*Obra de Claudia Marting.
Rosario. Argentina.
*
Cómo te parecés de pronto a esta hojita de laurel
a estos carbones aún vivos
a esta nieve roja, a estos lápices que acumulo sobre mi escritorio
a esta viga que atraviesa el techo blanco de mi casa
a la ropa doblada en los cajones del armario
a las conservas en el bajomesada y a este botiquín de primeros
auxilios
cómo de pronto los picaportes y las persianas y la elevada llovizna
y el agua que hierve en el caldero sobre la cocina y el humus
en la maceta, cómo te parecés de golpe a los colegios de
martilleros
y a los hombres que arrojan sus redes en el mar
y a la mujer que espera la llamada de su madre, sentada al borde de
la cama, con los ojos cerrados y las manos abiertas de par en par
cómo si de pronto sos esta silla desvencijada sobre la que me quedo
mirando cómo el universo es un anillo azul cerrándose sobre mi alma
y cómo te parecés de pronto a vos
y un poco a mí
y a esta alegría de morder tu boca gris en un mendrugo de pan/
LA HOGUERA COMÚN DE LOS DESENLACES…
¿ME VES?*
Caminar camina cualquiera, la cuestión es cómo.
Chesterton era un gran observador, genial diría yo, anotando esos
detalles que hacen que uno se sorprenda y diga "pero claro, si", y
uno lo vio mil veces pero no lo dibujó en su cuadernito.
En uno de esos misterios del Padre Brown, detective y cura, personaje
como Holmes o Monsieur Poirot, se comete un crimen en un club de caballeros, y
pese a la imposibilidad de la cuestión nadie ha visto al asesino.
Imposible, las habitaciones estaban ocupadas, el criminal debiese
de haber sido invisible para atravesarlas todas sin ser notado.
Como maligna espectadora de película de misterio, me regocijo
contándoles el final. El Padre Brown llega a la sorprendente conclusión de que
no hay diferencia entre el oscuro traje de los caballeros, el oscuro traje de
los mozos. Nadie repara en ello, porque les es evidente que las dos clases se
diferencian de inmediato. Es ridículo siquiera pensar que un caballero pueda
confundirse con la servidumbre. Pero, ¿es así realmente?
Pues bien, cuál es la diferencia entre hombres trajeados y
atildados que transcurren los mismos espacios. La forma de caminar.
Cuando en un salón había sirvientes, el asesino daba trancos
largos, despreocupados, erguido y un poco echado hacia atrás. Cuando pasaba por
la sala de fumadores donde departían los señores, por ejemplo, daba pasos
rápidos y cortos, un poco encorvado, los brazos junto al cuerpo.
Se había vuelto invisible.
¿Cómo se operaba el prodigio? Simple. Uno no nota más que a los de
la propia clase. Los demás son decorado, comparsas, extras.
Ni los mozos ni los caballeros lo veían, ninguno lo registraba en
la memoria.
Consultado un testigo de un episodio en la calle, el hombre pudo
describir a la señora, al hombre que manejaba el auto, al policía. Cuando debió
precisar las notas de un chico de la calle dijo "qué se yo, era como
todos". No recordaba la ropa, la cara, nada de nada. Si son todos iguales,
¿no?
Y me pregunto si es esto un reproche o una constatación. No nos
engañemos, por más conciencia social a la que reguemos todas las mañanas
aplicadamente, no podemos dejar de sentir allá en la trastienda que los
semejantes son los semejantes, es decir los que se nos asemejan.
La cosa sería que las categorías de semejanza se expandieran, que
abarcaran a toda la humanidad, que cuando uno va por la calle pudiese ver a la
mujer en el suelo, no a una aborigen más difusamente marrón, que el nene en el
semáforo sea un niño y no uno de esos limosneros que ya me tienen harto; que
cada ser humano sea eso, un ser humano y no una categoría, un exponente de su
estrato.
Sólo así cambiaríamos algo. Viéndonos al mirar.
*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
CUENTOS DE LA REALIDAD
Cuento de agosto*
No hace falta el silencio cuando la gente piensa, me dije una
mañana elegida para vivir, porque no me quedaba otra elección disponible. El
cielo no terminaba de decidirse, en Alejandro Korn, por lo menos y una ráfaga
helada separaba nubes que marchaban desde el sur. Una caravana celeste, rauda,
parecía barrer el espacio. Las palmeras de mi casa murmuraban, oteando desde lo
alto, el fenómeno que circulaba, indetenible.
Hice la inspección ocular diaria, con la displicencia de siempre,
acompañado por el trío perruno que gusta acompañarme, sobre todo porque luego
tienen su desayuno de trabajo a consumar. La superficie es grande, para los
recursos que cuento y por eso hay parches de todo tipo, para evitar sus fugas,
sobre todo de Román y de Enriqueta que, uno por curioso y la otra por
pequeña, se escurren en el alambrado provocando zozobra, la mía y la de Olivia,
Dogo de Bruselas y madre de Román, cuyo tamaño y peso clausuran sus mejores
deseos de seguirlos.
Alguien decretó, arriba, que tendríamos lágrimas del cielo por doce
días. La noticia sonaba en las radios y los informativos, como el
descubrimiento de la comunicación más relevante. Para agregar curiosidades, hay
cronistas meteorológicos que lucen estoicos, uniformes amarillos para
protegerse de la lluvia, apareciendo en lugares insólitos, inclementes,
como si estuvieran castigados. Más curioso aún la mayoría de esos informes los
emite el servicio meteorológico nacional, o sea que son anunciadores de lo que
no promueven y algunos se cuidan de decirlo, suponen que la gente, por esa
omisión, les puede transferir los aciertos que el clima devuelve. Lo cierto es
–redundancia mediante-, que antes que nunca, el tiempo suma tristezas a
la crisis que se expande como mancha en el agua.
Esa crisis, que abarca al planeta, también muestra cosas que en
otro momento parecerían inaceptables. Nadie creería, hasta no hace mucho tiempo
atrás, en los tráficos necrófilos que hoy ingresan a la luz, por la deprimente
consecuencia que amortigua el futbol, los Juegos Olímpicos y toda actividad
deportiva que anestesie sobre las realidades que nos negamos a aceptar. Así
pensaba mientras, morosamente, la lluvia se desliza silenciosa, cubriendo el
futuro. Parece que Dios, si existe, está llorando.
Yon, esa húmeda mañana me lo anunció crípticamente, -nos
encontramos porque quiero que tengas hoy un material que parece anticipo de la
frase, mañana será peor. Nadie mejor que Eduardo el virtual, quien me la acaba
de entregar y por eso espero nos reunamos, para almorzar en Bernada, en cuanto
me avises de tu llegada-. Así fue de caudaloso el informe del vasco. No saber
que tenía disponible no me inquietaba. Si, el menú y el lugar dispuesto.
Llegar no es lo mismo que disfrutar y la calle está dura, como
siempre, me dije luego de nueve días sin subte, que me hubieran servido como
excusa para excusarme. Arribar a Uriarte, en la ciudad autónoma por los autos,
pienso, no fue tarea sencilla para un forastero, que nuevamente debía
hacerlo desmontado. Me prometí que sería la penúltima vez.
