Amado en septiembre *
1
Distingo tu rostro
ese lugar antiguo donde me crece la angustia
y es el viento
siempre es el viento
quien golpea mis manos contra el muro.
- "Que la muerte nos ampare",
Francia ediciones, 2017.
-Noelia nació en Morón, provincia
de Buenos Aires, en octubre de 1984. Textos de su autoría fueron publicados en
diversas antologías y revistas digitales como Digo.palabra.txt, Letralia, entre
otras. Realizó talleres literarios con Alberto Ramponelli y Eduardo Espósito.
Su primer libro de poemas, “Que la muerte nos ampare”, fue editado
por Francia Ediciones en 2017. Tradujo a Charles Bukowski desde 2011 y en 2017
publicó junto a Editorial Postales Japonesas su primera antología bilingüe:
“Solo con todo el mundo”. En noviembre de 2018 editó en Ombligo Cuadrado
“0034-Buitre hacia la nada”, que consta de dos libros en un solo ejemplar. En
junio 2019 la editorial cordobesa Mascarón de proa publicó “La casa”.
*
Que no sea una pasión triste, ni una pasión pobre.
La pasión de la furia es pobre. La pasión del odio. Rabia y odio, eso no. Una
pasión como relámpago que vislumbre por un instante latidos de felicidad. Esa que
apenas se atrapa huye. Esa que en el mismo momento se descubre y pierde.
******
Que no importe si hay otra, si hubo u habrá. Que no
cuente otra. No sume ni reste en mi cuento. Que mi cuento se cuente desde esta
orilla. Sea la orilla de una isla encantada. Y en la isla estemos solos. Que
estemos solos solo por un día. Que por un día no querramos otros. Otros seres,
otros días. Que alcance. Que nos alcance y nos toque el cuerpo. Nos alcance
como no querer más.
******
Que no tenga los días contados. Que cada día pueda
contar, los días, los cuentos. Sea diferente lo que cuento aunque sea lo mismo.
Me sorprenda, les sorprenda. A ustedes y a ellos. A nosotros. Que la luz de
cada mañana me toque. Que me roce la cara y los hombros, el pelo, la espalda.
Que sea luz para los ojos y sombra para los ojos. Que un río me deje flotar y
me lleve, me lleve. Y volver a la orilla. Quedarme quieta en la orilla.
Descansar.
*De Celina Feuerstein. celinafeuerstein1@gmail.com
-Celina nació en Buenos Aires. Es
Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y trabaja
como psicoanalista. Algunos de sus poemas se publicaron en la Antología de
Poesía Federal de la Ciudad de Buenos Aires. Participó en el poemario Martes verde, del colectivo Poetas por el derecho al aborto
legal. En marzo del 2018 publicó el libro de poemas La casa
vacía, por la editorial Caleta Olivia. En 2020 sale De qué se trata el otoño en mi ventana, su nuevo libro de
poemas, por Modesto Rimba.
Pájaro en una tormenta*
Ese día, ese primer día de la naciente primavera
la embriagadora música amaneció sobre los montes.
La risa azul que irradiaba el firmamento
reverdecía las laderas y ensalzaba
los contrastes verdirojos de los prados.
Ese día florecieron los años de destierro
reconstruyendo la antigua cúpula dorada
con columnas de esperanza y miradores
que se abrían sobre el valle de la dicha.
Así, ciego, con la daga de tu nombre entre mis labios,
creí haber escapado a las fauces del destino,
pero hoy las sombras cenicientas de twin peaks
nuevamente han descendido sobre mí
y no hay una hondonada sin fisuras
donde poder respirar un minuto de sosiego.
¿Qué despiadada venganza de los dioses
me condena al arbitrio de las nubes
inquietantes, plomizas, que me cubren?
¿Qué oscuro designio ha desencadenado
el furor del vendaval sobre mis alas rotas?
Dondequiera que el atardecer me lleve
la faz del firmamento está cerrada.
Un granizo triste azota las esquinas
de esta ciudad vencida, saqueada y moribunda
donde hasta los perros vagabundos se estremecen
cuando sus ojos caen en la oquedad del cielo
tapiado por un muro de silencio perpetuo.
No hay luna que brille en esta noche aciaga
y hasta el bosque resuena con un murmullo de amenaza
que confunde la vigilia de los búhos
y acalla las canciones de los árboles
como una divinidad incontestable.
Los ángeles blanden un estandarte de inclemencia
y el horror se va extendiendo en los zaguanes
como un torrente negro que va desdibujando
las huellas que dejaron nuestros pasos
en la alfombra de asfalto, en las baldosas
blanquinegras que adornan el recuerdo.
