*Dibujo de Erika
Kuhn.
Mujer sobre el
cableado*
yo me acercaba
a esa mujer
dormida sobre
el cableado telefónico
acercaba una
escalera
subía uno a uno
los peldaños
a veces
algún pájaro se
le apoyaba en las sienes
batía las alas
abría los ojos
recobraba
alguna canción lejana
de puertos
donde los barcos pesqueros dejaban
sobre los marinos
durmientes
sirenas con los
pechos recién nacidos
con cabellos
abundantes de notas que regían
enteramente la
voluntad de las bestias oceánicas
yo me acercaba
a esa mujer dormida
acostada con
desnuda extenuación sobre el cableado
ya en el último
peldaño me detenía a inventarla
a regodearla en
mis ojos
la conocía con
el olfato
sus labios eran
puertas ventanas que daban al extranjero
a la otra
patria
al otro cielo
era inútil
nombrarla sombra ciega roca detenida
su soledad era
un perro con rostro enamorado
si uno lograba
respirar su cuello
los animales
que corrían bajo la tierra abrían los ojos
y lloraban/
TIEMBLA UN PENSAMIENTO…
EL HOMBRE QUE
HABLABA CON EL RIO*
Hubo un hombre
que hablaba con los pájaros, hubo otro hombre que hablaba de caballos, hubo
otro hombre que hablaba con arañas y se paseaba con una de ellas en la manga
del saco (me supo contar mi madre). Y tal vez le hablaba con ternura como se le
habla a una novia.
Esto pasó en mi
pueblo, en mi pueblo donde sobran los ocasos, donde el sol se arremolina detrás
de los naranjales dorados que cuidaba don Ledesma.
Yo conocí otro
hombre que hablaba con el río, que hablaba con la noche y con los seres más
pequeños y decía que todo el cosmos tiene un ritmo y que hay que estar a la
altura de ese ritmo y que había que escribir el río y eso hizo en toda su larga
vida, emocionando toda esa belleza que si se arrimaba a ella y se acercaba con
respeto, si uno merecía esa belleza debía agradecerlo y celebrarla. Era
un hombre que desconfiaba de los idiomas occidentales porque decía que estaban
hechos para dar órdenes y prefería los ideogramas chinos que eran más próximos
a un acercamiento más fraternal entre los hombres, y sobre todo trabajar para
que esa condición de justicia se instalara entre los hombres.
Esa idea
cósmica que tenía es la de una sinfonía que debe sonar, armónicamente, hasta en
los seres más pequeños y oscuros, se me ocurre una mirada muy familiar a las
filosofías orientales que incluye a la humanidad y su drama y también “la vida
del mundo y de las cosas”.
Este hombre,
quien escribió todos los ríos de su provincia natal (que definía como dueña de
un aire muy especial), se llamaba Juan Laurentino Ortíz, Juan L.Ortíz. o como
le decían sus amigos íntimos: Juanele. Imposible no cometer digresiones cuando
de hombres excepcionales se trata, y el gran entrerriano vaya si lo era.
Pero yo quería
contarles de mi pueblo, donde los potros saltaban desde la niebla, limpiamente
los alambrados que cuidaban las gramillas, la gramilla absolutamente blanca
vestida por la escarcha, esos potros ariscos a la mano del domador sobre las
ancas, las mismas que ponían para protegerse de las lluvias, reuniéndose,
agrupándose inquietos, temerosos, con el instinto animal que se previene ante
la naturaleza cuando ella insiste en acosarlos, en llenarlos de ingratitud,
como no queriendo dejarles un resquicio de paz a sus temores.
También
contarles de sus hombres bondadosos, ceñidos al duro trabajo de la tierra,
prisioneros del ciclo duro e implacable de todas las cosechas, de todos los
atardeceres, de todas las etapas que se cumplían dificultosamente, pero casi
con seguridad, de manera precoz, como correspondía a aquellos tiempos de
sudores y de trabajos con sus días siempre exactamente iguales para las gentes
de las casas y sus sueños arrojados al borde de todos los caminos.
