martes, septiembre 04, 2012

A BOCA DE PLUMA...

*Imágen: Tapa de Nadie es Eterno. Novela de Alejandro José López .   





*


Suelo irme...
pero nadie se va realmente
de si mismo.

Suelo creer que me voy,

me muero de a ratos,
de instantes me apago.

Sueño
con que despliego mis alas.
Me quedo con ese gusto
en la boca. Y con ese candor
de esperar el día,
alistada para el vuelo.

Pero la noche acaba, las noches
siempre acaban
y la luz no es discreta,
ni piadosa como las sombras.

Ella rebela impávida
las raíces rompiendo
las baldosas,
la serpiente
estrangulando la alondra.

Nada más crece en mí
que esta razón de mantenerme
inmóvil,
de enraizarme en la renuncia,
de adherirme al miedo.

Suelo creer que me voy,
que me merezco el cielo.

Pero la mañana llega
y yo soy esta
la de los muñones,
la del lugar de las ausencias,
la invisible frente al espejo,
la mutilada de olvidos,
el tajo feroz por donde se fugaron
los sueños.

Nadie se va realmente de si mismo.


*De Alejandra Morales.




A BOCA DE PLUMA...




  LAS  MADRES*




*De Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar


De las cosas que uno suponía iban a permanecer siempre, estaba la veleta de la casa de don Manuel Gómez. Era un gallito rojo, de lata que  marcó nuestra infancia para siempre. La veleta sobre la casa de un rojo desvaído, y ese eucalipto medicinal que proveía a todo el barrio de esas ramas plateadas que puestas en una olla hervían y allí nuestras madres nos hacían inhalar ese vapor para sacarnos los resfríos de todos los inviernos.
Todos los remedios con los cuales nuestras madres mitigaban los infortunios y nuestras nanas, eran caseros, más cercano a la medicina popular que a la científica.
Cualquiera de ellas sabía curar un empacho, el mal de ojo, los nervios luego de un golpe con granos de trigo, las lombrices con hilo de coser, haciendo la cruz sobre un vaso con agua, y cortarlo con una tijera mientras decía unas oraciones inteligibles, y secretas, que habían aprendido generación tras generación y cuando la enseñaban a tres personas “perdían el don”, según mi madre aseveraba seriamente.
Nosotros creíamos en aquel tiempo que ellas irían a estar siempre junto a nosotros para curarnos los golpes que ganábamos en bueno o mala ley en los baldíos o la cancha donde corríamos una pelota por horas y horas, parando unos minutos para tomar un poco de agua que algún previsor llevaba en una botella y dejada  al costado donde se dirimía un encarnizado partido, más importante que la copa del mundo.
Sudorosos, magullados, un poco más vulnerables que a la partida, nos arrimábamos cerca de la madre que trasegaba sus ollas y sartenes para con sus preparativos del almuerzo o la cena. En ese pequeño  cuarto donde una cocina económica, de hierro fundido, los marlos cambiaban su color blanco en rojo violento, y las ramitas secas de paraíso estallaban y sus frutos con el fuego hacían un ruido poderoso de petardos.
Y allí recuerdo a la mía, cuyo cabello parecía enrojecer con la luz que se proyectaba contra la sombra de la pared que los años ahumaban y al ser la iluminación de la lámpara muy pobre, esas lámparas que funcionaban a kerosén y que dejaban lugar a la nublosa incertidumbre que disimulaba la hora del atardecer o la noche.
¿Y mis magulladuras?
Yo me arrimaba en silencio, apoyaba mi cuerpo  sobre el marco despintado de madera que alguna vez habría sido verde y ahora era de cualquier color desvaído, y con la cabeza gacha le pedía que me pusiera algunos de sus ungüentos caseros para mis rodillas golpeadas, o el raspón que sangraba en un codo y  con infinita paciencia ensayaba un reto que no llegaba a pronunciarse y secándose las manos en el delantal que ella misma se fabricaba y tomando la luz que estaba adherida a un clavo de la pared me pedía que me acercara. Con una esponja me jabonaba la parte lastimada, me lavaba y procedía a la primera curación  si era necesario me vendaba la parte dolida o herida y siempre me recordaba lo mismo:
-Tratá de que no se entere tu padre.
Y volvía con toda naturalidad sobre sus quehaceres.
Ese pequeño lugar, quiero decir esa cocina que daba calor en los inviernos crudos, la misma que nos permitía poner algunas naranjas en su ceniza caliente o alguna batata para que allí se asara, como al rescoldo de aquellos tiempos que fueron reales, concretos, en el centro oscuro del frío  que ya no trasegaban más mariposas libres que había tenido el verano, ese verano que las bandadas aquellas de cotorras azules se habían sabido esconder en los árboles, en aquellas higueras altísimas donde era imposible acertarle con un gomerazo perdido.
Pero las mariposas habrían seguramente cubierto los  alfalfares con sus pequeñas flores blancuzcas y ese color tan verdoso como un mar bajo el viento.
Y volviendo a nuestras madres, ellas se daban maña para todo. Nos cocinaron, cosieron nuestra ropa que no se podía comprar, regalaron con dulces o tortas caseras y por si fuera poco todo ello, habían aprendido los primeros auxilios, esa batería de curaciones que si no pasaba a mayores  no llegaba a una visita al médico del dispensario, como se llamaba a la sala donde un médico y dos enfermeras se hacían cargo de la salud del pequeño poblado.
Y sobre todo recuerdo de aquellos tiempos remotos, el rostro moreno de mi madre, con sus profundos ojos oscuros mirándome con infinito amor, como para hacerme saber que mientras ella estuviera, nada malo podía pasarme en los más crudos momentos de los tiempos reales.