La carta propone platos que pueden pedirse como tal, para
compartir o en tapa. Lo ideal es elegir varios platos y compartirlos. Hay tapas
clásicas como pantumaca con anchoas, rabas que no son rabas y llegan en
pinchos y con alioli o unas riquísimas croquetas de jamón y tinta de calamar.
Uno de los mejores platos es el puré con huevo y aceite de trufa, que sirven
dentro de un frasco, tortilla de patatas, huevo roto de Madrid (con papas y jamón
crudo) Para terminar bien, la cazuela de mar y el estofado de ternera.
Cabernet, Shirah y Blanc, adornaron, la llegada del almuerzo, pantagruélico,
que siempre sobra y nadie paga, que yo sepa.
Revisar el documento me pareció imprescindible, sobre todo por un
legítimo aire de sospecha. Sobre todo en tiempos donde los límies de la
conducta humana, son más que difusos. Por otra parte hace que funcione una
suerte de recordatorio.
-El organismo es una muestra de atrocidades. También confirma
el aserto de que nada se pierde. Ese detalle transforma, por ejemplo, a
personas, organismos, instituciones, en oscuros depredadores del otro, que
también, porque no, podemos ser nosotros-, anunció en tono pomposo Eduardo, el
virtual, hombre serio si los hay, casi riguroso con la vida, en esos
inicios de un 2013 casi irrepetible.
Nadie escribiría, si tuviera el valor de vivir lo que cree. Pensé
casi convencido. Una certeza. Tomamos asiento, como para ponernos en marcha, en
una barra espejada, toda blanca casi un quirófano y antes de nada, los jugos de
naranja, a los que se sumó el visitante orador. Yon, sin decir palabra,
desenfundó el informe y me lo entregó. Bebí el primer sorbo y comencé a leer.
“Tráfico de tejidos humanos: cadáveres son el botín en una búsqueda
global de ganancias
Por Kate Willson, Vlad
Lavrov, Martina Keller, Thomas Maier y Gerard Ryle
"Reportajes de Investigación" Del Consorcio
Internacional de Periodistas de Investigación
(II)- Tráfico de T.H.: (Tejidos Humanos)
Su uso va desde implantes dentales hasta tratamientos para arrugas.
Una rigurosa investigación del Consorcio de Periodistas de Investigación de
Estados Unidos (ICIJ) dio cuenta de una extensa red de tráfico internacional de
tejidos humanos que alimenta el negocio de productos médicos.
Todos los días sacrificamos las mejores pasiones. La muerte,
entonces, deja de ser un tránsito ineludible y conmovedor para
convertirse en corrupta generación de acciones que dan al ser humano la
ilimitud de sus decisiones.
El punto de partida de una investigación de las autoridades
ucranianas es cuando descubren huesos y otros tejidos humanos en unas
heladeras colocadas en un viejo ómnibus. La pista sugería que restos de
ucranianos eran enviados a RTI Biologics, una fábrica situada en Alemania
subsidiaria de otra de productos médicos asentada en Florida (EE.UU.).
No tengo dinero, recursos ni esperanzas. Soy un hombre feliz.
Parece que la muerte tiene premio consuelo, pero para otros, los que van a
apropiarse de tu cuerpo.
RTI es parte de una industria creciente que obtiene ganancias
convirtiendo restos mortales en implantes dentales, cintas uretrales o
tratamientos para arrugas. Esta investigación en 11 países del Consorcio
Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) revela una impactante
arista de la industria del tejido humano.
El 24 de febrero, las autoridades ucranianas hicieron un
descubrimiento alarmante: huesos y otros tejidos humanos metidos en heladeras
en un sucio minibús blanco. Los investigadores se intrigaron más cuando
hallaron entre las partes humanas sobres llenos de dinero en efectivo y
resultados de autopsias escritos en inglés.
Lo que el servicio de seguridad había interceptado no era la obra
de un asesino en serie, sino parte de una ruta internacional de ingredientes
para productos medicinales y dentales que son aplicados diariamente a gente de
todo el mundo. Los documentos incautados sugerían que restos de ucranianos eran
enviados a una fábrica en Alemania que pertenecía a la subsidiaria de una
compañía norteamericana de productos médicos con sede en Florida: RTI
Biologics.
Sólo en los Estados Unidos, el mayor proveedor y el mayor mercado,
se estima que se venden cada año dos millones de productos derivados de tejido
humano, una cantidad que se ha duplicado en la última década. Es una industria
que promueve tratamientos y productos que literalmente permite ver a los ciegos
(mediante trasplantes de córneas) y caminar a los discapacitados motrices
(reciclando tendones y ligamentos para utilizarlos en la reparación de
rodillas). Es también una industria movida por un poderoso apetito de ganancias
y cadáveres frescos.
Representantes de la industria argumentan que tales supuestos
abusos son raros y que esta opera en forma segura y responsable. Por su parte,
RTI no respondió a repetidos pedidos de comentarios, ni a una detallada lista
de preguntas que le fue enviada un mes antes de esta publicación.
En una declaración pública, la compañía dijo que “honra el don de
la donación de tejidos tratándolo con respeto, encontrando nuevos modos de
utilizarlos para ayudar a los pacientes y ayudando a tantos pacientes como
resulta posible con cada donación”.
Pese a su crecimiento, la industria del tejido humano ha escapado
largamente al escrutinio público. Esto se debe, en parte, a una supervisión
oficial menos que agresiva -y a lo atractivo de la idea de permitir a los
muertos ayudar a los vivos a sobrevivir y prosperar.
Hay salvaguardas inadecuadas para garantizar que todo el tejido utilizado
por la industria sea obtenido legal y éticamente, descubrió ICIJ en cientos de
entrevistas y miles de páginas de documentos públicos obtenidos gracias a
solicitudes presentadas en seis países.
Pese a la preocupación de los médicos de que un negocio regulado en
forma ligera pudiera dar pie a infectar a receptores de trasplantes con
hepatitis, VIH y otros patógenos, las autoridades han hecho poco para enfrentar
esos riesgos.
En contraste con sistemas estrechamente monitoreados para rastrear
órganos como corazones y pulmones en buen estado, las autoridades de los
Estados Unidos y muchos otros países no tienen forma de rastrear con precisión
de dónde vienen la piel y otros tejidos reciclados y adónde van.
Al mismo tiempo, dicen los críticos, el sistema de donación de
tejidos puede agravar la pena de las familias en duelo, manteniéndolas en la
ignorancia o confundiéndolas respecto de qué ocurrirá con los cuerpos de sus
seres queridos.
Ellos, como los padres del joven ucraniano Sergei Malish, quien cometió
suicidio en 2008, a los 19 años, quedan por su cuenta para lidiar con una
lúgubre realidad. En el funeral de Sergei, sus padres descubrieron cortes
profundos en sus muñecas. Sin embargo, sabían que se había ahorcado. Más tarde,
supieron que partes de su cuerpo habían sido recicladas y despachadas como
“material anatómico”. “Hicieron plata con nuestra desgracia”, dijo el padre de
Sergei.
Durante la travesía de transformación que el tejido atraviesa -de
cadáver a artefacto médico-, algunos pacientes ni siquiera saben que son el
destino final. Los médicos no siempre les dicen a los pacientes que los
productos utilizados en sus reconstrucciones de pechos, implantes de pene y
otros procedimientos fueron retirados de fallecidos recientes.
