martes, julio 20, 2021

LOS ANTIGUOS.

 


*Foto de Eduardo Francisco Coiro.

 

 

 

 

 

 

 

Alimento de sonrisas*

 

El perenne gusto de la tristeza en su boca retrocede por un rato con ese billete que le brinda una curiosa alegría privada que no necesita espejo ni testigos.

Ya llego a una edad donde se escurren precisiones y fechas.

Puede verse en la caja del supermercado para pagar e irse a su casa con alimentos para que la heladera no se vea generosa en vacíos. Reconstruye su asombro al descubrir el sistema de tubo aspiradora por el cual desde la línea de cajas envían dinero dentro de un recipiente similar a una lata a un lugar invisible.

Imagen rara que da para pensar en la velocidad de circulación del dinero que inquieta a los economistas.

Que el hombre haya decidido quitar de circulación tiempo antes que lo haga la inflación un billete de 2 pesos y lo haya incorporado como un objeto portador de significado, justifica la historia.

El hombre toma ese objeto inerte: observa cara de un Bartolomé Mitre anciano que parece percibir con mirada preocupada hacia el futuro.

Lee la numeración: 12836859 J.

Lo gira y lee el mensaje escrito en birome azul.

Puede ver como si fuera ahora mismo a la morena de la caja que demuestra una amabilidad poco usual.

Recuerda la sonrisa enorme mientras el hombre colocaba las cosas en la cinta que acerca los productos a la lectora de códigos que serán precios a pagar.

El hombre recibió la sonrisa de la chica y dijo "gracias".

Vio una tenue expresión de desconcierto y se sintió obligado a explicarse:

"Gracias, porque a esta altura de mi vida me alimento de sonrisas"

La cajera le volvió a regalar una sonrisa grande de luna llena.

El hombre pagó. Colocó los productos en bolsas.

Mientras ella le daba el cambio, tomó un billete de dos pesos y escribió en él un mensaje veloz.

El hombre guardo el vuelto y la cuenta como un manojo en el bolsillo.

Le dio un beso en la mejilla a la chica y se fue con sus cosas.

Cuando caminaba hacia la calle -que él percibe como un desierto urbano o una isla perdida en el océano- se ilusionaba con que ese billete no fuese una ínfima promesa de pago que pasa de mano en mano con indiferencia sino un puente hacia una gota de ternura compartida.

Cuando llego a su casa lo leyó. Sin expresar desencanto decidió quedarse con el billete para no olvidar leer de vez en cuando el mensaje escrito:

"Nunca te des por vencido"

 

*De Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

LOS ANTIGUOS…

-Textos de Eduardo Francisco Coiro.

 

 

 

 

 

 

 

*

 

 

Contaba mi abuela que en Silvano. Su pueblo natal a orillas del río D'Orba el hombre lobo era fácilmente ubicable. Llevaba atada de una de sus patas traseras a la luna llena. Por eso su andar era torpe y siempre estaba delatado por la luminosidad. Como quien camina seguido por la luz de un farol sobre su cabeza. Los hombres del pueblo no querían cazarlo porque era demasiado sencillo. Además, creían que era uno de ellos. Un vecino que saltaba de su cama para cumplir un designio tan repetido como la neurosis, claro que mi abuela no decía neurosis. Decía que llevaría la misma repetida maldición aquel que matara a un vecino que tenía la desgracia de tirar de la luna vestido de lobo.

 

 

 

 

 

 

 

 

LO VERDADERAMENTE HEROICO

 

 

 

Le dejo a su sobrino sus cuadernos de notas por legado. Le llegaron embalados en una caja atados con hilo de yute. Son cuadernos comunes de hojas rayadas y espiral que vienen con su título en la tapa. El hombre elige abrir el que dice “Amor”.

Son frases sueltas. Según parece muchas eran propias, del propio saber del tío gestado en años de andar por la vida. Otras escuchadas. A veces frases subrayadas con resaltador en un recorte de diario.

