lunes, abril 17, 2023

EDICIÓN ABRIL 2023

 


*Obra de Noelia Ceballos @noe_ce_arte

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La dificultad de ser*

 

 

Mañana dijiste ayer y lo dirás de nuevo

hoy que es el mañana de ayer.

Nadie lo sabe aún, nadie lo sabrá ya.

Nadie lo supo en otras incontables veces.

Dignamente lo guardaste en el silencio

que sangra entre los crepúsculos del día.

Lo que no se nombró no fue nunca nada.

Lo que se ignora no existe ni existirá nunca.

Sólo está el problema del insomnio.

Mal dormir le da forma a eso que siempre es hoy.

Ese ahora posible siempre demorado.

Ansiedad, desesperación casi llanto.

La irritación de encontrar la voluntad

de ese primer paso que no inicia nada.

La pesadilla es despertar a este mañana de ayer.

A este hoy que es el ayer vacío de mañana.

Al recuerdo de las formas nítidas del insomnio.

A la claridad insoportable del silencio.

A estas imperfectas formas ajenas

que te impone el silencio.

 

 

*De Horacio Martín Rodio. horaciorodio@hotmail.com

-Recién editado: El libro de Hopper.

 Montréal. Pierre Turcotte Editor

https://es.pierreturcotte.com/product-page/mart%C3%ADn-rodio-el-libro-de-hopper

 

 






 

 

 Yo puse eso en tus ojos. *

 

Desde temprano busco tu rostro en mi memoria. Viniste en un sueño vestido de formas y matices. Estuviste paseándote con otra gente, vestido del hombre más deseado y de la mujer más dulce. Te veías desnudo, andando con desparpajo. Yo, incrédula. Cuando te veía de espaldas me preguntaba por tu cara, y en eso sigo. Hoy caminé tres cuadras intentando recorrer tus gestos, dibujar tus dientes, besar tu sonrisa y esas cuadras fueron eternas. Es tanta la profundidad del pensamiento que la mañana en esas calles fue solo un andarivel sin cualidad propia. Seguía cruzando la calle y todavía no había conseguido escuchar las palabras que me decías cuando pude, por fin, ver tu cara. Pero todavía se me escapa. Cuando me fijo en tu boca se escabullen tus pómulos y tus ojos me llevan a otro sueño; será por su color, por su forma. No, es la expresión entre soñadora y doliente la que me enamora. Sigo sin entender lo que decís. Y suena el despertador, pero cierro los ojos y te pido que continúes hablando. Hay algo de oscuridad que se cuela en tu piel. Seguís hablando. Hay unas manchas que amenazan tu existencia, que ahuecan tu cara. Te miro, no sé quién sos, tengo partes tuyas en mi retina. Sé que no existís pero te busco. Sos anónimo, imposible, y te amo. Intento entender de qué se trata esta falta de felicidad, pero te vas, de otra mano, a un mundo sin sueño, a la línea de tristeza donde la alegría se destiñe. Yo puse eso en tus ojos, aunque mi corazón late como si te tuviera acá conmigo.

 

*De Lorena Suez. suezlorena@gmail.com

-Mentoría de procesos creativos

-Taller de escritura y emociones

 

-Lic. en Ciencias de la Comunicación / Psicóloga Social

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“TIERRA DE PENUMBRAS” *

 

Vestidos de penumbras regresan los espejos.

Van, vienen. Punzan. Se alejan. Huyen.

-La vida hay que vivirla. Bien o mal. Como salga-

Bastaría el hueco de tu mano para no llorar silencios.

Y ese mapa cansado en tus amadas sienes…

¡Si volvieras a sostener mi fiebre con tu frente!

Besar tu pulso. Quiero. Latiendo. Quiero.

Había allí una niña… ¿recuerdas?

Tus manos de golondrina levemente tibias.

Todo lo que tengo cabe en este vaso.

Y tu voz…ah, tu voz que oír no puedo.

Agudizo la noche y escucho los hijos derramados.

Y sin embargo. Volvés. Obstinado. Tenaz.

