*Obra de Noelia Ceballos @noe_ce_arte
La dificultad de ser*
Mañana dijiste ayer y
lo dirás de nuevo
hoy que es el mañana
de ayer.
Nadie lo sabe aún,
nadie lo sabrá ya.
Nadie lo supo en otras
incontables veces.
Dignamente lo
guardaste en el silencio
que sangra entre los
crepúsculos del día.
Lo que no se nombró no
fue nunca nada.
Lo que se ignora no
existe ni existirá nunca.
Sólo está el problema
del insomnio.
Mal dormir le da forma
a eso que siempre es hoy.
Ese ahora posible
siempre demorado.
Ansiedad,
desesperación casi llanto.
La irritación de
encontrar la voluntad
de ese primer paso que
no inicia nada.
La pesadilla es
despertar a este mañana de ayer.
A este hoy que es el
ayer vacío de mañana.
Al recuerdo de las
formas nítidas del insomnio.
A la claridad
insoportable del silencio.
A estas imperfectas
formas ajenas
que te impone el
silencio.
*De Horacio
Martín Rodio. horaciorodio@hotmail.com
-Recién editado: El libro de Hopper.
Montréal.
Pierre Turcotte Editor
https://es.pierreturcotte.com/product-page/mart%C3%ADn-rodio-el-libro-de-hopper
Desde temprano busco tu rostro en mi memoria. Viniste en un sueño vestido de formas y matices. Estuviste paseándote con otra gente, vestido del hombre más deseado y de la mujer más dulce. Te veías desnudo, andando con desparpajo. Yo, incrédula. Cuando te veía de espaldas me preguntaba por tu cara, y en eso sigo. Hoy caminé tres cuadras intentando recorrer tus gestos, dibujar tus dientes, besar tu sonrisa y esas cuadras fueron eternas. Es tanta la profundidad del pensamiento que la mañana en esas calles fue solo un andarivel sin cualidad propia. Seguía cruzando la calle y todavía no había conseguido escuchar las palabras que me decías cuando pude, por fin, ver tu cara. Pero todavía se me escapa. Cuando me fijo en tu boca se escabullen tus pómulos y tus ojos me llevan a otro sueño; será por su color, por su forma. No, es la expresión entre soñadora y doliente la que me enamora. Sigo sin entender lo que decís. Y suena el despertador, pero cierro los ojos y te pido que continúes hablando. Hay algo de oscuridad que se cuela en tu piel. Seguís hablando. Hay unas manchas que amenazan tu existencia, que ahuecan tu cara. Te miro, no sé quién sos, tengo partes tuyas en mi retina. Sé que no existís pero te busco. Sos anónimo, imposible, y te amo. Intento entender de qué se trata esta falta de felicidad, pero te vas, de otra mano, a un mundo sin sueño, a la línea de tristeza donde la alegría se destiñe. Yo puse eso en tus ojos, aunque mi corazón late como si te tuviera acá conmigo.
*De Lorena
Suez. suezlorena@gmail.com
-Mentoría de procesos creativos
-Taller de escritura y emociones
-Lic. en Ciencias de la Comunicación /
Psicóloga Social
“TIERRA DE PENUMBRAS” *
Vestidos de penumbras
regresan los espejos.
Van, vienen. Punzan.
Se alejan. Huyen.
-La vida hay que
vivirla. Bien o mal. Como salga-
Bastaría el hueco de
tu mano para no llorar silencios.
Y ese mapa cansado en
tus amadas sienes…
¡Si volvieras a
sostener mi fiebre con tu frente!
Besar tu pulso.
Quiero. Latiendo. Quiero.
Había allí una niña…
¿recuerdas?
Tus manos de
golondrina levemente tibias.
Todo lo que tengo cabe
en este vaso.
Y tu voz…ah, tu voz
que oír no puedo.
Agudizo la noche y
escucho los hijos derramados.
Y sin embargo. Volvés.
Obstinado. Tenaz.
Sin piedad por
nuestras bestias. Tan amadas.