En un pueblo
donde estallaban los árboles tan verdes y en mi barrio donde estallaban todos
los jazmines y la libertad de los niños derrotaban a golpes de pura imaginación
toda competencia y todo juego sin juguetes, pero lleno de diversión y
reservorio de todo recuerdo venidero.
En mi pueblo
cuando entonces toda las muchachas casaderas bordaban sus ajuares y estaban
prontas para el amor al que esperaban con un ahínco y una ansiedad dignamente
aprendida en las novelas y el secreteo de las reuniones familiares, en los
romances radiales que escuchaban en las siestas, en esas inmensas radios que
llamaban catedrales, la de dos botones. Uno para encender el aparato y para el
volumen, y el otro para cambiar el dial. Esto le hará decir muchos años
después a mi amigo Carlos Berrini: “nosotros fuimos de la generación de dos
botoneras”.
Años de
ilusiones fáciles, años simples, tan “simple como un anillo”, según versificó
Neruda.
Años que vistos
a la distancia nos hará recordar el verso de Borges “a mí se me hace
cuento que empezó Buenos Aires/la juzgo tan eterna como el agua y el aire”.
Imposible y tal
vez absolutamente inútil, pensar hoy, aquí, qué hubiera sido de nosotros no
habernos criado en estos amplios espacios abiertos con tanto pájaro en alto,
tanto pájaro volando, tanto sol, tanto camino, tanto trigal, tanta alfalfa
verde cuyas flores eran besadas por un mar de mariposas amarillas, tanto
espacio que recorrimos sin descanso y sin conciencia. Inútil pensarlo. Pero qué
bueno haber sido testigo del viento, del viento que con su boca inmensa
arrasaba los matorrales, mientras las garzas volaban por los aires, y el
pechirrojo incendiaba los rastrojos, y ese grupo de chicos trotando en los
caminos rurales mientras la lujuria y la gloria de Dios nos besaba de una
vez y para siempre. Como para hacernos cargo, todos y cada uno de su propio
destino.
*
Plumas de
colibrí
Verdes y
azuladas
Ventilan las
hortensias
De una playa
cercana
Un lagarto sin
cola
Un perro
añejo sin dientes
Una telaraña
circular
Que flota entre
las plantas
Movediza y
pretenciosa
Un escarabajo
esquiador
Rumbea
silencioso por el verde
Pastizal
patinando por las espigas
En un
paisaje de aire puro
Camino descalza
maravillada
Por la
naturaleza
Hay gorriones y
patos afinando
Hay búhos
blancos esperando el atardecer
en este
día tan pleno
Dejo a
mis emociones llevar
En esa grata
compañía.-
*De Azul.
azulaki@hotmail.com
CASBAS*
En una historia
de Ray Bradbury, un hombre de joven no había abordado un tren. Por alguna razón
que no recuerdo o quizás no conste en el relato, este hombre con el pasaje pago
y el ticket en el bolsillo, había dejado pasar ese tren que se descarriló.
Todos murieron.
En la historia
de Ray Bradbury, el hombre vive una vida ordinaria trabajando, forma una
familia, pero siempre está atento a ese tren fantasmal que finalmente vendrá a
buscarlo. La muerte es, para él como para tantos, un expreso de medianoche.
Esto ocurre en
un cuento, por lo tanto ocurre lo esperado y la muerte viene a buscarlo sobre
vías de niebla; se ve el faro delantero iluminando oscuras arboledas, se
escucha el imposible traqueteo, la imagen final es la del tren repleto de
pasajeros que aparece en la noche para que se cumpla el destino aplazado del
protagonista.
Aquí, lejos de
Illinois, en la estación Casbas una mujer espera en el andén. La estación es
ahora un museo, pero la mujer se obstina en ese andén sin trenes.
Me dirán que la
mujer espera el amor que partió, que espera la muerte que ha de venir. No lo
sabemos aun. Todavía hace falta mirarla un poco, descifrar las arrugas en la
frente, descorrer algunos velos.
