*Foto de Paula Novoa.
Lo que el viento me dejó*
Una brisa trae el aroma de un perfume
francés: es mi abuela.
Ella con su mirada celeste hacía de las
siestas un mundo fantástico.
Entre mantones de Manila, zarzuelas, peinetones
de carey, una niña Azul entraba por el espejo del ropero a un escenario
teatral. Esa pícara, bailaba y zapateaba el tablao con desparpajo. Su pollera
negra y roja. Zapatos de tacón. Castañuelas improvisadas. Labios toreros
carmesí tarareaban con candor, la melodía que sus abuelos tanto amaban.
Esas tardes de persianas abiertas a las
rosas rojas, a los jazmines blancos, al olor a tierra mojada para plantar algún
malvón morado, hicieron de mí un injerto, una semilla multicolor.
*De Azul.
azulaki@hotmail.com
POSTALES AZULES…
-De Nora Azul del Rosario Akimenco.
La luna
Quisiera ver esa luna
Que transita por la mar
Canciones azules lleva
En su vientre y en su espalda
La niña de ojos cálidos
Observa la luna que viaja
Por las olas del deseo
Nadando en cada pausa
Su amado está en la otra orilla
Contemplando la luna que lleva
Los sueños de su amada
Escucha las canciones
En un estuche de nácar
Con los pies hundidos
En la arena blanca
Espera la niña serena
Lleva la luna compinche
En una barcaza de cañas
Trae a su amado de otra playa
La luna se hunde
En la mar rosada
Cuando el sol entibia
A la madrugada.
Descansa la luna
En un lecho de algas
La tarde la ira maquillando
Para ascender en estelas de plata.
Querido ego
Ha llegado
el momento de separarnos, ya no tiene razón de seguir estando juntos. Me cansé
de tus reproches, celos y evaluaciones constantes sobre mi persona. Parece que
siempre me estás enjuiciando, culpando por cosas que ya pasaron o pueden llegar
a suceder.
Lo hemos
hablado muchas veces, pero vos insistís, insistís en que me olvide de saborear
un amanecer escuchando el parloteo de los pájaros, de estar tranquila
disfrutando de una música que me transporta a la plenitud del océano calmo y
flotar sobre la superficie plena, sin pensamientos o permanecer en un silencio
interior… cosa que vos no toleras.
No
es que no te quiera, pero sos tan absorbente que no me dejas vivir en el
presente sintiendo su espacio. Contemplar el vuelo de las aves o las plateadas
telarañas que, con sus hilos de plata, van hilvanado los celestes y violetas de
las hortensias respirando el aire del horizonte.
Estar
atenta con mis cinco sentidos sutiles, livianos y hamacarme en esa plataforma
del ser, a corazón abierto. Buscando la luz blanquecina y brillante del
verdadero amor.
Pero,
vos insistís, presionas que me sienta miedosa, ambiciosa y culposa. Entre el ayer o el mañana.
Tanto
es así. Que has logrado piense en lo material, hasta me he convertido en una compradora
compulsiva.
Estás
casi siempre rumiando con el pasado o con lo que puede acontecer en el futuro.
Pero
ya basta, en el presente voy a intentar vivir sin vos.
Es
probable que te extrañe o no.
Voy
a cambiar el miedo por amor.
Posdata Querido ego
Volviste
con sufrimiento, desconfianza, la ausencia de claridad. Tengo que dejar que los
pensamientos, las emociones pasen, se disuelvan y respirar en ese espacio que
llamamos propiedad vertical.
Mainés
Cosquillas en sus pies
Bailarina de sus nietos
brotan de sus labios
palabras amables sanadoras
con fueguito sagitariano vincular.
Ella creó su marca
con su estilo de nadar por los ríos
de alegría y esperanza
sobrevuela por su cordial cualidad
de mirar las ocasiones deliciosamente.
“Culo hirviendo” le decía su mamá.
