martes, septiembre 07, 2021

EL HUECO DE LA MANO...

 


*Foto de Paula Novoa.

 

 


 

 

 

 

Promesas*

 

I´m gonna love you till the heavens stop the rain

I´m gonna love you till the stars fall fron the sky,

                                           For you and I

 

"Touch me", The doors

 

 

Tuve un amor en una isla

y, como a todos,

le prometí eternidad

¿quién soportaría

conocer la medida del amor

cuando comienza?

¿acaso sabe de su muerte

esta mariposa?

 

 

*De Paula Novoa. novoapaula8@gmail.com

-De Flores a mis muertos.

 

-Paula nació el 8 de marzo de 1976 en San Antonio de Padua,

actualmente vive en Francisco Álvarez, partido de Moreno.

Es profesora y da clases en Moreno hace 23 años.

Tiene cuatro libros publicados por Cave Librum Editorial:

El año que fui homeless (2014), Hija de mala madre (2016),

El paso de la babosa (2018) y Flores a mis muertos (2021).

https://cavelibrumeditorial.blogspot.com/2021/05/salio-flores-mis-muertos-de-paula-novoa.html

 

 

 

 

 

 

 

*

 

 

¿Caminaste alguna vez

cerca del monte

en las tardes

de invierno?

Todo se aquieta.

Todo.

El sol

hace de tu sombra

un árbol

desarraigado,

extendido,

prodigioso.

Entre el cielo

y la tierra

vas,

como un pequeño dios

que silencia

a los pájaros.

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BLUES PARA MI MADRE*

 

 

Te vi al borde de la niebla

te vi caminar al borde

con esa manera tan tuya

de caminar la casa

de caminar tus mundos.

 

Al borde de la niebla del tiempo

que va borrando los rostros

te vi caminar

y caminabas entre los almácigos

de verduras tiernas

aquellos, sostenidos por las manos del viejo.

 

Mi ademán fue en vano

seguiste caminando al borde de la niebla

haciendo que tu mundo continúe:

tiernas verduras, el puchero del medio día,

la ropa lavada, el saludo barrial,

la misa dominguera, la espera con mesa servida.

 

Te vi allí

en el preciso borde de la niebla

caminando

y yo

con el impreciso ademán de dibujar tu rostro.

 

 

*De Oscar A. Agú. paisajedeluz@yahoo.com.ar

 

 

 

 

 

 

 

TANGO*

 

 

Salomé baila un tango. Sola.

Se eleva en un cuatro por cuatro y vuela.

El Hombre desde la penumbra la mira.

Desea ser gaviota y vuelo.

Los pies de la mujer piensan:

Adentrarse en la fronda de la noche.

El Hombre mastica silencios en diamantes negros.

Ella es tango y es Sur.

El piso es cada vez más bajo, madre.

-Baila, niña, baila-

En sus caderas, mimbre. En su cintura, manos.

El hombre desfallece de pasión.

Vive su temblor en muerte.

Dulce muerte entre muslos de heno.

Salomé, penetra en la barba de piedra, y allí queda.

El hombre no sabe qué hacer: Imagina.

La bandeja de plata, entre sus manos.

Aparta el pelo negro sangre. Resucita en un dos por dos.

Y musita palabras, boca a boca. Beso a boca.

 

*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@gmail.com

 

 







La máquina de abrir ventanas*

 

*Por Miriam Cairo. cairo367@yahoo.com.ar

 

No voy a decir que no me gusta, pero igualmente todavía me sorprende que él siga aquí. Ayer abrió la ventana del sótano y el ruido del mundo se agitó de pronto.

Lirio John se deja escribir porque cree que es una manera menos sacrificada de construirse un destino. Sin embargo, no se agota en una metáfora, sino que se esmera por desarrollar todos los dones que le atribuyo. Se lee a sí mismo y se interpreta.

El domingo pasado, que fue tan soleado, también abrió la ventana del sótano, y el día hizo eso que hace siempre, se extendió sobre la avenida, desde el río hasta la plaza. Era un día verdaderamente desparramado en tonos verdosos, y Lirio John se movía en el sótano como potro alado. Creo que sobreactuó el panfleto amoroso que yo iba escribiendo con letra cintilada.

