sábado, mayo 20, 2017

ESE FULGOR EN LO OSCURO…



*Ilustración obra de Ray Respall Rojas.










Hay un ángel*



Hay una casa
en la altura un ángel
agua
ves el agua de noche aunque no veas
estás en la casa
escuchás el sonido
agua de montaña
abriéndose paso entre las piedras
percibís
la caricia de las plumas sobre las plumas
frotándose el ángel las alas
abrís los ojos
ves ahora aunque no veas
una luz
el hilo de su presencia
resplandor
ves ahora aunque no veas
la luna
y el río
ese fulgor en lo oscuro
lo sagrado
sagrados
sagrados los ojos que ven sin miedo
la casa el ángel la luna el río la noche
sagrados
ese infinito estar
el paraíso
sagrada ves ahora aunque no veas
el viento estremecido
las alas agitadas
ves ahora aunque no veas
sagrada
sagrado aquél que viendo
no destruya su rostro
no destruya sus alas.

Hay una casa
en la altura cielo
agua
ves ahora
la casa la luna el río la noche
ves las plumas.


-2017-

*De Lorena Suez. lorenarsuez@gmail.com
-Publicó  Intemperie.  Por Viajera Editorial. -2016-









ESE FULGOR EN LO OSCURO…









MAYA *


… con notas que se transformaron en luces que a la vez se convertían en paredes, alfombras, flores y todo lo que ella y yo quisimos que hubiera en aquel árbol.
Escaleras al cielo

Abel Guelmes Roblejo



Supe que había muerto cuando vi su faz. No hubo túnel de luz, ángeles en mi cabecera, sueños de la razón que tiraran de mis brazos, demonios intentando arrastrarme a la oscuridad. Había escuchado decir que me encontraría con la imagen más afín a mis creencias… tal vez demoré excesivamente en acogerme a algún credo. La única certeza en mi vida había sido él. El rostro del amor puede ser lo más cercano al rostro de Dios.
Resplandecía de felicidad, ¿sería yo capaz de alcanzar ese estado? Estábamos ocupando lo que en cierto modo podía ser un cuerpo físico, menos material que el que acababa de abandonar, despojado de los estragos de la edad, aunque básicamente el mismo. Mis temores y dudas acerca de lo que acababa de pasar, se habían desvanecido; en su lugar me invadía una gran confusión. Flotábamos en una bruma semejante a mi concepto de la nada.
-Este mundo gris es el interior de tu alma, tal como se encuentra, desorientada. No te preocupes, pasará. No temas, nada se olvida…
No volamos, no nos trasladamos en el espacio o el tiempo porque ambas categorías no existían. Yo estaba sentada junto a él en un montículo. Siempre había querido ver la nieve y ese fue el primer regalo que me otorgó la eternidad. Un panorama de blancura incalculable, cielo con nubecillas como pinceladas. A lo lejos un bosque de pinos, frente a mí un lago helado donde un hábil patinador ejecutaba increíbles corvetas.
-Deberás ir despojándote de las ligaduras que te atan a la materia. Irás perdiendo los deseos que acumulaste –acarició mi mejilla y la calidez de su tacto me devolvió la calma-. Mi estancia contigo es limitada, este es un camino que habrás de recorrer sola.
-¿Cómo lo haré sin ti? –si imaginé un mundo perfecto, no era este. Cualquiera que fuese, tendría que incluirlo.
-Volveremos a reunirnos, haremos parte del viaje juntos –apartó su mano y señaló el lago-. Mira hacia la pista: ese que ves era un sencillo repartidor de correspondencia, su vida transcurrió en un lugar donde nunca hubo nieve. Coleccionaba postales, recortes, pisapapeles de paisajes nevados... Cuando caminaba bajo el sol, agobiado bajo el peso de palabras ajenas, era aquí a donde venía a borrar cualquier adversidad.

- ¿Hace mucho que llegó?

- Eso no es lo esencial, tendrá todos los instantes que desee hasta que crea colmados sus anhelos... No hay prisas en la inmortalidad.