'Nadie es eterno', el debut novelístico de Alejandro José López.*



*Entrevista de Guillermo Camacho.


Suele escuchar con mucha atención. Luego, cuando toma la palabra, gesticula en exceso con las manos y enfatiza lo que afirma. Interlocutor histriónico, amable y lúcido, se ve que disfruta de cada conversación. Como si se tratara de un gran banquete. Hemos seguido su trayectoria desde hace varios años, hemos conocido sus ensayos, sus cuentos y crónicas. Sílaba Editores publica ahora en Colombia Nadie es eterno, su primera novela. Y después de leer esta sorprendente ópera prima, podemos ratificar que Alejandro José López es uno de los autores latinoamericanos más interesantes de su generación.



G. C.: Éste es su séptimo libro, pero su primera novela. Antes había publicado dos volúmenes de ensayos, dos de cuentos y dos de crónicas. Teniendo en cuenta que su primera obra data de 1999 y, por otra parte, que el género de mayor proyección hacia los lectores de hoy es la novela, ¿no estaba un poco demorada su incursión novelística?


A. J. L.: Lo que sucede es que la novela se me ha resistido mucho. La primera versión de Nadie es eterno fue terminada en 1995. Pero como no lograba sentir que estaba lista, he tenido que corregirla y reescribirla con insistencia durante todos estos años. Algo parecido me ocurrió con mi primer libro de cuentos, cuyo proceso creativo se alargó excesivamente. Esta situación me lleva a suponer que tal vez un escritor necesita conquistar en su fuero íntimo cada género en el cual se aventura; es decir, necesita impregnarse de la tradición en la cual se inscribe y hacer suyo ese gran legado. Sólo de esta manera podría dialogar con la historia cultural, con sus antecedentes literarios, de forma deliberada; en otras palabras, sólo entonces y con un permanente fervor de escritura podría llegar a conseguir eso que en literatura suele denominarse "una voz propia".


G. C.: Lo que dice le confiere una gran importancia a la tradición. Pero, entonces, ¿qué tanta relevancia tendría la intuición en el proceso creativo de un autor?


A. J. L.: Una relevancia definitiva. Sin embargo, conviene recordar que también la intuición tiene una historia. Quizá podríamos entender la tradición literaria como una herencia cuyos hitos primordiales, las obras maestras, son las grandes conquistas de la intuición. Y por eso el escritor necesita conocerlas, para no transitar de forma ingenua por territorios que ya han sido ganados, para re-combinar las rutas y esbozar sus propias cartografías creativas. No estoy queriendo decir que sea preciso honrar a ultranza ese fetiche llamado "originalidad", pues esto puede conducir al mero esnobismo. Pero tampoco tiene sentido repetir aquello que otros ya han realizado hasta la saciedad, puesto que hacerlo implica un formulismo inconducente, que es lo que suele caracterizar la actual industria del Best Seller. Yo estoy convencido de que buscar la literatura nos obliga a incurrir en los riesgos de la intuición. Sólo asumiéndolos es posible acercarse al hecho literario.


G. C.: Hablemos de Nadie es eterno. Usted aborda aquí los entornos del narcotráfico en su Tuluá natal. En algún pasaje del relato se mencionan los dos candidatos presidenciales asesinados en ese momento, lo cual nos ubica en la Colombia de 1990. ¿Cómo ha sido su trabajo de documentación para construir ese universo de la novela de una forma tan vívida?


