*Ilustración
obra de Ray Respall Rojas.
Hay un ángel*
Hay una casa
en la altura un
ángel
agua
ves el agua de
noche aunque no veas
estás en la
casa
escuchás el
sonido
agua de montaña
abriéndose paso
entre las piedras
percibís
la caricia de
las plumas sobre las plumas
frotándose el
ángel las alas
abrís los ojos
ves ahora aunque
no veas
una luz
el hilo de su
presencia
resplandor
ves ahora
aunque no veas
la luna
y el río
ese fulgor en
lo oscuro
lo sagrado
sagrados
sagrados los
ojos que ven sin miedo
la casa el
ángel la luna el río la noche
sagrados
ese infinito
estar
el paraíso
sagrada ves
ahora aunque no veas
el viento
estremecido
las alas
agitadas
ves ahora
aunque no veas
sagrada
sagrado aquél
que viendo
no destruya su
rostro
no destruya sus
alas.
Hay una casa
en la altura
cielo
agua
ves ahora
la casa la luna
el río la noche
ves las plumas.
-2017-
*De Lorena
Suez. lorenarsuez@gmail.com
-Publicó Intemperie.
Por Viajera Editorial. -2016-
ESE FULGOR EN LO OSCURO…
MAYA *
… con notas que se transformaron en luces que a la
vez se convertían en paredes, alfombras, flores y todo lo que ella y yo
quisimos que hubiera en aquel árbol.
Escaleras al cielo
Abel Guelmes
Roblejo
Supe que había
muerto cuando vi su faz. No hubo túnel de luz, ángeles en mi cabecera, sueños
de la razón que tiraran de mis brazos, demonios intentando arrastrarme a la
oscuridad. Había escuchado decir que me encontraría con la imagen más afín a
mis creencias… tal vez demoré excesivamente en acogerme a algún credo. La única
certeza en mi vida había sido él. El rostro del amor puede ser lo más cercano
al rostro de Dios.
Resplandecía de
felicidad, ¿sería yo capaz de alcanzar ese estado? Estábamos ocupando lo que en
cierto modo podía ser un cuerpo físico, menos material que el que acababa de
abandonar, despojado de los estragos de la edad, aunque básicamente el mismo.
Mis temores y dudas acerca de lo que acababa de pasar, se habían desvanecido;
en su lugar me invadía una gran confusión. Flotábamos en una bruma semejante a
mi concepto de la nada.
-Este mundo
gris es el interior de tu alma, tal como se encuentra, desorientada. No te
preocupes, pasará. No temas, nada se olvida…
No volamos, no
nos trasladamos en el espacio o el tiempo porque ambas categorías no existían.
Yo estaba sentada junto a él en un montículo. Siempre había querido ver la
nieve y ese fue el primer regalo que me otorgó la eternidad. Un panorama de
blancura incalculable, cielo con nubecillas como pinceladas. A lo lejos un
bosque de pinos, frente a mí un lago helado donde un hábil patinador ejecutaba
increíbles corvetas.
-Deberás ir
despojándote de las ligaduras que te atan a la materia. Irás perdiendo los
deseos que acumulaste –acarició mi mejilla y la calidez de su tacto me devolvió
la calma-. Mi estancia contigo es limitada, este es un camino que habrás de
recorrer sola.
-¿Cómo lo haré
sin ti? –si imaginé un mundo perfecto, no era este. Cualquiera que fuese,
tendría que incluirlo.
-Volveremos a
reunirnos, haremos parte del viaje juntos –apartó su mano y señaló el lago-.
Mira hacia la pista: ese que ves era un sencillo repartidor de correspondencia,
su vida transcurrió en un lugar donde nunca hubo nieve. Coleccionaba postales,
recortes, pisapapeles de paisajes nevados... Cuando caminaba bajo el sol,
agobiado bajo el peso de palabras ajenas, era aquí a donde venía a borrar
cualquier adversidad.
- ¿Hace mucho
que llegó?
- Eso no es lo
esencial, tendrá todos los instantes que desee hasta que crea colmados sus
anhelos... No hay prisas en la inmortalidad.
- ¿Y tú?
- Si estoy
aquí, es porque volverte a ver es parte de mi camino.
