domingo, noviembre 03, 2013

LA HOGUERA COMÚN DE LOS DESENLACES...

 
 
*Obra de Claudia Marting.
Rosario. Argentina.
 
 
 
 
 
*
 
 
Cómo te parecés de pronto a esta hojita de laurel
a estos carbones aún vivos
a esta nieve roja, a estos lápices que acumulo sobre mi escritorio
a esta viga que atraviesa el techo blanco de mi casa
a la ropa doblada en los cajones del armario
a las conservas en el bajomesada y a este botiquín de primeros auxilios
cómo de pronto los picaportes y las persianas y la elevada llovizna
y el agua que hierve en el caldero sobre la cocina y el humus
en la maceta, cómo te parecés de golpe a los colegios de martilleros
y a los hombres que arrojan sus redes en el mar
y a la mujer que espera la llamada de su madre, sentada al borde de
la cama, con los ojos cerrados y las manos abiertas de par en par
cómo si de pronto sos esta silla desvencijada sobre la que me quedo
mirando cómo el universo es un anillo azul cerrándose sobre mi alma
y cómo te parecés de pronto a vos
y un poco a mí
y a esta alegría de morder tu boca gris en un mendrugo de pan/
 
 
*De León Peredo. gustavojlperedo@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
LA HOGUERA COMÚN DE LOS DESENLACES…
 
 
 
 
 
 
¿ME VES?*
 
 
Caminar camina cualquiera, la cuestión es cómo.
Chesterton era un gran observador, genial diría yo, anotando esos detalles que hacen que uno se sorprenda y diga "pero claro, si", y uno lo vio mil veces pero no lo dibujó en su cuadernito.
En uno de esos misterios del Padre Brown, detective y cura, personaje como Holmes o Monsieur Poirot, se comete un crimen en un club de caballeros, y pese a la imposibilidad de la cuestión nadie ha visto al asesino.
Imposible, las habitaciones estaban ocupadas, el criminal debiese de haber sido invisible para atravesarlas todas sin ser notado.
Como maligna espectadora de película de misterio, me regocijo contándoles el final. El Padre Brown llega a la sorprendente conclusión de que no hay diferencia entre el oscuro traje de los caballeros, el oscuro traje de los mozos. Nadie repara en ello, porque les es evidente que las dos clases se diferencian de inmediato. Es ridículo siquiera pensar que un caballero pueda confundirse con la servidumbre. Pero, ¿es así realmente?
Pues bien, cuál es la diferencia entre hombres trajeados y atildados que transcurren los mismos espacios. La forma de caminar.
Cuando en un salón había sirvientes, el asesino daba trancos largos, despreocupados, erguido y un poco echado hacia atrás. Cuando pasaba por la sala de fumadores donde departían los señores, por ejemplo, daba pasos rápidos y cortos, un poco encorvado, los brazos junto al cuerpo.
Se había vuelto invisible.
¿Cómo se operaba el prodigio? Simple. Uno no nota más que a los de la propia clase. Los demás son decorado, comparsas, extras.
Ni los mozos ni los caballeros lo veían, ninguno lo registraba en la memoria.
Consultado un testigo de un episodio en la calle, el hombre pudo describir a la señora, al hombre que manejaba el auto, al policía. Cuando debió precisar las notas de un chico de la calle dijo "qué se yo, era como todos". No recordaba la ropa, la cara, nada de nada. Si son todos iguales, ¿no?
Y me pregunto si es esto un reproche o una constatación. No nos engañemos, por más conciencia social a la que reguemos todas las mañanas aplicadamente, no podemos dejar de sentir allá en la trastienda que los
semejantes son los semejantes, es decir los que se nos asemejan.
La cosa sería que las categorías de semejanza se expandieran, que abarcaran a toda la humanidad, que cuando uno va por la calle pudiese ver a la mujer en el suelo, no a una aborigen más difusamente marrón, que el nene en el semáforo sea un niño y no uno de esos limosneros que ya me tienen harto; que cada ser humano sea eso, un ser humano y no una categoría, un exponente de su estrato.
Sólo así cambiaríamos algo. Viéndonos al mirar.
 
 
 
*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
 
 
 
 
 
 
 
 
CUENTOS DE LA REALIDAD
 
 
Cuento de agosto*
 
 
 
*Por Carlos Alberto Parodíz Márquez. parodizlaunión@gmail.com
 
 
 
No hace falta el silencio cuando la gente piensa, me dije una mañana elegida para vivir, porque no me quedaba otra elección disponible. El cielo no terminaba de decidirse, en Alejandro Korn, por lo menos y una ráfaga helada separaba nubes que marchaban desde el sur. Una caravana celeste, rauda, parecía barrer el espacio. Las palmeras de mi casa murmuraban, oteando desde lo alto, el fenómeno que circulaba, indetenible.
 
Hice la inspección ocular diaria, con la displicencia de siempre, acompañado por el trío perruno que gusta acompañarme, sobre todo porque luego tienen su desayuno de trabajo a consumar. La superficie es grande, para los recursos que cuento y por eso hay parches de todo tipo, para evitar sus fugas, sobre todo de Román y de Enriqueta  que, uno por curioso y la otra por pequeña, se escurren en el alambrado provocando zozobra, la mía y la de Olivia, Dogo de Bruselas y madre de Román, cuyo tamaño y peso clausuran sus mejores deseos de seguirlos.
 
Alguien decretó, arriba, que tendríamos lágrimas del cielo por doce días. La noticia sonaba en las radios y los informativos, como el descubrimiento de la comunicación más relevante. Para agregar curiosidades, hay cronistas meteorológicos que lucen estoicos, uniformes amarillos para protegerse de la  lluvia, apareciendo en lugares insólitos, inclementes, como si estuvieran castigados. Más curioso aún la mayoría de esos informes los emite el servicio meteorológico nacional, o sea que son anunciadores de lo que no promueven y algunos se cuidan de decirlo, suponen que la gente, por esa omisión, les puede transferir los aciertos que el clima devuelve. Lo cierto es –redundancia mediante-,  que antes que nunca, el tiempo suma tristezas a la crisis que se expande como mancha en el agua.
 
Esa crisis, que abarca al planeta, también muestra cosas que en otro momento parecerían inaceptables. Nadie creería, hasta no hace mucho tiempo atrás, en los tráficos necrófilos que hoy ingresan a la luz, por la deprimente consecuencia que amortigua el futbol, los Juegos Olímpicos y toda actividad deportiva que anestesie sobre las realidades que nos negamos a aceptar. Así pensaba mientras, morosamente, la lluvia se desliza silenciosa, cubriendo el futuro. Parece que Dios, si existe, está llorando.
 
Yon, esa húmeda mañana me lo anunció crípticamente, -nos encontramos porque quiero que tengas hoy un material que parece anticipo de la frase, mañana será peor. Nadie mejor que Eduardo el virtual, quien me la acaba de entregar y por eso espero nos reunamos, para almorzar en Bernada, en cuanto me avises de tu llegada-. Así fue de caudaloso el informe del vasco. No saber que tenía disponible no me inquietaba. Si, el menú y el lugar dispuesto.
 