Sin piedad por nuestras bestias. Tan amadas.

El viento solo me trae su rumor salado.

Vestidos de penumbras regresan los espejos. Ay.

 

 

*De Amelia Arellano.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Perder la corteza...*

 

 

Pienso en el proceso de descascarse, de ir al centro de uno mismo. Anoche me emocionó leer un escrito que cuenta la valentía de un hombre que se descascaró, hasta morir en la calle cuando por fin llegó al olvido de sí mismo. "Matarse es difícil" le había dicho a modo de confesión a un amigo. Lo imaginé mirando durante horas ese río de Buenos Aires y pensé que lo más terrible puede pasar debajo del sol, ante la mirada de todos. La tristeza más profunda nos pasa inadvertida.  Nuestra naturaleza condicionada después de haber sido culturalizados, sólo responde a los hechos: Si no pasa, no existe y si no lo veo, no creo. Así desescuchamos los sueños y nos llenamos de silencios que gritan. Este hombre, que no debe nombrarse, porque no le gustaría, tuvo el valor de no matarse, de seguir hasta el final del camino, asumiendo que la culpa de todo la tenía su extremada sensibilidad. Dejó una vida impregnada de energías, armando atrapasueños por donde él llega trasmutado. La muerte, ese final material que cargamos como la carcasa de un caracol, guarda secretos en su epidermis y cuando sus poros se evaporan, emana como aroma de flor de campo, la tibieza de las pieles de aquellos que amó.

El amor vuelve siempre para aquellos que pueden abrazar sus errores y sus debilidades. En algún momento podrán leer sus líneas en las caligrafías de los troncos, cuando la dureza caiga dando paso a lo genuino.

Un rito de tiza desanudando los pasos extraviados, siguiendo las huellas que las nubes dejan dibujadas en el cielo. El lenguaje de los árboles trascendiendo su follaje.

 

*De Adriana Briff.

 

 

-Adriana Briff es educadora en el Distrito de San Carlos, California.

Tiene una licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias

Políticas, de la Universidad Nacional de Rosario.

Madre de Dante, un joven autista de 24 años, Adriana disfruta en

escribir crónicas diarias, que ella ha titulado “Fotos con palabras”.

Ha publicado en las revistas Urbanave, Revista Rea, Brando, del Diario

Nación y Página 12 Rosario en Argentina, También escribe para Hispanic

L.A. en Estados Unidos. También participó en “Don’t cry for me,

América: antología de escritores argentinos en Estados Unidos”, libro

editado por Fernando Olszanski y Hernán Vera Álvarez. Sus textos

también pueden verse en sus redes sociales.

- https://adribriff.com/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

WANTED *

 

Busco un amor espontáneo,

uno de esos

con las manos atadas.

Estoy dispuesto a asaltar

cualquier camión

que lo transporte

de un corazón a otro

en medio de la madrugada,

cuando sintiéndome

acosado, coloco el revólver

sobre mis sienes

buscando negarle un tiro

a la nostalgia.

 

  *De Daniel Montoly.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MUERTE POR ENTREGAS*

 

 