A. J. L.: Aunque he escogido ambientar la novela en ese año, que es uno de los más violentos en la historia reciente de Colombia, debo decir que he trabajado esencialmente apelando a los recursos de la ficción. Si bien es posible rastrear esos rasgos de la época, no he seguido aquellos parámetros que podrían concernir a una investigación periodística. De manera que la historia colombiana de ese momento, que se corresponde además con el punto más atroz de lo que se llamó La Masacre de Trujillo, viene a ser una especie de trasfondo de la novela. Aquí aparecen, desde luego, los miles de cadáveres que bajaron flotando por el río Cauca; sin embargo, tanto los personajes como las situaciones que se cuentan en Nadie es eterno han sido desarrollados de forma novelística. Por más que contenga escenarios muy realistas, lo que yo cuento es una Tuluá literaria.


G. C.: Una de las cosas más notables de esta novela es el difícil equilibrio que logra. Su lectura resulta muy amena, pero no cae en la banalidad. Y esto es un verdadero mérito, sobre todo si se tiene en cuenta los conflictos tan complejos que afronta.


A. J. L.: Hay algunos maestros de la novela cuyas enseñanzas tienen, para mí, una tremenda vigencia. Estoy pensando en William Somerset Maugham, cuando decía que una persona razonable no lee una novela como si fuera una tarea, sino como una diversión. Y de allí desprendía una conclusión que me parece valiosa: "El fin de un escritor de ficción no es instruir sino agradar". Lo que sucede es que en la actualidad la idea de diversión ha terminado siendo asimilada a lo más superfluo, a lo baladí. Pero eso es una tergiversación muy propia de nuestra época. Alguna vez le preguntaron a Julio Cortázar por este aparente dilema y él introdujo una aclaración que me viene ahora a la mente: "divertido no es lo contrario de serio; es lo contrario de aburrido y las cosas divertidas crean una amplitud mental en el lector". Yo creo que es bastante razonable la lección de estos dos maestros y seguramente muchas de mis búsquedas literarias tienen que ver con eso.


G.C.: Otras de las características con que se encuentra el lector en esta novela es la combinación de diferentes puntos de vista. Y se percibe una gran pericia técnica en ello. ¿Hacia dónde apunta esa diversidad de voces narrativas que se despliegan en Nadie es eterno?


A. J. L.: Todo recurso técnico en una obra literaria debería estar al servicio de movilizar una visión de mundo. La generación a la cual pertenezco fue marcada con el hierro candente del narcotráfico. En aquel entonces, para muchos jóvenes colombianos de provincia y de sectores populares, carentes de cualquier otra posibilidad de ascenso social, el negocio de las drogas llegó a ser un fuerte dilema y, para una gran cantidad de ellos, fue la opción. Eso está en la base de la terrible violencia que hemos vivido en Colombia durante las últimas décadas. De modo que no se trata de un fenómeno que se pueda abordar con simplismos maniqueos sino de un drama complejísimo, repleto de matices. En el proceso de escritura de esta novela he contrastado visiones muy diferentes, he querido incluir la voz del sicario pero también la de sus víctimas, incorporar la mirada arrogante del mafioso pero también visibilizar la estela de dolor que van dejando sus crímenes. Siempre he pensado que el examen ecléctico de la realidad nos permite una mejor comprensión de las cosas. Y ello no significa renunciar a una toma de posición frente a los conflictos, pero sí evitar los apresuramientos y los prejuicios que lastrarían cualquier exploración literaria. Desde luego, esto lo analizo ahora, mirando todo retrospectivamente; aunque la verdad es que no se escribe ficción de una manera tan racional.


G. C.: Quisiera hacerle una última pregunta en relación con el tema de su novela, el cual ha dado lugar a diferentes versiones narrativas que pasan por la televisión, el cine y la literatura. ¿No le preocupa que pueda producirse una especie de saturación en el público?


A. J. L.: Eso podría pasar, desde luego. Con todo, sigo pensando que en literatura lo fundamental es la forma; o sea, cómo se cuentan las cosas. A propósito del tema, quisiera destacar dos percepciones que tengo. La primera es que muchos de los relatos realizados sobre el narcotráfico tienden a agotarse en la casuística, lo cual equivale a decir que se embelesan con los exuberantes anecdotarios que este fenómeno ha generado (las acciones sangrientas, la espectacularidad de los crímenes). Sin embargo, no suelen avanzar demasiado en la indagación de esas complejas psicologías que los protagonizan, ni es frecuente hallar elaboraciones ficcionales profundas que vengan a nutrir la interpretación y la comprensión de ese universo. Por otra parte, las manifestaciones más rotundas de la violencia (como la guerra, el narcotráfico o el fundamentalismo ideológico) dejan huellas muy dolorosas en las sociedades que las sufren. De allí que sea necesario escrutarlas artística y literariamente. Y en el caso que nos ocupa, todavía queda mucho trabajo por hacer.


