*Obra de Walkala.
Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).
-En Aurora
Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam
*
Me la donaron.
Nací en su mar. Me incubaron de horror, de
asco, de
pasión, de placer, de risa, sus palabras.
También me la
gané, desagregando de todos los textos y las
charlas, las
que quedaron en mi y me representan.
Ahora, estoy en
los zapatos de mi lengua como si fuera a bailar
un tango que
está por comenzar.
Estoy con los
compañeros del alma de mi lengua diciendo en voz alta un discurso de justicia,
de verdad.
Abriéndome a la
ternura de la palabra quechua que nombra a mi nieta, una brisa que junta.
Los sonidos del
italiano, del iddish, del gallego, del árabe, resplandecen, suenan y se abren.
Acá tan
chiquita para tanta historia, una mujer saborea en su boca, con su lengua, el
lenguaje sin el que no sentiría lo que siente, ni pensaría lo que piensa.
Su cuerpo no
sería el que es, sin sus palabras propias, las de su placer, las de su dolor,
las de su rabia. Emociones.
Es su lengua,
la arrancó a mordiscos para decir su verdad frente a las versiones de los
poderes.
A veces suplicó
una palabra de rodillas para expresar lo inefable.
Su lengua
cobija al silencio como a un amigo que empuja lo que dirá mañana
A todos los que
leyó y escuchó y a los que escucharon y leyeron esos que ella leyó y escuchó,
cadena infinita, como una síntesis, un resplandor besado en la boca,
gracias.
*De Cristina
Villanueva. libera@arnet.com.ar
SUEÑOS*
Primero era
como una pátina oscura, luego con las reverberaciones de sol empezaban a
aparecer los árboles y el carbón cambiante de los pájaros.
“Dulce es estar
tendido entre los árboles”, escribía Juanele Ortiz.
En el cielo un
poco más tarde jaspearían unas nubes leves, menos que nubes, flecos y a veces
pudo ser una línea como un hilo destejiéndose en la tersura de ese cielo chato,
brillante casi austero en la plenitud del Sur.
Si uno podía
quedarse un tiempo observando ese espacio que a pleno sol brillaba, irían
apareciendo en formación marcial aquellas aves silvestres que irían cruzando
esa lámina estática hacia distintos puntos, esos destinos que para nosotros era
un misterio. ¿Buscarían alimentos, refugio, otros cielos? ¿Tal vez otros
destinos, impenetrables a nuestro razonamiento humano? Si iban alto, muy alto,
podrían ser los siriríes, que según el viento uno podría oír ese grito que los
identificaba y les daba el nombre. O los crestones con un ruido más ronco y a
veces en silencio oscuro como un tejido denso. O los zambullidores que en su
pequeñez chillona alborotaban el aire, se chocaban con los chorlitos o los
tordos, que iban de carbón pesado, no en bandadas, sino sueltos y que no pasaba
casi nunca la media docena. Después estaban los gorriones, arbitrarios,
rebelde, erráticos y bulliciosos siempre. También había pirinchas, tijeretas, y
las calandrias tan dispuestas siempre a la pelea.
También podía
cruzar esa pareja de horneritos, tan pacíficos y laboriosos, que nunca se
metían con nadie, observando algún charco con barro blando, si era la época de
hacerse la casita y nido consecuente. Y en esos charcos nunca faltaba
alguna mariposa.
Esto era lo que
sucedía en los veranos, por el aire y que no se modificaba demasiado en el
resto de las estaciones.
Abajo estaban
las casas y las calles, los vehículos que cruzarían esas calles, con sus
mercaderías, si venían de otros lados, con los granos y los tarros de leche si
venían del campo. Vehículos a tracción a sangre, es decir, tirados por
caballos, pero también había “motores”, como llamaba Cesare Pavese en su poema Los
mares del sur. Pero en aquel tiempo eran los menos y no esta proliferación
actual con los adelantos tecnológicos que facilitan extraordinariamente todo.
Después estaba
el campo con su clásica variedad de sembrados y animales para las atareas
rurales de entonces.
Y luego, en
último lugar estábamos nosotros, con nuestras obligaciones y nuestros
entretenimientos simples que no incluían juguetes, salvo excepciones. Pero
esas carencias no obturaban la alegría sino que incentivaba la
imaginación, de por sí, frondosa en la mente de un niño y como teníamos lo más
preciado a mano, una libertad segura, de qué peligros nos podríamos prevenir o
asustar.