Llegar no es lo mismo que disfrutar y la calle está dura, como siempre, me dije luego de nueve días sin subte, que me hubieran servido como excusa para excusarme. Arribar a Uriarte, en la ciudad autónoma por los autos, pienso,  no fue tarea sencilla para un forastero, que nuevamente debía hacerlo desmontado. Me prometí que sería la penúltima vez.
La carta propone platos que  pueden pedirse como tal, para compartir o en tapa. Lo ideal es elegir varios platos y compartirlos. Hay tapas clásicas como pantumaca con anchoas, rabas que no son rabas  y llegan en pinchos y con alioli o unas riquísimas croquetas de jamón y tinta de calamar. Uno de los mejores platos es el puré con huevo y aceite de trufa, que sirven dentro de un frasco, tortilla de patatas, huevo roto de Madrid (con papas y jamón crudo) Para terminar bien, la cazuela de mar y el estofado de ternera. Cabernet, Shirah y Blanc, adornaron, la llegada del almuerzo, pantagruélico, que siempre sobra y nadie paga, que yo sepa.
 
Revisar el documento me pareció imprescindible, sobre todo por un legítimo aire de sospecha. Sobre todo en tiempos donde los límies de la conducta humana, son más que difusos. Por otra parte hace que funcione una suerte de recordatorio.
 
-El organismo  es una muestra de atrocidades. También confirma el aserto de que nada se pierde. Ese detalle transforma, por ejemplo, a personas, organismos, instituciones, en oscuros depredadores del otro, que también, porque no, podemos ser nosotros-, anunció en tono pomposo Eduardo, el virtual,  hombre serio si los hay, casi riguroso con la vida, en esos inicios de un 2013 casi irrepetible.
 
Nadie escribiría, si tuviera el valor de vivir lo que cree. Pensé casi convencido. Una certeza. Tomamos asiento, como para ponernos en marcha, en una barra espejada, toda blanca casi un quirófano y antes de nada, los jugos de naranja, a los que se sumó el visitante orador. Yon, sin decir palabra, desenfundó el informe y me lo entregó. Bebí el primer sorbo y comencé a leer.
 
“Tráfico de tejidos humanos: cadáveres son el botín en una búsqueda global de ganancias
 
Por Kate Willson, Vlad Lavrov, Martina Keller, Thomas Maier y Gerard Ryle
 
"Reportajes de Investigación" Del Consorcio Internacional  de Periodistas de Investigación
 
(II)- Tráfico de T.H.: (Tejidos Humanos)
 
Su uso va desde implantes dentales hasta tratamientos para arrugas. Una rigurosa investigación del Consorcio de Periodistas de Investigación de Estados Unidos (ICIJ) dio cuenta de una extensa red de tráfico internacional de tejidos humanos que alimenta el negocio de productos médicos.
 
Todos los días sacrificamos las mejores pasiones. La muerte, entonces, deja de ser un tránsito ineludible y conmovedor para convertirse  en corrupta generación de acciones que dan al ser humano la ilimitud de sus decisiones.
 
El punto de partida de una investigación de las autoridades ucranianas es cuando  descubren huesos y otros tejidos humanos en unas heladeras colocadas en un viejo ómnibus. La pista sugería que restos de ucranianos eran enviados a RTI Biologics, una fábrica situada en Alemania subsidiaria de otra de productos médicos asentada en Florida (EE.UU.).
 
No tengo dinero,  recursos ni esperanzas. Soy un hombre feliz. Parece que la muerte tiene premio consuelo, pero para otros, los que van a apropiarse de tu cuerpo.
RTI es parte de una industria creciente que obtiene ganancias convirtiendo restos mortales en implantes dentales, cintas uretrales o tratamientos para arrugas. Esta investigación en 11 países del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) revela una impactante arista de la industria del tejido humano.
 
El 24 de febrero, las autoridades ucranianas hicieron un descubrimiento alarmante: huesos y otros tejidos humanos metidos en heladeras en un sucio minibús blanco. Los investigadores se intrigaron más cuando hallaron entre las partes humanas sobres llenos de dinero en efectivo y resultados de autopsias escritos en inglés.
 
Lo que el servicio de seguridad había interceptado no era la obra de un asesino en serie, sino parte de una ruta internacional de ingredientes para productos medicinales y dentales que son aplicados diariamente a gente de todo el mundo. Los documentos incautados sugerían que restos de ucranianos eran enviados a una fábrica en Alemania que pertenecía a la subsidiaria de una compañía norteamericana de productos médicos con sede en Florida: RTI Biologics.
 
Sólo en los Estados Unidos, el mayor proveedor y el mayor mercado, se estima que se venden cada año dos millones de productos derivados de tejido humano, una cantidad que se ha duplicado en la última década. Es una industria que promueve tratamientos y productos que literalmente permite ver a los ciegos (mediante trasplantes de córneas) y caminar a los discapacitados motrices (reciclando tendones y ligamentos para utilizarlos en la reparación de rodillas). Es también una industria movida por un poderoso apetito de ganancias y cadáveres frescos.
 
Representantes de la industria argumentan que tales supuestos abusos son raros y que esta opera en forma segura y responsable. Por su parte, RTI no respondió a repetidos pedidos de comentarios, ni a una detallada lista de preguntas que le fue enviada un mes antes de esta publicación.
 
En una declaración pública, la compañía dijo que “honra el don de la donación de tejidos tratándolo con respeto, encontrando nuevos modos de utilizarlos para ayudar a los pacientes y ayudando a tantos pacientes como resulta posible con cada donación”.
 
Pese a su crecimiento, la industria del tejido humano ha escapado largamente al escrutinio público. Esto se debe, en parte, a una supervisión oficial menos que agresiva -y a lo atractivo de la idea de permitir a los muertos ayudar a los vivos a sobrevivir y prosperar.
 
Hay salvaguardas inadecuadas para garantizar que todo el tejido utilizado por la industria sea obtenido legal y éticamente, descubrió ICIJ en cientos de entrevistas y miles de páginas de documentos públicos obtenidos gracias a solicitudes presentadas en seis países.
 
Pese a la preocupación de los médicos de que un negocio regulado en forma ligera pudiera dar pie a infectar a receptores de trasplantes con hepatitis, VIH y otros patógenos, las autoridades han hecho poco para enfrentar esos riesgos.
 
En contraste con sistemas estrechamente monitoreados para rastrear órganos como corazones y pulmones en buen estado, las autoridades de los Estados Unidos y muchos otros países no tienen forma de rastrear con precisión de dónde vienen la piel y otros tejidos reciclados y adónde van.
 
Al mismo tiempo, dicen los críticos, el sistema de donación de tejidos puede agravar la pena de las familias en duelo, manteniéndolas en la ignorancia o confundiéndolas respecto de qué ocurrirá con los cuerpos de sus seres queridos.
 
Ellos, como los padres del joven ucraniano Sergei Malish, quien cometió suicidio en 2008, a los 19 años, quedan por su cuenta para lidiar con una lúgubre realidad. En el funeral de Sergei, sus padres descubrieron cortes profundos en sus muñecas. Sin embargo, sabían que se había ahorcado. Más tarde, supieron que partes de su cuerpo habían sido recicladas y despachadas como “material anatómico”. “Hicieron plata con nuestra desgracia”, dijo el padre de Sergei.
 