La primera vez fue como si no fuese por propia decisión. Su vida se le había hecho intolerable, y tuvo que escapar de ella. Durante muchos años había rehuido el momento de quebrar lo sólido cotidiano. Un día más, otra semana. Aguantar. Años de sorda furia y despojos de conciencia desgarrados en jirones sobre los cables de la luz. Vivía descontento con su mundo, hastiado de todos y de sí mismo. No pudo soportarlo. Para obligarse a morir es que escribió las cartas. Los sobres ya con nombres y domicilios quedaron en el cajón derecho del escritorio, bajo llave, como el cáncer que roe desde la profundidad, y no se nota pero socava y desgasta. Sin haber escogido el momento, como ocurren los eventos, esas cosas que suceden así sin más, que suceden, así como la tormenta que gira en círculos y de pronto se atreve a desatarse, así, una tarde cualquiera pasó por el correo y envió por ventanilla una por una las píldoras de su suicidio. Eran cartas ofensivas, hirientes, mezcla de verdades crudas y mentiras viles. Para su mujer, para sus familiares, para su jefe, para su mejor amigo, para el vecino. Cada una ejemplar en su bajeza, en su falta de escrúpulos, en las intolerables e imperdonables injurias. Sólo de esta forma, causando su propia exposición pudo abandonarlo todo, sin la posibilidad de un retorno a lo que hasta entonces era su universo opresivo y cóncavo. Se había asegurado de que no podría ser perdonado, y de que aún la súplica sería vana para restituir lo destrozado irreparablemente. Quedó en el vacío y los primeros meses fueron casi imposibles. Cambió de ciudad y tuvo que conseguir un trabajo. Se inventó una historia para ofrecer a los nuevos vecinos, nuevos compañeros. Se reinventó. Y se liberó. A veces pensaba en su mujer o sus padres, pero como si ese pasado le perteneciese a otro o como si se tratase de un film con personajes extraños, casi desleídos en la memoria. Fue haciendo relaciones, tejiendo redes, y estuvo solo hasta que encontró una mujer con la que, después de un tiempo, compartió casa y rutina. Se habituó a la nueva existencia. No fue hasta varios años después que se halló escribiendo las cartas. Era razonablemente feliz por esos días; se dijo que era una locura, pero las guardó en vez de tirarlas. Estaban como la sevillana en la mesa de luz, aguardando alguna señal imprecisa. Y, un día cualquiera, las depositó en el buzón como un sonámbulo. La segunda vez no fue la última. Una vez más y otra vez. Ya no pudo detenerse. Inventó cada vez nuevas historias; acumuló muertes, escapes, ciudades y heridas atroces a quienes lo apreciaron. Cada suicidio escrito en letra inglesa, prolija, con birome azul. Y cada suicidio ocurriendo sin aviso, con las cartas esperando esa tarde o esa mañana fatal en la que, en vez de usar el revólver o tirarse desde el décimo piso, ponía los sobres en su bolsillo y cerraba la puerta por última vez. Yo lo conocí aquí en el geriátrico. Mira de soslayo y ya está bastante perdido. Cada tanto me pone en el bolsillo del delantal un papel arrugado con garabatos incomprensibles. Hace quince años que trabajo aquí y nunca nadie lo vino a visitar.

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

 

Esto

que pasa entre los dos,

el río

que se lo lleva todo,

sueños,

hijos,

la sombra de aquel sauce donde amabas

mirarme dormir.

Esto que pasa

y nos empuja lejos

como hojitas desprendidas de algún árbol,

es la vida

¿sabés?

Mirá como suceden

las estaciones en nuestros cuerpos,

el invierno que llega

despacio

a nuestro pelo

y anida en nuestras manos.

Tengo frío, en la noche,

cuando estiro mi brazo

y no te encuentro

pero estás

y soy

tan afortunada.

Es la vida

este río

y vos y yo

no estamos muertos.

 

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

 

- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.

-Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014).

Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)

La hija del pescador (La Magdalena, 2016).

Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018).

El orden del agua, GPU Ediciones (2019).

MADURA, Editorial Sudestada (2021)-

-Quiero sacar la cabeza por la ventanilla de tu coche.

Halley ediciones (2022)

-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DE LA LUNA Y OTROS INSOMNIOS*

 

 

*Por Miriam Cairo.

 

 

SUEÑOS TRANSPARENTES

 

Cuando la luna se acuesta junto a mí, yo me convierto en la noche de la luna, en la noche de todos los astros, y si la noche tiene ganas de librarse de sí, dejo que se mire en el espejo de la luna sin pensar que pueda estar tramando algo contra la noche misma. Yo también dejo de ser yo cuando empiezo a ser la luna.