El viento solo me trae
su rumor salado.
Vestidos de penumbras
regresan los espejos. Ay.
*De Amelia
Arellano.
Perder
la corteza...*
Pienso en el proceso de descascarse, de ir
al centro de uno mismo. Anoche me emocionó leer un escrito que cuenta la
valentía de un hombre que se descascaró, hasta morir en la calle cuando por fin
llegó al olvido de sí mismo. "Matarse es difícil" le había dicho a
modo de confesión a un amigo. Lo imaginé mirando durante horas ese río de
Buenos Aires y pensé que lo más terrible puede pasar debajo del sol, ante la
mirada de todos. La tristeza más profunda nos pasa inadvertida. Nuestra naturaleza condicionada después de
haber sido culturalizados, sólo responde a los hechos: Si no pasa, no existe y
si no lo veo, no creo. Así desescuchamos los sueños y nos llenamos de silencios
que gritan. Este hombre, que no debe nombrarse, porque no le gustaría, tuvo el
valor de no matarse, de seguir hasta el final del camino, asumiendo que la
culpa de todo la tenía su extremada sensibilidad. Dejó una vida impregnada de
energías, armando atrapasueños por donde él llega trasmutado. La muerte, ese
final material que cargamos como la carcasa de un caracol, guarda secretos en
su epidermis y cuando sus poros se evaporan, emana como aroma de flor de campo,
la tibieza de las pieles de aquellos que amó.
El amor vuelve siempre para aquellos que
pueden abrazar sus errores y sus debilidades. En algún momento podrán leer sus
líneas en las caligrafías de los troncos, cuando la dureza caiga dando paso a
lo genuino.
Un rito de tiza desanudando los pasos
extraviados, siguiendo las huellas que las nubes dejan dibujadas en el cielo.
El lenguaje de los árboles trascendiendo su follaje.
*De Adriana
Briff.
-Adriana
Briff es educadora en el Distrito de San Carlos, California.
Tiene una licenciatura en Comunicación
Social de la Facultad de Ciencias
Políticas, de la Universidad Nacional de
Rosario.
Madre de Dante, un joven autista de 24
años, Adriana disfruta en
escribir crónicas diarias, que ella ha
titulado “Fotos con palabras”.
Ha publicado en las revistas Urbanave,
Revista Rea, Brando, del Diario
Nación y Página 12 Rosario en Argentina,
También escribe para Hispanic
L.A. en Estados Unidos. También participó
en “Don’t cry for me,
América: antología de escritores argentinos
en Estados Unidos”, libro
editado por Fernando Olszanski y Hernán
Vera Álvarez. Sus textos
también pueden verse en sus redes sociales.
- https://adribriff.com/
WANTED *
Busco un amor espontáneo,
uno de esos
con las manos atadas.
Estoy dispuesto a asaltar
cualquier camión
que lo transporte
de un corazón a otro
en medio de la madrugada,
cuando sintiéndome
acosado, coloco el revólver
sobre mis sienes
buscando negarle un tiro
a la nostalgia.
*De
Daniel Montoly.