En un banco de
madera y hierro la mujer se mece, se arrulla, se va desatando de la familia y
la ciudad. Se desvanece de a poco esta mujer que ahora se que no espera un tren
que venga a llevársela. Se desdibuja en tonos sepia, en rosados y mancha de
agua sobre papel.
La mujer no
espera la muerte, ni el amor. Ha venido a la estación sin trenes para saber que
nadie la vendrá a buscar. Sola, solita, la mujer se va despidiendo de sí.
No necesita
transporte para escapar hacia adentro.
*
como se mide la
soledad
¿a cuenta
gotas?
¿en lágrimas
derramadas?
¿en recuerdos?
acaso
¿es la
distancia la medida que se usa
para
decir que nos
estamos acercando o alejando un poco?
que quizá
no es soledad
sino espacios diferentes
como se mide la
soledad
cómo?
acaso sirve
retener esa mirada azul
esa sonrisa
ese te veo
pronto, hasta mañana?
tal vez
se pueda decir
que no estas solo
si puedes
sonreír cuando hay un nombre
una caricia un
beso una promesa...
como se mide la
soledad un día de invierno
cuando los
leños no crepitan, no hay abrigo
ni fuego, ni
alfombra, ni sillón que arrebuje
ni sonrisa ni
espalda ni caricia
ni mano que
sostenga entre otras manos?
acaso
alguien
sabe
la
respuesta?
TODO AL REVÉS*
Me agradan las
personas que presentan algún tipo de inconveniente físico o que son
aparentemente perdedores, no por una cuestión de risa (lejísimo de eso, no me
burlaría de los demás) sino porque creo que el mundo tiene más valor por ellos
y también porque yo misma, debo aprender a asumir, sin quejas, las dificultades
cotidianas, tanto para desenvolverme en lo diario como en las relaciones
humanas. Diría mi madre “Ves todo al revés”
Admiro a los
que son capaces de sobrellevar sus “desgracias” sin andar por el mundo culpando
a otros o esperando reconocimientos especiales y se hacen cargo de su vida como
la gente “normal” y van hacia adelante, hasta conseguir lo que el destino o no
sé qué, les tiene reservado.
Ayer, por
ejemplo, me entero de que Bojana Danilovic, una joven serbia que nació con un
raro tumor cerebral, que hace tenga mala orientación espacial y provoca que vea
todo al revés, desde la pantalla de la computadora hasta el diario. Tan curioso
como verla en las fotografías, leyendo una revista puesta a la inversa y tan
contenta y sin complejos pues lo que para otros parece incómodo, para ella es
normal y ha conseguido, a pesar de todo, graduarse en economía en la
universidad.
Hoy , sin ir
más lejos, es uno de los días en que me ha salido todo en contra y tal vez, por
eso mismo, es que ver a la ”loca” Yeya, caminar descalza por la calle, llevando
de tiro a su caballo, con semejante frío y tan alegre entonando su acostumbrada
canción:- “Caballito blanco que pasa volando rumbo a la casita donde está mi amor”
- mientras va al cementerio a llevar flores que junta en el campo, a su Manuel,
el viejo que manejaba un carro y buscaba desperdicios en los basurales y que
murió debajo de un puente, me siento una miserable, mal agradecida de las cosas
que he logrado.
-“Blanco
caballito, para el triste ausente, sos como una carta de recordación...”
Los niños la
siguen y ella los divierte, contándoles cosas extrañas que ve en el firmamento:
que hay vacas que reptan, gallinas que nadan, los burros enseñan, el cielo es
el mar, no existen los malos y saca de los hondos bolsillos, chupetines y
pedacitos de asteroides, que reparte a cada uno, sin hacer ninguna diferencia,
entre los ricos o los pobres, los rubios y los morenos
Es de las
personas que jamás está triste, siempre tiene una palabra de aliento y de
agradecimiento a la vida y a la gente que le da “una mano”, como decimos
nosotros, alcanzándole algo para comer, ropa, que la mayoría de las veces
obsequia a los más necesitados ¿más necesitados que ella? Y sí, parece que sí.