Desde hace poco más de un año se deja adorar por los textos que lo nombran e incluso por aquellos que lo aluden de manera encubierta. Para ser sincera, no demoró mucho en caer en el séptimo círculo de la tentación de hacerse cargo de su infierno y buscó el momento para entrar en acción con la vecina que tantas veces le había dicho buen día, buenas noches, buenas tardes y otras tantas insinuaciones subrepticias, desde algún portal de su propia imaginación.

Cierta noche, mientras se lavaba los dientes antes de irse a dormir, cuando estuvo por completo seguro de que todo lo que yo escribía sobre él era cierto, decidió invitar a la vecina a comer. La cita ya había sido escrita, iluminada por la lámpara que me regaló Amira y mistificada por las velas que me regaló Eduardo.

La cita fue aceptada y en poco tiempo el Lirio John imaginado se convirtió en Lirio John enamorado. Él, que había empezado el recorrido de su destino como caballo y lo había continuado como cordero, por obra de la reescritura recuperó los ardores y se puso otra vez en camino hacia sí mismo.

Lirio John, que ese domingo argentino abrió la ventana del sótano, hizo ademán de querer cerrarla, pero el ruido del mundo ya había entrado. Aunque todo a su alrededor siguiera estando en su sitio, él ya no se aplastaba como un almohadón contra el respaldo sino que empezó a volar sobre los estantes y los mundos como un pájaro amarillo. No sabía cómo acomodar las alas a su trillada idea antropomórfica. Asumo toda la culpa. La escritura suele imponer con demasiada autoridad sus puntos de fuga. Su nuevo rasgo de amante surrealista con alas de canario le demandaba una afanosa tarea de reconstrucción temporal y estrategias anfractuosas: no es fácil escabullirse del sótano o bien traer a alguien a comer en él. Por ello, se pasaba horas leyéndose a sí mismo. Nunca me recriminó sus horas de martirio, de deleite o de heroísmo. Un poco dejándose escribir y otro poco escribiéndose a sí mismo, se enredaba en las maromas de su vida amorosa. Una mañana lo encontré aplastado como pálido glaciar contra los azulejos del baño, lucubrando culos redondos y pezones erectos, naranjos de brotes lustrosos. Lo dejé jugar durante horas con sus resplandecientes escupitajos nacarados. Pero luego, otra vez lo llevaba o lo traía de un mar veteado a un sillón de cuerina, de un sí a un no, de un vaso con agua a un vaso con ron, de una lengua a un orgasmo, de un sorbo de ron a otra lengua. La lectura, ya se sabe, puede arruinarnos la vida. Lirio John se leyó y el piso de su existencia se sacudió con un temblor neurasténico. Quiso vivir. Y no sé muy bien, todavía hoy, lo que eso significa.

Entonces, empleando recursos cinematográficos muy rudimentarios volvió a abrir la ventana y entró el ruido. Entró también una rotura de vidrios, una telenovela familiar que supuraba una secuela amniótica. Al abrir la ventana, la lámpara se retorció, las velas que me regaló Eduardo se apagaron y Lirio John a dos manos se peinaba el pelo lacio que ahora se le hacía ondulado. Yo no sé por qué abrió la ventana argentina como si fuera abril en la campiña española. Su cabello rubio se llenaba de versos pastoriles y comenzó a trotar por los prados como un cervatillo, haciendo cabriolas de versos octosilábicos, y con la flauta dulce musicalizaba severas rimas consonantes. Creo que esa fue su venganza. Me lanzó una coz y al diablo fue a parar el taladro insaciable de mi versolibrismo. Hasta que, por fin, en vez de andar de rodillas por el suelo del sótano, prefirió recorrerlo como potro alado conjugando versos imposibles, “A e u o yuyuyu i e u o/ yuyuyuyu/drrrrdrrrrgrrrrgrrrr/la loca del pueblo incuba bufones para la corte real". Dadá siempre se sale con la suya.