Ni las autoridades están siempre conscientes respecto de dónde
vienen o adónde van los tejidos. La falta de un rastreo apropiado significa que
para cuando se descubren problemas, algunas de las manufacturas ya no pueden
ser halladas. Cuando el Center for Disease Control and Prevention (CDC, Centro
para el Control y Prevención de Enfermedades) de los Estados Unidos asiste en
el retiro de productos hechos con tejidos potencialmente contaminados, con
frecuencia los médicos de trasplantes no son de mucha ayuda.
Dicen: ‘No sabemos adónde fueron’”, dijo el Dr. Matt Kuehnert,
director de sangre y biología del CDC. “Tenemos códigos de barras para nuestros
cereales (de desayuno), pero no los tenemos para nuestros tejidos humanos”,
observó Kuehnert. “Todo paciente que tiene tejido implantado debería saber. Es
tan obvio. Debería ser un derecho básico del paciente. No lo es. Es ridículo”.
Desde 2002, la U.S. Food and Drug Administration (FDA,
Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos) ha documentado al
menos 1.352 infecciones en los Estados Unidos posteriores a trasplantes de
tejido humano, de acuerdo con un análisis de los datos de la FDA hecho por
ICIJ. Esas infecciones fueron ligadas a las muertes de 40 personas, indican los
datos.
Una de las debilidades del sistema de monitoreo de tejidos es el
secreto y la complejidad que supone cruzar la frontera con partes humanas. Los
eslovacos exportan partes de cadáveres a los alemanes; los alemanes a Corea del
Sur y los Estados Unidos; los coreanos del sur a México; los Estados Unidos, a
más de 30 países.
Distribuidores de productos manufacturados pueden hallarse en la
Unión Europea, China, Canadá, Tailandia, India, África del Sur, Brasil,
Australia y Nueva Zelandia. Algunos son subsidiarios de corporaciones médicas
multinacionales.
La naturaleza internacional de la industria, afirman los críticos,
hace fácil mover productos de un lugar a otro sin demasiado escrutinio. “Si
compro algo en Ruanda y después le pongo una etiqueta belga, puedo importarlo a
los Estados Unidos. Cuando uno entra en el sistema oficial, todo el mundo se
vuelve tan confiado”, apuntó el Dr. Martin Zizi, profesor de neurofisiología en
la Universidad Libre de Bruselas.
Una vez que un producto está en la Unión Europea, puede ser
embarcado a los Estados Unidos sin muchas preguntas. “Asumen que uno ha hecho
el control de calidad”, dijo Zizi. “Somos más cuidadosos con las frutas y los
vegetales que con las partes humanas”.
En el interior del mercado de tejido humano, las oportunidades de
obtener ganancias son inmensas. Un solo cuerpo libre de enfermedades puede
girar retornos de 80.000 a 200.000 dólares a los varios intervinientes -sin y
con fines de lucro- involucrados en extraer los tejidos y utilizarlos para
manufacturar productos médicos y dentales, de acuerdo con documentos y expertos
del rubro Es ilegal en los Estados Unidos, como en la mayoría de los países,
comprar o vender tejido humano. Sin embargo, es admisible pagar honorarios que
ostensiblemente cubren los costos de hallar, almacenar y procesar tejidos
humanos.
¿Y las multinacionales de productos médicos como RTI? Les va muy
bien, también. El año 2011, RTI ganó 11,6 millones de dólares en ganancias
previas al pago de impuestos, de un total de ingresos de 169 millones. Phillip
Guyett, que maneja una compañía de extracción de tejido en varios Estados
norteamericanos antes de ser condenado por falsificar certificados de
defunción, dijo que los ejecutivos de las compañías que le compraban tejidos lo
invitaban a comidas de 400 dólares y a lujosas estadías en hoteles. Prometían:
“Podemos convertirte en un hombre rico”. Llegó al punto, dijo, que comenzó a
mirar a los muertos “con signos de dólar pegados a sus partes”. Guyett jamás
trabajó directamente para RTI.
La piel humana toma el color del salmón ahumado cuando es extraída
profesionalmente de un cadáver, en formas rectangulares. Un buen rendimiento es
de unos seis pies cuadrados (1,82 metros).
Después de ser machacada para extraer la humedad, una parte es
destinada a proteger a víctimas de quemaduras de infecciones bacterianas
mortales o, después de ser más refinada, para reconstrucciones de pecho después
de un cáncer.
El uso de tejido humano “ha revolucionado realmente lo que podemos hacer
en cirugía de reconstrucción de pecho”, explica el Dr. Ron Israeli, un cirujano
plástico de Great Neck, N.Y. “Desde que comenzamos a usarla, alrededor de 2005,
se ha convertido, realmente, en una técnica estándar”. Un número significativo
de tejido recuperado es transformado en productos cuyos nombres en los
anaqueles dan pocas pistas sobre su auténtico origen. Es utilizado en las
industrias dentales y de belleza en todo: desde aumentar el volumen de los
labios hasta para alisar arrugas.
Los huesos cadavéricos -extraídos de los muertos y reemplazados con
cañerías de PVC para el entierro, son esculpidos como tallas de madera para
hacer tornillos y pernos en decenas de aplicaciones ortopédicas y dentales. O
son molidos y mezclados con químicos para componer pegamentos fuertes que se
promueven como mejores que los artificiales.
“A nivel básico, lo que estamos haciendo al cuerpo es una cosa muy
física -e imagino que algunos dirían muy grotesca”, dijo Chris Truitt, un ex
empleado de RTI en Wisconsin.
“Extraemos huesos del brazo. Extraemos huesos de la pierna. Abrimos
el pecho para sacar el corazón y obtener las válvulas. Arrancamos las venas del
interior de la piel”. Tendones enteros, limpiados a cepillo y convertidos en
seguros para el trasplante, son utilizados para devolver a atletas lesionados
al campo de juego.
Compañías con fines de lucro montan derivadas sin fines de lucro
que recolectan el tejido -de modo muy parecido a aquel con que la Cruz Roja
recolecta sangre que es más tarde convertida en productos por entidades
comerciales. Nadie cobra por el tejido mismo, que, bajo circunstancias
normales, es donado libremente por el difunto (vía los registros de donación) o
por sus familias. En su lugar, los bancos de tejidos y otras organizaciones
involucradas en el proceso reciben unos mal definidos “pagos razonables” para
compensarlos por obtener y manejar los tejidos.
“La jerga usual es hablar de la obtención de los donadores como
‘cosechar’ y de la subsiguiente transferencia vía el banco de hueso como ‘comprar’
y ‘vender’”, escribió Klaus Høyer, del Departamento de Salud Pública de la
Universidad de Copenhague, quién habló con representantes de la industria,
donantes y receptores para un artículo publicado en BioSocieties. “Esas
expresiones eran usadas libremente en entrevistas; sin embargo, no escuché que
usaran esa terminología enfrente de los pacientes”.
Un estudio financiado por los Estados Unidos sobre las familias de
los donantes de tejidos en ese país, publicado en 2010, indica que muchas
pueden no entender el rol que las compañías con fines de lucro juegan en el
sistema de donación de tejidos.
