*Obra de Claudia Marting.
Rosario. Argentina.
JUGUETES*
En el amanecer
mientra llovía
mientras las
gotas
caían
sobre el óxido
del cinc
y el mate
ponía
la certeza
de este mundo
miré los
juguetes
de Pilar
esperándola
mientras ella
dormiría
con sus manitas
quietas.
Septiembre – 2013
¿LLEGAREMOS UN DÍA?
REFUGIO*
Traigo una
piedra temblándome en los siglos.
Un talismán.
Espacio de los santuarios de todos los azules.
De todos los
arroyos. De todos los jirones de mi cuerpo.
Él llegó porque
si. Como llega la lluvia.
Nos encontramos
en un rincón de la palabra nueva.
Venía de trenes
de cemento. De vagones de moho.
Yo, iba
buscando de nuevo, las acacias.
Una
metamorfosis de Eva y de manzana.
Abrió la
puerta. Y en esa puerta, desnuda, lo saludo.
Desnudez más
casta que una niña en el páramo.
El llega,
ardiendo en lejanías.
Con un vino
callado. Tan callado.
Como un toro.
Como una plaza. Como un niño dormido.
...Y recordamos
juntos...
Antiguas
osamentas. Enlutado país, en renuncia de trigo.
Inservibles
monedas, de indescifrables signos.
Viejos
profanados en delirio de escarcha.
Jóvenes
amordazados de purgatorios tristes.
Niños muertos
sobre maderas vírgenes.
...Y aquí
estamos. Fundando otra vez, refugios.
Un oasis, una
pared de pircas. Una barricada.
Con boca
amarga, con resaca.
Desmenuzando
una tristeza en migas.
Con una cruel
costumbre. Una necesidad. Un hambre.
De sur, de
norte. De vida.
Sobretodo, de
vida.
Mirada que
crece en el silencio, descubre lo oculto, invita*
Cada uno mira
desde su lugar, con lo vivido, lo leído, lo amado, el cine, el teatro,
los bares de infinitos cafés, hasta la maravilla de la torre de quesos
festejados por Calvino con sus sutiles entrecruzamientos de hierbas y cielos.
Uno mira desde su dolor, sus duelos, sus festejos, sus miserias y sus
lujos. Con todas las ciudades que conoció y algunas que no, y los
mares y las calladas montañas. Mira con su cuerpo. Con el silencio.
La piel abre
ojos, sentidos, íntimas claves a descifrar. Deletrea el cosmos.
Vacía para ver
*De Cristina
Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com
Después hay que
llegar*
*De Julio
Cortázar.
Se puede partir
de cualquier cosa, una caja de fósforos, un golpe de viento en el tejado, el
estudio número 3 de Scriabin, un grito allá abajo en la calle, esa foto del
Newsweek, el cuento del gato con botas, el riesgo está en eso, en que se puede
partir de cualquier cosa pero después hay que llegar, no se sabe bien a qué
pero llegar, llegar no se sabe bien a qué, y el riesgo está en que en una hora
final descubras que caminaste volaste corriste reptaste quisiste esperaste
luchaste y entonces, entre tus manos tendidas en el esfuerzo último, un premio
literario o una mujer biliosa o un hombre lleno de departamentos y de caspa
en vez del pez,
en vez del pájaro, en vez de una respuesta con fragancia de helechos mojados,
pelo crespo de un niño, hocico de cachorro o simplemente un sentimiento de
reunión, de amigos en torno al fuego, de un tango que sin énfasis resume la
suma de los actos, la pobre hermosa saga de ser hombre.
No hay discurso
del método, hermano, todos los mapas mienten salvo el del corazón, pero dónde
está el norte en este corazón vuelto a los rumbos de la vida, dónde el oeste,
dónde el sur. Dónde está el sur en este corazón golpeado por la muerte,
debatiéndose entre perros de uniforme y horarios de oficina, entre amores de
interregno y duelos despedidos por tarjeta, dónde está la autopista que lleve a
un Katmandú sin cáñamo, a un Shangri-La sin pactos de renuncia, dónde está el
sur libre de hienas, el viento de la costa sin cenizas de uranio, de nada te
valdrá mirar en torno, no hay dónde ahí afuera, apenas esos dóndes que te
inventan con plexiglás y Guía Azul. El dónde es un pez secreto, el dónde es eso
que en plena noche te sume en la maraña turbia de las pesadillas donde (donde
del dónde) acaso un amigo muerto o una mujer perdida al otro lado de canales y
de nieblas te inducen lentamente a la peor de las abominaciones, a la traición
o a la renuncia, y cuando brotas de ese pantano viscoso con un grito que te
tira de este lado, el dónde estaba ahí, había estado ahí en su contrapartida
absoluta para mostrarte el camino, para orientar esa mano que ahora solamente
buscará un vaso de agua y un calmante, porque el dónde está aquí y el sur es
esto, el mapa con las rutas en ese temblor de náusea que te sube hasta la
garganta, mapa del corazón tan pocas veces escuchado, punto de partida que es
llegada.
