*Obra de Walkala.
Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).
-En Aurora
Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam
OLIVOS*
Anoche, en
sueños, ha venido mi padre.
Tenía cara de
carpintero.
Aunque sus
manos, siempre, fueron de tinta.
Mi mirada nubla
mi corazón al ver sus ojos.
Tristemente
indescifrables ojos moros.
Le pide a mi
madre 30 monedas.
Mi madre se las
entrega.
Treinta
monedas, una fábula de amor y un ramo de olivos
Mi padre, quita
el papel plateado y la besa.
Ella saborea la
fábula de chocolate.
Yo barro el
lugar mas sagrado de mi tierra.
Hay olivos y
huesos de sus frutos.
Saboreo el
mítico amor y las aceitunas.
Queda una hoja
de olivo, una sola.
La levanto y la
guardo.
Reverentemente.
Para noches de
congojas claves y ángeles caídos.
*De Amelia
Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
*
No soy Bella
Durmiente de las letras,
Ni Guardián de
las palabras.
Escribo con los
pies, con el hueso,
con el carozo
*De Cecilia
E. Collazo. psic_collazo@hotmail.com
-De Poética
Despiadada . Editorial Imaginante 2013
MILAGRO*
Quiero mirar la
tierra
embarazada
que crezcan sus
ubres
generosas
y entregue sus
frutos
ya maduros
en su parto
anual
y prodigioso.
Quiero ser
parte del milagro
de las vides y
sus racimos,
del sol
repitiendo trigo,
del pan en la
mesa,
y la familia,
juntos.
*De Elsa
Hufschmid. elsifumi@yahoo.com.ar
LA NÁUSEA*
Cuando
desperté, ya había oscurecido. Me quedé frente al espejo del baño. Examiné mis
ojos, bajando con la presión del índice el párpado inferior y después subiendo
el superior; primero el izquierdo, luego el derecho. No vi nada para alarmarme.
El blanco del ojo, normal, no tendía al amarillo, y las venas, ninguna más roja
que otra. Me tranquilizaba hacer esto, como si a través de los ojos hiciera una
especie de escáner y comprobase que todos mis órganos funcionaban bien.
Preparé una
cafetera. Mientras se hacía, pasé a la habitación de mis padres. Hacía tiempo
que no entraba. Todo seguía igual; solo el polvo se había asentado formando una
capa fina, homogénea, casi transparente. Pensé en esas motas uniéndose hasta
formar esa alfombra, tejida de bichos microscópicos. Miré las fotos. Mis padres
parecían pedirme que les sacara de allí. Sentí escalofríos. El silbido de la
cafetera me alarmó. Al salir, cerré la puerta.
Con la taza de
café en la mano, me acerqué a la ventana del salón. Retiré la cortina
amarillenta y miré tras el cristal. El gris de las nubes se fundía con esa capa
grisácea del humo de fábricas y coches. En el alféizar, seguían mis plantas,
algo más secas. Las observé. El verde oscuro de hojas alargadas, con forma de
lanza. Un verde más claro con franjas amarillas en hojas dentadas. Espinas
pequeñas, muy finas, casi transparentes, de cactus carnosos. Agujas más
gruesas. Sentí un vacío pesado y una opresión de pecho extraña, como si
hubiesen cosido mis pulmones convirtiéndolos en uno y, a través de ese pulmón
encogido, no podía respirar, no sabía cómo hacerlo. Abrí la ventana,
asomándome. Me ahogaba. Parecía que mis pulmones se pegaban a la tráquea,
replegándose. Me quedé quieta, intentando no pensar; se me pasaría.
Me senté. Los
olores a fritos, que subían por la ventana, dejaron de oler. El olor a antiguo
de la casa se transformó en un olor insípido que desazonaba. Y los perros
ladraban tanto…
Cuando miré el
televisor, el negro de la pantalla me deslumbró. Tenía un brillo crudo,
afilado, casi insoportable. Toqué los brazos del sillón, rodeándolos con mis
dedos, aferrándome al material; esa superficie pinchaba, como los pelos fuertes
y duros de un jabalí disecado. Solté las manos. Las pastillas. ¿Efectos
secundarios? No miraría prospectos. Se me pasaría, seguro que se me pasaría.
