jueves, junio 30, 2016

HACIA ESPACIOS MUDOS DE TODO LO ANTERIOR...


*Dibujo de Erika Kuhn.







*


No pensabas que el desamor
pudiera ser de este modo:
mover la dirección de la luz
hacia espacios mudos
de todo lo anterior.

La misma luz que se concentra
en un racimo de uvas verdes al sol
y que pudiste ver como por hendijas.
La misma luz que te alcanzó
para permanecer en los días desmedidos.

¿Pero acaso no sabías, aún,
que todo el oro de los días
se desvanece también de modo inexplicable?

Hay palabras que son
como una uva opaca
e inmóvil
en el centro de un plato
vacío.


*De Cecilia Figueredo. ceciliafigueredo@gmail.com








HACIA ESPACIOS MUDOS DE TODO LO ANTERIOR…








El culo de Marilyn Monroe*



*De Patricia Suárez. cazadoraoculta@gmail.com



Estoy en un pueblo que se llama Banff, en Canadá. Subo la montaña hasta pasar el bosquecito de cedros. Hay un parador para los turistas. Es un día soleado de primavera, en poco tiempo empezará el frío recio y ya no se podrá subir. Sino que descenderán los alces y los osos. Ahora los alces están en el período de apareamiento y se ponen bravos, hay que tener cuidado de no enfrentarlos. Por el pueblo hay carteles con prevenciones, qué hacer si uno es atacado por un alce. No parece que hablarles pueda hacerlos entrar en razón. Yo apenas si ví algunos de lejos, indiferentes.

Los venados, en cambio, pasan cerca de uno husmeando si hay comida. Igual, al parador no se acercan. Hay un plato especial que es Deer-steak, bife de venado. Deberían ser caníbales o suicidas para andarse rondando por acá. El dependiente es un señor muy viejo, de unos sesenta que le pesan como mil. Viene y me pregunta con cara de pocos amigos qué quiero. Pido café. Hay una bicicleta un poco oxidada aparcada dentro del parador, donde termina el mostrador. Cuando el viejo trae el café, le pregunto si todavía la usa. Sí, responde. Debe darle trabajo pedalear. Un poco, ¿la quiere? Se la puedo dejar en tres quinientos. ¿Tres quinientos qué? Dólares americanos, de los grandes. ¿¿Tres mil quinientos?? ¿Usted sabe acaso quién montó acá? Por ese precio tendría que haber sido la diosa Diana en persona. Acá apoyó su bello culo nada menos que Marilyn Monroe. Ah. Vino el director de la película, paraban al principio en Calgary. Escenas de rodeos. Después vinieron a filmar el Río del No Retorno, que es como se llama la película. No hay un río así, así que entre seis ríos de montaña hicieron uno solo, el del No Retorno. El celuloide hace milagros. Como sea, la estrella se aburre. Quiere estirar las piernas, no le gusta estar en el set. Según me enteré después, Mitchum, el co-protagonista, la cortejaba. Pero ella no quería nada con Mitchum que era una especie de macho cabrío. Ella estaba triste, sí, muy triste porque acababa de romper con el marido, el deportista. Así que viene, sube hasta acá. Yo tengo diez años. Me dice: Me prestas la bici? Yo no podía ni hablar y tenía miedo de hacerme en los pantalones. Sí, tartamudeé. ¿Me acompañas, me enseñas el camino?, pregunta y monta. Esa imagen no puedo quitármela de la cabeza; tengo dos divorcios encima, mis dos ex esposas hablan de esta obsesión. Ni que le cuente. Yo subo en la bici de mi hermano -murió hace diez años- y le muestro cosas del camino. Ella dice: “Mejor no hablemos, tengo que practicar”. Se pone a cantar One silver dollar, que después canta y se acompaña con una guitarrita en el filme. Un dólar de plata, brillante, pasando de mano en mano… Tres quinientos es un buen precio; pero pensándolo mejor no la vendo. Ya estoy viejo; es el último recuerdo de amor verdadero que tengo…

