- No sé por
dónde comenzar el mío…
- Todo camino
comienza por el primer paso, ¿qué deseas?
- ¿Puedo
patinar?
- Si ese es tu
antojo...
Era un hermoso
día invernal. Podía saltar, girar ingrávida... De pronto, recordé que a veces
la capa de hielo que cubre la superficie de los lagos se torna muy fina, tanto
que mi simple peso podía resquebrajarla. Sentí el sonido del hielo como un
espejo al romperse, el agua helada me envolvió, mis manos se agitaron
torpemente sin asidero mientras me hundía en las tinieblas. Me hallé de regreso
en el montículo, seca, inmaculada. Él reía ante mi estupor.
- El mundo del
que vienes, este en que nos hallamos, aquellos que aún has de cruzar, son una
mera ilusión, un sueño que vas construyendo en la medida en que prefiguras tu
realidad. Si te invaden los temores, terminarás en el fondo del lago. El
universo que construyes es el que te obsequias o aquel en que te condenas a
vivir.
Fueron sus
últimas palabras, antes del abrazo que no pudimos regalarnos en vida.
Volveremos a vernos, confío, espero… Aún estoy sentada en la nieve, no sé por
cuánto tiempo... Todavía pretendo medir las dimensiones como acostumbraba hacer
en mi mundo anterior. Demasiado insegura para desear, temerosa de ser
arrastrada por mis sueños, de quedar a merced de mis caprichos, aguardo el
momento en que habré de descorrer uno a uno los velos de Maya[1].
*De Marié Rojas Tamayo.
La Habana. Cuba
[1] En el
hinduismo Maya es equivalente a la
ilusión. Se suele considerar que la realidad es ilusoria y las cosas o
fenómenos que nos rodean tejen redes en las cuales corremos el riesgo de quedar
atrapados.
Desde las
profundidades de la noche*
Desde las
profundidades de la noche
surgimos como
un sueño sin banderas.
Resucitados y
anhelantes
resolvimos
prendernos en el viento
y atravesar las
nubes tormentosas
que amenazaban,
negras, nuestro sueño.
A un horizonte
inmenso nuestros ojos volaron;
como locas
gaviotas errantes planeábamos,
pero eran
nuestros títeres los que se arracimaban
en la alegre
cubierta de un barco que zarpaba.
Toda costa
escondía una sorda presencia.
Siempre creímos
que el mar nos salvaría
pero el mar
resultó una pantomima,
una niebla
poblada de fantasmas
que a nadie
revelaron su secreto.
Y llegaremos,
si llegamos algún día,
a ese horizonte
que nos prometieron,
sólo para
descubrir, horrorizados,
una tierra en
tinieblas, una vasta penumbra,
un hostil
territorio que a nadie da cobijo,
una noche
terrible sin velas ni azucenas,
un pábilo
extinguido sin ventanas ni estrellas.
-Publicó “El
alba sin espejos”
*
Nosotros,
los desolados,
los vencidos,
los rotos,
los que
sembramos la sal sobre la tierra,
los que
quemamos el trigal,
los que
trepamos
inútilmente los
barrancos,
nosotros,
los
naufragados,
los equívocos,
los locos,
los corderos
renegados de dios,
los que nadamos
tenaces contra
la corriente,
nosotros,
sí,
nosotros,
los que de pie
esperamos
la próxima
embestida.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
PEDACITOS DE
CIELO*
¿Viste el
cielo?
¿Viste cómo el
celeste y el azul y el rosa, cómo el blanco, cómo las nubes? ¿Viste las nubes?
¿Viste el mar
que corre invertido, esa liquidez de los mediodías, esa lejanía y esas
nubecitas que de pronto te bajan el techo antes tan imposible? ¿Viste la luz de
fuego, el sol naranja, las capas atravesadas por rayos incandescentes? ¿De
veras que vos también viste el cielo? ¿Los borreguitos amontonados, los jirones
desgarrados de tules evanescentes, los colores? ¿Viste los colores?
Y las nenas en
la terraza. De las nenas en la terraza me contó Rodolfo, esas no las vimos.
Dos nenas en la
terraza, magia con palitos, varitas de hadas ingenuas. Haditas pequeñas, hadas.
Dos nenas y una
terraza y el cielo perfecto.