Setenta y tres por ciento de las familias que participaron en el
estudio dijeron que no era “aceptable que el tejido donado fuera comprado y
vendido, sin importar el propósito”. Hay un riesgo inherente en trasplantar
tejidos humanos. Entre otras cosas, ha conducido a infecciones bacterianas de
riesgo mortal, y a la diseminación del VIH, la hepatitis C y la rabia en
receptores de tejidos, de acuerdo con el CDC.
La recolección moderna de sangre y órganos tiene códigos de barras
y es sometida a fuertes regulaciones -reformas provocadas por los desastres
notorios causados por una pobre revisión de los donantes. Productos hechos de
piel y otros tejidos, sin embargo, tienen pocas leyes específicas que se ocupen
de ellos.
En los Estados Unidos, la agencia que regula la industria es la
Food and Drug Administration, la misma agencia que está encargada de proteger
la provisión de alimento, medicinas y cosméticos del país. La FDA, que rechazó
repetidos pedidos de entrevistas formales, no tiene autoridad sobre las
instalaciones de salud que implantan ese material. Y la agencia no rastrea
específicamente las infecciones. Sí sigue a los bancos de tejidos registrados y
a veces realiza una inspección. También tiene el poder de cerrarlos.
La FDA descansa en gran parte en estándares que son establecidos
por la industria del cuerpo, la American Association of Tissue Banks
(Asociación Americana de Bancos de Tejidos). Sin embargo, sólo alrededor de un
tercio de los bancos de tejidos de los Estados unidos que recuperan tejidos
tradicionales como piel y hueso están acreditados por la AATB.
La asociación dice que la chance de contaminación en pacientes es
baja. La mayoría de los productos, dice la AATB, son sometidos a radiación y
esterilización, lo que los vuelve más seguros que, por ejemplo, los órganos que
son trasplantados de un ser humano a otro. Hay poca información, sin embargo,
para respaldar las afirmaciones de la industria.
A diferencia de otros productos biológicos regulados por la FDA,
explican funcionarios de la agencia, las compañías que hacen productos médicos
con tejidos humanos están obligadas a informar sólo los acontecimientos
adversos más serios que descubren. Esto significa que si surgen problemas no
hay garantía de que sean informados a las autoridades.
Y dado que los doctores no están obligados a decir a los pacientes
que están obteniendo tejidos de un cadáver, muchos pacientes pueden no asociar
una infección posterior con el trasplante.
Sobre este punto, la industria dice que es capaz de rastrear los
productos de los donantes a los médicos utilizando sus propios sistemas de
codificación y que muchos hospitales tienen sistemas en funcionamiento para
rastrear los tejidos después de que son implantados. Pero ningún sistema
centralizado, regional o global, garantiza que los productos puedan ser
seguidos del donante al paciente.
“Probablemente muy poca gente resulta infectada, pero realmente no
lo sabemos, porque no tenemos la vigilancia y no tenemos un sistema para
detectar acontecimientos adversos”, indicó Kuehnert, de la CDC.
La FDA retiró más de 60.000 productos derivados de tejidos entre
1994 y mediados de 2007. El más famoso retiro ocurrió en 2005. Involucró a una
compañía llamada Biomedical Tissue Services, que era manejada por un ex
cirujano dental, Michael Mastromarino.
Mastromarino recibía muchos de sus materiales básicos de
enterradores de Nueva York y Pennsylvania. Les pagaba hasta 1.000 dólares por
cuerpo, indican los registros judiciales. Su compañía despojaba a los cuerpos
de sus huesos, piel y otras partes utilizables, y luego los regresaba a sus
familias. Las familias, ignorando lo que ocurría, enterraban o cremaban la
evidencia.
Uno de los más de 1.000 cuerpos desmembrados fue el del famoso
conductor del Masterpiece Theatre y de la BBC, Alistair Cooke. Productos
confeccionados con restos humanos robados fueron despachados a Canadá, Turquía,
Corea del Sur, Suiza y Australia. Más de 800 de esos productos jamás han sido
localizados.
Surgió más tarde en el juicio que algunos de los donantes de
tejidos habían muerto de cáncer y que ninguno había sido examinado para
detectar patógenos como VIH y hepatitis.
Mastromarino falsificó formularios de donantes, mintiendo sobre
causas de muerte y otros detalles. Vendió piel y otros tejidos a varias
compañías procesadoras de tejidos de los Estados Unidos, incluyendo a RTI.
“Desde el primer día, todo era fraguado: todo, porque podíamos. En tanto el
papeleo luciera bien, estaba bien”, dijo Mastromarino, que cumple una sentencia
de 25 a 58 años de prisión por conspiración, robo y abuso de un cadáver.
Cada país tiene su propio conjunto de regulaciones sobre el uso de
productos confeccionados con tejidos humanos, a menudo basados en leyes que
fueron pensadas para lidiar con la sangre o los órganos. En la práctica, sin
embargo, dado que los Estados Unidos suple, según estimaciones, dos tercios de
las necesidades mundiales de productos derivados de tejidos humanos, la FDA ha
sido colocada, en los hechos, en la posición de actuar como el sheriff de buena
parte del planeta.
Los establecimientos de tejidos humanos que desean exportar
productos a los Estados Unidos están obligados a registrarse ante la FDA. Sin
embargo, de los 340 anotados allí, sólo un 7 por ciento tiene un registro de
inspección en la base de datos de la FDA, según muestra un análisis de ICIJ. La
FDA jamás ha cerrado uno por sospechas de actividades ilícitas.
La información también muestra que un 35 por ciento de los bancos
de tejidos activos anotados en los Estados Unidos no tiene un registro de
inspección en la base de datos de la FDA. “Cuando la FDA te anota, todo lo que
tienes que hacer es llenar un formulario y esperar una inspección”, indicó el
Dr. Duke Kasprisin, director médico de siete bancos de tejidos de los Estados
Unidos. “Durante el primer año o dos, puedes funcionar sin tener a nadie
mirándote”.
Esto es respaldado por información que muestra que el típico banco
de tejidos opera por casi dos años antes de su primera inspección de la FDA.
“El problema es que no hay supervisión. Todo lo que pide la FDA es que te
registres”, dijo Craig Allred, un abogado previamente involucrado en un litigio
contra la industria. “Nadie está mirando lo que ocurre”. La FDA y los miembros
de la industria “se acusan unos a otros”.
Sin embargo, en Corea del Sur, por ejemplo, el floreciente mercado
de cirugía estética utiliza a la FDA como argumento de venta. En el centro de
Seúl, la capital del país, Cirugía Plástica Tiara explica que los productos
derivados de tejidos humanos “están aprobados por la FDA” y son, por tanto,
seguros.
Algunos centros médicos promueven el “AlloDerm aprobado por la FDA”
-un injerto de piel hecho con cadáveres norteamericanos donados-para mejorar la
nariz. Le Do-han, funcionario a cargo de tejidos humanos para la FDA de Corea
del Sur, dijo que el país importa el 90 por ciento de sus necesidades de
tejidos humanos.
Tejidos en bruto son despachados desde los Estados Unidos y
Alemania. Este tejido, una vez procesado, es a menudo re-exportado a México
como mercancía manufacturada. Pese a los complicados movimientos de ida y
vuelta, Le Do-han reconoce que no se ha establecido un correcto mecanismo de
rastreo. “Es como poner etiquetas en carne de vaca, pero no sé siquiera si eso
es posible en los tejidos humanos, porque hay tantos viniendo”.