MUERTE
POR ENTREGAS*
La primera vez fue como si no fuese por propia decisión. Su vida se le había hecho intolerable, y tuvo que escapar de ella. Durante muchos años había rehuido el momento de quebrar lo sólido cotidiano. Un día más, otra semana. Aguantar. Años de sorda furia y despojos de conciencia desgarrados en jirones sobre los cables de la luz. Vivía descontento con su mundo, hastiado de todos y de sí mismo. No pudo soportarlo. Para obligarse a morir es que escribió las cartas. Los sobres ya con nombres y domicilios quedaron en el cajón derecho del escritorio, bajo llave, como el cáncer que roe desde la profundidad, y no se nota pero socava y desgasta. Sin haber escogido el momento, como ocurren los eventos, esas cosas que suceden así sin más, que suceden, así como la tormenta que gira en círculos y de pronto se atreve a desatarse, así, una tarde cualquiera pasó por el correo y envió por ventanilla una por una las píldoras de su suicidio. Eran cartas ofensivas, hirientes, mezcla de verdades crudas y mentiras viles. Para su mujer, para sus familiares, para su jefe, para su mejor amigo, para el vecino. Cada una ejemplar en su bajeza, en su falta de escrúpulos, en las intolerables e imperdonables injurias. Sólo de esta forma, causando su propia exposición pudo abandonarlo todo, sin la posibilidad de un retorno a lo que hasta entonces era su universo opresivo y cóncavo. Se había asegurado de que no podría ser perdonado, y de que aún la súplica sería vana para restituir lo destrozado irreparablemente. Quedó en el vacío y los primeros meses fueron casi imposibles. Cambió de ciudad y tuvo que conseguir un trabajo. Se inventó una historia para ofrecer a los nuevos vecinos, nuevos compañeros. Se reinventó. Y se liberó. A veces pensaba en su mujer o sus padres, pero como si ese pasado le perteneciese a otro o como si se tratase de un film con personajes extraños, casi desleídos en la memoria. Fue haciendo relaciones, tejiendo redes, y estuvo solo hasta que encontró una mujer con la que, después de un tiempo, compartió casa y rutina. Se habituó a la nueva existencia. No fue hasta varios años después que se halló escribiendo las cartas. Era razonablemente feliz por esos días; se dijo que era una locura, pero las guardó en vez de tirarlas. Estaban como la sevillana en la mesa de luz, aguardando alguna señal imprecisa. Y, un día cualquiera, las depositó en el buzón como un sonámbulo. La segunda vez no fue la última. Una vez más y otra vez. Ya no pudo detenerse. Inventó cada vez nuevas historias; acumuló muertes, escapes, ciudades y heridas atroces a quienes lo apreciaron. Cada suicidio escrito en letra inglesa, prolija, con birome azul. Y cada suicidio ocurriendo sin aviso, con las cartas esperando esa tarde o esa mañana fatal en la que, en vez de usar el revólver o tirarse desde el décimo piso, ponía los sobres en su bolsillo y cerraba la puerta por última vez. Yo lo conocí aquí en el geriátrico. Mira de soslayo y ya está bastante perdido. Cada tanto me pone en el bolsillo del delantal un papel arrugado con garabatos incomprensibles. Hace quince años que trabajo aquí y nunca nadie lo vino a visitar.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
*
Esto
que pasa entre los dos,
el río
que se lo lleva todo,
sueños,
hijos,
la sombra de aquel sauce donde amabas
mirarme dormir.
Esto que pasa
y nos empuja lejos
como hojitas desprendidas de algún árbol,
es la vida
¿sabés?
Mirá como suceden
las estaciones en nuestros cuerpos,
el invierno que llega
despacio
a nuestro pelo
y anida en nuestras manos.
Tengo frío, en la noche,
cuando estiro mi brazo
y no te encuentro
pero estás
y soy
tan afortunada.
Es la vida
este río
y vos y yo
no estamos muertos.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana
nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en
City Bell.
-Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014).
Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)
La hija del pescador (La Magdalena, 2016).
Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018).
El orden del agua, GPU Ediciones (2019).
MADURA, Editorial Sudestada (2021)-
-Quiero
sacar la cabeza por la ventanilla de tu coche.
Halley ediciones (2022)
-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria
DE LA
LUNA Y OTROS INSOMNIOS*
*Por Miriam
Cairo.
SUEÑOS TRANSPARENTES
Cuando la luna se acuesta junto a mí, yo me
convierto en la noche de la luna, en la noche de todos los astros, y si la
noche tiene ganas de librarse de sí, dejo que se mire en el espejo de la luna
sin pensar que pueda estar tramando algo contra la noche misma. Yo también dejo
de ser yo cuando empiezo a ser la luna.