 

 

SIGILOS

 

Mujeres desnudas del color de la luna se esfuman en las cavernas del viento. Fulminadas de estrellas escuchan el redoble del corazón que las convoca. Corren ardorosas y festivas al sitial donde sobreviven los pobres deseos de un fantasma. Venidas de otros territorios, de otros sueños, traen su cuerpo sin armaduras, traen su intemperie de pájaro luz y de pez sombra. El fantasma que sólo tiene un cuerpo a medio morir, se agarra con las dos manos de la larga cola del relámpago que alumbra los albergues. Lo que la luz trae hasta la superficie es una victoria de mujeres empapadas de milagros.

 

 

LOS RIZOS RECURSIVOS

 

Hondo giran los peces de sombra, encadenados a su destino de agua, heridos de luna. Pero el mundo no es sólo eso. También están los hombres encadenados a su destino, desolados en su soledad, y esto, no por común deja de ser sorprendente.

 

 

DESAFIOS

 

La que duerme sobre el lomo de los libros, tiene una enorme sospecha que le impide cruzarse de brazos. Espesa de lluviosos sueños, piensa que una disminución continua no implica necesariamente la desaparición. Pero tampoco es una de esas individuas esclavas de sus palabras. Todo lo contrario: las palabras siempre la transforman. El blanco invisible puede ser visto con los ojos de no ver cosas visibles. La que duerme sobre el lomo de los libros, casi jamás cae de memoria en los versos ni en los abismos.

 

 

DESOLADOS EN SU SOLEDAD

 

Sólo la luna sabe que cada atardecer, el sol lleva su oro, como ofrenda, para la noche.

 

 

 

UNA HISTORIA DE PÁJARO

 

La mano sobre la línea dijo: yo te dirigiré. Vos no tendrás más que seguir mis consejos. No será difícil, te bastará con dejarte llevar, dijo y cerró la puerta de la jaula. Uy, exclamó el pájaro, estoy sofocado, pero protegido. No lo suficiente, amor mío, dijo la mano sobre la línea. Todavía falta un poquito más, día tras día estarás un poquito más sofocado. Y al principio, el movimiento de los dedos de la mano era lúbrico. Cucú, cucú le cantaba la mano, melodiosamente y el pájaro repetía la sonata. Luego, el movimiento de la mano se hizo frío y maquinal. El pájaro estaba aturdido. Pero un día el pájaro se libró de la jaula violenta. Ya no está allí, dijo la mano severa. ¿Dónde, entonces? ¿En las tabernas? ¡Borracho! ¡Y se dice un hombre casado! Fuera de la jaula el pájaro se levantó, soltó su canto y se marchó. Debió estar muy oscuro. No veía nada el pájaro. Acostumbrado a ser llevado por la mano o a estamparse contra los barrotes, caminaba a los tumbos, volaba como astronauta, pero brillaba en un resplandor. Era el recién nacido en la noche de su esperanza.

 

 

SUEÑO ALBO

 

La que duerme sobre el lomo de los libros, lleva a caminar los dedos sobre el tajamar de sus salobres labios. La larga noche de un minuto se juramenta. Toda la ávida carne de una anémona es este barco a la deriva. Piernas largas, piernas largas dispersas en los senderos sin pasos. Y el ave de la memoria aletea saciada, con el pico lleno de espuma blanca. El pecado tiene forma de mujer y vuelo de pájaro.

 

 

TINTE DESVELADO

 

La noche es un espejo solitario donde una lágrima se enfría en la cáscara del rostro como si fuera la última vez.

 

 

TOCAR LA LUNA

 

Para qué le voy a mentir. Yo suelo tocar con bastante frecuencia la luna. A veces en compañía, a veces, en la más absoluta soledad. Tendida como un velo, los insectos brillantes de la noche se me aferran a los muslos, se aprietan al hueso de mi pecho y puedo partirme en dos tiempos y lugares. Qué más le puedo decir, ya que estoy en extremo confidente. Con sus peces redondos y sus piedras danzantes, la luna siempre se deja alcanzar por mi mano, sea en compañía, sea en soledad. La luna y mi mano son una unidad de músculo y misterio que nunca podrían existir por separado. Qué se le va a hacer. Una es una con sus con sus crestas y sus abismos. Negar la realidad sería tan absurdo como nunca negarla.