- ¿Y tú?

- Si estoy aquí, es porque volverte a ver es parte de mi camino.

- No sé por dónde comenzar el mío…

- Todo camino comienza por el primer paso, ¿qué deseas?

- ¿Puedo patinar?

- Si ese es tu antojo...

Era un hermoso día invernal. Podía saltar, girar ingrávida... De pronto, recordé que a veces la capa de hielo que cubre la superficie de los lagos se torna muy fina, tanto que mi simple peso podía resquebrajarla. Sentí el sonido del hielo como un espejo al romperse, el agua helada me envolvió, mis manos se agitaron torpemente sin asidero mientras me hundía en las tinieblas. Me hallé de regreso en el montículo, seca, inmaculada. Él reía ante mi estupor.
- El mundo del que vienes, este en que nos hallamos, aquellos que aún has de cruzar, son una mera ilusión, un sueño que vas construyendo en la medida en que prefiguras tu realidad. Si te invaden los temores, terminarás en el fondo del lago. El universo que construyes es el que te obsequias o aquel en que te condenas a vivir.
Fueron sus últimas palabras, antes del abrazo que no pudimos regalarnos en vida. Volveremos a vernos, confío, espero… Aún estoy sentada en la nieve, no sé por cuánto tiempo... Todavía pretendo medir las dimensiones como acostumbraba hacer en mi mundo anterior. Demasiado insegura para desear, temerosa de ser arrastrada por mis sueños, de quedar a merced de mis caprichos, aguardo el momento en que habré de descorrer uno a uno los velos de Maya[1].



*De Marié Rojas Tamayo.
La Habana. Cuba

[1] En el hinduismo Maya es equivalente a la ilusión. Se suele considerar que la realidad es ilusoria y las cosas o fenómenos que nos rodean tejen redes en las cuales corremos el riesgo de quedar atrapados.












Desde las profundidades de la noche*



Desde las profundidades de la noche
surgimos como un sueño sin banderas.
Resucitados y anhelantes
resolvimos prendernos en el viento
y atravesar las nubes tormentosas
que amenazaban, negras, nuestro sueño.
A un horizonte inmenso nuestros ojos volaron;
como locas gaviotas errantes planeábamos,
pero eran nuestros títeres los que se arracimaban
en la alegre cubierta de un barco que zarpaba.
Toda costa escondía una sorda presencia.
Siempre creímos que el mar nos salvaría
pero el mar resultó una pantomima,
una niebla poblada de fantasmas
que a nadie revelaron su secreto.
Y llegaremos, si llegamos algún día,
a ese horizonte que nos prometieron,
sólo para descubrir, horrorizados,
una tierra en tinieblas, una vasta penumbra,
un hostil territorio que a nadie da cobijo,
una noche terrible sin velas ni azucenas,
un pábilo extinguido sin ventanas ni estrellas.


*De  Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com

-Publicó “El alba sin espejos”











*



Nosotros,
los desolados,
los vencidos, los rotos,
los que sembramos la sal sobre la tierra,
los que quemamos el trigal,
los que trepamos
inútilmente los barrancos,
nosotros,
los naufragados,
los equívocos, los locos,
los corderos renegados de dios,
los que nadamos
tenaces contra la corriente,
nosotros,
sí,
nosotros,
los que de pie
esperamos
la próxima embestida.