G. C.: Déjeme decirle que le auguro muchos lectores a esta novela.


A. J. L.: Muchas gracias, Guillermo.




-Alejandro José López (Colombia, 1969). Ha publicado dos libros de ensayos: Entre la pluma y la pantalla (2003) y Pasión crítica (2010), dos de crónicas y entrevistas: Tierra posible (1999) y Al pie de la letra (2007), dos de cuentos: Dalí violeta (2005) y Catalina todos los jueves (2012), y una novela Nadie es eterno (2012). Entre los años 2004 y 2008 dirigió la Escuela de Estudios Literarios perteneciente a la Universidad del Valle. Actualmente reside en España y es candidato a doctor en literatura por la Universidad Complutense de Madrid.


-Guillermo Camacho, es editor de la revista Aurora Boreal®.


-Nadie es eterno. Corre el año 1990, uno de los más violentos en la historia de Colombia, y el narcotráfico ha consolidado su sanguinario poder. Las calles de Tuluá y sus habitantes desfilan por estas páginas, contadas a través de conmovedoras historias y con la pulcritud y la belleza del lenguaje, que nombra el horror, la venganza, la muerte y el amor desde las entrañas de sus personajes. Misiá Hermelinda, la viuda madre de dos muchachos -el joven sicario Pacho Tiro y Juancho, su hermano enfermo-; Armando Valentierra, el patrón; Maritza, una bella prostituta de ascendencia aborigen; Rafico, el pintor gay; el doctor Santiago Álvarez; y otros tantos seres que develan su alma a través de diálogos, chismes, reflexiones, sueños, pesadillas y dolores. Todo ello en medio del esplendor del paisaje, de los matices de días y noches por los cuales discurren aquellas vidas que son parte de nuestra historia. Esta novela de Alejandro José López nos permitirá conocer el mundo del narcotráfico y esos años en que por el río Cauca desfilaron miles de cadáveres. Nadie es eterno también es una profunda radiografía de la Colombia contemporánea y nos revela que la violencia puede ser narrada desde otra orilla y que su autor es uno de los escritores latinoamericanos más interesantes de su generación.



-Fuente: AURORA BOREAL. http://www.auroraboreal.net/index.php?option=com_content&view=article&id=1313:nadie-es-eterno-el-debut-novelistico-de-alejandro-jose-lopez&catid=91:entrevistas&Itemid=275






Fragmento de "La maldición de la literatura"*



*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com


"La máxima violencia: saber que la palabra es necesariamente un monstruo de dos caras y que no se trata del equívoco ocasional o inclusive corriente sino del equívoco del equívoco. ¿Transparente por poco sentido? ¿Opaca por mucho sentido o porque no dice nada?
Cuando San Juan de la Cruz dice deseando nada está diciendo violentamente muchas cosas. Por ejemplo: que la literatura es deseo de nada. Que ese deseo de nada es deseo de Dios, es decir, deseo de nada, es decir, deseo de Dios. Que la palabra es nada y dice nada y con ella el escritor desea decir eso: la nada, que es como decir todo. Que es infinito lo que quiere decir, y como no hay palabras para decir el infinito desea nada. Y todos los caminos que se pueden abrir, tantos como pasiones que leen. Porque hace falta eso: la pasión. Y la pasión es la violencia maravillada, en éxtasis. Como si fuera lo contrario de la violencia. Pero la palabra literaria es violencia, de mayor calibre que una injuria o un insulto. Porque es amor violento, violentado, que violenta, viola. Deseo. Y de nada.
Se trata de un idioma sagrado, con la sacralidad y la brutalidad del fenómeno religioso. Su sentido es secreto porque implica todos los sentidos. Y es tan humano como bestial.
Breton dijo que las palabras hacen el amor. Pero lo hacen a través de la muerte. Es un amor cargado de crímenes. Poetas como San Juan de la Cruz se llaman místicos, pero es una mística que hace el amor con Dios, y el amor no es un acto sin violencia. Es la más pura violencia. Hay una magia oculta, una búsqueda violenta de poder sobre Dios, sobre un mundo de malentendidos, creado por ese mismo Dios que bendice maldiciendo.
Además hay un ritmo. La palabra literaria es una palabra con ritmo: verso o prosa, es igual. El ritmo nace de una escritura auténtica. El ritmo es un hechizo y el hechizo es arrancar secretos a la fuerza. Ya lo dice Juan: el Verbo es Dios. Cada uno inventa un universo de palabras y es en sí un Verbo o un Dios, como se prefiera decir. Pero el escritor no lanza palabras al aire sino que las junta en libros para producir una ruptura en el entramado fácil de cada lector, en esa armonía que todos tratamos de inventar miserablemente cada día con total conciencia del fracaso, pero persistiendo en nuestro simulacro de lenguaje.
Todo esto es un golpe y la literatura lo da con toda la fuerza y esto aunque lo escrito sea un balbuceo. El balbuceo de la poesía no elimina su violencia, su fuerza de choque: por el contrario, la aumenta. En la vida cotidiana atribuimos la maldición del lenguaje a la traición de éste o aquel, a la manipulación del poder, a Dios, al destino, a cualquier cosa. La literatura muestra esa violencia, al punto que produce un encantamiento. El mundo vuelve a tener ese encanto que nunca tuvo.
La literatura necesita desintegrar. Producir equívocos, ya que el malentendido está, que ese malentendido sea un látigo para “azotar el mar, locura de bárbaro”, como decían los griegos. Irritar. Porque es una palabra separada de sus funciones habituales. En otro orden que no tiene que ver con las mentiras de su comunicación, de su información, de su discurso de poder de víctima o victimario. Esa es su fuerza, su hechizo, lo único que nos importa. Porque es verdad en su juego. El resto es una mentira que nos dice la política, la ciencia, la persona amada".