 

 

RON RUBI

 

La luna saca la cabeza del casco y salta, ebria de esquina a esquina. A latigazos es llevada por la noche a la paz y la armonía. La luna se abraza al viento y cruza las piernas en el aire, como esas mujeres insaciables.

 

*Fuente: CONTRATAPA ROSARIO 12 -  ABRIL 2010

 

 

 

 


 

 

 

 

Pinochos*

 

Sin previo aviso, con una estrategia de marketing perfectamente programada el lunes 28 de octubre empezaron a aparecer Pinochos en las principales tiendas de juguetes de todo el mundo. Eran unas réplicas perfectas del famoso muñeco de madera y su aparición en el mercado fue impactante e inesperada.

El éxito fue demoledor y en menos de tres días se agotaron las existencias. La operación se repitió al cabo de dos semanas con idénticos resultados y fue entonces cuando el Registro de Patentes y Marcas intentó retirar del mercado los muñecos aduciendo que eran réplicas de baja calidad. Pero, una vez verificada la manufactura del juguete tuvieron que volver a ponerlo en el mercado incapaces de poder diferenciar las copias del original. ¡Todos eran originales!

Iniciaron una investigación para averiguar la procedencia, y aunque pudieron identificar la fábrica en el sur de Taiwán, fueron incapaces de descubrir la procedencia de la materia prima, parte esencial en la fabricación de Pinocho.

No fue hasta que recabaron los servicios del célebre botánico S. Plumkier que hallaron la pista. La madera procedía del Sahara. De los inmensos bosques del Sahara. Trasladados allí pudieron constatar que cada uno de los árboles del bosque había sido plantado por el padre de Pinocho, y todos tenían su Copyright grabado en la tercera rama de la izquierda con la inscripción "Gepetto"®.

No pudieron detener la producción que fue incrementándose de tal manera que acabó con los bosques convirtiendo aquella zona verde, de naturaleza exuberante, en el desierto que es en la actualidad.

 

*De Joan Mateu.

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo heroico*

 

 

Le dejo a su sobrino sus cuadernos de notas por legado.

Le llegaron embalados en una caja y atados con hilo de yute.

Son cuadernos comunes de hojas rayadas y espiral que vienen con su

título en la tapa. El hombre elige abrir el que dice “Amor”.

Son frases sueltas. Según parece muchas eran propias, del propio saber

del tío gestado en años de andar por la vida. Otras escuchadas.

A veces frases subrayadas con resaltador en un recorte de diario.

Todo prolijamente anotado con su letra cursiva grande y clara,

que le elogiaban tanto en su empleo de revisor de cuentas.

El hombre va al final del cuaderno. Esa es la última frase.

Tiene una aclaración:

“Me dicen en el bar que lo dijo la Rosa Montero en un reportaje.

No es textual, la escribo con mi memoria no tan buena…"

Lo verdaderamente heroico es querer al otro tal cual es.

"Tal cual el otro es" -Escribe para dar énfasis a la frase.

Luego sigue una reflexión:

“Cada vez seremos más los viejos solitarios. Hasta que lleguemos a

estar sentados en el geriátrico mirando un Potus. Con suerte habrá una

ventana para ver el movimiento de la calle. Y en una mañana

cualquiera, una viejita se sentará al lado nuestro. Nos tomara la mano.

Y será tarde para casi todo, menos para sonreír”

 

 

*De Eduardo Francisco Coiro.

 

 

 

 

 

 

*

 

Sólo me importan el espesor y la extrañeza del mundo. Espesor y extrañeza que aparecen disimulados en cualquier parte: en el vidrio de la ventana, en la almohada, en la heladera, en las macetas del patio. Basta mirarlos fijamente y ya no pueden dejar de verse.

 

*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com

 

 


 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

 

Estación Funke *

 

 

          Me dijo el Coiro que en la estación de tren hay un observatorio astronómico, y me invitó a ir a verlo. Yo viajo desde Santa Fe, él desde Témperley, y se supone que nuestros caminos coincidirán al final de dos líneas de puntos, en un circulito negro en el mapa, convenientemente marcado con la figura esquemática de un telescopio apuntando al ancho espacio.

