*Foto de Paula Novoa.
REFUGIO*
Traigo una piedra temblándome en los siglos.
Un talismán. Espacio de los santuarios de todos los azules.
De todos los arroyos. De todos los jirones de mi cuerpo.
Él llegó porque si. Como llega la lluvia.
Nos encontramos en un rincón de la palabra nueva.
Venía de trenes de cemento. De vagones de moho.
Yo, iba buscando de nuevo, las acacias.
Una metamorfosis de Eva y de manzana.
Abrió la puerta. Y en esa puerta, desnuda, lo saludo.
Desnudez más casta que una niña en el páramo.
El llega, ardiendo en lejanías.
Con un vino callado. Tan callado.
Como un toro. Como una plaza. Como un niño dormido.
...Y recordamos juntos...
Antiguas osamentas. Enlutado país, en renuncia de trigo.
Inservibles monedas, de indescifrables signos.
Viejos profanados en delirio de escarcha.
Jóvenes amordazados de purgatorios tristes.
Niños muertos sobre maderas vírgenes.
...Y aquí estamos. Fundando otra vez, refugios.
Un oasis, una pared de pircas. Una barricada.
Con boca amarga, con resaca.
Desmenuzando una tristeza en migas.
Con una cruel costumbre. Una necesidad. Un hambre.
De sur, de norte. De vida.
Sobretodo, de vida.
*De Amelia Arellano.
ARDIENDO EN LEJANÍAS...
*
Nos quisimos
y no,
y a veces fuimos
bestias hermosas,
enormes bestias de esplendor sombrío,
a veces vos,
a veces yo,
fuimos cuchillo
y cicatriz que encierra
toda la sangre,
toda,
y hoy
es otra historia
sin final feliz.
-Nació en
General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.
Publicó:
Cuadernos
de la breve ceguera (La Magdalena 2014)
Jardines, en coautoría con
Raúl Fenoglio (El Mensú, 2015)
La hija
del pescador (La Magdalena, 2016)
Y Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018)
-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.
A Kawabata por La casa de
las Bellas durmientes*
-De
Una bella ensoñada
Quisiera dormirme en el palacio de tu imaginación y que me mires
tanto que funden un jardín, tus ojos de brillos enjoyados y tu mano apenas roce
mi piel y saborees con tu boca mi sueño. Vos hombre, me atravesás con la flecha
de tu pelo de nieve. No me das un beso para despertarme, estoy despierta para
vos tras el velo del sueño que me finge dormida...
MI PADRE SILBANDO EN LA NOCHE*
Ahí va mi padre silbando en la madrugada. Es primavera. No alcanza
con el canto cíclico de los zorzales. Mi padre se acompaña silbando. Es una
melodía que alguna vez le escuche cantar en italiano, habla del amor perdido por
una napolitana. Cada vez que lo escuchaba silbar aquella melodía era como si
hablara en él toda la tristeza que tenía adentro.
Mi padre un hombre de silencio. De pocas palabras, las justas y
necesarias.
Ahora que volvió la primavera los zorzales cantan un insomnio de amor. Mi
padre vuelve a caminar a la madrugada hasta la avenida bajo las estrellas o la
tempestad para ir trabajar a la fábrica. Esta sólo. Se acompaña silbando su
amor a una napolitana.
*De Eduardo Francisco Coiro.
LA LLAMA*
He llegado hasta aquí
para esconderme
aquí quiero esperar
cuido una llama roja
entre mis manos
Espero que se vuelva
hoguera
y me haga cenizas
*De SNORRI HJARTARSSON
(Islandia, 1906 - 1986)
(Traducción de Francisco J. Uriz)
ECLIPSE OCULTO*
El eclipse sucedió allá lejos, muy lejos, tan arriba en esa luna
familiar y extraña, la luna siempre la misma, presente en las noches que no
vemos y en las que vimos.
Se ha obscurecido la luna, se ha puesto roja, ha revelado su
superficie convexa de esfera celeste. Allá detrás de las nubes, para otros
ojos, para quien no se halle debajo de las nubes nocturnas que se empeñan en
ser garúa para regalar un entramado sutil en los faroles.