Y en la vigilia
está también el sur del corazón, agobiado de teléfonos y primeras planas,
encharcado en lo cotidiano. Quisieras irte, quisieras correr, sabes que se
puede partir de cualquier cosa, de una caja de fósforos, de un golpe de viento
en el tejado, del estudio número 3 de Scriabin, para llegar no sabes bien a qué
pero llegar. Entonces, mira, a veces una muchacha parte en bicicleta, la ves de
espaldas alejándose por un camino (¿la Gran Vía, King´s Road, la Avenue de Wagran,
un sendero entre álamos, un paso entre colinas?), hermosa y joven la ves de
espaldas yéndose, más pequeña ya, resbalando en la tercera dimensión y yéndose,
y te preguntas
si llegará, si salió para llegar, si salió porque quería llegar, y tienes miedo
como siempre has tenido miedo por ti mismo, la ves irse tan frágil y blanca en
una bicicleta de humo, te gustaría estar con ella, alcanzarla en algún recodo y
apoyar una mano en el manubrio y decir que también tú has salido, que también
tú quieres llegar al sur, y sentirte por fin acompañado porque la estás
acompañando, larga será la etapa pero allí en lo alto el aire es limpio y no
hay papeles y latas en el suelo, hacia el fondo del valle se dibujará por la
mañana el ojo celeste de un lago. Sí, también eso lo sueñas despierto en tu
oficina o en la cárcel, mientras te aplauden en un escenario o una cátedra,
bruscamente ves el rumbo posible, ves la chica yéndose en su bicicleta o el
marinero con su bolsa al hombro, entonces es cierto, entonces hay gente que se
va, que parte para llegar, y es como un azote de palomas que te pasa por la
cara, por qué no tú, hay tantas bicicletas, tantas bolsas de viaje, las puertas
de la ciudad están abiertas todavía, y escondes la cabeza en la almohada, acaso
lloras. Porque, son cosas que se saben, la ruta del sur lleva
a la muerte,
allá, como la vio un poeta, vestida de almirante espera o vestida de sátrapa o
de bruja, la muerte coronel o general espera sin apuro, gentil, porque nadie se
apura en los aeródromos, no hay cadalsos ni piras, nadie redobla los tambores
para anunciar la pena, nadie venda los ojos de los reos ni hay sacerdotes que
le den a besar el crucifijo a la mujer atada a la estaca, eso no es ni siquiera
Ruán y no es Sing-Sing, no es la Santé, allá la muerte espera disfrazada de
nadie, allá nadie es culpable de la muerte, y la violencia es una vacua
acusación de subversivos contra la disciplina y la tranquilidad del reino, allá
es tierra de paz, de conferencias internacionales, copas de fútbol, ni siquiera
los niños revelarán que el rey marcha desnudo en los desfiles, los diarios
hablarán de la muerte cuando la sepan lejos, cuando se pueda hablar de quienes
mueren a diez mil kilómetros, entonces sí hablarán, los télex y las fotos hablarán
sin mordaza, mostrarán cómo el mundo es una morgue maloliente mientras el trigo
y el ganado, mientras la paz del sur, mientras la civilización cristiana.
Cosas que acaso
sabe la muchacha perdiéndose a lo lejos, ya inasible silueta en el crepúsculo,
y quisieras estar y preguntarle, estar con ella, estar seguro de que sabe, pero
cómo alcanzarla cuando el horizonte es una sola línea roja ante la noche,
cuando en cada encrucijada hay múltiples opciones engañosas y ni siquiera una
esfinge para hacerte las preguntas rituales.
¿Habrá llegado
al sur?
¿La alcanzarás
un día?
Nosotros,
¿llegaremos?
(Se puede
partir de cualquier cosa, una caja de fósforos, una lista de desaparecidos, un
viento en el tejado - )
¿Llegaremos un
día?
Ella partió en
su bicicleta, la viste a la distancia, no volvió la cabeza, no se apartó del
rumbo. Acaso entró en el sur, lo vio sucio y golpeado en cuarteles y calles
pero sur, esperanza de sur, sur esperanza.