          Como en todas las aventuras Coirísticas, se advierte desde el vamos una cierta confusión, a pesar de larguísimos textos por WhatsApp que, sorprendentemente, siguen aportando más oscuridades e imprecisiones que datos.

          El trayecto desde Santa Fe es arduo, es complicado, está plagado de esquinas y torceduras aquejadas de sinuosidad. Los árboles y las alambradas, las vacas, las casitas de destino solitario, los caranchos perseguidos por pajaritos que intentan salvar sus crías. El barro y las lagunitas ahora que de pronto los cielos se prodigan en lluvia. La pesadez de los ojos cansados, el deslumbramiento lúcido por la noche mal dormida. La irrealidad de todo intento de cambio, eso de que una sigue siendo exactamente la misma pese a los kilómetros que se van alejando detrás de los colectivos. Esa molestia en el dedo donde me clavé ayer una espinita.

          Llevo horas de rodar sobre pavimentos grises, horas de espera en transbordos desteñidos, pero la pequeña herida que me hizo el tallo erizado de espinas sigue haciéndose notar. Qué extraño que la planta asustada siga en un patio ya tan en otra provincia, y la herida siga reclamando continuidad témporo espacial aquí en la yema de mi dedo. Esas perplejidades de quien se desdibuja en el reflejo de ventanillas sucias.

          No fue ni cómodo ni rápido el trayecto, pero estoy ahora aquí en Funke, mirando alrededor para encontrar la figura desgarbada del Coiro, las zapatillas apuntando una para cada lado, con ese aire de quien no pertenece al país ni al siglo, más extranjero que aquel que bajaba en la pampa de una carreta, todavía con el bamboleo del barco que lo trajo de las Europas meciéndole los huesos.

          Pero claro, el Coiro no está, la estación está abandonada, nadie sabe ni una palabra de un observatorio astronómico.

          Camino por las vías llenas de yuyos, me siento en una parecita de ladrillos. Percibo la humedad a través de la tela, y el olor agreste de los yuyos. Hay verbenas como sangre salpicada, y todo es claro y preciso. Puedo ver el paisaje como un cuadro hiperrealista, absurdo en la profusión innecesaria de detalles. El cielo es tan azul que duele mirarlo.

          Y aquí estoy, atrapada en un universo tan real que cada ínfima hoja de cada innumerable árbol proyecta su sombra diminuta sobre el suelo. Las cortezas de los álamos son complicadas, los dibujos no se repiten, y cada ladrillo de las construcciones posee su brillo particular, sus marcas y sus virajes al marrón o al naranja que los hacen individuales y únicos.

          Supongo que el Coiro hizo su esfuerzo y también ha venido a la estación Funke, pero él está en su propio lado del cristal. El Coiro arribó a Funke en un tren que ya no existe, y su estación de trenes se resuelve en un cuadro impresionista, difuso, con nubes apocalípticas en cielos violetas donde los azules se encuentran con la furia de los morados. Debe de estar él también esperándome, mientras un hombre de cara imprecisa lo hace pasar al observatorio, recién inaugurado, pero ya obsoleto. No puedo verlo, pero adivino su mano girando la manivela de un telescopio del siglo diecinueve, bello e inútil, brillante de cobre y bronce.

          Me resigno a volver a mi casa, y mientras es de noche en los campos que saltan por fuera del colectivo, sé que los ojos del Coiro están absortos en el cielo estrellado de Van Gogh, aturdido en el giro desaforado de las estrellas.

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

 

 

 

 

-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial.

-Próxima estación:

 

 

ESTACIÓN FUNKE.

 

LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

 

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO. 

 

LOMA VERDE.    ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

GOBERNADOR OBLIGADO.

 

ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. 

 

D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.

 

 INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA. GOBERNADOR GARCIA.

 

 

LA PLATA.

 

 

 

 

 

InventivaSocial

Plaza virtual de escritura

-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

Blog histórico & archivo: https://inventivasocial.blogspot.com/

 


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