Durante la travesía de transformación que el tejido atraviesa -de cadáver a artefacto médico-, algunos pacientes ni siquiera saben que son el destino final. Los médicos no siempre les dicen a los pacientes que los productos utilizados en sus reconstrucciones de pechos, implantes de pene y otros procedimientos fueron retirados de fallecidos recientes.
 
Ni las autoridades están siempre conscientes respecto de dónde vienen o adónde van los tejidos. La falta de un rastreo apropiado significa que para cuando se descubren problemas, algunas de las manufacturas ya no pueden ser halladas. Cuando el Center for Disease Control and Prevention (CDC, Centro para el Control y Prevención de Enfermedades) de los Estados Unidos asiste en el retiro de productos hechos con tejidos potencialmente contaminados, con frecuencia los médicos de trasplantes no son de mucha ayuda.
 
Dicen: ‘No sabemos adónde fueron’”, dijo el Dr. Matt Kuehnert, director de sangre y biología del CDC. “Tenemos códigos de barras para nuestros cereales (de desayuno), pero no los tenemos para nuestros tejidos humanos”, observó Kuehnert. “Todo paciente que tiene tejido implantado debería saber. Es tan obvio. Debería ser un derecho básico del paciente. No lo es. Es ridículo”.
 
Desde 2002, la U.S. Food and Drug Administration (FDA, Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos) ha documentado al menos 1.352 infecciones en los Estados Unidos posteriores a trasplantes de tejido humano, de acuerdo con un análisis de los datos de la FDA hecho por ICIJ. Esas infecciones fueron ligadas a las muertes de 40 personas, indican los datos.
 
Una de las debilidades del sistema de monitoreo de tejidos es el secreto y la complejidad que supone cruzar la frontera con partes humanas. Los eslovacos exportan partes de cadáveres a los alemanes; los alemanes a Corea del Sur y los Estados Unidos; los coreanos del sur a México; los Estados Unidos, a más de 30 países.
 
Distribuidores de productos manufacturados pueden hallarse en la Unión Europea, China, Canadá, Tailandia, India, África del Sur, Brasil, Australia y Nueva Zelandia. Algunos son subsidiarios de corporaciones médicas multinacionales.
 
La naturaleza internacional de la industria, afirman los críticos, hace fácil mover productos de un lugar a otro sin demasiado escrutinio. “Si compro algo en Ruanda y después le pongo una etiqueta belga, puedo importarlo a los Estados Unidos. Cuando uno entra en el sistema oficial, todo el mundo se vuelve tan confiado”, apuntó el Dr. Martin Zizi, profesor de neurofisiología en la Universidad Libre de Bruselas.
 
Una vez que un producto está en la Unión Europea, puede ser embarcado a los Estados Unidos sin muchas preguntas. “Asumen que uno ha hecho el control de calidad”, dijo Zizi. “Somos más cuidadosos con las frutas y los vegetales que con las partes humanas”.
 
En el interior del mercado de tejido humano, las oportunidades de obtener ganancias son inmensas. Un solo cuerpo libre de enfermedades puede girar retornos de 80.000 a 200.000 dólares a los varios intervinientes -sin y con fines de lucro- involucrados en extraer los tejidos y utilizarlos para manufacturar productos médicos y dentales, de acuerdo con documentos y expertos del rubro Es ilegal en los Estados Unidos, como en la mayoría de los países, comprar o vender tejido humano. Sin embargo, es admisible pagar honorarios que ostensiblemente cubren los costos de hallar, almacenar y procesar tejidos humanos.
 
¿Y las multinacionales de productos médicos como RTI? Les va muy bien, también. El año 2011, RTI ganó 11,6 millones de dólares en ganancias previas al pago de impuestos, de un total de ingresos de 169 millones. Phillip Guyett, que maneja una compañía de extracción de tejido en varios Estados norteamericanos antes de ser condenado por falsificar certificados de defunción, dijo que los ejecutivos de las compañías que le compraban tejidos lo invitaban a comidas de 400 dólares y a lujosas estadías en hoteles. Prometían: “Podemos convertirte en un hombre rico”. Llegó al punto, dijo, que comenzó a mirar a los muertos “con signos de dólar pegados a sus partes”. Guyett jamás trabajó directamente para RTI.
 
La piel humana toma el color del salmón ahumado cuando es extraída profesionalmente de un cadáver, en formas rectangulares. Un buen rendimiento es de unos seis pies cuadrados (1,82 metros).
 
Después de ser machacada para extraer la humedad, una parte es destinada a proteger a víctimas de quemaduras de infecciones bacterianas mortales o, después de ser más refinada, para reconstrucciones de pecho después de un cáncer.
 
El uso de tejido humano “ha revolucionado realmente lo que podemos hacer en cirugía de reconstrucción de pecho”, explica el Dr. Ron Israeli, un cirujano plástico de Great Neck, N.Y. “Desde que comenzamos a usarla, alrededor de 2005, se ha convertido, realmente, en una técnica estándar”. Un número significativo de tejido recuperado es transformado en productos cuyos nombres en los anaqueles dan pocas pistas sobre su auténtico origen. Es utilizado en las industrias dentales y de belleza en todo: desde aumentar el volumen de los labios hasta para alisar arrugas.
 
Los huesos cadavéricos -extraídos de los muertos y reemplazados con cañerías de PVC para el entierro, son esculpidos como tallas de madera para hacer tornillos y pernos en decenas de aplicaciones ortopédicas y dentales. O son molidos y mezclados con químicos para componer pegamentos fuertes que se promueven como mejores que los artificiales.
 
“A nivel básico, lo que estamos haciendo al cuerpo es una cosa muy física -e imagino que algunos dirían muy grotesca”, dijo Chris Truitt, un ex empleado de RTI en Wisconsin.
 
“Extraemos huesos del brazo. Extraemos huesos de la pierna. Abrimos el pecho para sacar el corazón y obtener las válvulas. Arrancamos las venas del interior de la piel”. Tendones enteros, limpiados a cepillo y convertidos en seguros para el trasplante, son utilizados para devolver a atletas lesionados al campo de juego.
 
Compañías con fines de lucro montan derivadas sin fines de lucro que recolectan el tejido -de modo muy parecido a aquel con que la Cruz Roja recolecta sangre que es más tarde convertida en productos por entidades comerciales. Nadie cobra por el tejido mismo, que, bajo circunstancias normales, es donado libremente por el difunto (vía los registros de donación) o por sus familias. En su lugar, los bancos de tejidos y otras organizaciones involucradas en el proceso reciben unos mal definidos “pagos razonables” para compensarlos por obtener y manejar los tejidos.
 
“La jerga usual es hablar de la obtención de los donadores como ‘cosechar’ y de la subsiguiente transferencia vía el banco de hueso como ‘comprar’ y ‘vender’”, escribió Klaus Høyer, del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Copenhague, quién habló con representantes de la industria, donantes y receptores para un artículo publicado en BioSocieties. “Esas expresiones eran usadas libremente en entrevistas; sin embargo, no escuché que usaran esa terminología enfrente de los pacientes”.
 
Un estudio financiado por los Estados Unidos sobre las familias de los donantes de tejidos en ese país, publicado en 2010, indica que muchas pueden no entender el rol que las compañías con fines de lucro juegan en el sistema de donación de tejidos.
 