Todo prolijamente anotado con su letra cursiva grande y clara, que le elogiaban tanto en su empleo de revisor de cuentas.

El hombre va al final del cuaderno. Es la última frase. Tiene una aclaración:

“Me dicen en el bar que lo dijo la Rosa Montero en un reportaje. No es textual, la escribo con mi memoria no tan buena…"

Lo verdaderamente heroico es querer al otro tal cual es.

"Tal cual el otro es" -Escribe para dar énfasis a la frase.

Luego sigue una reflexión:

“Cada vez seremos más los viejos solitarios. Hasta que lleguemos por suerte o desgracia de estar vivos a pasar las horas sentados en el geriátrico mirando un Potus.

Con suerte habrá una ventana para ver el movimiento de la calle.

En una mañana cualquiera, una viejita se sentará a nuestro lado. Nos tomara la mano.

Y será tarde para casi todo, menos para sonreír”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

 

Ahí va mi padre silbando en la noche. Es primavera. No alcanza con el canto cíclico de los zorzales. Mi padre se acompaña silbando. Es una melodía que alguna vez le escuche cantar en italiano, habla del amor perdido por una napolitana. Para mí cada vez que lo escuchaba silbar aquella melodía era como si hablara en él la tristeza de lo irremediable que tenía adentro.

 

Mi padre un hombre de silencio. De pocas palabras, las justas y necesarias.

Ahora que volvió la primavera los zorzales cantan un enamorado insomnio. Mi padre vuelve a caminar a la madrugada hasta la avenida bajo estrellas o tempestad para ir a trabajar a la fábrica. Está sólo. Se acompaña silbando el amor perdido por una napolitana.

 

 

 

 

 

 

 

 

Postal de una despedida

 

 

Salimos de la iglesia un sábado a la tarde. En los últimos meses de su vida el tío venía caminando sosteniéndose con su mano izquierda en mi antebrazo derecho casi llegando a la muñeca, todavía me parece sentir la fuerza con la que su mano se aferraba. Con la mano derecha se aferraba al bastón. Al llegar a la parada del colectivo que lo llevaba a su casa el tío vio pasar en bicicleta a la mujer de ajustadas calzas. Ahí nomás soltó su piropo con rima:

"Como quisiera ser asiento para llevar ese flor de pensamiento".

Nos reímos. Pero mi risa apenas podía disimular la amargura de una despedida a cada paso. No podía siquiera aceptar la épica del viejo de 89 años por mantener su picardía intacta.

Llegó el colectivo. Lo sostuve con una mano en su espalda para que superara los dos primeros escalones. Pude ver cuando se sentó en el primer asiento. Saludó desde la ventanilla levantando el bastón mientras el colectivo se ponía en marcha.

 

 

 

 

 

*

 

 

Es medianoche. Han apagado las luces del vagón para que la gente duerma.

Afuera hay cielo estrellado. Una luna llena ilumina al interior del vagón creando sombras fantásticas mientras el tren obstinado en su recorrido las ignora.

El hombre lee a Saramago gracias a una débil luz individual. Encuentra una frase que lo sacude: “La culpa es un lobo que se come al hijo después de haber devorado al padre”. Piensa en su padre, nacido en un hogar campesino en la Italia de 1923. Ese sueño que lo sacudió ya anciano: los lobos se comían a sus ovejas y él no podía hacer nada para evitarlo. Así se despertó, de esa cara de espanto de su padre, el hombre no se olvida. Piensa en su padre, en él mismo, en sus hijos. En otros padres con sus hijos. Todos acechados y finalmente devorados por la culpa. El espanto no lo deja abandonarse al aullido de los sueños.

 

 

 

 

 

Un viejo capitán*

 

 

Cuando el sol pasaba por la ventana del living de su departamento, el hombre se sentaba a fumar su pipa mirando al este. La vista fija. Una estatua que apenas cobraba vida por debajo del movimiento del humo.