SIGILOS
Mujeres desnudas del color de la luna se
esfuman en las cavernas del viento. Fulminadas de estrellas escuchan el redoble
del corazón que las convoca. Corren ardorosas y festivas al sitial donde
sobreviven los pobres deseos de un fantasma. Venidas de otros territorios, de
otros sueños, traen su cuerpo sin armaduras, traen su intemperie de pájaro luz
y de pez sombra. El fantasma que sólo tiene un cuerpo a medio morir, se agarra
con las dos manos de la larga cola del relámpago que alumbra los albergues. Lo
que la luz trae hasta la superficie es una victoria de mujeres empapadas de
milagros.
LOS RIZOS RECURSIVOS
Hondo giran los peces de sombra,
encadenados a su destino de agua, heridos de luna. Pero el mundo no es sólo
eso. También están los hombres encadenados a su destino, desolados en su
soledad, y esto, no por común deja de ser sorprendente.
DESAFIOS
La que duerme sobre el lomo de los libros,
tiene una enorme sospecha que le impide cruzarse de brazos. Espesa de lluviosos
sueños, piensa que una disminución continua no implica necesariamente la
desaparición. Pero tampoco es una de esas individuas esclavas de sus palabras.
Todo lo contrario: las palabras siempre la transforman. El blanco invisible
puede ser visto con los ojos de no ver cosas visibles. La que duerme sobre el
lomo de los libros, casi jamás cae de memoria en los versos ni en los abismos.
DESOLADOS EN SU
SOLEDAD
Sólo la luna sabe que cada atardecer, el
sol lleva su oro, como ofrenda, para la noche.
UNA HISTORIA DE PÁJARO
La mano sobre la línea dijo: yo te
dirigiré. Vos no tendrás más que seguir mis consejos. No será difícil, te
bastará con dejarte llevar, dijo y cerró la puerta de la jaula. Uy, exclamó el
pájaro, estoy sofocado, pero protegido. No lo suficiente, amor mío, dijo la
mano sobre la línea. Todavía falta un poquito más, día tras día estarás un
poquito más sofocado. Y al principio, el movimiento de los dedos de la mano era
lúbrico. Cucú, cucú le cantaba la mano, melodiosamente y el pájaro repetía la
sonata. Luego, el movimiento de la mano se hizo frío y maquinal. El pájaro
estaba aturdido. Pero un día el pájaro se libró de la jaula violenta. Ya no
está allí, dijo la mano severa. ¿Dónde, entonces? ¿En las tabernas? ¡Borracho! ¡Y
se dice un hombre casado! Fuera de la jaula el pájaro se levantó, soltó su
canto y se marchó. Debió estar muy oscuro. No veía nada el pájaro. Acostumbrado
a ser llevado por la mano o a estamparse contra los barrotes, caminaba a los
tumbos, volaba como astronauta, pero brillaba en un resplandor. Era el recién
nacido en la noche de su esperanza.
SUEÑO ALBO
La que duerme sobre el lomo de los libros,
lleva a caminar los dedos sobre el tajamar de sus salobres labios. La larga
noche de un minuto se juramenta. Toda la ávida carne de una anémona es este
barco a la deriva. Piernas largas, piernas largas dispersas en los senderos sin
pasos. Y el ave de la memoria aletea saciada, con el pico lleno de espuma
blanca. El pecado tiene forma de mujer y vuelo de pájaro.
TINTE DESVELADO
La noche es un espejo solitario donde una
lágrima se enfría en la cáscara del rostro como si fuera la última vez.
TOCAR LA LUNA
Para qué le voy a mentir. Yo suelo tocar
con bastante frecuencia la luna. A veces en compañía, a veces, en la más absoluta
soledad. Tendida como un velo, los insectos brillantes de la noche se me
aferran a los muslos, se aprietan al hueso de mi pecho y puedo partirme en dos
tiempos y lugares. Qué más le puedo decir, ya que estoy en extremo confidente.
Con sus peces redondos y sus piedras danzantes, la luna siempre se deja
alcanzar por mi mano, sea en compañía, sea en soledad. La luna y mi mano son
una unidad de músculo y misterio que nunca podrían existir por separado. Qué se
le va a hacer. Una es una con sus con sus crestas y sus abismos. Negar la
realidad sería tan absurdo como nunca negarla.