*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com













PEDACITOS DE CIELO*




¿Viste el cielo?
¿Viste cómo el celeste y el azul y el rosa, cómo el blanco, cómo las nubes? ¿Viste las nubes?
¿Viste el mar que corre invertido, esa liquidez de los mediodías, esa lejanía y esas nubecitas que de pronto te bajan el techo antes tan imposible? ¿Viste la luz de fuego, el sol naranja, las capas atravesadas por rayos incandescentes? ¿De veras que vos también viste el cielo? ¿Los borreguitos amontonados, los jirones desgarrados de tules evanescentes, los colores? ¿Viste los colores?
Y las nenas en la terraza. De las nenas en la terraza me contó Rodolfo, esas no las vimos.
Dos nenas en la terraza, magia con palitos, varitas de hadas ingenuas. Haditas pequeñas, hadas.
Dos nenas y una terraza y el cielo perfecto.
Arriba las nubes de algodón, de lirios blancos, nubes de difuso sueño de anémona, nubes de nubes. Nubes sobre fondo de atardecer y en contraste las figuritas bailarinas de las nenas en la terraza.
Las dos niñas. Manos en el aire, manos que trazan círculos que perduran apenas un momento como giro, como rueda invisible, como hechizo en el aire. Palitos, varitas en las manos tiernas.
A las nenas les gustaría comer el mágico algodón de azúcar que venden en ferias y circos. Ellas quieren el algodón de azúcar, y les han dicho que están hechos con pedacitos de cielo. Y entonces ahí están, en la terraza, probando a enredar el cielo en las varitas.
Las nenas giran sus palitos batiendo el aire, giran sus palitos, giran ellas con esperanza, con fe, con los bracitos redondos giran sus varitas para atrapar trocitos de cielo.
Vos sabés, claro. Sabemos que es así, que no hay otra manera. Las nenas atrapan en la terraza recuerdos para el después, cuando lleguen los inviernos del desamparo, los otoños de la melancolía. Las nenas atrapan recuerdos de belleza, danza de aves, sensaciones limpias para esa vida que se les viene. Atrapan felicidades para cuando el algodón de azúcar ya no sea un manjar. Para cuando ya no crean en magias ni en imposibles realizados. Para cuando sepan los cómos y los cuándos pero nunca los por qués.
Y las nenas atraparon, para siempre, al cielo rosa, al cielo blanco, azul, celeste. Y se lo metieron dentro como si se lo comieran.
¿Viste el cielo?



*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com













Destierro*



Brevemente

fijé mi residencia en el destierro.

La memoria del viento recorrió mi espalda

y asumí todos los desgarros.


que desde siempre el mundo llora

y nosotros

descendemos por su llanto.


Mientras busco un espacio

donde naufragar lamentos

siento

que viene tras de mí

la descalza multitud de los recuerdos.



*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar












*



Yo suelo soñar blues cuando la playa pare constantemente caracolas...
mientras la luna emite sus sables corvos
y hiere a l´agua provocando olas, dolorosas olas...

blues cuando hombre y mujer se desvisten lentamente, sensualmente,
por ante su ilusión ocasional, o con su grande amor por fin hallada...
blues mientras alguien se droga con fruición,
pues siente que está solo, sin amor...
tentando hallar el mundo aquel que se le fue
sin avisarle dónde lo espera para siempre...


Entonces, es cuando yo suelo soñar blues...
tropezando con la dificultad de estar vivo
entre tánta cosa que solamente finge existir...
entre lo que el tiempo, si existe, deja en la calle,
admirando el maravilloso mecanismo con que nacen nuestras
dificultades...
y siento el eco
de una que es otra voz...
que, tuya y nuestra y mía, se empina,
se hace brisa...
viento hondo, de opaco zumbar...


Si, yo silbo:
silbo cables tensos del teléfono,
hilvano luces de neón:
mi mano entonces fosforece...
recorro librerías acariciando libros no leídos, imaginándolos...
mi mirada los tiñe de los blues que sueño
ante cada ciudad y evento que recorro porque sí...
distrayendo rutas, transcurriendo días,
navegando la flor de los años, con las nostalgias siempre ahí...


Vos y tu amiga pasaron cuando soñaba el blues de todo esto,
y han dicho su palabra...
Yo estaba distraído, imaginando cómo acabar a los malvados...
me pareció oir sus voces entre el chorro de lo cotidiano...
y me quedé miráááándolos...
y seguí... seguí...
seguí haciendo lo que suelo hacer...
silbando el blues...
el blues de todos,
el blues de siempre,
el blues soñado...
con la voz impalpable,
la voz sin dueños ni inquilinos, timoneles ni remeros...