Hacíamos de
cualquier falta una virtud, y los más hábiles – no era mi caso- fabricaban sus
propios juguetes, supliendo la falta de medios con la creatividad incansable e
innata de los niños, que la vida le iría mellando.
Y si hay un
sueño que no se cumple, siempre queda el recuerdo de aquella bandada de
gaviotas blancas o esas pocas garzas moras atravesando alto, muy alto, el más
alto de todos los sueños.
*De Jorge
Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
*
La vieja tabla
resiste el
embate.
La tensión
magnífica
del brazo
en obstinado
vaivén
sobre la ropa
se parece a la
furia.
Ella ya no
piensa
en otra cosa
más
que en esa
mancha
sobre la blanca
tela.
El jabón
lava
los males del
mundo.
*De MARIANA
FINOCHIETTO.
*
A veces camino
en estado de gracia pura, cualquier cosa del camino me abre a lugares de
intensa belleza. Cosas simples, vulgares.
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Recurso*
Es noviembre
pleno, sus días se deslíen.
La esperanza,
cumplida en los verdes.
Tengo ojos
nuevos para el jazminero
espuma de
flores asomado al cerco.
Y este trasiego
de notar tanto
retoño-brote-vástago-yema
logra que mi
decurso también florezca
Una noche de
estas agregaré una estrella
a las
constelaciones.
Irresistible.
Inmensa.
Hasta aquí he
llegado.
Suelo mentir
mucho
cuando
desespero.
*De Miryam
Colombotto de Seia. miryamseia@cablenet.com.ar
BEDUINOS*
El desierto se
presentaba delante de ellos como un mar de arenas sin fin y a pesar de ir
dejando atrás una duna tras otra, la aparición de otras de igual apariencia les
hacía tener la sensación de que no avanzaban en su huida.
No se
arrepentían de su decisión y el amor que les había lanzado a marcharse de sus
respectivas tribus les daba fuerzas para seguir. Su amor estaba por encima de
las rencillas, los odios y las continuas peleas que durante décadas habían
enfrentado las dos familias.
Sólo la
casualidad hizo que se conocieran y gracias es ella se había fraguado aquel
amor que les llevó a resolución de huir y formar su propia familia lejos del
pasado.
Al cabo de
muchas jornadas llegaron a un oasis pequeño y escondido detrás de unas
formaciones rocosas de escasa altura, pero que mantenían el lugar lejos de las
miradas de circunstanciales trashumantes por lo que decidieron establecerse
allí.
Con el curso de
los años, tuvieron dos hijos, consiguieron cultivar la tierra y tener algunos
animales pudiendo con todo ello vivir una vida tranquila, feliz y en paz.
Una mañana
despertaron sorprendidos al ver que el oasis había desaparecido, sus dos hijos
no estaban y el huerto y los animales se habían esfumado. Sentados sobre la
arena caliente con los primeros rayos del sol de la mañana, se miraron a los
ojos y comprendieron, con desesperación, que habían vivido todos aquellos años
en un espejismo.
*De Joan
Mateu. joan@cimat.es
Diez poemas para
matar al señor Barrimore...*
(primera parte)
debemos pensar
en el lenguaje dando coces y escupitajos
el lenguaje
como un cortocircuito
un hombre
entrando con una escopeta al minishop
y partiéndole
la boca de un beso a la encargada
y afanándose
dos atados de Benson & Hedges
por si a la
tarde se le da por comenzar a fumar.
el lenguaje
como si fuera el último orgasmo
de tu vida
miserable.
(segunda parte)
el paranoico
para no perseguirse evita los espejos
evita el
capuchino a la mañana temprano
evita a las
mujeres de pechos más grandes que su boca
porque le teme
a todo lo que pueda aplastarlo
el paranoico
cree que las hormigas urden el plan perfecto
para devorarle
los ojos tarde o temprano
y llama a cada
cosa por su nombre de guerra.
(tercera parte)
Barrimore
escribía cartas a su novia
cartas que ella
jamás leía
porque era de
esas chicas inflables
que no leen
cartas de amor porque manchan los dedos
lo peor es que
ella
jugaba con su
corazón como con un scalextric
y eso que
Barrimore tiene un carácter del doce
pero las mentes
más lúcidas suelen ser las menos precavidas
para las
mujeres que amenazan con suicidarse
bebiendo el
semen de otros hombres.