Setenta y tres por ciento de las familias que participaron en el estudio dijeron que no era “aceptable que el tejido donado fuera comprado y vendido, sin importar el propósito”. Hay un riesgo inherente en trasplantar tejidos humanos. Entre otras cosas, ha conducido a infecciones bacterianas de riesgo mortal, y a la diseminación del VIH, la hepatitis C y la rabia en receptores de tejidos, de acuerdo con el CDC.
 
La recolección moderna de sangre y órganos tiene códigos de barras y es sometida a fuertes regulaciones -reformas provocadas por los desastres notorios causados por una pobre revisión de los donantes. Productos hechos de piel y otros tejidos, sin embargo, tienen pocas leyes específicas que se ocupen de ellos.
 
En los Estados Unidos, la agencia que regula la industria es la Food and Drug Administration, la misma agencia que está encargada de proteger la provisión de alimento, medicinas y cosméticos del país. La FDA, que rechazó repetidos pedidos de entrevistas formales, no tiene autoridad sobre las instalaciones de salud que implantan ese material. Y la agencia no rastrea específicamente las infecciones. Sí sigue a los bancos de tejidos registrados y a veces realiza una inspección. También tiene el poder de cerrarlos.
 
La FDA descansa en gran parte en estándares que son establecidos por la industria del cuerpo, la American Association of Tissue Banks (Asociación Americana de Bancos de Tejidos). Sin embargo, sólo alrededor de un tercio de los bancos de tejidos de los Estados unidos que recuperan tejidos tradicionales como piel y hueso están acreditados por la AATB.
 
La asociación dice que la chance de contaminación en pacientes es baja. La mayoría de los productos, dice la AATB, son sometidos a radiación y esterilización, lo que los vuelve más seguros que, por ejemplo, los órganos que son trasplantados de un ser humano a otro. Hay poca información, sin embargo, para respaldar las afirmaciones de la industria.
 
A diferencia de otros productos biológicos regulados por la FDA, explican funcionarios de la agencia, las compañías que hacen productos médicos con tejidos humanos están obligadas a informar sólo los acontecimientos adversos más serios que descubren. Esto significa que si surgen problemas no hay garantía de que sean informados a las autoridades.
 
Y dado que los doctores no están obligados a decir a los pacientes que están obteniendo tejidos de un cadáver, muchos pacientes pueden no asociar una infección posterior con el trasplante.
 
Sobre este punto, la industria dice que es capaz de rastrear los productos de los donantes a los médicos utilizando sus propios sistemas de codificación y que muchos hospitales tienen sistemas en funcionamiento para rastrear los tejidos después de que son implantados. Pero ningún sistema centralizado, regional o global, garantiza que los productos puedan ser seguidos del donante al paciente.
 
“Probablemente muy poca gente resulta infectada, pero realmente no lo sabemos, porque no tenemos la vigilancia y no tenemos un sistema para detectar acontecimientos adversos”, indicó Kuehnert, de la CDC.
 
La FDA retiró más de 60.000 productos derivados de tejidos entre 1994 y mediados de 2007. El más famoso retiro ocurrió en 2005. Involucró a una compañía llamada Biomedical Tissue Services, que era manejada por un ex cirujano dental, Michael Mastromarino.
 
Mastromarino recibía muchos de sus materiales básicos de enterradores de Nueva York y Pennsylvania. Les pagaba hasta 1.000 dólares por cuerpo, indican los registros judiciales. Su compañía despojaba a los cuerpos de sus huesos, piel y otras partes utilizables, y luego los regresaba a sus familias. Las familias, ignorando lo que ocurría, enterraban o cremaban la evidencia.
 
Uno de los más de 1.000 cuerpos desmembrados fue el del famoso conductor del Masterpiece Theatre y de la BBC, Alistair Cooke. Productos confeccionados con restos humanos robados fueron despachados a Canadá, Turquía, Corea del Sur, Suiza y Australia. Más de 800 de esos productos jamás han sido localizados.
 
Surgió más tarde en el juicio que algunos de los donantes de tejidos habían muerto de cáncer y que ninguno había sido examinado para detectar patógenos como VIH y hepatitis.
 
Mastromarino falsificó formularios de donantes, mintiendo sobre causas de muerte y otros detalles. Vendió piel y otros tejidos a varias compañías procesadoras de tejidos de los Estados Unidos, incluyendo a RTI. “Desde el primer día, todo era fraguado: todo, porque podíamos. En tanto el papeleo luciera bien, estaba bien”, dijo Mastromarino, que cumple una sentencia de 25 a 58 años de prisión por conspiración, robo y abuso de un cadáver.
 
Cada país tiene su propio conjunto de regulaciones sobre el uso de productos confeccionados con tejidos humanos, a menudo basados en leyes que fueron pensadas para lidiar con la sangre o los órganos. En la práctica, sin embargo, dado que los Estados Unidos suple, según estimaciones, dos tercios de las necesidades mundiales de productos derivados de tejidos humanos, la FDA ha sido colocada, en los hechos, en la posición de actuar como el sheriff de buena parte del planeta.
 
Los establecimientos de tejidos humanos que desean exportar productos a los Estados Unidos están obligados a registrarse ante la FDA. Sin embargo, de los 340 anotados allí, sólo un 7 por ciento tiene un registro de inspección en la base de datos de la FDA, según muestra un análisis de ICIJ. La FDA jamás ha cerrado uno por sospechas de actividades ilícitas.
 
La información también muestra que un 35 por ciento de los bancos de tejidos activos anotados en los Estados Unidos no tiene un registro de inspección en la base de datos de la FDA. “Cuando la FDA te anota, todo lo que tienes que hacer es llenar un formulario y esperar una inspección”, indicó el Dr. Duke Kasprisin, director médico de siete bancos de tejidos de los Estados Unidos. “Durante el primer año o dos, puedes funcionar sin tener a nadie mirándote”.
 
Esto es respaldado por información que muestra que el típico banco de tejidos opera por casi dos años antes de su primera inspección de la FDA. “El problema es que no hay supervisión. Todo lo que pide la FDA es que te registres”, dijo Craig Allred, un abogado previamente involucrado en un litigio contra la industria. “Nadie está mirando lo que ocurre”. La FDA y los miembros de la industria “se acusan unos a otros”.
 
Sin embargo, en Corea del Sur, por ejemplo, el floreciente mercado de cirugía estética utiliza a la FDA como argumento de venta. En el centro de Seúl, la capital del país, Cirugía Plástica Tiara explica que los productos derivados de tejidos humanos “están aprobados por la FDA” y son, por tanto, seguros.
 
Algunos centros médicos promueven el “AlloDerm aprobado por la FDA” -un injerto de piel hecho con cadáveres norteamericanos donados-para mejorar la nariz. Le Do-han, funcionario a cargo de tejidos humanos para la FDA de Corea del Sur, dijo que el país importa el 90 por ciento de sus necesidades de tejidos humanos.
 
Tejidos en bruto son despachados desde los Estados Unidos y Alemania. Este tejido, una vez procesado, es a menudo re-exportado a México como mercancía manufacturada. Pese a los complicados movimientos de ida y vuelta, Le Do-han reconoce que no se ha establecido un correcto mecanismo de rastreo. “Es como poner etiquetas en carne de vaca, pero no sé siquiera si eso es posible en los tejidos humanos, porque hay tantos viniendo”.
 