LA BAILARINA*

Lo que vislumbraba entre parpadeos era un paisaje en el que nada parecía haber escapado a la más total desolación.
El Talismán
Stephen King y Peter Straub


Acaba de despertar y no recuerda nada. Desconoce su nombre, por qué ha dormido en el suelo, por qué esta enorme habitación que en vez de ventanas tiene oquedades que la miran como cuencas vacías. Se incorpora y se asoma a una de ellas. Más allá de una muralla de pequeños escombros y paredes rojizas aún en pie, sin llegar a formar parte de estructura arquitectónica alguna -piezas extraviadas de rompecabezas-, distingue la línea del océano.
Un fragmento de espejo pegado a una pared le devela su imagen. ¿Ese es su rostro y esa su edad? ¿Cuál será su nombre? Importa poco si, como presiente, es el único ser vivo, extraño remanente de una ecuación equivocada. Recorre su cuerpo con la mirada. Lleva un traje de bailarina, zapatillas… Aventura un plié, quiebra la cintura, se alza en puntas… La asalta un inmenso deseo de danzar. La música parece brotar de los retales de ciudad donde ha perdido la memoria. Salta al exterior por el mayor de los agujeros, de cuyo dintel cuelga un rótulo: “Exit”. Leve cual algodón, cabriolea entre las ruinas. Gira, salta, mueve los brazos sintiéndose libre, al fin, sin saber de qué.
Asoma entre pared y pared de las otrora fundaciones del hombre, ahora gañidos que brotan del suelo. Siguiendo el impulso de la coreografía que mana de su interior, se acerca a la costa sorteando raíles que revelan lo que fue la línea de un tren. “Las Tierras Arrasadas”, piensa, sin saber a qué rincón ha ido su alma a extraer esa frase sin sentido. Baila sobre la arena, cada vez más lejos del esqueleto de la civilización. Se acerca al líquido elemento y, justo cuando la ola acude a lamer sus pies, se arremolina dulcemente sobre sí misma, acompañando el giro de un suave balanceo de brazos. Recuerda que tiene el poder de transformarse en cisne y salta al vacío.
Un instante antes de que sea lavada su conciencia de haber llorado tanta muerte, equipaje demasiado atroz para tan largo viaje, recuerda por qué ha sobrevivido a la hecatombe: quería regalar su última danza al mar y el cielo.
En un universo lejano, el primer llanto de un recién nacido arranca la sonrisa de los presentes. Venimos entre lágrimas… y es que no todo puede ser borrado por los que manejan los hilos del destino. Algo subsiste de la mujer y del cisne, imborrable e inquieto, palpitando en la gnosis de la Creación.


*De Marié Rojas Tamayo.
La Habana. Cuba.













Penumbra de mármol*



Hace quizás, algún tiempo,
en una penumbra de mármol húmedo
y pabilos abatidos, escuche llorar
a un pequeño dios egoísta y vanidoso.

Un dios que ni siquiera era de los primeros
que miraron de soslayo nuestra tierra,
un heredero de símbolos y arquetipos
un ídolo postizo, primigenio y agotado.

Ante el eco de mis pasos terrenales,
mi respiración agitada por el frío sacro
y los roces entre las columnas de pórfido,
vi a la deidad bicorne huir cobardemente.

Por entre los oscuros bancos de cedro,
a la manera de una serpiente antigua,
repto su sombra sorteando cenotafios
sus escamas lamiendo beatos azulejos.

Solo después, de revisadas las naves
y explorados los retablos menores,
logré atisbar finalmente su rostro
en el difuso resplandor del altar mayor.

Difuso en el espejo broncíneo de la patena,
y como una Gorgona sobre el lento bronce
me resultó imposible hacerle las preguntas,
su mudez databa de siglos y persecuciones.