En sus declaraciones ante la Securities and Exchange Commission
norteamericana (NDT: comisión supervisora de las operaciones bursátiles), la
RTI, que cotiza en la Bolsa, ofrece un vislumbre del tamaño y alcance global de
la compañía. En 2011, la compañía manufacturó entre 500.000 y 600.000 implantes
y lanzó 19 nuevos tipos de implantes en medicina deportiva, ortopedia y otras
áreas. Noventa por ciento de los implantes de la compañía son confeccionados
con tejidos humanos, mientras que el 10 por ciento proviene de vacas y cerdos
procesados en una factoría alemana.
La RTI exige a sus proveedores de partes humanas en los Estados
Unidos y otros países que cumplan con las regulaciones de la FDA, pero reconoce
que no hay garantías. En sus declaraciones de 2011, RTI indicó que “no puede
haber seguridad” de que “nuestros proveedores de tejidos cumplirán con
regulaciones destinadas a prevenir la transmisión de enfermedades
transmisibles”, o de que, “aun si se logra ese cumplimiento, nuestros implantes
no hayan estado o estén asociados a la transmisión de enfermedades”.
Como muchas de las compañías de tejidos humanos con fines de lucro
que alguna vez no los tuvieron, RTI nació en 1998 como una subsidiaria
propiedad del Banco de Tejidos sin fines de lucro de la Universidad de Florida.
Documentos internos de la compañía de Tutogen, una firma de productos médicos
de Alemania, muestran que RTI trabajó en equipo con Tutogen ya en septiembre de
1999 para contribuir a que ambas satisficieran sus crecientes necesidades de
material en bruto mediante la obtención de tejidos humanos en Europa del Este.
Ambas compañías obtuvieron tejidos de la República Checa. En forma
separada, Tutogen los obtuvo en Estonia, Hungría, Rusia, Letonia, Ucrania y más
tarde Eslovaquia, muestran los documentos. En 2002, surgieron acusaciones en
los medios checos de que los proveedores locales de RTI y Tutogen estaban
obteniendo algunos tejidos allí en forma impropia. El escándalo público forzó
el cierre de la compañía checa, aunque no hay sugerencias de que Tutogen o RTI
o sus empleados hicieran nada impropio.
En marzo de 2003, la Policía de Letonia investigó si el proveedor
local de Tutogen había extraído tejidos de unos 400 cuerpos en el instituto
médico forense del Estado sin consentimiento adecuado. Madera y telas habían
sido colocadas en reemplazo de músculos y huesos en los fallecidos para dar la
apariencia de que estaban intactos antes del entierro, informaron los medios
locales.
La Policía eventualmente acusó a tres empleados del proveedor, pero
más tarde desestimó los cargos cuando un tribunal dictaminó que no era
necesario el consentimiento de las familias de los donantes. De nuevo, no hubo
sugerencia alguna de que Tutogen actuara en forma impropia. En 2005, la Policía
ucraniana lanzó la primera de una serie de investigaciones sobre las
actividades de los proveedores de Tutogen en ese país. La investigación inicial
no llevó a levantar cargos criminales.
La relación entre Tutogen y RTI, mientras tanto, se volvió aún más
estrecha a fines de 2007, cuando se anunció una fusión entre las dos compañías.
Tutogen se convirtió en subsidiaria de RTI a comienzos de 2008. Representantes
de RTI se negaron a responder preguntas de ICIJ acerca de si sabían sobre las
investigaciones de la Policía respecto de los proveedores de Tutogen.
En 2008, la Policía ucraniana lanzó una nueva investigación,
examinando acusaciones de que de más de 1.000 tejidos al mes estaban siendo
extraídos ilegalmente en un instituto médico forense en Krivoy Rog y enviados,
vía terceros, a Tutogen. Joseph Düsel, el fiscal general de Bamberg, dijo en
2009 que “lo que la compañía hace tiene la aprobación de la autoridad
administrativa que, además, la monitorea. No vemos en este momento ninguna
razón para iniciar una investigación”
Nataliya Grishenko, la jueza investigadora del caso, reveló que
muchos familiares afirmaron que habían sido engañados para firmar formularios
de consentimiento o que sus firmas habían sido fraguadas. Sin embargo, el
principal sospechoso del caso -un médico ucraniano-murió antes de que la corte
emitiera un veredicto. El caso murió con él.
Tutogen “opera bajo muy estrictas regulaciones de las autoridades
alemanas y ucranianas, así como de otras autoridades regulatorias europeas y
norteamericanas”, afirmó la compañía en una declaración escrita mientras el
caso estaba aún en trámite. “Han sido inspeccionados regularmente por todas
esas autoridades a lo largo de muchos años de operaciones y Tutogen sigue
teniendo buena reputación ante ellos”. Diecisiete de los proveedores ucranianos
de Tutogen han sufrido una inspección de la FDA. Las inspecciones son anunciadas,
de acuerdo con el protocolo, con seis a ocho semanas de anticipación.
Sólo una -BioImplant, en Kiev- recibió una devolución negativa.
Entre los hallazgos de la inspección de 2009: no todas las morgues tenían agua
corriente caliente y no se seguían algunos procedimientos sanitarios.
Inspectores de la FDA también identificaron deficiencias en las importaciones
ucranianas de la RTI cuando visitaron las instalaciones de la compañía en
Florida.
RTI tenía traducciones al inglés, pero no los informes originales
de la autopsia de sus donantes ucranianos, descubrieron los inspectores de la
FDA durante una auditoria en 2010. Esos fueron, a menudo, los únicos documentos
médicos que la compañía utilizó para determinar si el donante era saludable,
observaron los inspectores en su informe.
La compañía dijo a los inspectores que era ilegal en Ucrania copiar
el informe. Pero, tras la inspección, comenzó a mantener el documento original
en ruso junto con su traducción al inglés. En 2010 y 2011, inspectores de la
FDA pidieron a RTI que cambiara el modo en que etiquetaba sus importaciones. La
compañía estaba obteniendo tejido ucraniano, despachándolo a Tutogen en
Alemania y luego exportándolo a los Estados Unidos como producto alemán.
Aunque la compañía acordó cambiar sus políticas, hay algunos
indicios de que puede haber continuado etiquetando algo de tejido ucraniano
como alemán.
En febrero de (2012), la Policía lanzó un raid mientras
funcionarios de un departamento forense regional, en Nikolaev Oblast, cargaban
tejido humano extraído en la parte trasera de un mini bus blanco. La filmación
del decomiso de la Policía muestra tejido etiquetado “Tutogen. Made in
Germany.” En este caso, el servicio de seguridad dijo que los funcionarios
forenses habían engañado a parientes de los pacientes fallecidos para que
aceptaran la extracción de lo que pensaban era una pequeña cantidad de tejido,
jugando con su dolor y su pena.
Los documentos incautados-exámenes de sangre, un informe de
autopsia y etiquetas escritas en inglés y obtenidas por ICIJ- sugerían que los
restos estaban en camino a Tutogen. Uno de los fragmentos de tejido encontrados
en el bus venía de Oleksandr Frolov, de 35 años, que había muerto por un ataque
de epilepsia. “En camino al cementerio, cuando estábamos en el cortejo, en uno
de sus pies notamos que uno de los zapatos se caía, que parecía estar suelto”,
contó su madre, Lubov Frolova, a ICIJ.