 

*Fuente: Rosario/12

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

 

Esta tristeza

nacida de la lluvia,

brotada de la piel

de los jazmines,

como un perfume

de suave densidad

llena la casa.

Esta tristeza

diminuta,

descansa

en mi frente

su aleteo

de pájaros cansados.

Tristezas pasajeras

que vienen con el viento

y se van.

Y dejan

perfumado

el hueco de la mano.

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BARRILETE*

 

Cuando niño solía remontar barriletes en mi pueblo. Salíamos a la calle y lo hacíamos sin tanto cable en el aire que complicasen sus vuelos.

Mi primer barrilete lo construyó mi padre. Yo ayudaba molestándolo y alcanzándole algún que otro elemento necesario. Pero fue importante para mi aprendizaje. Porque ¿sabías que los barriletes los construíamos en nuestras casas? ¡Sí!. Y en primavera, época de vientos en nuestros campos, lo hacíamos trepar el cielo.

No existían pegamentos como los de ahora. No. Hacíamos engrudo. Un poco de harina en una taza. Harina común, sin otra cosa que agua; revolvíamos hasta lograr una pasta blanda, no una masa para hacer tallarines, y con eso pegábamos el papel. No mucho engrudo en el barrilete porque si no se ponía pesado. Poco y a dejar que el engrudo se seque. Demoraba un día el proceso.

Pero, antes de eso, elegíamos la caña. Nos corríamos hasta las vías del ferrocarril o hasta algún patio grande donde había cañaverales. Elegíamos la caña que queríamos y la cortábamos. Un buen machete o cuchillo de cocina o hachita nos servía para cortarla. Teníamos que dejarla secar y que sea derecha. Cuando la cortábamos la caña estaba verde, entonces la colgábamos, si era necesario, con un ladrillo atado en su punta y hacia el suelo, eso hacía que se enderezara. Poco tiempo después, limpiábamos la caña, tomábamos las medidas, a ojo, para armar el esqueleto del barrilete y la forma que queríamos darle: cuadrado, hexagonal, cajón, romboidal; luego cortábamos la caña a lo largo, por el medio, para dejar media caña, y hacíamos el corte del largo que deseábamos.

Con hilo uníamos el medio y el perímetro que formaban las puntas de la caña. El papel tenía distintos orígenes: papel madera, de forrar, de diario, crepé… Lo recortábamos y dejábamos los bordes para pegar sobre el hilo, envolviéndolo a éste.  ¡Y debíamos dejarlo secar! Después, el hilo, con los vientos que se probaban en el vuelo y se ajustaban según tiraba el barrilete; ¡ah!, por supuesto: el largo del hilo. Cada uno le daba el que quería. Normalmente cincuenta o cien metros.

Hacer la cola del barrilete significaba buscar trapos viejos y coloridos. Alguna media rota de mamá o restos de alguna bolsa arpillera. Se ataban para que haga su trabajo. A veces debíamos acortarla porque nos excedíamos en su largo y en su peso y, otras, debíamos agregarle para que no se venga de punta al suelo.

Y ahí quedaban, ellos, los barriletes. Le enviábamos mensajes, un papelito agujereado en su centro y a través del hilo. El que más mensajes enviaba, ganaba. Esos barriletes aún están remontados en mi corazón y, sinceramente, no sé cuándo gané o si alguna vez perdí el juego. Sólo sé que están colgados del cielo de mi infancia.

 

 

*De Oscar A. Agú. paisajedeluz@yahoo.com.ar

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

La sabiduría,

dicen,

es aprender el arte del desarraigo

para no amarnos

reflejados en los otros,

minuciosamente detenidos

como piedras nacidas en las cosas.

Lo más nimio,

entonces, puede crear una eternidad de mí:

un paralelo donde mi cuerpo quepa

en el ajustado ángulo del tiempo,

presumiblemente feliz

o desolado.

Pero,

¿qué queda de mí en los objetos?

¿qué respiré

en la helada piel de los metales

para fundarme tibia algún recuerdo?

¿qué quedará de mí,

cuando envejezca el papel

con el que envuelvo estas palabras?

