*Foto de Paula Novoa.
Promesas*
I´m gonna love you till the heavens stop the rain
I´m gonna love you till the stars fall fron the sky,
For you and I
"Touch me", The
doors
Tuve un amor en una isla
y, como a todos,
le prometí eternidad
¿quién soportaría
conocer la medida del amor
cuando comienza?
¿acaso sabe de su muerte
esta mariposa?
*De Paula
Novoa. novoapaula8@gmail.com
-De Flores a mis muertos.
-Paula
nació el 8 de marzo de 1976 en San Antonio de Padua,
actualmente vive en Francisco Álvarez,
partido de Moreno.
Es profesora y da clases en Moreno hace 23
años.
Tiene cuatro libros publicados por Cave
Librum Editorial:
El año que fui
homeless (2014), Hija de mala madre (2016),
El paso de la babosa (2018) y Flores a mis muertos (2021).
https://cavelibrumeditorial.blogspot.com/2021/05/salio-flores-mis-muertos-de-paula-novoa.html
*
¿Caminaste alguna vez
cerca del monte
en las tardes
de invierno?
Todo se aquieta.
Todo.
El sol
hace de tu sombra
un árbol
desarraigado,
extendido,
prodigioso.
Entre el cielo
y la tierra
vas,
como un pequeño dios
que silencia
a los pájaros.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
BLUES
PARA MI MADRE*
Te vi al borde de la niebla
te vi caminar al borde
con esa manera tan tuya
de caminar la casa
de caminar tus mundos.
Al borde de la niebla del tiempo
que va borrando los rostros
te vi caminar
y caminabas entre los almácigos
de verduras tiernas
aquellos, sostenidos por las manos del
viejo.
Mi ademán fue en vano
seguiste caminando al borde de la niebla
haciendo que tu mundo continúe:
tiernas verduras, el puchero del medio día,
la ropa lavada, el saludo barrial,
la misa dominguera, la espera con mesa
servida.
Te vi allí
en el preciso borde de la niebla
caminando
y yo
con el impreciso ademán de dibujar tu
rostro.
*De Oscar
A. Agú. paisajedeluz@yahoo.com.ar
TANGO*
Salomé baila un tango. Sola.
Se eleva en un cuatro por cuatro y vuela.
El Hombre desde la penumbra la mira.
Desea ser gaviota y vuelo.
Los pies de la mujer piensan:
Adentrarse en la fronda de la noche.
El Hombre mastica silencios en diamantes
negros.
Ella es tango y es Sur.
El piso es cada vez más bajo, madre.
-Baila, niña, baila-
En sus caderas, mimbre. En su cintura,
manos.
El hombre desfallece de pasión.
Vive su temblor en muerte.
Dulce muerte entre muslos de heno.
Salomé, penetra en la barba de piedra, y
allí queda.
El hombre no sabe qué hacer: Imagina.
La bandeja de plata, entre sus manos.
Aparta el pelo negro sangre. Resucita en un
dos por dos.
Y musita palabras, boca a boca. Beso a
boca.
*De Amelia
Arellano. amelia.arellano01@gmail.com
La
máquina de abrir ventanas*
*Por Miriam
Cairo. cairo367@yahoo.com.ar
No voy a decir que no me gusta, pero
igualmente todavía me sorprende que él siga aquí. Ayer abrió la ventana del
sótano y el ruido del mundo se agitó de pronto.
Lirio John se deja escribir porque cree que
es una manera menos sacrificada de construirse un destino. Sin embargo, no se
agota en una metáfora, sino que se esmera por desarrollar todos los dones que
le atribuyo. Se lee a sí mismo y se interpreta.
El domingo pasado, que fue tan soleado,
también abrió la ventana del sótano, y el día hizo eso que hace siempre, se
extendió sobre la avenida, desde el río hasta la plaza. Era un día verdaderamente
desparramado en tonos verdosos, y Lirio John se movía en el sótano como potro
alado. Creo que sobreactuó el panfleto amoroso que yo iba escribiendo con letra
cintilada.