( Fragmento de un capítulo de mi ensayo "La maldición de la literatura" que será publicado en octubre por Editorial Ruinas Circulares.)







*


Lo acariciado se rodea

brilla en la ausencia

  descarnada cicatriz del deseo

o su palabra


*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com








Sueño sobre sueño*



 *Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com



Todo comenzó justo en el momento en el que se abría la ancha envergadura del tiempo, cuando la luna se animaba a nacer y morir entre dos sueños. Hubiera podido ser cualquier distancia, unos milímetros, por ejemplo, para no estar tan lejos, para que la luna no tuviera que estar terminando y recomenzando cada vez como si la noche nunca cesara.
Aquella vez soplaba un viento tremendo entre los dos sueños. Era una cosa confusa el viento. Los escuadrones de alucinados avanzaban triunfalmente a un lado y a otro, contaminándolo todo con un furor perpetuo. Uno allá, otro acá. Uno acá, otro allá. Todo comenzó a unos milímetros del silencio.
Pues bien, uno de los sueños andaba por todas partes: en la calle, en el automóvil, en el tren, en la oficina, en la escuela, en la fábrica, en el fondo de los órganos y del alma. Fue casi lo mismo. El otro sueño subió a un atestado autobús de una ciudad igual pero distinta a última hora de la tarde y rozó accidentalmente el hombro de alguien que lanzó un suspiro. Después, uno de los sueños llegó a su casa. Deambuló como una sombra por las habitaciones, madurando una idea. Sólo le crecían los ojos. El otro sueño también llegó a su casa, y al mismo tiempo, no a la misma hora pero al mismo tiempo, el otro sueño jugó despreocupado, así. Uno aquí, el otro allá. Uno allá, el otro aquí.
Primero, la imagen de la noche entera cabía en una cabeza de alfiler. Luego, la cabeza del alfiler cupo en la noche entera. Sé que es extraño pero es verdad. Puedo jurarlo. Como es extraño todo el resto del mundo. Vistos desde afuera, estos sueños eran fantasmas envueltos en una niebla de fábulas. Vistos desde adentro eran dos valvas cítricas, regadas por el rocío fresco de la tarde. Vistos a trasluz eran dos haciendo de las tormentas su morada.
La desnudez se iba haciendo limpia de referencias. El espacio cabía en una pecera llena de pájaros amotinados contra el tiempo. Todo comenzó fuera de la pecera, en Nueva York. En un hotel no, en una casa. No. Todo comenzó en el aeropuerto, en las horas de espera, como aquella novela de Juan Martini. Un sueño iba por los aires, atravesando mares, empujando nubes altísimas. Esto era cosa de los sueños, no de la novela de Martini. El otro sueño viajaba dentro del artefacto de hierro, hormigón y cristal. Un sueño tenía pasaje, el otro no. El sueño con pasaje perdió por completo las coordenadas de la realidad con la cara pegada a la ventanilla viendo al otro sueño atravesar una por una todas las nubes. Ambos sueños, el del avión y el del aire, entraron en el aeropuerto por el lado sudoeste, "cosa inusual" dijo el sueño con pasaje.
En Nueva York eran las diez de la mañana cuando todo comenzó después de los primeros comienzos. El sueño de los aires estuvo con los poemas de Carver y con los diarios de Cheever durante todo el vuelo, hasta que, ya en tierra, el sueño del avión dijo: "Esto es Brooklyn, esta zona se llama Williamsburg. Luego pasearemos por las librerías, beberemos café". No llovía. El sueño del aire entró y salió por el hueco de un anillo de luz difuminado en la memoria.
Después todo se fue encadenando. A un comienzo le sobrevino otro comienzo. Nueva York se inmovilizaba sobre los escalones de una escalera progresiva de ensueños mientras un sueño llevaba a otro sueño a recorrer los pequeños bares llenos de periodistas, escritores, músicos, estudiantes. Una flor encendida navegaba sola por las calles y les hizo un gesto con su mano de flor, un saludo semejante a un presagio.