Ay,

soltar es como nacer,

se está desnudo y siempre

se tiene mucho frío.

 

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

 

- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell. Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015) La hija del pescador (La Magdalena, 2016).  Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018) Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)

-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.

 

 

 

 

 

 

 

 

FLORECIDO*

 

La había arrancado de su vida como se arranca a un yuyo indeseable del jardín. Con la misma brutalidad en el tirón, tratando de arrancar la raíz de cuajo. Sin sentir nada. Al otro día, justo al otro día. Plantó en su lecho a una muchacha bella como una azalea. Ella se marchó prontamente sin echar raíces en su vida.

No se quedó quieto. Siguió plantando mujeres que se marchitaban antes del amanecer. Nadie pudo crecer ni florecer. Su vida era un jardín desierto al que regaba inútilmente antes de anochecer.

Hasta que percibió esos movimientos adentro. Esos pujos que sintió por todo su cuerpo que se ramificaban de noche a día con la velocidad implacable de la naturaleza. Eran la luz y esa tibieza que anuncian una primavera cercana.

El hombre se vio a la siguiente mañana en el espejo. Comprendió lo que sucedía. No había logrado extirpar bien las raíces.

Los brotes se abrían paso por sus poros a punto de estallar en flor.

-Sólo pidió que sean el color de aquellos ojos.

 

*De Eduardo Francisco Coiro.

https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar

 

 

 

 

 

 

*

 

¿Por qué buscamos certezas? ¿No es mejor un mundo de incertidumbre? ¿No es mejor que haya múltiples universos y que los domine el azar?

 

*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com

 

 

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

 

Los invisibles*

 

 

A la hinchada del club Independiente de Araujo la llamaban “Los Invisibles”. Eran muy pocos, a veces no superaban al equipo de cancha con suplentes incluidos. Esa vez habían llenado la capacidad del tren. La ocasión era jugar un amistoso con Midland, que ya no jugaba zonales, sino que estaba afiliado a los torneos de la asociación del futbol argentino. Midland venía de perder 5 a 2 con el club Atlético Piraña en el que ya se destacaba el juvenil “chirola Yazalde”.

Jugar con Midland en su cancha de Libertad era para el pequeño pueblo de Araujo un día irrepetible.

El guarda don Antonio los sorprendió con la noticia: el tren se queda aquí en Apeadero km38.

-Acá!! en medio de la nada. -Fue un grito a coro más fuerte que los otros.

-A pocos metros de aquí existe una estación del futuro. Ustedes pueden bajarse ahora, caminar por ruta algunos kilómetros para llegar a la cancha de Midland a tiempo para el partido.

 

-Y si nos quedamos? Dijo con tono desafiante Domingo -el panadero del pueblo-.

-Van a la nada. O a la invisibilidad permanente con este tren que se desvanece antes de llegar a la próxima intermedia que no es la estación Libertad.

 

 

*De Eduardo Francisco Coiro.

https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar

 

 

 

 

 

-Siguiente estación

En el recorrido literario por el Ferrocarril Midland:

 

 

KM. 38.  

 

 

MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.

 

MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA. 

 

JUSTO VILLEGAS.    JOSÉ INGENIEROS.  

 

MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.   ALDO BONZI.   KM 12.

 

LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.

 

 VILLA CARAZA.    VILLA DIAMANTE.  PUENTE ALSINA. 

 

INTERCAMBIO MIDLAND.

 

 

 

 

 

**

 

En el recorrido literario por el Ferrocarril Provincial.

 

-Próxima estación:

 

 

FUNKE. 

 

 

 LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

 

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.  

 

LOMA VERDE.    ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

GOBERNADOR OBLIGADO.

 

ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.  

 

 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.

 

 INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA. 

 

GOBERNADOR GARCIA.

 

LA PLATA.

 

 

 

 

 

 

InventivaSocial

Plaza virtual de escritura

 

-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

Blog histórico & archivo: https://inventivasocial.blogspot.com/

https://twitter.com/INVENTIVASOCIAL

 

 

 


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