Más tarde, la Policía le mostró una lista de lo que había sido
sacado del cuerpo de su hijo. “Dos costllas, dos talones de aquiles, dos codos,
dos tímpanos, dos dientes, y así siguiendo. No pude leerlo hasta el final,
porque me descompuse. No pude leerlo”, dijo.
“Escuché que [los tejidos] eran embarcados a Alemania para ser
utilizados en cirugías plásticas y también para donación. No tengo nada contra
la donación, pero debería ser realizada de acuerdo con la ley”. La Policía
mostró documentos a Kateryna Rahulina, cuya madre de 52 años, Olha Dynnyk,
murió en septiembre de 2011. Los documentos destinados a que diera su aprobación
para que se tomaran tejidos del cuerpo de su madre.
“Estaba en shock”, dijo Rahulina. Jamás había firmado los papeles,
dijo, y era claro para ella que alguien había fraguado su aprobación. El
departamento forense de Nikolaev Oblast, donde ocurrieron los incidentes
alegados, era, hasta hace poco, uno de los 20 bancos de tejidos ucranianos
registrados ante la FDA. En el website de la FDA, el número de teléfono para
cada uno de esos bancos de tejidos es el mismo.
Colaboraron en esta investigación: Sandra Bartlett, Joe Shapiro,
Mar Cabra, Alexenia Dimitrova y Nari Kim”.
***
Nada hay más cierto que la mentira. Aunque no me crean, no pude
seguir comiendo. Hice un luto solidario y preventivo. Los tiempos de vida han
demostrado una insuficiencia sustancial. Hacía mucho que una noticia con
precisiones, más allá de la debilidad de la probatoria, no me sorprendía, fue
el lacónico mensaje de Yon para dar por terminado el informe. Eduardo el
virtual tragó saliva un par de veces y se me quedó mirando Yo, casi como
una sombra en el espejo retrocedí para aceptar que también es cierto aceptar lo
que hay.
*
El infierno es mi privilegio,
llamas que atizo
con la punta de mis pies
Vamos, no te quedes inmune
mueve tus pies junto a los míos
Vamos a arder esta noche
y cada noche,
la hoguera común
de los desenlaces.
*
Pisaba sólo las baldosas pares. Esto le daba un andar concentrado y
a veces dubitante, porque las calles no estaban demasiado cuidadas, existían
espacios sin baldosas o con las baldosas levantadas lo cual le
obligaba a mantenerse por momentos como una cigüeña sobre un solo pie, hasta
que encontraba el lugar exacto donde posar el otro con cuidado.
Esta costumbre no originaba curiosidad, porque ya nadie sentía
curiosidad por el otro. Vivían todos sumergidos en su propia problemática, su
propia baldosa par, su propia supervivencia.
Llegaba por fin a su núcleo básico, con su pequeña puerta gris con
una amarillenta tarjeta insertada en un recuadro, donde aparecían su apellido,
su nombre y su número personal. Se apoyaba sobre un solo pie por un momento,
colocaba la mano derecha sobre la mano que aparecía impresa en la madera y
cuando la puerta se abría estiraba la pierna doblada y traspasaba el umbral con
cuidado. En el pequeño receptáculo-nido se sentía protegido. Observaba a su
alrededor con cuidado y comprobaba que todo conservaba su orden, el orden
de las cosas y su propio orden, La cama estrecha con su cobertor gris estirado
prolijamente. La mesa con su pequeña lámpara. El armario para la ropa donde
también guardaba algunos objetos valiosos que no estaban prohibidos por el
momento, una Biblia que perteneció a su madre, muy gastada porque él la leía
repetidamente como una novela, interesándose en las anécdotas que se relataban,
en cada personaje; una cartulina pequeña con un paisaje azul que iba
volviéndose gris porque los colores se iban desvaneciendo, lo había
dibujado cuando comenzó la escuela, cuando éstas todavía existían; una
esfera de vidrio con un paisaje nevado en su interior, que era su posesión
favorita. A veces pasaba toda una tarde sentado en la cama, moviendo suavemente
la esfera provocando movimientos muy pequeños, para tener más posibilidades de
cambio. Esto realmente le provocaba un estado de satisfacción que lo separaba
de su repetición y de los cambios producidos en las últimas décadas.
También tenía una mesa para comer, adosada a la pared de la cocina.
Allí había una ventana, redonda como un ojo de buey, desde donde se podía
contemplar el cielo.
Su soledad no le producía tristeza. Se sentía contenido en su
pequeño huevo-casa, casi como en un útero, donde no existían necesidades.,
donde todo estaba previsto sin que él necesitara anhelarlo ni esforzarse por
conseguirlo, Si quería escuchar los comunicados oficiales podía apretar un
botón en la pared que iluminaba un aparato con pantalla. Si aparecía una cara
de mujer era Ara. Si era un hombre era Holm. Ara mostraba unos dientes muy
grandes cuando saludaba antes de comenzar a leer las noticias. Holm tenía una
mirada fija, como si viera más lejos de donde él se encontraba escuchando. De
alguna manera eran sus amigos. Podía tenerlos en su casa sin sentirse invadido.
Estaban ahí pero no interferían.
Pocas veces se sentía algún ruido desde los núcleos que lo
rodeaban. Una vez había escuchado en la noche ruido de pisadas muy fuertes y
rápidas, que se detuvieron en el receptáculo pegado al de él. Sintió el crujido
de la puerta que se rompía, gritos de mujer, pisadas nuevamente, luego nada.
Se había encogido en ese momento, cubriéndose la cabeza para
separarse de los sonidos. Pensó un momento en la mujer que vivía allí. La
había visto una vez cuando volvía, Era una mujer madura, con rostro gastado y
ojos celestes todavía luminosos. Ella lo había mirado con más detenimiento que
él, como para hablarle, pero él se había negado a ese reconocimiento. Pensó que
quizás si hubieran hablado ese día, él también habria desaparecido esa noche.
Su precaución lo había protegido, pensó aliviado.
Una tarde, cuando volvió a su hogar, luego de cenar escuchando a
Ara, abrió su armario y sacó la esfera de cristal. Jugó con ella largo rato,
formando paisajes nevados con techos rojos rojos y pinos verdes.
Cuando Ara terminó con las noticias y le sonrió mostrando sus dientes grandes,
se levantó de la silla lentamente, tomó el cinturón de su uniforme gris y
formando una lazada con cuidado, se colgó del ojo de buey.
*De Sonia
Arismendi. soniaris@adinet.com.uy
LAS PEQUEÑAS VIDAS. CÍRCULO.
ACASO, LA MISMA*
( “Exorcismo de la Hoja)
Es otra, acaso es otra la que va recobrando su pelo, su vestido, su
manera,
la que ahora retoma su vertical, su peso... se sale por la puerta,
entera y pura y no busca saber, no necesita, y no quiere saber nada
de nadie....
IDEA VILARIÑO
Dentro de mi cuerpo, mora una mujer que no soy yo.
Dentro de mi carne, se desangra una mujer que no soy yo.
Sentada en mi sillón de mimbre sostiene el cuerpo que no me
pertenece.