Todo comenzó después de uno y otro y otro comienzo. Era una forma natural para los sueños comenzar. Esta y otras cuestiones se explican por su condición delgada, inadvertible, o por amor al silencio, o por amor al lenguaje, o por amor, o no se explican porque no pueden explicarse.
Las palabras siempre han sido silenciosas. Sobre todo a la hora de explicar los sueños. Quien elija los soñadores en detrimento de los soñados, a los soñados en detrimento de los soñadores, cae en la verborragia de la verdad y de la mentira, de lo posible y de lo imposible. Cae en la verborragia.
Ajenos a todo esto, los sueños siguieron paseando por Nueva York y llegaron a Brooklyn. El sueño que apoyaba los pies en el suelo llevaba al otro sueño enredado en el cuello como bufanda. Garuaba y no encontraron un lugar disponible donde comer. Decidieron ir caminando hasta Union Square a tomar el tren para volver a casa. Bajo la lluvia, los sueños se iban humedeciendo con alegría. Reían por el camino de tanto en tanto. El hecho era que un sueño contaba historias, relacionaba mundos, demostraba que la razón estaba de su parte, de parte de los sueños.
Todo en voz baja. Todo con paso breve y aliento corto. Sueños cayendo sobre la ciudad primero, luego sobre las sombras. Sueños que se extrañaban, se recobraban, calmaban sus lenguas, se cruzaban de vereda, se entrecruzaban, ascendían con pasos breves, pegados a un cráter de las nubes.
Si alguien, que todavía no es sueño, quiere llegar a serlo, debe saber que los sueños pegados al cráter de las nubes hacen lo siguiente:
1) Vaciar la luz del propio cuerpo arrancado a la unidad sonora de una canción.
2) Descalzarse, meterse en la boca del sueño (cada sueño en la boca de otro sueño).
3) Salir de su boca, palpar el astro de vuelo en vuelo.
4) Hacerse.
5) Deshacerse.
6) Volver a comenzar.
Todo completamente azul. Sonata azul, astro azul, cabellos azules
poema azul. Palabras dichas en inglés como si fueran palabras dichas en otro idioma. En el idioma del amor o del deseo. En Nueva York brillaba la ausencia de la luna con un plateado tan intenso que encandilaba. Se podía decir que desde un comienzo ningún sueño había visto un sueño igual. Ningún caballo había visto jinetes iguales.
Podría decirse que de todos los rayos de luz el más luminoso era el que se había escondido tras su propio brillo. Podría decirse que dentro y fuera de las nubes los sueños volvían a soñarse sin siquiera saber que se soñaban. Lo cual es cierto.


*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-35359-2012-09-01.html






*


Con mi boca de pluma
Mis oídos de jilguero
Mis manos abiertas al sol
Y mi piel bañada de miel
Me despertó esta mañana
La conversación de dos pichones
Que habitan en mi jardín

Con una sonrisa ancha
Que abrasa al optimismo
Deseo que en este terso día 
Tu rostro color cobrizo
Y tus dedos de pianista
Se nutran del néctar
Tonificante y vital
  
Si tú estas mejor y lozano
Las rosas de tu presencia
Crecerán en mí para regarlas




*De Azul. azulaki@hotmail.com






PINTANDO MI NUEVA ALDEA…*



*Por Alfredo Armando Aguirre. choloar47@rocketmail.com


“Todo escrito es autobiográfico”;” Tan solo podemos ver fuera lo que tenemos dentro”, “La filosofía de un hombre se refleja en lo que ve”; ”En este mundo traidor nada es verdad ni mentira/Todo es según el color del cristal con que se mira”; ”Pinta tu aldea y serás universal”; “El camino alrededor de si mismo da la vuelta al mundo”; “La realidad es producto de la imaginación”.