En sus declaraciones ante la Securities and Exchange Commission norteamericana (NDT: comisión supervisora de las operaciones bursátiles), la RTI, que cotiza en la Bolsa, ofrece un vislumbre del tamaño y alcance global de la compañía. En 2011, la compañía manufacturó entre 500.000 y 600.000 implantes y lanzó 19 nuevos tipos de implantes en medicina deportiva, ortopedia y otras áreas. Noventa por ciento de los implantes de la compañía son confeccionados con tejidos humanos, mientras que el 10 por ciento proviene de vacas y cerdos procesados en una factoría alemana.
 
La RTI exige a sus proveedores de partes humanas en los Estados Unidos y otros países que cumplan con las regulaciones de la FDA, pero reconoce que no hay garantías. En sus declaraciones de 2011, RTI indicó que “no puede haber seguridad” de que “nuestros proveedores de tejidos cumplirán con regulaciones destinadas a prevenir la transmisión de enfermedades transmisibles”, o de que, “aun si se logra ese cumplimiento, nuestros implantes no hayan estado o estén asociados a la transmisión de enfermedades”.
 
Como muchas de las compañías de tejidos humanos con fines de lucro que alguna vez no los tuvieron, RTI nació en 1998 como una subsidiaria propiedad del Banco de Tejidos sin fines de lucro de la Universidad de Florida. Documentos internos de la compañía de Tutogen, una firma de productos médicos de Alemania, muestran que RTI trabajó en equipo con Tutogen ya en septiembre de 1999 para contribuir a que ambas satisficieran sus crecientes necesidades de material en bruto mediante la obtención de tejidos humanos en Europa del Este.
 
Ambas compañías obtuvieron tejidos de la República Checa. En forma separada, Tutogen los obtuvo en Estonia, Hungría, Rusia, Letonia, Ucrania y más tarde Eslovaquia, muestran los documentos. En 2002, surgieron acusaciones en los medios checos de que los proveedores locales de RTI y Tutogen estaban obteniendo algunos tejidos allí en forma impropia. El escándalo público forzó el cierre de la compañía checa, aunque no hay sugerencias de que Tutogen o RTI o sus empleados hicieran nada impropio.
 
En marzo de 2003, la Policía de Letonia investigó si el proveedor local de Tutogen había extraído tejidos de unos 400 cuerpos en el instituto médico forense del Estado sin consentimiento adecuado. Madera y telas habían sido colocadas en reemplazo de músculos y huesos en los fallecidos para dar la apariencia de que estaban intactos antes del entierro, informaron los medios locales.
 
La Policía eventualmente acusó a tres empleados del proveedor, pero más tarde desestimó los cargos cuando un tribunal dictaminó que no era necesario el consentimiento de las familias de los donantes. De nuevo, no hubo sugerencia alguna de que Tutogen actuara en forma impropia. En 2005, la Policía ucraniana lanzó la primera de una serie de investigaciones sobre las actividades de los proveedores de Tutogen en ese país. La investigación inicial no llevó a levantar cargos criminales.
 
La relación entre Tutogen y RTI, mientras tanto, se volvió aún más estrecha a fines de 2007, cuando se anunció una fusión entre las dos compañías. Tutogen se convirtió en subsidiaria de RTI a comienzos de 2008. Representantes de RTI se negaron a responder preguntas de ICIJ acerca de si sabían sobre las investigaciones de la Policía respecto de los proveedores de Tutogen.
 
En 2008, la Policía ucraniana lanzó una nueva investigación, examinando acusaciones de que de más de 1.000 tejidos al mes estaban siendo extraídos ilegalmente en un instituto médico forense en Krivoy Rog y enviados, vía terceros, a Tutogen. Joseph Düsel, el fiscal general de Bamberg, dijo en 2009 que “lo que la compañía hace tiene la aprobación de la autoridad administrativa que, además, la monitorea. No vemos en este momento ninguna razón para iniciar una investigación”
 
Nataliya Grishenko, la jueza investigadora del caso, reveló que muchos familiares afirmaron que habían sido engañados para firmar formularios de consentimiento o que sus firmas habían sido fraguadas. Sin embargo, el principal sospechoso del caso -un médico ucraniano-murió antes de que la corte emitiera un veredicto. El caso murió con él.
 
Tutogen “opera bajo muy estrictas regulaciones de las autoridades alemanas y ucranianas, así como de otras autoridades regulatorias europeas y norteamericanas”, afirmó la compañía en una declaración escrita mientras el caso estaba aún en trámite. “Han sido inspeccionados regularmente por todas esas autoridades a lo largo de muchos años de operaciones y Tutogen sigue teniendo buena reputación ante ellos”. Diecisiete de los proveedores ucranianos de Tutogen han sufrido una inspección de la FDA. Las inspecciones son anunciadas, de acuerdo con el protocolo, con seis a ocho semanas de anticipación.
 
Sólo una -BioImplant, en Kiev- recibió una devolución negativa. Entre los hallazgos de la inspección de 2009: no todas las morgues tenían agua corriente caliente y no se seguían algunos procedimientos sanitarios. Inspectores de la FDA también identificaron deficiencias en las importaciones ucranianas de la RTI cuando visitaron las instalaciones de la compañía en Florida.
 
RTI tenía traducciones al inglés, pero no los informes originales de la autopsia de sus donantes ucranianos, descubrieron los inspectores de la FDA durante una auditoria en 2010. Esos fueron, a menudo, los únicos documentos médicos que la compañía utilizó para determinar si el donante era saludable, observaron los inspectores en su informe.
 
La compañía dijo a los inspectores que era ilegal en Ucrania copiar el informe. Pero, tras la inspección, comenzó a mantener el documento original en ruso junto con su traducción al inglés. En 2010 y 2011, inspectores de la FDA pidieron a RTI que cambiara el modo en que etiquetaba sus importaciones. La compañía estaba obteniendo tejido ucraniano, despachándolo a Tutogen en Alemania y luego exportándolo a los Estados Unidos como producto alemán.
 
Aunque la compañía acordó cambiar sus políticas, hay algunos indicios de que puede haber continuado etiquetando algo de tejido ucraniano como alemán.
 
En febrero  de (2012), la Policía lanzó un raid mientras funcionarios de un departamento forense regional, en Nikolaev Oblast, cargaban tejido humano extraído en la parte trasera de un mini bus blanco. La filmación del decomiso de la Policía muestra tejido etiquetado “Tutogen. Made in Germany.” En este caso, el servicio de seguridad dijo que los funcionarios forenses habían engañado a parientes de los pacientes fallecidos para que aceptaran la extracción de lo que pensaban era una pequeña cantidad de tejido, jugando con su dolor y su pena.
 
Los documentos incautados-exámenes de sangre, un informe de autopsia y etiquetas escritas en inglés y obtenidas por ICIJ- sugerían que los restos estaban en camino a Tutogen. Uno de los fragmentos de tejido encontrados en el bus venía de Oleksandr Frolov, de 35 años, que había muerto por un ataque de epilepsia. “En camino al cementerio, cuando estábamos en el cortejo, en uno de sus pies notamos que uno de los zapatos se caía, que parecía estar suelto”, contó su madre, Lubov Frolova, a ICIJ.
 