Desde aquí y tras las ventanas hemos visto oscuridad y agua, hemos
visto la textura móvil de las gotas minúsculas, y hemos apenas presentido que
la tierra negó la luz del sol a nuestra siempre luna. Eclipse sin ojos, eclipse
ciego.
Sabemos con las yemas de los dedos, con los vellos sensibles del
borde del espíritu, con un leve temblor de la piel sabemos que esta noche y
para nadie la luna se vistió de largo, se puso pendientes, se engalanó y bailó
con gasa transparente. Hoy la luna puso fanal a la bombilla, se soltó la
cabellera, se recostó en los cielos y extendió rubor en las mejillas.
Impúdica luna la luna a media luz. Luna de otoño, luna desvelada.
Horadan mis ansias esta lluvia y estas nubes. Detrás ha ocurrido el
eclipse, y ya ha acabado. No lo vimos. Pienso que no veré muchos más.
Recuerdo otros.
Inclina a la meditación un hecho único y precioso. Nos deja a solas
con los pasados en sepia y los mañanas de incertidumbre.
Siento la precariedad de mi silueta contra el negro de la noche.
Ruego que me vea el hombre cuando ponga fanal a mi bombilla, cuando baile a
media luz, cuando deje caer los velos.
Que no ciegue la lluvia a mi amor. Que no me oculten de él ni estas
nubes ni otras aguas.
Liberar*
Palabras, vuelen lejos. Nombren
Sin ligaduras. Canten.
La estrechez de mi espalda ya
no las contienen.
Fuguen de mí. Busquen
un cielo sin fantasmas.
Sólo cuando puedan darme
la inmanente voz de las cigarras
o una luz singular en la garganta
regresen por momentos
y ayúdenme a decirlo.
Entonces será mi breve cielo,
una suerte de instante sublimado.
*
A veces
me despierto
vestida
en este traje de señora
y calzo mis pies
en zapatos corteses,
doy un paso,
dos,
trescientos
desde la cama a la cocina,
y arrastro ollas,
hojas de té,
promesas
de pimienta verde.
Hace falta
que la noche se imponga,
para desvestirme
de la vida
y su peso,
y el espejo se acuerde de mí.
-Nació en
General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.
Publicó:
Cuadernos
de la breve ceguera (La Magdalena 2014)
Jardines, en coautoría con
Raúl Fenoglio (El Mensú, 2015)
La hija
del pescador (La Magdalena, 2016)
Y Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018)
-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.
Luz de pájaros*
A mí me da la luz
la luz poniente,
la traicionera luz de un día cualquiera
la luz que ya se acaba
y que va a verte a ti,
del otro lado
Es una sola la luz,
la zalamera
que espero un año entero
para verla partir,
cuando cansada y antes de empezar
la siesta, se adormece
muy temprana entre pájaros.
Luces de amapolas y geranios
luces de amaneceres largos
de piernas abrazadas
en la playa de Isla Negra,
luces de poemas perdidos
y olvidados fantasmas
luces de amor y de esperanza
luces de rock y twist y de distancia
luces de vez primera que desde Chile
me vio partir
ya sin hijo sin amante sola
guitarra a cuestas.
Luz de recogimiento en primavera
luz que alumbró mi vida trasnochada
luz que hoy agonizas,
luz impura, adormecida pero roja,
luz del primer amor en mis entrañas,
envejecida luz
noche de pájaros.
Londres, 19 de diciembre 2002
*
“Uno no sabe nunca lo que resulta si las cosas
cambian de repente; ¿pero sabe uno lo que resulta si no cambian?”
* De Elías Canetti.
(Ruse, Bulgaria; 25 de julio
de 1905 - Zurich, Suiza; 14 de agosto de 1994)
Inventren
EL ESPERADOR*
La habitación es pobre, por la ventana entra una luz tamizada por
una cortina con agujeros, que producen manchitas irregulares de sol sobre el
muro encalado. Una araña de patas largas y cuerpecito minúsculo hace filigrana
en el techo. Hay una cama, un escritorio sencillo de madera, una lámpara con el
pie curvo, despintada como todo, apagada a pesar de que el sol allá afuera está
bien alto pero adentro es penumbra y tristeza.