(cuarta parte)
un pajarito
sobre la estatua de Roca
mira pasar los
automóviles cercanos a la Estación
un pajarito que
ignora su pajaril existencia
y se mata de
risa de todos los hombres
él es el más
estúpido de todos los que habitan la jaula
pero se ríe se
ríe y su destino es la risa
como el destino
de la ballena es devorar el cielo.
(quinta parte)
el Viejo le
pellizca la costilla
ella se toma de
frente la costumbre de ignorarlo
hasta que un
día la mano del Viejo se pasa
de largo y va a
dar directamente sobre el pezón izquierdo
a 10
centímetros de la corona inglesa
entonces ella
ya no cree triturable la costumbre
y le hace un
corte en la garganta con el taquín de su zapato
el viejo hace
siete meses sangra en el café
de la calle
Rivadavia al 1600.
(sexta parte)
todavía ando de
gallina desclocada
todavía el olor
de tus dientes me hacen doler la cabeza
todavía le digo
a mis amigos que te amo
ellos me dan
vuelta el culo a patadas y abren una Heineken
y yo agarro la
verde botella y le meto la boca en el pico
mientras mis
amigos se exacerban como monos dementes
yo hago fondo
blanco y cuando estoy a punto de acabar el néctar
al final de la
botella aparecen tus ojos
y esa extraña
sonrisa que hace un siglo y medio
me descose los
sueños a puñaladas
por qué te
quise por qué te quise por qué carajos.
(séptima parte)
el oscuro de
Éfeso sostenía en sus manos su miembro
y mientras
jugaba a exterminar las hormigas con su orín
se le ocurrió
sostener que ningún hombre o mujer o niño
se baña dos
veces en el mismo río
esta sentencia
(como toda metáfora) puede tener
múltiples
aproximaciones
pero sin lugar
a dudas lo que el gran Heráclito quiso decir
es que si
existieran los mingitorios orinar sería aburrido
y conste que la
sentencia es de varios siglos antes de nuestro
Señor Jesus
Cristo que murió por revolucionario y por tenerlas
más grandes que
todos los centuriones juntos. Amén.
(octava parte)
ella aproximó a
sus venas el cuchillo
pensó que
valdrían la pena los velorios y los veleros
que la
conducirían al otro lado del casete
y que desde
allí podría rebobinar el pasado
y equivocarse
menos
y sonreír más
y tatuarse el
rostro del hombre amado en la teta derecha
para quien la
vea de ahora en adelante ella sería toda
de un solo
hombre
ella tenía en
su juventud el afán de pertenencia
de querer tener
una etiqueta en el cuello donde se leyese
el nombre del
hombre que la penetraba a diario
y que le hacía
los avioncitos de papel glacé
ella dejó el
cuchillo caer a sus pies como un mosquito muerto
y ya se sabe
que al caer un cuchillo al piso
ella recibirá
la visita de un hombre
a quien ya no
querrá pertenecer pues se habrá curado
de propiedad
privada.
(novena parte)
mi Viejo fumaba
43/70 largos negros infumables.
terminaba de
cenar y se prendía unos atrás otro.
limpiábamos la
mesa y nos quedábamos jugando
tirando los
dados hasta las 3 de la mañana
tenía los ojos
pequeños como un grillo
y le temblaba
un poco la mano cuando se llevaba
a la boca la
copita con vino
convino un día
con la muerte y me quedé sin Viejo
tirando los
dados contra la mesa
fumando
cigarros más infumables que la mierda
en verdad desde
entonces casi todo me es infumable
a mi Viejo le
decían Pochi y era un buen tipo.
yo sé que se le
llenaban de pájaros los ojos
cuando pronunciaba
el nombre de mi madre.
(décima parte)
Barrimore
desayunaba café con leche
se hacía
tostadas con manteca
las rociaba con
azúcar se sentaba al fresquito de la mañana
a leer las
necrológicas del diario
no vaya a ser
que estuviese muerto
y él como si
nada
yendo todos los
días a dejar una florcita sobre la puerta
de la mujer que
nunca lo miraría sonreír.
*De León
Peredo. gustavojlperedo@yahoo.com.ar
ÉL*
“….más bien te
amaba porque debo olvidar y obligar a mi corazón a borrar toda huella que tus
ojos pudiesen haber dejado…”
Gertrudis. (Hamlet).