Desde hace poco más de un año se deja
adorar por los textos que lo nombran e incluso por aquellos que lo aluden de
manera encubierta. Para ser sincera, no demoró mucho en caer en el séptimo
círculo de la tentación de hacerse cargo de su infierno y buscó el momento para
entrar en acción con la vecina que tantas veces le había dicho buen día, buenas
noches, buenas tardes y otras tantas insinuaciones subrepticias, desde algún portal
de su propia imaginación.
Cierta noche, mientras se lavaba los
dientes antes de irse a dormir, cuando estuvo por completo seguro de que todo
lo que yo escribía sobre él era cierto, decidió invitar a la vecina a comer. La
cita ya había sido escrita, iluminada por la lámpara que me regaló Amira y
mistificada por las velas que me regaló Eduardo.
La cita fue aceptada y en poco tiempo el
Lirio John imaginado se convirtió en Lirio John enamorado. Él, que había
empezado el recorrido de su destino como caballo y lo había continuado como
cordero, por obra de la reescritura recuperó los ardores y se puso otra vez en
camino hacia sí mismo.
Lirio John, que ese domingo argentino abrió
la ventana del sótano, hizo ademán de querer cerrarla, pero el ruido del mundo
ya había entrado. Aunque todo a su alrededor siguiera estando en su sitio, él
ya no se aplastaba como un almohadón contra el respaldo sino que empezó a volar
sobre los estantes y los mundos como un pájaro amarillo. No sabía cómo acomodar
las alas a su trillada idea antropomórfica. Asumo toda la culpa. La escritura
suele imponer con demasiada autoridad sus puntos de fuga. Su nuevo rasgo de
amante surrealista con alas de canario le demandaba una afanosa tarea de
reconstrucción temporal y estrategias anfractuosas: no es fácil escabullirse
del sótano o bien traer a alguien a comer en él. Por ello, se pasaba horas
leyéndose a sí mismo. Nunca me recriminó sus horas de martirio, de deleite o de
heroísmo. Un poco dejándose escribir y otro poco escribiéndose a sí mismo, se
enredaba en las maromas de su vida amorosa. Una mañana lo encontré aplastado
como pálido glaciar contra los azulejos del baño, lucubrando culos redondos y
pezones erectos, naranjos de brotes lustrosos. Lo dejé jugar durante horas con
sus resplandecientes escupitajos nacarados. Pero luego, otra vez lo llevaba o
lo traía de un mar veteado a un sillón de cuerina, de un sí a un no, de un vaso
con agua a un vaso con ron, de una lengua a un orgasmo, de un sorbo de ron a
otra lengua. La lectura, ya se sabe, puede arruinarnos la vida. Lirio John se
leyó y el piso de su existencia se sacudió con un temblor neurasténico. Quiso
vivir. Y no sé muy bien, todavía hoy, lo que eso significa.
Entonces, empleando recursos
cinematográficos muy rudimentarios volvió a abrir la ventana y entró el ruido.
Entró también una rotura de vidrios, una telenovela familiar que supuraba una
secuela amniótica. Al abrir la ventana, la lámpara se retorció, las velas que
me regaló Eduardo se apagaron y Lirio John a dos manos se peinaba el pelo lacio
que ahora se le hacía ondulado. Yo no sé por qué abrió la ventana argentina
como si fuera abril en la campiña española. Su cabello rubio se llenaba de
versos pastoriles y comenzó a trotar por los prados como un cervatillo,
haciendo cabriolas de versos octosilábicos, y con la flauta dulce musicalizaba
severas rimas consonantes. Creo que esa fue su venganza. Me lanzó una coz y al
diablo fue a parar el taladro insaciable de mi versolibrismo. Hasta que, por
fin, en vez de andar de rodillas por el suelo del sótano, prefirió recorrerlo
como potro alado conjugando versos imposibles, “A e u o yuyuyu i e u o/
yuyuyuyu/drrrrdrrrrgrrrrgrrrr/la loca del pueblo incuba bufones para la corte
real". Dadá siempre se sale con la suya.