RON RUBI
La luna saca la cabeza del casco y salta,
ebria de esquina a esquina. A latigazos es llevada por la noche a la paz y la
armonía. La luna se abraza al viento y cruza las piernas en el aire, como esas
mujeres insaciables.
*Fuente: CONTRATAPA ROSARIO 12 - ABRIL 2010
Pinochos*
Sin previo aviso, con una estrategia de
marketing perfectamente programada el lunes 28 de octubre empezaron a aparecer
Pinochos en las principales tiendas de juguetes de todo el mundo. Eran unas
réplicas perfectas del famoso muñeco de madera y su aparición en el mercado fue
impactante e inesperada.
El éxito fue demoledor y en menos de tres
días se agotaron las existencias. La operación se repitió al cabo de dos
semanas con idénticos resultados y fue entonces cuando el Registro de Patentes
y Marcas intentó retirar del mercado los muñecos aduciendo que eran réplicas de
baja calidad. Pero, una vez verificada la manufactura del juguete tuvieron que
volver a ponerlo en el mercado incapaces de poder diferenciar las copias del
original. ¡Todos eran originales!
Iniciaron una investigación para averiguar
la procedencia, y aunque pudieron identificar la fábrica en el sur de Taiwán,
fueron incapaces de descubrir la procedencia de la materia prima, parte
esencial en la fabricación de Pinocho.
No fue hasta que recabaron los servicios
del célebre botánico S. Plumkier que hallaron la pista. La madera procedía del
Sahara. De los inmensos bosques del Sahara. Trasladados allí pudieron constatar
que cada uno de los árboles del bosque había sido plantado por el padre de
Pinocho, y todos tenían su Copyright grabado en la tercera rama de la izquierda
con la inscripción "Gepetto"®.
No pudieron detener la producción que fue
incrementándose de tal manera que acabó con los bosques convirtiendo aquella
zona verde, de naturaleza exuberante, en el desierto que es en la actualidad.
*De Joan
Mateu.
Lo
heroico*
Le dejo a
su sobrino sus cuadernos de notas por legado.
Le
llegaron embalados en una caja y atados con hilo de yute.
Son cuadernos
comunes de hojas rayadas y espiral que vienen con su
título en
la tapa. El hombre elige abrir el que dice “Amor”.
Son frases
sueltas. Según parece muchas eran propias, del propio saber
del tío
gestado en años de andar por la vida. Otras escuchadas.
A veces
frases subrayadas con resaltador en un recorte de diario.
Todo
prolijamente anotado con su letra cursiva grande y clara,
que le
elogiaban tanto en su empleo de revisor de cuentas.
El hombre
va al final del cuaderno. Esa es la última frase.
Tiene una
aclaración:
“Me dicen
en el bar que lo dijo la Rosa Montero en un reportaje.
No es
textual, la escribo con mi memoria no tan buena…"
Lo verdaderamente heroico es querer al otro tal cual es.
"Tal
cual el otro es" -Escribe para dar énfasis a la frase.
Luego
sigue una reflexión:
“Cada vez
seremos más los viejos solitarios. Hasta que lleguemos a
estar
sentados en el geriátrico mirando un Potus. Con suerte habrá una
ventana
para ver el movimiento de la calle. Y en una mañana
cualquiera,
una viejita se sentará al lado nuestro. Nos tomara la mano.
Y será
tarde para casi todo, menos para sonreír”
*De Eduardo
Francisco Coiro.
*
Sólo me importan el
espesor y la extrañeza del mundo. Espesor y extrañeza que aparecen disimulados
en cualquier parte: en el vidrio de la ventana, en la almohada, en la heladera,
en las macetas del patio. Basta mirarlos fijamente y ya no pueden dejar de
verse.
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
Estación
Funke *
Me dijo el Coiro que en la estación de tren hay un observatorio
astronómico, y me invitó a ir a verlo. Yo viajo desde Santa Fe, él desde
Témperley, y se supone que nuestros caminos coincidirán al final de dos líneas
de puntos, en un circulito negro en el mapa, convenientemente marcado con la
figura esquemática de un telescopio apuntando al ancho espacio.