Él. Fiduciario
de todos mis sobornos.
Yo. Depositaria
de lutos. De todas las congojas
Él. Por Dios
parido en el séptimo día.
Yo, tierra
maldita y yerma.
Él.
El padre que no
tuve.
El hijo que
jamás disfrutaré.
Untaba sus
manos con quinina.
Mi madre las
lamía y movía la cola.
El arco de su
pié, una cuerda tensa.
Apta para
ángeles que caen.
Aúllan los
mastines entre muros.
La niña del
almendro es la mano que llora.
Cardos y
espinas, quiero.
Un puñal que
cambie las líneas de mis manos.
Su cabeza en
bandeja de plata antigua exijo.
Ya no vendrán
hembras repudiadas.
Granizo negro y
ojos en blanco.
Su cráneo es
tan pequeño.
Cabe en un
estuche de un lápiz labial.
Rojo sangre
carmín.
Verde cobarde,
soy. Ventrílocua.
Víbora coral.
Piedra sonora.
Ortiga. Ofelia
de pechos azulados.
“Incapaz de su
desolación” Frágil rama de sauce.
Oh, artífice
del mal. Los diarios y los plátanos.
Y la ausencia y
la ira. Aun huelen.
Aun duelen y
huelen… a hiel y a ti.
*De Amelia
Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
Y SIN EMBARGO…*
Campanillas
violeta,
ínfimos
adornos,
enredaderas de
ferrocarril.
Sobre las pilas
de escombros,
entre las vías
abandonadas,
tapando techos
agujereados,
entre los
hinchados cadáveres
de perros
envenenados.
En la miseria
última y final.
Sobre chapas,
hierros y
pobreza
desvencijada,
debajo de
carrocerías deshechas,
se abre la flor
inesperada,
maravillosa,
de la alegría.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
Poesía argentina
EL OSADO
ESTABLISHMENT PORTEÑO*
Del chasco de la antología del Bicentenario a la Feria del Libro de Guadalajara
El tema polémico central que estuvo circulando en torno de la delegación cultural argentina, invitada de honor de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, no fue otro que la olímpica ausencia de escritores y poetas de las provincias (salvo esos pocos que siempre están firmes ahí). Ciertamente, se trató de una delegación numerosa, que sufrió desde el vamos de una porteñitis severa, como pudo observarse en los listados. Polémica, por otra parte, que ya tuvo su versión en el Salon du Livre de París en marzo último, aunque de modo ampliado o diverso, en torno de convocados y de excluidos.
Naturalmente, es difícil si no imposible contentar a todos; aunque en verdad no se trata de eso, sino de algo por demás corriente en las actividades literarias, también poéticas, que incumben a lo nacional y que tienen lugar en Buenos Aires. En verdad, la mirada porteña, o, para ser más precisos, la mirada del establishment cultural porteño, poco entiende del país y de la geografía cultural diversa del país, y poco le ha interesado, con las omisiones y pozos que fueren en cada caso. Al respecto, la tan increíble antología poética del Bicentenario, que preparó el licenciado Monteleone, dice de lo mismo.
Dicha antología, si así se la puede denominar, y la delegación nacional de la Feria del Libro de Guadalajara hablan de un país ausente en su geografía cultural. Hay un duro “establishment porteño”, algo extraño, que pretende mostrar “la selección” del país, cuando tan sólo lo está omitiendo. Y la poesía argentina, en el caso de la poesía, va quedando, como decía Discepolín, con “la ñata contra el vidrio”, provincia por provincia, para una suerte de escamoteo nacional. Por un “canon” en el que nadie cree, ni puede entender, inclusive en la capital, aunque por propio peso, creo, no puede durar mucho.
Del chasco de la antología del Bicentenario a la Feria del Libro de Guadalajara
El tema polémico central que estuvo circulando en torno de la delegación cultural argentina, invitada de honor de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, no fue otro que la olímpica ausencia de escritores y poetas de las provincias (salvo esos pocos que siempre están firmes ahí). Ciertamente, se trató de una delegación numerosa, que sufrió desde el vamos de una porteñitis severa, como pudo observarse en los listados. Polémica, por otra parte, que ya tuvo su versión en el Salon du Livre de París en marzo último, aunque de modo ampliado o diverso, en torno de convocados y de excluidos.