La que habita mi casa y habla con mi voz, no soy yo.
Me asustan, en la noche bestias hambrientas.
Una mujer, que no soy yo, se deshace en gritos
En mi corazón, retumban, sus latidos.
Siento el terror de animal maniatado.
Esa mujer, que no soy yo, huye con mis pies.
Unas manos, que no son mías, borran mi autorretrato.
Mira el precipicio de La Garganta Azul.
El vértigo, las nauseas y el sudor, lo siento yo.
Parada y quieta en el umbral del tiempo, veo, mi cuerpo que salta
al abismo de la noche.
La sombra que reflejan mis pasos es de una mujer que me es ajena.
A esa mujer que no soy yo, le besas y le muerdes la boca.
La mujer se desnuda. Se quita los vestidos y los deja en el suelo.
También mi corazón.
Yo, restaño la sangre de mi herida.
Un mujer que no soy yo, extiende mis manos y alimenta los pájaros.
Los pájaros comen, de sus manos, mis propias migajas.
Una niña que no soy yo, mira con mis ojos la amante de mi padre.
En unos ojos que no son míos, queda suspendida una lágrima ajena.
La niña que no soy, escucha con mi oído el tango “Sur”
Quedan cicatrices en mi piel de la fábula que no es la mía.
Una mujer que no soy yo, con mi luz, enciende una vela.
Iluminados jirones de infancia,
en fosforescencia de retamas, encienden el día.
DE LA FUERZA DEL NOMBRE*
*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
I
El Coiro me manda un enigmático y brevísimo correo donde dice:
"¿Podés escribirme algo sobre Casbas?". El nombre no me suena de
nada, por lo que abro el Firefox y busco en Internet. El primer enlace conduce
hasta un pueblo de Huesca cuya existencia ni siquiera conocía (Huesca es la
provincia limítrofe por el norte con Zaragoza, donde vivo), un pueblo pequeño
hacia el este, cerca de Abiego y Bierge, nombres que sí reconozco. Y puesto que
nunca antes he estado allí, me digo: "¿Por qué no?", pensando que lo
que mi amigo argentino quiere es información de primera mano sobre este
pueblecito, y nada más natural, por otra parte, que me pida el favor viviendo
yo tan cerca del sitio en cuestión.
Así que al otro día meto unas cuantas cosas en una bolsa de deporte
y me echo a la carretera. Camino durante un buen rato, hasta que un auto negro,
un Renault 5 con más de veinte años, se detiene junto a mí. El conductor, casi
un adolescente, me pregunta: "¿Te llevo?". Por supuesto, acepto. Él
tampoco conoce el sitio. Su acento le delata: es gallego. Con una sonrisa
franca, confirma mi sospecha. Dice que va al norte, a los Pirineos, sólo por
ver la cordillera. Le han hablado de parajes extraordinariamente bellos, aunque
no recuerda bien los nombres o los mezcla o los confunde. Para no resultar
redundante, le menciono sólo cuatro lugares (también escribo en un papel los
nombres y la forma de llegar hasta allí) que en mi recuerdo crecen más y más
conforme se aleja el tiempo en que me fue dado visitarlos. El primero es el
Forau d´Aigualluts, en el Valle de Benasque, una pequeña explanada rodeada de
montañas donde, a veces, se tiene la sensación de que llueve hacia arriba. Es
lo más lindo que yo vi nunca. El segundo, un pueblo llamado Aínsa. El tercero,
aunque he de confesar que no me impresionó cuando estuve allí, es el Monasterio
de San Juan de la Peña. No sé que es, pero hay algo desconcertante en la
montaña donde está situado, algo feo y sin embargo inolvidable; tal vez -pienso
confusamente- hago mal en recomendarle esa visita. Por último, escribo: Selva
de Oza. "¿Qué es?", me pregunta. Es un valle hacia el oeste, por
donde discurre el río llamado Aragón-Subordán. La vegetación tiene un color
oscuro que produce sensaciones difíciles de describir, pero allí uno siente que
está vivo, que de verdad pueden ocurrir cosas que te hagan sentir vivo, cosas
maravillosas o atroces, pero en cualquier caso reales. El tipo asiente, acaso
sin comprender del todo el sentido de mis palabras, y promete que irá a todos
esos sitios. Luego se pone a hablar de su coche y, más tarde, de los grupos
musicales que le gustan, cuyos nombres casi siempre me resultan extraños. No
obstante, reconozco algunos, lo cual es motivo de alegría para ambos. Le
recomiendo otros, que él no oyó jamás. “Te gustarán”, le digo.
Al llegar a Huesca, tomamos la carretera hacia Lleida. Unos kilómetros
más adelante, nos despedimos con un apretón de manos. No tardaré en darme
cuenta de que ni siquiera nos habíamos presentado. Somos dos extraños caminando
en un túnel o en un insondable laberinto, que sólo por casualidad han
compartido un brevísimo trecho del camino. Tal vez ninguno de los dos encuentre
lo que busca, o como sucede tantas veces, lo encuentre y no lo reconozca.
Por la estrecha carretera que conduce a Casbas apenas hay tráfico.
Atravieso una población y sigo adelante. Según el mapa, ya casi estoy. Es
entonces cuando, de pronto, me asalta una extraña idea: ¿Y si no es esto lo que
quería el Coiro?, pienso. ¿Qué interés puede tener para Inventiva un minúsculo
pueblo aquí en mi tierra? Un sitio del que, por otra parte, ni siquiera yo tenía
noticia hasta este momento. ¿Habrá algo que se me escape en todo este asunto?
Perdido en esa confusión y en esa carretera solitaria, unas palabras aparecen
en mi mente, fosforescentes como un letrero luminoso en medio de la noche:
Próxima estación Casbas. Me doy cuenta de que he metido la pata (el Casbas
sobre el que debería escribir es otro, y está en Argentina y no sé
absolutamente nada de él. Mi maldito despiste crónico me impidió recordar hasta
ahora que es una de las próximas estaciones del Inventren) y lo peor es que
está anocheciendo (es otoño y los días acortan). Por suerte, al fondo puedo ver
las primeras casas. Advierto que estoy cansado. Espero encontrar un sitio donde
me dejen dormir, porque hace un poco de frío y la manta que he traído es más bien
fina. Pero no se ve un alma por las calles.
Al fin, distingo un vago destello al fondo de una calle lateral. Se
trata de una puerta iluminada. De no haber anochecido ya, no la hubiese visto,
tan tenue es el resplandor que de ella sale. Hacia allí me dirijo, con paso
lento y el oído alerta. No es natural este silencio. Sobre la puerta hay un
letrero de madera. La inscripción apenas puede leerse, pero se adivina que el
lugar es una taberna. Cruzo el umbral y me encuentro en un cuchitril mal
iluminado donde parece no haber nadie. Al oír mis pasos, un hombre sale por una
puerta situada al fondo y, con un perfecto acento argentino, me saluda y
pregunta si deseo tomar algo.
II
Una sensación de irrealidad me atenaza. No acierto a responder.