Arriba las
nubes de algodón, de lirios blancos, nubes de difuso sueño de anémona, nubes de
nubes. Nubes sobre fondo de atardecer y en contraste las figuritas bailarinas
de las nenas en la terraza.
Las dos niñas.
Manos en el aire, manos que trazan círculos que perduran apenas un momento como
giro, como rueda invisible, como hechizo en el aire. Palitos, varitas en las
manos tiernas.
A las nenas les
gustaría comer el mágico algodón de azúcar que venden en ferias y circos. Ellas
quieren el algodón de azúcar, y les han dicho que están hechos con pedacitos de
cielo. Y entonces ahí están, en la terraza, probando a enredar el cielo en las
varitas.
Las nenas giran
sus palitos batiendo el aire, giran sus palitos, giran ellas con esperanza, con
fe, con los bracitos redondos giran sus varitas para atrapar trocitos de cielo.
Vos sabés,
claro. Sabemos que es así, que no hay otra manera. Las nenas atrapan en la
terraza recuerdos para el después, cuando lleguen los inviernos del desamparo,
los otoños de la melancolía. Las nenas atrapan recuerdos de belleza, danza de
aves, sensaciones limpias para esa vida que se les viene. Atrapan felicidades
para cuando el algodón de azúcar ya no sea un manjar. Para cuando ya no crean
en magias ni en imposibles realizados. Para cuando sepan los cómos y los
cuándos pero nunca los por qués.
Y las nenas
atraparon, para siempre, al cielo rosa, al cielo blanco, azul, celeste. Y se lo
metieron dentro como si se lo comieran.
¿Viste el
cielo?
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
Destierro*
Brevemente
fijé mi
residencia en el destierro.
La memoria del
viento recorrió mi espalda
y asumí todos
los desgarros.
Sé
que desde
siempre el mundo llora
y nosotros
descendemos por
su llanto.
Mientras busco
un espacio
donde naufragar
lamentos
siento
que viene tras
de mí
la descalza
multitud de los recuerdos.
*De Miryam
Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar
*
Yo suelo soñar
blues cuando la playa pare constantemente caracolas...
mientras la
luna emite sus sables corvos
y hiere a
l´agua provocando olas, dolorosas olas...
blues cuando
hombre y mujer se desvisten lentamente, sensualmente,
por ante su
ilusión ocasional, o con su grande amor por fin hallada...
blues mientras
alguien se droga con fruición,
pues siente que
está solo, sin amor...
tentando hallar
el mundo aquel que se le fue
sin avisarle
dónde lo espera para siempre...
Entonces, es
cuando yo suelo soñar blues...
tropezando con
la dificultad de estar vivo
entre tánta
cosa que solamente finge existir...
entre lo que el
tiempo, si existe, deja en la calle,
admirando el
maravilloso mecanismo con que nacen nuestras
dificultades...
y siento el eco
de una que es
otra voz...
que, tuya y
nuestra y mía, se empina,
se hace
brisa...
viento hondo,
de opaco zumbar...
Si, yo silbo:
silbo cables
tensos del teléfono,
hilvano luces
de neón:
mi mano
entonces fosforece...
recorro
librerías acariciando libros no leídos, imaginándolos...
mi mirada los
tiñe de los blues que sueño
ante cada
ciudad y evento que recorro porque sí...
distrayendo
rutas, transcurriendo días,
navegando la
flor de los años, con las nostalgias siempre ahí...
Vos y tu amiga
pasaron cuando soñaba el blues de todo esto,
y han dicho su
palabra...
Yo estaba
distraído, imaginando cómo acabar a los malvados...
me pareció oir
sus voces entre el chorro de lo cotidiano...
y me quedé
miráááándolos...
y seguí...
seguí...
seguí haciendo
lo que suelo hacer...
silbando el
blues...
el blues de
todos,
el blues de
siempre,
el blues
soñado...
con la voz
impalpable,
la voz sin
dueños ni inquilinos, timoneles ni remeros...
