
*De Celso H. Agretti. celsoagr@trcnet.com.ar
Estaba a disposición del cadete para hacer diversos mandados, en especial llevar y buscar correspondencia del correo, cargando un valijón de cuero en el portaequipaje. Yo era entonces, a mis quince años, el cadete todo servicio. Era una bici grandota, de reforzados balones, toda negra, muy pesada y envejecida. Cuando no la usaba, permanecía bajo la galería junto a la puerta de entrada de las oficinas de la administración. Mas que apoyada, parecía dibujada en la pared.
Una mañana, casi al medio día, me enteré que un avión civil hizo un aterrizaje forzoso en un campo cercano al pueblo. Me dio ganas de ir a ver, y no tenía más locomoción que mis piernas…, a menos que por un rato me llevara la bicicleta negra, de gruesos balones… En un par de horas volvería para el horario de tarde, sobre todo porque yo entraba media hora antes que llegaran los demás. Pensé que nadie la echaría de menos.
El avión plateado estaba en medio de una extensión de tierra arada, vecina a “La cerámica”, que lucía entonces su estilizada chimenea de ladrillos; allí, Inclinado sobre una de sus alas, la cola levantada, al fin de una larga estela de negruzcas lotas trituradas. No podía imaginarme cómo harían para sacarlo luego de allí...
A la tarde; Aldo, el secretario de la gerencia, también llegaba un rato antes del horario general, y me advirtió algo muy funesto, al menos en lo que a mí se refería.
-Delfino, el subgerente,- me dijo lentamente.. - al salir al medio día, bastante rezagado, preguntó por la bicicleta, que no veía en el lugar de siempre. Parece que le dijeron que vos la llevaste…-
Eso sí que no me lo esperaba. Don Delfino era inflexible en el trato con el personal, y yo, a más de ser aún un imberbe, era todavía muy nuevo en la institución.
Volando llevé la bicicleta al taller de la YPF, y le conté lo que pasaba al encargado, que era un viejo macanudo; hoy me recuerda a Jack Nickolson, aunque más corpulento y tosco, con grandes manos curtidas, pero de un corazón gigantesco.
-¡No te preocupes!,- y en un minuto le sacó la rueda y desarmó la cubierta y cámara como si ésta estuviera en reparación…
-Decile que la trajiste al mediodía, y dejáme a mí…-
Me senté lo más orondo en mi escritorio, y me puse a trabajar normalmente. En serio que el subgerente se la había tomado a pecho. Entró como una tromba, dispuesto a triturarme…; pero se tiene que haber desorientado al no ver la bicicleta, de regreso a su lugar, instituido por tantos años… Me enfrentó pero ya no estaba tan seguro…Parecía una imagen medieval de la santa inquisición. Varias ideas se le enredaron de golpe en su cabeza imponente y severa.
Me puso el dedo índice en el pecho, y me clavó una mirada fulgurante…
-¿Con qué permiso sacó la bicicleta…, y dónde está ahora?
-¿La bicicleta?- En el taller de la YPF,- la llevé a reparar antes de irme al mediodía…- Pareció tan “honesta” mi respuesta, que no supo qué hacer, dudó un momento…, y fue a verificar decidido al taller, donde encontró a Don Antonio trabajando en la bici… Le preguntó al respecto, y sobre todo desde cuando la tenía allí…
-Me la trajo al medio día, ya nos estábamos yendo, así que recién ahora se la estoy terminando…- dijo ajustando la última tuerca.
Y allí terminó todo.
Quinco, compañero y confidente, que estaba en su escritorio, en el preciso momento y lugar, en que don Delfino me requería por el vetusto vehículo; y sabiendo bien lo que pasaba, me dijo pálido pero aliviado:
-¡Qué actorazo! ¡No creí que ibas a zafar tan fácil!!l..-
FIN
-Escrito en memoria de mi inolvidable amigo, Quinco; y de Aldo, de Don Antonio, de Don Delfino, y de mis compañeros de la Cooperativa de entonces. (año 1955)…
*Texto incluido en La raíz del BAMBÚ. Edición de autor. Avellaneda. Santa Fe 2012
Alicia y la maravilla*
Alicia vuela
en azules unánimes.
Se rompen las estatuas,
el tiempo circula,
vuelve al momento
en que, con el pie en punta y
los brazos alzados,
Alicia despega y en el mismo instante bifurcado
se junta con la caricia de un suelo de conejos.
*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com
"DICHOSOS LOS OJOS QUE TE VEN"*
Que te ven incitando al testimonio de las aguas
Que te ven oyéndote describir tu inmersión
en esas aguas incitadas por esta historia
cuyas mejores páginas están por escribirse
Que te ven advirtiendo
esta historia.
*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
-Texto concebido a partir del poemario "Dichosos los ojos que te ven" de Martín Micharvegas, argentino, contemporáneo.
*
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