Cansado entonces y desilusionado,
por no haber satisfecho mi curiosidad,
enjuagué mis lágrimas tenaces
y me aleje hacia los caminos del sol.


*De Jorge Lacuadra. jorgelacuadra@hotmail.com
- 2016-










*


Ya conocemos
las ceremonias del adiós.
La furia,
el golpe en la puerta.
Una valija
en la que ya no entra nada
para dejar algo.
Un andén tan largo,
tan lento y tan largo
que nos dé el tiempo
para arrepentirnos.

El llanto que nace
para recordarnos
la ternura,
esa maldita costumbre del amor.

El abrazo hondo
y la noche eterna.
Y al abrir los ojos,
las mismas preguntas.

Cuando te despiertes,
sabrás que me fuí,
sin pena
y sin ruido.

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com











Fuego frío*



Un vacío blanco me ha invadido.

Frío.

Apócrifo.

Dañino.

Se ha burlado de todas mis palabras

y se instala como un fuego. Fuego frío.

que avanza como las llamas

sin preguntarse si es bueno

o no

lo que hacen

mientras van quemando.

Este vacío quema.

Como el fuego.

Como la soledad.

Como el frío.


*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar















*


El olor de un puñado de hierba es el del universo entero, la hierba marchita desde tiempos sin memoria, la que crecerá infinitamente en lo por venir y hasta el olor de constelaciones y de mundo microscópicos. Y si de verdad uno lo siente al menos alguna vez así, así como lo digo, entonces vive con intensidad, y de otro modo, es una máquina dormida que sólo se interesa por la baja de acciones en la Bolsa.


*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
-Del libro "La Maldición de la Literatura", Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2012.




***


InvenTREN
http://inventren.blogspot.com/



El Reynoso*



Es un pesado tren el de la memoria. Así lo siente el hombre mientras viaja acunado por el vaivén del tren de trocha angosta.
El arquitecto es hoy un hombre viejo. Ha dirigido muchas obras, ha visto desfilar delante de su mirada a verdaderos personajes entre los albañiles y gremios que trabajaban en sus obras.
Mira el recorrido de la línea y se detiene en la Estación Reynoso.

“El Reynoso”. Reynoso era el apellido del peón que se convirtió en una leyenda que circuló por años en las obras. Cada tanto cuando le tocaba compartir un almuerzo con los obreros, alguien contaba la historia, modificada con el énfasis y el suspenso que le imprimen los Cuentacuentos a sus narraciones.
Los albañiles son excelentes narradores de historias propias y ajenas. Al mediodía se contaban historias, mientras se comía asado y se servía vino tinto.
Las épocas han cambiado, casi no existe el ritual del asado en las obras. “Fuimos un pueblo alegre” –se dice sin poder profundizar en explicaciones.

Pero el arquitecto no quiere perder el hilo de los acontecimientos que fueron el origen de la leyenda del Reynoso:
La obra era una casa de campo que quedaba en el medio del campo y no era una metáfora. El campito quedaba a un par de kilómetros de la ruta y a unos 300 metros del apeadero del ferrocarril, se llegaba por una huella que se hacía intransitable con una lluvia copiosa. Unas pocas casas perdidas. Un solo vecino con el que se compartía el alambrado y una línea de eucaliptos altos a los fondos.
Para comprar cigarrillos o comida había que ir hasta la ruta. Un solo corralón de materiales “El cóndor” atendido por los dos hermanos del apellido inolvidable: los “Cucurulo”.
Costo encontrar un equipo de albañiles que estuvieran dispuestos a viajar horas en tren para llegar hasta el fin del mundo.
Los albañiles trajeron al Reynoso, un correntino fuerte que además de peonar en la jornada laboral acepto quedarse como sereno en el medio de la nada.
Armamos un obrador con chapas bastante grande, una parte se dividió para que sea el dormitorio del Reynoso. Además del catre, ropa y unas pocas cosas el hombre había traído un pequeño altar caserito del gauchito Gil.