Sólo le miro como se mira a un aparecido o como se podría mirar el propio
reflejo en un espejo diseñado por Klein (el de la botella). Él repite la
pregunta, más despacio, como si yo fuera extranjero y no comprendiese bien el
idioma. No sé qué decir, qué hacer. Me siento como un actor de teatro esperando
que el apuntador le sople el texto. Por fin, con cierto embarazo, me atrevo a
pedir una cerveza. Mientras me sirve, el tipo explica que el pueblo está
desierto porque hay un concierto en las piscinas municipales, un grupo de pop,
uno de esos que venden muchos discos donde las diez o doce o quince canciones
son, en realidad, la misma. Añade que incluso ha venido gente de los otros
pueblos cercanos y hasta algún autobús de la ciudad. (Ese silencio ahí afuera,
sin embargo, esa ausencia…). Al preguntarle dónde estoy, él me mira de arriba
abajo y dice con naturalidad el nombre del pueblo. La siguiente pregunta no es
fácil de hacer. Si el mundo sigue girando en su órbita normal y éste es, como
parece, un hombre serio y cabal, se va a acordar de mis muertos y suerte tendré
si no me saca del establecimiento a golpes; si por el contrario, el temor que
me aprieta el corazón resulta ser fundado, yo me volveré loco. Aun así, no
queda otro remedio: "Pero ¿Casbas de España o de Argentina?" digo en
un susurro. Al principio, pienso que no me ha entendido, y tal vez sea lo
mejor; acaso en el fondo conocer ese detalle no importe en realidad.
Pasado un instante, levanta la vista del barreño en el que en ese
momento estaba lavando unos cubiertos y dice: "¿Acaso quieres tomarme el
pelo?". Entonces me atropello, intento explicarle lo ocurrido, nombro el
Inventren y algunas otras estaciones, le cuento que soy poeta.
"¡Poeta!" dice él. "¡Poeta!" repite. "No me lo creo.
Nadie va por ahí en estos tiempos diciendo que es poeta. Usted es un
aprovechado. Un sinvergüenza". Yo insisto. Mi sombra en el suelo gesticula
como una marioneta de trapo, parece la sombra de otra persona, idéntica a mí
pero con otro ritmo. Con amargura recuerdo que no he traído un solo libro; de
haberlo hecho, mis argumentos quizá tuviesen más peso. Entonces, sin
explicación, hay por su parte como una sorda aceptación, no ya de mis palabras
o de lo que ellas pretenden comunicar, sino de la remota posibilidad de que
sean ciertas. Mirándome de reojo, con desconfianza aún, se dirige hacia un
extremo del mostrador, levanta un trapo oscuro que cubre un ordenador portátil
y sentencia: "Ahora lo veremos". Abre el explorador, busca el
Inventren, busca mi nombre, encuentra resultados que le satisfacen, parece
comprender que no le he mentido. La expresión de su rostro es otra ahora; luego
me indica una mesa y sale del mostrador con una botella de vino en una mano y
dos vasos en la otra. Nos sentamos, sirve el vino, enciende un cigarrillo y se larga
a hablar convulsiva y nostálgicamente.
Así, me entero por fin de que nada extraño ha sucedido (si es que
no es extraño encontrar de repente, en medio de un desierto, a un hombre que
creemos habitante de otro desierto distante más de diez mil kilómetros). No
hubo viajes astrales ni agujeros en el espacio. Estamos en Huesca. Con la voz
plena de emoción, Manu (ese es el nombre de mi interlocutor) me habla de su
niñez, de su adolescencia, se demora en detalles que tal vez hayan dormido ahí
durante años, esperando esta noche y este vino; (afuera continúa el silencio,
no hay ruido de pasos, ni de autos en marcha, ni siquiera el eco lejano del
concierto. Si yo fuese otro, si fuese un tipo valiente, tal vez me asomaría un
instante a la puerta, para mirar la luna, sólo eso: mirar la luna y saber que
todo está bien). Mientras, la voz ronca de Manu me habla de la barra, de una
novia que tuvo y perdió, “¡qué linda era!”, exclama. Luego hay un silencio
necesario. Un movimiento lento, la mano de Manu buscando en su cartera y
sacando de allí una foto cuarteada por el tiempo. La miro y hago un gesto de
admiración. En efecto, la muchacha es guapa. (no sé si es entonces cuando
comprendo que éste es cualquier lugar y cualquier momento, un retazo arrancado
a mordiscos de la eternidad; tal vez por eso el obstinado silencio del
exterior, la silueta en la pared de dos desconocidos conversando, dos
latinoamericanos perdidos en cualquier parte, lejos y cerca de la vez, tenues
fantasmas de sí mismos, sombras que se proyectan desde remotas noches
olvidadas, que viajan en la nada hacia un tiempo inconcebible). Después escucho
la descripción de un oscuro boliche que en su memoria se confunde con otros
muchos que habría de conocer más tarde; me habla de su trabajo en el campo, del
fatídico día en que se fue el último tren... Entonces algo parece romperse en
el pausado hilo del relato. Clavo mis ojos en los suyos. Sujeto el vaso que
viaja hacia sus labios. Lo insto a continuar, con el leve asomo de una sospecha
insinuándose en mi entendimiento. Él me mira gravemente y retoma la narración:
"...yo me fui en él. Aquel último tren que pasó por Casbas City, hace ya
más de treinta años, se me llevó consigo. Luego anduve haciendo un poco de todo
por todas partes. En Argentina, en Chile, en Colombia, en Bolivia y Ecuador,
que es decir casi lo mismo, o de forma más breve, más certera, en
Latinoamérica, que es mi patria... Nuestra patria" se corrige. Yo asiento.
Luego continúa narrando las peripecias de una vida, una vida errante, como lo
son todas. "Y, entonces, de pronto, llegué aquí" dice mientras vacía
en los vasos lo que queda de la segunda botella. "De alguna manera, sentí
que mi deriva había terminado. No es que la coincidencia del nombre y el
cansancio acumulado me llevasen a tomar la decisión de quedarme. Esa decisión
era anterior, fue ella quien guió mis pasos hacia estas tierras, ella quien me
llevó de pueblo en pueblo hasta terminar en éste. Cuando llegué era de noche,
como ahora. Dormí en unas ruinas a las afueras. No supe donde estaba hasta la
mañana siguiente, pero durante el sueño supe que me quedaría aquí. No puedo
explicarlo mejor. Lo sentí. Sólo eso. Y aquí estoy desde entonces".
No hablamos más. Ambos estábamos algo borrachos y era muy tarde.
Dormí allí mismo, en una pequeña habitación que servía de almacén y donde había
sitio de sobra. Al otro día, después de un abundante desayuno, Manu estrechó mi
mano y nos despedimos como dos viejos amigos. Ambos sabíamos que había muy
pocas posibilidades de volvernos a encontrar. Eché a andar por la carretera, en
dirección al sur, no a ese Sur que nunca vi y que mi corazón incansablemente
anhela, sino al otro, al de todos los días, al sur prosaico donde la vida sufre
una combustión tan lenta que ni combustión parece.
-Sergio Borao Llop, publicó “El alba sin espejos” por el sello eBooks Literatúrame!
*
el eco de mis muertes
la inagotable sorpresa del amor
su beso
derramado
en la porosidad
de un suelo de preguntas
(un ínfimo grano
esa arena).
*De Alejandra Alma.
***
Inventren Próximas estaciones:
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LA RICA
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doble recorrido por vías del ferrocarril Midland con destino a Puente
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