Revistas viejas apiladas, un ventilador de metal sobre una silla,
un ropero al que las puertas no le cierran del todo.
Adivinamos un baño del otro lado de la pared por el goteo lento
pero continuo. Suponemos sin verlo que la tapa del botón falta, y para realizar
la descarga del inodoro habrá que tirar del fierrito dentro del pozo rectangular
abierto como una boca que ni llora ni ríe, abierto el rectángulo como una boca
asombrada, suspendida en un grito o quizás inmóvil simplemente, esperando algún
tipo de reparación.
Un hombre en camiseta sin mangas está acodado en la mesa de la
habitación. No hay relojes allí, sólo las manchitas de luz que
imperceptiblemente recorren las paredes y hacen de reloj de sol indicando que
el mundo transcurre allá afuera. El sol se mueve, las manchas pasean lerdas por
la pieza como constelaciones nocturnas de inmensidad y lejanía, aquí nunca es
de día ni de noche, nos decimos, no es un buen lugar para cultivar vida.
Canta un pájaro, algún perro ha ladrado confusamente en algún
lugar. Les contestan. Otros pájaros se desgañitan en respuesta, otros perros
emiten sus voces destempladas comentando lo que dijo el congénere.
El hombre no se ha movido. Vemos que hay una pavita abollada, un
calentador, un mate de madera recubierto en aluminio, una lata de yerba
ennegrecida. Otra lata suponemos que contiene galletas, pero no la ha abierto.
El hombre está encorvado, los brazos sobre la mesa y la cabeza con
pocos cabellos obstinadamente fijada hacia adelante. Le corre un gota de sudor
temblorosa desde la axila. Anacrónicamente, una pantalla de ordenador le
ilumina los ojos. Habríamos creído que un lápiz de madera y una hoja rayada
serían más convenientes, pero la notebook delante de su rostro está tan
deslucida como el resto de las cosas, polvo entre las teclas, la pantalla sucia
y en una esquina del aparato una cinta aisladora remendando una quebradura.
Escribe con dedos pálidos "resido en Baudrix", y en el
ordenador que desmaterializa el ser y lo transforma en unos cuantos caracteres
viajando por el globo, se transforma en una frase maravillosa, él se transforma
en un hombre misterioso y fascinante. Baudrix. Una mujer se imagina un
caballero hermoso y distinguido en una casa de tejas negras en medio de un
jardín con una fuente. Otra mujer se dice "Baudrix" y aparece un
muchacho lánguido de nariz recta sentado en el pretil de un puente de piedra
sombreado por altos pinos. "Baudrix" se dice otra, y evoca prados
verdes y quizás robles, y quizás a lo lejos la aguja del campanario de una
capilla medieval.
"Baudrix" ha dicho ella. Y sonríe, y piensa en el hombre
en camiseta, en la cama de hierro, en la uña del dedo gordo del pie derecho que
le rompe las zapatillas de lona. Piensa en los cabellos ralos, las mejillas mal
afeitadas. Recuerda la mujer la cortina con agujeritos, el comedor con los
muebles de la abuela, el patio de baldosas desparejas.
"Escribe él, aquí, en Baudrix", se dice la mujer. "Y
está solo, y espera" se dice. Espera aunque en la estación ya no arribarán
más trenes. Lanza sus botellas, él, y todavía. Espera. Se dice la mujer.
El timbre no funciona. Unos nudillos golpean la puerta.
El hombre se pone una camisa de mangas cortas sobre la camiseta, se
calza las chinelas y gira el picaporte de su puerta.
-Próximas estaciones de escritura:
KM. 55.
En el recorrido del tren literario por Ferrocarril
Midland:
ELÍAS ROMERO. KM.
38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL
CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO
VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI. KM
12. LA SALADA.
INGENIERO BUDGE. VILLA
FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA.
INTERCAMBIO MIDLAND.
JUAN TRONCONI.
En el recorrido del tren literario por Ferrocarril
Provincial:
CARLOS BEGUERIE. FUNKE.
LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN
GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR
DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR
OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D. SÁEZ. J. R.
MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.
LISANDRO OLMOS. INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
***
InventivaSocial
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