Sin que la vida
misma lo sepa,
silbo su
blues...
sueño su blues,
aquí y ahora,
mientras busco,
adivino, atrapo y dejo...
dejo que sigan
brillando las estrellas en la frente del cielo...
cuyo blues,
sobremanera melancólico,
suelo silbar,
despacio,
muy despacio,
aveces,
cuando,
sin que Vos lo
sepas...
d e s e s p e r
a d o,
me disfrazo
*De Horacio
Rossi
-Escritor y
Poeta argentino (1953-2008)
Transformación*
Desato nudos,
mido los valores,
despierto el
corazón al desafío
y el mundo, que
es hostil y que es sombrío,
se muestra
hospitalario. Mis temores
apenas un matiz
entre las flores.
A veces soy
llanura y otras, río;
dos alas
desplegándose al estío,
haciendo y
deshaciéndose en colores
igual que un
arcoíris en el cielo.
Sin darme
cuenta paso, de la altura
a lo bajo, del
ruido hacia el sosiego
y mi sueño,
perfil de terciopelo,
puede ya,
transformado en su ventura,
ser dueño del
camino y de su fuego.
*De Ana
María Broglio. anamariabroglio@gmail.com
Villa Gesell
*
Ella lo ama.
Él se ríe, a
veces,
cuando parece
estar contento.
Ella le cree.
Quiere creerle.
Desafiar a la
tristeza
es duro oficio,
pero ella lo
haría
todo por él.
Ensaya su
sonrisa en el espejo
-sabe que es
bonita cuando ríe-
y se suelta el
pelo
para perfumarlo
cuando le anda
cerca.
Lo ama.
Porque es
triste,
y ella no
entiende
esa melancolía
honda como el mar,
y piensa,
como todas,
que podría
hacerlo feliz.
Él se deja
amar.
La mira, cada
tanto,
rondar como un
pájaro
en su sombra.
Él es un hombre
triste
y no le importa
mucho
lo que suceda
afuera.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
*
Las botellas
lanzadas al mar, con desesperadas peticiones de ayuda, nunca llegan a su
destino. Las sirenas atrapan esos mensajes y los leen pensando en las fantasías
de un extravagante escritor. Después duermen y, mientras lo hacen, sueñan con
la soledad, con islas desiertas y con las peripecias de aquellos personajes
imaginarios.
*De Alejandro
Badillo. badillo.alejandro@gmail.com
-Alejandro Badillo. (Ciudad de
México, 1977) Es autor de los libros de cuento Ella
sigue dormida (Tierra Adentro), La herrumbre y las huellas (Eeyc), Vidas
volátiles (BUAP), Tolvaneras (SC Puebla), El clan de los estetas (Universidad
Veracruzana. Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela) y las novelas La
mujer de los macacos (Libros Magenta) y Por una cabeza (Premio
Nacional de Novela Breve Amado Nervo). Ha participado en publicaciones como Luvina,
GQ, Letras Libres y el suplemento “Confabulario” de El
Universal. Colaborador de la revista Crítica y exbecario del Fonca.
Ha sido antologado en diversas compilaciones de minificción.
InvenTren
SAN SEBASTIÁN*
Allá en el
fondo Donosti. Allá en el fondo la Donosti que no debe ser invocada porque una
vez que se la invoca aparece, y cuando aparece ya se sabe, es tirar de la
soguita y no hay caso, el hilito de memoria viene con todo lo que está
comprimido y de pronto se despliega y todo está intacto y vívido. Es Donosti y
son los abuelos, y el monte y los caseríos, y la niñez con árboles de manzana y
las cinco hermanas que cuatro se fueron de monjas y una no, y es el colegio y
la monja Imelda puro rencor reconcentrado pobre vieja que ya habrá muerto. Es
la Donosti que vocea como en sueños a esta estación que se llama San Sebastián,
extemporánea y tan ajena en la pampa sudamericana.
Ya al ver en el
recorrido el nombre de la estación San Sebastián, se le recortó en rojo y se
dijo que no, que esta es otra San Sebastián tan lejos tan inconmensurablemente
lejos de la baska Donosti de edificios delicados y puentes ornamentados. Sabe,
ella, que esta San Sebastián argentina no es ni puede parecerse a la Donosti
euskera, y sabe por haberlo sufrido que los viajes deben ser hacia adelante,
porque el que mira hacia atrás se transforma en sal, en estatua, en lágrima y
dolor visceral.