*De Eva
María Medina Moreno. relojesmuertos@gmail.com
*
¿Por qué
buscamos certezas? ¿No es mejor un mundo de incertidumbre?
¿No es mejor
que haya múltiples universos y que los domine el azar?
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Sci ficciones
cotidianas*
Estaba
totalmente convencido, el informe estaba en lo correcto. Había sido un esfuerzo
de muchos años, infiltraciones, furtivos trabajos de campo, incluso ese fallido
aterrizaje en Roswell en el 47. Pero esta vez las cosas saldrían bien.
Atacarían el próximo día de lluvia, según lo proyectado, enviarían las naves
más pequeñas, las impermeables, ya luego habría tiempo y lugar para lo demás. XYZ
sonrío, siempre había intuido que los humanos desconfiaban de las tormentas,
transitando apresurados, evitando contemplar a los otros a los rostros y que
además, bajo el castigo de las incesante gotas, nadie miraba lo que se posaba
(y viajaba) encima de sus paraguas.
RST gustaba de
caminar tranquilamente por las calles donde las viejas casas tenían nombre.
Generalmente estas casas también tenían bonitos jardines. Amaba esos desusados
nombres tales como: Villa Cohete, Santa Nova, La Estrellada, El Aerolito o el
chistoso nombre de, Los Anillos del Abuelo Saturno. Cuando le propusieron
cambiar su monótono trabajo de cartero en el pueblo 3124 del Planeta P-138 por
el de fabricante de ruedas para penta-ciclos en el pueblo 4523 del P-623 de la
Constelación de Sirio, acepto gustoso, siempre y cuando le dejaran poner a su
nueva residencia un cartel que dijera: “A Un Millón de Años Luz de Casa”
Sufría al
observar el destino ocioso de algunos muebles. La mesa, por ejemplo, había
estado más de cien años en el mismo lugar, al igual que el armario de negro
roble, un sobreviviente de los siglos de la tempestad. Durante las vacaciones,
pudo hacerse con algo de dinero y fue a la ferretería cercana donde entre
charlas con su dueño le compro a buen precio, todo un remanente de cinturones
cohete y rezagos de propulsores militares. FGH estuvo dos semanas encerrado en
la casa, los vecinos solo oyeron los golpes del martillo y vieron, a través de
las ventanas, los relámpagos de la máquina de soldar. Tampoco se salvó el
piano, que con sus inmensas patas había permanecido en la salita del living
desde antes de los tiempos de su abuelo. Muy grande fue la sorpresa para JKL en
el pequeño satélite del planeta cuando vio caer a escasa distancia de su sombra
al enorme piano proveniente del infinito cielo azul.
La indiferencia
del altivo Jazmín ante el humilde Trébol tiene una explicación muy lógica.
Antiguamente en el Planeta MNÑ hubo una guerra, dos bandos enfrentados: un
feudal arbusto aromático contra una multitud de tréboles de cuatro hojas, muy
sanguinarios y feroces estos últimos. La traición de uno solo, un único Trébol
enceguecido por un amor que no le era correspondido provocó la expulsión de las
dos razas del vegetal planeta. En la Tierra, su planeta exilio, y hasta
nuestros días, el odioso Jazmín, en repudio a una ofensa que le es ajena solo
mira hacia el cielo, mientras el Trébol, castigado a perpetuar solo tres hojas,
observa desde el suelo aguardando la llegada del mesías del cuarto foliolo.
PQR alzó sus
anteojos y leyó el postulado: “Las monedas respetan la ley de la gravedad” En
base a su razonamiento y a una concienzuda labor científica dedujo que todos
los bolsillos debían tener su lado abierto hacia arriba, sino la moneda perdía
su razón de ser o de estar en un bolsillo. Decidió investigar por su cuenta.
Primero paso semanas revisando los rincones y alcantarillas con una linterna y
un detector de metales y al cabo de un año de recorrer el planeta 5486-b
verificando chaquetas y pantalones y aún todo aquello que tuviera cavidades ex
profeso, regreso al laboratorio y postulo: “Las monedas respetan la ley de
gravedad porque no existen bolsillos abiertos hacia abajo” y sonrió.