¿Estará sola
ahora, estará hablando con gente como ella, mirarán a lo lejos por si otras
bicicletas apuntaran filosas?
(un grito allá
abajo en la calle, esa foto del Newsweek )
¿Llegaremos un
día?
-Julio
Cortázar, 1977
*
Ensayos entre
aburridas autopistas
logaritmos en
imágenes,
un formidable
genocidio
para cada
rutina.
Apenas eso,
la extraña
visión distorsionada
en el ojo de un
mapache
Desde dentro
una isla crece
a golpes
de no decirse
isla
ni gritar el
mar
ni desnudarse
selva
Y dónde ha
quedado el temblor, dónde,
sino bajo el
pulgar de los culpables
*De Marcela
Lokdos. lokdos1@yahoo.com.ar
*
Y si de pronto
arranco una hoja del cuaderno de tareas,
invento un un
bonete, me lo pongo y canto
y celebro y
aplaudo,
invento una
fiesta, un algo que celebrar?
Y si de pronto
dejo el pelapapas en la mesada
así con mucha
seguridad, me saco el delantal
y decido llamar
al delivery?
y si de pronto
interrumpo hermosamente el silencio
y río, río sin
saber de golpe el porqué,
río para oírme?
Y si de pronto
me animo a ese libro
difícil,
dificilísimo,
ese libro que
compré ya pensando que no iba a poder entenderlo,
lo miro y lo
devoro a mi manera y me siento en la esquina a dar cátedra de él?
Y si de pronto
subo a mi bici, y me largo del puente Colón sin pedalear
(cuántas ganas
tengo de eso) y ando sin manos, con las piernas bien altas?
Y si de pronto,
así de pronto y de golpe, te llamo,
a tu
"hola" te canto rapidito, despacito,
esa canción,
esa canción que tu voz me enseñó,
solo para
decirte de otro color que te extraño
ES HORA*
En principio eran sólo unos
cuantos,
los de la estrella
sentenciados a no ver la luz,
sólo explosiones,
verdes uniformes
sentir la caricia fría de un
arma.
Y las sirenas rompiendo
obligados silencios.
La miseria corroída por el
hambre,
una horda de locos confabulando
ejecuciones
y la historia no repite:
Ya no son sólo las estrellas,
son la raza o el color de la
piel,
son el credo o la nacionalidad,
son el ser o no ser potencia;
son el peso contenido en los
bolsillos, lo que cuenta,
lo que dicta las sentencias y el
olvido.
Y van labrando el destino sobre
millones de tumbas,
y van tiñendo con sangre la
tierra:
Es hora de que el mundo deje de
mirar a otra parte.
*Poema incluido en DESDE LAS
PROFUNDIDADES
Editorial
BLACK DIAMOND EDITIONS, 2013
https://www.blackdiamondeditions.com
Desde las profundidades, 2013.
Derechos reservados © Ruth Ana
López Calderón, 2013.
*
tan después
algo queda
algo cuidará
la lluvia.
*De Alejandra
Alma.
https://www.facebook.com/alejalma
*
que no nos
asuste la vida
que el mar no
sea un monstruo
que de pronto
nos toque la nariz
para
amedrentarnos el alma
no le temamos a
las heladerías
ni a las plazas
ni a la mujer
que sonríe al mirarnos
porque somos
bellos como un libro
porque somos
buenos aunque hagamos macanas
porque en
veinte siglos
a decir verdad
en unos leves
lustros
nadie recordará
que lloraste
o que amaste
desde los huesos hasta los pies
o que hiciste
una fila interminable en el cajero del banco
nuestros
nombres serán olvidados
no habrá
enciclopedias para nosotros
ni juicios
finales
ni postales de
retiro voluntario
ni una corona
de orquídeas sobre la memoria final
somos los
hombres cotidianos
los que
descendemos de los autobuses
camino a casa
con un boleto
arrugado en el bolsillo
con una bolsa
de pan bajo el brazo
somos los
inmortales
los que vivimos
el día
los que soñamos
la noche
los cotidianos
entes de la palabra
de la caricia
llevamos
adelante la empresa más ardua
y más hermosa
posible
mirame las
manos
mis antepasados
gritan en ellas
los hijos de
los hijos que no tendré
también los
peces y los pájaros
tenemos el
cuerpo sacudido por bosques
si encienden
una linterna en nuestras vísceras
allí se gesta
aún el pasado y el futuro
amo la vida y
amo el amor
y amo a todas
las mujeres cotidianas
que aman a
todos los hombres cotidianos
acaso los que
fui o habré de ser
tal vez en mi
lengua esté amamantándose
un nuevo
universo, el mismo
***
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