La semana pasada le di un par de zapatos y hoy va, de nuevo, con los pies
desnudos, a cumplir su obligación de domingo.
-“Si ves al que
adoro, sin decir que lloro, dale alguna idea, de lo muy amargo que es vivir sin
él…
Caballito
blanco que pasas volando dile que no aprendo, que vuelva a mi amor.”
Yeya asegura
que no puede faltar, haga frío o calor, a su cita, que su Manuel la espera para
volar juntos en el corcel de viento.
“Caballito
blanco, vuela noche y día, escribe en el aire:- no te olvido nunca, solo pienso
en vos”.
Por eso dicen:
- la “loca” que vive al revés. Sin embargo, puedo asegurar, nada más cierto que
lo que afirma. Yo los veo, Manuel y Yeya, los mismos que juntos pasaban por mi
calle revolviendo basura, todos los domingos revuelven estrellas montados en su
caballo sin alas.
“Siga pa
adelante pingo de mi tropa, que de un viento errante, somos nubarrón
y en un mal de
ausencia se nos va la vida, dígale que vuelva, me falta su amor”.
República
Argentina
Reivindicaciones*
Algún día
reivindicaré:
A Áyax
Telamonio, grande entre los hombres,
en campos de
Marte, un águila, diría Píndaro....
Primo de ese otro,
al que sostuvo ya cadáver,
¿Qué oprobio o
que pena atravesó su espada?
Algún día
reivindicare:
Al Bergantín
Goleta Pilgrim y a Dick Sand,
primeros sueños
de ese gigante, Julio Verne.
Eran mis quince
años pueblerinos, el deseo,
de acariciar al
perro llamado Dingo y África.
Algún día
reivindicaré:
Al primer
oficial Starbuck, alma del Pequod
en mi mejor
cuento estará su terrible dilema.
En sus manos la
pistola y el sueño de Ahab,
ballenas
blancas en el grito de su almohada.
Algún día
reivindicaré:
Las bellas
enciclopedias Codex, los Sopena
los planitos
del Lúpin, los Karten, El Tony.
Y le dedicare
un poema a Nippur de Lagash,
de pasos
errantes, de caminos, mis leyendas.
Algún día
reivindicaré:
Con mis
palabras, el cielo de octubre de 1957,
las flores de
sangre de Hugo, el noventa y tres.
Los gigantes de
Cardiff, el arrecife de Simbad,
las manzanas de
Bradbury y la bruja de abril.
Algún día, todo
esto y más, si me queda tiempo,
todo aquello
que hiere más que los recuerdos.
Confiaré a esta
pluma, los latidos y esa brisa,
que aún me
llega desde la literatura y el tiempo.
Telaraña*
De una
concepción tardía
fui arrojada al
hueco
de esta
duración que siento...
poblada de
telarañas.
Del otro lado
está el grito,
(mi eco
repetido al infinito)
y es el ansia
de alcanzarlo
exigencia
dolorosa
hambre
miedo
urgencia
de derribar las
murallas,
de componer las
distancias
hasta ahogarme
en los latidos
de una danza
sin represas,
maga
intensa
libre
suelta.
motivadora de
encuentros
sobre la tela
en acecho.
Mientras
aguardo presiento
que me irá
borrando el tiempo
y aunque grite,
ya habré muerto.
-Del libro RAÍZ
AL AIRE
*
tiembla un
pensamiento
como si amara,
como deseando
el abismo,
aún no llega
y ya se cae de
sí.
***
INVENTREN
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J.J. ALMEYRA.
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doble recorrido por vías del ferrocarril Midland con destino a Puente
Alsina, y por vías del ferrocarril provincial con destino a La Plata.
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RISOS. PARADA KM 79. ENRIQUE FYNN.
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