Sin que la vida misma lo sepa,
silbo su blues...
sueño su blues, aquí y ahora,
mientras busco, adivino, atrapo y dejo...
dejo que sigan brillando las estrellas en la frente del cielo...
cuyo blues, sobremanera melancólico,
suelo silbar,
despacio,
muy despacio, aveces,
cuando,
sin que Vos lo sepas...
d e s e s p e r a d o,
me disfrazo


*De Horacio Rossi
-Escritor y Poeta argentino (1953-2008)













Transformación*



Desato nudos, mido los valores,
despierto el corazón al desafío
y el mundo, que es hostil y que es sombrío,
se muestra hospitalario. Mis temores

apenas un matiz entre las flores.
A veces soy llanura y otras, río;
dos alas desplegándose al estío,
haciendo y deshaciéndose en colores

igual que un arcoíris en el cielo.
Sin darme cuenta paso, de la altura
a lo bajo, del ruido hacia el sosiego

y mi sueño, perfil de terciopelo,
puede ya, transformado en su ventura,
ser dueño del camino y de su fuego.


*De Ana María Broglio. anamariabroglio@gmail.com
Villa Gesell









*


Ella lo ama.
Él se ríe, a veces,
cuando parece estar contento.
Ella le cree.
Quiere creerle.

Desafiar a la tristeza
es duro oficio,
pero ella lo haría
todo por él.
Ensaya su sonrisa en el espejo
-sabe que es bonita cuando ríe-
y se suelta el pelo
para perfumarlo
cuando le anda cerca.

Lo ama.
Porque es triste,
y ella no entiende
esa melancolía honda como el mar,
y piensa,
como todas,
que podría hacerlo feliz.

Él se deja amar.
La mira, cada tanto,
rondar como un pájaro
en su sombra.

Él es un hombre triste
y no le importa
mucho
lo que suceda afuera.


*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com









*


Las botellas lanzadas al mar, con desesperadas peticiones de ayuda, nunca llegan a su destino. Las sirenas atrapan esos mensajes y los leen pensando en las fantasías de un extravagante escritor. Después duermen y, mientras lo hacen, sueñan con la soledad, con islas desiertas y con las peripecias de aquellos personajes imaginarios.


*De Alejandro Badillo. badillo.alejandro@gmail.com


-Alejandro Badillo. (Ciudad de México, 1977) Es autor de los libros de cuento Ella sigue dormida (Tierra Adentro), La herrumbre y las huellas (Eeyc), Vidas volátiles (BUAP), Tolvaneras (SC Puebla), El clan de los estetas (Universidad Veracruzana. Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela) y las novelas La mujer de los macacos (Libros Magenta) y Por una cabeza (Premio Nacional de Novela Breve Amado Nervo). Ha participado en publicaciones como Luvina, GQ, Letras Libres y el suplemento “Confabulario” de El Universal. Colaborador de la revista Crítica y exbecario del Fonca. Ha sido antologado en diversas compilaciones de minificción.