Más tarde, la Policía le mostró una lista de lo que había sido sacado del cuerpo de su hijo. “Dos costllas, dos talones de aquiles, dos codos, dos tímpanos, dos dientes, y así siguiendo. No pude leerlo hasta el final, porque me descompuse. No pude leerlo”, dijo.
 
“Escuché que [los tejidos] eran embarcados a Alemania para ser utilizados en cirugías plásticas y también para donación. No tengo nada contra la donación, pero debería ser realizada de acuerdo con la ley”. La Policía mostró documentos a Kateryna Rahulina, cuya madre de 52 años, Olha Dynnyk, murió en septiembre de 2011. Los documentos destinados a que diera su aprobación para que se tomaran tejidos del cuerpo de su madre.
 
“Estaba en shock”, dijo Rahulina. Jamás había firmado los papeles, dijo, y era claro para ella que alguien había fraguado su aprobación. El departamento forense de Nikolaev Oblast, donde ocurrieron los incidentes alegados, era, hasta hace poco, uno de los 20 bancos de tejidos ucranianos registrados ante la FDA. En el website de la FDA, el número de teléfono para cada uno de esos bancos de tejidos es el mismo.
 
Colaboraron en esta investigación: Sandra Bartlett, Joe Shapiro, Mar Cabra, Alexenia Dimitrova y Nari Kim”.
 
 
***
 
Nada hay más cierto que la mentira. Aunque no me crean, no pude seguir comiendo. Hice un luto solidario y preventivo. Los tiempos de vida han demostrado una insuficiencia sustancial. Hacía mucho que una noticia con precisiones, más allá de la debilidad de la probatoria, no me sorprendía, fue el lacónico mensaje de Yon para dar por terminado el informe. Eduardo el virtual tragó saliva un par de veces y se me quedó mirando  Yo, casi como una sombra en el espejo retrocedí para aceptar que también es cierto aceptar lo que hay.
 
 
 
 
 
 
*
 
 
El infierno es mi privilegio,
llamas que atizo
con la punta de mis pies
 
Vamos, no te quedes inmune
mueve tus pies junto a los míos
 
Vamos a arder esta noche
y cada noche,
la hoguera común
de los desenlaces.
 
 
*De Marcela Lokdos. lokdos1@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
*
 
 
 
Pisaba sólo las baldosas pares. Esto le daba un andar concentrado y a veces dubitante, porque las calles no estaban demasiado cuidadas, existían espacios  sin baldosas  o con las baldosas levantadas lo cual le obligaba a mantenerse por momentos como una cigüeña sobre un solo pie, hasta que encontraba el lugar exacto donde posar el otro con cuidado.
Esta costumbre no originaba curiosidad, porque ya nadie sentía curiosidad por el otro. Vivían todos sumergidos en su propia problemática, su propia baldosa par, su propia supervivencia.
Llegaba por fin a su núcleo básico, con su pequeña puerta gris con una amarillenta tarjeta insertada en un recuadro, donde aparecían su apellido, su nombre y su número personal. Se apoyaba sobre un solo pie por un momento, colocaba la mano derecha sobre la mano que aparecía impresa en la madera y cuando la puerta se abría estiraba la pierna doblada y traspasaba el umbral con cuidado. En el pequeño receptáculo-nido se sentía protegido. Observaba a su alrededor con cuidado y  comprobaba que todo conservaba su orden, el orden de las cosas y su propio orden, La cama estrecha con su cobertor gris estirado prolijamente. La mesa con su pequeña lámpara. El armario para la ropa donde también guardaba algunos objetos valiosos que no estaban prohibidos por el momento, una Biblia que perteneció a su madre, muy gastada porque él la leía repetidamente como una novela, interesándose en las anécdotas que se relataban, en cada personaje; una cartulina pequeña con un paisaje azul que iba volviéndose gris porque los colores se iban desvaneciendo, lo había dibujado  cuando comenzó la escuela, cuando éstas todavía existían; una esfera de vidrio con un paisaje nevado en su interior, que era su posesión favorita. A veces pasaba toda una tarde sentado en la cama, moviendo suavemente la esfera provocando movimientos muy pequeños, para tener más posibilidades de cambio. Esto realmente le provocaba un estado de satisfacción que lo separaba de su repetición y de los cambios producidos en las últimas décadas.
También tenía una mesa para comer, adosada a la pared de la cocina. Allí había una ventana,  redonda como un ojo de buey, desde donde se podía contemplar el cielo.
Su soledad no le producía tristeza. Se sentía contenido en su pequeño huevo-casa, casi como en un útero, donde no existían necesidades., donde todo estaba previsto sin que él necesitara anhelarlo ni esforzarse por conseguirlo, Si quería escuchar los comunicados oficiales podía apretar un botón en la pared que iluminaba un aparato con pantalla. Si aparecía una cara de mujer era Ara. Si era un hombre era Holm. Ara mostraba unos dientes muy grandes cuando saludaba antes de comenzar a leer las noticias. Holm tenía una mirada fija, como si viera más lejos de donde él se encontraba escuchando. De alguna manera eran sus amigos. Podía tenerlos en su casa sin sentirse invadido. Estaban ahí pero no interferían.
Pocas veces se sentía algún ruido desde los núcleos que lo rodeaban. Una vez había escuchado en la noche ruido de pisadas muy fuertes y rápidas, que se detuvieron en el receptáculo pegado al de él. Sintió el crujido de la puerta que se rompía, gritos de mujer, pisadas nuevamente, luego nada.
Se había encogido en ese momento, cubriéndose la cabeza para separarse de los  sonidos. Pensó un momento en la mujer que vivía allí. La había visto una vez cuando volvía, Era una mujer madura, con rostro gastado y ojos celestes todavía luminosos. Ella lo había mirado con más detenimiento que él, como para hablarle, pero él se había negado a ese reconocimiento. Pensó que quizás si hubieran hablado ese día, él también habria desaparecido esa noche. Su precaución lo había protegido, pensó aliviado.
Una tarde, cuando volvió a su hogar, luego de cenar escuchando a Ara, abrió su armario y sacó la esfera de cristal. Jugó con ella largo rato, formando paisajes nevados con techos rojos  rojos  y pinos verdes. Cuando Ara terminó con las noticias y le sonrió mostrando sus dientes grandes, se levantó de la silla lentamente, tomó el cinturón de su uniforme gris y formando una lazada con cuidado, se colgó del ojo de buey.
 
 
 
*De Sonia Arismendi. soniaris@adinet.com.uy
LAS PEQUEÑAS VIDAS. CÍRCULO.
 