Todo es una sombra impenetrable,
todo un trueno aterrador que nunca cesa,
un relámpago atroz que incendia la cordura.
Y entre el caos volar, volar toda la noche,
toda la infinita noche atravesar los cielos
sabiendo que las tormentas nunca cesan
y que el amanecer es tan sólo una utopía
urdida con los frágiles cristales
del evasivo espejo que jamás se detiene.
*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
*
Y si un día me faltás,
y si mañana desaparecés,
si pierdo
la esquina donde te encuentro cada tarde,
y el árbol donde te escondí para que fueras parte de mí,
para tenerte:
un pedacito de vos entre mis manos,
un temblor de viento, así, fugado de la tierra,
qué haría, yo,
qué haría para salir a caminar sobre mis piernas
y no llegar a vos,
dónde buscarte si un día me faltaras,
si no estuvieras con tus ojos de amor esperando los míos,
inaugurándome.
Ya sé,
vos me decís que amar así es como la eternidad
y yo te creo,
porque he rozado a dios cuando te toco,
pero no sé, mi amor,
a veces me despierto de mí,
como quien vuelve en la mañana de una pesadilla
y pienso
en mi vida extendida como un mapa
lleno de accidentes felices
y bahías donde los barcos llegan y reposan.
Y qué suerte que estés.
Qué suerte.
*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana nació en General Belgrano,
Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.
Publicó: Cuadernos de la breve
ceguera (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)
La hija del pescador (La Magdalena, 2016). Piedras de colores
(Proyecto Hybris 2018)
Su último libro publicado es El orden del agua,
GPU Ediciones (2019)
-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.
LA BALADA DE HAROLDO CONTI
*
En los textos de Conti las estaciones predicen el destino de los
personajes y lideran las futuras acciones y peripecias de los mismos, influyen
en su ánimo, tiñen el valor y espesor de los recuerdos. Los colores cambiantes
van traduciéndose en percepciones para instalar leve y paulatinamente el tono
con que el relato se desplaza en un cono de luces que cubren todos los
sentidos.
Los diálogos son verosímiles y como en la saga hemingwaiana siempre
exponen un mundo interior que subyace detrás de la historia, que va más allá de
su laconismo y su economía de recursos expresivos.
La diferencia entre el autor norteamericano a quien admiró la
generación de Conti y Conti mismo reside en que el discurso de aquél nunca o
casi nunca expone los sentimientos mientras que el escritor argentino con
similitud de recursos expone una afectividad nostalgiosa y nunca ríspida,
apegada al gran valor otorgado a las cosas y a los seres que se pierden para siempre
y que por algún motivo no preciso de la memoria a él se le presentan asociados.
La escritura de Haroldo Conti se nos aparece humilde, morosa y
preocupada para retener aquello tan pequeño que a nadie interesa, sólo a su
letra que no se resigna a dejar morir lo que se va. De eso, creo, se ocupa la
poesía de todos los tiempos porque tal vez Barthes tenga razón y los escritores
eternamente estarán tratando de responder a dos preguntas claves: ¿Por qué te
amo?, ¿Por qué le tengo miedo a la muerte?
No hay ningún tema fuera de esos porque el poder y la gloria no
permanecen indiferentes sino implicados en esos enunciados barthesianos.
La morosidad y el amor con que Haroldo Conti trabaja el devenir de
las vidas anónimas, marginales y muchas veces miserables de sus personajes, que
como en el caso de El Boga, de Sudeste, ni
nombre propio tienen.
La morosidad de sus narraciones que el propio Conti eligió para
construir un mundo poético lleno de reflexiones donde duda permanentemente
sobre el poder representativo de la palabra, conciente que dedica sus afanes a
esos ”antihéroes” que obviamente no son ni nunca serán ejemplares, presentados
los párrafos con la ironía con que reconoce su propia dificultad y su
distancia, su desconfianza de ser tenido en cuenta en ese discurrir de sus
historias que como dice el narrador de uno de sus cuentos está contando una
historia que no es de él sino de otro, y que además le fue referida y ”que no
interesan verdaderamente a nadie”, como si fuera conciente de la elusión que hace
de los grandes temas que instalaron el prestigio de la literatura de todos los
tiempos.
Haroldo Conti apostó a una poética, esa visión de lo que falta, de
lo que siempre está detrás, este trazo que aparece donde nada existe.
La conjunciones disyuntivas, las frases indirectas, los reflexivos,
la progresiva incorporación y la preponderancia de las frases pocas seguras,
acentuaron la relación entre el narrador y su materia. Esas frases que ponen en
duda la historia que cuenta el propio narrador como si constantemente estuviera
dudando en esas infinitas mediaciones que hacen entrever lo que quiere contar
de una historia que conoce de oídas.