Para Padre e hijo que lo veíamos desde nuestra ventana era un viejo capitán. Quizá por su pipa y aquella blanca barba enrulada.

Era invierno cuando llevaba una gorra gris de abrigo igual a la que usaba mi padre.

Un loro grande del color de los loros se paraba sobre el hombro derecho a tomar sol con su dueño. A su izquierda se veía un canario naranja en su jaula.

Loro y canario parecían ser las únicas compañías.

No podíamos ver la figura completa de ese hombre al que sólo veíamos sentado. Imaginábamos que tenía una pata de palo. Nos parecía oír el lejano eco del golpeteo cuando se alejaba del timón por la cubierta.

Sólo eso. La imagen de un hombre viejo viendo desde su soledad por la ventana hacia donde kilómetros más allá el Río de la Plata inunda las costas en las sudestadas. Durante la hora en que el sol bañaba de luz y calor su ventana. Luego, en su camino al oeste el sol quedaba oculto por la altura del edificio.

 

Unas semanas fueron de frío y lluvia. No tuvimos abrigos de sol.

Cuando volvimos a buscarlo con la mirada atenta al ventanal del 4° piso, la persiana estaba baja.

Así días. Meses también, hasta que ya no esperamos encontrarlo en su puesto de lucha.

Se habrá muerto, -dijo mi hijo.

No sé. Quizás volvió a navegar. Y está en su nave persiguiendo al horizonte. –intente decir con mi habitual negación a la muerte-. 

 Hasta descubrir con sus propios ojos el nacimiento del sol emergiendo desde el fondo del mar.

Lo cierto, es que también desapareció el bote colgado a la altura del alféizar de la ventana.

 

 

 

 

 

*

 

 

 

En el cajón de las fotos sin presente quedo una carta escrita a letra cursiva en italiano. Sobre el papel liviano que se usaba para correo internacional. Pudo traducir apenas el núcleo del mensaje "murió nuestra princesa" pues esta ilegible por partes.  ¿Salió llorada desde Paterno Di Lucania? ¿Su padre la lloró al recibirla?

 

 

 

 

 

 

*

 

-Eduardo Francisco Coiro. Argentina, Lomas de Zamora, 1958. Licenciado en Sociología de Universidad de Buenos Aires. Escritor.

-Editor de la publicación Inventiva Social.

https://incoiroencias.blogspot.com/

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

 

Crónicas terrestres*

 


La gente de antes no hablaba mucho o casi nada de su vida pasada, estaba demasiado ocupada en vivir el día a día. A mi edad ya soy parte de la gente de antes, de aquellos que están “más cerca del arpa que de la guitarra”. Aunque los hechos tal cual ocurrieron son imposibles de reconstruir para mí. Siempre quise saber porque llegamos con mis padres desde Tucumán a Elías Romero.

Ya no hay testigos vivos. Ni mis padres ni parientes de aquel entonces en Tucumán.

Nací en Campo Rouges. Mis padres eran cañeros. Todo el mundo era cañero, se vivía de la zafra. Antes y después de la zafra había que cultivar la parcela, criar gallinas. La familia que tenía un caballo con carro para moverse podía sentirse rica. Era muy chico cuando Evita bendijo con su visita al ingenio Santa Rosa. Lo guarde con mis ojitos mientras me acompañen la memoria y la vida. Las dos juntas porque la vida sin memoria no sirve.

Por Estación León Rouges pasaba el provincial de Tucumán que se perdía hacia el sur hasta terminar en estaciones que no conocí ni de nombre. Mi madre era de La Cocha. Ella cuando se juntó con mi padre se vino a vivir a Campo Rouges. Hasta La Cocha viajábamos en tren cada tanto a visitar familia. La gente tenía muchos hijos. Mi madre solo quería dos. decía que traer más hijos a casa de pobre era hacerlos pasar necesidad. Mi hermano menor murió a poco de cumplir un año de una enfermedad repentina. Fue esa desesperación o esa tristeza irreparable la que empujo a mis padres a venirse conmigo a Elías Romero.