Naturalmente, es difícil si no imposible contentar a todos; aunque en verdad no se trata de eso, sino de algo por demás corriente en las actividades literarias, también poéticas, que incumben a lo nacional y que tienen lugar en Buenos Aires. En verdad, la mirada porteña, o, para ser más precisos, la mirada del establishment cultural porteño, poco entiende del país y de la geografía cultural diversa del país, y poco le ha interesado, con las omisiones y pozos que fueren en cada caso. Al respecto, la tan increíble antología poética del Bicentenario, que preparó el licenciado Monteleone, dice de lo mismo.
Dicha antología, si así se la puede denominar, y la delegación nacional de la Feria del Libro de Guadalajara hablan de un país ausente en su geografía cultural. Hay un duro “establishment porteño”, algo extraño, que pretende mostrar “la selección” del país, cuando tan sólo lo está omitiendo. Y la poesía argentina, en el caso de la poesía, va quedando, como decía Discepolín, con “la ñata contra el vidrio”, provincia por provincia, para una suerte de escamoteo nacional. Por un “canon” en el que nadie cree, ni puede entender, inclusive en la capital, aunque por propio peso, creo, no puede durar mucho.
*Eduardo Dalter. eduardodalter@yahoo.com.ar
Buenos Aires, diciembre 2014
-Otros artículos del autor acerca del tema:
* Acerca de la
poesía argentina/ Un apunte personal; en “Inventiva Social”,
http://inventivasocial.blogspot.com.ar/2014/12/antes-que-la-piel-se-vuelva-piedra.html
* Las 200
omisiones de la antología “200 años de poesía argentina”; en “El Nuevo
Cántaro”, http://www.elnuevocantaro.com/LAS_200_OMISIONES.pdf
***
http://inventren.blogspot.com/
FOTO*
(De la estación Andant)
La foto, en apariencia, no tiene
nada de especial. Y sin embargo, la miramos. Sin saber muy bien el porqué. La
ausencia de color nos hace suponer que es antigua; también el hecho de estar
rasgada en algunos puntos y arrugada en otros. Los años han gastado las
esquinas; en una de ellas, arriba a la izquierda, falta un trocito minúsculo,
tal vez demasiado pequeño para afirmar que la imagen está incompleta. Al
mirarla por primera vez, se tiene una ligera sensación de frío, tan leve que
casi no la percibimos. Sólo más tarde (pero ¿cuánto más tarde?) seremos
conscientes de ello.
Muestra un pequeño edificio de
una sola planta, con una especie de porche o tejadillo exterior que da a un
andén. Sabemos que es un andén por la presencia de las vías en la parte
inferior de la imagen. La conclusión resulta obvia: El lugar es una estación.
En un lateral del tejadillo hay seis letras que nos indican el nombre, seis
mayúsculas irrebatibles: ANDANT. Quizá sea esa media docena de letras, que
parecen un tanto anacrónicas, lo que nos perturba ligeramente. O el color
apagado del cielo, en el que, sin embargo, no se aprecia nube alguna. Lo cierto
es que nos asalta una sensación desagradable que, por otra parte, no nos impide
seguir mirando la foto; acaso anhelamos encontrar eso que nos molesta un
poco no saber definir o señalar con precisión.
La visión de líneas paralelas
sugiere el infinito. Aquí, las vías quedan bruscamente cortadas en los bordes
izquierdo y derecho de la foto, negando con violencia esa abstracción,
segmentando una mínima parcela de realidad -o de ese conjunto de percepciones
que llamamos realidad. En el andén hay seis personas. Posan (la contemplación
de una foto puede llevarnos por caminos un tanto sinuosos e intrincados;
hacernos pensar, por ejemplo, en la actitud del que posa, en la perpetua
repetición de ese momento, en la pavorosa idea de que toda la vida es pose).
Cinco de ellos miran directamente a la cámara. El otro, el primero por la
izquierda, está con los brazos cruzados y parece tener la vista clavada en un
punto inconcreto, hacia la derecha del fotógrafo. Nos incomoda ese detalle
(¿porque insinúa una ruptura, un desorden?). Nos incita a preguntarnos qué está
mirando exactamente. ¿Por qué no hace como todos los demás y simplemente fija
la vista en el centro? (si es que el ojo de la cámara es el centro, si podemos atrevernos
a presumir la existencia de un centro) ¿Qué es eso que está ahí, fuera del
ámbito de la foto, y qué significa esa mirada y por qué los otros no ven lo que
él está viendo? Podría pensarse que sólo es un gesto, una pose diferente, una
obstinación lícita en no mirar directamente al ojo de la cámara, y tal vez no
sea otra cosa, pero nos desasosiega un poco esa asimetría.