Cumple con el consejo borgeano que dice que uno tiene que contar
las historias como si no las supiera del todo.
El río funciona en los textos de Conti como una metáfora del
tiempo, que no es sino el río que El boga trasiega incansablemente con la
excusa de la pesca o la del viejo del cuento “Todos los veranos”, donde el
narrador-personaje niño relata las vicisitudes de su padre, un pescador que
navega las aguas enojosas o calmas del Delta en busca de pesca pero en el fondo
lo que busca es el sentido para su vida vagabunda y errática.
El tiempo, gran personaje de la narrativa contiana, tal como
aparece a lo largo de toda su obra, sirva como ejemplo esta cita de su cuento
“Los novios” de su libro Todos los veranos.
“A Hipólito le gustaba hablar del tiempo, lo mismo
que a su padre. En realidad, era todo lo que recordaba del viejo. Allí estaba
en su recuerdo hablando las horas enteras en el Círculo Italiano o en el bar
Alsina. La verdad que era un tema inmenso. Se recordaban cosas, se auguraban
cosas, y uno se volvía cosa y tiempo también”.
Quien recorra con atención (única manera de manera de leer
literatura) la obra de Haroldo Conti se encontrará con las recurrentes núcleos
de sentidos que va desplegando incesantemente, con frases que hacen de la
elipsis una retórica y en el énfasis sobre la ambigüedad semántica su pilar
donde funda una estética. (Aclaro que uso aquí la palabra estética en su
sentido clásico y no como se usa ahora, para hablar de una moda).
En Sudeste, El Boga es el río, pero también el tiempo, también la
conciencia de la indiferencia del hombre frente a los otros hombres donde ni el
río que buscó como refugio lo salva. En esa indolencia, en ese vagabundeo en
que El Boga se desplaza buscándose inútilmente a sí mismo sin saberlo, o
intentando intuitivamente un sentido a su propia existencia se involucra sin
quererlo, con indolencia, como un héroe de la tragedia griega va a encontrarse
con unos contrabandistas y al final sucede lo predecible: la muerte oscura en
un riacho bajo las balas policiales. Como se ve, un final nada épico como
corresponde a un personaje contiano.
Tal vez podría decirse sin exagerar que empecinadamente el
personaje no busca sino terminar con esa vida de eterno viajero sin sentido
para encontrar “su sentido” que no era otro que su propia muerte.
Como tantas vidas oscuras de la vida real, como tantos otros
personajes de la saga contiana que el escritor trató con ternura sin igual, esa
ternura que tuvo para con todos los desclasados que pueblan la tierra.
En el cuento “Perfumada noche”, del libro La balada del álamo
carolina, el narrador pone al lector en situación, cito: “La vida
de un hombre es un miserable borrador, un puñadito de tristeza que cabe en unas
cuantas líneas. Pero a veces, así como hay años enteros de una larga y espesa
oscuridad, un minuto de la vida de un hombre es una luz deslumbrante. El señor
Pelice tuvo ese minuto y esa luz”.
Probablemente podríamos relacionar este párrafo con aquella
reiterada aseveración borgeana donde asegura que hay un minuto de la vida de un
hombre donde el sabe para siempre quién es.
Probablemente se necesita toda una vida para encontrarse con el propio
coraje físico, pero en el cuento de Conti el personaje encuentra la felicidad
en un amor platónico donde el platonismo es tan perfecto que el objeto de su
amor nunca se entera. El clímax de su felicidad se produce cuando al pasar por
la calle Saavedra, donde vive la señorita Haydée Lombardi, ella lo saluda
mientras él el se quita el sombrero panamá en señal de admiración, galantería y
respeto.
Pero esa insinuada o imaginada sonrisa de la señorita Lombardi dio
sentido y felicidad para siempre al señor Pelice, quien era el más reputado
cohetero de la zona y a partir de allí perfeccionó su técnica en honor de la
señorita. Desde entonces y durante los años en que la señorita vivió le
escribió una carta cotidiana que nunca le hizo llegar, salvo el día en que ella
murió, entonces le envió un ardiente y sentido pésame rogándole que lo espere
para descansar por toda la eternidad juntos, como no habían estado en la vida.
“Al señor Pelice le hizo un nudo el corazón y la
amó desde ese mismo momento. Jamás cruzaron una palabra pero él desde entonces
se quitaba puntualmente el panamá frente a aquella puerta a las seis de la
tarde en invierno y a las ocho en verano, y ella inclinaba apenas la cabeza y
casi sonreía”. Eso sólo le
bastó al señor Pelice para ser el más feliz de los mortales.