El abuelo de mi madre estaba establecido en este descampado, puro campo, pero sin cañaverales a la vista ni montañas cercanas. Les mando decir –él no sabía leer ni escribir- que aquí había futuro. Trabajo asegurado. hospital cercano para atenderse.

No mintió. En Marcos Paz -a pocos km de aquí- había trabajo. Mi madre limpiaba casas. Mi padre aprendió el oficio de albañil. Yo tuve una buena escuela. Había médicos, lugares donde atenderse.

 

Un día intente escribir en un papel el recorrido que hicimos los tres hasta llegar hasta aquí. Cambiamos cuatro veces de tren. El que llegaba desde San Miguel hasta Retiro tenía la vía ancha. Y no viajamos hasta Elías Romero en el Midland que ya se llamaba Belgrano. Se conoce que no tenía frecuencias, así que el bisabuelo nos esperó con su jardinera tirada por la fiel petisa en la estación del Sarmiento.

 

Crecí. Aprendí el oficio de carpintero. Trabajé por mi cuenta mientras pude. Hasta el Rodrigazo se podía trabajar en el oficio de cada cual. El trabajador era un señor, no una pieza descartable.

Voy a evitar relatar como el país acompaño mi recorrido desde carpintero especializado y lustrador de muebles al viejo de 70 años que junta latas de aluminio mientras espera una pensión.

La calle de tierra que pasa por la estación muerta del Midland se llama Discépolo. Ese hombre sí que la vio venir. La vida fue nomas “Cambalache”.

 

Aquella vez –por el 2001 o 2002- cuando todavía tenía trabajo vi a un hombre viejo sentado en la vereda de la calle comercial. Vendía sus libros para poder comer -me dijo.

Le compre dos libros que me acompañan en esta soledad. Los releo seguido: “El corazón de las tinieblas” de Conrad. Y “Crónicas Marcianas” de Ray Bradbury.

Los dos libros hablan a su modo del triste mundo de la explotación que alguna vez saldrá de nuestro pobre planeta a Marte y mucho, mucho más allá.

Vivir en Elías Romero es como vivir en Marte, quizás peor porque hay a poco de este lugar abandonado a la mano de Dios una sociedad de la indiferencia. Abismos siderales separan a las personas.

De Hataway comprendí que la soledad es universal. No es una maldición personal inexplicable. Por donde vaya el ser humano llevará su soledad o su soledad acompañada que suele ser aún peor.

No tengo la capacidad del personaje de Ray para recrear robóticamente lo perdido. En Los largos años, Hataway esperó noche por noche mirando al cielo.

Tengo las herramientas mínimas para que mi casa de ladrillos asentados en barro no se derrumbe conmigo adentro. Sé que ser pobre incluye no poder arreglar lo que no puedas hacer con tus propias manos. Por eso quisiera ser el ingenioso Hataway.

Y no “Don Pere” un hombre viejo que hasta ha perdido su primer nombre y la z de su apellido.

 

 

*De Eduardo Francisco Coiro.

https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar

 

 

 

 

-Próxima estación.

 

En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Provincial:

 

 

CARLOS BEGUERIE. 

 

 

FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

 

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.  

 

LOMA VERDE.    ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

GOBERNADOR OBLIGADO.

 

ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.  

 

 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.

 

 INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA. 

 

GOBERNADOR GARCIA.

 

LA PLATA.

 

 

 

 

*

 

-Siguiente estación

En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Midland:

 

 

KM. 38.  

 

 

MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.

 

MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA. 

 

JUSTO VILLEGAS.    JOSÉ INGENIEROS.  

 

MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.   ALDO BONZI.   KM 12.

 

LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.

 

 VILLA CARAZA.    VILLA DIAMANTE.  PUENTE ALSINA. 

 

INTERCAMBIO MIDLAND.

 

 

 

InventivaSocial

Plaza virtual de escritura

 

-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

https://twitter.com/INVENTIVASOCIAL

 

 

 


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