Rejas
Rejas, rejas protectoras
Rejas, que separan
Trincheras, hierros verdes
En casas, edificios
¿Jaulas civilizadas?
Los niños ya no tienen
Amigos del barrio,
Bicicletas prestadas
Hay juegos solitarios,
En pantallas encandiladas-
Ay Dios mío,
Hoy vi niños con rejas
En jaulas silenciadas.
(Papis: que los niños no se queden dormidos
delante de una pantalla…)
Un día especial
Mi pie izquierdo giró derecho
Recibí un ramo de rosas amarillas
reí de mis defectos
Leonardo Di Caprio me dio un
beso de película
No leí las noticias de los diarios
Las plumas de mi sonrisa desplegaron
golondrinas de coral
Me duché con agua bendita
El olfato animal me llevó
por la tibieza de su intuición
nadé en un mar de nubes
No repasé en el qué dirán de mí
Ni cuánta plata tenía en los bolsillos
caminé por la playa sin un sostén prensado
Ni tuve en cuenta al reloj.
CAJAS
Tengo tres cajas de espejos hippidelicos
Las compre en una feria artesanal
No sabía por qué ni para qué…
Pero su resplandor de colores reflejados
Hicieron recordar a mi adolescencia
Su fachada de tantas imágenes y luces
Guardaban los secretos de mi pasado
Allí vi reflejados en tonalidades azules
El paraíso de inocentes ilusiones
Al observarlas reviví el resplandor
De mis tantas formas de sentir
Enamorada de recuerdos de mi inexperiencia
Me aferré a esas cajas de resonancia
En ellas guardé,
en la grande
Fotos de mis pre novios, amigos
Personas que dejaron rastros de buena
historia de profes, preceptores y
caminatas a la escuela en mocasines
con las medias caídas azules
y una capa del Liceo,
siempre apurada por el timbre
de la media falta!
En la cajita mediana atesoré las cartas
de amor jamás enviadas,
algunas flores secas
entre las hojas de los cuadernos
y la complicidad de fumar mis primeros
cigarrillos mentolados en los baños
a escondidas en el colegio.
En la más pequeña
encontré, todavía
el saludable
Sabor del asombro…
El portal de la luz
Ella estaba desnuda de afectos
Marchita, pero:
En un rincón de su cabeza
Comenzó a germinar esperanza
Cada día, cada tarde
de un verano bautizado
en un infierno de gritos guturales
de sombras envalentonadas
descubrió una luz de ternura
y afecto que le brindó seguridad.
Era el horario de visita restringido
Por la pandemia y la institución.
Allí en ese corto, pero espléndido
Espacio tiempo:
En el mismo lugar a la misma hora
Se preparaba para charlar con él
Que la sostenía en una nube de amor.
Detrás de una reja, a cinco metros
De distancia entre ellos se comunicaban
Con gestos, gritos, risas, y esfuerzo,
para entenderse.
Él, su cuota de sentirse viva,
De proyectar salir airosa cuando
En algún momento cuando
Le dieran el alta,
qué palabra tan significativa
que jamás se le habría
ocurrido pensar en sus años.
Como en un film de terror
El héroe traía un mensaje
De paz, alegría, de compañía.
Con su optimismo y su firmeza
La hacía viajar al futuro sin fronteras.
Así, se fue tejiendo la historia
en un pasillo de rejas y lonas verdes
De espera y riego de sentimientos
Ella, esa mujer se sentía vivaz
Alimentada de ese compañero
Alto, de profundos ojos azulados
Que la animaba, protegía
Hasta el día siguiente.
Los
Tiraflores
Cruzo de vez en cuando tiraflores
Que aún hoy me dicen algún piropo:
¿Te muestro mi
choripán?
¡Qué lomo para
saborear!
Que florcita para
deshojar
Qué buena que está la
madurita
¿Pero no ven que estoy
marchita?