Los personajes siempre aparecen y actúan en ese centro de radiación
que se constituye en el discurso enunciativo, no como presencia viva sino como
sombras difusas y reminiscentes que presentan un aura de extraña y entrañable morosidad,
donde es imposible no sentir afecto por esos seres desvalidos que en el papel
juegan una fantasmagoría de sombras, que a través de esa enunciación termina
siendo de una carnalidad vivida y consecuente, inolvidables criaturas que uno
como lector no puede dejar de amar y recordar: el tío Hipólito y la señorita
Adela en Los novios, el señor Pelice y la señorita Lombardi en Perfumada noche, El boga en Sudeste,
Silvestre y Milo en Alrededor de la jaula,
el Oreste de En vida y el otro Oreste de Mascaró y el cazador americano,
el chico sin nombre del cuento Como un león en
Con otra gente, Basilio Argimón en Adastra, el inolvidable viejo sin nombre, el pescador del
cuento Todos los veranos, etc. etc.
La textualidad contiana ha participado con creces en la
representación de su literatura de aquella premisa de Cesare Pavese: “Narrar es monótono. Y todo auténtico escritor es espléndidamente
monótono”
*Por Jorge Isaías. jisaias4646@gmail.com
*
El hombre habló con el viento de las seis direcciones/ tocó sus
alas para que llenaran el vacío del mundo./ A su lado/ emergieron las primeras
piedras/ y rozaron sus manos./ Seguido/ sopló en un puñado de polvo al aire/
creando las grandes aves sagrados/ para que llenaran su soledad con color y
canto./ Abajo/ en el mundo de los dioses oscuros/ se hizo la luz/ y éstos
ascendieron al cielo/ iluminando la cabeza del hombre/ surgiendo así el
lenguaje de las cosas con el hombre./ Luego/ éste enterró los pies en la
vientre de la tierra/ sintió el calor del fuego/ que le urgía a caminar con
rumbo hacia a las seis direcciones del viento./
*De Daniel Montoly.
Tambores y Cascabeles*
Déjalo caer, tu corazón de murciélago,
devorador de frutas,
que dé un golpe y se desplome…
Ha llegado el momento en que sepas
cuál es la sustancia que compone la noche,
contemplarás lo sorprendente:
se puede bajar a ese mar lleno de nidos
donde cantan las estrellas
fulguraciones de un amasijo celular.
¡Te habían mentido!
no es aquel un vitral
donde ha pasado todo
lo que está por venir:
Aquí no hay aves de viento,
aves de sombra,
aves de plumaje encantado.
Baja y baila sobre el espejo
de colores apagados,
que irá encendiendo sobre tu cara
una a una las promesas que te hice:
ya no hay más.
Esos bellos animales
que llamábamos sueños
nos han tragado.
Íbamos a devorarlos primero:
ahora nuestros cuerpos
irán a formar parte de su pelaje,
del brillo de sus ojos,
del filo de sus dientes…
Y bailan y danzan
y tu corazón seguirá siendo dulce,
como un abrazo en una tarde lejana.
Dulce,
como la voz
que ha quedado clavada en silencio.
*
Un vestido revuelto, un árbol con raíces
hacia el cielo, el calor elemental, historias, la inabarcable llanura:
Había una vez una princesa triste desandando su
reino paso a paso, el crepúsculo y el amanecer perseguidos por la niebla y el
gris. A la princesa todos le decían "tenés qué" o mejor "no
tenés que". Conquistar el mundo con puntillas es casi imposible. Por eso
no te preocupes le decían, el príncipe se va a ocupar. Para lograrlo cada reino
trataba de matar a los contrarios. Cada fuente de luz era apagada .Hasta que un
día la tierra fue un terreno baldío. Algunas
princesas y príncipes decidieron escuchar las palabras del fuego. El
fuego era sabio porque sentados a su alrededor la gente contaba historias. Las
historias eran palabras enlazadas con un sentido o varios, hasta encontrar
belleza. Descifraron como en una novela las claves de la vida…
Inventren
-Próxima estación:
JUAN TRONCONI.
En el recorrido del tren literario por Ferrocarril
Provincial:
CARLOS BEGUERIE. FUNKE.
LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN
GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR
DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D. SÁEZ. J. R.
MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.
LISANDRO OLMOS. INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
***
En el recorrido del tren literario por Ferrocarril
Midland:
ELÍAS ROMERO.
KM. 38. MARINOS DEL
CRUCERO GENERAL BELGRANO. LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL
CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.
ALDO BONZI. KM
12.
LA SALADA. INGENIERO
BUDGE. VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE. PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
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