Pero este tren
va a hacer parada en San Sebastián, y el no pensar es difícil y el no sentir es
imposible. Detrás de las ventanillas se suceden los campos llanos y el pasto
mientras se superpone una capa delgada de helechos, de coníferas, de ovejitas
blancas con cencerro. Será una niebla quizás la que nubla la vista y hace
aparecer montes redondeados, casas blancas con tejados rojos, olor a mar allá
donde los barcos se enfrentan con sus hombres al Cantábrico.
Euskadi que ya
no es, Euskadi de la niñez que tan ligada está a la muerte, como eso de que la
meta y la largada suelen converger en las pistas circulares.
Miedo, ahora.
Miedo del tren que es como la luna y las monedas, como la lluvia y la tristeza,
imágenes que devienen en metáforas tan exactas que se confunden. El tren y el
viaje hacia la muerte, fin de viaje, la vida que traqueteando se precipita en
la nada final. Y ahora que el tren llegará a San Sebastián se cierra el círculo
sobre la infancia. Miedo. Miedo a desear que de una vez acaben los trabajos y
las agitaciones, se pare el péndulo y la San Sebastián ésta sea la Donosti
aquella. Miedo a querer estar en la muerte mientras el tren se precipita sobre
los rieles negros.
Vuelven los
parques y las estatuas, vuelve la nieve derritiéndose en las botas y vuelven
los temporales y las galernas que devoraban barcos allá donde el mar es océano
poderoso. Vuelven aquellos trenes que, se lo debe decir a si misma, no son éste
tren.
Anochece.
Ya casi llega.
Las penumbras permiten que el paisaje se levante como un libro troquelado,
abetos y robles suplantan los eucaliptus, iglesias de piedra, ríos estrechos
con puentes de pretiles gastados y sombras de peregrinos con sus maquillas,
esos báculos de andar por el monte. Ya ni hace falta mirar por la ventanilla,
si todo está más adentro de la superficie de los ojos, si ya es todo una yuxtaposición
de bailes con vestido blanco y cintas verdes y rojas, el gato Holofernes
cayendo de la terraza, los jacintos en las macetas, y el desgarro del puerto
desapareciendo en el horizonte, tan pequeño, tan pequeño, en la nefasta jornada
de la partida.
Ya no hay
planos, todo está allí comprimido y necesario, compacto. Un todo en el que la
violencia de la partida, el amor de los abuelos, el olor a los lápices de
madera, la voz de la radio BBC durante la segunda guerra, las amigas y,
también, todo lo malo, son una madeja indistinguible que le está haciendo
estallar el pecho.
No le importa
morir aquí, hoy, esta noche. En este momento se ha alineado la vía hacia
Donosti, y con lágrimas advierte que el tren se detiene.
Baja del vagón
sin sentir el suelo bajo los pies. Sabe que la recibirá el mar y el monte, que
la querida silueta del abuelo la esperará en el andén. Con ojos fijos mira su
propia muerte.
El hijo y el
nieto la esperan. Desciende la abuela con un rostro extraña, casi como si no
hubiese nadie detrás de esa máscara rígida para responder a la llamada. La
llaman. Al hijo le ha temblado un poco la voz.
La abuela
vacila levemente, advierte al nieto, ve al hijo ya canoso. Retorna, sonríe,
vuelve a entrar en sí. Sale de Donosti, camina hacia ellos por San Sebastián.
Ha de vivir un poco más.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
-Próximas estaciones para escribir:
POLVAREDAS
–Ferrocarril Provincial-
PLOMER
-Ferrocarril Midland-
***
El recorrido del tren literario por el Ferrocarril Provincial:
JUAN ATUCHA. JUAN
TRONCONI. CARLOS BEGUERIE.
FUNKE. LOS
EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.
GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN
JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D. SÁEZ.
J. R. MORENO.
EMPALME ETCHEVERRY. ESTACIÓN ÁNGEL
ETCHEVERRY.
LISANDRO OLMOS. INGENIERO
VILLANUEVA. ARANA. GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
***
El recorrido del tren literario por el Ferrocarril Midland:
KM. 55. ELÍAS
ROMERO. KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL
BELGRANO. LIBERTAD. MERLO GÓMEZ.
RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS. MARÍA
SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA SALADA.
INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO. VILLA
CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO
MIDLAND.
InventivaSocial
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Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar
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