 
 
 
 
 
 
 
ACASO, LA MISMA*
( “Exorcismo de la Hoja)
 
 
Es otra, acaso es otra la que va recobrando su pelo, su vestido, su manera,
la que ahora retoma su vertical, su peso... se sale por la puerta,
entera y pura y no busca saber, no necesita, y no quiere saber nada de nadie....
IDEA VILARIÑO
 
 
Dentro de mi cuerpo, mora una mujer que no soy yo.
Dentro de mi carne, se desangra una mujer que no soy yo.
Sentada en mi sillón de mimbre sostiene el cuerpo que no me pertenece.
La que habita mi casa y habla con mi voz, no soy yo.
Me asustan, en la noche bestias hambrientas.
Una mujer, que no soy yo, se deshace en gritos
En mi corazón, retumban, sus latidos.
Siento el terror de animal maniatado.
Esa mujer, que no soy yo, huye con mis pies.
Unas manos, que no son mías, borran mi autorretrato.
Mira el precipicio de La Garganta Azul.
El vértigo, las nauseas y el sudor, lo siento yo.
Parada y quieta en el umbral del tiempo, veo, mi cuerpo que salta al abismo de la noche.
La sombra que reflejan mis pasos es de una mujer que me es ajena.
A esa mujer que no soy yo, le besas y le muerdes la boca.
La mujer se desnuda. Se quita los vestidos y los deja en el suelo.
También mi corazón.
Yo, restaño la sangre de mi herida.
Un mujer que no soy yo, extiende mis manos y alimenta los pájaros.
Los pájaros comen, de sus manos, mis propias migajas.
Una niña que no soy yo, mira con mis ojos la amante de mi padre.
En unos ojos que no son míos, queda suspendida una lágrima ajena.
La niña que no soy, escucha con mi oído el tango “Sur”
Quedan cicatrices en mi piel de la fábula que no es la mía.
Una mujer que no soy yo, con mi luz, enciende una vela.
Iluminados jirones de infancia,
en fosforescencia de retamas, encienden el día.
 
 
*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
 
DE LA FUERZA DEL NOMBRE*
 
 
 
*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
 
 
 
I
 
 
El Coiro me manda un enigmático y brevísimo correo donde dice: "¿Podés escribirme algo sobre Casbas?". El nombre no me suena de nada, por lo que abro el Firefox y busco en Internet. El primer enlace conduce hasta un pueblo de Huesca cuya existencia ni siquiera conocía (Huesca es la provincia limítrofe por el norte con Zaragoza, donde vivo), un pueblo pequeño hacia el este, cerca de Abiego y Bierge, nombres que sí reconozco. Y puesto que nunca antes he estado allí, me digo: "¿Por qué no?", pensando que lo que mi amigo argentino quiere es información de primera mano sobre este pueblecito, y nada más natural, por otra parte, que me pida el favor viviendo yo tan cerca del sitio en cuestión.
 
Así que al otro día meto unas cuantas cosas en una bolsa de deporte y me echo a la carretera. Camino durante un buen rato, hasta que un auto negro, un Renault 5 con más de veinte años, se detiene junto a mí. El conductor, casi un adolescente, me pregunta: "¿Te llevo?". Por supuesto, acepto. Él tampoco conoce el sitio. Su acento le delata: es gallego. Con una sonrisa franca, confirma mi sospecha. Dice que va al norte, a los Pirineos, sólo por ver la cordillera. Le han hablado de parajes extraordinariamente bellos, aunque no recuerda bien los nombres o los mezcla o los confunde. Para no resultar redundante, le menciono sólo cuatro lugares (también escribo en un papel los nombres y la forma de llegar hasta allí) que en mi recuerdo crecen más y más conforme se aleja el tiempo en que me fue dado visitarlos. El primero es el Forau d´Aigualluts, en el Valle de Benasque, una pequeña explanada rodeada de montañas donde, a veces, se tiene la sensación de que llueve hacia arriba. Es lo más lindo que yo vi nunca. El segundo, un pueblo llamado Aínsa. El tercero, aunque he de confesar que no me impresionó cuando estuve allí, es el Monasterio de San Juan de la Peña. No sé que es, pero hay algo desconcertante en la montaña donde está situado, algo feo y sin embargo inolvidable; tal vez -pienso confusamente- hago mal en recomendarle esa visita. Por último, escribo: Selva de Oza. "¿Qué es?", me pregunta. Es un valle hacia el oeste, por donde discurre el río llamado Aragón-Subordán. La vegetación tiene un color oscuro que produce sensaciones difíciles de describir, pero allí uno siente que está vivo, que de verdad pueden ocurrir cosas que te hagan sentir vivo, cosas maravillosas o atroces, pero en cualquier caso reales. El tipo asiente, acaso sin comprender del todo el sentido de mis palabras, y promete que irá a todos esos sitios. Luego se pone a hablar de su coche y, más tarde, de los grupos musicales que le gustan, cuyos nombres casi siempre me resultan extraños. No obstante, reconozco algunos, lo cual es motivo de alegría para ambos. Le recomiendo otros, que él no oyó jamás. “Te gustarán”, le digo.
 
Al llegar a Huesca, tomamos la carretera hacia Lleida. Unos kilómetros más adelante, nos despedimos con un apretón de manos. No tardaré en darme cuenta de que ni siquiera nos habíamos presentado. Somos dos extraños caminando en un túnel o en un insondable laberinto, que sólo por casualidad han compartido un brevísimo trecho del camino. Tal vez ninguno de los dos encuentre lo que busca, o como sucede tantas veces, lo encuentre y no lo reconozca.
 
Por la estrecha carretera que conduce a Casbas apenas hay tráfico. Atravieso una población y sigo adelante. Según el mapa, ya casi estoy. Es entonces cuando, de pronto, me asalta una extraña idea: ¿Y si no es esto lo que quería el Coiro?, pienso. ¿Qué interés puede tener para Inventiva un minúsculo pueblo aquí en mi tierra? Un sitio del que, por otra parte, ni siquiera yo tenía noticia hasta este momento. ¿Habrá algo que se me escape en todo este asunto? Perdido en esa confusión y en esa carretera solitaria, unas palabras aparecen en mi mente, fosforescentes como un letrero luminoso en medio de la noche: Próxima estación Casbas. Me doy cuenta de que he metido la pata (el Casbas sobre el que debería escribir es otro, y está en Argentina y no sé absolutamente nada de él. Mi maldito despiste crónico me impidió recordar hasta ahora que es una de las próximas estaciones del Inventren) y lo peor es que está anocheciendo (es otoño y los días acortan). Por suerte, al fondo puedo ver las primeras casas. Advierto que estoy cansado. Espero encontrar un sitio donde me dejen dormir, porque hace un poco de frío y la manta que he traído es más bien fina. Pero no se ve un alma por las calles.
 
Al fin, distingo un vago destello al fondo de una calle lateral. Se trata de una puerta iluminada. De no haber anochecido ya, no la hubiese visto, tan tenue es el resplandor que de ella sale. Hacia allí me dirijo, con paso lento y el oído alerta. No es natural este silencio. Sobre la puerta hay un letrero de madera. La inscripción apenas puede leerse, pero se adivina que el lugar es una taberna. Cruzo el umbral y me encuentro en un cuchitril mal iluminado donde parece no haber nadie. Al oír mis pasos, un hombre sale por una puerta situada al fondo y, con un perfecto acento argentino, me saluda y pregunta si deseo tomar algo.
 