El bajorrelieve
cotidiano de las llaves de la luz lo desconcertaba. Llevaba algunos años
tratando de comprender. Eso de extender la mano, en plena oscuridad y
encontrarlas, allí, siempre al alcance, como si estuvieran esperándolo. Palpar
sus aristas, esos extraños ojillos simétricos uno encima del otro, pero entre
medio de ambos esa pequeña boca ladeada, quizás con un rictus despectivo. Lo
peor era el chasquido, cuando la apretaba, como una pequeña mandíbula atrapando
el hueso de un dedo. A BCD le había llevado años adaptarse al nuevo planeta,
incluso aún después de cambiar de domicilio varias veces. Siempre lo mismo, en
todos los lugares, las desconcertantes llaves de la luz, esperándolo al otro
lado de la pared, como si supieran, o adivinaran, su ceguera.
*De Jorge
Lacuadra. jorgelacuadra@hotmail.com
– 08/09/2014
EL REY DESNUDO*
El rey está
desnudo, grité. Es inevitable, el amor por la verdad se paga caro, pensé cuando
vi que los guardias se acercaban.
Me dejaron a
solas con él. Me preguntó si me animaba a refrendar lo dicho. Temblando por lo
que podía pasarme, repetí: Está desnudo. ¿Qué podía hacer si lo único que lo
vestía era la corona?, ¡y le queda tan bien! Por una vez me equivoqué, mi
denuncia no me ocasionó problemas Todo lo contrario, me trató como a una reina.
*De Cristina
Villanueva. libera@arnet.com.ar
-De Relaciones
Textuales
*
Para descifrar
lo que usted me
inspira.
Cosa que nunca
he podido.
Me puse a
buscarla
en mis
bolsillos llenos de agua.
Tengo que
encontrarla
de algún modo.
Entre los peces
voladores.
Sobre el coral
que tapiza el
reverso de mis jeans.
O quizás en los
bolsillos de atrás
donde guardo la
lluvia
y la última
moneda de horizonte.
En algún lado
sé que está quieta,
desnuda, pero
inmóvil.
Voy a sacarme
los pantalones
para revisarlos
mejor.
Y los sacudiré
si es necesario.
También me
quitaré la camisa
donde vive un
violinista
con la luna en
una jaula.
Y arrojaré
lejos mis zapatos
para improvisar
un desembarco.
Pero prométame
que no hará
trampa.
Ni morderá mis
dedos
apenas la
toque.
Alguna vez
tiene que atreverse
a desanclarse.
Después de todo
fue usted quien
se escondió en mí
y encendió
velas bajo el agua.
*De Mauricio
Escribano. mauricioescri@gmail.com
*
Ahí va mi padre
silbando en la noche. Es primavera. No alcanza con el canto cíclico de los
zorzales. Mi padre se acompaña silbando. Es una melodía que alguna vez le
escuche cantar en italiano, habla del amor perdido de una napolitana. Para mi
cada vez que lo escuchaba silbar aquella melodía era como si hablara en él toda
la tristeza que tenía adentro.
Mi padre un
hombre de silencio. De pocas palabras, las justas y necesarias.
Ahora que
volvió la primavera y los zorzales cantan ó silban su insomnio. Mi padre vuelve
a caminar a la madrugada hasta la avenida bajo las estrellas o la tempestad
para ir trabajar a la fábrica. Esta sólo y se acompaña silbando su amor a una
napolitana.
*De Eduardo
Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com
*
qué terrible
qué sola y
terrible es la soledad
de los que
eligen estar solos
lo sé
sé que hay
cosas verdaderamente obscenas
y más terribles
todavía
el hambre
la pérdida del
hijo
el frío
mancomunado en las casitas miserables
que se levantan
bajo la mirada impasible
del universo
lo sé
pero ahora
estoy pensando en otra cosa
más egoísta
y
por lo tanto
menos humana
pero terrible
en su desvelo
en su hoja de
acero nutritivo
en su araña
mordaz y lisonjera
qué terrible
qué estúpida y terrible
y qué dolor a
sangre dulce
a amanecer
violento
esa
la soledad de
los que eligen
porque tienen
el alma saturada de barcos hundidos
o porque una
calle se les quedó despierta en la mirada
la soledad de
los que eligen estar
irrevocablemente
solos/
*De León
Peredo. gustavojlperedo@yahoo.com.ar
Flora quiso
eclipsar*
*De Nechi
Dorado. nechi.dorado@gmail.com
Nació gata,
simple gata asilvestrada; fue poseedora de un solo apellido, Felidae, pero
siempre, desde muy joven, tuvo ínfulas de oligarcona por eso pensó que algún
día podría casarse con un espécimen valioso-aunque carente de valores- para
vivir como viven las reinas con el mismo afán parasitario. Es decir, quería ser
rica pero apoyada en la columna donde se rascan los que no hacen siquiera el
mínimo esfuerzo por procurarse un momento placentero como la necesidad de
rascarnos con las uñas cuando algo nos pica.