InvenTren






SAN SEBASTIÁN*



Allá en el fondo Donosti. Allá en el fondo la Donosti que no debe ser invocada porque una vez que se la invoca aparece, y cuando aparece ya se sabe, es tirar de la soguita y no hay caso, el hilito de memoria viene con todo lo que está comprimido y de pronto se despliega y todo está intacto y vívido. Es Donosti y son los abuelos, y el monte y los caseríos, y la niñez con árboles de manzana y las cinco hermanas que cuatro se fueron de monjas y una no, y es el colegio y la monja Imelda puro rencor reconcentrado pobre vieja que ya habrá muerto. Es la Donosti que vocea como en sueños a esta estación que se llama San Sebastián, extemporánea y tan ajena en la pampa sudamericana.
Ya al ver en el recorrido el nombre de la estación San Sebastián, se le recortó en rojo y se dijo que no, que esta es otra San Sebastián tan lejos tan inconmensurablemente lejos de la baska Donosti de edificios delicados y puentes ornamentados. Sabe, ella, que esta San Sebastián argentina no es ni puede parecerse a la Donosti euskera, y sabe por haberlo sufrido que los viajes deben ser hacia adelante, porque el que mira hacia atrás se transforma en sal, en estatua, en lágrima y dolor visceral.
Pero este tren va a hacer parada en San Sebastián, y el no pensar es difícil y el no sentir es imposible. Detrás de las ventanillas se suceden los campos llanos y el pasto mientras se superpone una capa delgada de helechos, de coníferas, de ovejitas blancas con cencerro. Será una niebla quizás la que nubla la vista y hace aparecer montes redondeados, casas blancas con tejados rojos, olor a mar allá donde los barcos se enfrentan con sus hombres al Cantábrico.
Euskadi que ya no es, Euskadi de la niñez que tan ligada está a la muerte, como eso de que la meta y la largada suelen converger en las pistas circulares.
Miedo, ahora. Miedo del tren que es como la luna y las monedas, como la lluvia y la tristeza, imágenes que devienen en metáforas tan exactas que se confunden. El tren y el viaje hacia la muerte, fin de viaje, la vida que traqueteando se precipita en la nada final. Y ahora que el tren llegará a San Sebastián se cierra el círculo sobre la infancia. Miedo. Miedo a desear que de una vez acaben los trabajos y las agitaciones, se pare el péndulo y la San Sebastián ésta sea la Donosti aquella. Miedo a querer estar en la muerte mientras el tren se precipita sobre los rieles negros.
Vuelven los parques y las estatuas, vuelve la nieve derritiéndose en las botas y vuelven los temporales y las galernas que devoraban barcos allá donde el mar es océano poderoso. Vuelven aquellos trenes que, se lo debe decir a si misma, no son éste tren.
Anochece.
Ya casi llega. Las penumbras permiten que el paisaje se levante como un libro troquelado, abetos y robles suplantan los eucaliptus, iglesias de piedra, ríos estrechos con puentes de pretiles gastados y sombras de peregrinos con sus maquillas, esos báculos de andar por el monte. Ya ni hace falta mirar por la ventanilla, si todo está más adentro de la superficie de los ojos, si ya es todo una yuxtaposición de bailes con vestido blanco y cintas verdes y rojas, el gato Holofernes cayendo de la terraza, los jacintos en las macetas, y el desgarro del puerto desapareciendo en el horizonte, tan pequeño, tan pequeño, en la nefasta jornada de la partida.
Ya no hay planos, todo está allí comprimido y necesario, compacto. Un todo en el que la violencia de la partida, el amor de los abuelos, el olor a los lápices de madera, la voz de la radio BBC durante la segunda guerra, las amigas y, también, todo lo malo, son una madeja indistinguible que le está haciendo estallar el pecho.
No le importa morir aquí, hoy, esta noche. En este momento se ha alineado la vía hacia Donosti, y con lágrimas advierte que el tren se detiene.
Baja del vagón sin sentir el suelo bajo los pies. Sabe que la recibirá el mar y el monte, que la querida silueta del abuelo la esperará en el andén. Con ojos fijos mira su propia muerte.
El hijo y el nieto la esperan. Desciende la abuela con un rostro extraña, casi como si no hubiese nadie detrás de esa máscara rígida para responder a la llamada. La llaman. Al hijo le ha temblado un poco la voz.
La abuela vacila levemente, advierte al nieto, ve al hijo ya canoso. Retorna, sonríe, vuelve a entrar en sí. Sale de Donosti, camina hacia ellos por San Sebastián. Ha de vivir un poco más.



*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com





-Próximas estaciones para escribir:

POLVAREDAS 
–Ferrocarril Provincial-

PLOMER    
-Ferrocarril Midland-


***
El recorrido del tren literario por el Ferrocarril Provincial:

JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE. 
FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.  
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.  
ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    
J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.    ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  
LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA. 
LA PLATA.

***

El recorrido del tren literario por el Ferrocarril Midland:

KM. 55.    ELÍAS ROMERO.    KM. 38. 
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.  
RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS. 
JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.  
KM 12.   LA SALADA.   INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.   VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



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