O acaso los provoco
Con mi delantera danzante
Para que me manden un piropo
Por atrás y por adelante
Dios mío por si acaso ruego
Que los Miraflores no sepan
Que sus frases son fuego
Que sus calientes locuciones me inquietan
Ardiendo hasta la punta de los pelos
Medicina para el alma
Vieja maraña de maña
Pues camino más derecha y oportuna
Por si ayuda alguna aventura
A sacarme las telas de araña.
Bendiciones a los tiraflores.
*
-Nora
Azul del Rosario Akimenco. Vive en
la ciudad de La Plata.
Es Licenciada y profesora en Psicología.
Directora de Psicodrama Terapéutico y Pedagógico. -
Instructora de Hatha Yoga.
-Autora del Libro "¿Cuándo me vas a conseguir un papá y una mamá?" Editorial
Universitaria de La Plata.
Participante en "Palabras al viento" Antología y narrativa de Escritores
de La Plata y "50 años de buena
letra" Antología 2005, sociedad argentina de escritores/ La Plata.
2005.
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
LA DELICIA DE
SER YO*
Estaba en una estación de trenes, desnuda y
ansiosa por conocer distintas estaciones: Comencé a mirar los carteles curiosa:
locura, destino, mujer, hombre, padres, hijos, alegrías, amor, melancolías,
soledad, matrimonio, esclavos, creación, felicidad.
No sabía qué dirección tomar y estaba
convencida que quería viajar a todos esos lugares. Por lo cual, decidí sacar un
abono y me dirigí a la boletería, allí estaba un Sr. serio, circunspecto y de
pocas palabras, que vendió las series con discreción. Quise preguntarle cómo
empezar mi aventura, pero su indiferencia me inhibió tanto, que no me animé a
interrogarle.
Así, me dirigí al tren, bastante insegura.
Comenzó la travesía, sin pensar demasiado, me entregué al recorrido mirando por
las ventanas del enigmático convoy. Había muchos pasajeros: hombres, mujeres y
niños. También ancianos a los que les costaba mucho estar de pie, llevaban sus
años en sus maletas de cuero manchadas, pero con dignidad.
No sabía dónde bajarme y en estación locura
me quedé... Haciéndome la valiente comencé a deambular sobre la acera, inquieta
por la suerte que me podría tocar. Caminando despacio observé seres que detrás
de sus espaldas tenían alas de verdad, no podía creer lo que mis pupilas veían
y asombrada estaba a punto de gritar, no comprendía por qué en esa ciudad
estaban los locos con su capacidad de volar. Pero no podían hacerlo, sus alas
estaban atadas con una camisa de fuerza, quizás de tanto remontar. De inmediato
giré asustada, horrorizada, alguien en mi espalda puso su mano y me dio tal
susto que por poco me caigo. Se acercó un hombre joven, de piel blanca y de
ojos grises y susurró a mi oído, hija, aquí no te quedes, es macabro este
lugar. Toma el tren para otro lado no te quedes, te podés contagiar. Así, fui
corriendo a la terminal y esperé a que el transporte me dejara en otro paraje.
Nuevamente subí y me senté en un vagón insegura, pensando a dónde podía parar,
cuando se detuvo en melancolías -como siempre- entrometida, salté y me quedé.
Era un paraje de tinieblas, no tenía miedo, estaba la calle tan gris, que mis
zapatos se empezaron a humedecer, aparecí. Parecían derretirse en ese humo
pegajoso, no me gustó. Me fui casi sin respirar. No quería empaparme de ese
vaho que paralizaba mis pulmones. Nuevamente fui a buscar el ferrocarril. Tenía
boletos de sobra.