Esperando
concretar su sueño vivió en un zoológico corriendo de aquí para allá buscando
una presa, por supuesto la que fuera más fácil, para saciar su hambre.
Convengamos que esa gata era de las que se conocen como “dameunacamaytejuego”,
como dije antes, solo contaba con ínfulas pero éstas no suelen saciar el
apetito. No había gato ni ratón capaz de acercarse a ella para resolverle el
sustento porque sí nomás, sino a menos que tuviera algo para ofrecer a
cambio, contrariamente a sus deseos más íntimos: almuerzo o cena.
Pasaron los
años, Flora fue creciendo y al entrar en la etapa de la madurez gatuna sus
posibilidades de ascenso disminuyeron, como es lógico, en las sociedades que
solo valoran lo que no es valorable, digamos que el más puro capitalismo descarnado.
Lo que fue
aumentando era la grasa alojada sobre todo en sus caderas además de su tremenda
panza que ya arrastraba por el suelo, por ello los movimientos cadenciosos que
se notaban esforzadamente exagerados perdían la fuerza de armonía. El exceso de
adiposidad no suele resultar erótico, mucho menos si tenemos en cuenta que en
el mismo zoológico habitaban gatitas más jóvenes y mucho más bonitas y
graciosas que ella. También mucho menos pretenciosas, por eso, generalmente,
avanzada la oscuridad se la veía salir para hacer la calle donde la demanda
ante la oferta era mucho más interesante.
Sin embargo,
tanto esfuerzo por ingresar en una capa social inaccesible para ella, también
había impedido que la pobre Flora pensara que sus sueños habían sido estériles.
Siquiera
tampoco pensó que su vida hubiera sido mucho más interesante si se le
hubiese ocurrido utilizar otras aptitudes mucho más beneficiosas, como suelen
realizar otros animales de su misma especie, por ejemplo, el hecho de
asimilar algunos conceptos.
Pese a todo lo
que les cuento de Flora, no puedo dejar de mencionar su tenacidad sobre todo
para mantener sus humos, seguía sintiéndose importante, además, por haber
accedido a cierta amistad con una runfla de gatos tan ambiciosos como ella, que
más de una vez le tiraban una soga cuando la veían casi ahogada y con la cara
del hambre dibujada entre sus cachetes. Amigos a los que acudía
haciendo uso de sus pocas habilidades: el gruñido, siseo o silbido, sonido que
emitía al sentir la cercanía del peligro. ¡Y vaya si el hambre es peligroso! ¡Y
vaya si la runfla era tan inescrupulosa como ella!
Cada tanto
tiempo llegaban al zoológico nuevas especies de animales, motivo que generaba
gran alteración entre los viejos residentes del lugar. Una mañana muy
temprano, Flora descansaba luego de haber vivido una noche fogosa en la
que varios machos se disputaron la voluptuosidad de sus carnes ya convertidas
en sebo. Pero los gatos que entienden muy bien a los humanos solían
repetir algunas frases populares: “a falta de pan, buenas son tortas”. Claro,
sobre todo si las otras gatitas ya estaban ocupadas.
Flora y otros
animales sueltos vieron la imagen de una imponente leona que había ingresado a
desgano como es lógico imaginar, y fuera ubicada tras el alambrado que
separaba a los animales domésticos de los que llaman salvajes, que no
tenían por qué ocupar ese lugar tan lejano a su hábitat natural. Era una
hermosa leona a la que la tristeza de su mirada no logró opacar tremenda
imponencia, haciendo sentir a Flora como una especie de insecto en ese mundo
donde habitara que consideraba suyo.