*Fuente: Rosario/12
*
Esta tristeza
nacida de la lluvia,
brotada de la piel
de los jazmines,
como un perfume
de suave densidad
llena la casa.
Esta tristeza
diminuta,
descansa
en mi frente
su aleteo
de pájaros cansados.
Tristezas pasajeras
que vienen con el viento
y se van.
Y dejan
perfumado
el hueco de la mano.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
BARRILETE*
Cuando niño solía remontar barriletes en mi
pueblo. Salíamos a la calle y lo hacíamos sin tanto cable en el aire que
complicasen sus vuelos.
Mi primer barrilete lo construyó mi padre.
Yo ayudaba molestándolo y alcanzándole algún que otro elemento necesario. Pero
fue importante para mi aprendizaje. Porque ¿sabías que los barriletes los
construíamos en nuestras casas? ¡Sí!. Y en primavera, época de vientos en
nuestros campos, lo hacíamos trepar el cielo.
No existían pegamentos como los de ahora.
No. Hacíamos engrudo. Un poco de harina en una taza. Harina común, sin otra
cosa que agua; revolvíamos hasta lograr una pasta blanda, no una masa para hacer
tallarines, y con eso pegábamos el papel. No mucho engrudo en el barrilete
porque si no se ponía pesado. Poco y a dejar que el engrudo se seque. Demoraba
un día el proceso.
Pero, antes de eso, elegíamos la caña. Nos
corríamos hasta las vías del ferrocarril o hasta algún patio grande donde había
cañaverales. Elegíamos la caña que queríamos y la cortábamos. Un buen machete o
cuchillo de cocina o hachita nos servía para cortarla. Teníamos que dejarla
secar y que sea derecha. Cuando la cortábamos la caña estaba verde, entonces la
colgábamos, si era necesario, con un ladrillo atado en su punta y hacia el
suelo, eso hacía que se enderezara. Poco tiempo después, limpiábamos la caña,
tomábamos las medidas, a ojo, para armar el esqueleto del barrilete y la forma que
queríamos darle: cuadrado, hexagonal, cajón, romboidal; luego cortábamos la
caña a lo largo, por el medio, para dejar media caña, y hacíamos el corte del
largo que deseábamos.
Con hilo uníamos el medio y el perímetro
que formaban las puntas de la caña. El papel tenía distintos orígenes: papel
madera, de forrar, de diario, crepé… Lo recortábamos y dejábamos los bordes
para pegar sobre el hilo, envolviéndolo a éste.
¡Y debíamos dejarlo secar! Después, el hilo, con los vientos que se
probaban en el vuelo y se ajustaban según tiraba el barrilete; ¡ah!, por
supuesto: el largo del hilo. Cada uno le daba el que quería. Normalmente
cincuenta o cien metros.
Hacer la cola del barrilete significaba
buscar trapos viejos y coloridos. Alguna media rota de mamá o restos de alguna
bolsa arpillera. Se ataban para que haga su trabajo. A veces debíamos acortarla
porque nos excedíamos en su largo y en su peso y, otras, debíamos agregarle
para que no se venga de punta al suelo.
Y ahí quedaban, ellos, los barriletes. Le
enviábamos mensajes, un papelito agujereado en su centro y a través del hilo.
El que más mensajes enviaba, ganaba. Esos barriletes aún están remontados en mi
corazón y, sinceramente, no sé cuándo gané o si alguna vez perdí el juego. Sólo
sé que están colgados del cielo de mi infancia.
*De Oscar
A. Agú. paisajedeluz@yahoo.com.ar
*
La sabiduría,
dicen,
es aprender el arte del desarraigo
para no amarnos
reflejados en los otros,
minuciosamente detenidos
como piedras nacidas en las cosas.