En nuestras comunicaciones de los últimos años hemos tenido presente y hasta alguna vez hecho explícitos estos apotegmas consignados entre comillas precedentemente. Los mismos pertenecen a reconocidos intelectuales.
Con ellos queremos dar una suerte de preámbulo a esta comunicación, formulada a manera de respuesta de la sugerencia que me realizara días atrás Eduardo "Mendieta" Coiro, númen del colectivo “Inventiva Social”.
Resulta que nos hemos mudado, aprovechando la ocasión de nuestra jubilación inminente, y lo hemos hecho desde el área Metropolitana de Buenos Aires, donde hemos nacido y salvo incursiones o excursiones por el interior argentino y por Uruguay y Brasil, allí permanecimos hasta  principios de este Agosto de 2012.
Hemos venido a parar con nuestra osamenta a Portão, estado de Rio Grande do Sul, Brasil.
Bueno, puestos a contar nuestras primeras impresiones, empezamos por decir que la localidad  no nos es desconocida porque desde fines de 1997, hemos venido de visita y vacaciones aquí, atento los lazos familiares que aquí hemos creado. Pero una cosa es estar de paso y otra cosa es llegar con expectativas de permanencia. De todos modos el “base cero” no existe y desde aquella primera vez que vine en noviembre de 1997, barrunte que este bien podía ser “mi lugar en el mundo”. Y eso lo es al menos por ahora.
Quiero adelantar que lo que sigue es subjetivísimamente testimonial, con todos los sesgos heurísticos que he venido acumulando en mi Holón en los últimos 65 años. Es un testimonio directo no mediado por televisión ni periódico alguno. La televisión salió de mi vida en 1992 cuando hizo entrada en ella una PC. Tan solo como escuchador de radio, el testimonio se mezcla parcialmente con lo que escucho.
No pretendo con este testimonio, hablar sobre Brasil. Conozco con cierto detalle el Estado de Rio Grande do Sul, pero en esta oportunidad me referiré a esta localidad, aunque obviamente forma parte de un entorno regional (el del Gran Porto Alegre), un entorno provincial (El estado de Rio Grande do Sul) y obviamente el contexto de la república federativa de Brasil (que supo denominarse Estados Unidos del Brasil).
Hay un contexto cultural en el que está inserto esta localidad de alrededor de 40.000 habitantes en rápido proceso de incorporación a la acelerada conurbación de Porto alegre. Portão se encuentra dentro de la región colonizada con inmigrantes alemanes que comenzaron a llegar aquí hacia 1824. La localidad está a 10 kilómetros de la ciudad de São Leopoldo” origen de esa migración y que hace culto de esa condición y a similar distancia de Novo Hamburgo, pujante ciudad que se considera “La Capital nacional del calzado”.
La localidad está situada en la ruta que une Porto Alegre con Caxias  do Sul, o sea las dos principales ciudades de este estado, como aquí se le denomina a lo que en Argentina llamamos provincias.
En su “El habla de mi tierra”, el padre Ragucci decía que una idea “es la representación en la mente de un ser o cosa” y afirmaba que “un pensamiento es una comparación mental entre dos o más ideas”.
Las comparaciones podrán ser calificadas de odiosas, pero en el terreno de las Humanidades, ciencias del Espíritu o de la cultura o como quiera denominárselas, las comparaciones son insoslayables.
Así puestos a situar en dimensiones espacio temporales, comienzo por decir que la localidad que da lugar a esta comunicación es algo parecida a la ciudad de Pigüé en nuestra provincia de Buenos aires. Conozco con algún detalle la mayoría de los asentamientos humanos de argentina, exceptuados los de Jujuy y Formosa. Aclaro que con mayor detalle conozco los asentamientos de las Pampas húmeda y "gringa" y sus intersecciones. Por eso digo que lo más parecido a Portão resulta Pigüé. La afinidad está dada en que Pigüé es la única ciudad con  trazada sobre la zona serrana y por ende muchas de sus calles tienen desniveles. Aquí eso es más pronunciado. Se puede afirmar que solo algunas canchas de futbol o campo de deportes tienen un piso totalmente plano y ello, por supuesto de forma artificial.