Para tristeza
de Flora, ya bastante alicaída por el peso de los calendarios, resultó terrible
notar el orgullo y la autoestima altísima de los gatos al ver tamaña belleza a pocos
centímetros de distancia. Ellos, nada tontos, comenzaron a jactarse sabiendo
que sus penes son iguales a los del león, cosa a la que no pudo acceder otra
especie ni siquiera haciendo uso de pastillitas mágicas impulsadas por las
empresas farmacológicas que lograron estirar el placer con afán lucrativo.
Y como la
leoncita estaba sin pareja, habrían de tenerlo en cuenta. Además, a ella no
haría falta proveerle ningún tipo de alimentos sabiendo muy bien que era
cazadora por naturaleza y esa autosuficiencia leonina marcaba otra diferencia
considerable.
-Ella se las
arreglará para proveer sus propias necesidades, comentaban los machos
mientras frotaban sus cuerpos contra el alambrado divisorio.
La gata,
víctima de un fuerte ataque de histeria intuyendo que se acercaban tiempos
difíciles, comenzó a transpirar cayendo envuelta en un estado paroxístico de no
fácil manejo.
Su poco cerebro
en ese momento impedido hasta de razonamiento lineal, le impedía generar
ideas. Su pelaje lucía deslucido, sus carnes flojas no eran comparables a la
turgencia de la leona. Pero lo más duro de asumir para la pobre gatita, fue
darse cuenta que la nueva vecina en ese espacio tan cruel como existente,
sentía por sí misma un orgullo al que Flora jamás pudo acceder abocada como
estaba en su manía constante por trepar escalones que la elevaran hasta por
sobre de toda lógica.
La chatura de
su cerebro pareció disminuir más todavía, a partir de una desacertada
decisión de la gata que al borde de la desesperación pensó que si se paraba
frente a la leona en momentos en que el sol permitiera hacerle sombra
pese al alambrado, la eclipsaría con facilidad.
Saboreaba lo
que suponía sería su mayor victoria cuando el sol estuviera de su lado.
¡Su mayor victoria!
Cuando el astro
alcanzó el punto exacto esperado ansiosamente por la gata, Flora se paró
delante de la leona. Antes citó a los gatos para presenciar cómo ella, la gata
Flora, habría de hacer sombra sobre la bestia opacando la fuerza innata de la
recién llegada.
Los gatos,
hinchados de curiosidad, fueron acercándose para ver la escena. Flora se
paró frente a la bestia, pero el sol no tuvo la capacidad como para lograr que
semejante anatomía quedara tapada por algo tan minúsculo. La gata cambió la
posición sin embargo el resultado fue el mismo.
Giró, se
corrió, fue hacia la derecha, hacia la izquierda, sin producir ningún efecto
sombrío sobre la mole. La leona continuaba mirando sin entender qué era lo que
pretendía la que, respecto a ella, no era sino una pobre animalita
cargada de ínfulas pero nada más que eso.
Harta de los
bailoteos estériles de la gata desesperada, la leona se puso de pie y tal como
era de esperar, más allá de que el sol hubiera realizado un giro
conspirativo o no, proyectó su sombra sobre la pobre Flora.
La gata se
retiró entre alaridos producto de la furia que ataca cuando se entiende,
aún con las limitaciones descriptas, que muchas veces sucede que la
victoria suele tener un apellido fortísimo: Pírrica.
Lo rescatable
de ese momento tan triste como aleccionador, fue que la gata comprendió que no
es lo importante querer ser, sino simplemente ser. Y para ello no hace falta
vivir apoyada en catervas de rufianes. De la misma manera que entendió, además,
que así como un insecto jamás podrá construir un edificio de mampostería;
ni una culebra gestar pajaritos de colores; o un torturador dar una tesis
de derechos humanos resultando creíble; una simpática gata asilvestrada tampoco
podrá hacer sombra sobre cuerpo, fuerza y garra de una leona, aunque esté en
cautiverio.
*
habitar
también
la penumbra
la duración de
la grieta
la tierra
expuesta
el lado abierto
del suelo
la soledad
de las aves
*De alejandra
alma. almaalma3h@gmail.com
***
INVENTREN
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J.J. ALMEYRA.
-Por Ferrocarril Midland-
GOBERNADOR ORTIZ DE ROZAS
-Por Ferrocarril Provincial-
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