-Cabe preguntarse si en
realidad tenemos derecho a asomarnos a una foto. No me refiero al vistazo
casual o efímero, al frívolo escrutinio de un momento, que con frecuencia
provoca una sonrisa o un rechazo o mera indiferencia. Hablo de mirar una foto
como quien mira un cuadro, durante un tiempo que no se puede medirse con
cronómetros o calendarios, el tiempo dúctil de quien pinta un atardecer a lo
largo de infinitos atardeceres o el de aquellos que esperan, agazapados durante
toda su vida, el instante exacto del resplandor que les justifique. Esa
contemplación, que en el fondo es una búsqueda, ¿no sería una forma de
intrusión en ese otro orden que nos es ajeno? ¿No serán, pues, nuestros ojos
invasores -camuflados tras el objetivo y el tiempo- lo que miran esas cinco
personas, preguntándose acaso el motivo de tal insistencia?
La wikipedia nos cuenta que hace
más de treinta años que por ahí ya no pasa el tren y que en Andant, el pueblo,
apenas quedan cuarenta habitantes. Visto desde lejos, sólo son cifras. Pero la
lenta despoblación de todos estos lugares nos da qué pensar. Pensamos, por
ejemplo, si eso que mira el primero de la izquierda, eso que
parece estar un poco a la derecha del fotógrafo, ligeramente a la derecha y
hacia arriba, no será lo que, sin ruido, sin que casi nadie lo perciba, va
limando con paciencia los bordes de las fotos, oscureciendo los paisajes y los
rostros, devastando, centímetro a centímetro, los campos y las calles
asfaltadas, terminando poco a poco con la vida en los pueblos y devolviendo al
desierto lo que, acaso, siempre fue del desierto.
-Y así, la inmovilidad de la
foto desborda el ámbito del papel y se expande implacable por la realidad (por
este lado de la realidad). Pienso que debería ponerme de una vez a escribir
algo sobre ella. Pero no se me ocurre nada. La tengo ahí, delante de mis ojos,
dejándose mirar mansamente, permitiéndome atisbar cada detalle, acaso
contemplándome, o contemplándose a sí misma a través de mis ojos un poco
cansados. Y yo no puedo hacer otra cosa: sólo mirar la foto y dejarme contagiar
esa parálisis, esa suerte de espera; inmóviles ellos en su perpetuo instante
desgajado para siempre del tiempo; inmóviles todos en nuestro diario periplo
por las avenidas de la rutina; inmóvil yo en mi celda sin barrotes; tanto, que
ni siquiera me molesto en girar un poco la cabeza, en mirar de reojo hacia
atrás, a mi derecha, donde sé que se arremolina en silencio, expectante, eso
que está mirando, desde la lejanía y el pasado, el hombre de la foto, eso que
siempre ha estado ahí y que no puede verse; que nadie puede ver sino a través
de un reflejo, una señal inequívoca en los ojos asombrados de otro, una sombra
difusa atravesando océanos y décadas.
*De Sergio
Borao Llop. sbllop@gmail.com
http://sergioborao2011.blogspot.com/
https://www.facebook.com/Sergio.Borao.Llop
Próxima estación para escribir:
J.J. ALMEYRA.
Estaciones literarias por visitar en el Ferrocarril Midland:
INGENIERO WILLIAMS.
GONZÁLEZ RISOS. PARADA KM 79. ENRIQUE FYNN.
PLOMER. KM. 55. ELÍAS ROMERO.
KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD. MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS. JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA SALADA. INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
***
-Próximas estaciones literarias por visitar en el ferrocarril
Provincial:
GOBERNADOR ORTIZ DE ROZAS
JOSE RAMÓN SOJO. ÁLVAREZ DE TOLEDO.
POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA. JUAN TRONCONI. CARLOS
BEGUERIE.
FUNKE. LOS EUCALIPTOS.
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR
UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO. ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ. J. R. MORENO.
EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO
VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA. LA PLATA.
-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar
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