 
 
II
 
 
Una sensación de irrealidad me atenaza. No acierto a responder. Sólo le miro como se mira a un aparecido o como se podría mirar el propio reflejo en un espejo diseñado por Klein (el de la botella). Él repite la pregunta, más despacio, como si yo fuera extranjero y no comprendiese bien el idioma. No sé qué decir, qué hacer. Me siento como un actor de teatro esperando que el apuntador le sople el texto. Por fin, con cierto embarazo, me atrevo a pedir una cerveza. Mientras me sirve, el tipo explica que el pueblo está desierto porque hay un concierto en las piscinas municipales, un grupo de pop, uno de esos que venden muchos discos donde las diez o doce o quince canciones son, en realidad, la misma. Añade que incluso ha venido gente de los otros pueblos cercanos y hasta algún autobús de la ciudad. (Ese silencio ahí afuera, sin embargo, esa ausencia…). Al preguntarle dónde estoy, él me mira de arriba abajo y dice con naturalidad el nombre del pueblo. La siguiente pregunta no es fácil de hacer. Si el mundo sigue girando en su órbita normal y éste es, como parece, un hombre serio y cabal, se va a acordar de mis muertos y suerte tendré si no me saca del establecimiento a golpes; si por el contrario, el temor que me aprieta el corazón resulta ser fundado, yo me volveré loco. Aun así, no queda otro remedio: "Pero ¿Casbas de España o de Argentina?" digo en un susurro. Al principio, pienso que no me ha entendido, y tal vez sea lo mejor; acaso en el fondo conocer ese detalle no importe en realidad.
 
Pasado un instante, levanta la vista del barreño en el que en ese momento estaba lavando unos cubiertos y dice: "¿Acaso quieres tomarme el pelo?". Entonces me atropello, intento explicarle lo ocurrido, nombro el Inventren y algunas otras estaciones, le cuento que soy poeta. "¡Poeta!" dice él. "¡Poeta!" repite. "No me lo creo. Nadie va por ahí en estos tiempos diciendo que es poeta. Usted es un aprovechado. Un sinvergüenza". Yo insisto. Mi sombra en el suelo gesticula como una marioneta de trapo, parece la sombra de otra persona, idéntica a mí pero con otro ritmo. Con amargura recuerdo que no he traído un solo libro; de haberlo hecho, mis argumentos quizá tuviesen más peso. Entonces, sin explicación, hay por su parte como una sorda aceptación, no ya de mis palabras o de lo que ellas pretenden comunicar, sino de la remota posibilidad de que sean ciertas. Mirándome de reojo, con desconfianza aún, se dirige hacia un extremo del mostrador, levanta un trapo oscuro que cubre un ordenador portátil y sentencia: "Ahora lo veremos". Abre el explorador, busca el Inventren, busca mi nombre, encuentra resultados que le satisfacen, parece comprender que no le he mentido. La expresión de su rostro es otra ahora; luego me indica una mesa y sale del mostrador con una botella de vino en una mano y dos vasos en la otra. Nos sentamos, sirve el vino, enciende un cigarrillo y se larga a hablar convulsiva y nostálgicamente.
 
Así, me entero por fin de que nada extraño ha sucedido (si es que no es extraño encontrar de repente, en medio de un desierto, a un hombre que creemos habitante de otro desierto distante más de diez mil kilómetros). No hubo viajes astrales ni agujeros en el espacio. Estamos en Huesca. Con la voz plena de emoción, Manu (ese es el nombre de mi interlocutor) me habla de su niñez, de su adolescencia, se demora en detalles que tal vez hayan dormido ahí durante años, esperando esta noche y este vino; (afuera continúa el silencio, no hay ruido de pasos, ni de autos en marcha, ni siquiera el eco lejano del concierto. Si yo fuese otro, si fuese un tipo valiente, tal vez me asomaría un instante a la puerta, para mirar la luna, sólo eso: mirar la luna y saber que todo está bien). Mientras, la voz ronca de Manu me habla de la barra, de una novia que tuvo y perdió, “¡qué linda era!”, exclama. Luego hay un silencio necesario. Un movimiento lento, la mano de Manu buscando en su cartera y sacando de allí una foto cuarteada por el tiempo. La miro y hago un gesto de admiración. En efecto, la muchacha es guapa. (no sé si es entonces cuando comprendo que éste es cualquier lugar y cualquier momento, un retazo arrancado a mordiscos de la eternidad; tal vez por eso el obstinado silencio del exterior, la silueta en la pared de dos desconocidos conversando, dos latinoamericanos perdidos en cualquier parte, lejos y cerca de la vez, tenues fantasmas de sí mismos, sombras que se proyectan desde remotas noches olvidadas, que viajan en la nada hacia un tiempo inconcebible). Después escucho la descripción de un oscuro boliche que en su memoria se confunde con otros muchos que habría de conocer más tarde; me habla de su trabajo en el campo, del fatídico día en que se fue el último tren... Entonces algo parece romperse en el pausado hilo del relato. Clavo mis ojos en los suyos. Sujeto el vaso que viaja hacia sus labios. Lo insto a continuar, con el leve asomo de una sospecha insinuándose en mi entendimiento. Él me mira gravemente y retoma la narración: "...yo me fui en él. Aquel último tren que pasó por Casbas City, hace ya más de treinta años, se me llevó consigo. Luego anduve haciendo un poco de todo por todas partes. En Argentina, en Chile, en Colombia, en Bolivia y Ecuador, que es decir casi lo mismo, o de forma más breve, más certera, en Latinoamérica, que es mi patria... Nuestra patria" se corrige. Yo asiento. Luego continúa narrando las peripecias de una vida, una vida errante, como lo son todas. "Y, entonces, de pronto, llegué aquí" dice mientras vacía en los vasos lo que queda de la segunda botella. "De alguna manera, sentí que mi deriva había terminado. No es que la coincidencia del nombre y el cansancio acumulado me llevasen a tomar la decisión de quedarme. Esa decisión era anterior, fue ella quien guió mis pasos hacia estas tierras, ella quien me llevó de pueblo en pueblo hasta terminar en éste. Cuando llegué era de noche, como ahora. Dormí en unas ruinas a las afueras. No supe donde estaba hasta la mañana siguiente, pero durante el sueño supe que me quedaría aquí. No puedo explicarlo mejor. Lo sentí. Sólo eso. Y aquí estoy desde entonces".
 
No hablamos más. Ambos estábamos algo borrachos y era muy tarde. Dormí allí mismo, en una pequeña habitación que servía de almacén y donde había sitio de sobra. Al otro día, después de un abundante desayuno, Manu estrechó mi mano y nos despedimos como dos viejos amigos. Ambos sabíamos que había muy pocas posibilidades de volvernos a encontrar. Eché a andar por la carretera, en dirección al sur, no a ese Sur que nunca vi y que mi corazón incansablemente anhela, sino al otro, al de todos los días, al sur prosaico donde la vida sufre una combustión tan lenta que ni combustión parece.
 
-Sergio Borao Llop, publicó “El alba sin espejos” por el sello eBooks Literatúrame!
 
 
 
 
 
 
*
 
 
el eco de mis muertes
 
la inagotable sorpresa del amor
 
su beso
derramado
 
en la porosidad
de un suelo de preguntas
 
 
(un ínfimo grano
 
esa arena).
 
 
 
*De Alejandra Alma.
 
 
 
 
 
***
 
 
Inventren Próximas estaciones:
 
 
 
 
EMILIANO REYNOSO.
-Por Ferrocarril Provincial-
 
 
 
LA RICA
-Por Ferrocarril Midland-
 
 
 
Al salir de la Estación de empalme Ingeniero de Madrid, el Inventren sigue un doble recorrido por vías del ferrocarril Midland con destino a Puente Alsina, y por vías del ferrocarril provincial con destino a La Plata.
 
 
 
 
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