Cuando llegó, ya sabía dónde me iba a
quedar, cuando vi el letrero de “hombres” agitada me lancé a las veredas. Me
dije, esta es mi oportunidad. Que contenta estaba: había tantos para elegir:
morochos, rubios, pelados, altos, con guita, deportistas, se me hacía agua la
boca...de mi cartera saqué un espejo y delineé mis labios con sabor rojizo,
estaba sonriente y dispuesta a acercarme a un morocho de barba, muy elegante,
muy atractivo, pero al descubrir mi intención me sentí presa de una inocente
cobardía y me dije: aún no estás preparada, ándate no busques en él lo que no
encuentras en vos. Y me fui, cabizbaja hacia otra ciudad.
En la vía férrea encontré nuevamente al
vendedor de pasajes, el mismo individuo que parecía tan tranquilo, le inquirí
cual era el mejor pueblo para mí, pero no contestó mi pedido. Desanimada
emprendí mi traslado, subí al coche, expectante y comprendí que debía elegir
sola mi rumbo. El vehículo se puso en marcha y me quedé dormida, en ese sopor
que te envuelve pero que te permite estar consciente de lo que ocurre. Estaba
recorriendo mi historia en pocos segundos, pasaban los paisajes de la niñez,
como si estuviese viendo una película, veía a mi abuela con sus ojos tan
celestes que tanto amaba, mi perra collie que corría por el césped jugando a
las escondidas, mi cara era regordeta y tenía un hoyuelo en la mejilla derecha,
que la hacía re simpática. Así fui transitando mi adolescencia, repleta de
amigas y de amigos y novios que bailábamos abrazados con la música de los
Beatles o Gary Cooper y de Unión Caps, que linda manera de conocernos y empezar
a sentir el amor. La que no tenía novio estaba fuera de onda. Me despertó el guarda en el paraje Mujer.
Bajo empujada, apresurada y cuando llego al sitio encontré un montón de maniquíes
que no me gustaron. Me fui a quejar a la oficina de turismo y el mismo Sr. (El
de la boletería) me indicó con una seña, que me dirigiera a un lugar cerrado.
Cuando llego al lugar, me sorprendió la calidad del silencio. Pensaba que
habría mucho bullicio, pero me confundí. Abro la puerta de entrada y al pasar
encuentro un salón de espejos, intrigada comencé a mirar y lo único que veía
era mi cuerpo, reflejado en uno, en dos en diez y en mil retratos. Estaba de
frente, de costado, de atrás, alta, gorda, petisa. ¿Qué diablos hacía allí? Estaba
confundida, perpleja, ¿dónde estaban las mujeres? ¿Me habían estafado? Me quedé
quieta y lentamente intenté mirar las imágenes que amanecían de a mil. ¿Quién
era esa que estaba enfrente de mí? ¿Y las otras? Tenían mis colores de ojos,
mis cejas unidas, mi pelo lacio y suave como la pluma de un cisne, estaba
absorta observando mis diferentes facciones y facetas de mujer. ¿Cómo podía
hacer una sola? Miraba por sobre mis hombros y en cada pestañear encontraba una
cara nueva, como las facetas de un diamante en bruto. Emocionada miraba mis
ojos verdes, que se llovían celestes y grises y veteados de miel. Eran tan
bellos, tan intensos resplandecía tanta luz que me hizo sentir el amor. Habrá
pasado un minuto, una hora, no interesaba cuanto tiempo, había descubierto en
ese espacio la delicia de ser yo. Me convencí pellizcando mi pierna. Me fui, no
llevaba nada más que esa sensación de concebirme mía, no quería seguir andando.
Me dirigí a la calle, estaba el Sr. de los boletos, era mi analista, que sonrió
al verme vestida de mujer.
*De Azul.
azulaki@hotmail.com
-Siguiente estación
En el recorrido literario por el Ferrocarril Midland:
APEADERO KM.
38.
MARINOS DEL CRUCERO
GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.
**
En el recorrido literario por el Ferrocarril Provincial.
-Próxima estación:
FUNKE.
LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN
GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE. ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN
DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA
VEGA.
D. SÁEZ.
J. R. MORENO. EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL
ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS.
INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
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