Como en todas las aventuras Coirísticas, se advierte desde el vamos una
cierta confusión, a pesar de larguísimos textos por WhatsApp que,
sorprendentemente, siguen aportando más oscuridades e imprecisiones que datos.
El trayecto desde Santa Fe es arduo, es complicado, está plagado de
esquinas y torceduras aquejadas de sinuosidad. Los árboles y las alambradas,
las vacas, las casitas de destino solitario, los caranchos perseguidos por
pajaritos que intentan salvar sus crías. El barro y las lagunitas ahora que de
pronto los cielos se prodigan en lluvia. La pesadez de los ojos cansados, el
deslumbramiento lúcido por la noche mal dormida. La irrealidad de todo intento
de cambio, eso de que una sigue siendo exactamente la misma pese a los
kilómetros que se van alejando detrás de los colectivos. Esa molestia en el
dedo donde me clavé ayer una espinita.
Llevo horas de rodar sobre pavimentos grises, horas de espera en
transbordos desteñidos, pero la pequeña herida que me hizo el tallo erizado de
espinas sigue haciéndose notar. Qué extraño que la planta asustada siga en un
patio ya tan en otra provincia, y la herida siga reclamando continuidad témporo
espacial aquí en la yema de mi dedo. Esas perplejidades de quien se desdibuja
en el reflejo de ventanillas sucias.
No fue ni cómodo ni rápido el trayecto, pero estoy ahora aquí en Funke,
mirando alrededor para encontrar la figura desgarbada del Coiro, las zapatillas
apuntando una para cada lado, con ese aire de quien no pertenece al país ni al
siglo, más extranjero que aquel que bajaba en la pampa de una carreta, todavía
con el bamboleo del barco que lo trajo de las Europas meciéndole los huesos.
Pero claro, el Coiro no está, la estación está abandonada, nadie sabe ni
una palabra de un observatorio astronómico.
Camino por las vías llenas de yuyos, me siento en una parecita de
ladrillos. Percibo la humedad a través de la tela, y el olor agreste de los
yuyos. Hay verbenas como sangre salpicada, y todo es claro y preciso. Puedo ver
el paisaje como un cuadro hiperrealista, absurdo en la profusión innecesaria de
detalles. El cielo es tan azul que duele mirarlo.
Y aquí estoy, atrapada en un universo tan real que cada ínfima hoja de
cada innumerable árbol proyecta su sombra diminuta sobre el suelo. Las cortezas
de los álamos son complicadas, los dibujos no se repiten, y cada ladrillo de
las construcciones posee su brillo particular, sus marcas y sus virajes al
marrón o al naranja que los hacen individuales y únicos.
Supongo que el Coiro hizo su esfuerzo y también ha venido a la estación
Funke, pero él está en su propio lado del cristal. El Coiro arribó a Funke en
un tren que ya no existe, y su estación de trenes se resuelve en un cuadro
impresionista, difuso, con nubes apocalípticas en cielos violetas donde los
azules se encuentran con la furia de los morados. Debe de estar él también
esperándome, mientras un hombre de cara imprecisa lo hace pasar al
observatorio, recién inaugurado, pero ya obsoleto. No puedo verlo, pero adivino
su mano girando la manivela de un telescopio del siglo diecinueve, bello e
inútil, brillante de cobre y bronce.
Me resigno a volver a mi casa, y mientras
es de noche en los campos que saltan por fuera del colectivo, sé que los ojos
del Coiro están absortos en el cielo estrellado de Van Gogh, aturdido en el
giro desaforado de las estrellas.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
-Continuidad literaria
por el Ferrocarril Provincial.
-Próxima estación:
ESTACIÓN FUNKE.
LOS EUCALIPTOS.
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.
GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ. J. R.
MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS.
INGENIERO
VILLANUEVA. ARANA. GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
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