Lo más nimio,
entonces, puede crear una eternidad de mí:
un paralelo donde mi cuerpo quepa
en el ajustado ángulo del tiempo,
presumiblemente feliz
o desolado.
Pero,
¿qué queda de mí en los objetos?
¿qué respiré
en la helada piel de los metales
para fundarme tibia algún recuerdo?
¿qué quedará de mí,
cuando envejezca el papel
con el que envuelvo estas palabras?
Ay,
soltar es como nacer,
se está desnudo y siempre
se tiene mucho frío.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana nació en General Belgrano,
Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell. Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La
Magdalena 2014). Jardines, en
coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015) La hija del pescador (La Magdalena, 2016). Piedras
de colores (Proyecto Hybris 2018) Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)
-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.
FLORECIDO*
La había arrancado de su vida como se
arranca a un yuyo indeseable del jardín. Con la misma brutalidad en el tirón,
tratando de arrancar la raíz de cuajo. Sin sentir nada. Al otro día, justo al
otro día. Plantó en su lecho a una muchacha bella como una azalea. Ella se
marchó prontamente sin echar raíces en su vida.
No se quedó quieto. Siguió plantando
mujeres que se marchitaban antes del amanecer. Nadie pudo crecer ni florecer.
Su vida era un jardín desierto al que regaba inútilmente antes de anochecer.
Hasta que percibió esos movimientos
adentro. Esos pujos que sintió por todo su cuerpo que se ramificaban de noche a
día con la velocidad implacable de la naturaleza. Eran la luz y esa tibieza que
anuncian una primavera cercana.
El hombre se vio a la siguiente mañana en
el espejo. Comprendió lo que sucedía. No había logrado extirpar bien las
raíces.
Los brotes se abrían paso por sus poros a
punto de estallar en flor.
-Sólo pidió que sean el color de aquellos
ojos.
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar
*
¿Por qué buscamos
certezas? ¿No es mejor un mundo de incertidumbre? ¿No es mejor que haya
múltiples universos y que los domine el azar?
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
Los
invisibles*
A la hinchada del club Independiente de
Araujo la llamaban “Los Invisibles”. Eran muy pocos, a veces no superaban al
equipo de cancha con suplentes incluidos. Esa vez habían llenado la capacidad
del tren. La ocasión era jugar un amistoso con Midland, que ya no jugaba
zonales, sino que estaba afiliado a los torneos de la asociación del futbol
argentino. Midland venía de perder 5 a 2 con el club Atlético Piraña en el que ya
se destacaba el juvenil “chirola Yazalde”.
Jugar con Midland en su cancha de Libertad
era para el pequeño pueblo de Araujo un día irrepetible.
El guarda don Antonio los sorprendió con la
noticia: el tren se queda aquí en Apeadero km38.
-Acá!! en medio de la nada. -Fue un grito a
coro más fuerte que los otros.
-A pocos metros de aquí existe una estación del
futuro. Ustedes pueden bajarse ahora, caminar por ruta algunos kilómetros para
llegar a la cancha de Midland a tiempo para el partido.
-Y si nos quedamos? Dijo con tono
desafiante Domingo -el panadero del pueblo-.
-Van a la nada. O a la invisibilidad
permanente con este tren que se desvanece antes de llegar a la próxima
intermedia que no es la estación Libertad.
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar
-Siguiente estación
En el recorrido literario por el Ferrocarril Midland:
KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO
GENERAL BELGRANO. LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO. ISIDRO CASANOVA.
JUSTO VILLEGAS. JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE
MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12.
LA SALADA. INGENIERO BUDGE. VILLA FIORITO.
VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE. PUENTE ALSINA.
INTERCAMBIO MIDLAND.
**
En el recorrido literario por el Ferrocarril Provincial.
-Próxima estación:
FUNKE.
LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN
GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE. ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN
DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA
VEGA.
D. SÁEZ.
J. R. MORENO. EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL
ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS.
INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
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-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco
Coiro.
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