Eso en la dimensión espacial. En lo temporal este Portão de Agosto de 2012, me hace acordar a esa Argentina de viví de niño. No voy a hacer política, pero fue la década posterior a la Revolución libertadora. Una cosa es lo que recuerde de esa época y otra es haber luego concluido que era esa situación de expansión de la actividad económica una consecuencia de las reformas aceleradas o puestas en marchas por el fenómeno del peronismo. La euforia económica que vengo notando en esta localidad desde mi primera visita en noviembre de 1997, tal vez refleje que Brasil sea en estos tiempos la sexta economía del mundo. Me llama la atención la laboriosidad de su gente. Se construyen casas sea de planes oficiales o privadas por todas partes. Como hago mis caminatas matinales me cruzo con grupos de albañiles que con sus equipos van a los lugares de construcción. Bueno aquí es característica que las fábricas (hay por todas partes y de todos los tamaños) tiene sus propios sistemas de transportes. Lo mismo los alumnos para las escuelas primarias. Las mujeres repartiendo en bicicleta la correspondencia o corriendo detrás de los camiones de recolección de residuos son cosa habitual.
A esa laboriosidad que uno atribuye a lo que Max Weber llamaba la Weirschasetik (“Ética protestante”) se le suma la pulcritud. No hablo de lugares cinco estrellas sino de una panadería o restaurante común (aquí hay muchos y en las panaderías como ahora en Buenos Aires, ya hace tiempo sirven algún café o té).Bueno los sanitarios y todas las instalaciones son de una pulcritud que choca a la sensibilidad porteña y conurbano.
Veo a la gente en acción. Hasta ahora solo tengo contactos con mi grupo familiar.
Estamos en plena campaña electoral para las elecciones municipales. Resulta que desde la convención constituyente de 1988, aquí (Brasil, obvio) las elecciones municipales, provinciales y nacionales, se hacen en años distintos. Se nota que la intención era que los procesos no tuvieran ingerencias. Claro que tratándose de políticos en acción eso es imposible, pero estructuralmente, se nota gran participación de los que quieren ser intendentes (Prefeitos), vices y vereadores (así se llama a los concejales). Aquí los intendentes no se pueden elegir más de dos veces consecutivas. En materia de política no quiero avanzar en las comparaciones.
Había señalado aquí la base germánica de la población que colonizó esta área. La impronta es muy fuerte y convive con otra impronta: la del criollismo. Aquí estamos en tierra gaúcha (con acento en la u). Y la verdad es que su tradicionalismo, es de una intensidad en extremo superior a la de los tradicionalistas bonaerenses. Eso es parte de una historia pues este estado hasta llego a ser independiente por unos años entre 1835 y 1845.El sentimiento gaúcho se ha asentado en la cultura y se da en las expresiones musicales muy similares a las de litoral argentino, a las rurales de la provincia de buenos aires, a las similares del Uruguay y aun con influencias de Paraguay. Reitero la impronta cultural gauchesca es muy fuerte y llamativamente convive y hasta se mezcla en algún modo con las tradiciones alemanas.
La primavera se hace presente en las orquídeas que naturalmente crecen en los árboles de las casas.
Aquí son muy bicheros y la gente tiene perros a montones. Hay mucho primor en el mantenimiento de las casas. Y a las 6 de la tarde la actividad se minimiza para ver la telenovela, un clásico de aparentemente todo el Brasil.
Me sigue quedando la comparación con esa argentina de finales del 50 y principios del 60. Aquí como dije antes es el punto donde el conurbano que comienza en Porto Alegre, comienza a confundirse con campos cultivados o forestados o donde pasta ganado a pocas cuadras de donde estoy viviendo. Los barrios y las construcciones avanzan sobre la tierra otrora rural. Y hay corralones o casas que venden artículos de construcción, como veía de niño y adolescentes en aquella Argentina. No me quiero poner nostálgico. Tan sólo a requerimiento de Mendieta Coiro, quise transcribir a vuela pluma las impresiones que me va causando este nuevo domicilio que hasta donde soy consciente he elegido para estos tiempos. Esto, reitero esta escrito a vuela pluma. Lo que sale es el testimonio. No voy a hacer agregado alguno, para no perder espontaneidad aun a costa de haber dejado de lado algún aspecto que si lo dejé es porque no me importó tanto. Pienso tal vez que me hubiera hecho falta vivir en alguna ciudad del interior argentino una temporada como para abundar en más comparaciones. De lo que tengo conocido a veces me hace recordar a General Pico en La Pampa; pero bueno no es algo tan nítido como el comentario que hice sobre Pigüé, estrictamente circunscripto al parecido geográfico.

(Portão,  3 de setiembre de 2012)






Pensamiento 761*


No es el dinero de los bancos lo que les da poder sino el nuestro.



*De Joan Mateu. joan@cimat.es







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