El Reynoso hacía las compras para el asado y llevaba los pedidos de materiales al corralón donde teníamos cuenta corriente. En esa época no existían los teléfonos celulares. Un día aviso que le regalaron una mascota.
-Le puse “Tingui” dijo. Del gato de Reynoso nos olvidamos enseguida, al hombre se lo vio comprar botellas de leche, juntar los huesos del asado o comprar hueso con carne para el animalito. La mascota se quedaba dentro de un sector bien alambrado pero agreste que ni siquiera fue desmalezado. La única entrada era la puerta del fondo del obrador – casa del sereno.
Esa zona del campito en la que no trabajábamos era el equivalente a unas 4 hectáreas. El proyecto contemplaba en una segunda parte construir allí una amplia pileta de natación, un quincho y parquizar.

En esa mañana de enero había un calor demencial. Era una visita de rutina a una obra que ya estaba en etapa de terminación, estaban los pintores, los albañiles y el Reynoso que recién había vuelto de comprar las provisiones para el mediodía en los comercios de la ruta.
Fue todo muy rápido, como suele ser con los hechos que marcan la memoria para siempre. Escuchamos tiros. Algunos nos silbaron por encima de nuestras cabezas. Uno de los pintores se tiro de la escalera al piso. Se escucho un lamento de animal grande, un ronquido doloroso que venia desde el pastizal. Luego escuchamos el grito que pretendía emular al del Tarzán de Johnny Weissmüller. Ahí ubicamos al tipo trepado al eucalipto blandiendo una carabina con gesto triunfal. No habíamos salido de la sorpresa cuando vimos al Reynoso trepar como un gato al árbol. Sujetó al hombre, lo bajo a los golpes. Ya en la tierra con el Reynoso golpeándolo ese hombre ya no gritaba como Tarzán sino que pedía auxilio y perdón…
Los albañiles salieron disparados, cruzaron el alambrado, lograron sacarle al Reynoso el cuchillo antes que lo sacara del cinto, creo que lo iba a degollar como a un cordero.

Fue por esto que supimos que ese tipo era un vecino, cazador furtivo –denunciado por cuatrerismo- , que tenía a maltraer a varios campos de Saladillo. La noticia podría haber salido en los diarios pero no fue así: el dueño del campo que construía su casa era un empresario exportador de lana que compró un acuerdo de silencio: nadie diría ni una palabra, no habría denuncias policiales. Supe que el acuerdo incluía comprarle su hectárea a un precio increíble con tal de no tener a un chiflado cerca. Reynoso iría a una obra que teníamos en Barracas.

A la mascota la enterramos en los fondos del terreno. Reynoso que era un hombre grande lloraba como un niño. Se había puesto sus mejores ropas y tenia un pañuelo colorado anudado al cuello. Le habían matado a la única compañía que había tenido durante casi dos años en la soledad de ese paraje perdido en la pampa. Ahí nos enteramos de una habilidad de su mascota: como un perrito amaestrado traía en su boca una piedra que colocaba sobre su alpargata, El Reynoso daba la patada con fuerza y Tingui atrapaba la piedra en el aire o la buscaba entre los pastos hasta traerla de vuelta a los pies del hombre.


***

20 años después en otra obra ubicada en el barrio de Núñez a la hora del relato, el capataz santiagueño volvió a contar la historia pero esta versión era algo mas verosímil que aquellos hechos ocurridos delante de mis ojos: el vecino era un joven drogadicto que había ahorcado al gato. Reynoso había hecho justicia: se había trenzado en lucha y lo degolló sin miramientos.

No dije nada, me limite a escuchar.

Además, lo del tigre de Bengala jamás lo hubieran creído.


*De Eduardo Francisco Coiro.



***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:

ÁLVAREZ DE TOLEDO

POLVAREDAS.  JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.
FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
 ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.


***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:

ENRIQUE FYNN.

PLOMER.   KM. 55.   ELÍAS ROMERO.  KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.
KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.


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